Capítulo 23.


En cuanto llegó a su casa, Sebastián procedió a encerrarse en su habitación, no quería ver a nadie. Ignacio, que tenía el ojo morado, seguía lanzando improperios y maldiciones en contra de los Azúcar. Francesca terminó peor que su marido, pues Mirna le tiró un diente, esa mujer era una fiera a la hora de defender a su hija. Lo peor es que entre tanto alboroto, no pudo recuperar su pieza dental.

Raymundo, que fue con la familia con la excusa de consolar a Sebastián, indicó que subiría a su cuarto para ver cómo se encontraba.

—Cualquier cosa, aquí estamos para él —indicó Francesca.

—Sí, yo le digo. —<<Aunque no creo que lo apoyen cuando se enteren que está conmigo>> pensó.

Subió las escaleras y tocó la puerta.

—¡No quiero hablar con nadie! —Exclamó el joven al otro lado.

—Sebastián, soy yo. —No recibió respuesta durante algunos segundos; estuvo a punto de darse la media vuelta para alejarse cuando en ese momento la puerta se abrió.

—Pasa —dijo con tono bajito.

Raymundo entró a esa habitación donde había pasado tantas cosas con su amigo y cerró la puerta tras de sí. Sebastián, por su parte, se recostó en su cama, se sentía cansado, humillado y muy enojado. El rubio se sentó a su lado y lo miró con atención.

—Ya, Sebastián, no es para tanto.

—¡¿Que no es para tanto?! —Se sentó con la cama—. ¡Me plantó en el altar, Ray! ¡Me humilló! —Manifestó—. No puedo creerlo, confié en ella y así me pagó.

—Sebas...

—¡Y todo por fugarse con otro! ¡De seguro debe estar cogiendo con él mientras yo estoy aquí, humillado y derrotado!

—Tal vez. —Se encogió de hombros—. Pero...

—¡Y ahora no heredaré la empresa! Porque ni creas que me comprometeré con otra mujer, esos seres son viles.

—¡Sebastián! —Exclamó, logrando que su amigo lo enfocara.

—¿Qué?

—Ya, deja de pensar en eso. —Se acercó para besar su mejilla—. Aún me tienes a mí —sonrió.

Sebastián recordó la notita que le dejó la rubia; estuvo a punto de arrugarla y tirarla a la basura pero al final decidió conservarla dentro del bolsillo de su pantalón. La sacó para leerla y la dejó encima de su buró.

—Contigo me basta —mencionó luego de unos segundos; Raymundo amplió su sonrisa—. ¡Pero lo que más me encabrona es que no me avisara nada!

—Oh, que la chingada —masculló el rubio.

—Es que sabía que no estaba segura pero no creí que fuera a dejarme ahí, aunque sea me hubiera dicho para que ninguno de los dos se presentara pero no, a la niña no le importó humillarme en público, se largó con otro. ¡Ni siquiera la estaba apoyando! Yo iba a mantenerle al chamaco, en serio, en las últimas semanas me preparé mentalmente con la idea de desvelarme por las noches, busqué tutoriales en Internet de cómo ser un buen padre y esposo, pedí consejos, investigué recetas de papillas...

Raymundo recargó su barbilla en su mano izquierda y soltó un enorme suspiro.


***


El siguiente lunes, Sebastián llegó a la universidad cabizbajo, no quería hablar con nadie, para ese punto todos sus compañeros sabían que había sido plantado en el altar, aún se sentía muy humillado. Sus amigos, al verlo, se acercaron y quisieron darle ánimos pero él se excusó indicando que no deseaba charlar.

Se dirigió al aula donde impartirían su siguiente clase mientras lo veían con preocupación.

—Pobre Sebastián —murmuró Edwin.

—Estaba tan enamorado —musitó Nieves negando con la cabeza—. No puedo creer que Ciara le haya hecho eso.

—¡Ni yo! Y lo peor fue que sus padres se agarraron a golpes.

Raymundo casi se rio al escuchar eso pero al final se contuvo, no quería parecer tan insensible delante de los demás. Katia los vio a lo lejos y no dudó en acercarse al grupo; saludó y preguntó de qué hablaban pero no se sintió a gusto cuando le indicaron el tema de conversación.

—Ah, eso. —Quiso cambiar el tema, indicando que ella se la pasó estudiando el domingo, ya que ese día tendría dos exámenes y la entrega de un proyecto pero la ignoraron y siguieron hablando de su amigo y de la boda fallida. Raymundo palmeó su espalda a modo de consuelo.

—A mí sí me interesa lo que hagas, Katia.

—Gracias, Ray.

Por su parte, él tampoco quería que siguieran hablando de lo mismo, sabía que a Sebastián le incomodaba ser el tema de conversación los demás, mucho más tomando en cuenta las circunstancias presentadas, así que su mente ideó algo que pudiera distraerlos.

—Chicos, ¿ya terminaron sus prácticas?

—Ay, no, todavía me falta —dijo Nieves.

—Yo ahí voy —indicó Timoteo.

Estaba funcionando, pues empezaron a charlar acerca de sus residencias profesionales, pero su plan se vino abajo cuando Olga se acercó al grupo con información confidencial.

—¡Chicos, ¿qué creen?! —Expresó, logrando que todos la enfocaran.

—¿Qué sucede? —Le preguntó Bertha con curiosidad.

—Sé con quién se fugó Ciara.

Katia tragó grueso y los demás abrieron los ojos con impresión.

—¿Con quién? —Preguntó Nieves con velocidad.

—Es que... ay, no sé si deba decirles.

—¡Ya, habla! —Exclamó Raymundo, pues en verdad quería saber esa información. Katia lo miró mal y él se dio cuenta—. ¿Qué?

Olga sacó su celular, abrió su galería y les mostró una captura de pantalla que sacó de un estado que subió Álvaro en su servicio de mensajería instantánea. Se trataba de una foto donde estaba con Ciara, ambos lucían sonrientes y muy enamorados, y abajo tenía un texto que decía "aquí, con el amor de mi vida".

Todos, excepto Katia, lanzaron una exclamación general por el asombro.

—No puede ser. —Erika se tapó la boca con sus dos manos.

—No me lo creo —murmuró Higinio.

—¿Quién lo diría? —Ray tomó su barbilla en un gesto pensativo.

—Y me siento tan mal —dijo Olga, logrando que la vieran con atención—. El viernes Álvaro me preguntó la dirección de la iglesia donde se casarían Sebastián y Ciara...

—Es verdad —concordó Nieves—. Yo estaba ahí.

—No creí que fuera a llevarse a Ciara. —Puso una expresión culpable—. No quería hacerle mal a Sebastián.

—No es tu culpa, Olga. —Katia se acercó a ella y palmeó su espalda—. Tú solo hiciste lo que creíste correcto, además es mejor que Ciara esté con la persona que en verdad ama.

—¡Pero ella es mala! Lastimó a Sebastián. —Bajó el rostro.

—No la juzguen duramente —pidió Katia—. Ella tampoco la estaba pasando bien.

—¿Tú sabías que el doctor Álvaro era el papá? —Olga la miró con suspicacia.

—No, qué va. —Movió la mano.

—Sí sabías. —Raymundo entrecerró los ojos.

—¡Que no!

—Bueno, esto que les acabo de decir no debe salir de aquí —indicó Olga con tono serio—. Podríamos meter a alguien en problemas, además le provocaríamos más sufrimiento a Sebastián, él no debe enterarse.

Todos asintieron con la cabeza, dispuestos a que el secreto no saliera del círculo pero fue en vano, pues esa misma la tarde todos sabían que el doctor Villegas era el hombre con el que se fugó Ciara Azúcar y el padre de su bebé.


***


A pesar de que dijeron que no comentarían nada con nadie, Edwin y Timoteo, en una hora libre que tuvieron, comenzaron a hablar de lo increíble que era que el doctor Villegas hubiera embarazado a una alumna y no solo eso sino que se atrevió a ir a su boda para incitarla a fugarse con él. Estaban tan absortos en su conversación que no notaron que cierta castaña de cabellos rizados se encontraba a su lado y escuchó todo.

Sin ninguna consideración, se atrevió a correr el chisme, total, afectaría tanto a su antigua amiga como al doctor Álvaro y a su exnovio, y a los tres los detestaba con fervor. En la tarde ya todos estaban enterados de esa situación excepto el mismísimo Sebastián, pues ningún compañero se atrevió a hacerle algún comentario acerca de eso hasta que terminó sus clases.

Eran aproximadamente las cinco de la tarde y se disponía a ir a la empresa de su padre para seguir con sus prácticas, cuando Gina se colocó frente a él. Como ya no tenía que aparentar con ella, hizo una mueca desdeñosa.

—¿Qué quieres, Gina?

—¿Qué le dijo una flor a Sebastián...? —Habló con tono venenoso. El joven frunció el entrecejo.

—¡No te atrevas! —La señaló.

Nah, no soy tan cruel. —Alzó las comisuras de sus labios—. Pero al final Ciara sí resultó ser una puta —se burló. Sebastián se mordió la lengua para no responderle—. Me dejaste por esa mujerzuela que te plantó en el altar por irse con otro, y lo peor es que te quería encasquetar un bebé que ni es tuyo. —Se llevó la mano a la boca y soltó una risita falsa—. ¿Qué se siente saber que te abandonaron por un hombre más viejo? —Sebastián alzó una ceja al escuchar eso—. Claro que el doctor Villegas es muy atractivo, pero considero que tú eres más guapo.

Sebastián se quedó callado, procesando las palabras de Gina, ¿acaso escuchó bien? Reaccionó luego de unos segundos.

—¿Qué?

—Lo que dije, él es viejo, además tú eres mucho mejor partido, al menos no tendrás un sueldito miserable como el de él, heredarás una gran empresa, mi padre ya no invertirá en ella pero puedes conseguir otros inversionistas...

—¿Dijiste el doctor Villegas?

—Sí, ¿no sabías? —Sonrió con malicia—. La puta de Ciara te dejó plantado porque se escapó con Álvaro Villegas, escuché a tus amigos comentarlo, ¿acaso no te dijeron? —Mencionó con cizaña.

Sebastián abrió la boca con impresión.

—¿Me dejó por... él?

—Claro —rio—. ¡Quedaste tan mal! ¡Te viste tan patético! Y todo por engañarme con esa zorra, de seguro te arrepientes, ¿no?

—¡Claro que no! —Gritó, perdiendo los estribos. Algunos compañeros que pasaban por ahí los voltearon a ver sin disimulo—. ¡Eres odiosa, Georgina Leal, siempre me pareciste aborrecible! Eres solo una niñita mimada y consentida que va pisoteando a los demás para disimular su miseria. ¡Jamás me arrepentiré de haberte engañado porque fue lo que mejor que pude hacer para deshacerme de ti! ¡Nadie te soporta, ni siquiera tu madre, y la entiendo porque suficiente castigo tuvo al parirte como para tener que aguantarte más tiempo del necesario!

Hubo un silencio abrumador durante varios segundos, nadie se atrevió a hacer ni un ruido, ni siquiera a moverse. Después de la impresión, Gina lo miró con una expresión dolida; segundos después salió corriendo y Sebastián hizo una mueca de fastidio, sí, fue muy cruel pero ella también lo era.

Sus amigos, que se encontraban cerca, también lo vieron con asombro, él jamás había perdido los estribos de esa manera. Sebastián caminó hacia ellos con paso firme.

—Gina mencionó que ustedes sabían que Ciara se fugó con el doctor Villegas, ¿es verdad?

—Emmm... —Comenzó Timoteo—. Es que...

—¡Digan la verdad! —Ordenó con severidad.

—Sí sabíamos pero apenas nos enteramos—indicó Olga con voz quedita—. No queríamos que supieras para que no te sintieras mal. —Sacó su celular.

En lo que Olga buscaba en su galería para enseñarle la foto a Sebastián, Ray se inclinó un poco para quedar a la altura de Katia.

—Al menos puso en su lugar a Gina.

—Ya sé —murmuró ella—. De ser otra nuestra situación incluso lo habría disfrutado.

Sebastián vio la captura de la foto que subió Álvaro. Inhaló y exhaló tres veces, hasta que finalmente se dio la media vuelta.

—Adiós, chicos, nos vemos mañana.

Sus amigos lo miraron perplejos. Raymundo caminó tras él.

—Hey, espérame, me voy contigo a la empresa.

—Vámonos.

Katia y los demás los vieron avanzar hasta que salieron del edificio.

—Vaya, sí le afectó muchísimo —murmuró Higinio.

—Es obvio, él sigue enamorado de Ciara.

—Bueno, chicos, me tengo que ir, tengo un proyecto que finalizar y debo estudiar para varias pruebas que me pondrán esta semana —suspiró Katia.

—Sí, claro, éxito.


***


Cuando terminaron las prácticas, ambos se dirigieron a casa de Sebastián. Este último, a pesar de que deseaba tranquilizarse, no podía evitar encolerizarse cada vez que recordaba en asunto de la boda fallida.

Ray le propuso jugar videojuegos y aceptó. Ambos se sentaron en el suelo, recargando sus espaldas en la cama, pero después de tres rondas perdidas, Sebastián apagó el televisor.

—Hey —se quejó el rubio—. No es justo, iba ganando. —Dejó el control en el suelo y se cruzó de brazos.

—Lo lamento pero no puedo concentrarme... —Bajó la mirada—. ¿Tú sabías?

—¿Qué? —Lo miró con atención.

—Que Ciara se fugó con Álvaro.

—Me enteré esta mañana. —Se encogió de hombros.

—¿Por qué no me dijiste?

—Planeaba decirte pero no delante de los demás.

—Oh, ya... Nunca lo imaginé, de no ser por la foto que me enseñó Olga, hasta habría creído que se trataba de una mala broma.

—Yo tampoco, la verdad. Pero ya no pienses en eso... —Tomó su mano—. Creo que has estado muy estresado, sabes que te puedo ayudar con eso.

Raymundo se acomodó entre sus piernas y lo besó con ímpetu. Luego de unos segundos, Sebastián rompió el contacto.

—Ahora no, Ray.

—Pero...

—Por favor, déjame solo. —Colocó la mano en su rostro—. Has sido mi soporte y lo agradezco, pero no tengo ganas de nada, solo quiero recostarme y dormir.

—Oh. Entiendo. Si me necesitas, sabes que puedes llamarme.

—Lo sé. —Le mostró una pequeña sonrisa. Le alegraba tener el apoyo incondicional de Raymundo, sabía que siempre contaría con él.




Ups, Sebastián sigue enojado D:

Pero al menos ya le dijo sus verdades a Gina :D

Espero que sigan por aquí, hay algunas cosas que aún deben resolverse :3

Nos vemos la siguiente semana

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