Capítulo 19.


Desde esa ocasión, Katia dejó de salir con sus amigos. De cualquier manera ya no tenían mucho tiempo para divertirse, Sebastián, Ray y su grupo tenían que hacer sus prácticas y Ciara, con el embarazo, tampoco tenía muchas ganas de salir.

Gracias al director se puso a estudiar como loca todas sus materias, pues justo como le indicó, empezaron a ponerle exámenes más difíciles y a ser más estrictos con ella.

Una mañana en que Katia coincidió con Sebastián, Raymundo y Ciara en una hora libre, comenzó a quejarse con ellos, ya que estaban al tanto de su situación.

—¡Es todo muy injusto! Ni siquiera ha de ser legal, ¿o sí?

—No sé. —Ray se encogió de hombros—. Estudio ingeniería, no abogacía.

—¡Ay! ¡No se vale lo que me está haciendo!

—¿Cómo te enteraste de su relación con la madre de Gina? —Preguntó Ray acomodándose los lentes.

—Amm, los encontré en su oficina.

—Y le pediste de favor que te firmara el servicio, ¿verdad? Por eso ya no te quedas.

—¡Me ofende tu acusación!

—Ah, pero si tú nos dijiste que él te daba tareas especiales para que las hicieras en su casa. —Se cruzó de brazos.

—¡Pues sí pero es culpa de ellos! ¡Esto es una universidad, no un motel! ¡¿Quién carajo viene a la escuela a coger con su novio secreto?! —Ciara puso un gesto lleno de tristeza, Sebastián aplanó los labios y Ray le mostró una sonrisa ladina—. Emm, lo siento, chicos, no quería...

—No te disculpes —la interrumpió Raymundo.

—Es que... Pues... ¡No es para que se vengue de esta manera! —Exclamó al no encontrar otra cosa qué decir.

Ciara y Sebastián voltearon a verse, estaban pasando por una situación más difícil que la de ella, por lo que procedió a cambiar el tema de conversación.

—Por cierto, ¿cuándo será la fiesta de compromiso?

—En dos semanas —respondió Sebastián—. Nuestras madres andan emocionadas por eso.

—¿Piensan invitar a alguien de la escuela?

—Solo a nuestro grupo —mencionó—. No sé si tú quieras decirle a alguien. —Enfocó a la rubia.

—A Karen.

—Oh, está bien. —Se encogió de hombros—. Mi madre quería que invitáramos a medio mundo, hasta los profesores —se burló—. Pero no me imagino al ingeniero Ramírez o al doctor Villegas perdiendo el tiempo en nuestra fiesta de compromiso —rio. Al escuchar el apellido de Álvaro, Ciara palideció y Katia la miró con preocupación. Sebastián, al tenerla a su lado, también notó el cambio de su semblante—. Hey, ¿estás bien?

—Sí, yo... De repente me mareé un poco pero ya estoy bien.

—¿Segura?

—Sí, no te preocupes, no quiero darte más molestias. —Sonrió con falsedad, misma a la que ya se estaba acostumbrando.


***


Hilda Reynosa se quedó de ver con su amante en un hotel no muy concurrido, pues la universidad ya no era opción y no deseaba encontrarse a nadie que la reconociera. Le mandó un mensaje a Joaquín indicándole el número de cuarto donde se encontraba. Para que la espera no fuera tan larga, tomó el teléfono para pedir al servicio a la habitación una botella de champaña.

Como Joaquín no llegaba, abrió la botella y se sirvió una copa. Después de veinte minutos, tocaron la puerta. Se levantó para abrir y se encontró al hombre que esperaba del otro lado.

—Te tardaste. —Fue lo primero que dijo.

—Lo lamento, es que mi esposa está cada vez más insoportable —masculló—. Me vigila y quiere que le avise donde estoy y con quien a cada rato.

—Mmm, entiendo.

—¿Y tú cómo vas? —Preguntó con cautela—. Supe que vas a divorciarte.

—Ah, es verdad —suspiró—. El hombre está indignadísimo, no quiere saber nada de mí. Y quiero que sepas que ya no habrá donaciones de parte de él.

—Me lo imaginaba. —Colocó la mano en su cuello.

—Incluso quería sacar a Gina de la universidad pero al final se arrepintió, al menos no piensa arruinar la educación de su hija por nuestro desliz. —Le dio un trago a su copa de champaña.

—Al menos —musitó—. Lamento que haya pasado esto.

—Al principio me sentí muy mal, como la peor esposa del mundo, pero luego pensé "al demonio con él"; en verdad me sentía insatisfecha con mi matrimonio... No hay mal que por bien no venga —dijo para darse ánimos.

—Eso creo.

—¿Y tú eres feliz? Porque siempre hablas de tu esposa como si fuera un grano en el culo. —Joaquín soltó una carcajada al escucharla; cuando estaba con Rodrigo siempre se mostraba como la esposa perfecta pero con él se atrevía a demostrar su verdadero ser, no le importaba ser malhablada o incluso grosera, simplemente era ella misma.

—La verdad me fastidia —dijo cuando se recompuso.

—¿Por qué no la dejas? —Lo vio ilusionada—. Quédate conmigo.

—Me encantaría pero... no puedo dejarla. —Hilda puso un gesto triste, en el fondo sabía que no aceptaría pero aún así quiso mantener la esperanza—. Mis hijos todavía son pequeños, no...

—Está bien —lo interrumpió—. Lo entiendo.

—Tampoco podremos vernos más. —Bajó la mirada—. Ahorita pude escaparme de mi esposa pero ya no puedo arriesgarme.

—Imaginé eso desde que pediste verme aquí. —Tomó la botella de champaña y bebió directo de ella. Después de pasarse un gran trago, habló—. Solo prométeme algo.

—¿Qué cosa? —La vio a los ojos.

—Que te desquitarás con la estúpida de Katia.

—Ya lo estoy haciendo —rio con burla—. La muy tonta la debe estar pasando muy mal.

—¡Qué bueno! —Dio otro trago.

Se quedaron en silencio un rato, hasta que Joaquín habló.

—Emm, le dije a mi esposa que tendría una junta con algunos profesores y, aunque lo odies, Álvaro aceptó cubrirme, así que tenemos unas horas antes de que tenga que volver.

—¿Y me lo dices por? —Preguntó indiferente, alzando una ceja.

—Amm, yo... —Comenzó a ponerse nervioso y jugueteó con su corbata.

Hilda rio con burla y se acercó a él, rodeando su cuello con ambos brazos.

—Era una broma, sé que no nos veremos en mucho tiempo, tal vez sea la última vez que estemos juntos, así que aprovecharé cada minuto que me quede para disfrutarte.

Joaquín se inclinó para besarla y pronto le dieron rienda suelta a la pasión.


***


Álvaro se encontraba en su departamento, leyendo un libro de psicología cognitiva cuando le llegó un mensaje de Sabrina, la esposa de su mejor amigo.

Sabrina: Álvaro, buenas tardes. Lamento molestar pero me gustaría saber si siguen en la junta de profesores.

Yo: Seguimos aquí, Sabrina. Cuando termine te aviso.

Sabrina: Muchas gracias.

Él era buen amigo de Sabrina pero al fin y al cabo, Joaquín tenía derecho de antigüedad, siempre se cubrían las espaldas cuando el otro hacía algo indebido —a pesar de no estar siempre de acuerdo—. <<Lo siento mucho, Sabrina, pero Joaquín es más amigo mío que tú>>. Decidió mandarle un mensaje a él.

Yo: Joaquín, cuando salgas de tu cita me dices, quedé de avisarle a Sabrina cuando termine "la junta".

No se sorprendió mucho cuando se enteró de la infidelidad que cometió Joaquín con la madre de Georgina, de hecho ya lo veía sospechando desde la vez que lo castigaron aunque no estuvo seguro hasta que los rumores empezaron a esparcirse en la universidad.

<<Últimamente parece más un nido de víboras que una casa de estudio>> pensó con ironía, pues desde que se enteraron del embarazo de Ciara, los chismes no paraban de circular. La aflicción se apoderó de él al pensar en la rubia; hacía poco escuchó que celebraría su fiesta de compromiso con Sebastián. <<Es un hecho, la perdí para siempre>>. Colocó las manos en su rostro.

Para torturarse un poquito más, entró a sus redes sociales y buscó el perfil de la chica; fue una suerte que solo lo hubiera bloqueado en su servicio de mensajería instantánea, así podía mirar las fotos que subió con anterioridad. Soltó un suspiro al ver las imágenes de su amada, deleitó su pupila al observarla en diversos lugares, llevando vestidos sensuales, bikinis diminutos, abrigos refinados y sombreros elegantes, pero lo que más lo enterneció fue ver esa hermosa y brillante sonrisa que tenía en cada una de las fotografías.

<<Mi amor, espero que seas muy feliz al lado de Sebastián>>. Recargó los brazos en su escritorio y se recostó en él, lamentándose por su situación y deseándole a Ciara una vida cómoda y alegre.


***


La fiesta de compromiso de Sebastián y Ciara no tuvo tantos invitados como sus madres esperaban, al final no pudieron organizar una celebración tan pomposa, pues no contaban con mucho tiempo, con más de tres meses de embarazo el vientre de la rubia comenzaba a notarse y a ellas les urgía que la boda fuera en cuanto antes.

Sebastián, como siempre, tenía una gran sonrisa al saludar a los invitados; la mayoría eran conocidos de sus padres, por eso se empeñó en dar una imagen impecable.

—¡Sebastián, hijo! —Saludó su padrino—. ¡Mira cómo has crecido! Ya serás padre de familia. —Le dio una palmada en el hombro—. Pareciera que fue ayer cuando te sacabas los mocos y los pegabas a la pared.

—¡Padrino! —Exclamó ruborizándose. Ciara, que estaba a su lado, soltó una risita.

—Ya, lo siento, lamento haberte avergonzado frente a tu linda prometida —rio un poco—. Y tú, querida —la enfocó—, tienes un buen hombre a tu lado.

—Lo sé. —Alzó las comisuras de sus labios sintiendo la tensión recorrerla. A diferencia de Sebastián, ella no fingía tan bien, le cansaba tener siempre una sonrisa de oreja a oreja, era mala ocultando sus malestares, tanto que sus amigos siempre le preguntaban si estaba bien.

Después de intercambiar saludos con algunos invitados, todos se sentaron en sus lugares correspondientes para que les sirvieran la comida. Sebastián rodó los ojos al escuchar a su madre hablar con sus amigas, les comentaba acerca de la mesa de regalos disponible en la mejor tienda departamental de la ciudad.

Ciara, que también escuchaba la conversación, volteó hacia su prometido.

—En verdad está emocionada —le susurró en el oído.

—Lo sé —contestó en su mismo tono—. No estaría así si supiera que a su hijo le gusta el chorizo.

Ciara, escandalizada por el comentario, soltó una risilla, tapándose la boca con su mano izquierda. Al ser los festejados, eran el foco de atención de la mayoría de los invitados, que hicieron un gesto de ternura al ver a la parejita intercambiando palabras y soltando risitas cómplices; a la vista de los demás lucían muy enamorados.

Sebastián la observó con atención, llevaba un vestido rosa palo y el cabello agarrado por unos broches brillantes que hacían juego con el anillo de compromiso. En un momento su mirada se enfocó en Ray, que reía y se secreteaba con Katia. Su expresión se tornó a una molesta.

—Pronto nos casaremos —le recordó. Ciara dejó de sonreír y su semblante cambió por uno serio—. Lo tienes en cuenta, ¿verdad? Porque no luces muy feliz con esa idea.

—Lo tengo en cuenta —dijo cabizbaja.

—Bien.

Un malestar se apoderó de Ciara el resto de la fiesta. Su madre notó su semblante y tuvo que inventar que la comida le cayó pesada.

—Iré al baño. —Se levantó de su lugar. Mirna hizo un ademán para ir tras ella pero la detuvo—. No es necesario.

—Pero...

—Solo me echaré agua en la cara. —Le sonrió.

—Está bien pero si te sientes muy mal me dices.

Asintió con la cabeza y se dirigió al cuarto de baño. Una vez allí, tal y como le dijo a su madre, procedió a abrir el grifo, juntó sus manos para acumular un poco de agua y se la echó en el rostro. Procedió a repetir esta acción cuando alguien abrió una de las puertas de los cubículos.

—Este baño está más elegante que mi casa. —Escuchó el murmulló de Katia—. ¡Ciara!

—Hola, Katia. —Tomó un trozo de papel para secar su cara y enfocó a su amiga, que sin ninguna pena llevaba el vestido azul que Hilda le regaló en Navidad—. ¿Cómo te la estás pasando?

—Bien. Ray y yo nos hemos pasado criticando a los invitados, son un montón de gente estirada —rio.

—Me alegra que al menos una de nosotras se divierta —sonrió pasando una mano por su cabello. Katia aplanó los labios al escucharla.

—Oh, yo... No sé qué decirte.

—No te preocupes. —Se encogió de hombros—. Al fin y al cabo todo esto me lo busqué yo, me metí con un hombre mayor, no me cuidé y ahora tengo que aceptar las consecuencias. —Katia la vio con lástima—. Pero no me veas así, no me arrepiento de nada. —Colocó las manos en su vientre.

—¿Segura? ¿Ni siquiera de contraer matrimonio con Sebastián?

—Eso es algo que ya acepté. —<<Es lo mejor>> pensó. Además cada día que pasaba se llevaba mejor con el muchacho—. Aunque todavía extraño a Álvaro —susurró poniéndose nostálgica mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Se sentía mal llorando delante de los demás pero no podía evitarlo, era una persona sensible, aunque ella pensaba que daba la pinta de ser débil, Gina siempre se lo decía.

—¿En serio? —Bajó la voz, observándola con atención.

—Más que nunca. Me gustaría que estuviera a mi lado en este momento, que me abrazara, besara mi frente y me dijera que todo saldrá bien. —Limpió sus lágrimas con su antebrazo—. Pero al final es solo una tonta fantasía.

Katia abrió la boca para comentarle que Álvaro le preguntó si sabía de quién era el bebé pero no pudo decir nada porque Mirna entró en ese momento.

—Chicas, ¿está todo bien? —Vio a su hija con atención—. ¿Por qué tienes los ojos enrojecidos? ¿Vomitaste?

—¡No, mamá! —Exclamó—. Estoy bien, solo ando un poco sensible y muy cansada, mis pies me están matando. —Cambió el tema para que su mamá no la siguiera bombardeando con preguntas.

—Oh, ven acá. —Se acercó y la rodeó con su brazo—. Te llevaré a casa y te excusaré con los invitados, ellos deben entender que tu bienestar es prioritario.

—Claro, gracias.

Madre e hija salieron del cuarto de baño, dejando a Katia ensimismada en sus pensamientos.


***


Gina se encontraba encerrada en su habitación, llorando a moco tendido por los últimos sucesos ocurridos en su vida. Ese día era la fiesta de compromiso de Sebastián y Ciara, y el hecho de que sus padres prosiguieran con el trámite del divorcio no ayudaba. <<Son unos malditos traidores, ¡incluso mi madre!>>. Tomó un pañuelo para sonarse la nariz. <<Tranquila, Gina, respira>>. Inhaló y exhaló varias veces y se colocó delante del espejo de su tocador, observándose con atención. Tenía los ojos hinchados, el rostro enrojecido y la nariz lastimada de tanto frotarla con el papel. <<Tú no eres una tonta llorona como Ciara>>, se quiso dar ánimos pero no funcionó, pues vio el perfume con olor a gardenias que Hilda le regaló en su anterior cumpleaños y se volvió a soltar en llanto.

En un arrebato, tomó el frasco y lo azotó contra el suelo, logrando que la esencia se esparciera por toda la habitación. No le preocupó ver el envase hecho añicos, ya después llamaría a Griselda para que limpiara.

<<No es justo, nada lo es>>. Mordió su labio inferior, pensando en qué momento todo se arruinó; podía soportar todo excepto que su familia se estuviera desmoronando. No lo admitía abiertamente pero siempre estuvo celosa de Katia porque sus padres eran muy atentos con ella, no obstante nunca hubo ningún otro problema aparte de esa pequeña entrometida hasta ese momento.

Después de un rato limpió sus lágrimas y volvió a mirarse en el espejo. <<Basta, no debo ser tan patética>>. Pensó que se sentiría mejor si veía a alguien siendo más miserable que ella. De repente tuvo una idea. <<Iré a la boda de Sebastián y Ciara para arruinarla>> pensó con decisión apretando los puños.



¡Hola! Lamento actualizar tan tarde pero apenas tuve tiempo.

¿Creen que esa boda salga bien? Ahora Gina quiere arruinarla xD

Se les quiere, nos vemos la siguiente semana.



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