Capítulo 17.
Como era de suponerse, los rumores del amorío entre el director e Hilda comenzaron a correrse sin que Katia pudiera evitarlo. No obstante, parecía que los involucrados todavía no se enteraban de nada, por lo menos ninguno le reclamó y de cierta forma le alivió un poco. Aunque cantó victoria muy pronto, pues una tarde en que las clases terminaron y pensaba en ir a casa para hacer tarea, la secretaria de Joaquín la interceptó e indicó que él la esperaba en su oficina.
<<No puede ser>>. Pensó en rechazar el encuentro, indicando que se encontraba indispuesta pero esa conversación tarde o temprano se daría, así que se puso en marcha. Cuando estuvo en el despacho, tocó la puerta muy despacio, implorando para que nadie le contestara del otro lado.
—Adelante. —Escuchó la voz de Joaquín.
Puso una expresión de desasosiego y entró a la oficina.
—Buenas tardes —saludó cohibida.
—Buenas tardes, señorita González —dijo con tono indiferente. La joven bajó la mirada—. Iré al grano porque no tengo mucho tiempo pero por ahí escuché rumores que dicen que tengo un amorío con la señora Hilda Reynosa.
—Pues sí lo tiene —rio con nervios. Él entrecerró los ojos y ella tragó grueso—. Lo lamento.
—Tú tuviste que ver con eso —afirmó—. Nadie más conocía nuestro secreto.
—¡No tuve nada que ver! —Mintió. Gina no hablaría con él de eso, así que pensó en testificar que no tuvo nada que ver con los rumores.
—¿Ah, no?
—Ustedes son los que se andan besuqueando y haciendo cosas indebidas en su área de trabajo. —Lo señaló—. De seguro alguien más los vio y habló, digo, ni siquiera tenían la decencia de poner el pestillo cuando se encontraban. Si hay alguien que no respeta esta institución es usted, ¡además son adultos! ¡No son adolescentes hormonados!
Joaquín parpadeó varias veces con incredulidad, no creyó que fuera a confrontarlo de esa manera. Pero para su mala suerte, él seguía siendo la principal autoridad de la universidad.
—Tienes razón —rio sin gracia—. De cualquier manera me has metido en muchos problemas, alguien le fue con el chisme a mi esposa, tuve que asegurarle que todo era mentira pero ahora no me podré ver con Hilda en un buen rato.
—Váyanse a un hotel —dijo como solución. Él entrecerró los ojos.
—Sí, claro —masculló—. Como si fuera tan fácil, ahora voy a estar vigilado las veinticuatro horas —dijo para sí mismo—. Da igual, lo único que quería decirte es que tu servicio anterior queda anulado, ahora tendrás que venir todos los días para que te dé tu nuevo trabajo asignado.
—¡Ni madres! —Exclamó y él la vio con incredulidad—. Digo, e-este, emm... Lo que pasa es que ya está todo lleno y firmado —se justificó—, así que no será posible, y aunque no tuve nada que ver con los rumores, acepto hacer el servicio con usted pero ya será el siguiente semestre —mencionó con tono firme—. Si me quiere anular el servicio que ya firmó, iré con su esposa y diré que los rumores son ciertos, que los vi con mis propios ojos. —Se cruzó de brazos—. Tal vez no me crea pero la duda quedará sembrada y estará más vigilado que ahora.
Joaquín alzó una ceja y la vio con apatía.
—Eres más cínica de lo que creí —masculló con molestia—. Está bien, ya vete. —Señaló la puerta.
***
Gina odiaba más que nunca la universidad, se estaba convirtiendo en su propio infierno personal. En primera ni siquiera le gustaba la carrera, ella solo entró por seguir a Sebastián, ¡y cómo odiaba las matemáticas!, en segunda tenía que verlo ser extremadamente cariñoso con su ex mejor amiga y los rumores que corrían acerca de su madre eran los que más la exasperaban.
<<Todos son unos idiotas>>. Apretó los puños con enojo. Recordó que últimamente Hilda iba mucho a la escuela para hablar con el director. <<Lo hace para ver en qué invierten las donaciones que damos>> quiso tranquilizarse. <<Y papá no va porque tiene mucho trabajo>>. No obstante y, aunque se odiaba a sí misma por pensar en eso, la duda ya estaba dando vueltas en su cabeza.
Salió de su habitación y caminó por el pasillo. Sabía que Rodrigo llegaba hasta tarde pero no tenía idea de dónde se encontraba su madre. Una muchacha que trabajaba para ellos desde hacía un tiempo pasaba por ahí; la detuvo para cuestionarla.
—Griselda, ¿sabes dónde está mi madre?
—Está tomando un baño —contestó—. ¿Por?
—No, por nada —sonrió.
Griselda se alejó para seguir con su trabajo y ella aprovechó para entrar al cuarto de sus padres. Una vez allí, vio todo con detenimiento; el lugar se encontraba en perfecto estado, la cama tendida, los muebles pulcros, la alfombra fresca y aspirada. Observó el cuadro en la pared donde estaba ella con sus progenitores, los tres sonrientes, como una perfecta familia feliz.
Tenía que apurarse antes de su madre la descubriera. De repente notó su celular encima del buró, así que lo tomó; estaba bloqueado pero ella sabía cuál era el patrón que usaba Hilda. Entró a las conversaciones sin saber qué buscar con exactitud. Vio los chats que tenía con su padre, con sus amigas, con ella misma pero no encontró nada relevante. <<Lo sabía, todos son inventos de aquella estúpida>>. De repente se fijó en un contacto que no reconoció, lo tenía como Juanita Estética. Hizo memoria para recordar si había alguien con ese nombre en la peluquería donde acudían pero no le vino a la mente ningún rostro.
Tuvo un mal presentimiento, estuvo a punto de dejar el celular en su lugar y regresar a su habitación pero al final decidió ver. <<Es una tontería sospechar pero solo necesito comprobar que es falso para estar tranquila>>. Lanzó un suspiro y con el pulso tembloroso, entró al chat del contacto y vio las conversaciones.
Juanita Estética: ¿Cuándo vendrás?
Yo: Mañana.
Juanita Estética: ¿A qué hora?
Yo: Temprano, como a las 11.
Gina frunció el entrecejo, viendo la fecha de la conversación. <<Mamá fue ese día a la universidad>>. Recordó que la encontró en la oficina del director, fue el día en que acusó a Álvaro. <<Además nunca va a la estética los martes, siempre acude los fines de semana>>. Subió para ver las conversaciones anteriores.
Yo: Te extraño.
Juanita Estética: Y yo a ti.
Yo: ¿Podremos vernos mañana?
Juanita Estética: Claro, aquí te espero ;)
La chica no pudo seguir leyendo porque en ese momento su madre salió del baño de la habitación en bata y la vio con impresión.
—¡Georgina, ¿qué haces aquí?! ¡¿Y qué haces con mi celular?!
Gina dejó el aparato en el buró con violencia y encaró a su madre.
—¿Quién es Juanita Estética? —La vio a los ojos, con un gesto muy enojado en su rostro.
Hilda palideció al escucharla decir eso.
—¿Qué...? Es una chica que trabaja en la estética y... —Trató de mostrarse tranquila pero fue inútil.
—¡Mentira! —La interrumpió—. ¡Es que cómo se te ocurre! Y hasta eso, ni siquiera tuviste la decencia de inventar otro nombre más original. —Se cruzó de brazos—. Quién diría que al final la idiota de Katia tendría razón.
—¿Ka-Katia? —La vio con perplejidad.
—La estúpida estuvo diciendo que tienes un amorío con el director. —La preocupación de Hilda se volvió un profundo enojo contra la chica. <<Sí habló a pesar de todas las consideraciones que le tuve>>—. Al final tuvo la razón —masculló. Sus pensamientos volvieron al origen de sus preocupaciones.
—No es lo que piensas.
—¿Ah, no? ¿Y qué es?
—Y-yo...
—¡Eres una hipócrita! Criticaste a Sebastián y a Ciara por su infidelidad cuando tú le haces lo mismo a mi padre, ¡y con el director de mi universidad! —Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas de impotencia y rabia.
—Lo... Lo siento —dijo finalmente. Al igual que su hija, comenzó a llorar, se sentía una pésima madre y esposa—. No le dirás a tu padre, ¿cierto?
Gina hizo una mueca al escucharla decir eso.
—No lo sé, no sé qué pensar...
—Hija... —Quiso tomarla del brazo pero Gina se hizo hacia atrás para que no la tocara. Segundos después salió corriendo a su habitación.
***
El fin de semana, Raymundo y Sebastián se encontraban en el cuarto de este último. Aprovechando que tenían más tiempo para ellos, jugaron videojuegos toda la mañana y en ese momento se encontraban recostados, dándose un apasionado beso, cuando tocaron la puerta con desesperación.
Sebastián hizo una mueca de fastidio, se levantó y pasó sus dedos por su cabello. Ray se sentó en la cama mientras el otro chico se dirigía a la puerta. En cuanto abrió, se encontró frente a su madre.
—Hola, mamá. —Trató de sonar cortés, le urgía que se fuera para poder continuar con su sesión de besos con Ray pero no deseaba que se notara esa premura.
—Hola, Sebastián, ¿qué estaban haciendo? —Los miró atenta.
—Oh, estábamos hablando acerca de las prácticas en la empresa, ya sabes. —Se encogió de hombros con naturalidad—. ¿Y qué sucede? ¿Te puedo ayudar en algo? —Ella nunca lo buscaba a menos que fuera algo importante.
—Lamento interrumpirte pero la señora Mirna me acaba de llamar.
—¿Pasó algo? —Alzó una ceja.
—Ciara está inconsolable, creo que las hormonas del embarazo la están afectando mucho, la pobre no quiere comer y no deja de llorar. Supusimos que verte la alegrará, necesitamos que vayas a verla.
Sebastián sonrió con hipocresía.
—Claro, me arreglo bien y voy.
—Sí, hijo, apúrate. —Le dio una palmadita en el hombro, se dio la media vuelta y salió de la habitación.
Sebastián pasó las manos por su cara con frustración.
—¡Ay, ¿por qué es tan chillona?! —Se quejó—. Me libré de visitar a Gina y ahora tengo que ir con Ciara, ¡menuda llorona! Y para colmo el otro día la tuve que acompañar a su consulta con el ginecólogo —masculló—. ¡No puedo ser libre!
Raymundo se acercó a él y palmeó su hombro a modo de consuelo.
—Ya, ya, al menos Ciara es agradable.
—Para ti lo será porque a mí me está exasperando. —Se cruzó de brazos y dio un zapatazo, justo como un niño pequeño haciendo berrinche.
—No te pongas así, la pobre la está pasando muy mal.
—Agh, está bien.
Sebastián se puso un pantalón oscuro y una chaqueta del mismo color y se dirigió hacia su auto para visitar a su novia. Raymundo lo acompañó.
—Te veo después. —Lo vio con atención.
—Claro... —Se dio la media vuelta—. Dale un beso a Ciara de mi parte —sonrió con malicia, sabía que ese tipo de comentarios molestaban a su amigo.
—¡Raymundo!
El rubio se alejó y cuando ya no pudo alcanzarlo con la mirada, se puso en marcha. Al llegar a la casa de los señores Azúcar, Mirna lo recibió con amabilidad.
—¡Querido, qué bueno que llegaste! Pero tardaste mucho.
Sebastián por poco rodó los ojos pero al final pudo reprimir su gesto enfadado.
—Lo siento, había mucho tráfico. —Se excusó.
Escuchó un bufido. No había que ser un genio para saber que se trataba de Omar. El padre de Ciara aún seguía muy enfadado y no le agradaba que el chico entrara a su casa pero no podía hacer nada para impedirlo, después de todo Mirna era la que mandaba.
Camino a la habitación de Ciara, se encontró con Madison, esa pequeña rubia que parecía idolatrarlo; aún recordaba cuando se la presentaron, la niña no paró de hacerle preguntas personales e incluso le tomó algunas fotos sin ninguna discreción para enseñárselas a sus amigas. Su admiración hacia él lo perturbaba un poco.
—¡Hola, Sebastián!
—Hola, Madison —saludó cohibido.
—¿Vienes a ver a Ciara?
—Claro.
—Está en su cuarto, yo te guío hacia allí. —Lo tomó de la mano y lo dirigió hasta su destino. Una vez que estuvieron frente a la puerta de la habitación, dio la media vuelta para quedar cara a cara con él—. Aquí es.
—Gracias. —Le sonrió un poco y tocó despacio.
—A-Adelante. —Escucharon la voz del otro lado.
Madison abrió la puerta y entró junto con Sebastián.
—¡Mira, Ciara, tu novio vino a verte! —Lo señaló con clara emoción.
Sebastián vio a la chica con detenimiento, tenía los ojos hinchados, la nariz y mejillas enrojecidas y un semblante lleno de tristeza. Ciara tomó un pañuelo para sonar su nariz.
—Madison, ¿puedes salir?
—No.
—Por favor —rogó. Su hermanita la miró con atención unos segundos antes de lanzar un suspiro.
—Está bien. —Salió cerrando la puerta tras de sí.
Una vez que se quedaron solos, ella fue la primera en atreverse a hablar.
—Lo lamento mucho, le dije a mi madre que no era necesario que vinieras.
—No hay problema, ya estoy aquí. —Se encogió de hombros—. ¿Quieres contarme qué te pasa? —La chica negó con la cabeza—. Oh...
—No te lo tomes mal, Sebastián, pero no quiero hablar de nada. —Se recostó en la cama y se hizo ovillo—. Si quieres vete, no deseo hacerte perder el tiempo.
—Está bien —suspiró—. Te veo luego.
Salió de la habitación y bajó las escaleras pero para su mala suerte, se encontró a los padres de la chica en la sala de estar.
—¿Ya te vas? —Mirna lo miró con reprobación. Sabía que si se iba, ella le contaría a su madre y no necesitaba agregar más drama a su vida.
—No, yo... solo quiero un vaso de agua.
—¡Oh! Tú ve con Ciara, yo te lo llevo al cuarto.
—Emm, ¿no hay problema que esté con ella a solas en su cuarto?
—¡Que si no hay problema, dice! —Omar rio con sarcasmo—. Pues si ya la embarazaste, ¿qué más pueden hacer? —Recibió la mirada dura de su esposa pero poco le importó.
Sebastián aplanó los labios y subió a la habitación una vez más. Abrió la puerta con brusquedad y Ciara, que empezaba a quedarse dormida, dio un brinco por el susto.
—Sebastián, ¿qué...?
—Tu madre me interceptó en el pasillo, quiere que me quede más tiempo.
—Oh, ya. —Bajó la mirada—. Pues no queda de otra.
Ella enderezó la espalda y él se sentó a su lado; empezaron a hablar de trivialidades hasta que la chica comenzó a cabecear. Sebastián soltó una risita.
—Si quieres duérmete —dijo logrando ruborizar a su amiga.
—No, qué vergüenza.
—Vamos, no te voy a grabar ni nada.
—Más te vale. —Entrecerró los ojos y recostó su cabeza en la almohada—. Aunque no pienso dormirme —aseguró. Sin embargo no tardó mucho en quedarse dormida.
Sebastián la observó con atención, sin duda alguna era hermosa: sus cabellos dorados, sus facciones delicadas, su rostro angelical. <<Es muy bonita>>. Su respiración acompasada logró relajarlo. <<¿Quién será el padre de su bebé?>>. Se quedó pensando pero no se le vino nadie a la mente, jamás la vio muy apegada a algún compañero en especial, solo con sus amigas. <<De seguro no es un chico de la universidad>>.
—Cariño, pedí que te hicieran agua de limón... —Mirna abrió la puerta pero Sebastián puso el dedo índice en sus labios, indicándole que no hiciera ruido—. Ay, lo siento —susurró. Le pasó el vaso a Sebastián para que lo tomara y ambos salieron de la habitación. Bajaron las escaleras y una vez que estuvieron en la sala, la señora se dirigió a él—. ¿Ves? Tu presencia logró calmarla.
—Lo que hace el poder del amor —dijo sarcástico; en seguida se arrepintió de su falta pero la buena noticia fue que Mirna no detectó la connotación burlesca de su frase.
—Aww, tienes toda la razón.
Se quedaron en un silencio incómodo para Sebastián, por eso se atrevió a romperlo.
—Ya que Ciara está dormida, debería irme. —Metió las manos en los bolsillos de su pantalón con la esperanza de que lo dejaran largarse de una buena vez.
—Oh, pero ella despertará pronto —aseguró—. Quédate a cenar. —Lo vio atenta, esperando que aceptara su invitación.
—Emm, pero... —<<¿Ahora cómo me la saco de encima?>> pensó frustrado—. ¿No es molestia? No quiero incomodar.
—Claro que no incomodas, si ya eres de la familia.
—Oh, me alegra saber eso. —Colocó la mano en su cuello. <<Joder, aquí me quedaré el resto del día>> caviló decepcionado y molesto.
—¡Sebastián, qué bueno que te quedas! —Dio un brinco al escuchar el chillido de Madison y su incomodidad creció cuando lo abrazó por la cintura—. ¿Ya sabes qué nombre le pondrán al bebé? Ciara afirma que su nombre será Eduardo o Isabela pero no sé si ya te preguntó. Por mi parte, creo que sería mejor si se llamara Mustafá o Calíope, son más originales, pero si no te gustan podría ser Charlotte o Blaine, como los personajes de Tempestad sangrienta, ¡adoro ese libro! Aunque... —Empezó a parlotear y eso le recordó a Georgina. <<Con razón Ciara la toleraba tan bien, ¡esta niña es igual de habladora!>>.
El día de Sebastián fue arruinado por la familia de su prometida pero pensó que valía la pena el sacrificio, pues al final obtendría la empresa de su padre y Ray no parecía disgustado con su nueva relación.
¡Hola! Lamento no haber actualizado este fin pero estaba enferma, hasta hoy pude :3
Quiero agradecer a los nuevos lectores que han llegado, recuerden que sus votos y comentarios me ayudan mucho para darle más visibilidad.
Ahora Sebastián parece fastidiado por la situación, y Ciara no la está pasando nada bien. ¿Qué creen que suceda con el asunto del compromiso? Sus familias se lo toman muy en serio.
¡Nos vemos pronto!
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