Capítulo 11.


El resto de sus vacaciones, Katia se dedicó a dormir y comer. Hubo un día en que sí madrugó para entrar a la página oficial de su escuela y escoger sus asignaturas, horarios y profesores, y fue una suerte que el doctor Álvaro no le fuera a impartir ninguna otra materia. Fuera de eso, no sucedió nada importante, hasta que una semana antes de entrar a clases, recibió un mensaje de Ciara, donde le indicaba que había regresado de su viaje y que necesitaba verla con urgencia. Se quedaron de ver esa misma tarde en una cafetería cercana a su casa.

Llegó a su destino cinco minutos antes de las cinco y le sorprendió ver que su amiga ya se encontraba ahí, sentada en una mesa alejada del resto. Se acercó a ella con rapidez y al notarla, se levantó para abrazarla con fuerza. Le correspondió el gesto. Luego de unos segundos se separaron y se sentaron frente a frente.

—Y bien, ¿qué quieres contarme? —Preguntó al verla cabizbaja, sin intenciones de hablar.

—Yo...

En ese momento una mesera se acercó para tomarles la orden. Katia la maldijo en su interior por interrumpir a su amiga y al mismo tiempo le echó bendiciones porque tenía hambre. Ordenó un café frappé y una rebanada de pastel de queso. Ciara se limitó a pedir un capuchino.

Esperó a que dijera algo en lo que traían sus órdenes pero la rubia solo estaba ahí, sentaba frente a ella, jugueteando con sus dedos. Luego de varios minutos, la mesera llegó con sus pedidos y los acomodó en la mesa; Katia le agradeció y, cuando las dejó solas, enfocó a su amiga.

—Y bien, me citaste aquí porque necesitabas verme con urgencia pero ahora que estamos juntas, no me dices nada.

—Lo siento —murmuró—. Es que... me es difícil hablar de esto.

—Inténtalo, sabes que no voy a juzgarte —la animó.

Ciara soltó un suspiro y la enfocó. Mientras, Katia le dio un sorbo a su café helado.

—Estoy embarazada.

Al escuchar eso comenzó a ahogarse. Tosió como desesperada, logrando que las personas que estaban en las mesas cercanas la vieran con rareza. Ciara abrió los ojos con espanto y le tendió una servilleta. Luego de unos segundos, pudo respirar con normalidad.

—¿Ya estás mejor? —Le preguntó con preocupación pero ella ignoró su cuestionamiento.

—¡¿Cómo que estás embarazada?! —Exclamó, colocando sus manos sobre la mesa.

—Baja la voz —pidió.

—Está bien... ¿Cómo supiste?

—Siempre he sido muy exacta con mi periodo y ahora tengo un retraso, además no me he sentido bien en estos últimos días, así que compré una prueba en la farmacia y salió positivo —explicó mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, que limpió en seguida—. De cualquier manera me gustaría hacerme análisis para estar segura.

—Es lo mejor... ¿Álvaro sabe? —Ciara negó con la cabeza—. ¿Piensas decirle?

—No sé, primero quiero estar cien por ciento segura.

La observó con detenimiento, se veía tan vulnerable, tan frágil, así que sintió la necesidad de protegerla.

—Tienes mi apoyo.


***


La última semana de vacaciones Katia se la pasó con Ciara. Primero fueron a un laboratorio para que se sacara análisis; esa misma tarde los recogieron y se encerraron en su habitación, su amiga tenía el sobre en mano pero no se atrevía a abrirlo. Su desesperación fue tanta que le arrebató los documentos y se fijó en el resultado: positivo. Sintió que se le fue el aire, aun así pudo extenderle el papel a ella para que viera por sí misma. En cuanto notó lo que decía, sus ojos se llenaron de lágrimas. La pobre había llorado tanto últimamente.

Acarició su espalda y se atrevió a hablar luego de un momento.

—¿Piensas tenerlo?

—¿Eh? —Alzó su rostro para enfocarla.

—Al bebé, ¿piensas tenerlo?

—¡Por supuesto que sí! —Exclamó sorbiendo por la nariz—. Pero mis padres van a matarme cuando se enteren. —Pasó las manos por su rostro para limpiar sus lágrimas.

—Mmm. ¿Cuándo le dirás a Álvaro?

—¿Eh? No, él me dejó muy en claro que no me quiere en su vida.

—Pero tiene que hacerse responsable.

—Él es feliz con su vida de soltero —murmuró—. No quiere compromisos ni nada que lo ate.

—Eso no lo excusa de sus responsabilidades.

—Lo sé pero... Por el momento no le diré nada.

Aunque era muy pronto, pues apenas tenía un mes y medio de embarazo, la acompañó a hacerse un ultrasonido. Tenía sentimientos contradictorios, una parte de ella estaba feliz y emocionada pero la otra tenía miedo y congoja, sobre todo por no contar con el apoyo del padre de la criatura. El médico le entregó la imagen, Katia no le hallaba forma pero Ciara hizo un gesto de ternura.

Al parecer todo estaba bien, pero saliendo del consultorio la rubia se soltó en llanto. Katia no la entendía, traer ese bebé al mundo le daba más problemas que alegrías pero era su decisión y la apoyaría.


***


Las vacaciones terminaron pronto y Katia se maldijo en su interior por no haber aprovechado el tiempo para dormir aún más. Al menos compartía varias materias con Ciara, eso la animaba bastante. También le alegró volver a ver a Ray, Sebastián y Olga, ellos eran sus amigos más allegados.

Le costó un poco adaptarse a su nuevo horario, sobretodo porque los lunes tomaba la materia de Investigación de Operaciones en un horario de cuatro a cinco. La buena noticia fue que, con la excusa de comentar una duda surgida con su boleta anterior —de la cual tenía todo claro—, fue a la oficina del director Joaquín, que al verla hizo una mueca.

—¿Qué sucede, Katia? ¿Vienes a que te firme tu servicio?

Asintió con la cabeza. Él suspiró y le firmó el formato correspondiente, indicando que ella llenara las fechas y actividades realizadas. Una vez que terminó la despidió con un gesto apático. Katia salió de ahí con una gran sonrisa.

En una ocasión en que estaba en el pasillo conversando con Sebastián y Ray, este último le preguntó por qué ya no se quedaba al servicio. Ella lo maldijo en la mente.

—Ah, es que el director me encarga tareas especiales que realizo en casa y le mando la información —se inventó.

—Ah, ya. —Agradeció que no buscó detalles, como saber qué tipo de actividades realizaba.

—¿Y tú cómo vas? —Preguntó a Sebastián para desviar el tema.

—¿De qué?

—Pues con el tema de la boda —dijo con obviedad—. ¿Cuándo piensas romper el compromiso? —Bajó la voz. Ray lo miró con atención.

—Cuando termine la carrera. Gracias al cielo será pronto porque ya no soporto a Gina —murmuró—. Antes era tolerable pero últimamente está insoportable, ¡no me deja en paz ni un momento! —Se quejó—. ¡La detesto!

—Yo igual la detesto —comentó para que no se sintiera solo.

—Yo no la detesto —indicó Ray. Ambos lo miraron con extrañeza—. Yo la odio —aclaró. Lo entendían, él tenía más motivos para odiarla.

Después de una semana, en que Katia ya se había adaptado a su horario, pasó una situación inusual. Todo comenzó una mañana, antes de la clase de Seguridad Industrial. Los alumnos se encontraban en el aula esperando al ingeniero Mayorga, el encargado de dar la materia —que era un impuntual de primera—, pero Ciara no se sentía bien, así que le pidió a Katia acompañarla al baño; la esperó afuera y cuando salió, pálida y con un aspecto enfermizo, se preocupó.

—¿No quieres ir a la enfermería?

—No, estoy bien. —Trató de sonreír pero fue en vano—. Vamos a clase.

La tomó del brazo y la dejó recargarse en su cuerpo. Cuando llegaron al aula, ambas se sorprendieron al ver a Gina en el salón, ya que esa materia no la tomaba con ellas.

—Gina, ¿qué sucede? —Preguntó la rubia con voz débil.

La aludida le echó una mirada llena de furia, una que nunca le dirigió a Katia ni siquiera cuando su madre le regaló su vestido soñado, pero en seguida su expresión cambió y mostró una gran sonrisa.

—Solo quiero saber cómo te sientes, ya sabes, por tu infección en el estómago.

Ciara inventó eso para tener una excusa por sus mareos y vómitos.

—Ya estoy un poco mejor. —Se sentó en su lugar correspondiente.

—¡Me alegro! Bueno, tengo clase, ya debo irme. —Movió su mano de un lado a otro.

Gina salió con paso veloz y Santiago, que cursaba esa clase con ellas, se colocó frente a la rubia.

—Ciara, ¿te sientes bien? Te ves terrible. —A Katia le caía bastante bien, tenía tan poco tacto para decir las cosas que lo volvía divertido, sobretodo porque no lo hacía con mala intención.

—Estoy bien, gracias.

—Oye, ¿y Gina encontró lo que buscaba?

—¿Eh?

—Sí, es que estuvo buscando algo en tu bolso, creo que sacó un folder, me dijo que te lo prestó el otro día.

Ciara y Katia se vieron con extrañeza; la rubia estuvo a punto de replicar pero en ese momento llegó el profesor. Era tan estricto que se daba el lujo de llegar tarde pero nadie podía pasar al salón después de él, además no quería que nadie hablara a menos que fuera un tema de la materia. Se concentraron tanto en la clase que ambas olvidaron las palabras de Santiago y, cuando las recordaron, fue demasiado tarde.


***


Ciara jamás se había sentido tan mal como en esos últimos días. No solo se sentía fatal físicamente, su estado de ánimo tampoco era el mejor. Cuando no eran las náuseas y mareos, era una tristeza profunda la que la embargaba. Se la pasaba vomitando cada cosa que comía y las tardes lloraba durante horas hasta quedarse dormida. Sus padres estaban demasiado ocupados como para prestarle atención, cosa que agradecía, no obstante también le dolía no contar con ellos, y su hermanita menor no era opción; la única que la apoyaba era Katia pero tampoco podía hacer mucho para ayudarla.

Lo peor para ella era la ausencia de Álvaro en su vida, se sentía como una masoquista al rememorar todas las tardes que pasó junto a él, aún lo amaba y le dolía demasiado la decisión que tomó. <<Tengo que decirle>> pensó, colocando las manos en su vientre.

Recordó que esa misma mañana, al salir del baño después de haber vomitado su desayuno, lo vio en el pasillo. Se encontraba recargado en la pared, revisando unos papeles que le llevaría al director, y ella no pudo evitar admirarlo: su porte, su cabello perfectamente peinado hacia atrás, su rostro y facciones varoniles, sus brazos marcados, todo en él destilaba elegancia.

Álvaro sintió su mirada sobre él, así que alzó el rostro y enfocó a Ciara, que en seguida desvió su vista. La observó con añoranza pero en seguida se preocupó, pues jamás la había visto con un aspecto tan endeble; quiso acercarse para comprobar cómo se encontraba y llevarla a la enfermería pero la chica se alejó con paso veloz.

En ese momento tomó su bolso para ir a su clase de Lenguaje de Programación y se dirigió al centro de cómputo. Después de esa materia tenía una hora libre, así que decidió buscar a Katia. La vio en el pasillo platicando con Ray, Sebastián y Olga, y se acercó al grupo.

—¡Ciara Cianuro! —Exclamó el rubio en cuanto la vio—. ¿Cómo estás?

—No me digas Cianuro —masculló.

—¿Por qué no? Suena genial.

—Se escucha horrible.

Empezó a discutir con Ray acerca del ridículo apodo que le puso pero de repente se sintió desfallecer. Estuvo a punto de caer pero Sebastián, que tenía buenos reflejos gracias a su entrenamiento, pudo pescarla de la cintura.

Los cuatro jóvenes la vieron con preocupación.

—Hey, ¿estás bien? —Preguntó Sebastián.

—Sí, solo fue un pequeño mareo.

—Deberías ir a la enfermería —sugirió Katia.

—Sí, Cianuro, estoy de acuerdo con Kati.

Ciara estuvo a punto de replicarle el haber usado ese tonto apodo, cuando una exclamación atrajo su atención. Vio a Gina frente a ellos, tenía unos papeles en la mano y Karen estaba a su lado.

Sebastián, que aún tenía agarrada a Ciara por la cintura, la soltó con cuidado, acción que no pasó desapercibida por su novia.

—Hola, chicas. —Ciara saludó a sus amigas con amabilidad.

Lo que sucedió a continuación nadie se lo esperaba, Gina se colocó delante de ella y le dio una cachetada tan fuerte que le volteó el rostro.

Todos se quedaron perplejos al ver esa escena, incluso Karen colocó las manos en su boca por la impresión. Ciara colocó una mano en su rostro enrojecido y la miró con perplejidad.

—¿Qué rayos...?

—¡Eres una sucia ramera! —Exclamó con tono alto. Algunos compañeros se acercaron sin disimular para enterarse del chisme.

—¡¿Qué te pasa?! —Le reclamó la rubia.

—¡¿Que qué me pasa?! ¡Esto me pasa! —Movió los papeles que llevaba en mano de un lado a otro.

—¡¿Qué?! —La miró sin entender.

—¡Que estás embarazada de mi novio!



Uy, a partir de aquí se viene más drama, je. Pero se pondrá bueno el asunto, sé lo que les digo.

Espero que les haya gustado el capítulo. Les recuerdo que, aunque lean sin conexión, pueden votar y comentar y en cuanto entren a una red de Internet, se reflejará todo. Eso nos ayuda a nosotros como escritores.

¿Y qué creen que hará Ciara con todo esto? ¿Y el pobre Sebastián? xD


Nos vemos muy pronto.




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