𝐈𝐈
El laboratorio de Jayce era un lugar caótico pero fascinante, lleno de máquinas y herramientas dispersas, todos esos pequeños inventos que alguna vez parecieron imposibles, pero que, gracias a su empeño y visión, ahora formaban parte de la realidad. Elara estaba concentrada en una mesa de trabajo, sus dedos moviéndose rápidamente sobre los planos del nuevo dispositivo que estaban perfeccionando.
—Creo que si ajustamos el balance de energía en esta parte del sistema, podemos mejorar la eficiencia —comentó Elara, sin levantar la vista de su trabajo.
Viktor, que estaba a su lado ajustando una de las piezas metálicas de un artefacto, asintió, aunque su mirada estaba fija en la misma dirección en la que Elara trabajaba.
—Lo pensé también. Pero necesitamos reducir la inestabilidad en el núcleo. Si no logramos que eso sea más estable, el sistema podría sobrecargarse —respondió Viktor, su voz grave y calmada, como siempre.
Elara levantó la cabeza, mirándole. Viktor nunca perdía la calma, incluso en los momentos más tensos. Eso era algo que siempre le había impresionado de él. Su capacidad para enfrentarse a los problemas con una claridad que pocas veces podía ver en otros. No solo su mente brillante, sino también su manera de ver más allá de las dificultades, de pensar de una manera distinta y encontrar soluciones donde otros no las veían. Sabía que podían confiar uno en el otro, y era algo que se sentía como un punto fuerte en su colaboración.
—Estoy pensando en una solución, pero necesitamos un material más resistente para el núcleo. Algo que... —Elara no terminó la frase, ya que Viktor la interrumpió, su rostro iluminado por una chispa de inspiración.
—Lo sé. Y creo que podríamos usar un compuesto que encontré en uno de los experimentos anteriores. Te lo mostraré. —Dijo Viktor, levantándose para ir hacia una de las estanterías. Elara observó cómo se apoyaba en su muleta antes de comenzar a caminar, su paso más lento de lo que sería el de cualquier otra persona.
Elara lo observó con atención. Aunque nunca hablaba de ello, sabía que Viktor tenía sus dificultades. A pesar de su pierna, él nunca dejaba que eso lo detuviera. Su empeño y dedicación por seguir adelante, sin quejarse, le demostraba una gran fortaleza. Eso, para Elara, era otra de las cualidades que siempre había admirado en él.
Viktor comenzó a revisar las estanterías mientras Elara se concentraba en preparar la próxima fase del dispositivo. El ruido constante de las máquinas del laboratorio no lograba interrumpir su concentración; todo se centraba en lo que tenían que lograr juntos.
—¿Crees que esto será suficiente para estabilizarlo? —preguntó Elara, tomando el frasco que Viktor le tendía.
Viktor la miró a los ojos, una ligera sonrisa en sus labios.
—Con tu ayuda, siempre lo es.
Elara asintió, una pequeña sonrisa también formándose en su rostro. Sabía que esa colaboración, esa confianza mutua, era lo que realmente los impulsaba a seguir adelante con el proyecto. No había necesidad de palabras para describir el vínculo que compartían. Mientras las ideas se compartían y las soluciones surgían, el laboratorio se convertía en el lugar donde todo era posible, donde las mentes se conectaban para crear lo impensable.
Elara estaba concentrada en el prototipo del Hextech cuando Jayce entró con su energía habitual. Con una sonrisa confiada, se acercó al grupo.
—En unos minutos, el profesor Heimerdinger va a revisar el proyecto —dijo, con un tono de algo que parecía más una advertencia que una simple información. La energía en el laboratorio cambiaba, como si todo se estuviera preparando para el gran momento—. Pero esto no es una simple revisión. Va a ser un poco diferente. Hoy tenemos algo completamente nuevo que mostrarle.
Elara, sorprendida, frunció el ceño pero asintió con rapidez. Aunque aún era estudiante de la Academia, ya había conocido al profesor Heimerdinger en sus clases. Sabía lo exigente que podía ser, pero nunca se había encontrado con algo como esto.
Viktor, por su parte, no desvió la mirada de los prototipos. Estaba tan concentrado en las pequeñas modificaciones que no se permitió dudar. Sabía que este momento podría ser crucial.
Pocos minutos después, la figura característica del profesor Heimerdinger apareció en la puerta. Su estatura diminuta no pasaba desapercibida, al igual que su mirada aguda, que parecía capaz de ver más allá de las superficies. Cuando entró al laboratorio, la mirada inquisitiva de Heimerdinger se detuvo en el equipo, pero no mostró señales de saber lo que esperaba ver.
—Bien —dijo, con su tono habitual, un poco áspero pero lleno de interés—. ¿Qué tenemos hoy? ¿Qué me van a mostrar?
Jayce no pudo evitar una sonrisa satisfecha. Este era el momento que habían estado esperando.
—Hoy tenemos algo... especial —dijo, mientras señalaba el primer prototipo—. Los Atlas Guantelets. Y también este, el Hex Claw —explicó, señalando el otro dispositivo—. Ambos han sido potenciados con las gemas Hextech que estabilizamos.
Heimerdinger se acercó a los prototipos, con esa mirada que siempre parecía medir cada detalle antes de que pudiera formarse una opinión. Primero observó los Atlas Guantelets, que emitieron una energía intensa y controlada al ser activados. El brillo azul de las gemas era claro, pero Heimerdinger no dijo nada. En su lugar, se dirigió hacia el Hex Claw que Viktor había preparado.
—Hmm... —murmuró, mientras observaba cómo la garra comenzaba a brillar con la misma energía controlada. Fue un momento de silencio, y Jayce, Viktor y Elara esperaron la evaluación del profesor.
Finalmente, Heimerdinger se apartó un paso y, por primera vez, mostró una ligera sonrisa.
—Es impresionante —dijo, con una voz tranquila pero llena de admiración—. La estabilidad de las gemas es asombrosa. Esto tiene un enorme potencial.
Jayce sonrió, confiado en el trabajo que habían realizado.
—Lo sabía —dijo, sin poder ocultar su orgullo—. Creemos que estamos listos para presentarlo al mundo.
Pero el tono de Heimerdinger cambió rápidamente, y su mirada se endureció ligeramente.
—No tan rápido —respondió, con calma. Luego, añadió—: Un proyecto de esta magnitud no se puede mostrar de inmediato. Aunque las gemas estén estables, estos dispositivos aún necesitan más pruebas. ¿Quieren que se convierta en una presentación pública ahora mismo?
Los tres se miraron, sorprendidos por su respuesta.
—Pero... —dijo Jayce, mirando incrédulo al profesor—. ¡Está listo! ¡Debería mostrarse ahora! Todo está funcionando perfectamente.
—Un proyecto así requiere paciencia, Jayce —respondió Heimerdinger, en un tono firme—. El mundo no está preparado para ver algo tan revolucionario sin más. Esto necesita tiempo. Ustedes han hecho un buen trabajo, pero aún falta el camino por recorrer.
Elara, que había estado callada hasta ese momento, miró a Viktor. Estaba claro que él compartía la misma sensación de frustración que Jayce.
—Pero, ¿en cuánto tiempo estaría listo para ser mostrado? —preguntó Viktor, un tanto escéptico.
Heimerdinger respiró profundamente y, con una mirada pensativa, respondió:
—No me malinterpreten. Este es un gran avance, pero me temo que no está listo para ser presentado al público aún. Un proyecto de este tipo necesita tiempo para garantizar que esté completamente estable. Quizá en unos años, cuando esté más pulido, podría considerarse para una presentación oficial.
Jayce frunció el ceño. No podía creer lo que oía.
—¿En unos años? —repitió, incrédulo—. Pero... ¡es ahora cuando debería ser presentado!
Elara miró a Viktor, que parecía igualmente desconcertado. Finalmente, Viktor tomó la palabra, más serio que nunca.
—No estamos listos para esperar tanto tiempo, profesor. Esto es una oportunidad única. Necesitamos mostrarlo ya.
Heimerdinger les lanzó una mirada seria, como si esperara algo más de ellos.
—Entiendo la ambición, pero la paciencia es clave en la ciencia. Consideren mis palabras. Mi última palabra es que no está listo para ser presentado aún.
Jayce se cruzó de brazos, molesto, pero sabía que discutir con Heimerdinger no era fácil. A pesar de todo, aún había algo de incertidumbre en el aire.
—Lo que está diciendo es que podemos decidirlo por nosotros mismos, ¿no? —dijo Jayce, con una mirada desafiante hacia Heimerdinger.
Heimerdinger suspiró, como si ya esperara esa reacción.
—La decisión es suya —respondió, al final—. Pero recuerden que el tiempo y la estabilidad lo son todo.
(...)
Las horas pasaron y el silencio en el backstage se hacía pesado. Viktor y Elara estaban revisando los prototipos mientras esperaban a que Jayce llegara. A pesar de la expectación, la ansiedad de Viktor no se disimulaba. De repente, tosió con fuerza, un sonido áspero que resonó en el aire. Elara, que lo observaba con atención, se giró rápidamente hacia él, mostrando una expresión preocupada.
—¿Estás bien? —preguntó, tocándole suavemente la espalda.
Viktor asintió, restando importancia al episodio, aunque su rostro estaba pálido. Todos sabían que su salud no estaba en su mejor momento. Aun así, él insistía en seguir adelante con el proyecto, decidido a demostrar que aún podía ser una parte vital de su equipo.
En ese momento, las puertas se abrieron, y Jayce apareció en la sala con su energía característica, tan confiada y un poco altiva. Al verlo, Viktor se levantó rápidamente de su asiento, como si la tos no hubiera sido nada grave.
—¿Dónde estabas? —preguntó Elara con una sonrisa—. Nos estaban preguntando si quizás podríamos dejar que Viktor diera el discurso en tu lugar, ya que parecías demorarte mucho.
Jayce sonrió con desdén, haciendo un gesto amplio con la mano.
—Deberían acompañarme —les dijo a los dos—. Somos socios, ¿no?
Ambos respondieron al mismo tiempo, casi como si estuvieran sincronizados:
—No, no, no frente a todos.
Jayce les lanzó una mirada cómica antes de continuar.
—¿Preparaste el discurso? —preguntó Viktor, con cierto tono de curiosidad.
Jayce no respondió, solo hizo un gesto despreocupado, tomando una taza de café con tranquilidad antes de que la presentadora anunciara su nombre.
—¡Démosle la bienvenida a Jayce Talis! —dijo la voz desde el escenario.
En cuanto Jayce escuchó su nombre, se giró hacia Viktor y Elara, sonriendo con seguridad.
—Creo que es hora —murmuró antes de dar un paso firme hacia el escenario.
Viktor y Elara se quedaron atrás, observando cómo Jayce subía al escenario con una postura confiada. La sala, llena de miradas expectantes, lo recibió con silencio, esperando escuchar lo que iba a presentar.
Jayce comenzó su discurso, hablando de la innovación y los avances que estaban logrando, mencionando las gemas avanzadas y su potencial. Sin embargo, a medida que avanzaba, se detuvo en seco. Todos los ojos se centraron en él, y en lugar de continuar con el entusiasmo del inicio, quedó callado por un momento. Miró al profesor Heimerdinger, que lo observaba desde el fondo de la sala, con una expresión seria.
—Tenemos un proyecto increíble... —comenzó a decir, pero se detuvo, dejando un vacío tenso en el aire—. Pero no será presentado hoy. No está listo.
Elara y Viktor intercambiaron una mirada confusa desde su lugar. El silencio se alargó en la sala mientras todos esperaban una explicación. Jayce, con una calma calculada, miró nuevamente al profesor Heimerdinger antes de continuar.
—Lo presentaremos cuando sea el tiempo adecuado —dijo, y aunque su tono era firme, algo en sus ojos reflejaba duda.
La confusión invadió a Elara y Viktor. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué detener la presentación justo cuando estaban tan cerca de lograrlo?
(...)
El laboratorio de Jayce, Viktor y Elara estaba lleno de tensión al día siguiente. Mientras Jayce y Viktor discutían los próximos pasos para solucionar el robo de la piedra Hextech, el Profesor Heimerdinger estaba con ellos, intentando ofrecer una perspectiva más calma sobre la situación.
La piedra Hextech, que tanto tiempo habían trabajado para perfeccionar, había sido robada, junto con algunos de los papeles más cruciales sobre su uso. Nadie sabía quién era el responsable, pero lo que era claro es que alguien había logrado burlar la seguridad. El hecho de que los papeles también desaparecieran hacía sospechar que quien lo hizo entendía el valor de la investigación y los avances que se habían logrado.
Jayce y Viktor discutían las posibles causas, intentando reunir pistas, mientras Heimerdinger se centraba más en cómo avanzar sin caer en pánico.
Elara, aún con el pensamiento nublándose por la noticia del robo, no podía quedarse más tiempo en el laboratorio. Preocupada por Caitlyn, decidió ir a visitarla. Los oficiales le habían dicho que Caitlyn había sufrido heridas tras un incendio ocurrido no muy lejos del discurso. Aunque no era grave, había estado inconsciente por un buen rato debido a la inhalación de humo.
Cuando Elara llegó a la casa de Caitlyn, la encontró descansando en su sofá. Caitlyn, aunque agotada, levantó la vista al escuchar a Elara entrar. Sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y algo más que Elara no pudo identificar al principio.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó Elara, sentándose junto a ella.
Caitlyn suspiró, y su mirada se oscureció por un momento.
— No sé, Elle... Esto no tiene sentido. El incendio… todo fue raro. Vi algo, pero no estoy segura de qué exactamente. No sé si fue por el humo o si realmente vi lo que vi.
Elara se quedó en silencio, mirando a su amiga, esperando a que continuara.
— Vi a una chica — continuó Caitlyn, su voz un poco más baja, como si no quisiera decirlo en voz alta —. Tenía el cabello azul y trenzado. Estaba cerca del incendio, pero lo extraño es que… cuando la vi, se estaba yendo rápidamente. Como si no quisiera que la atraparan.
Elara no dijo nada al principio. El corazón le dio un vuelco. Esa chica, con el cabello azul… Algo en la descripción le resultaba demasiado familiar, pero no podía ser. No podía ser la misma persona.
— ¿Estás segura de lo que viste? — preguntó Elara, con voz temblorosa.
Caitlyn la miró fijamente, como si estuviera buscando alguna respuesta en su rostro.
— Estoy segura de lo que vi… Aunque me cuesta creerlo.
Elara cerró los ojos un momento, intentando procesar lo que acababa de escuchar. La mención del cabello azul y la forma en que Caitlyn había descrito a la chica, con tanta claridad, hizo que una extraña sensación se apoderara de ella. Una sensación que había estado guardando en su interior durante años, pero que ahora parecía querer salir a la superficie.
— ¿Vio algo más? — insistió Elara, tratando de mantener la calma.
Caitlyn frunció el ceño al recordar.
— Había grafitis en las paredes… No sé, algo no encajaba. Parecían marcas de alguien que había estado allí antes.
Eso fue lo que hizo que Elara se quedara sin palabras. Los grafitis. Esa misma marca, esos mismos dibujos, los había visto en el pasado. Con alguien más. Con una persona que había desaparecido de su vida. Una persona que ahora, de alguna manera, parecía estar de vuelta.
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