Capítulo Único

¡Hola! Aquí he llegado con el primero de los múltiples AU que tenía pensado para la historia de Gerald. Quizás te preguntes, ¿qué hago publicando cuando claramente estoy en periodo de exámenes y no debería ni tocar el celular/computador? bueno, mi estimad@, ni yo lo sé, sólo quería subir esto antes de dejar pasar más tiempo porque realmente me hacía ilusión publicarlo.

Bueno, realmente no hay nada que explicar, sólo recordar que Fullmetal Alchemist: Brotherhood no me pertenece, sólo utilizo los personajes para fines de ficción y entretención. Por otro lado, aunque este fanfic está basado en otro considero que puede tomarse como una historia independiente así que si estás aquí sin haber leído The Homunculi's Alchemist puedes leer sin problemas, y por supuesto, si quedaste con ganas de conocer la historia de Gerald Katsaros a detalle estás más que invitado a leer el fanfic que puedes encontrar en mi perfil.

Sin más, el capítulo.

Broken King:

No hay día que deje de preguntarme si algo habría cambiado si hubiese hecho las cosas diferentes.

Si hubiera acompañado a Envy en lugar de separarnos al escuchar los ladridos de Black Hayate, si nos tardábamos un poco más en nuestro plan del golpe de estado o si hubiera logrado convencer a Envy que confesar ser responsable de la muerte de Hughes era una terrible idea, ¿algo habría cambiado?

No lo sé, quizás estas ideas no son más que un intento desesperado para consolarme a mi mismo pues en el fondo todo lo que ocurrió era inevitable, probablemente era cuestión de tiempo, como una bomba; quizás se pudiera aplazar el tiempo de detonación, pero a menos que supieras desactivarla no había forma de detener la explosión. Y yo, ciertamente, no supe cómo detener esta.

Miré por encima de mi hombro hacia los barrotes que me separaban del resto del mundo. A decir verdad jamás creí que yo algún día estaría de este lado de la celda. No creo ser ni por lejos el mejor humano del planeta, lo admito, he hecho cosas horribles, pero no he cometido ningún crimen... Bueno, sí, maté soldados de Drachma, pero todo bajo el contexto de una guerra, no estaba prohibido, además, Drachma no tiene nada que ver con mi situación actual.

Poco y nada le importó a los militares que tuviera menos de diecisiete años cuando me arrestaron. Me habían dejado con el tobillo izquierdo encadenado y ambas muñecas esposadas, también me despojaron de todo lo que había conseguido. Había perdido mi posición, mis guantes de ignición, mi título... El Alquimista de Ascuas era historia, al igual que el Alquimista Carmesí cuando él entró a prisión ¿Quién habría pensado que iba a terminar igual que la persona que admiraba? Solo el futuro diría si así como él regresaría todo a la normalidad y recuperaría mi vida.

Había pasado una semana privado de libertad, y la razón de esto seguía siendo tan difícil de aceptar como al principio. Soy el cómplice del asesino, es todo lo que me dijeron antes de arrestarme.

Pero siendo así ¿Qué ocurrió con el asesino? ¿Qué fue lo que le pasó a Envy? No lo sé, ningún guardia lo sabe.

Mis recuerdos sobre ese día son aún muy confusos y tengo varias lagunas mentales. Lo último que recuerdo con claridad es que Envy temblaba de miedo... Sí... Temblaba con un miedo que jamás había visto en él.

Recuerdo haber tratado de protegerlo, interponiéndome frente a Roy para que él escapara. Sin embargo, Mustang perdió totalmente el sentido y me atacó, aún siento mareos y dolor en la cabeza luego de todos esos golpes.

Y luego... todo se volvió negro. Habré recobrado la consciencia horas después, es imposible saber con certeza cuanto tiempo transcurrió.

—¿Qué pasó...? —Pude decir en un hilo débil de voz.

Estaba en el suelo, sentado contra la pared. En el suelo había varias salpicaduras de sangre, mía probablemente. La cabeza me dolía y no dejaba de dar vueltas, y con motivo, pero en ese momento aún me era desconocido. Quise llevarme una mano a la cabeza para reducir el dolor, mas así noté que no podía mover las manos, estaban atadas a la pared.

—¡¿Pero qué?! —grité al sentir la inmovilidad. La cabeza me dolía aún más—. ¿Qué es esto...?

Chasqueé los dedos para quemar y librarme de las cuerdas, no obstante, no tenía mis guantes puestos... los había dejado caer antes, pero ya no estaban donde habían quedado.

—No... ¡Mierda! ¡¿Dónde están todos?! ¡¿Dónde está Envy?! —Me empecé a desesperar, tiré con fuerza mas lo único que conseguí fue herirme las muñecas.

Respiré profundo y negué, debía pensar con la cabeza fría; alguien me había atado ahí, si me habían dejado con vida aún cuando estaba inconsciente era porque aún planeaban algo conmigo, es decir que sea quien sea que me haya dejado ahí iba a volver... y no me equivoqué, a la lejanía, aunque era muy bajo, percibí el sonido de varios pasos acercándose.

—Ed... Riza... —Me alegré al ver al fin un par de rostros conocidos, mas mi sonrisa de calma desapareció tan pronto como noté miradas de lástima dirigidas hacia mí.

Iba a preguntarles el motivo cuando llegó un militar de negros ojos y cabello rubio bastante alto, no sabía cuál era su nombre, pero sí sabía quién era; se trataba del jefe de la policía militar, y detrás de él venían más hombres uniformados, al menos unos seis o siete.

Tras hacerse presente, Edward apartó la mirada y cerró los ojos con fuerza, como si no quisiera ver lo que ocurriría a continuación o como si no se lo creyera.

—Teniente Coronel, vendrá con nosotros —dijo el jefe acercándose a mí para desatar las cuerdas—. Más le vale cooperar. No se resista.

Ir con ellos; Cooperar; Resistir. Todas esas palabras se unieron en mi cabeza en una sola idea; arresto.

Mi respiración empezó a agitarse, miré a Ed y a Hawkeye en búsqueda de alguna explicación de lo que ocurría, pero Edward no me estaba mirando y Riza mantenía la mirada fija, se veía seria pese a que sus ojos luchaban por imitar la acción del Alquimista de Acero. No, esto no podía estar pasando... ¿Por qué?... ¿Por qué sabían ellos que esto iba a pasar para sentir lástima de antemano? Además, ¿por qué querían arrestarme? ¿Qué hice?

Apenas el hombre rubio soltó mis manos de la cuerda su primera intención era sostenerme con fuerza un brazo para forzarme a ponerme de pie, mas no contó con que tendría la fuerza necesaria para pararme antes de que él lograra reaccionar y propinarle un puñetazo directamente a la mandíbula. Tal vez por eso eran tantos militares los que venían con él, debieron suponer que yo no me entregaría tan fácil.

El jefe cayó inmediatamente al suelo, era poco probable que se desmayara mas al oírlo quejarse del modo que lo hacía supe que ya no sería más una amenaza. Luego de eso, los de menor rango se pusieron alerta para atraparme, yo sólo me sostuve de la pared respirando con fuerza para que no se me nublara la mirada, estaba realmente mareado pero eso no me impediría escapar. Sin pensarlo corrí hacia los militares, uno sostuvo mi brazo y con rapidez le di una fuerte patada; estaba mareado, no débil, y los homúnculos me habían entrenado para defenderme bien sin mis guantes.

Pude librarme de dos más y me alejé sin mirar atrás. El pasillo por el que corría divergía varias veces y yo no me detenía para decidir por cuál continuar, tan sólo seguí corriendo hasta quedar sin aliento. Los militares habían quedado muy atrás así que me detuve en seco y me quedé ahí respirando agitado, de todos modos seguí caminando, nunca sabía quién podía estar siguiendo.

¿Qué diablos pasaba? ¿Es que nadie podía recordar que era el maldito día prometido? ¿Qué acaso no había nada mejor que arrestar a un chico que ni sabía qué carajos había hecho?
Un sonido se antepuso a mis preguntas; pasos, eran cercanos, pero estos sonaban tan calmados que era poco probable que pertenecieran de algún militar que viniera por mi. De cualquier manera preferí mantenerme escondido pues ya no podría resistir mucho más si mis sospechas eran incorrectas.

Los pasos eran cada vez más cercanos, casi como si supieran mi localización exacta, hasta que de repente sólo cesaron justo atrás de mi.

Fruncí el ceño y apreté mis puños totalmente decidido a atacar si resultaba que querían atraparme.

—Soy yo, Gerald...

Esa voz. No. Maldita sea... Mi cuerpo había reaccionado por impulso al escuchar esa voz tan familiar.

Era Roy...

Y aún sabiendo que él me había dejado así, aún consciente que seguramente estaba furioso conmigo, mis tensos puños se relajaron, mi mirada decayó y mi cuerpo se dirigió a él por instinto con sólo escuchar su voz.

Estaba cansado, me dolía todo el cuerpo... un abrazo suyo era todo lo que necesitaba y fue justamente lo que me dio apenas salí de mi escondite. Pero en ese momento mi mente no fue capaz de hacerme entrar en razón, por más que mi cerebro pedía a gritos que lo soltara y me fuera pues él no estaba bien, todo en mi quería sentir su calidez como si se encontrara en un completo trance. No fue hasta que levanté la mirada y miré sus ojos para que mi cuerpo volviera en sí.

Cuando Roy peleó con Envy el rostro del primero mostraba una furia indescriptible, sus ojos tenían una mirada peor que la mirada de asesino que varios militares portaban, y la mirada que tenía ahora, si bien no estaba enfurecida, no había mejorado en nada.

Traté de soltarme del abrazo, primero despacio pero al ver que Mustang no me soltaba intenté con más fuerza.

—Roy, por favor ¡Por favor, suéltame! —Pero ni suplicar parecía funcionar. Él me miraba con esa y solo esa mirada—. Por favor.

No tardé en notar que su intensión jamás fue abrazarme, sólo retenerme del mismo modo que yo lo había hecho antes.

Unas lágrimas amenazaron con rodar por mis mejillas, pero las detuve mientras seguía con mis inútiles esfuerzos de soltarme. Él no habló ni llamó a nadie, fue mi escandaloso intento fallido de escape el que fue captado por la policía militar y el que finalmente los trajo a nuestra ubicación.

—No... —murmuré al ver a los militares rodearnos, uno de ellos se me acercó, yo seguía intentado luchar.

—Gerald Katsaros —La voz de Roy me paralizó nuevamente, tuvo tiempo de sobra para que el militar que se acercó esposara mis manos—. Quedas arrestado por cómplice del asesinato del General de Brigada Maes Hughes.

Mis ojos se abrieron de par en par en lo que volvía a mirar al Coronel. Es verdad, le había dicho hacía ya un buen rato que yo sabía que Envy había asesinado a Hughes. Bajo sus ojos yo era el cómplice y se lo había confesado.

Ahora me sentía un imbécil, un completo imbécil. Si tan sólo me hubiera callado... ¿Cómo no fui capaz de detener todo esto?

Demás está decir que Mustang hizo oídos sordos a mis intentos para explicar, ningún militar de ahí lo hizo mientras me conducían por los pasillos hasta la salida, ni siquiera Hawkeye me habló aunque probablemente eso se debiera a alguna orden de Roy.

¿Qué diablos había ocurrido el día prometido? Hasta hoy sigo sin saberlo, sólo sé que la ciudad había quedado hecha un desastre, nada más.

Mi celda estaba alejada del resto de reclusos, los militares me dejaban comida todos los días a la misma hora, y aquellos que no sabían que fui catalogado como un criminal de alto nivel me hablaban de vez en cuando.

Hoy vendría un militar que no me hablaría. Pese a escuchar los pasos hacia la celda desde hace varios minutos, yo mantuve la mirada fija en la pared esperando a que el hombre deslizara la bandeja con comida hacia el interior de mi celda y luego escuchara sus pasos alejándose, no obstante, miré al oír el sonido de unas llaves.

—Ha pasado una semana... —Me sorprendí, nuevamente esa voz; Roy—. ¿Cómo te encuentras?

La cadena en mi tobillo me hizo recordar a la mala que no me podía alejar por lo que permanecí mirándolo sentado en lo que se podía llamar "mi cama".

—Por favor, dime qué está pasando —Le pedí con voz suplicante, ni yo sabía que mi voz podía temblar así—. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué...? ¿Por qué dices que soy el cómplice?

No necesitaba que respondiera la última pregunta, yo bien ya lo sabía pero igualmente la hice.

—¿Que qué pasó? Bueno, eso es sencillo. El día prometido acabó, Amestris pudo detener a ese lunático de Padre. Hubo algunas bajas pero todo irá bien —Oír eso reducía un poco mi preocupación, mas era lo mínimo—. Luego recopilé alguna que otra información con tus amigas las quimeras.

Fruncí el ceño al instante.

—No son mis amigas, son unas traidoras.

—No importa —Me interrumpió, ante ese tono no pude hacer más que callar—. Dijeron que causaste muchos problemas, que dejaste escapar a ese malnacido de Envy.

—¡Ellos se lo buscaron! ¡Me usaron de carnada!

—¡No era motivo! —Esta vez hasta llegué a asustarme. Noté que tomó un respiro antes de seguir—. Y luego tú... lo dejaste escapar una vez más. Aún sabiendo que yo buscaba al asesino de Hughes, tu sabías quién era desde el principio y no dijiste nada.

Yo negué inmediatamente.

—Eso no es verdad, apenas y lo supe un día antes.

El Coronel me interrumpió nuevamente, cada vez con más firmeza que la vez anterior.

—¿Sí? ¿Y por qué no me dijiste? —Ahora no respondí, no tenía una respuesta, y de haberla tenido no me habría atrevido a hablar, no considerando que a cada segundo todo parecía empeorar—. Desde que Hughes murió, atrapar a su asesino fue nuestra prioridad, tú accediste a ayudarme... pero me traicionaste.

—No...

—Sí —insistió—. Si supieras lo que has hecho... jugaste con mi confianza. Te convertiste en mi punto débil para que al final tú mismo acabaras por destruirme.

—Roy, yo...

Él colocó con firmeza una de sus manos frente a mi en una clara acción que indicaba silencio, nuevamente obedecí.

—Yo te convertí en la persona que eres ahora —dijo aproximándose unos pasos, sentí un horrible impulso de alejarme mas no había forma—. Hasta hace un año estaba orgulloso de ti, pero ahora sólo puedo sentir decepción.

Eso me dolió, sin embargo, intenté no hacérselo notar, de hecho hice justamente lo que siempre hago cuando algo me lastima; ponerme a la defensiva.

—Qué lástima por ti, ha de ser horrible... ¡A de ser espantoso que la única persona en el mundo en la que confiabas plenamente te defraude, ¿no es así?!

Mustang entrecerró los ojos, su mirada empezaba a parecerse a la de aquel día.

—Es lo que tú me hiciste, Gerald.

—¡Y es lo que usted también me hizo, Coronel! —Tras oírme, esta vez permaneció callado, parecía sorprendido, pero debido a su mirada no podía interpretarlo bien, creo que no se esperaba que lo tratara de usted, pero la verdad ahí era que no conocía al hombre que tenía al frente mío—. ¿Sabe al menos de lo que estoy hablando...? Luego de fingir la muerte de Ross... Me...

No había alcanzado a finalizar, me causaba mucha angustia recordar esa situación, no obstante, el silencio que se formó hizo que Mustang comprendiera el desenlace.

—¿De qué diablos me estás hablando?

—¿De qué hablo? —Había empezado a molestarme. Mierda, si no me calmaba pronto sólo iba a empeorar mi situación—. Tal vez de que usted fue el pilar fundamental de mi vida desde que lo conocí, y luego de recordar lo que me hizo todo se desmoronó en mi interior. Me defraudó, Coronel.

—Cállate.

—No —Insistí. Basta ya, sabía que debía dejar de hablar, pero no conseguía frenar mis palabras, aquello era porque ya no era yo quien hablaba, era la angustia que jamás desahogué por completo—. Me hizo pasar por mi peor momento, mi peor etapa. Pero, ¿sabe? Yo lo perdoné. Decidí que eso no iba a arruinar los años que llevamos trabajando juntos, ¿quiere saber el motivo?

—Ya basta, Gerald...

Por el tono en su voz debí saber que ya era hora de parar, tragarme de una vez el orgullo y dejar de hablar. Me arrepiento de no haberlo hecho.

—Porque me convencieron de no odiarlo. Y aquel que lo hizo no fue otro más que 'el malnacido de Envy' como usted le llama.

Esperaba que me ordenara callarme nuevamente, y lo hizo, pero usó un puñetazo en el rostro en lugar de usar palabras. Menos mal estaba sentado en la cama, la fuerza que usó habría podido tirarme al suelo.

—Ni se te ocurra volver a nombrarlo.

—¿Qué pasó con él? —Cuestioné ocultando el dolor, tanto físico como emocional, que me causó el golpe.

Lo noté dubitativo, pero con la misma mirada que parecía mirar más allá de mi alma. Igualmente noté algo más de la duda ¿celos, quizás? No lo sé, tampoco quería averiguarlo.

—¿Qué pasó con él? —Repetí, aunque más bien sonó como una exigencia.

Mustang suspiró antes de llevarse ambas manos a sus bolsillos.

—¿Por qué quieres saber? —cuestionó sin quitarme los ojos de encima.

—Si digo la verdad, va a doler —respondí con sorna, no iba a irme con rodeos, ya no más—. Yo amo a Envy —Revelé finalmente.

El rostro de Roy, si es que aún podía, empeoró. Vi sus puños tensarse, posiblemente pensaba golpearme, pero en ningún instante dejé de mirarlo. De cualquier modo el golpe jamás llegó, una risita entre herida y sarcástica apareció en su lugar.

—Debí haberlo imaginado. ¿Por qué otro motivo me habrías ocultado que él era el asesino? —dijo para sí mismo mientras caminaba por la celda.

—¿Qué le ocurrió? —Repetí.

La misma risa de antes sonó en el lugar.

—Si digo la verdad, va a doler —contestó repitiendo la misma frase que yo había usado, con la sorna incluida—. Ese maldito está muerto.

Esa palabra quedó resonando en mi mente mientras no oía más que un pitido monótono y uniforme.

"Muerto"... No, no podía ser cierto.Yo mismo había permitido que huyera, debió haberse ido muy lejos cuando tuvo la oportunidad, no podía ser que estuviera muerto. Gustosamente habría aceptado pasar la eternidad pudriéndome en la cárcel si Envy vivía, ¿ahora estaban diciéndome que ya no estaba en este mundo?

—No... No te creo... —Sin darme cuenta dejé de tratarlo de usted, y mi voz empezaba a quebrarse.

Carajo... otra vez quería que me abrazara. Por más que supiera lo dañino que era ahora no podía tan solo olvidar los casi diez años que hemos pasado juntos. ¿Era esto lo que se conoce como Síndrome de Estocolmo? Quizás, pero de un modo muy particular.

—Pues más vale que me creas, porque así es —contestó mirando mis ojos, probablemente ya notando que estos temblaban—. Luego de dejarte inconsciente creí que sería buena idea esperar ahí, por alguna razón supuse que él volvería por ti... Y eso fue exactamente lo que hizo.

—Me usaste como carnada —murmuré—, también lo hiciste...

—Fue justamente cuando intentó soltarte que salí de mi escondite y lo tomé desprevenido.

—No... No —Yo seguía negándolo, simplemente no quería aceptar la idea—. Hawkeye no te lo habría permitido, la conozco bien. No te habría dejado matarlo, lo habría hecho ella misma. A no ser que...

Esa posibilidad que acababa de cruzar mi mente volvía a Mustang aún más macabro de lo que ya lo estaba viendo.

Hawkeye no hubiera dejado que Roy matara a Envy, eso lo tenía claro, pero si Mustang le hubiera encargado a Riza seguir al homúnculo con el objetivo de que ella lo matara mientras él se quedaba en el lugar donde me dejó inconsciente...

—Así es, tuve que engañarla —Eso confirmaba mis sospechas, él seguía hablando y aunque escuchaba lo que decía ya no le presté atención. Mi pulso empezaba a acelerarse—. La convencí de que lamentaba haberte lastimado, pero que no podíamos dejarte ir, así que le ordené que ella buscara a Envy mientras yo me quedaba a vigilarte, sin embargo yo ya sabía que él te vendría a buscar.

Llevé una mano a mi cabeza mientras mi respiración aumentaba más y más, aun trataba de procesar todo, pero era demasiado. Una cosa era atacarme y usarme como carnada, Roy podía desahogarse conmigo todo lo que quisiera, mas Riza no tenía nada que ver en todo esto. Si al usarme cayó bajo, usarla a ella hizo que acabara aún peor.

Lo siguiente que hice fue simplemente porque no me pude controlar; sentía una rabia gigante y sólo la desaté lanzándome a él para golpearlo luego de haber soltado un grito de ira. Si así se sintió Mustang cuando supo que Envy era el asesino de Hughes, supongo entonces que empiezo a comprenderlo. La ira realmente era capaz de dominar a la gente.

Claro está que no pude darle ni un solo golpe, la cadena en mi tobillo me retuvo antes de alcanzarlo, además las esposas en mis manos me impedían golpearlo. Aún así seguía intentando alcanzarlo, me hacía daño en el proceso, pero no me importaba.

—¡Maldito! —grité. Roy no se molestó en alejarse de mi, siquiera—. Te odio... ¡Te odio! ¡Arruinaste mi vida!

En un movimiento rápido, él se alejó un par de pasos justo cuando yo me lancé, causando que cayera de la cama y diera en seco con el suelo. Entonces comprendí que mi situación no podía ser más miserable, había tocado fondo, lo perdí todo... perdí a Envy y jamás pude decirle lo que sentía.

Lo que empezó siendo un par de ojos temblorosos, continuó con una lágrima y voz temblorosa , y lo siguiente fueron lágrimas descontroladas y sollozos lastimeros. Me sentía patético, realmente mal, ni siquiera me sentía capaz de levantarme del suelo. Justo ahora necesitaba que alguien me extendiera una mano para levantarme, pero ya no existía el hombre que había sido mi padre, lo había perdido por segunda vez.

—Te odio. Te odio. —repetí ya casi sin volumen en mis palabras.

—¿Tú me odias, Katsaros...? —Lo escuché decir. Repentinamente sentí una mano sosteniendo con fuerza mi ropa, yo había permanecido en el suelo, mas la fuerza fue capaz de alzarme aún cuando yo no quería—. ¿Yo arruiné tu vida? No te engañes, tú solo te la arruinaste. Una mala decisión tras otra hasta que finalmente llegaste aquí. Así que la persona a la que deberías odiar es a ti mismo.

Negué varias veces con la cabeza, él sólo quería meterme ideas en la cabeza.

—No me culparé nunca de las decisiones que tomé. Si no las hubiera tomado habría muerto hace ya mucho tiempo. —Logré decir entre sollozos, pero eso sólo logró sacar a Mustang una sonrisa.

—Vaya, no recordaba haberte enseñado a ser un llorón. ¿Aprendiste eso con los homúnculos? Bueno, es probable, gracias a mi ninguno sobrevivió ese día.

Me sorprendí, Roy jamás diría las cosas de esa manera, de verdad había alcanzado un punto sin retorno.

—Gracias a la poca cordura con la que quedaste, querrás decir —Roy me miró otra vez con molestia—. Te desconozco... realmente no sé quién eres. Roy Mustang no era un psicópata arrogante, hasta creería estar escuchando hablar a Envy.

Y de nuevo llegó un golpe. Internamente deseaba que el colchón amortiguara el impacto, desafortunadamente me golpee la cabeza con el suelo otra vez.

—No me compares con él...

—Tienes razón. Son muy distintos —Suspiré—. Él de hecho tenía más sentimientos de los que tú tienes ahora.

Otro puñetazo más. La rabia en su mirar parecía estar luchando por aparecer, aunque me sorprendía ver que hacía algo de esfuerzo por controlarse, sabía que no iba a ganar esa pelea.

—¿Querías provocarme? Buen trabajo, lo conseguiste.

Debió rodar alguna lágrima por mi mejilla pues él pasó uno de sus dedos por mi rostro, como si limpiara algo. Yo ya no tenía fuerza ni ánimos para alejarme o siquiera ponerme de pie.

—Ya deja de llorar —dijo agachándose a mi altura, pero sus palabras hicieron que me angustiara más—. Bien. Si tanto insistes en llorar, entonces...

Lo siguiente pasó tan rápido que aún me cuesta trabajo asimilarlo. Con la misma mano que secó mis lágrimas, cubrió mi boca mientras que con la otra levantó aquella camiseta marrón que le entregan a los reclusos, dejando al descubierto la piel de mi estómago.

—Te daré un verdadero motivo para hacerlo...

Sentí un horrible escalofrío luego de escucharlo, la mirada en sus ojos, además de rabia mostraba locura. Quise apartarme, pero no me quedaban fuerzas. Intenté gritar, mas la mano me opacaba la voz. No había nada que hacer.

—Aún recuerdo la vez que nos enfrentamos a Lust ¿recuerdas? —preguntó. Yo no respondí, sólo me dediqué a mirar su mano aproximarse a mi costado con una lentitud tortuosa. Mi respiración había dejado de ser sana—. Cauterizaste mi herida y gracias a eso pude continuar. Ahora me toca a mi hacer lo mismo.

La diferencia era que yo no tenía ninguna herida para cauterizar, lo que él quería era quemarme por quemar.

El primer chasquido fue quizás el más doloroso, probablemente porque luego de él ya quemó bastantes receptores de dolor. Apreté los dientes con mucha fuerza y mi rostro no mostraba más que sufrimiento, y dado que él cubría mi boca, acabé mordiéndole la mano. No sé si eso lo enfureció más o no, de cualquier modo no se detuvo debido a eso.

—Oye, muerdes muy fuerte, ¿acaso tienes colmillos? —cuestionó cuando las llamas del primer chasqueo cesaron. Odié esa pregunta, Envy era el único que me los había notado—. Oh, parece que se me pasó la mano contigo. Lo siento, ya estaba acostumbrado a quemar monstruos que se regeneran.

Entrecerré la mirada con varias lágrimas aunque de nada servía, pese a las palabras de Roy eso estaba lejos de acabar.

El sufrimiento duró por al menos media hora, y cuando al fin acabó no se molestó ni en decirme adiós, sólo se fue como quién abandona un juguete roto.

Permanecí horas en la misma posición que él me había dejado, quería acomodarme, pero el dolor era infernal cada vez que intentaba moverme. Las quemaduras estaban en distintas partes y habían dejado notorias marcas. Cada vez que cerraba los ojos para reposar veía las llamas resurgir en mi imaginación causando un feroz estremecimiento en mi cuerpo y, por consiguiente, aquel intenso dolor.

Debí seguir quejándome por varios minutos más hasta que oí de nuevo la cerradura de mi celda. Sea quien sea no quería voltear, ni siquiera al percibir el aroma al almuerzo que había tardado horas en llegar.

—Gerald...

Mierda...

Tragué saliva cerrando los ojos con resignación; esa era la voz de Roy nuevamente.

Al oírlo acercarse instintivamente me moví para alejarme de él lo más posible; fue una pésima idea, el dolor regresó de manera intensa en cosa de segundos.

—No. Por favor, no te muevas.

Su rostro apareció delante mío y yo fruncí el ceño, ¿cómo se atrevía a hablarme con dulzura luego de todo lo que había hecho? Sin embargo, algo era distinto; sus ojos... ya no mostraban rabia alguna.

—Sólo vine a traerte esto. Lo encontré tirado.

Sacó algo de su bolsillo lo cual no pude ver al principio, luego lo reconocí; era mi rey de ajedrez. Cuando me arrestaron yo no lo tenía, creía que lo había perdido.

Pero había una diferencia entre este con el que yo recordaba, el que estaba frente a mis ojos tenía una grieta de lado a lado...

¿Eso era yo ahora...?

¿Un Rey Roto?

Roy me puso el collar con cuidado, yo no hablé sólo respiraba con mucho pesar. Su cara mostraba lástima, compasión y otras emociones las cuales no tenían sentido luego de todo lo que pasó. Luego, acarició mi cabello sin quitar esas emociones de su mirar.

—Lamento tanto que tuvieras que pasar por esto...

Hasta hoy, no se si el "Koinu" que escuché al final de la oración fue real o si lo imaginé, mis lágrimas y mi llanto me impidieron preguntar.


~FIN

Bueeno. Triste y agridulce pero un final a fin de cuentas.

Cabe aclarar que esto es semicanon(? (No se de qué otra manera llamarlo), con esto me refiero a que este era un final por el que me debatí bastante que fuera el canon o no, sin embargo, aunque me gustó como final y lo encontré relativamente coherente habían detalles que no me convencían para hacerlo oficial, como la personalidad de Roy o la nula intervención de Edward. De cualquier modo quise hacer de este final una realidad y que al menos existiera como AU.

Ya saben que pueden votar si les gustó y comentar, saben que cualquier crítica respetuosa y constructiva será bien recibida. Reitero nuevamente la invitación a leer The Homunculi's Alchemist si aún no lo has hecho y darme tu opinión. Además de decir que ya pronto saldré de vacaciones y tendré quizás más tiempo para mis otros proyectos.

Gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top