Ceguera - Taoris
𝓩𝓲𝓽𝓪𝓸 𝓶𝓪𝓷𝓽𝓲𝓮𝓷𝓮 𝓾𝓷𝓪 𝓫𝓾𝓮𝓷𝓪 𝓿𝓲𝓭𝓪 𝓫𝓪𝓳𝓸 𝓮𝓵 𝓫𝓻𝓲𝓵𝓵𝓸 𝓻𝓪𝓭𝓲𝓪𝓷𝓽𝓮 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓵𝓾𝔃. 𝓟𝓮𝓻𝓸 𝓬𝓾𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓵𝓪 𝓸𝓼𝓬𝓾𝓻𝓲𝓭𝓪𝓭 𝓻𝓮𝓰𝓻𝓮𝓼𝓪 𝓪 𝓼𝓾 𝓿𝓲𝓭𝓪, 𝓵𝓸𝓼 𝓶𝓸𝓷𝓼𝓽𝓻𝓾𝓸𝓼 𝓭𝓮𝓵 𝓹𝓪𝓼𝓪𝓭𝓸 𝓿𝓸𝓵𝓿𝓮𝓻á𝓷 𝓪 é𝓵.
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Kris y ZiTao eran una pareja como cualquiera, vivían una vida cómoda en su pequeño hogar y tenían una buena relación. Sin embargo, a pesar de que ellos vivían bien, en el pasado sucedieron ciertas cosas en la vida de ZiTao que le habían dejado pequeños estragos, la más notoria de ellas era su aversión a la oscuridad. No soportaba el hecho de estar a oscuras porque lo regresaba a ese evento aterrador, aquella vez cuando las luces se apagaron y solo sintió como unas manos ajenas se colaron por debajo de su ropa.
Ese día amaneció con normalidad, nada fuera de lo común; ZiTao se había levantado a hacerle el desayuno a su esposo antes de irse a trabajar, y después de un dulce beso de despedida, el más alto salió por la puerta.
Pero, aunque todo marchaba como siempre, había días en donde ZiTao tenía extraños episodios que lo hacían sentir un poco diferente. Ese era uno de esos.
Veía sombras pasar por atrás de él e incluso su mente le jugaba malos ratos haciéndole creer que alguien tocaba la puerta, escuchaba su nombre a lo lejos y eso ya le estaba preocupando. Sin embargo, después de haberlo imaginado tantas vece, esta vez el timbre de la casa sonó, así que se dirigió a atender al inesperado invitado. Cuando abrió la puerta se quedó de piedra al encontrar un hombre con una apariencia extraña mirándolo fijamente, lo cual lo impulsó a cerrar inmediatamente la puerta, pero el pie del hombre no lo dejo.
—Los fantasmas del pasado siempre regresan Huang —habló.
—¿Cómo sabe mi nombre? —preguntó aterrado.
—Cuídate de la oscuridad, mi querido ZiTao, que los monstruos atacan en ella.
ZiTao se pegó lo más fuerte que pudo a la puerta y sin entender cómo esta se cerró de golpe, corrió a tomar su teléfono para poder hablarle a Kris y contarle lo que había sucedido. Al tomarlo se dio cuenta que no contaba con recepción, su ansiedad, sus nervios y su pasado le estaban jugando una mala broma.
Su instinto lo hizo tomar un cuchillo y subir a su habitación porque de repente ya no se sentía solo, porque de pronto sentía que cualquier persona podía entrar y hacerle daño.
Su cuarto tenía mucha luz, ni siquiera contaba con cortinas pues no soportaba la idea de cerrarlas y que la oscuridad le tragara entero. Antes de subir, encendió todas las luces que pudo, sin siquiera importarle que fuera de día y que el sol estaba en su máximo punto. Por primera vez deseaba que el sol se pusiera pronto y que llegara Kris, porque la oscuridad no le daba miedo solo si él estaba a su lado.
En su cuarto, revisó los armarios, dio un vistazo debajo de la cama, y luego se sentó a leer un libro infantil, pero fue inútil. En un último intento, decidió poner un poco de música, porque le hacía no sentirse solo.
De repente empezó a notar que la luz bajaba de poco en poco, todo iba quedándose oscuro y ni siquiera eran las tres de la tarde; era como si alguien estuviera tapando el sol lentamente. Salió de casa para entender lo que estaba sucediendo en el cielo, y vio cómo la gente estaba igual de intrigada que él, saliendo a las calles a ver tal fenómeno que ni siquiera se trataba de un eclipse, simplemente todo iba oscureciéndose sin razón alguna.
Se sentía un poco aliviado de ver todas las luces prendidas, pero de un momento a otro incluso las luces de su casa se fueron apagando una por una. Su corazón empezó a latir desenfrenado, y el sudor frío comenzó a escurrir por todo su cuerpo, ya no solo sus manos temblaban, ahora su cuerpo lo hacía también. Poco a poco sintió que incluso el aire le hacía falta y su desesperación lo estaba haciendo perder la poca cordura que le quedaba.
—ZiTaooooo —escuchó su nombre desde la planta baja de la casa—. Te dije que los monstruos atacan en la oscuridad.
Tuvo la sensación de que alguien lo estaba tocando, así que para liberarse de ellos soltó manotazos a diestra y siniestra, lleno de miedo. Ya no era un niño, podía defenderse, pero no podía ver nada, solamente sentir y escuchar. Intentó caminar tocando las cosas para reconocer en dónde estaba, porque tal vez la oscuridad no era tan profunda, pero para él, en su mente y ante sus ojos se sentía ciego. Cuando llegó al mueble, donde tenía el cuchillo, lo tomó con mucha fuerza en su pecho y se atrevió a dar más pasos dentro de su casa como podía.
Bajó las escaleras casi sentado, porque esa voz lo estaba torturando.
—¿Dónde estás? —preguntó con su voz temblorosa.
—A tu lado —respondió aquel ente.
Esa voz la conocía, esa voz la escuchó tantas veces en la oscuridad cuando era solo un niño.
—Déjame en paz —rogó por piedad.
—Estás loco Tao, hace mucho que dejé de existir.
Era cierto, esa persona hace mucho había dejado este mundo, cuando su crimen fue descubierto, el monstruo optó por suicidarse.
—Estás vivo, estás aquí, me estás tocando —dijo ZiTao con la voz entrecortada.
Sentía como su cabello era movido y esas asquerosas manos tomaban su cuello. Quería gritar, pero era como si no pudiera hacerlo, como si se hubiera quedado sin voz; sintió las manos deslizarse por su cuerpo y empezó a mover el cuchillo por todos lados.
—No puedes matar lo que ya está muerto, Tao.
Sea lo que sea, se reía, se estaba burlando del miedo y de la ansiedad que ZiTao estaba sintiendo. Porque incluso con el cuchillo en mano no se sentía seguro, seguía escuchando esos pasos acercarse, y diciendo su nombre una y otra vez, acompañado de aquella carcajada que hacía que la piel se le erizara.
—La oscuridad es nuestra ZiTao.
—Déjame en paz —suplicó una vez más.
Nuevamente sintió esas manos tocarlo, eran grandes y ásperas. Se detuvo y sacudió el cuchillo por todos lados nuevamente. De pronto, todo cesó y escuchó la puerta, esperando que la pesadilla terminara de una vez por todas, al salir de donde sea que estuviera, empezó a caminar lentamente.
—¿Hola? —habló con su voz temblorosa, esperando que sea quien sea se haya ido—. ¿Hay alguien?
—Yo nunca me iré de tu mente, Tao.
Y esta vez, en lugar de una risa, escuchó una cajita musical, sonaba igual a la que estaba en su cuarto cuando era un niño, la misma que tiró en la primera oportunidad que tuvo. Se puso de cuclillas en el piso y colocó su cabeza entre sus rodillas.
Los recuerdos, el pasado estaba regresando y lo estaba torturando en forma de oscuridad.
—Solo disfruta nuestra canción ZiTao. —Eso había sonado cerca de su oído.
La música sonaba cada vez más fuerte y ZiTao estaba dispuesto a reponerse y a encontrarla para romperla de una vez por todas. Tomó el cuchillo nuevamente y se dejó guiar simplemente por el sonido, pero no acertaba, no atinada a donde estaba yendo.
Inesperadamente su casa se hizo más grande, y a pesar de tener tiempo en ella, estaba seguro que no la reconocía porque hacia donde caminaba no había nada, ni siquiera sus muebles, sus adornos o los escalones, era como si estuviera en un cuarto vacío.
—Eres como un ciego y estas a mi merced.
ZiTao seguía buscando esa cajita, necesitaba destruirla, pero el sonido se alejaba cada vez más. Se sintió en un laberinto sin salida donde la única víctima era él, y sabía que todo terminaría mal.
Cuando escuchó la música delante de él, tomó la caja y empezó a golpearla con el cuchillo, pero la maldita melodía no dejaba de sonar, el sonido se hizo más fuerte, y sin poder saber qué estaba haciendo exactamente, la arrojó al piso desesperado, y aun así la caja seguía emitiendo ese tortuoso sonido.
Sin previo aviso, sintió una mano sobre su hombro, por lo que no dudó en girarse y maniobrar el cuchillo de un lado hacia otro, nuevamente, sintiendo cómo se enterraba una y otra vez en algo. Risas, solamente escuchaba risas mientras eso sucedía, y cuando el silencio se hizo presente, la luz volvió, dejando ver a su esposo bañado en sangre por las múltiples cuchilladas que le había ocasionado.
—Te lo dije Tao, solo que el monstruo siempre has sido tú.
Frente a él, estaba el mismo hombre que había visto en la mañana riéndose descaradamente de lo que había hecho.
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