Capítulo 4: Vino de saúce.

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Estuvieron algunos minutos hablando en la habitación de Ron, pero al final todos decidieron que ya era hora de bajar.

Los cinco bajaron la escalera y encontraron a la señora Weasley sola en la cocina, con aspecto de enfado.

—Vamos a comer en el jardín —les dijo en cuanto entraron—. Aquí no cabemos doce personas. ¿Podrían sacar los platos, chicas? Bill y Charlie están colocando las mesas. Vosotros dos, llevad los cubiertos —les dijo a Ron y a Harry.

Lauren no tuvo oportunidad de seguir escuchando porque Hermione, Ginny y ella ya estaban en el jardín. Notó como Crookshanks, el gato que Hermione había adoptado un año atrás; correteaba detrás de un horrible gnomo que parecía más una patata con pies que una criatura mágica.

Un extraño crujido le hizo ver que Bill y Charlie luchaban con las varitas arriba mientras las mesas chocaban entre sí. Ambos reían y no pudo evitar reír junto con Ginny, ambas vitoreaban mientras ambos hermanos seguían blandiendo sus varitas. Era interesante todo lo que se podía hacer con la magia.

Segundos después, Harry y Ron salieron de la cocina colocándose al lado de Lauren, Hermione parecía indecisa, se paseaba por el jardín, no sabiendo si unirse a la diversión o a sus pensamientos de lógica y razón.

Lauren siempre pensó que su amiga de cabello salvaje era una anciana atrapada en el cuerpo de una niña, pero igual la quería con todo y sus arranques de aburrimiento.

—¡Dale Charlie! —exclamó una emocionada Lauren.

Aquello pareció ser suficiente para desconcentrar al segundo hijo mayor de los Weasley, porque de repente Bill hizo un movimiento y logró tumbar una pata de la mesa contraria.

—¿Una niña te distrae, Charlie? —preguntó Bill con burla, pero en vez de reír como él hubiera creído, el rostro de su hermano se tornó tan rojo como un tómate— ¿Pero qué...?

«¿A caso acaba de...?», se preguntó un asombrado Bill.

Pero mientras estaba apunto de decir algo que Lauren no logró averiguar, un chirrido de la ventana de arriba los hizo enfocar la mirada en Percy, uno de los Weasley menos favoritos de la chica de ojos disparejos. No porque fuera más listo y serio, si no porque era el pelirrojo más aguafiestas y malhumorado que había conocido en toda su vida.

Verlo le daba pereza.

—¿Quieren hacer menos ruido?

Lauren frunció el ceño. En su mente, Percy era demasiado molesto para su poca tolerancia.

Bill se disculpó sin salir de su estupefacción, buscaba la mirada de su hermano, pero Charlie la alejó de la suya. Al final, Percy cerró la ventana de un porrazo y la tranquilidad reinó por un tiempo.

Bill y Charlie, un poco más calmados y con miradas de reojo que se echaban entre ambos, posaron las mesas en el césped, una pegada a la otra, y luego, con un toquecito de la varita mágica, Bill volvió a pegar la pata rota e hizo aparecer por arte de magia unos manteles.

—Nunca me cansaré de la magia —admitió Lauren—. Adoro la magia.

—Y mi hermano te adora a ti —le dijo Fred.

Lauren frunció el ceño.

—¿Tu hermano?

Pero ambos gemelos solo compartieron una mirada divertida y siguieron haciendo su propio desastre, aunque un tanto molestos por la discusión que habían tenido con su madre horas atrás.

A las siete de la tarde, las dos mesas ya crujían bajo el peso de un sinfín de platos que contenían la excelente comida de la señora Weasley, y los nueve Weasley, Harry, Lauren y Hermione tomaban asiento para cenar bajo el cielo claro, de un azul intenso.

Lauren sintió que estaba en el paraíso mientras se zampaba empanadas de pollo con jamón,
patatas cocidas y ensalada, sin embargo, con aburrimiento y desinterés, se dispuso a escuchar la interesantísima conversación de Percy; quien no dejaba de hablar de su larguísimo y extenso informe sobre el grosor de los calderos.

—Le he dicho al señor Crouch que lo tendrá listo el martes —explicaba Percy dándose aires—. Eso es algo antes de lo que él mismo esperaba, pero me gusta hacer las cosas aún mejor de lo que se espera de mí. Creo que me agradecerá que haya terminado antes de tiempo. Quiero decir que, como ahora hay tanto que hacer en nuestro departamento con todos los preparativos para los Mundiales, y la verdad es que no contamos con el apoyo que necesitaríamos del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos... Ludo Bagman...

Mientras todos charlaban entre sí, Fred, George y Lauren se encargaban de beber vino de saúce mientras nadie los miraba por debajo de la mesa, así que un tanto mareada y con los ojos más grandes y expresivos que nunca, Lauren se dispuso a hablar con Charlie y los gemelos sobre los Mundiales de quidditch, quienes eran unos completos aficionados al igual que Lauren.

Si Charlie le había parecido atractivo sin decir un mísero «pío», ahora estaba segura de que era un hombre de lo más interesante.

—Tu pelo da risa, cielo —escuchó Lauren decir a la señora Weasley, quien acariciaba su varita—. Si me dejaras darle un corte...

—Debo increpar, señora Weasley —reclamó Lauren—. Tengo el deber como ciudadana del Estado..., de declarar que su hijo no se ve nada mal con el cabello largo. Es súper cool en esta época, se lo aseguro. Estoy súper mega segura que en su época..., también había algunas modas, ¿no?

»Tal vez sea una etapa grunge, no lo sé. Yo tengo un primo muggle que era dark..., usaba collares con picos y zapatos enormes que parecían capaces de estrangular un perro..., pero ahora, en la actualidad, está más que alejado de ese tipo de modas. Debería verlo, las detesta desde que su antigua novia se fue con su amigo emo...

Para asombro de los chicos Weasley, Molly pareció estar bastante de acuerdo a pesar de que Lauren estaba un tanto groggy y no tenía ni la menor idea de la mitad de las cosas que salían de su boca. Sin embargo, sí que notó como es que Charlie se tensaba a su lado cuando decidió salir en defensa de su hermano mayor, pero rápidamente lo olvidó cuando Charlie siguió hablando de los Mundiales de quidditch, queriendo captar otra vez su atención.

—Va a ganar Irlanda —pronosticó Charlie con la boca llena de patata, Lauren notó que se veía adorable con las mejillas llenas de comida—. En las semifinales le dieron una paliza a Perú.

—Ya, pero Bulgaria tiene a Viktor Krum —repuso Fred.

—Krum es un buen jugador, pero Irlanda tiene siete estupendos jugadores —sentenció Charlie—. Ojalá Inglaterra hubiera pasado a la final. Fue vergonzoso, eso es lo que fue.

Lauren se sintió frustrada de no saber nada de lo que estaban hablando. Era una fiel fanática del quidditch, solo era de ver su gran admiración y la gran capacidad de cazadora que cargaba en el equipo de su casa. En ese tiempo, se propuso averiguar absolutamente todo sobre el quidditch ahora que no estaba en Privet Drive.

—¿Qué ocurrió? —preguntó su hermano y Lauren agradeció que fuera así, en esos momentos no se sentía capaz de soltar unas cuantas palabras sin balbucear cosas sin sentido en el camino.

—Fue derrotada por Transilvania, por trescientos noventa a diez —repuso Charlie con tristeza—. Una actuación terrorífica. Y Gales perdió frente a Uganda, y Escocia fue vapuleada por Luxemburgo.

Repentinamente, se sintió triste al ver los ojos caídos y decepcionados de Charlie, así que para hacerlo sentir mejor, Lauren le otorgó su pedazo de postre que se trataba de un helado casero de fresas. De cualquier forma, no le gustaban las fresas.

Notó que Charlie lo aceptó con una mirada sorprendida y las mejillas completamente ruborizadas. Los gemelos y Bill rieron entre ellos, aunque el último un tanto incrédulo. Lauren agradeció que nadie pareció comentar nada sobre lo que pensaban. No era necesario.

Ron observó con atención al resto de su familia para asegurarse de que estaban todos distraídos hablando y le preguntó a Harry en voz muy baja.

—¿Han tenido últimamente noticias de Sirius?

Escuchaba todo, pero decidió no meterse en la conversación; Harry podía explicarles todo. Pero por otro lado, Hermione vigilaba a los demás mientras no se perdía ni una palabra. Miraba a Lauren de reojo, captando su comportamiento extraño y vacilante.

—Sí —contestó Harry en voz baja—, dos veces. Parece que está muy bien. Anteayer le escribimos. Es probable que envíe la contestación mientras estamos aquí.

Lauren estaba dispuesta a contar el como les había estado doliendo la cicatriz que cruzaba la frente de su hermano y la que estaba oculta en su cuello, pero una voz baja y masculina la distrajo de sus pensamientos. Al parecer, por debajo de la mesa, mientras estaba distraída y escuchaba como su hermano y amigos hablaban entre sí, Charlie había notado el vaso lleno de vino en su mano.

—¿Estás borracha? —le preguntó en un murmullo bajo, incrédulo por su estado.

Lauren le regaló una sonrisa inocente que pretendía ser seductora para distraerlo de lo que había estado haciendo desde el inicio de la cena, pero está de más decir que no le salió para nada bien.

Quería vomitar.

—Un poquitín, guapetón —respondió con los ojos parpadeándole como locos, era la primera vez que tomaba tanto—. ¿Es normal que todo sea de color morado, señor Charmander?

Charlie no tenía ni idea de quien era ese tal Charmander, pero no dejó que su molestia lo dominara, aunque por dentro se moría por saber quien era ese supuesto Charmander. ¿Sería un amigo de su colegio? ¿Un conocido de su hogar? O aún peor... ¿su novio?

Frunció el ceño sin saber porque tenía todos esos pensamientos.

—¿Los gemelos te dieron el vino? —le preguntó tratando de no arrancar de un golpe la sonrisa perversa que marcaba el rostro de los gemelos al otro lado de la mesa. Charlie los miró con los ojos entrecerrados— ¿Fueron ellos, Lauren?

Lauren lo miró con atención.

—No —dijo—. Bueno, síp, un poquitín... Un poquitín mucho —se rió por su propio chiste—. ¿Puedo tomar más?

En vez de desistir ante su labor como mayor responsable y dejarla hacer lo que quisiera, decidió arrebatarle el vaso y tirar todo el contenido entre sus piernas abiertas. El licor salpicó sus botas, pero no le importó. Tampoco le importó las silenciosas quejas de la menor. Todo eso estaba mal.

Pensó si era buena idea echarle un escarmiento a ambos gemelos, pero decidió alejar todos los horribles pensamientos de su cabeza por el momento; debía ayudar a la pequeña pelirroja y matar a los gemelos cuando estuviera alejado del radar de su madre sobreprotectora.

Molly Weasley los mataría si se enteraba que habían dejado que Lauren se bebiera media jarra de vino, y a juzgar por su apariencia, no parecía querer dejar el otro vaso que ocultaba debajo de la mesa.

—Quiero vomitar —murmuró Lauren—. Me duele la pancita.

—Vamos —le susurró Charlie dándole unas patadas a los gemelos por debajo de la mesa, quienes solo así notaron el extraño estado de Lauren. Al verla, ambos gemelos compartieron una mirada; si su madre se enteraba de que habían causado más problemas en un solo día, los mataría y enterraría en el jardín—. Necesito que me ayudes a sacarte de aquí.

Lauren no parecía querer irse, pero al final no tuvo opción en cuanto su rostro empezó a tomar un matiz verdoso. Simuló bostezar y tener mucho sueño, así que la señora Weasley se acordó de revisar el reloj que cargaba en su muñeca.

—Miren que hora es —dijo la señora Weasley con voz preocupada—. Ya tendrían que estar todos en la cama, porque mañana se tendrán que levantar con el alba para llegar a la Copa. Harry, Lauren, si me dejan la lista de la escuela, les puedo comprar las cosas mañana en el callejón Diagon. Voy a comprar las de todos los demás porque a lo mejor no queda tiempo después de la Copa. La última vez el partido duró cinco días.

Lauren quería decirle que sí y agradecerle, pero Charlie le apretó la pierna y la miró con cara ceñuda. Si hablaba, tal vez diría cosas que no debería y su madre los atraparía; el pelirrojo mayor saldría embarrado en sus fechorías, así que guardó silencio y esperó que los dejaran ir lo antes posible.

—¡Jo! ¡Espero que esta vez sea igual! —exclamó Harry entusiasmado.

—Bueno, pues yo no —replicó Percy en tono moralista—. Me horroriza pensar como estaría mi bandeja de asuntos pendientes si faltara cinco días del trabajo.

—Desde luego, alguien podría volver a ponerte una caca de dragón, ¿eh, Percy? —dijo Fred.

—¡Era una muestra de fertilizante proveniente de Noruega! —respondió Percy, poniéndose muy colorado—. ¡No era nada personal!

—Sí que lo era —le susurró Fred a Harry y Lauren, cuando se levantaban de la mesa y la menor trataba de no tambalearse. Charlie la tomó de los hombros y empezó a hablarle en voz baja para que no notaran que en realidad él la llevaba casi arrastrando—. Se la enviamos nosotros.

Quiso reír, pero lo único que pudo hacer cuando llegó a una habitación que no recordaba ni de asomo, fue vomitar en el sesto de basura.

No había dado una muy buena primera impresión, ¿verdad?

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Por si no se habían dado cuenta, Lauren Potter es todo lo que cualquier persona pensaría de los adolescentes. Explosiva, astuta y extremadamente irresponsable en cuanto a su vida.

Porque sí, nuestra protagonista es humana y desea divertirse todo el tiempo que le sea posible.

¿Captan qué no es perfecta?

Atte.

Nix Snow.

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