✿Colors of the sky✿KomaNami✿
KomaNami (Único)
N/A: Con un ligero HinaNami, pero ligerísimo, al fin empezamos con los one-shots y long-shots cariñito (´,,•ω•,,)🌹
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Cuando sus orbes se sumen en los colores lejanos de su ser casi marchito. Cuando aprecia espectáculo idílico fuera de su alcance negruzco, Komaeda no puede evitar sentir calma fluir por su cuerpo para aminorar el dolor que se forma en los confines de su alma.
El firmamento poseía los colores más etéreos que alguna vez sus fascinados iris grisáceos pudieron haber contemplado. Y él, como sigue siendo niño pequeño, de corazón frágil y que sueña con algún día volar entre nubes de algodón para formar parte de aquellos colores tan cálidos y perfectos, tan solo se limita a ser admirador fiel del firmamento célico.
Una sonrisa sincera surca su rostro, mientras su agudo oído logra escuchar aún la divertida melodía proveniente del primer piso. Con reproche siente la soledad una vez más en su ser, inundando su corazoncito corrompido, empero sabe que es lo mejor, la última vez que sus amigos celebraron una fiesta y él estuvo allí, su desafortunada suerte (que denota ironía en demasía) junto a su persona fueron los culpables de lo pésima y peligrosa que terminó siendo.
Admira entonces, una vez más, aquel manto coloreado por luz blanca, aquel que se pinta solo y que ni siquiera su suerte puede tocar (Nagito admite que es feliz por ello) mientras la brisa acaricia su frágil rostro con primor.
Y es que el cielo posee colores tan cálidos y espléndidos, colores tan hermosos que...
Que él simplemente no posee.
Porque Nagito no puede ser el sacro cielo, no puede tener aquellos colores que se transformaron en sus favoritos, aquellos que reflejan los sentimientos adecuados en cada lapso de tiempo. Resulta ser una obra de arte majestuosa, belleza inaudita, belleza que su alma no siente poseer y por ello la oculta tímido.
Porque Nagito es gris, y ello siempre le lastima, pues en el centro de su corazón anhelaba ser vívido y teñido de colores cálidos y fríos, una mezcla que demuestre el sentir más entrañable del alma ajena.
Su celular vibra...
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— ¿Crees que puedas ayudarme? — pregunta Yukizome con dulzura y angustia fusionadas, mientras acaricia tiernamente los cabellos rubios de Saionji.
— No se preocupe sensei, no será problema — alega con amabilidad extraña, quizás por la escena que se muestra ante sus orbes de una fiesta salida de control. Observa compasivo la angustia que la mayor padece ahora al tratar de poner de pie a una Mikan ebria y se limita a reír con sutileza de aquello.
— No sabes lo mucho que te agradezco, Komaeda-kun — afirma con ternura, volviendo a su labor.
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Camina con pasos calmados, a la vez que agradece no ser el culpable de tan altanera situación, muy en el fondo aminora la culpa de su fortuna maquiavélica. El eco de sus pisadas resuenan con parsimonia, colmando su corazón de desconocida melancolía al encontrarse desolado en busca de su compañera..
— Nanami-san — llama con suavidad, mientras la observa recostada en la pared, a penas cuerda quizá.
— Mmm... ¿Komaeda-kun? — pronuncia la jovencita con tranquilidad y dibujando de forma dulce una sonrisa al verlo delante suyo. Nanami no lo duda, quiere ir hacia él, quien parece estar cómodo con su soledad, mas sus pasos son torpes y en cualquier momento tropezar tiene grandes probabilidades en ella.
— Oh... Veo que también tomaste como los demás.
— ¿Eh? No, yo soy menor de edad aún — refuta indignada, inflando sus mejillas que lucen decoradas por un carmín intenso. El de cabellera nívea sonríe ante tal reacción, acercándose para poder ayudarla a caminar.
— Entonces ¿por qué no te mantienes de pie?
— Bebí algo que me dio Saionji, pero creo que fue un error porque Teru Teru empezó a reír de pronto... Me caí al sentirme mal y me fui arrastrándome.
Komaeda, ante la inocente sinceridad, no puede evitar reír por lo dicho, tomándola suavemente de los hombros para observar su rostro una vez más. Definitivamente su compañera no estaba en todos sus sentidos, o solo es el cansancio. Aquello no explica la calidez adictiva de sus mejillas, sin embargo, él debe continuar.
— Bueno, necesito llevarte a la enfermería para que descanses, Nanami-san, así que...
— Komaeda-kun... ¿Dónde estabas?
El chico, con asombro, ríe nervioso ante la curiosidad que aflora en el rostro de la fémina.
— Yo... — primero, lo que se forma en su pecho es temor de no ser entendido, quizás ser visto de la forma que siempre fue, raro. Pero luego sonríe endulzado al mirarla, ella no era así, ella siempre trataba de entender, además, su estado actual parece volverla dócil y aquello, sin querer, le fascina y alivida sutilmente — Deseaba ver el cielo un momento — alega lacónico, mientras la jovencita de rosa lo observa con mayor curiosidad.
Nagito inhala suave, y entonces encuentra algo tan agradable y dulce que le llena de calidez el pecho, sin querer sabe que su rostro está teñido en carmín inocente, mas aquello en esos momentos no le interesa mucho. En realidad cree que es maravilloso.
— ¿El cielo? — interroga ella, tropezando con un escalón y causando que el joven de orbes levemente verdes mantenga el agarre de ella más cercano y fuerte a su cuerpo.
Y no, no es porque la quiera tener más cerca y regocijarse en aquella fragancia tan adictiva y dulce una y otra vez (mentira, lo sabe muy bien). Es por el bien de Nanami.
— Ahora que lo pienso y veo, Nanami-san, tú tienes un bonito color— halaga extrañamente y la fémina cae en confusión.
— ¿Eh?
— Tu cabello y ojos tienen un color bonito, es agradable de ver, me recuerda a... ¡A la aurora!- explica con ánimos nacientes, y aunque la exaltación la tomó de sorpresa, Chiaki libera una risa que lo deja anonadado. Es dulce y suave, de tal forma que su piel encrespa por la melodía etérea.
— A mí entonces me gusta mucho el color que eres capaz de desprender, Komaeda-kun — pronuncia ella con ternura, y Nagito esta vez tropieza al oír aquello.
— ¿Color? — balbucea ingenuo, parpadeando una y otra vez, aunque de verdad le haga bien escuchar tales palabras que probablemente no son del todo ciertas. Quizás vivir en una mentira no le resulte tan malo después de todo.
— Mmm... Sí — susurra bajito la fémina de orbes azúcar, ladeando su cabecita como si disfrutara de una alegre sonata — Komaeda-kun, aunque no lo parezca, me agrada el color suavecito que emanas, un aura tierna como... como mis videojuegos.
Ella parecía delirar como su corazón.
— Ya veo... — pronuncia con suavidad, como si su voz hubiese salido de forma tan baja y rota, y a pesar de que Nanami sintió preocupación al oír aquello, con tan solo alzar la mirada su pulso antes desembocado vuelve en calma, porque Komaeda tiene una sonrisa tan linda y que demuestra júbilo (le recuerda a alguien, pero disipar su imagen por ese fugaz momento le hará bien).
— El color que tienes es muy bello, parece un tornasol que... Que siempre cambia — balbucea con sus ojitos adormilados, y el muchacho de la suerte blanca puede experimentar por primera vez algo tan único, tan cerca y lejos de sus pálidas manos. Porque eso que crece como flor en primavera es felicidad, única e idílica felicidad recorriendo su cuerpo junto a esa fémina que pronuncia cosas bonitas (con un poco de locura incluida). Paran de subir las pocas escaleras que iban, porque parece que el cuerpo cansino de Nanami ya no daba para más — Pero... El verde prado de Hinata-kun es tan... Tan bello que quisiera estar siempre reflejada en ellos.
Fingirá no oír nada, por su bien y el de su pobre y cada vez marchito corazón, así que suelta una risa sutil, apoyando a su amiga de orbes azúcar, tan suave y dulce (tan bonito y doloroso) en la pared.
Entonces ella ríe junto a él con gracia, mientras sus mejillas se tornan a un color carmín intenso, y el albino quisiera tanto acariciar su rostro para sentir lo que su frágil piel es capaz de brindar, pero le duele demasiado verla con una expresión que ya tiene dueño.
Sonríe un poquito roto, un poquito marchito y un poquito hórrido.
Y es que existen risas y sonrisas encantadoras, empero no todas demuestran la típica alegría y gracia, porque también existen sonrisas nostálgicas, tristes y rotas (falsas y entre otras).
Esas sonrisas y risas excéntricas al fin las había mostrado Komaeda en su rostro, a causa de un bello ángel de aurora.
Suspira levemente al verla dormir acurrucada cerca de él, así que no decepcionará a Yukizome-sensei, la llevará a la enfermería cueste lo que le cueste, incluida su espalda y músculos débiles.
No sabe cómo lo hizo, pero pudo acomodarla para llevarla en su espalda con cuidado, haciendo que ella se sujetara vagamente de su cuello y así no cayera.
Sube con cuidado mientras siente la calentita respiración sobre su nuca, haciéndole estremecer, y extrañamente sonríe ante tal acción mientras los rayos naranjas del cielo a causa del atardecer entran por el cristal.
— Nanami-san... — nombra de forma dulce mientras siente sus ojos arder ante tal sentimiento azul — Creo que no sería ningún problema si eres tú quien... Quien esté cerca de mi mala suerte.
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La recuesta con delicadeza a la camilla de blanco color, viéndola entreabrir sus ojitos de azúcar y sonreírle tiernamente.
— Lo siento... No quería molestarte y resulta que terminaste cargándome.
Komaeda tan solo niega, cortando distancia para así tomar sus manos con extremo cuidado.
— Gracias, Nanami-san — es lo único que pronuncia, y ella no pregunta el por qué de tales palabras, se limita a sonreír y cerrar sus orbes miel ante el letargo que le invade.
Nagito puede disfrutar su cercanía y aquella fragancia tan cautivadora de la cual, parece ya adicto. Él acorta distancia suavemente, mientras con delicadeza acaricia su rostro, y el tacto la sorprende, pero no tanto como el sentir sus labios unidos.
Nanami siente la vaga respiración del joven de ojos grisáceos (con ese leve toque de verde que le recuerda a Hinata) y es tan cálido aquello, que parece paralizada por tal muestra de cariño, y los labios de él hacen movimientos lentos y tiernos, tan tímido que le hacen sentir bien, que le gusta mucho solo que...
Él no es Hajime Hinata.
La cruel realidad se presenta y una lágrima recorre la mejilla sonrosada de Komaeda al saber que ello no durará y quizás nunca vuelva a pasar.
— ¿Podrías amarme a mí, por favor?
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Entonces él en esos instantes piensa que tiene un color favorito nuevo, que le da una razón más para vivir y morir a la vez, junto a una fragancia que huele a amor, empero ese color es tan bello y lejano.
Ese color se llama Chiaki Nanami.
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¡Somos puesto 1 en KomaNami!🌜🌻
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