Único

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Hay algo que ella desea hacer más que nada, más que nadie en esos momentos -porque quiere vivir, quiere reír, quiere jugar-  y lucha con todas sus fuerzas, incluso las que no tiene, como nunca antes lo hubiera hecho. 

Pero hay algo más, allí, en lo recóndito de su órgano palpitante; está aquel joven de cabellera larga y negra cual misteriosa noche opaca, sin estrellas ni luna decorándola, con ojos sin vida, tan inertes pero de color carmesí que la observan con inconfundible aburrimiento. Y ese ser es entrañable, pero tiene miedo.

¡Porque es él!

Es él y lo tiene más claro que nadie, pero no la reconoce y está olvidada en el jardín de la memoria.

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Entonces comienza el juego de vivir o morir en el intento, el cual lo protagonizará ella. Es así como cada miligramo de esperanza le es arrebatado sin piedad, con punzadas y cortadas terriblemente profundas.

Nanami lo sabe, sus heridas tardarán en sanar.

Pero es fuerte, incluso más de lo que creyó serlo; y camina por un suelo lleno de vidrios rotos, lastimándose vilmente las plantillas de los pies mientras escarlata líquida se escurre tímidamente de su cuerpo.

Y su mundo lleno de esperanza, tan colorido y preciado se vuelve  hórrido,  y un chillido sin desconsuelo sale de sus labios mientras la vista se le nubla y alucina ver un paraíso tan cautivante y cegante a la vez, uno el cual tiene las puertas abiertas a ella, y espera solo por ella.

Y con todo su corazón quiere entrar, lo anhela en demasía. Y sí, orgullosamente puede decir que es alguien egoísta en esos precisos momentos, no lo negará, pero...¿quién no puede serlo al estar a escasos centímetros de ser salvado de una tortura desgarradora? ¿Quién no quiere negarse a la no tan dulce muerte?

Porque ella tiene tanto miedo a morir, y se aferra a la vida, más que nada, más que nunca. 

Supone que todo se resume en él y sus ojos de verde prado, los cuales están bañados en sangre; a esos cabellos marrones y ahoge agraciado que tanto deseaba tocar con sus cálidas y frágiles manos crema, pero ahora simplemente esa cabellera es un manto negro y despeinado, junto a una mirada vacía.

Junto al olvido, ese miedo que nace sin querer del ser humano.

Y no puede sentirse más mutilada, incluso se atreve a decir que es peor que cualquier tortura recibida.

Pero ella aguanta, lo hace por él, por ellos, por todos (pero Hajime Hinata resalta en un altar de flores inmaculadas, con olor a alegría y amor ~mucho amor~ con decoro a recuerdos felices). Y da un paso más, lo quiere hacer.

Abre en grande aquellos ojos de color caramelo y se da cuenta que quiere vivir, quiere vivir un año más, dos años más, tres, cuatro, cinco; los que sea con tal de vivir a su lado, con tal de recuperarlo. Y lucha con uñas y dientes por su vida.

Pero cae en una vil y traicionera ilusión.

Ahora las perforaciones abundan en su cuerpo de frágil porcelana...y sangra en abundancia junto a sumido dolor.

Siente hórrido miedo porque no quiere, no quiere dormir ahora, quiere levantarse y abrazarlo a él, quien está delante de ella, mirándole con ojos escarlata que ahora, siente es lo mejor que puede ver antes de partir.

«Porque sigue siendo él y solo él»

Y Chiaki con cabellos de fino ángel, quien desprende luz etérea junto a dulzura en su mirar caramelo, ya no teme; y quiere verlos a todos vivir, reír, jugar y ser esperanza, más que antes, más que nunca.

Es así que, con los labios curvados, dando sus últimos alientos a aquel quien dice ser un extraño para ella, es feliz. Feliz en una tragedia que solo ella con ojos tan ajenos a los nuestros puede verlo de forma positiva.

Y es dulce ángel risueño, el cual no quiere morir, y aún así lo termina aceptando con ternura mientras se refleja en los iris de él.

Y termina en que, es aquella fémina una humana llena de miedos y sueños ~que no llega a cumplir~ pero lo acepta porque sabe.

Ese no es el final.

Y su esperanza nacerá nuevamente, pero no en ella, sino en todos, sino en él.

Entonces Nanami ya está dispuesta a dormir sin temor, pensando hasta el final en todos.

En sus sueños inconclusos.

En el verde prado de su mirar.

«Porque tengo miedo... Pero no de él»

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