𝑬𝒑𝒊́𝒍𝒐𝒈𝒐
El corazón de Gerard se estrujó en su pecho al salir de la oficina postal y ver devuelta en sus manos la tarjeta que había enviado para Frank días atras, al centro del papel estaba marcada la razón "No Encontrado" con unas inmensas letras rojas.
¿Qué pasaba? Frank no podía estar tan molesto con él todavía por no haberse visto en agosto, o quizás le había sucedido algo, pensó, pero no, Frank no podía hacerle eso después de la decisión que él había tomado, Frank no podía abandonarlo ahora, simplemente no podía.
Él no lo dejaría.
Reunió todo el valor que pudo y buscó un teléfono público para llamar a Anne y preguntarle por Frank, él le había dado el número de teléfono de su casa por si alguna vez necesitaba llamarlo.
—¿Diga? —respondió Anne después de un par de timbres.
—Hola, habla Gerard Way.
—¿Quién? ¿Quién habla?
—Gerard Way, un viejo amigo de Frank.
—Frank me habló de ti, eres su compañero de pesca o de caza, lo sé —suspiró ella—. Te habría llamado pero no sabía tu nombre o tu dirección, Frank no solía anotarlos.
—Para eso llamo, para saber qué ha ocurrido, envié una postal para él pero me fue devuelta— dijo con su corazón latiendo velozmente.
—Ah sí —dijo despacio—. Ya no estamos juntos, después de que regresó de su último viaje todo cambió, para agosto me dijo que lo mejor era que nos separaramos, hubo una fuerte discusión con mi padre, él golpeó a Frank y terminó de romper el pequeño lazo entre nosotros, supongo que está bien si, era lo mejor —Anne suspiró una vez más—. Quizás lo encuentres en casa de sus padres, algo así dijo, o tal vez está en ese lugar que tanto añora, la montaña Brokeback, nunca supe donde queda pero conociendo a Frank puede ser un lugar inventado con pájaros cantando y un arroyo de whisky.
—No señora, estuvimos en Brokeback cuidando ovejas un verano, en 1963.
—Él dice que es su lugar favorito —musitó ella con la voz rota.
—¿Sus padres siguen en Lightin' Flat?
—Hasta que mueran.
—Gracias por su tiempo.
Ella sé tomó su tiempo antes de responderle a Gerard, lágrimas querían escapar de sus ojos cafés más no lo permitió.
—Ve a verlo, seguro te lo agradecerá —sin más despedida que esa Anne cortó la comunicación.
Gerard meditó aquello un par de minutos, con el teléfono aún contra su oreja.
Esa sensación de opresión en su pecho, sentir que lo desgarraban por dentro al imaginar un escenario donde a Frank le pudo haber pasado algo, que pudo haber estado muerto y ya no lo vería nunca más, le hizo saber que tomar esa decisión era lo mejor, ya no importaba lo demás, ya no habían dudas, quería tenerlo a su lado por siempre, sin importar los temores, porque a como Frank le había dicho muchas veces, estarían los dos juntos.
Ahora estaba seguro que no soportaría perder por siempre a Frank.
Con eso en mente fue en dirección a su camioneta, luego pasó por el lugarcito donde vivía recogiendo sus pocas cosas, su ropa, todo lo guardó en una bolsa, sacó el poco dinero que había ahorrado en esos meses y partió.
El camino a Lightin' Flat fue largo y cansado, al llegar al pueblo tuvo que pedir indicaciones para llegar a la granja de los Iero.
Cuando finalmente estuvo ahí se sintió nervioso, como aquella vez, 20 años atrás cuándo vio a Frank por primera vez bajando de su camioneta ruidosa, rió pequeño inmediatamente, recordando sus ojos avellana que tanto habían llamado su atención mientras compartían una cerveza en aquel bar de Signal, recordando la primera vez que sus labios se unieron, cuando hicieron el amor por primera vez.
Lo amaba tanto...
Se bajó del vehículo y se dispuso a caminar hacia la casa.
Al escuchar el ruido de un auto Linda Iero salió y le esperaba en la puerta, le saludó amablemente y le invitó a pasar, se sentaron en la cocina a compartir un café con Frank Iero padre, Frank no estaba en casa, había salido.
—Frank siempre decía... —mencionó Frank dando un sorbo a su vafé, su vista hacia el frente—. Un día traeré a Gerard Way aquí y pondremos este maldito rancho en orden —Gerard sonrió ante el comentario—. Él tenía la descabellada idea de que ustedes se mudarían a vivir aquí, harían una cabaña y ayudarían con el rancho.
Ante esa última frase Gerad bajó la mirada, él sabía cuánto Frank lo quería, sabía que siempre había estado dispuesto a intentarlo todo con tal de que estuviesen juntos, pero Gerard siempre tuvo miedo de que si estaban juntos, le arrebataran a Frank de su lado.
Pero ya no más.
Lo intentaría por él, por ellos, por ese amor tan grande que sentían.
—Pero esta primavera, Frank volvió solo, comenzó a construir su rancho, pero ya no es él mismo...
—Está apagado... —musitó Linda en voz baja, colocando una mano sobre el hombro de Gerard—. Puedes subir a esperarlo en su habitación si quieres.
—Sí, me gustaría, gracias —respondió.
El pelinegro subió las escaleras y entró en la habitación que Linda le indicó, sonrió con melancolía admirando todo, nunca había estado así, tan cerca de la vida de Frank, siempre eran ellos dos a la intemperie en aquella montaña.
Repasó con la yema de sus dedos la superficie del escritorio de madera donde Frank tenía regadas algunas de sus cosas, una figurilla de madera llamó su atención, la tomó y la apreció unos instantes, era un jinete montado en su caballo.
Luego continuó su recorrido hasta encontrar el clóset dónde Frank tenía su ropa colocada en perchas, la palpó suavemente, al llegar al final una pequeña tabla de madera se interponía con la pared, con curiosidad se asomó encontrado pulcramente acomodada en una percha un par de prendas, la sacó y la sostuvo frente a sus ojos.
Era su camisa blanca aún con restos de sangre seca en la manga, era aquella camisa que había creído perder cuando abandonaron Brokeback la primera vez, estaba acompañada con aquella chaqueta azul de Frank con la cual lo conoció.
Las tomó con delicadeza abrazándolas contra su pecho, acariciando la tela y derramando algunas lágrimas, amaba tanto a Frank, ni toda la lejanía del mundo sería suficiente para hacer desaparecer ese amor.
—¿Porque lloras? —la voz de Frank le sacó de sus cavilaciones y rápidamente se giró a verlo.
Ahí estaba Frank Iero, recostado en el umbral de la puerta, sonriéndole ladino, esa sonrisa que le hacía desfallecer, las mariposas en el vientre de Gerard revolotearon alegremente una vez más.
No lo dudó y se aproximó hasta él, lo tomó por los hombros y lo apretó contra su cuerpo, manteniendo entre ellos aquellas prendas que tanto significaban para ambos, Frank respondió abrazándolo por la cintura.
—Te amo tanto Frankie, no quiero separarme de ti nunca más, ya no quiero tener miedo...
—Nunca lo tendrás Gee, te lo prometo, daré todo porque ambos seamos felices. —respondió Frank, sintiéndose pleno por que Gerard había ido por él, cerró sus ojos y se aferró con más fuerza al cuerpo del más alto, inhaló el aroma del cabello de Gerard y una sonrisa sincera se plasmó en sus labios, atesoraría ese recuerdo toda su vida.
El amor entre ellos siempre fue ciego, desde el primer instante tachó cruces sobre sus ojos, cuando probaron el sabor apocalíptico de los labios ajenos, ese que les quemó, fueron atados a estar juntos por siempre.
Ésta es la historia de Frank Iero y Gerard Way, un par de hombres que se conocieron en el verano de 1963 mientras buscaban trabajo, su amor floreció durante muchos años más en el silencio de la montaña Brokeback, un amor que para muchos es prohibido y señalado, pero que para ellos es el sentimiento más puro que existe.
Para llegar a ese final feliz debieron enfrentar muchos tropiezos y dificultades, pero estando juntos podrán superar todas las barreras del destino.
Sí, es difícil convivir con la sociedad que señala, juzga y crítica, pero no es imposible, pues Frank y Gerard saben que las fuerzas para luchar y ser fuertes están en la calidez de los brazos ajenos.
—¿Estaremos juntos por siempre? —preguntó Frank mientras yacían abrazados en medio de aquel enorme rancho que de ahora en adelante sería su hogar.
—Por siempre Frankie —le prometió Gerard, sintiéndose totalmente seguro pues al fin sus miedos le estaban permitiendo ser feliz.
—Te amo...
La montaña Brokeback siempre sería ese refugio en donde les gustaría compartir momentos en soledad pero ya no sería más el lugar que les escondiera, al fin era el momento de abandonarla y ser libres, juntos.
🗻
En una pared de su habitación colgaron de un clavo la percha que sostenía la camisa blanca de Gerard y la chaqueta azul de Frank junto a aquella primer postal de Brokeback que Frank le había enviado cuatro años después de que se separaran, un simbolismo que para ellos representaba el lazo irrompible que les unió por siempre.
FIN
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