𝑪. 10

Gerard recién llegaba de un día cansado de trabajo, entró a su casa y como de costumbre dejó un beso en la frente de cada una de sus hijas, quienes estaban jugando en el suelo en una alfombra afelpada que tenían, se acercó a Elizabeth que estaba preparando de cenar y también le dio un beso, luego se dirigió a lavarse las manos.

—¿Conoces a alguien llamado Frank? —le preguntó ella con su suave voz mientras limpiaba sus manos en un paño.

—Puede ser ¿Porqué? —le preguntó luego de un par de segundos en silencio.

—Has recibido una postal de parte suya.

Ella le señaló hacia la mesa donde yacía el pequeño cartón, Gerad se giró con rapidez y lo tomó, leyendo despacio la desordenada caligrafía de Frank.

"Amigo, ésta carta te llegará atrasada.
Estaré por allá el 24, enviame una corta respuesta sí estarás también.
Xo. Frnk"

Al lado del corto mensaje estaba el nombre de Gerard y su dirección. Giró por primera vez entre sus dedos la postal, observando que la imagen plasmada en ella era nada menos que la montaña Brokeback, dejó escapar una pequeña sonrisa sintiendo como su corazón se aceleraba.

—¿Lo conoces de la granja? —le interrumpió la voz de su mujer.

—No, Frank se dedica a los rodeos —respondió sin dejar de releer sus palabras una y otra vez—. Pescábamos juntos.

Fue lo último que le dijo antes de abandonar la cocina, recogió las llaves de su camioneta y partió. Al cabo de quince minutos arribó a la oficina postal donde adquirió un pequeño cartón en blanco por la parte frontal, escribió al centro un "Ni lo dudes" mientras sonreía, luego anotó en la parte trasera los datos de Frank y los suyos y la depositó dentro del buzón.

*

Los días avanzaron con rapidez y al fin era 24, Gerard ese día no trabajó así que tan pronto como fueron las tres de la tarde se sentó en un sillón junto a la ventana a esperar la llegada de Frank, fumaba un cigarrillo por mientras.

—Podríamos contratar un niñera —le comentó Elizabeth que ayudaba a su hija a pintar en un librito mientras él tomaba una segunda cerveza del refrigerador, ya había pasado bastante tiempo desde que se había puesto a esperar, obteniendo como respuesta un "está bien", ella volvió a hablar—. ¿Será que si venga tu amigo? Podrían ir a Knife and Fork.

—No es muy de restaurantes, más bien iremos a emborracharnos —volvió a sentarse junto a la ventana, prendiendo un cigarrillo más—. Eso sí aparece —murmuró con los dientes apretados.

Las horas avanzaron y el ocaso empezó a caer, Gerard bebió muchas cervezas a la espera de Frank, hasta que se tumbó cansado sobre el sillón y cerró sus ojos, Elizabeth solo le observaba mientras alimentaba a las niñas.

El sonido de una camioneta estacionando afuera de su casa hizo despertar a Gerard, sin dudarlo caminó hasta la ventana, observando a quien se bajaba de una camioneta roja con blanco, sonrío y sin hacerse de esperar salió corriendo a recibir a su invitado. De camino compuso su camisa y arreglo un poco su cabello, Elizabeth le miró enternecida, nunca le había visto así de emocionado.

—Maldito Frank Iero —le gritó Gerad al inicio de las escaleras cuando le vio pararse junto a su camioneta.

Frank vestía una camisa manga larga de color rojo vino y un chaleco café, lucía muy guapo e igual de joven como la última vez que lo había visto hace un par de años atrás. Bajó entre largos saltos las escaleras así como Frank caminó un poco para ir a su encuentro, tan pronto estuvieron frente a frente se fundieron en un fuerte abrazo.

—Desgraciado Gerard —murmuró Frank muy cerca de su oído con una sonrisa pintada en sus labios.

Separaron un poco sus cuerpos pero sus rostros permanecieron peligrosamente cerca, podían sentir sus respiraciones impactar en sus rostros, Gerard se alejó un poco para observar a su alrededor. Sonrió un poco y tomó a Frank del cuello de su chaleco y lo empujó de espaldas hasta chocar con la pared, quedaron ocultos tras un pequeño muro en el inicio de las escaleras, Gerard no lo pensó más y se apoderó de los labios de Frank.

Sentía la necesidad de tenerle desde lo más profundo de su ser, besaba sus labios con tanta hambre, sentía que sus labios eran los más suaves y deliciosos que había probado nunca, no quería dejar de besarle, succionaba de sus labios al tiempo que mordía un poco. Frank se sentía igual o peor que él, añoró por tanto tiempo volver a estar con él que le parecía un sueño, tomó el control empujando a Gerard contra el muro siendo él quien atacara sus labios en esta ocasión, sus lenguas se reconocían, sus salivas se mezclaban y sus respiraciones erráticas, en cambio aquellos corazones percibían un poco de paz al estar juntos nuevamente.

Frank se presionó contra el cuerpo de Gerard, restregándose contra su sexo al tiempo que Elizabeth abrió la puerta de su casa, se congeló al verlos, más no dijo nada, simplemente se devolvió sobre sus pasos al interior de su hogar, se sentó en un sofá y comenzó a derramar lágrimas.

Way y Iero abandonaron sus labios tras la falta de aire, permanecieron con sus frentes juntas, mirando sus ojos y compartiendo pequeños besos en las comisuras de sus labios.

—Vamos —le pidió Gerard un par de minutos después. Frank asintió y le siguió al interior de su hogar—. Elizabeth, él es Frank Iero —le presentó una vez estuvieron en la pequeña sala.

—Un gusto —murmuró, observando con detalle a Frank mientras tomaba su cartera dispuesta a salir.

—Frank, ella es mi mujer, Elizabeth.

—¿Qué tal? —ella dio un breve asentimiento, pasando su vista ahora a Gerard, el murmullo de las niñas se escuchaba—.¿Tienen hijos? —preguntó.

—Si, dos niñas, Elizabeth Jr. y Jennifer.

—Yo tengo un niño.

—¿Si? —le preguntó Gerard sorprendido.

—Si, de ocho meses, sonríe mucho —Gerard no despegaba su vista de él, sonriendo, Elizabeth estaba impactada con su actitud, se miraba tan feliz, solo cuando nacieron sus hijas había visto ese brillo en su mirar—. Me casé con la más linda de Texas —comentó bajando la mirada.

—Genial —tomó su sombrero y comenzó a  caminar hacia la salida no sin antes dirigirse a Elizabeth—. Frank y yo iremos a beber —ella asintió.

—Claro.

—Encantado señora —se despidió Frank.

—Talvez nos quedamos bebiendo toda la noche —los dos salieron a paso rápido.

—Gerard —ella trató de detenerlo un poco—. ¿Me traes cigarrillos?

—En el bolsillo de mi chaqueta, hay —le respondió.

Cerró la puerta tras él y partieron en la camioneta de Frank, tomaron la carretera norte a un lugar un poco alejado, encontraron un motel donde pasar la noche.

Apenas entraron al lugar la ropa desapareció y las manos dejaron de dar abasto para acariciar la piel ajena, besos y chasquidos abundaban, sus cuerpos necesitados se friccionaban hasta no poder más, Gerard tumbó a Frank en la cama y se coló en medio de sus piernas, acariciando su entrada con suavidad para después acomodar su miembro, penetrandole lento, sin prisas, no despegaron sus ojos en ningún momento, las manos de Frank se aferraron con fuerza a la espalda de Gerard, las embestidas eran placenteras, Frank las recibía con necesidad, Gerard le llenaba, minutos después Gerard inundó su interior con su esencia y Frank se masturbo un poco más para acabar entre sus cuerpos, se sonrieron con complicidad y se dieron un último beso.

Frank se acomodó mejor sobre los cojines y en el respaldar de la cama, Gerard se acomodó sobre su pecho desnudo, las sábanas estaban tiradas a un lado de la cama mientras ellos disfrutaban la cercanía de estar juntos nuevamente después de hacer el amor. Frank colocó su brazo sobre el pecho de Gerard mientras este se lo acariciaba, ambos estaban fumando, algo que adoraban hacer.

—Cuatro años maldita sea —exclamó Frank aspirando el aroma del cabello de Gerard.

—Si cuatro años, pensé que no volvería a verte.

—No.

—Te creí enfadado por la pelea.

—Yo volví a buscarte al verano siguiente, Toro me dijo que no habías ido así que me fui —Gerard dio una calada escuchándole hablar—. Fui a Texas a hacer rodeos, ahí conocí a Anne, ese año gané apenas $2,000 montando toros, el papá de Anne está forrado, vende maquinaria agrícola y me odia por supuesto —bufó.

—¿Y el ejército?

—Nada y el rodeo ya no es como en la época de mi padre, lo dejé mientras podía andar —exhaló el humo volviendo su rostro al cabello de Gerard hundiendo su nariz en el—. No sabía que volveríamos a esto —se quedó un rato en silencio—. Mentira, vine pisando a fondo para llegar rápido —dijo con su típico tono burlón haciendo que Gerard riera con él—. ¿Y tú?

—¿Yo? No lo sé.

—Brokeback nos pilló bien ¿mjhm? —dijo presionando un beso en la cabeza de Gerard—.¿Qué vamos a hacer?

—No podemos hacer nada, estoy amarrado aquí —Frank cerró sus ojos, volviendo a llevar el cigarro a sus labios—. Ahora solo tengo tiempo para buscarme la vida.

—Ya veremos que hacer —fue lo último que respondió, luego de ello Gerard se giró para besarle con devoción, llevando sus manos a acariciar sus muslos nuevamente, se volvieron a dejar envolver en la ola de lujuria y placer que solo juntos podían sentir y disfrutar.

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