𝑪. 03
Frank colocó con delicadeza el paño contra la herida de Gerard, ejerciendo una leve presión, aprovechó el acercamiento para apreciar su rostro de cerca, notando las pequeñas pecas que se pintaban sobre la blanca piel de sus pómulos.
—Déjame ver —susurró.
Gerard se alejó de su contacto y tomó el paño de las manos de Frank, limpiándose sin cuidado alguno.
—Mierda —musitó al sentir el ardor que provocó su propia brusquedad, Frank se sentó a un lado con la vista pegada al fuego, sintiendo sus mejillas colorearse al recordar las cosquillas que sintió en la punta sus dedos al haber tocado ese pequeño espacio de piel.
—Debemos hacer algo con la comida, quizás podría matar una oveja —dijo despacio.
—¿Y si Toro se entera? Se supone que debemos cuidarlas no comernoslas —respondió Gerard luego de darle un sorbo a la botella.
—Hay un montón de ellas —dijo con simpleza levantando la vista y siendo testigo de como Gerard presionaba con fuerza aquella tela contra su herida, se notaban largos raspones a lo largo de la cien derecha, sus cabellos negros estaban mojados por el líquido que emanaba de la tela y se pegaban en su frente.
—Yo comeré frijoles —contraatacó.
—Pues yo no —repuso como niño pequeño, inflando un poco sus mejillas y retirándose sin un "buenas noches" a la tienda, dejando solo a Gerard pensando en alguna solución para aquel problema.
A la mañana siguiente Gerard lo levantó temprano, avisándole que irían de caza, solo que él sería el encargado de usar el rifle.
Resguardados tras una roca, espiaban a su presa, Gerard con el rifle en sus manos enfocaba a través del lente al ciervo que sería su alimento, Frank estaba a su lado conteniendo incluso la respiración; un disparo sonó, limpio y certero impacto contra el pecho del animal, justo en su torso yendo directamente a su corazón.
La pobre criatura dio un par de pasos y se desplomó sobre el pasto.
—¡Woah!, qué bien lo hiciste Gee —exclamó Frank emocionado, dando pequeños saltos y empujando el hombro de Gerard con alegría.
"¿Gee? No se de donde salió pero me gusta" Pensó Frank.
—Estaba harto de verte que fallaras —le respondió Gerard contento por su hazaña devolviendole el empujón y sonriendo un poco.
—Vamos rápido o los vigilantes del servicio forestal nos pueden pillar —dijo muy cerca de Gerard, inclusive invadiendo su espacio personal, Way le dedicó una mirada rápida y se incorporó del suelo, con el rifle en enganchado por la correa en su brazo y con Frank siguiendo sus pasos fue hasta al animal, entre los dos lo llevaron al lugar donde encendían la fogata y se resguardaban en la pequeña tienda.
Al atardecer ambos ya habían degustado de una porción grande de asado y cocinaron el resto para tener comida para otro dos días al menos, los restos del animal fueron enterrados al pie de uno de los pinos en aquel inmenso bosque.
—Dios, estoy cansado de viajar 4 horas al día, desayuno contigo, vuelvo con las ovejas luego las dejo por la tarde, cuando tu no llegas vengo a cenar y me paso la noche pendiente de los coyotes y espantandolos —mencionó Frank depositando junto a Gerard un puñado de ramas secas para el fuego—. Toro no puede hacerme esto —dijo antes de comenzar a sacarse los guantes de las manos.
—¿Quieres cambiar? No tengo problema con dormir ahí —le comentó Gerard mientras movía la cuchara con la que preparaba el desayuno, sin despegar sus ojos del contenido dentro del sartén.
—No sé trata de eso Gee, se supone que los dos deberíamos de estar aquí todo el tiempo, además esa jodida tienda huele a pipí de gato.
—En serio Frank, no me importa subir y cuidar de las ovejas.
—Me encantaría cambiar, pero no se cocinar —sus ojos vieron un momento a Gerard, como su cabello caía casi sobre sus ojos y su nariz respingada se marcaba perfectamente—. Aunque soy bueno abriendo latas —le dijo con una sonrisa tonta y se llevó la taza de café a los labios.
—Por favor, no puedes ser peor que yo —Gerard rodó los ojos y sirvió el desayuno en los platos—. Toma.
—Gracias.
Frank a pesar de no haber amanecido con el mejor humor se esforzó por mantener una charla con Gerard, le comentó un poco sobre su vida en Texas y al menos logró saber que compartía ciertos gustos con Gerard, como por ejemplo observar los fuegos artificiales el 04 de Julio, para el pelinegro era costumbre ir a verlos cada año en una zona verde y Frank no pudo evitar el pensamiento que rondó su mente, imaginando un escenario en el que podía acompañar a Gerard a verlos, tan solo sonrió ante tal cosa.
—¿Estás seguro que quieres ir? —le preguntó a Gerard por tercera vez, estaba de pie junto a él mientras Gerard acomodaba sus cosas sobre el caballo.
—Ya te lo dije Frank, en verdad no hay problema.
—No dormirás nada.
—Ya, te veo mañana.
—Hasta mañana —le respondió al viento puesto que Gerard ya estaba avanzando colina arriba a cuidar al rebaño, esa noche el se quedaría a cargo de los animales para que Frank descansara durante la noche.
Su cansancio en realidad era tanto que luego de terminar de fumar su cigarrillo, recostó su cabeza sobre la funda donde iba a dormir, cerró sus ojos y los volvió a abrir cuando sintió su hombro ser movido con algo de brusquedad, con pesar se levantó y talló sus ojos, ya había amanecido, el sol iluminaba nuevamente y Gerard ya había regresado de la colina, Frank se regaño mentalmente por no haber despertado a tiempo para tratar de preparar el desayuno.
Pero que iba a preparar si ni siquiera sabía hacer un par de huevos revueltos, se dispuso a sentarse a la par del fuego, lo encendió y colocó la olla para el agua del café, con su navaja comenzó a abrir las latas de los frijoles, volteo un poco de estas sobre sus pantalones al ver que Gerard estaba sin camisa al lado suyo, por una fracción de segundos observó su pálido torso pero devolvió su mirada a las latas antes de ser descubierto por su compañero.
—Maté un coyote allá arriba, cabronazo el desgraciado —Gerard continuaba sacandose la ropa para asearse, actuaba tranquilamente mientras Frank tragaba grueso para evitar la tentación de quedarse admirando como desabrochaba el cinto de su pantalón—. Era enorme, parecía que podía comerse un camello.
—Ajá.
—Calentaré un poco de agua, hace mucho frío allá arriba.
—Bien, ten tus frijoles —colocó la lata frente a Gerard y le dio la espalda, tomando un par de patatas y para comenzarlas a pelar, quizas asi lograba distraer su mente.
A pesar del par de semanas que llevaba conviviendo en Brokeback era la primera vez que se aseaban tan cerca, ya que Frank siempre lo hacía cuando estaba en la soledad de la colina y al no pasar tanto tiempo con el pelinegro nunca lo había visto así, la cuestión no estaba en que él fuera un mojigato, que le avergonzaba ver a otro hombre desnudo, el problema radicaba en que ese hombre era Gerard, su nívea y en apariencia, tersa piel era como un imán para los ojos de Frank, así como se quedaba admirando por largos ratos su rostro lo podría hacer con su cuerpo, pero eso no estaba bien, lo que menos quería era incomodarlo y acabar con la poca amistad que tenían.
Solo podía escuchar el ruido del agua impactar contra aquel cuerpo a escasos metros suyo, sacó un cigarrillo y se alejó hacia los árboles a fumarlo, necesitaba tener su mente despejada y alejar esos pensamientos. Al cabo de veinte minutos regreso, encontrando a Gerard terminando de comer sus frijoles, una sonrisa estúpida se formó en su rostro y sin saber porqué le mostró a Gerard la hebilla plateada de su cinturón.
—Pasó de rodeo Frank —le dijo Gerard antes de devolver la mirada su comida—. ¿Para qué sirve montar un animal durante 8 segundos?
—Para ganar dinero.
—Mmmm, bueno es cierto, si es que no te matan a patadas antes —los dos rieron un poco.
—Mi papá montaba toros en su época, era muy bueno y conocido —sacó una botella de whisky y sirvió un poco en las tazas vacías que estaban frente suyo.
—Gracias —musitó Gerard.
—Nunca soltó sus secretos —continuó relatando—. No me enseñó nada ni mucho menos fue a verme nunca —un aire de melancolía se apoderó de su voz—. ¿Tus hermanos se portaron bien contigo? —preguntó cambiando de tema.
—Bueno hicieron lo que pudieron cuando mis padres murieron, considerando que no nos dejaron más que $24 en una lata de café —dio un sorbo a su bebida y prosiguió—. Fui un año al instituto antes de que la camioneta fallara, ya no tenia como viajar, luego de eso mi hermana se casó y se fue a vivir a Casper, mi hermano y yo trabajamos en un rancho cerca de Workland hasta que cumpli los 19, entonces el se casó y yo sobraba —dijo con un encogimiento de hombros, mantuvo la mirada pegada a su taza, como si el líquido dentro de ella fuese lo más llamativo del mundo, nunca había hablado tanto sobre él mismo durante tanto tiempo con alguien, ni siquiera con Elizabeth, pero justo en ese momento, sentía mucha calidez en el ambiente, una que le embriaga de paz—. Así fue como vine a parar acá.
Frank lo miró con una sonrisa de lado en sus labios, Gerard lo vio por cortos instantes a los ojos.
—¿Qué?
Frank sin apartar la sonrisa le respondió.
—Son más palabras de las que has dicho en 15 días.
—Y en un año —le respondió sonriéndole también, quizás era culpa del licor, porque se acomodó mejor en su lugar y continuó hablando—. Mi padre manejaba el lazo, pero no participaba en el rodeo, él creía que los vaqueros de rodeo estaban locos.
—Una mierda —le dijo Frank viéndolo ofendido, de la nada saltó de su lugar y comenzó a gritar fingiendo estar en el rodeo.
—Ves que si lo están —le dijo Gerard riéndose de las piruetas de Frank, quien al dar saltos a ciegas hacia atrás se tropezó y cayó sobre las ollas rompiendo en carcajadas junto a Way—. Mi papá tenía razón.
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