Chapter 17: 24 Horas
Era aún muy temprano cuando llamaron a la puerta del departamento. El llamado era tan insistente que se alarmó un poco y se apresuró a abrir. Grande fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con Kuchiki Soujun.
- Buenos días, Tsukishima – Dijo con tono muy serio – Ginrei-sama quiere conversar contigo, es importante.
- Aún es temprano, iré a la mansión Kuchiki a mediodía – Dijo en tono despreocupado, después de todo no era un Kuchiki y esas cosas de la solemnidad y el respeto no le interesaban para nada.
- Ginrei-sama te espera en la mansión en 30 minutos, tengo el coche y un chofer esperando abajo – Insistió Soujun, notó que Tsukishima estaba por negarse, por lo que agregó – Hazlo por la memoria de Hisana – Tsukishima frunció el ceño.
- Bajaré en diez minutos, esperen en el coche –Respondió secamente antes de cerrar la puerta. No entendía como eran capaces de mencionar siquiera el nombre de Hisana, iría para decirle a Ginrei una cuentas verdades sobre el futuro líder de los Kuchiki… frenó sus pensamientos, aún si quisiera no podría, Hisana le había hecho jurar que pasara lo que pasara nunca debía contar nada. Tras una ducha rápida eligió un traje casual y un grueso abrigo, había nevado la noche anterior así que el clima estaba más frío, guardó el móvil de Sui en un bolsillo del abrigo y salió. El camino hacia la mansión Kuchiki transcurrió en sepulcral silencio, más parecía que estuviera camino a la horca o algo por el estilo, no necesitaba ser muy listo para darse cuenta que los ánimos estaban caldeados, sea lo que fuera lo que estaba pasando parecía grave, se distrajo viendo por la ventana la delgada capa de nieve que se formó en los techos de algunas casas, entre las ramas de algunos árboles, en las veredas… Hisana disfrutaba tanto la nieve. Apenas llegaron a la mansión Soujun lo guio hacia el estudio, una mucama dejó algo de jugo y café pero Tsukishima no estaba de ánimos, lo que sea que estuviera pasando quería descubrirlo ya.
- Buenos días, Shukuru – Ginrei entró con tanta solemnidad que a Tsukishima le extrañó que Soujun no se despojara de su saco y lo tendiera en el suelo para que el jefe de los Kuchiki lo pisara.
- Buenos días, Kuchiki-sama – Mencionó el "sama" con tono de voz tan bajo que apenas fue perceptible. Ginrei tomó asiento en el sillón que se encontraba delante suyo y Soujun permaneció de pie a un lado, con actitud solemne.
- Me disculpo por hacerte venir tan temprano, pero en verdad es algo importante – Ginrei bebió algo de café y Tsukishima hizo lo mismo, esperando que continuara – Cuando me enteré que estabas por Japón me alegré mucho y esperé pacientemente alguna visita tuya pero hasta ahora no ocurrió.
- Me disculpo por ello, he estado algo ocupado –Tsukishima recordó que en efecto, había prometido visitar a Ginrei y jugar una partida de shogi, pero tras conocer a Sui lo demás pasó a segundo plano.
- Y puedo ver que dejaste de utilizar el anillo de casado – Ginrei continuó bebiendo café. Tsukishima supo de inmediato que Ginrei intentaba envolverlo cual serpiente hasta obtener lo que fuera que deseara, pero con él no podría.
- Soy viudo, y aunque quisiera olvidarlo, mañana se cumplirán 3 años de eso, simplemente decidí que era momento de continuar, así que no le encuentro nada de extraño a dejar de usarlo – Tomando un par de sorbos de café, un rastro de melancolía se dibujó en su mirada, el día en que se deshizo de su anillo de bodas fue el mismo en que conoció a Sui.
- Comprendo – Ginrei dejó la taza de café sobre la mesita de centro - ¿Y no hay alguna joven detrás de ese inesperado cambio? He oído que has mandado a demoler la casa que compartiste con Hisana en Norteamérica y que piensas construir otra.
- Simplemente decidí que era momento de dar vuelta a la página, por eso vine a Japón – "aunque las cosas cambiaron repentinamente, gracias a Sui" pensó.
- ¿Y podrías decirme que relación tienes con la asistente de Shihôn Yoruichi? Me contaron que en una revista del medio se rumoreaba que andabas en salidas con la líder de los Shihôn pero conozco lo suficiente a Yoruichi para saber que su corazón pertenece a otro caballero – Ginrei decidió que era momento de hacer la pregunta crucial, Tsukishima hizo una breve pausa y frunció el ceño. Soujun se tensó.
- Disculpen, pero no entiendo el motivo de la pregunta – Tsukishima deliberó mentalmente y solo pudo intuir que tal vez Ginrei considerara inapropiada sus salidas con Sui, pero él no era un Kuchiki, desposó a una de las integrantes de la familia pero nada más, entonces, ¿Con qué derecho se inmiscuían en su vida personal?
- Seré más directo entonces, ¿Qué tipo de relación tienes con la señorita Feng Sui? – Ginrei lo miró fijamente, con mirada serena.
- No voy a contestar ninguna pregunta, ni ella ni yo formamos parte de los Kuchiki así que no estoy obligado a someterme a este absurdo e innecesario interrogatorio, si me disculpan – Tsukishima se puso de pie, ofuscado, ¡Cómo se atrevían a espiarlo! Porque esa era la única forma en que podrían haberse enterado de sus salidas con Sui. Hizo una venia más por compromiso y empezó a caminar hacia la puerta, dispuesto a marcharse de allí. Quería ver a Sui para devolverlo su móvil y preguntarle por el misterioso dueño del "?" que apareció ayer en la pantalla del móvil.
- La señorita Feng es la prometida de mi hijo Byakuya – Las palabras de Soujun resonaron por toda la habitación y Tsukishima se detuvo, ¿Qué clase de broma absurda era esa?
~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~ o~
Abrir los ojos y descubrir que son más de las ocho es para entrar en pánico. Y eso hizo precisamente Sui. Tuvo que cambiarse en tiempo record y salir corriendo a tomar un taxi, felizmente estaba en su departamento pues si hubiera estado en el dúplex el resultado hubiera sido aún peor, ¿Por qué fuerza de la naturaleza no oyó la alarma de su móvil? Se preguntó mientras el taxista se abría paso en el cada vez más pesado tráfico de Tokio. Buscó malhumorada en su bolso, seguramente se quedó sin batería. Buscó y rebuscó, pero nada. Lo que le faltaba, seguramente lo había dejado en la oficina. Su jefa se colgaría de eso para gastarle bromas indudablemente. Hizo memoria, en efecto, fue Tsukishima quien tomó su bolso y abrigo y la obligó a salir de su oficina. Se reprochó mentalmente por ser tan descuidada, algo le estaba pasando y el recuerdo del día anterior en el restaurante chino la embargó. "Estúpidas revistas de chismes", pensó mientras sacudía la cabeza, no solía comprar ese tipo de revistas pues no eran más que una pérdida de tiempo, tenía que concentrarse en su trabajo, y nada más.
Al llegar a la oficina Yoruichi la miró con preocupación. Después de disculparse reiteradas veces fue a su oficina y buscó en todos los cajones y rincones, pero nada, su móvil seguía sin aparecer. Tomó uno de la corporación y agradeció tener aún la gastada agenda con la mayoría de números apuntados en ella, más tarde tendría que ir a comprar otro.
- Deberías llamar para bloquear el número – Dijo Yoruichi mientras iban camino a una reunión con una entidad financiera, las exportaciones iban tan bien que necesitaban más capital para insumos.
- Lo hice hace un rato, en verdad lo lamento, Yoruichi-sama – Se disculpó una vez más.
- Sui, ¿Ocurre algo? – Yoruichi se detuvo para esperar el elevador, Sui se quedó de pie, en silencio, a su lado – Sui, desde ayer te noto algo distraída, y te quedaste en la oficina hasta muy tarde, tenías tiempo de no hacerlo, ¿Pasó algo?
- Tenía trabajo atrasado, eso es todo – Respondió Sui. Las puertas del elevador se abrieron y ambas entraron.
- ¿Segura? – Insistió Yoruichi, conocía muy bien a Sui y algo de fatiga no haría que anduviera distraída o mucho menos olvidara donde dejó su móvil. Sui suspiró.
- Llamó un familiar y me comentó que mi abuelo ha estado enfermo – Bueno, no era toda la verdad pero decirle a su jefa "me enteré que mi esposo esta con otra mujer por una revista de chismes, pero no se preocupe porque es un matrimonio arreglado" no era algo que debiera hacer.
- ¡Oh, Sui, cuánto lo lamento! – Exclamó Yoruichi -¿Quieres unos días para viajar a Francia?
- No es necesario, Yoruichi-sama – Sui agachó la cabeza – No creo que mi abuelo quiera verme.
- Sé qué después de la muerte de tu abuela la relación con tu familia no es buena, pero si alguien te avisó es por algo, tal vez no pueda esperar hasta primavera, si necesitas tiempo para viajar, avísame, te debo tanto, Sui – Comentó Yoruichi, Sui casi pudo divisar un aura maternal en su jefa.
- Llamaré para preguntar cómo sigue – Sui había pensado hacerlo de todos modos – Disculpe por molestarla con asuntos personales.
- No es nada, Sui, tú y Tsukishima nos ayudaron a Kisuke y a mí, así que nos sentimos en deuda con ustedes, cualquier cosa que pueda hacer por ti, solo pídela – las puertas del elevador se abrieron, una larga mañana las esperaba.
Terminaron la reunión pasando las dos de la tarde. Almorzaron con los socios del banco por mera cortesía y porque tras mucha negociación llegaron a un acuerdo favorable para las dos partes. Al volver a la oficina encontraron a Kisuke y su asistente conversando amenamente en la sala de juntas. A Sui no le extrañó ni le incomodó, en cierto modo estaba aceptando que Kisuke era un mal necesario que hacía feliz a su jefa. La reunión pareció más una conversación entre amigos y fue bastante agradable. Como era de esperarse al finalizar terminaron los cuatro cenando en un pequeño pero confortable restaurante, la nieve empezó a caer nuevamente. Tras despedirse tomó un taxi para volver a su departamento, Shinji se había ofrecido a llevarla pero ella prefirió que llevara a Yoruichi y Kisuke a la residencia de los Shihôn. Observó por la ventana, cada vez la cantidad de vehículos transitando por las calles se iba reduciendo, era de esperarse, nevaría más que el día anterior. Faltaban un par de calles para llegar cuando le pidió al taxista que se detuviera. Era extraño pero de pronto sintió la necesidad de caminar. Cruzó la calle y avanzó ajustando los botones de su abrigo, últimamente no había salido a correr y con la caída de la nieve sería imposible hacerlo por un tiempo. Había tantas cosas que había dejado de hacer, cosas que disfrutaba mucho. Un fugaz recuerdo de una tarde de invierno en la casa Feng en Francia le hizo esbozar una sonrisa, la abuela Sui tocando el piano para su contingente de nietos que la escuchaban atentamente sentados al lado de la chimenea, aquellos días, aunque fueron muy pocos, fueron espléndidos. Se detuvo al llegar al puente en medio de un parque, al empezar a cubrirse de nieve se veía aún más parecido a un paisaje de la era Edo. ¿Cuántos meses habían pasado desde aquel día?
- ¿Por qué estás aquí, Sui? – Preguntó una voz conocida que no oía hace un tiempo, se giró y parpadeó un par de veces para confirmar que no era un espejismo…
- Byakuya – Susurró, sin poder salir de su asombro.
- Nunca deja de sorprenderme lo mucho que te gusta correr y caminar – Comentó Byakuya, tratando de mantener la extraña atmósfera que se estaba formando entre ellos.
- Creí que estaba en Londres – Sui desvió la mirada, aquellos ojos grises parecían cargados de dudas y preguntas, pero exhibían un brillo misterioso en el que nunca había reparado antes, un brillo que amenazaba con confundirla aún más.
- En Francia, para ser más precisos – Byakuya se acercó a ella y sacudió los finos copos de nieve que empezaban a acumularse en los hombros del abrigo del Sui – Deberíamos volver – Deslizando suavemente su mano por la manga del abrigo de Sui hasta capturar su mano.
- Claro – Sui sintió sus mejillas arder apenas la mano de Byakuya tomó la suya, ¿Por qué las manos de Byakuya eran siempre tan cálidas y confortables? Sintió como si fuera otra vez esa niña sentada al lado de la chimenea mientras su abuela tocaba el piano, emprendieron el camino de regreso al edificio donde estaba su departamento.
- ¿No te gusta el dúplex? – Preguntó Byakuya, su voz se oía calmada y serena, todo lo opuesto a su mirada.
- ¿Eh? – Sui no supo que responder.
- Me contaron que dejaste el dúplex apenas me marché a Europa – Byakuya decidió que lanzaría una pregunta a la vez – Si no te gusta el dúplex puedo buscar otro lugar, más céntrico, tal vez.
- El dúplex está bien, es solo que me quedaba algo lejos del trabajo y como no ibas a estar allí no creí que fuera necesario quedarme – Respondió Sui, con total sinceridad.
- ¿Te quedabas en el dúplex solo porque yo estaba allí? – Una extraña emoción embargó a Byakuya.
- Si, era parte de nuestro acuerdo, ¿Lo olvidaste? –Sui sintió claramente como Byakuya movía sutilmente su mano hasta entrelazar sus dedos con los suyos, otra vez sintió sus mejillas arder.
- Pero cuando salí a otros viajes si te quedabas en el dúplex – Preguntó un pensativo Byakuya.
- Porque sabía que volvería pronto, pero esta vez dejó una carta diciendo que le tomaría un mes volver, así que pensé que sería conveniente volver a mi departamento solo hasta que volviera, no imaginé que alguien le fuera con el chisme – Sui frunció el ceño, no tenía idea del efecto que sus palabras tenían sobre Byakuya, lo feliz que lo hacían.
- Gracias – Dijo, con una sonrisa.
- ¿Por qué me agradece? – Sui lo miró confundida.
- Por ser tan sincera siempre – Byakuya se inclinó para besarla en la frente, con ternura. Solo entonces Sui pudo notar las ojeras en sus ojos.
- ¿Terminó con los negocios en Europa? – Decidió preguntar, tuvo un extraño presentimiento. Byakuya caminaba algo lento y no había tanta nieve aún.
- Bueno, aún quedan cosas por hacer, espero que Abarai no se moleste conmigo – Byakuya se puso algo serio – Te estuve llamando y no contestabas.
- Oh, perdí mi móvil, Yoruichi-sama tendrá un motivo para gastarme bromas el resto del mes – Respondió Sui.
- ¿Perdiste tu móvil? – Preguntó un perplejo Byakuya.
- Así es, llegué tarde al trabajo esta mañana porque mi alarma no sonó y solo entonces me di cuenta que no lo tenía conmigo – Sui hizo una breve pausa, una idea algo descabellada cruzó por su mente – Un momento, no me diga que hizo el viaje desde Francia solo porque no contesté sus llamadas.
- Me preocupé – "Porque un hombre contestó tu móvil", quiso agregar pero consideró que ya no era necesario, después de todo pudo ser cualquiera que encontrara el móvil de Sui, y ahora estaba con ella y ya no le importaban los rumores de Ginrei o Soujun.
- Al menos le dijiste a Abarai que vendrías –Byakuya no respondió - ¿No lo hiciste?
- Abarai estará bien, es más resistente de lo que parece – Byakuya trató de restarle importancia al asunto.
- Es tu asistente, debe andar como loco, temiendo lo peor – Sui intentó soltarlo para buscar el móvil que tomó de la compañía de los Shihôn para que llamara al pobre Abarai, pero Byakuya no la soltó.
- Ya estamos llegando a tu departamento, lo llamaré cuando estemos allí – El tono de voz de Byakuya se oyó cansado. Además de las ojeras Sui notó que lucía más pálido de lo habitual.
- ¿Se encuentra bien? – Sui se apresuró a empujar la puerta del recibidor y hacerlo pasar.
- Solo estoy algo cansado, creo – Byakuya la guio hasta el elevador, recordó el día que hizo aquel mismo recorrido solo para luego bajar con la que ahora era su esposa. Sui llevaba un simple vestido de cóctel y su larga cabellera sujeta en una coleta, el verano estaba llegando a su fin. Sin darse cuenta aflojó un poco el agarre.
- Cuando lleguemos le prepararé algo caliente, debe ser jetlag, Francia está a varias horas – Sui hizo malabares para buscar las llaves en su bolso con su única mano libre. A Byakuya le pasaba algo más que solo fatiga. Apenas entraron al departamento Byakuya empezó a tambalearse, a duras penas alcanzó a llevarlo a su habitación, el futuro líder de los Kuchiki ardía en fiebre. Con pasos rápidos fue a la cocina para preparar algo de té y medicinas, al volver a la habitación se sorprendió al encontrar a Byakuya en la misma posición en que los había dejado, sentado en la cama – Le dije que descansara un poco – Dijo a modo de regaño, dejando la taza de té y las medicinas sobre la mesa de noche.
- Bueno es solo que… es la primera vez que entro en tu habitación – Byakuya empezó a beber el té y tomó las medicinas. Sui de pronto se sintió un poco avergonzada. Su habitación no era precisamente "femenina", ella prefería ser práctica, no era de las que ponían flores en la habitación, ni llenaba las paredes de cuadros ni tenía muebles rosas o cosas por el estilo.
- Tenga, llame a Abarai – Sui le alcanzó un móvil. Byakuya acababa de terminar el té.
- ¿Podría llamarlo después de dormir un poco? Creo que tienes razón y tengo que descansar – Tenía un terrible dolor de cabeza y malestar en todo el cuerpo pero estaba tratando de hacerse el fuerte, sabía que si llamaba a Abarai este le pediría que volviera de inmediato.
- Kuchiki-sama – Sui puso mucha seriedad en su tono de voz – No debería ser tan desconsiderado con su asistente.
- Abarai estará bien, le dejé una nota con instrucciones – Tomando el móvil que le ofrecía Sui - Lo llamaré cuando despierte – Dejándose caer sobre la cama, sentía los párpados muy pesados y casi de inmediato se quedó dormido, entre sueños le pareció oír que Sui seguía regañándolo. Sui abrigó a Byakuya con unas mantas y empezó a buscar en los bolsillos de su abrigo, solo encontró el móvil de Byakuya que estaba sin batería, sus documentos y algo de efectivo. Se reprochó a sí misma por no haber anotado el número de móvil de Renji en su agenda, no tenía forma de avisarle que Byakuya se encontraba bien… bueno, con fiebre pero fuera de peligro. "Es un desconsiderado" pensó mientras bebía algo de té y velaba el sueño del futuro líder de los Kuchiki. Con sumo cuidado tocó su frente y notó que estaba caliente, por lo que fue a buscar una toalla para humedecerla y colocársela. Intentó calcular la diferencia horaria entre Japón y Francia, considerando que Byakuya abordaría el primer vuelo a la mañana siguiente, solo habría estado fuera de Francia poco más de 24 horas, Abarai podría manejar la situación, o al menos eso esperaba. Cambió la toalla dos veces más, para ayudar a disminuir la fiebre de Byakuya, él parecía haberse quedado profundamente dormido, lucía tan tranquilo, la palidez de su rostro empezó a atenuarse y Sui se sintió satisfecha pues todo indicaba que la fiebre estaba controlada. Empezó a sentirse cansada, tuvo un día ajetreado, estaba pensando en tomar un par de mantas e ir al sofá a descansar pero el sueño le venció y se quedó dormida sentada en la silla al lado de la cama.
Byakuya abrió los ojos lentamente, aún le pesaban un poco los párpados pero al menos el molesto dolor de cabeza se había ido, se sorprendió al encontrar a Sui en una posición algo incómoda, medio sentada en una silla con la frente apoyada sobre la cama, intentó mover la mano para acariciarle la cabeza pero notó que la mano de Sui estaba reposando sobre la suya, una sensación indescriptible le recorrió de pies a cabeza, cálida y confortable, las únicas personas que cuidaron de él cuando estaba enfermo fueron su madre y Paulette, Sui nunca dejaba de sorprenderle, era distinta a todas las mujeres que había conocido y sobretodo impredecible. Sonrió. Se incorporó un poco y su mano libre rodeó los hombros de Sui y tiró suavemente de ella para acomodarla a su lado. Como era de esperarse una adormilada Sui lo contempló perpleja y al tomar conciencia plena de lo que estaba pasando abrió sus ojos de par en par y Byakuya pudo contemplar aquel tono de gris en ellos que cada minuto que pasaba le parecía más fascinante.
- Ku-chiki-sama – Pronunció Sui, algo incómoda y sorprendida.
- Solo unos minutos, por favor – Pidió Byakuya, su mirada reflejaba ternura, ya no había ningún atisbo de duda. Sui volvió a sentir su corazón latir desbocadamente, era la segunda vez que sucedía y el causante era la misma persona, Kuchiki Byakuya.
- Tiene que ir al aeropuerto – Sui no lograba entender lo que le estaba pasando pero era algo que no le gustaba del todo, en realidad, solía evitar cualquier cosa que saliera de su entendimiento y en esos momentos su mente parecía estar diluyéndose y eso empezaba a aterrarle.
- Lo sé – Suspiró Byakuya. Deseaba unos minutos más con Sui entre sus brazos pero tenía que abordar un avión hacia Francia. Algo decepcionado la liberó, casi de inmediato Sui se sentó.
- Voy a prepararle algo para desayunar – Sui se apresuró en salir para la cocina, los latidos de su corazón aún seguían acelerados. Byakuya la observó salir y paseó la mirada por la habitación. Nada de excentricidades ni pomposidad, le recordaba un poco a la oficina de Sui en las empresas de los Shihôn. Notó que en una silla se encontraba su abrigo junto a una toalla y útiles de aseo, por lo visto Sui se había anticipado, aunque no quisiera tendría que volver a Francia. A los pocos minutos estaba sentado en el pequeño comedor, Sui había preparado ese café que tanto le gustaba pero no podía gozar de su compañía pues ella también tenía que prepararse para ir a trabajar. Encontró su móvil sobre la mesa del comedor, sin mucho ánimo lo encendió, al parecer Sui también se había preocupado por cargar la batería, casi de inmediato llegaron una sin fin de mensajes de llamadas perdidas y otros de Renji preguntándole en donde se encontraba. Estaba por marcarle pero su móvil empezó a timbrar.
- ¿Si? – Respondió, con extrema tranquilidad.
- ¡Kuchiki-sama! – Se oyó el grito del obviamente estresado asistente - ¡En dónde se encuentra!
- Estoy en Japón – Byakuya dio un vistazo por la ventana, había más nieve que el día anterior.
- ¡QUEEEEE! – Byakuya tuvo que alejar un poco el móvil, su asistente estaba más "gritón" de lo normal.
- Estoy camino al aeropuerto, tenía algo importante que hacer – Byakuya suspiró, daría lo que fuera para quedarse.
- Logré posponer la reunión para las 2 de la tarde –Dijo un nervioso Renji.
- Llegaré a tiempo, recuerda la diferencia horaria, nos vemos a las 2 – Byakuya colgó. No estaba de ánimo para viajar pero tendría que hacerlo, Sui se aclaró la garganta y de inmediato captó la atención de Byakuya.
- Llamé un taxi para que lo lleve al aeropuerto y está esperando abajo – Sui también estaba lista para ir a las oficinas de los Shihôn. Byakuya recogió su abrigo y la siguió. Era extraño, esperarla mientras cerraba la puerta del departamento, luego caminar en silencio hasta el elevador, aún era temprano así que no se toparon con nadie, y llegaron al primer piso. Tal como dijo Sui, había dos taxis esperando, seguramente uno para él y otro para ella – Que tenga buen viaje, Kuchiki-sama – Dijo ella, antes de hacer una reverencia.
- Byakuya – Replicó él, Sui lo miró sin entender –Ayer me llamaste por mi nombre, Shaolin – Sui parecía estar a punto de decir algo pero Byakuya no la dejó, se inclinó un poco y la besó. No era de esos besos fugaces que le robaba de cuanto en cuanto ni tampoco como el beso posesivo que le dio en la fiesta del menor de los Shihôn, este vez fue más suave, y calmado – Volveré en una semana – Dijo antes de salir del recibidor, dejando atrás a una confundida Sui. "De ahora en adelante haré lo posible para que aceptes ser mi esposa, porque te amo" pensó antes de subir al taxi.
~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~ o~
Aquella fría mañana salió temprano del departamento que rentaba, el día anterior fue bastante confuso y hasta algo molesto. Manejó hasta una zona alejada, como todas las familias de renombre, los Kuchiki tenían un mausoleo familiar. Luego de estacionar el coche sacó las flores que había comprado y empezó a recorrer la vereda. Era paradójico pero pudo disfrutar de un verdadero matrimonio solo cuando supieron que le quedaba poco tiempo de vida a Hisana. De pronto aceptó irse a vivir con él a Estados Unidos y se convirtió en la esposa amorosa con la que siempre soñó. Lástima que solo fueron unos meses. Lástima que no pudo tener una familia, como tanto soñaba. Llegó al mausoleo de los Kuchiki, un viejo guardián se acercó y se ofreció a ayudarlo, la tumba de Hisana tenía flores marchitas, Tsukishima agradeció pero quería ser él quien arreglara la tumba de su difunta esposa, a solas. El guardián se retiró indicándole que cualquier cosa que necesitara no dudara en pedirla. Cuando estuvo a solas de nuevo empezó a retirar las flores, y a hablar en voz alta: Sigo enojado, ¿Sabes? He mandado demoler la casa que tanta te gustaba, de pronto sentía que sin ti ya no podía vivir más allí ni en ningún otro lugar – Tomó algo de aire –Encontré estas rosas de mayo – Acomodando las flores que había traído - Pasé meses buscándolas, no me parecen flores lindas y el color que me pediste, no existe… Hisana ¿Quién te dijo que existían rosas de mayo grises? El gris es un color muy triste, como tu mirada el día de nuestra boda, por eso elegí estas de color lila, como tu mirada cuando estabas feliz – Dudando un poco antes de continuar – Aún ahora no entiendo ¿Por qué te casaste conmigo si no me amabas? Estaba seguro que me dejarías plantado en el altar, sobretodo porque él se atrevió a estar allí, y sin embargo dijiste "acepto" y yo como idiota me sentí feliz –Tsukishima bajó un poco el tono de su voz – He conocido a alguien, completamente opuesta a ti, no es una refinada dama de alta sociedad que sueña con casarse con un príncipe encantado, es más, a veces creo que si tuviera un príncipe en frente le prepararía algo de beber y le preguntaría sobre posibilidades de negocios con los Shihôn – Tratando de ahogar una risa – Es una mujer maravillosa que desconfía de todos para protegerse… por eso no entiendo – Cambiando a un semblante completamente serio – Porqué está comprometida con Byakuya – Sin ocultar el tono de desprecio al pronunciar aquel nombre – Como escuchaste, "tu príncipe" está comprometido pero todo indica que es por fastidiar a los demás, seguramente cuando se convierta en el nuevo líder de los Kuchiki buscará a otra más digna de convertirse en la señora Kuchiki, hay rumores de una posible relación con Shutara Senjumaru, yo te lo dije muchas veces pero nunca me creíste, pero ella no se merece eso – Cerrando los ojos, evocando un recuerdo – "Eres libre de decidir si te conformas con lo que te da la vida o elegir tu propio destino y luchar por conseguirlo" cuando me dijiste eso no supe muy bien el porqué, pero ahora estoy decidido – Sacando el móvil de Sui del bolsillo de su abrigo – Voy a romper la promesa que te hice, voy desenmascarar a Byakuya ante Sui y si es parte de mi destino, lucharé por ella.
Tras permanecer unos minutos más decidió que era hora de marcharse, Hisana formaba parte de su pasado, un doloroso pasado que procuraría no volver a repetir. Mientras hacía el camino de regreso vio acercarse a una joven pareja, la mujer llevaba a una bebé en brazos y su acompañante, un joven con peculiar tono anaranjado en el cabello, sostenía dos ramos de flores, el destino estaba a punto de hacer otra jugada.
.
.
.
.
Era una bella mañana de primavera, incluso las frías paredes del castillo de Châteauneuf–en–Auxois parecían rebosar de color y alegría, sin embargo, en una de las habitaciones principales, aislado por su propio bienestar, se encontraba un niño de unos 11 años de edad. No era raro que cada vez que llegaba la hora de los alimentos (desayuno, almuerzo, lonche y cena) las criadas temblaran pues el niño era muy temperamental y egocéntrico y varias veces habían salido huyendo del mal carácter de aquel niño. Los días aburridos y en aislamiento empeoraban el estado de ánimo del niño, hasta que empezó a oír las notas de un piano por las tardes. Reconoció la melodía de inmediato, el concierto 21 de Mozart, algún día se convertiría en el futuro líder del clan familiar así que parte de su formación incluía conocimientos de arte, cultural general y música. Pudo notar que cada día la música se oía mejor y su curiosidad por saber quién tocaba pudo más y salió de su confinamiento para recorrer los pasillos hasta dar con la puerta que abrió con mucha prisa, como era de esperarse la música se detuvo de inmediato, y divisó frente al piano a una menuda niña de larga y oscura cabellera, que lo observó confundida.
- Al menos deberías mostrar algo de respeto – Dijo con mucha pretensión el niño.
- Disculpa, pero no tengo idea de quién eres – La niña se puso de pie y observó al niño de pie a unos metros de ella.
- Son Cang Du Louisenbarn, futuro líder de los Louisenbarn – Respondió el niño, mezcla de pomposidad e indignación. La niña hizo una reverencia de inmediato.
- Disculpe, creí que el hijo del señor Barragan estaba aislado por varicela – La niña se alejó un poco del piano.
- Así es, ¿Acaso no ves las odiosas marcas en mi rostro? – Cang Du cruzó los brazos con fastidio, seguramente aquella niña era hija de alguna de las criadas y pronto se echaría a correr, espantada por su enfermedad.
- Pero ya están sanando – La niña no se movió del lugar donde estaba, es más, parecía muy tranquila.
- ¿Acaso no tienes miedo que te contagie?
- No, ya tuve varicela cuando era más pequeña –Respondió con total naturalidad – Pero la señorita Yoruichi no y por eso tuvo de partir antes de terminar la primavera – Dijo con algo de tristeza en su voz.
- ¿Entonces tocas el piano porque estas triste porque se fue mi prima? – Cang Du se acercó a la niña, esperando infundirle miedo pero ella ni se inmutó.
- No estoy triste, estoy practicando, mi abuela dice que debo aprender a tocarlo y a la señorita Yoruichi le gusta así que voy a seguir practicando – La niña hizo otra vez una reverencia, dispuesta a sentarse en el piano de nuevo.
- ¿Puedes tocar música de Chopin? – Preguntó Cang Du, ahora de pie al lado de la niña.
- Solo sé parte de la opera 11 – Respondió la niña con modestia – No me da muy bien tocar su música.
- Por mi está bien, vamos, toca – Cang Du jaló una silla y se sentó, muy atento, esperando que tocara. La niña tocó alrededor de 10 minutos, tuvo algunas desafinaciones pero eso no pareció incomodarle a Cang Du, quien hizo un asentimiento con la cabeza como dando su aprobación una vez la niña dejó de tocar, luego miró alrededor.
- ¿Necesita algo? – Preguntó la niña, al notarlo algo inquieto.
- Tengo sed, pero parece que no hay nada que beber – Se quejó Cang Du.
- Le traeré algo enseguida, ¿Qué bebida desea? – La niña se puso de pie y espero atenta su orden.
- Té de durazno – Respondió Cang Du, de inmediato la niña se giró y caminó hacia la puerta – Espera, no me has dicho tu nombre.
- Oh, es cierto – Haciendo una elegante reverencia –Soy Feng Shaolin, de la novena generación del clan Feng.
…
Saludos
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top