Chapter 11: Nubes Negras

Terminó la primera pieza y el lugar se quedó en silencio. Rukia le había dicho que hicieran una pausa y luego de los aplausos (que por alguna razón Rukia creía que sucederían) tocaran la segunda pieza, pero el sepulcral silencio y el estar frente al piano le generó algo de ansiedad, quería que aquello acababa lo más pronto posible así que a los pocos segundos presionó suavemente algunas teclas y empezó a tocar nuevamente. Obviamente Rukia se sorprendió. Estaba bajando el violín de su hombro para hacer las respectivas reverencias para los aplausos que esperaba pues las veces que Hisana y ella tocaban los demás solían felicitarlas, ante la repentina reacción de Sui no tuvo más remedio que volver a acomodar su violín y esperar su momento para entrar con las notas melancólicas. Su corazón latía con tanta emoción que sentía que en cualquier momento se le saldría del pecho, estaba haciendo realidad el sueño que Hisana y ella tenían, todo lo opuesto a Sui, quien solo cuando tras tocar la última nota volvió a respirar con normalidad, y se puso de pie para alejarse de aquel monstruo de madera y cuerdas que tan malos recuerdos le traían, se giró y solo entonces se dio cuenta de porqué el sepulcral silencio en aquel inmenso salón, Kuchiki Ginrei se encontraba de pie junto a ellas, en el momento en que el anciano líder de la familia levantó sus manos para aplaudir todos los demás Kuchiki lo hicieron.

Kuchiki Ginrei se inclinó sutilmente para tomar una de las manos de Sui y con una delicadeza y elegancia únicas dejar un beso en el dorso de su mano. Ahora además de aplausos el lugar se llenó de murmuraciones. Era obvio que aquello disgustara al resto de los miembros de la familia.

– Ginrei–sama ¿Le gustó nuestra interpretación?–Preguntó una emocionada Rukia, al parecer ajena a lo que estaba ocurriendo.

– Claro que si, querida Rukia – Ginrei soltó la mano de Sui y dio un par de suaves y afectuosas palmadas en el hombro de Rukia – Nunca dejas de sorprenderme, tú y tu esposo de extraño color de cabello.

Rukia sonrió y caminó detrás de Ginrei, mientras los mozos esperaban que el jefe de familia retomara su lugar para empezar a servir la cena y unos músicos se acomodaban rápidamente para amenizar la velada. Sui los siguió sigilosamente, en silencio. Se sentía repentinamente confundida, por unos segundos le dio la impresión de que algunas lágrimas rondaban por el rostro del abuelo de Byakuya, y la forma en que la miraba, estaba cargada de nostalgia. Alguien se aclaró la garganta. Levantó la mirada y se topó con unos ojos grises que conocía muy bien. Byakuya saludó brevemente a su abuelo, pidió disculpas por la demora y junto a Ichigo quien también se había acercado para recoger a Rukia, le ofreció el brazo a Sui para ir a sus respectivos lugares. Había tantas cosas que quería preguntarle a Sui, pero aún no era el momento.
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Sui comió por mero compromiso, y porque prefería tener la boca llena antes que tener que hablar con los otros miembros de la familia que se encontraban sentados en la misma mesa. Rukia e Ichigo se fueron a una mesa más alejada, después de dar un rápido vistazo entendió como estaban dispuestos los lugares: los más influyentes y aquellos más cercanos al líder de familia tenían los lugares preferenciales en la mesa principal. Mientras menos rango tuvieran dentro del círculo familiar más alejados se encontraban, y ese era el caso de Rukia, pues prácticamente había perdido el apellido Kuchiki pues ahora se apellidaba Kurosaki, como su esposo, probablemente su hija, la pequeña Senna, nunca podría participar de los eventos familiares de los Kuchiki, tal vez por eso deseaba tanto tocar esa noche. Sintió que unos dedos le rozaban dando un par de golpecitos en su muslo derecho, de inmediato levantó la mirada y se dio cuenta que Bykuya la miraba fijamente, al parecer quería captar su atención y vaya que la había captado, la expresión de Byakuya era extraña, Sui no podía definir si estaba molesto o no, pero no era su expresión habitual de frío aristócrata.

– Vaya cajita de sorpresas que resultó, Feng–san –Kuchiki Soujiro lanzó este comentario como un afilado dardo – Y yo que pensaba que mi estimado primo había perdido el sentido común al comprometerse.

– Por favor, Soujiro, es el cumpleaños de Ginrei–sama – Intervino Soujun al ver la expresión de enfado que se dibujó en el rostro de su hijo.

– No he dicho nada malo, tío – Soujiro recorrió la anatomía de Sui con demasiada malicia y descaro –Solo dije que la señorita Feng debe tener muy buenas artes, nos sorprendió a todos tocando el piano, por ejemplo.

– Ten más respeto por tu primo y abstente de esos comentarios, tu prometida está sentada a tu lado, Soujiro – Soujun volvió a llamarle la atención a su sobrino. Sui se apresuró a beber algo de agua. No tenía intención de hablar con ninguno de ellos, pero sentía lástima por la joven que acompañaba a Soujiro, seguro aquel compromiso también era arreglado, aquella sociedad regida por dinero y conveniencias en verdad le enfermaba.

– Quiero agradecer a todos por su presencia en este día tan especial para mí – Kuchiki Ginrei se puso de pie y de inmediato todos guardaron silencio –Compartir con todos ustedes me hace muy feliz. Quiero aprovechar para felicitar públicamente a mi nieto, Byakuya, quien ha demostrado tener mucho criterio a la hora de hacer negocios, tanto que Yamamoto–sama ha solicitado tenerlo entre sus asesores por un tiempo – Varios de los presentes empezaron a murmurar – Ahora quiero que todos se diviertan – Ginrei tomó asiento y el lugar se llenó de aplausos. La orquesta de músicos empezó a tocar un vals. Algunas parejas se animaron a bailar, entre ellas Rukia e Ichigo. Uno de los mozos se acercó a avisarle a Byakuya que Ginrei deseaba hablar con él por lo que tuvo que pedir disculpas y dejar la mesa. Soujun estaba entretenido conversando con otros invitados y Sui recordó que una vez que Ginrei lo autorizaba todos eran libres de relajarse un poco así que aprovechó a salir a buscar un lugar más tranquilo, en donde pudiera tomar aire fresco. Aquella absurda necesidad de seleccionar a las personas de acuerdo a su estatus e importancia le parecía absurda, mientras pensaba en ello no pudo evitar sonreír, tal vez el que los Feng lleven generaciones sirviendo primero a los Louisenbarn y luego a los Shihôn, siempre respetando y manteniéndose al margen era en cierto modo "considerarse menos importantes", solo hasta ese momento empezaba a darse cuenta de ello.

– No es de damas de alta sociedad andar solas en la oscuridad – Dijo alguien con cierto tono de burla en sus palabras – Pero ahora que recuerdo no tienes estatus y aunque tienes modales no perteneces a ninguna familia importante.

– Disculpe, no sabía que estaba aquí, Soujiro–sama – Sui no estaba de ánimos de discutir con nadie, Ginrei acababa de felicitar a Byakuya y haría lo necesario para no malograrle el momento.

– Pero no te vayas – Soujiro le cortó el paso – Por el vestido y el broche que llevas en el cabello supongo que mi primo te trata bastante bien, o debería decir que "te da buenas recompensas" – Soujiro bajó un poco el tono de voz, pero lo suficiente para que Sui lo escuchara – Yo también puedo darte costosos regalos si… – No pudo terminar aquella deshonrosa propuesta, Sui acababa de darle un fuerte palmazo en la mejilla, Soujiro enfureció y utilizando toda su fuerza le lanzó un puñetazo que hizo que Sui cayera en el piso, el broche que traía en el cabello salió disparado y se estrelló en el suelo – ¡Cómo te atreves a golpearme, zorra de cuarta! ¡Tocarás el piano mejor que Hisana pero no eres ella!

– ¡Aléjate de ella ahora mismo! – La voz enérgica de Soujun retumbó en aquel solitario balcón, se acercó a Sui a pasos rápidos – ¿Estás bien? – Notando que Sui se encontraba aturdida – ¡Cómo te atreves a golpearla, es la prometida de tu primo! ¿En que se supone que estás pensando, Soujiro?

– Si Byakuya cree que tiene una oportunidad de tentar al puesto de futuro líder de la familia no debería perder el tiempo con una mujer de su tipo, probablemente solo está matando el tiempo contigo, querida, o solo está queriendo molestar al resto de los Kuchiki, por eso te puso a tocar con Rukia, no eres más que un pasatiempo para él – Soujiro puso desprecio en cada palabra que dijo – Un juguetito que imita a Hisa…

– ¡Cállate! Esas no son las palabras de un caballero, cuando Ginrei se entere de esto – Soujun intentó ayudar a Sui a ponerse de pie, Soujiro pareció recobrar un poco la compostura tras oír las palabras de su tío.

– P–pero Ginrei–sama no tiene que enterarse – Dijo titubeante.

– ¿Qué está pasando aquí? – La voz de Byakuya se oyó extremadamente seria y fría y pareció congelar el momento y todo el lugar. A pasos rápidos se acercó a Sui y notó que tenía un lado de la cara completamente hinchado y un delgado hilo de sangre descendía por la comisura derecha de sus labios. Se giró hacia Soujiro como un león a punto de destrozar a su presa, esa mirada ni Soujun ni Soujiro jamás la habían visto.

– Llévate a Feng–san ahora mismo – Se apresuró a intervenir Soujun – Necesita que la vea un doctor, yo me encargo del resto – Tenía que evitar que se desatara un escándalo, en esos momentos no era conveniente, además no quería de Soujiro se fuera de boca y dijera cosas que pudieran inquietar a Sui.

– No se preocupen, estoy bien – La voz se Sui era apenas audible, intentó dar unos pasos pero se tambaleó un poco, Byakuya se apresuró a ayudarla.

– Nos vamos, pero no esto no se va a quedar así, Soujiro – Byakuya le advirtió no solo con palabras, si las miradas mataran Soujiro estaría llegando ya al centro de la tierra.

Aun cuando insistió en llevarla a una clínica, Sui se negó. En el camino de regreso al dúplex hicieron una parada para comprar algo de hielo que Sui acomodó en su mejilla derecha. Byakuya quería preguntarle tantas cosas, pero sentía como si un muro se estuviera formando entre ellos. Sobreparó un momento el coche antes de estacionarlo y súbitamente Sui se bajó y a pasos rápidos se dirigió hacia el ascensor. Byakuya tardo unos segundos en quitarse el cinturón para bajar e ir tras ella pero las palabras de Sui lo dejaron petrificado: "No tiene que fingir ni ser amable conmigo Kuchiki–sama, este matrimonio es un farsa", y las puertas del elevador se cerraron, dejando a un confundido Byakuya en el estacionamiento. Apenas Sui entró en el dúplex se quitó aquellos molestos zapatos de tacón, los tiró en algún rincón de su habitación y sin nada de delicadeza se quitó aquel vestido y se vio en el espejo: ¿A quién estaba tratando de engañar, con todo ese maquillaje encima, las joyas, el vestido? Ella era la asistente de Shihôn Yoruichi, novena generación del clan Feng, tenía que ser una mujer fuerte preparada para proteger a los Shihôn… el recuerdo de Byakuya tomándole de la mano vino a su mente, no, ella no era ese tipo de persona, de inmediato corrió a la ducha y abrió la llave de agua fría, empezaba el invierno y hacía frío, pero no era suficiente para congelar su corazón.

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Si dijera que había logrado dormir mentía. Después del incidente en el estacionamiento volvió a su coche para estacionarlo adecuadamente y se quedó un largo rato sentado con la cabeza apoyada en el timón. Sui no había dicho nada que no fuera cierto, inicialmente mostró toda su caballerosidad porque tenía que convencerla para que se case con él, y aunque al principio ella se había negado finalmente aceptó, pero con una lista algo larga de reglas que el cumplió sin ninguna objeción… entonces… ¿Por qué cuando le recordó lo del matrimonio arreglado se sintió terriblemente mal? Después de darle mil vueltas al asunto sin encontrar respuesta decidió bajar del coche y subir al dúplex, entonces notó que algo brillaba en el asiento de Sui, sus ojos se abrieron de par en par al notar que era el broche que le había regalado meses atrás, el mismo que ella se puso el día en que finalmente se animó a hablarle en aquella playa, a la orilla del mar, solo que ahora estaba roto y estropeado, le faltaban varias piedras y las que quedaban estaban rotas y ya no resplandecían. "Maldito Soujiro" pensó mientras subía en el elevador. Ya en el dúplex se detuvo frente a la habitación de Sui, le pareció oír el agua caer, supuso que Sui se estaba dando una ducha antes de dormir y él debería hacer lo mismo, pero no funcionó. Pasaron las horas pero no logró conciliar el sueño, "¿Estará bien? ¿Le estará doliendo la mejilla? ¿Quedará alguna marca en su rostro? ¿Será grave la herida de sus labios?" ese tipo de ideas daban vueltas en su cabeza mientras él daba vueltas en su cama.

Al día siguiente Sui no salió de su habitación en todo el día. Byakuya pasó por una farmacia y pidió remedios para el dolor y la inflamación, compró algo de comida y esperó, pero Sui no se asomó para nada por el comedor. Subió una bandeja con las cosas y la dejó frente a la puerta de la habitación de Sui, tocó para avisarle que saldría y fue un rato a dojo, intentó con el kendo pero no pudo concentrarse. Manejó sin rumbo y terminó en la playa donde habló con Sui por primera vez, claro que ahora era invierno, había mucho viento y hacía frío. Se quedó un buen rato contemplando el mar, las olas le recordaron a Sui, a veces fuerte, a veces no tanto, tomándose su tiempo para acercarse y luego alejarse rápidamente de la orilla. Un extraño sentimiento de vacío lo invadió. En cuanto Ginrei lo anunciara como el nuevo jefe de los Kuchiki su matrimonio acabaría.

Volvió al dúplex envuelto en melancolía. Tal vez por la mala noche anterior, se sentía muy cansado. Sintió algo de alivio al ver que al menos Sui había tomado las medicinas de la bandeja, así que fue a su habitación a descansar. A la mañana siguiente fue despertado por el pitido de su móvil, de mala gana contestó y se levantó de sobresalto al oír la voz de Abarai indicándole que estaba en la entrada del edificio, esperándolo. Se vistió lo más rápido que pudo y salió corriendo, no le extrañó no encontrar el desayuno servido, es más, estaba preocupado por Sui pues no sabía si había ido a trabajar. Hicieron una parada en un café y luego llegaron a las oficinas de Seretei Corp. Yamamoto se disculpó por no haber podido acudir al cumpleaños de Ginrei, y tras comentar las reuniones del día le pidió su opinión sobre algunos asuntos financieros. Byakuya utilizó su sentido común, e hizo esfuerzos sobrehumanos para mantenerse centrado en el trabajo, le escribió un par de mensajes a Sui pero ninguno fue contestado. Cuando llegó la hora del almuerzo salieron rumbo a un restaurante de comida francesa. Era uno de los más lujosos de la ciudad, al llegar encontraron a Barragan Louisenbarn junto a su asistente esperando que un mozo los guíe a su mesa, después del saludo protocolar tomaron asiento y ordenaron algo de vino mientras esperaban a Yoruichi y su asistente. A medida que los minutos transcurrían Byakuya empezaba a inquietarse, sabía perfectamente lo responsable y estricta que era Sui con los horarios de las reuniones, y desde que tenía memoria nunca habían llegado tarde a ninguna.

– Parece que convertirse en la líder del grupo familiar le ha subido los humos a mi sobrina – Dijo Barragan en tono de burla.

– De ninguna manera, seguramente habrán tenido algún imprevisto, Barragan – Yamamoto estaba en plan conciliador, no iba a echar más leña al fuego, aunque Byakuya tenía que admitir que Barragan se mostraba muy altivo – ¿Por qué no aprovechamos el tiempo para hablar de las acciones que pusiste en venta en la bolsa de valores, las de la textilera de Osaka?

– Perdón – Barragan se giró para hablar un par de cosas con su asistente, en impecable francés y luego volvió a dirigirles la palabra – Me indica mi asistente que hubo algunos inconvenientes con la venta de las acciones, como sabrán he estado varios meses en Europa, en otros negocios, y dejé los negocios locales a mi hijo Cang Du, seguramente su poco experiencia o la falta de un buen asistente que lo oriente le hizo tomar decisiones equivocadas, pero según tengo entendido ningún miembro de Seretei Corp. salió perjudicado.

– Debería tener más cuidado y apoyar más a su hijo, por lo que sé va a ser el siguiente líder de la rama familiar de los Louisenbarn y si toma decisiones con tan mal tino va a terminar por echar abajo todo lo que ha conseguido con tanto esfuerzo, Barragan –Yamamoto bebió algo de vino. A Barragan no pareció gustarle para nada su comentario.

– Se supone que el sexto miembro de la novena generación de los Feng estaba destinado a ser asistente de mi hijo, pero Yoruichi paso por alto eso y se quedó con la joven como su asistente – Barragan parecía querer tener siempre la última palabra.

– Creía que los Feng de la novena generación estaban velando por el cuidado de los Shihôn por ser actualmente la rama principal de la familia –Yamamoto continuó imperturbable – Considero que los Vega que están actualmente apoyando a los Louisenbarn hacen bien su trabajo, ¿O me equivoco, jovencito? – Ggio, que hasta ese momento había tratado de pasar desapercibido no supo que decir, intercambió miradas con Barragan quien le autorizó para responderle a Yamamoto.

– Hacemos lo mejor que podemos, Yamamoto–sama – Dijo en un japonés algo arrastrado.

– Los jóvenes de hoy son más inteligentes y avezados – Volvió a hablar Yamamoto – El joven aquí presente, por ejemplo, fue el que salvó a su familia de invertir en las acciones que tu hijo tan descuidadamente puso en venta, tuvo que lidiar con las críticas del resto de su grupo familiar pero ahora nadie objeta nada, incluso creo que es un fuerte candidato para ser el sucesor de Ginrei.

– ¿En serio? – Barragan contempló a Byakuya que parecía distraído hasta ese momento – Entonces joven Kuchiki, tenemos que compartir en otra oportunidad, me gustaría intercambiar opiniones con Ud. y fortalecer lazos que podrían resultar beneficiosos para ambos en un futuro.

– En estos momentos estoy colaborando con Yamamoto–sama, tal vez más adelante, Barragan–sama – Se limitó a responder Byakuya.

– Como era de esperarse, de ti no me sorprende, Yamamoto, eres un zorro astuto y ya estás echando mano a este joven talento – Barragan lanzó una carcajada que más parecía intentar disfrazar su incomodidad que otra cosa. Sasakibe, el asistente de Yamamoto entró a pasos rápidos para comunicarle algo a su jefe, parecía contrariado, la expresión de tranquilidad de Yamamoto cambió, y esto alarmó a Byakuya.

– Lamento comunicarles que Yoruichi no podrá presentarse hoy, mi asistente acaba de informarme que tuvo un accidente de camino a este restaurante, al parecer fue grave pues todo indica que su acompañante y chofer falleció – Apenas Yamamoto terminó de pronunciar estas palabras Byakuya palideció, Barragan se puso de pie excusándose que tenía que ir a averiguar qué había sucedido y se despidió rápidamente para luego marcharse del lugar junto a su asistente – Me parece que no está siendo sincero – Yamamoto levantó una mano para avisar al mesero – ¿Qué ocurre muchacho? Te has puesto muy pálido.

– Disculpe Yamamoto–sama – Se excusó rápidamente Byakuya – La noticia me ha impactado un poco – Dijo mientras contenía el impulso de salir corriendo para saber cómo estaba Sui.

– Supongo que debes estar cansado, te he dado mucho trabajo últimamente y con la celebración del cumpleaños de tu abuelo y tus futuras responsabilidades no te culpo – Yamamoto recibió la carta dispuesto a realizar su pedido – Si deseas puedes retirarte, esta reunión era la última de la agenda, descansa y nos vemos mañana temprano en la compañía.

– Muchas gracias, Yamamoto–sama – Byakuya hizo una reverencia y salió a pasos rápidos, mientras le marcaba a Renji para que le diera toda la información posible. Renji ya había hecho averiguaciones anticipándose a la llamada de su jefe, y la información que recibió le resultó contradictoria, Shihôn Yoruichi en efecto había tenido un accidente de tránsito y a causa de ello su chofer había fallecido, pero Sui no estaba con ella en esos momentos. No le pareció extraño que su jefe dudara de su versión pero lo llevó hasta una clínica cercana a la compañía de los Shihôn, según sus averiguaciones Sui se encontraba allí. Entraron y preguntaron en la recepción y después de que Byakuka informara ser el prometido de Sui le indicaron en que habitación se encontraba y le prometieron que enviarían a un médico para que les explicara sobre su estado de salud. Solo en el instante en que Byakuya cruzó la puerta de la habitación en donde Sui se encontraba profundamente dormida pudo recobrar la calma. Las cortinas estaban cerradas y el lugar se encontraba en confortable silencio. Acarició con delicadeza la mejilla derecha de la joven que aún se encontraba un poco hinchada, un pequeño moretón asomaba en la comisura derecha de sus labios. Renji carraspeó para avisar que el médico había llegado. Sui había sufrido una descompensación durante su jornada de trabajo y fue llevada a la clínica por Yoruichi y uno de sus choferes, allí descubrieron que estaba ardiendo en fiebre y decidieron hospitalizarla, según les explicó el médico, ella se había resistido al principio por lo que Yoruichi prácticamente tuvo que ordenarle que se quedara, prometiéndole que en cuanto terminara sus reuniones vendría a recogerla. Byakuya supo entonces que Sui no estaba enterada del accidente de Yoruichi, conversó con el médico para pedirle que, si era necesario, le colocara algunos sedantes a Sui para que no se moviera de la clínica al menos por un par de días, mientras se tranquilizaban las cosas. No tuvo necesidad de firmar ningún documento pues Yoruichi se había encargado de todo antes de irse, se notaba que se preocupaba mucho por Sui. Byakuya le pidió a Renji que le trajera un café y que averiguara sobre el estado de Yoruichi mientras él se quedaba sentado al lado de la cama de Sui. Probablemente Sui se enojaría con él por lo que estaba haciendo, pero en esos momentos solo quería que ella se mejorara.

Eran cerca de las nueve de la noche cuando abandonaron la clínica. Por la información que había conseguido Renji aquello no se trató de un simple accidente de tránsito, y el estado de Yoruichi era delicado, incluso tuvo que entrar a sala de operaciones. Llegaron al hospital en donde ella se encontraba pero cuando intentaron cruzar la sala de espera fueron abordados por Hirako Shinji.

– Buenas noches – Saludó respetuosamente –Agradecemos su preocupación pero en estos momentos la señorita Shihôn se encuentra descansando. Si desea puedo intercambiar números con su asistente y comunicarle cualquier cambio, Kuchiki–sama.

– Asumo entonces que Urahara–san se está encargando de todo lo relacionado con Shihôn Yoruichi – Comentó Byakuya.

– Está en lo correcto, Urahara es su prometido así que no tiene nada de extraño que se preocupe por su estado de salud – Shinji mostró una de sus habituales sonrisas de autosuficiencia.

– Se suponía que ésta tarde nos reuniríamos con Barragan y Yamamoto–sama, es lamentable que esto ocurriera precisamente hoy – Byakuya notó la mueca de disgusto que se dibujó en el rostro de Shinji – Puedo preguntarle algo, Hirako–san – Shinji permaneció unos segundos en silencio, finalmente asintió – Se supone que ibas a convertirte en el futuro líder de los Hirako, y ahora eres simplemente un asistente, ¿Realmente crees que todo lo que ocurrió vale la pena? – Shinji borró su habitual sonrisa, creía que Byakuya intentaría sonsacarle más información sobre el estado de Yoruichi, jamás imaginó que le preguntaría algo tan personal.

– Encontré a alguien que no me cambiaría ni por todo el oro del mundo, a Hiyori no le importa que apellido tenga, me acepta por lo que soy, creo que cada momento que paso con ella vale la pena, Kuchiki–sama.

– Comprendo – Haciendo una señal para que Renji se acerque – Abarai, proporciónale tu número de móvil a Hirako–san, se compromete a informarnos si existe alguna variación en la situación de Yoruichi–san.

Eran cerca de las once cuando volvió al dúplex. Hubiera preferido quedarse en la clínica con Sui, pero como estaban las cosas era mejor mantener algo de distancia. Las palabras de Hirako Shinji le parecieron algo absurdas, en la sociedad donde se movían el apellido si era importante, o al menos eso creía.

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Caminaba tranquilamente en un bello sendero cubierto de flores, había muchas rosas y camelias, el cielo estaba despejado en un día radiante, se detuvo a admirar el paisaje cuando fuertes vientos empezaron a soplar con tanta intensidad que las flores empezaron a perder sus pétalos y el cielo oscureció cubierto por nubes negras. Abrió los ojos de golpe y se sentó, solo entonces se dio cuenta que había estado soñando. Sintió algo de pesadez en la cabeza, miró alrededor y recordó que estaba en una clínica, se había desmayado en la oficina y Yoruichi la había obligado a quedarse allí, "que vergonzoso", pensó antes de poner se pie. Entonces notó que tenía una vía puesta. Vaya que le molestaban esas cosas. Tocó el timbre para llamar al personal, se sentía mejor así que pediría que le retiraran esa cosa y con algo de suerte aún podría ir a la oficina a enterarse de como salieron las cosas en la dichosa reunión con Yamamoto–sama y Barragan. Recordó que Byakuya también estaría allí, la cara que habrá puesto cuando Yoruichi anunció lo de su embarazo, se sintió culpable, como su asistente era su obligación estar allí para brindarle todo su apoyo. Mientras la enfermera le retiraba la vía se dio cuenta que su móvil estaba apagado, "Extraño" ella no recordaba haberlo apagado y siempre procuraba llevarlo con suficiente batería para evitar imprevistos. Lo encendió y casi de inmediato recibió mensajes de llamadas perdidas, la mayoría eran de Ggio. "Rayos, lo olvidé", con todo lo sucedido había omitido el hecho de que donde estuviera Barragan estaría Ggio. Le marcó al móvil.

– ¿Sui, eres tú? – Le contestó un acongojado Ggio, en un impecable chino.

– No, soy la caperucita roja, claro que soy yo, tonto –Sui respondió en tono de burla, no entendía la repentina preocupación de Ggio.

– Estaba preocupado, ¿En dónde te has metido? Por un momento temí que estuvieras grave por el accidente – Ggio en realidad se oía preocupado.

– ¿Accidente? Que exagerados, solo me desmayé en la oficina por fiebre y mi jefa me obligó a quedarme en la clínica – Sui se sintió algo ofendida.

– Entonces no lo sabes…

– ¿Saber qué?

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Byakuya se encontraba sentado en un escritorio, acababa de terminar de revisar los estados financieros que le ordenó Yamamoto y se disponía a ir a una reunión cuando Abarai entró para dejar un estuche sobre su escritorio.

– Lo lamento Kuchiki–sama, en la joyería dijeron que el broche está demasiado estropeado y no hay forma de repararlo, pero ofrecieron mandar a confeccionar otro idéntico si Ud. lo deseaba.

– Gracias, Abarai – Byakuya no pudo evitar sentirse decepcionado – Por favor lleva estos documentos a la sala de juntas, te alcanzo allí en un rato.

– Como ordene, Kuchiki–sama – Renji hizo una venia y al momento de salir dejó la puerta abierta pues Soujun acababa de llegar.

– Buenos días, Byakuya – Saludó amablemente –Supimos lo de Yoruichi, Ginrei–sama y yo estamos muy preocupados.

– Por lo que supe esta mañana, Yoruichi–san se encuentra más estable – Byakuya guardó celosamente el estuche que había dejado Renji sobre su escritorio.

– También quería preguntarte sobre Feng–san –Soujun miró alrededor para cerciorarse de que no hubiera nadie más en la oficina.

– Ella no estaba con Yoruichi al momento del accidente – Byakuya se puso de pie dispuesto a dejar la oficina para ir a la sala de juntas.

– Aún no le he dicho a Ginrei–sama sobre el incidente ocurrido con Soujiro el día de la fiesta, estaba pensando en que tal vez deberíamos ir los dos a hablar con él – Soujun aún parecía alarmado por lo sucedido.

– Hablaré con él más adelante, si me disculpas tengo que acompañar a Yamamoto–sama a una reunión.

– Hay algo más Byakuya, ¿Le ha contado a Feng–san sobre Hisana? – Soujun supo que tenía la atención de su hijo pues este se detuvo de inmediato y se giró para encararlo.

– Considero que ese asunto no es de tu incumbencia, padre.

– Entonces no se lo has dicho – Soujun fijó su mirada en la de su hijo – ¿Acaso temes ser juzgado por ella o que termine considerándote una mala persona? ¿Es eso?

– No pienso hablar de esto contigo – Byakuya lo desafió con la mirada.

– En nuestro entorno familiar existen muchos rumores al respecto que en su momento fueron desmentidos por el viudo de Hisana, solo por eso aún tienes oportunidad de tentar el puesto de futuro líder de la familia, pero tarde o temprano alguno de esos rumores llegará a oídos de Feng–san, antes de eso deberías ser tú quien hablara con ella al respecto, si en verdad te importa.

– Sui no es de las que se dejan llevar por rumores, y es una persona demasiado sensata así que no creo que algunos chismes de otros miembros de la familia nublen su buen juicio – Byakuya habló con tanta seguridad que incluso Soujun se quedó sin palabras. Vio a su hijo hacer una venia y salir de aquella oficina.

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Prácticamente obligó al personal de la clínica a darle el alta apenas oyó la noticia. No podía creer que hace algunas horas su jefa estuvo en tan terrible accidente, bueno, nadie le quitaba de la cabeza que aquello no fue un simple "accidente" sino que Barragan o algún miembro de los Louisenbarn tuvo algo que ver, lástima que no tenía forma de probarlo. Apenas llegó al hospital buscó la habitación donde se encontraba Yoruichi. No le extrañó que Hirako o el mamarracho de Urahara Kisuke estuvieran merodeando por los alrededores pero los pasó por alto, tenía que saber cómo estaba Yoruichi. La encontró semisentada, con la mirada perdida en alguna nube gris que se veía a través del gran ventanal. Lucía muy pálida.

– Yoruichi–sama – Sui se detuvo a un lado de la cama.

– Mifeng – La voz de Yoruichi era tan tenue, como si fuera a apagarse en cualquier momento – Mi bebé… se ha ido…

Saludos

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