Capítulo 3


La velada que Yoimiya tenía planeada continuó, empezaron por despedirse del Padre de Yoimiya que les acompañó a la puerta.

—ten cuidado con la imprudencia de mi hija, un día provocó un incendio y causó problemas a la brigada de bomberos, así que te la encargo mucho.

—¿Papá, por qué dices eso?

—No pasa nada, diviértanse, es bueno haber tenido a un invitado extranjero.

(...)

Caminaron al patio trasero, donde podía verse un rio recorrer y rodear la capital, encendieron una pequeña fogata y se distrajeron viendo el atardecer.

—Lo siento mucho, mi papá a veces dice cosas raras.

—No pasa nada, es interesante escuchar sobre ti, además me la pasé muy bien. —Dijo él. —Me gustaría contarte sobre cosas divertidas, pero no tengo nada para decir.

—Ya verás que te curarás con el tiempo, entonces podrás volver a casa.

—Esa es la cuestión, ¿y si no lo hago? —Dijo él. —¿Y si lo hiciera?, ¿Tendría un lugar a donde volver?

Yoimiya se frustró por no tener una respuesta que pudiera compadecerse de él, porque cómo opinar sobre lo desconocido, o del destino incierto en sí.

Más, un fragmento de ese pasado perdido había llegado, y, aunque no solventaba las incógnitas, revelaba una parte de su identidad.

—Aunque no sepa quién soy, eso solo significa que me queda mucho por aprender, y quisiera ver más de inazuma, y de este mundo.

—Entonces yo te acompañaré cuanto pueda, bueno, si me permites hacerlo.

—SI es así, deberíamos ir ahora. —Gokú se puso en pie y tomó la mano de la mujer incitándola a viajar, comentario que despertó una pequeña sonrisa en Yoimiya.

—Pero no es posible, al menos no de momento, es peligroso.

—Pero no va a ocurrir nada malo.

Aquel fue el instante previo al cambio de perspectiva que Yoimiya tenía de este hombre, la incredulidad comenzó cuando aquellas manos le sostuvieron de su espalda inclinándola levemente hasta que fue tomada totalmente en brazos, y miró la tierra alejarse de ella poco a poco, el viento golpeó con más fuerza y la brisa se tornó más fresca y el mar se extendió frente a sus ojos ámbar.

—¡Estás volando! ¡Estamos volando!

El grito se escuchó fuerte.

El porqué de tal hazaña no importó en ese instante, fue la emoción de tal acontecimiento irreal lo que embargó su espíritu. Se perdió en el paisaje, cortejada por las luces que cual estrellas se expandían en las islas, pero fue la nueva perspectiva que tuvo de Inazuma su principal atracción, el aire frío de las alturas, la humedad de las nubes y el viento fuerte que para cualquier mortal eran incansables, estaba a su disposición.

Abandonaron esa isla, y viajaron a los otros territorios que se abrían camino en el mar, pudiendo notar las anomalías de cada región de ese país, cada alteración del paisaje y poca o nula atención por aquellos devastados escenarios, Vagamente escuchó los relatos de Yoimiya que intentaban explicar el origen de todos esos problemas, pero todos convergían en la misma razón.

Qué tierra tan pobre, tan triste, y a pesar de ello, la belleza de sus campos violetas lograba sobreponerse por encima de todos, el brillo de sus cerezos, su tormenta mortal, pero hermosa.

Al otro lado del océano había más tierra y campos con una calidad de vida mejor, pero su gente, así como Yoimiya, amaban este país, a la diosa que lo gobierna, pues su fe está depositada en ella, es quien debería protegerles si algo ocurriese, pero ¿dónde estaba ese cuidado?, ¿por qué no correspondía a la fe de sus habitantes?

Al final, poco quedó más que regresar a la ciudad donde fue acogido a pesar de todas las malas circunstancias, además, del costo que supuso usar aquel poder.

Habiendo aterrizado, Gokú tosió con fuerza y el cuerpo se le fue hacia el suelo. Con respiración agitada y cerrando sus ojos se entregó al dolor, mientras que Yoimiya buscó con todo gesto mantenerle consciente, fue muy claro, su cuerpo no había sanado completamente y el daño había dejado secuelas que no habrían de poder sanar, al menos no aún.

Cuando el tiempo pasó y la calma volvió, se notó aún el daño que palidecía.

—No sabía que podías hacer ese tipo de cosas, pero no está bien que las hagas ahora.

Dijo Yoimiya, pero a pesar de todo, en Gokú se notaba un pequeño gesto alegre.

—Mi cuerpo empieza a recordar por su cuenta, aunque yo no. Este poder es lo único que tengo, venga de donde venga. —Dijo él. —No tengo memorias, no tengo recuerdos, no conozco ningún lugar ni a ninguna persona, solo me acompaña esta fuerza.

—Pero ya te lo dije, no estás solo si me tienes a mí.

El sentimiento de cercanía era más ferviente de lo que normalmente transmitía, se encontró perdido en el ámbar de su mirada y en la calidez que le transmitía su contacto, una visión se apareció entonces, donde unos hilos dorados se esparcían frente a sus ojos, y este mismo aroma le embargaba compadeciéndose del dolor que allanaba su cuerpo, recordó entonces un fragmento de una realidad perdida donde la protagonista era Yoimiya, la mujer que le rescató, la compasión que en medio de este caos le había acogido.

Aún sin saber la razón de su estancia en este sitio, agradeció internamente a Yoimiya por ser ella la primera persona en recibirle de una forma desinteresada, nació en él la necesidad de corresponder a cada uno de sus gestos, quiso protegerla a como diera lugar. Aunque no sabía que ese día estaba muy cerca de llegar.

La luz del sol se reflejaba en el ancho mar, Los pasos de Gokú dejaban sus huellas en la banca costa, en su espalda cargaba un gran canasto que abastecía de cangrejos que cazaba ágilmente en la arena, entre otras cosas que el océano le proporcionaba.

Su estancia en la hacienda Kamisato equivalía a un gasto que no cualquiera podría solventar, al menos debía cumplir algunos encargos de la comisión para no sentirse que era una carga, se le daba bien conseguir víveres, después de todo la comida sería su recompensa.

De regreso a la hacienda, se planteaba su situación y pensar en él mismo no era algo que precisamente se le diera bien. Comenzaba a contemplar la situación de haber perdido sus recuerdos, siendo así, ¿Debería comenzar de nuevo?

Ni aun cuando se adaptase a esto, no podría planear un proyecto de vida, ahora mismo vivía por el simple hecho de no estar muerto, no tenía nada, ni veía un futuro, lo único que le inquietaba era poder ser testigo de la fuerza de una diosa como lo era la shogun, volver a pelear con vándalos tal vez, o incluso ver lo que había al otro lado del océano, pero estaba atado a estas tierras por alguna razón.

Tenía que empezar a vivir por su cuenta, pero, inexplicablemente, la idea le causaba miedo, ¿qué se debería de hacer? ¿Qué era vivir exactamente? ¿Por qué estaba vivo en primer lugar?

Su exhaustivo pensar tuvo un obstáculo, cuando el caos y revuelo se presentó en la hacienda, y en medio del caos, miró a Ayaka pálida y con impotencia grabada en su rostro.

—¿Qué sucede?

Preguntando acercándose a la princesa, más, ella le ignoró, y sin gesticular palabra caminó sin rumbo fijo, dejando al joven con la incertidumbre, era la primera vez que la veía así, y lo único que distinguió fue temor.

Sin pensarlo dos veces se acercó a uno de los guardias quienes se veían igual de consternados, entonces la noticia se le fue dada.

"Thoma ha sido capturado y su visión será tomada por el decreto de captura de visiones."

La preocupación de la princesa se le transmitió, como si fuera él mismo quien padeciera ese atroz sentimiento, no era de esperarse menos sabiendo que aquella persona era el mejor amigo de Ayaka, eso significaba que a él no le esperaba más que un destino sin propósito ni voluntades.

—¡Debemos ir por él, tenemos que salvarlo!

Exclamó Gokú, y corrió hacia la salida, pero nadie le siguió, solo entonces se detuvo y miró confuso a los demás.

—¿Y cómo? — le reprendió un guardia.

—La shogun es demasiado poderosa, nos matarán antes de que nos acerquemos a ella. —advirtió uno más.

—Además, ni el clan Kamisato puede oponerse al decreto de captura de visiones, van a catalogarnos como traidores y nos ejecutarán.

El silencio se presentó entonces, no hubo declaración que expresara descontento por el destino que sufriría Thoma, a quien todos apreciaban y eso desconcertó al joven.

—No hay nada que pueda hacerse, no puedo arriesgar inútilmente la vida de muchos, aún no tenemos la fuerza suficiente para enfrentarnos directamente a su alteza, la Shogun raiden.

Cada duda, aunque de diferentes dueños, eran compartidas por Ayaka, en cuya mirada no parecía había ni un brillo de esperanza. Esa fue la decisión del ídolo de la perfección y elegancia, más ella no tenía instrucciones para ofrecer, ni palabras de aliento que dar, porque el destino parece ya estar escrito, y así, como toda luz, de ella solo habrá cenizas que se esparcen en el viento.

¿Por qué este sentimiento de riesgo era tan ferviente en él?, sin recuerdos ni imágenes de su memoria palidecía ante la sensación no primeriza ante el mal inevitable ¿Qué sentido tiene vivir sin una voluntad? ¿Qué les espera a esas personas? ¿Realmente nada puede hacerse?

Esa vaga meditación le enseñó una realidad que venía ignorando, y de esa misma que comparte con aquella gente de inazuma que ha visto su vida truncada por esa pared que no se puede superar, en ese momento, supo que él tampoco tenía un propósito, era un homúnculo sin identidad, porque su voluntad también se ha perdido.

¿Qué propósito tiene una vida así? Tan solo su nombre le acompañaba en este incierto camino, tan nublado en el pasado y en el futuro, sin expectativas ni sueños, tan solo esta fuerza que residía en él, suya y desconocida, pero que podría ser la única esperanza para esta noble gente que le ha acogido.

Ver la impotencia de la Princesa fue lo que lo orilló a tomar una decisión, porque no pasaría nada hasta que alguien hiciera algo al respecto, y, ese alguien encontraría una razón para pelear, siendo de esa forma, la suya, su propósito de estar aquí, de conocer a Ayaka y Yoimiya, estaba a punto de saberse.

Allá en la lejanía estaba la diosa que tanto caos provocaba y él, un ser que ignorando todo lo que conocía de sí mismo, iría a hacerle frente, Ayaka lo entendió cuando su mirada determinante mantenía fija la ciudad de Inazuma, pero la verdad salió de los propios labios de ese hombre poco después.

—No sé aún qué clase de poder corra por mis venas, Pero daré cuanto tenga para traer a toma a casa.

No creyeron en la seriedad de sus palabras hasta que los rígidos pasos se tornaron en una caminata ligera que le separó de ese lugar que fue su hogar, llevándole en búsqueda de ese único propósito que le llenaba de coraje y valentía.

Estupefacta, Ayaka corrió para detenerle, y no hubo palabra para describir lo que su corazón sintió entonces, porque procesar tantas cosas malas dentro de tan poco tiempo fue imposible, solo rechazó la idea de perder a dos de las personas más importantes para ella, y Gokú, escuchó su nombre ser arrastrado por el grito, y la potencia de sus pies le llevaron hacia la ciudad de inazuma, el miedo por lo que estaba a punto de vivir hacía latir fuertemente su corazón, tal vez, incluso se trataba de emoción, no le dio importancia, no lo valía.

(...)

Thoma miró con temor la forja de la espada en la que se reflejada, y doblegado contra el suelo no pudo ver más que la silueta de aquella que se levanta sobre los yacimientos en la que Inazuma se construyó, la diosa electro, el arconte de toda isla y la dirigente del rayo.

Este destino era algo que ni la protección del clan Kamisato podría evitarle, porque no hay fuerza alguna que pueda oponérsele a la mujer que arrebataría su visión, se perdería en la amnesia que posee cada recipiente vacío al igual que los homúnculos que caminan sin rumbo, pero no contó con algo, y aquello era que tanto el suyo como el de los demás, hubo cambiado hace mucho, este día solo lo manifestó.

El viento de pronto rugió en la lejanía y alejó las nubes que expulsaban los rayos violetas que estremecían el firmamento, el evento repentino llamó la atención de todos, incluida la Shogun que levantó su inexpresiva mirada antes de apartarse, porque tal cual un huracán, la figura aterrizó agresiva. Tal presión devastó el escenario y los guardias del shogunato que apresaban a Thoma salieron volando del interior de la explosión ante la perpleja mirada del público y el inexpresivo ceño de aquella imponente mujer que no reconoció al individuo.

—¿Quién osa interrumpir el protocolo establecido por la Diosa de Inazuma? — La pregunta temerosa de los guardias se formuló, y la voluntad se les desvaneció cuando sus corazones eran allanados por la presión que este guerrero infundía en ellos.

Una gran onda nació del individuo, como si tuviese potestad por la realidad misma, empujó a todos los soldados en un solo golpe, acabando con cualquier posible ataque que se dirigiese a él, solo con eso dio a entender que ningún poder de alguna visión estaría a la par, por más poderoso que fuera su portador. Por ello, la dama no se intimidó y avanzó al frente.

Fue tan evidente quien poseía la palabra y mandato, y no porque su porte y rasgos tuvieran implícita esa respuesta, sino que, el poder que ella desprendía alertaba cada uno de sus sentidos como una contestación involuntaria.

Rápidamente desató a Thoma y le hizo retroceder, no le prestó más atención y se dedicó de lleno a encarar a la Diosa inmutable, porque lo que ocurriese con la comisión se lo dejaría a Ayaka, confiaba en que si todo saldría bien, sería gracias a ella.

La multitud rodeó la pequeña plaza que se asentaba al pie de la estatua, entre ellos, Yoimiya hizo presencia también, el escenario que encontró fue desfavorable, tan solo por sabe lo que significaba enfrentar el filo del rayo materializado, e identificar a quien iba en contra de la todopoderosa shogun y ya era muy tarde para evitar cualquier desenlace.

—Posees un poder ajeno a cualquier cosa que haya visto. —La diosa comentó y con sus palabras, los fervientes rayos violeta nacían incesantes aclamando la destrucción, aquel poder también era algo que el joven jamás había visto, incomparable al espectáculo de luces de Yoimiya o al escenario creado por Ayaka, pero eso no le asustó, solo provocó en él una extraña emoción que le incitaba a la batalla sin importar el estado de su cuerpo, más la contienda se extendió un poco más, y con esa espera vino la confusión, pues todo la realidad presente se deformo y la oscuridad tomo posesión de los alrededores, no fue hasta que la luz violeta opacó las sombras que distinguió nuevamente a la diosa que gobierna esas tierras.

Inazuma había desaparecido en ese lapso de tiempo que podría equipararse a un parpadear humano, allí no había nada más que caos y destrucción, era la Shogun quien lo protagonizaba.

¿Qué hacer y cómo enfrentarla? Las respuestas se transformaban una necesidad, pero no se martirizó mucho en encontrarlas, porque había alcanzado su objetivo de salvar a toma y encontrar a la diosa inmutable a la que todos temen, si quería encontrar una salida debería hacerlo en el proceso.

No hubo más palabras, solo un vacío infinito que precedió al combate, la lanza que fue blandida azotó en contra suya, y el hombre logró evadir el tajo brillante que era empujado por la luz intensa de los rayos que también le buscaban, ese fue el momento en que logró ser testigo del poder que una Diosa alberga, porque hasta donde extendió la mirada pudo ver literalmente NADA marcar el corte que profanaba su estoicidad ¿Qué podrían hacer sus puños contra eso?

Entendió las razones de ser transportado a esta dimensión, porque un ataque así fácilmente podría acabar con toda la ciudad sin dejar rastro de ella y sus habitantes, sudó frío al reconocer el poder de la Shogun Raiden y les dio la razón a aquellos que temen su poder.

No se le concedió más tiempo para admirar la destrucción, porque la Shogun redujo la distancia, y con ese movimiento la lanza volvió a balancearse, más rápida y peligrosa, tan así que apenas, y milagrosamente el hombre volvió a esquivarlas.

Retrocedió y retrocedió ante la agresividad de la Arconte, huyendo siempre de la incesante arma que buscaba atravesar su corazón, pero para sorpresa de la dama, su objetivo continuaba y continuaría evadiéndola sin alguna especie de sentido, porque en su expresión podría notar la carente experiencia, pero sus movimientos hablaban de otra forma, un idioma en la que la torpeza no se menciona, eso era algo que ni siquiera el Son podía entender, y con mucha razón, porque podría aún palidecer la debilidad que le impide usar toda su fuerza, más su propia habilidad superaba la amnesia que nublaba su mente, era como lo dijo Ayaka, su cuerpo le respondía involuntariamente, y pronto dejó de refugiarse en la defensiva, porque sin darse cuenta, se encontraba observando y detallando cada movimiento de la diosa que hacía gala del poder elemental que recorre su cuerpo, notando la perfección con la que ejecutaba cada corte y la delicada forma en que avanzaba, pero aún con la ridícula velocidad que manejaba, creyó que posiblemente podía atacar.

—Yo cree este espacio, y la única que gobierna este mundo de Eutimia soy yo. —La mujer proclamaba. —No hay nada que mi lanza pueda atravesar, ni tú ni nadie alterará la perpetuidad de mi nación, no alguien que no posee rastro de energía elemental en su cuerpo.

Aún a pesar de su posesión sobre la realidad de tal escenario, no pudo predecir el ataque que vino a ella, una ráfaga que eludió sus rayos y evadió su agudo sentido de la vista, y dicho poder se le fue descargado, tanta fuerza bruta albergada en el golpe que impactó en su abdomen y le enterró agresivamente en el suelo.

La sensación que embargaba su cuerpo y su ser era casi incompresible, su ánimo, su exaltación y perplejidad dopaban su ser y le incitaban a desear extender la contienda tanto como pudiera, porque no recordaba enfrentándose a un oponente tan fuerte, pero mientras pudiera, creía que cosas olvidadas venían a él, como un deja vu, como si sus memorias estuvieran a nada de regresar.

¿Qué más podría perder si iba con todo? Nada, por ello consumiría cadagota de poder que albergase su cuerpo, incluso si eso significaba degradar suvitalidad. Estuvo seguro de su decisión cuando observó a la arconte ponerse enpie casi sin daño alguno, se dejaría impregnar de ese sentimiento tanto comodemandase su espíritu guerrero, y dejaría a su cuerpo al libre albedrío,lucharía con todo sin importar las consecuencias si eso ameritaba ir en contrade la Shogun, manteniendo en mente a sus amigas sobre cualquier cosa.

Fin del Capítulo 3

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