Hoja 69.
Ha pasado un año, el tiempo es terriblemente arrasador, cada día es uno menos para los humanos, es la fracción de vida a la que no se puede retroceder, a la que no se le puede recuperar.
Deje de ir al orfanato y al geriátrico por recomendación medica, según mi doctor estoy expuesta a enfermedades muy graves y mi sistema inmunologico no podría combatir contra ellas. Luego de una cátedra dada primero por Jackson y luego por los siete hombresitos de la pensión, accedí a sus demandas, solo para que dejarán de hacer guardia en el apartamento.
Pero por un caso de fuerza mayor asistí una vez más al geriátrico en compañía de mis siete cuidadores. Hicieron sus movimientos para que les dieran tres días de descanso fuera de la agencia, con la condición de que tenían que ser muy discretos y no meterse en problemas mientras están por fuera. Los extrañaba mucho, luego de que aceptaran el reingreso a las listas de trainer en BigHit, tuvimos que perder contacto por políticas de la empresa; me parecía demasiado exagerado conociéndonos entre todos, pero el CEO quiso que fuera así y no soy quien para decirle como manejar su compañía.
—Señorita, la está esperando—. Una de las enfermeras del geriátrico aparece en el pasillo de las visitas.
Siento pesado el corazón, estoy en medio de los siete hombrecitos con capuchas hasta los ojos, tapabocas y guantes en sus manos. Nam a mi derecha frota mi espalda, Jin a mi izquierda sostiene mi mano, los demás alrededor dando ánimos a su manera. En silencio me sonríen tenuemente cuando levanto la mirada.
—¿Te sientes bien?—. Dice Yoongi en un hilo de voz.
Asiento al ponerme de pie.
—Ahora vuelvo—. Digo viéndolos.
—No vamos a movernos de aquí hasta que regreses—. Declara Ho Seok. Suena a promesa.
Nos es necesario que la enfermera me acompañe hasta la habitación, me se el camino de memoria. Mis pasos son flojos, retraídos, no quieren avanzar. La verdad es que no esperaba enfrentar aquella escena tan pronto, no es como si no supiera que pasaría, era consciente; simplemente nadie esta preparado para ello, he vivido tanto con los humanos, que esa parte sensible se ha desarrollado en mi ser espiritual.
Frente a la puerta, tomo todo el aire posible, llenando mi ser de valor para actuar con naturalidad y no dejar ver lo realmente afectada que estoy en este momento. Empujo la perilla que no han engrasado lo suficiente porque chirrea. Asomo la cabeza queriendo encontrar una figura conocida frente a la ventana. Me adentro por completo en la habitación y ajusto a mis espaldas la puerta. Esta en su cama, con sabanas blancas sobre él, a un lado esta la única maquina que permitió conectar a su cuerpo, muestra sus signos vitales.
Esta mañana recibí la noticia de que el señor Im esta en sus últimos suspiros, el medicamento lucho hasta el final contra su enfermedad, puedo dar fe que él también lo hizo, sin embargo hasta aquí han llegado sus fuerzas. Los primeros en saberlo fueron sus familiares a quienes solo se les vio por unos minutos, hasta Shi Hyuk tuvo su espacio para hablar con su padre y dar por terminado su ciclo.
—¿Viniste a darme los santos oleos?—. Su voz es más delgada, más débil, parece que se le va la vida. Trago grueso antes de arrastrar la silla junto a la cama.
—Solo estoy de visita como de costumbre—.
—Entonces vete, no tengo ánimos para soportarte—. Por lo menos su humor esta intacto, debe ser algo bueno.
—A usted le alegra verme, no lo niegue. ¿Porque esta en esa cama? Debería salir y saludar a las señoras del comedor nueve—.
Con mucho esfuerzo alza la curva de sus labios, sonriendo por primera vez sin pena, sin arrepentimiento, sin una pizca de arrogancia; haciendo estremecer cada célula de mi cuerpo, realmente estaba sucediendo, la luz del señor Im estaba por extinguirse.
—Muchacha del demonio... En lo profundo de este mundo podrido, quien iba a saber que una estrella estaría ahí—. Dice viéndome directamente a los ojos. Mantener mi postura esta costandome.
—No le conocía esos dotes de poeta, ¿esta acortejandome señor Im? Usted bien podría ser mi abuelo—. Suelto en un comentario tonto, porque se de que esta hablando.
Intenta removerse en la cama pero sus fuerzas no le dan para darse la vuelta, termina siendo solo un movimiento leve de la cabeza sobre la pila de tres almohadas que lo mantienen recostado. Mis manos tiemblan así que no me lanzo a ayudarle, no quiero que se de cuenta de como realmente estoy; si se tiene que ir, que sea de la mejor forma.
—Estar aquí no fue tan malo, me divertí viendo a todos pasar malos ratos por mí... Hasta pude ver a mi hijo... No fue tan malo—.
Su mano se deslizo por la sabana hasta llegar sobre las mías que descansaban en mis piernas, corrió electricidad por mi cuerpo, me había tomado desprevenida. Me hubiera gustado recibir ese gesto de ternura en otras circunstancias; pero el señor Im se las arreglo para hacer las cosas a su modo.
—El otro día...—. Musite con la voz entre cortada, necesitaba un distractor. —Conocí un sitio hermoso. Debe ir a visitarlo, podrá descansar sin problema, nada de ruidos, nada de enfermeros, nada de medicinas; le va a gustar—.
—¿Hablas de tu hogar?—. Inconscientemente había acertado. Nadie puede saber si el señor Im estará en mi hogar, o en otro lugar. Ni siquiera yo, porque no conozco otros guardianes, pasamos desapercibidos, aunque deseo que vaya a un paraje.
—Solo las estrellas van allá, señor Im—. Digo algo engreída.
Nuevamente se alza la sonrisa en su rostro, es casi tan mágico como ver sonreír a Yoongi; no sucede muy a menudo pero la sensación es única.
—Es una lastima, planeaba esperarte... Creo que he cumplido con mi misión en la tierra... Si las patrañas de los guardianes es real, él mio debe estar satisfecho ¿cierto?—.
Escucharlo hablar de esa manera no ayuda en nada a mi yo interior que luchaba por retener las lágrimas, por no gritar y ponerse sobre él como una niña pequeña. Nadie esta preparado para perder a un ser querido, aún si sabe con antelación que ese será el final, nadie espera que el momento llegue.
—No son patrañas. Véame ¿le parezco una mentira?—.
Asiente sin pena. Me asombra su respuesta y entre abro la boca.
—Pareces una mentira... tu carácter, tu luz, tu particular manera de entrarte en la vida de los demás... Parece irreal que alguien como tú exista—. La maquina que lo monitorea, estaba bajando cada vez mas y más en la línea, puedo ver sus parpados caídos, casi parece que se esta quedando dormido; pero esta vez, es para siempre.
Aclaro la voz carraspeando, forzando una sonrisa llorosa, de esas que no sientes que se alzan, si no que las curvan bajan, de esas que duelen en el fondo y te atragantan con las lágrimas. De esas sonrisas quería enseñarle al señor Im.
—Claro que estará satisfecho, ha vivido la vida a su manera señor Im, lo importante es no tener arrepentimientos. Quiero una vida así, llegar hasta la vejez, mecerme en una silla y pelear con el mundo—. Las fuerzas no me duraron mucho cuando sentí las gotas de agua sobre mis manos, baje la mirada, la mano del señor Im estaba mojada y ajustaba el agarre sobre las mías.
—Mira que llorar por este viejo ... Es tonto... Estás arruinando mi imagen niña—.
Rápidamente limpio las lagrimas que se escaparon, no puede terminar de esa manera. El tiempo se esta agotando y en vez de un reloj de arena, existe una maquina que no lo recuerda.
—Es una alergia, no se crea tanto. Mejor des...—. Ni siquiera puedo decir la palabra, debo morder mis labios haciendo fuerza para no llorar.
—Es lo que estaba pensando hacer... antes de que atravesaras esa puerta... Siempre lograste fastidiarme hasta el último momento... Ahora déjame descansar... en paz... Hiciste muy bien... tu trabajo... Lizzy...—.
El señor Im suspiro profundamente, y en ese suspiro se le escapo la vida. Una línea recta anunciaba su partida, sus ojos no volverían a abrirse, la mecedora junto a la ventana había quedado huérfana, sus camisetas a cuadros se quedarían en el perchero... Su tiempo en la tierra había terminado, podría decirse que de la mejor manera, no sentí que sufriera o se lamentara.
Segundos después entra un medico con dos enfermeras, una de ellas me toma de los hombros ayudando a ponerme de pie, no había caído en cuenta de lo dormidas que estaban mis extremidades hasta ese momento.
—Nosotros nos encargaremos—. Dice el médico mostrando su tristeza en el tono de voz.
—La llevare con sus amigos, señorita—. Dice la enfermera a mi lado.
Doy la última mirada al cuerpo del señor Im, su tez blanca parece iluminada por los rayos del sol del medio día. Es cierto, ya no estará entre nosotros. La enfermera me dirige por el pasillo en completo silencio, debe ser lo normal cuando una persona muere, se guarda silencio por respeto a las familias. Recuerdo que cuando mis padres murieron, también sentí la presión en el pecho, el nudo en la garganta y las ganas de llorar, pero solo pude hacerlo cuando regrese a la casa y vi nuestras fotos, el delantal de mamá, las pipas que papá fumaba a escondidas de mi mamá. Fue hasta que estuve en calor familiar que pude mostrar como me sentía.
Los muchachos estaban dispersos en la sala de visitas, no tenían sus celulares activados, o los audífonos, llamando mi atención. Han madurado bastante; saben que no son las únicas personas en el mundo, que los demás también necesitan un poco de su tiempo.
Jin es el primero en percatarse de mi presencia, sale de la silla con cara de preocupado notando que la enfermera me lleva por los hombros; necesito el apoyo, mis piernas se doblaran en cualquier momento, lo presiento. Detrás de Jin se agrupan los seis, Jungkook toma el lugar de la enfermera, llevándome junto con Jin a las sillas. No necesito decir mucho, sus rostros están ardiendo de preocupación, quiere decir que mi aspecto no es el mejor ahora.
Taehyung dobla sus rodillas en el suelo, toma mi mano libre y alza un poco sus bellas cejas.
—¿Hablaste con él?—.
Asiento.
—¿Le dijiste todo?—.
Negué con la cabeza. Solo hice sentir bien al señor Im, no quería decirle que lo extrañaría o que me estaba destrozando verlo al final de su vida.
—Entiendo—. Comenta soltando aire.
Sus caras de preocupación y tristeza me hacen caer en cuenta de lo que esta pasando... El señor Im acaba de morir, dio su último suspiró frente a mis ojos, fue a mi a quien le regaló sus últimas palabras... ¿Estaba bien si creaba un show emocional por ello?
Repentinamente las lágrimas comienzan a caer, hasta Yoongi que es el más firme en estas situaciones se movió de su puesto para ponerse a mis espaldas sobando detrás de mi cabeza.
—Lizz—. Dice suavemente Jimin.
—Se ha ido ... El señor Im se ha ido—. Digo ahogada en llanto, ajustando el agarre de las dos personas a mi lado.
Todos me rodean en silencio mientras estoy llorando casi sin consuelo. Esperaba que alguien como el señor Im tuviera más tiempo en la tierra, que disfrutará un poco mas de su vida sin arrepentimientos.
***
Oh, está oscuro aquí. Tengo la leve sospecha de que mi alma de ha desprendido de mi cuerpo pero no estoy segura ya que esta oscuro. Hace un poco de frío, se siente extraño, pero no lo suficiente para estar asustada o prevenida.
A tientas camino en lo que a mí respecta una línea recta, avanzando al frente, con cada paso que doy, mi sentido del oído se activa, manteniendome alerta. Escucho agua cuando soy un paso pero no la siento bajo mis pies, así que omitiré el agua y caminare hasta que me cansé.
Un destello pequeño de luz me hace ver a un costado, giro el cuerpo en esa dirección dando pasos despacio, lento pero seguro. De la nada la luz se expande por la habitación cegandome por unos instantes, debo cubrir mi rostro con los brazos por la sensación de molestia en mis retinas. Cuando finalmente puedo abrir los ojos, la habitación es tan clara, blanca, puramente blanca, la sensación de paz me llena por completo robando una sonrisa de mi rostro.
No estoy en peligro, tampoco en problemas, se debe tratar de otro tipo de experiencia espiritual, así lo siento, así se siente mi alma.
—¿Hola?—. El eco lleva mi llamado hasta lo lejos, pare infinita la habitación.
—Everlizz—. Desde que deje mi mundo en el cielo, no había escuchado mi nombre celestial.
Miro donde debería estar mi cuerpo y no hay nada más que destellos, luz, volvía a ser una luz ... ¿Es la hora? Una chispa en mi destello me hizo sentir incomoda.
—Everlizz, guardiana celestial de siete puntas. Te reclamo de regreso a donde las luces pertenecen—. Siete puntas, siete protegidos.
Entonces tengo razón, estoy regresando a mi hogar, pero ¿tan rápido? ¿Sin una despedida formal? Suena demasiado cruel para todo lo que he tenido que soportar.
—Yo tu guardiana celestial, aceptar regresar a tu lado donde las luces pertenecen, pero antes permiteme un último deseo—. Necesito un poco más de tiempo, aunque sea corto.
—Entregaste tu vida por los humanos, fuiste terca y torpe en la tierra. Pero jamás he visto un destello parecido al tuyo. ¿Que deseas?—.
—Un poco más de tiempo, necesito hacer un par de cosas más. Por favor—.
—No tienes tiempo, al dar tu vida, alargas la de ellos y acortas las tuya—.
—Sé que entiendes mis palabras, por favor, concédeme este deseo—.
El silencio de Jay hace que la blanca habitación se vuelva tenebrosa, opaca, temible.
—Buscaba que no sufrieras en tus últimos momentos, pero concederé tu deseo. Sabrás cuando realmente el tiempo se ha terminado—.
—Muchas gracias—.
Un destello más fuerte me traga en su luz, siento como todo se va volviendo pesado, más pesado y más pesado, hasta que caigo y me sacudo. Algo me esta sosteniendo puedo sentir la calidez humana a mi alrededor. Busco la luz, abro los ojos lentamente hasta que la vista deja de ser borrosa y se vuelve nítida. Estoy rodeada de siete personas sumamente preocupadas que respiran aliviadas cuando los veo.
—¡Santo cielo!—. Yoongi se pega a una pared y cae de espaldas al suelo.
—Te encanta darnos sustos—. Jin me tiene recargada en su pecho.
—¡Ya llegaron los médicos!—. Dice alarmada la enfermera de antes.
—Esperen un momento—. Nam Joon se dobla en el suelo, solo hasta ahí me doy cuenta de lo que paso, me desmaye, estoy en el geriátrico y he causado un gran alboroto. —Lizz ¿me escuchas?—.
—Sí—. Respondo débil.
—¿Te sientes bien?—.
—Sí—.
—¿Vamos al médico?—.
—No, no es necesario—. Resuelvo rápidamente aunque me cuesta hablar con claridad.
—¿Vamos a la pensión?—.
—Si, por favor—. Él sonríe amablemente.
—Nosotros cuidaremos de ella—. Dice Nam al ponerse de pie, hace una reverencia a los médicos y estos nos dejan en la sala.
—¿Sientes algo?—. Jungkook me ayuda a ponerme en pie.
—Mareo, pero estoy bien—.
—Yo te llevo—. Ofrece su espalda. Estoy débil y no me puedo negar. Son Jin y Jimin quienes me ayudan a subir en su espalda.
Tae y Yoongi están llamando a la camioneta que nos trajo para que nos regrese a la pensión, ellos no deberían exponerse tanto pero están arriesgándose por mí. No estarán tranquilos hasta que me vean sana salva en el apartamento.
Que mi cuerpo este tan débil confirma que no soñé nada, mi alma si se desprendió de mi cuerpo y el anuncio de Jay fue real. Me han dado la orden de regresar a mi hogar.
Tenía un poco más de tiempo, podría ver a los muchachos cumplir su sueño y ver como la visión de las personas coreando para ellos se hacía realidad. No podía ser codiciosa y ver como van avanzando en el mundo, no creo poder llegar hasta allá, pero al menos verlos por primera vez en un escenario.
Se había acabado el tiempo, era el final a una vida terrenal para regresar a la vida eterna celestial. Debía hacer lo que estuviera a mi alcance para tener una despedida digna, sin tanto protocolo. Porque será un hasta siempre y no un adiós definitivo. De eso puedo estar segura.
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Aguantenlo hay... si sufres de alguna enfermedad cardíaca, abstente de seguir leyendo por favor.
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