Hoja 46.

Estoy en un cuarto o quiero creer que es un cuarto, no veo sus límites. La luz es tenue pero se puede ver algo. Con esfuerzo y uso de mis facultades espirituales, logre trascender y separarme de mi cuerpo, en apariencia parece que duermo pero es como si el corazón dejara de latir o el cerebro de funcionar, no puedo estar mucho aquí porque podría no ser capaz de regresar así que llamo a mi maestro o a Jay el que primero aparezca.

–¡Maestro, soy yo! Necesito hablar con usted–. Grito a la nada que hace eco en el espacio.

–La luz de tu corazón sigue siendo débil–. Le escucho pero no le veo.

–¿Quiere decir que aún no puede contactarse conmigo?–.

–No. Podemos contactarnos, pero me lo han prohibido–.

¿Prohibido? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué haré sin mi guía?

–¿Por qué?–.

–Lizzy, ¿hay algo que te atormenta?–.

–¡Sí, una visión!... Los veo heridos, sangre alrededor, creo que están muertos–. Un escalofrío recorre mi espíritu.

–¿Sabes porque no has recuperado la luz de tu corazón?–.

–¿Por qué sigo dudando?–.

–¿De que dudas?–.

–Sé que mi trabajo no fue solo salvarles la vida. No tener la otra parte del rompecabezas me hace dudar si seré capaz de lograrlo–.

–Tu visión es una advertencia. La prueba final ya empezó, y pronto tendrás que tomar una decisión difícil que influirá en el futuro de todos y eso te incluye–.

–¿Qué debo hacer? ¿Ellos van a tener un accidente?–.

–Se atenta, escucha con más atención las voces. Te están dando señales y posibles respuestas. No cometas dos errores–.

–Pero necesito saber más. Soy torpe con muchas cosas. Por favor maestro, dime algo más–.

–¿Te gusta la vida que tienes en la tierra?–. Esa pregunta fue extraña.

–Sí... Claro que sí–.

–Lizzy, la última prueba siempre es la más peligrosa para los guardianes. Toma la decisión correcta y cumple con tu deber–.

–¿Qué? Maestro no le entiendo...–. Ahora es silencio. –¿Maestro? ¿Esta aquí?–. Nada. –¡Maestro!–.

De un golpe estoy de vuelta en mi cuerpo con más confusiones que respuestas y con nauseas porque es la primera vez que trasciendo, las náuseas son efectos secundarios.

Alguien golpea insistentemente a la puerta, me percato cuando escucho la voz de Taehyung llamándome. Froto mis ojos, veo el reloj de la pared, son las ocho de la mañana. Mi último recuerdo de la noche, fue cuando me despedí de los muchachos, la mirada acusatoria de Taehyung y caer sobre mi cama.

Salgo de la cama, amarro mi cabello con una coleta, limpio las lagañas de mis ojos, tomo un abrigo para tapar mi pequeña pijama y voy a atenderle a la puerta. Abro y entra sin saludar, empujando y pisando fuerte. Confundida y molesta por su actitud, cierro la puerta y lo sigo. Se detiene junto a mi cama y se cruza de brazos.

–¡Hola Taehyung! Buenos días, yo estoy bien... ¿Tú también? Qué bueno, me alegra–. Suelto sarcástica y molesta.

–Ponte algo, vamos al centro médico–.

Debo pestañear varias veces para procesar sus palabras.

–El centro médico, ¿para qué?–.

–Un chequeo–.

–¿Te sientes mal?–.

–Yo no, tú sí–. Haciendo memoria, cuando note la fiebre, él me estaba viendo.

Persuadirlo será difícil pero me arriesgo al intentarlo.

–Tiritaba del frío–.

–No es cierto–. Suelta rápido. Señala el closet con el índice. – Cámbiate–.Demanda.

–De verdad Tae. Estoy bien. Hasta dormí como un bebe–.

–Bien, sí así lo quieres–. Saca su celular y marca.

Entorno los ojos porque no sé qué está haciendo, muerde su labio inferior sonriente y juega con una ceja. Huelo a que no me va a gustar nada lo que va a pasar.

–Jin hyung, hola...–. Se me queda viendo para retarme.

–No pensaras en... Taehyung–. Todo menos eso. Mi condición debe seguir siendo un secreto de estado.

–Necesito decir...–. De dos zancadas le arrebato el celular y cuelgo.

–¿Estas loco?–. Digo exasperada.

–Vístete, te espero afuera–. Coge su celular y sale.

Resignada y sin opciones. Saco lo más cómodo de mi closet y me cambio. Taehyung no es conflictivo, ni molesto, pero al ser tan calmado lo hace impredecible como ahora. Debo tratarlo con delicadeza o soltara todo y tendré siete problemas encima.

Con mis pertenecías, el bolso, el celular, las llaves y la receta médica del doctor en la provincia. Salgo del apartamento con cero ganas de pisar un consultorio médico. Taehyung extiende su mano y señala mi bolso, lo pongo en su mano y pongo la seguridad en la puerta, suspiro resignada y caminamos juntos a la salida de la pensión. Vamos a la estación y me embarca rumbo al centro médico más cercano.

En el camino habla como un abuelo refunfuñón, me bufa sobre mi terquedad de ir a un centro médico y repite su amenaza de contarles a todos si no me atengo a sus demandas. La cabeza empieza a dolerme y no es porque este enferma, es su voz la que me taladra el cerebro. Finalmente llegamos al centro médico y veo centenar de personas haciendo colas tan largas como la de una novia gitana, parece infinito. El olor a medicamentos y químicos de desinfección me pone de malas y las náuseas reaparecen.

No caminamos a la fila, sino que atravesamos los pasillos para llegar a una sala de espera con cinco consultorios. Tomamos asiento. Taehyung mira el reloj de mano y asiente, no entiendo y espero que me diga algo pero él solo alza los hombros.

–¿Qué hacemos acá?–. Pregunto bajando la voz.

–Vas a tener un chequeo médico–.

–Eso ya lo sé. La pregunta es porque no estamos en esas infinitas filas–. Apunto al cristal que deja ver las filas interminables.

–Porque vine más temprano que ellos y ya saque tu cita. Es en diez minutos. En cualquier momento nos llaman–.

Estoy asombrada a la vez que apenada. Él realmente se preocupa por mi estado, aunque creo que se siente culpable porque paso mientras él estaba en su post conflicto interno. No me quejo más y opto por soportar la consulta médica, sí él aguanto madrugar y hacer la fila interminable, yo podré con un par de palabras, revisiones cardiacas y pinchadas de ser necesario.

–Lee Lizzy–. Un hombre canoso, con lentes, encorvado, asoma su cuerpesito por la puerta del consultorio.

–Aquí esta doctor–. Taehyung se pone de pie rápido.

–Pase por favor–. Indica el doctor.

Taehyung me da la mano para levantarme de la silla. Caminamos al consultorio, entremos y es él quien cierra la puerta. Tomamos asiento frente al escritorio donde está el doctor frente a su computadora prehistórica.

–Soy el Doctor Yung. Dime Lizzy, ¿cuál es el motivo de tu consulta?–.

–Un chequeo–. Responde Taehyung.

El doctor baja los lentes al puente de su nariz y lo ve con cara de ¡puedes callarte! Taehyung se tapa la boca y pega su espalda a la silla.

–Tuve fiebre hace unas semanas y quiero saber si debo preocuparme–.

–¿Fue muy alta esa fiebre?–.

–Sí. Deliraba–.

El doctor escribe en su computadora con agilidad, lo contrario a su aspecto físico, se ve lleno de vida. Da unos teclasos y continúa el cuestionario.

–Lizzy, ¿consumes algún alucinógeno o estupefaciente?–.

–No señor–.

–¿Fumas, tomas alcohol en exceso?–.

–No señor, nada de eso–.

–Bien. Voy a examinarte–.

El chequeo consiste en revisar en apariencia las razones de la fiebre, algún brote, infección de alguna herida, algo que indique por qué la fiebre persiste, pero como era de esperarse, físicamente estoy en perfectas condiciones. Taehyung es quien persuade al médico para más exámenes pero este se niega diciendo que no es necesario, dándome el gusto de molestar a Taehyung.

–Tendremos que hacer exámenes de sangre y otros exámenes para descartar alguna infección interna–. Sentencia el doctor.

Oh, no. Pinchazos, dolores de cabeza, horas infinitas en una habitación que huele a químicos y personas realmente enfermas. Eso iba a enfermarme de verdad.

–¿Debe ser internada?–. Dice Taehyung tratando de sonar a pregunta cuando parece una afirmación.

–No. Los harán particulares. Ella está bien físicamente, puede que la enfermemos internándola. Les daré los exámenes y pueden hacérselo lo antes posible, cuando tengan el resultado vienen a verme sin necesidad de sacar una cita. Leeré el diagnóstico y estaremos mas seguros–. Por eso quiero ser voluntario en un geriátrico. ¡Son tan adorables los abuelos!

Con algunas recomendaciones y los horarios de atención para exámenes, nos despedimos del Doctor abuelo, agradecemos y salimos del consultorio, yo con una victoria y Taehyung con la preocupación menor.

Vamos de camino a la estación y relee el diagnostico que nos entregó el Doctor, claramente dice que no tengo nada de qué preocuparme y que la fiebre puede ser por algo que comí y me cayó mal, o por debilitamiento. Lo que es totalmente cierto, mi alma está débil y esa es la forma en la que mi cuerpo lo muestra.

–¿Contento?–.

–Un poco–. Guarda los papeles en una bolsa de manila.

–Estoy bien. El doctor lo dijo–.

–Sí, pero te mando a hacer exámenes. Debemos esperar–.

Soy una persona muy afortunada de tener a alguien como Taehyung pendiente de mí, me hace sentir especial. Dejo de quejarme porque si fuera él estaría haciendo lo mismo y no me importaría que él se negara.

Tomo su muñeca con ambas manos, él baja la mirada al agarre y me ve confundido.

–Gracias por preocuparte–. Su sonrisa hace acto de presencia y escucho murmuros de lo guapo que se ve.

Tae suelta el agarre y desacomoda mi cabello, es menor que yo, pero más alto, y se aprovecha de eso en repetidas ocasiones.

–Es porque te quiero–.

***

Los días pasaron sin dejar rastro del tiempo, pareciera que el año se quisiera acabar más rápido que de costumbre. Los reportes de la Universidad, los voluntariados en el orfanato, las visitas a los geriátricos, salidas con Jackson para despedirlo y que vaya a China con su familia, y junto a los preparativos del campamento con los muchos, fue lo que se me robo el tiempo.

Sin olvidar, claro está, las incontables noches donde pegar el ojo fue un completo martirio, solo veía las espantosas imágenes de los siete cuerpos ensangrentados. Como hablar con mi maestro me dejo más perdida, deje de pedir consejo y limitarme a mis capacidades de interpretación. ¿Qué querían decir las voces? ¿Qué es Bang Si? ¿Por qué la pesadilla se repite?

Con todo eso, ve marcado en el calendario el día. Hoy es Viernes, falta poco para que la pila de maletas se acomoden en mi puerta, para luego ser subidas a la camioneta de Jin, que justo la está llevando a su revisión con el fin de evitar accidentes. Estoy frente al portátil revisando el mapa que descargue por una aplicación de GPS personalizada, no es muy común y estoy viendo tutoriales de manejo. Jin me asigno el puesto de copiloto y GPS soy de los desafortunados que irán adelante; y digo desafortunados porque cuando viajaba con mis padres, me gustaba ver el cielo nocturno durante el viaje.

Oprimo teclas y escribo comandos para configurar el GPS y no tener problemas en las ubicaciones y carreteras. En eso, un pequeño anuncio a forma de aviso publicitario diminuto –cubre media pantalla- aparece destellante. Debo girar mi vista para prestarle atención y mis ojos se agrandan a medida que leo.

Audiciones BigHit.

Reconozco el nombre y la imagen que esta alrededor. Es el mismo de la van blindada con vidrios polarizados. El pitido aparece y las voces también. Pongo el celular en la mesa y agarro mi cabeza con ambas manos, necesito que se detengan o voy a desmayarme, hablan muy fuerte y destiemplan mis dientes. Veo borroso e intermitente, pero alcanzo a ver en el anuncio algo escalofriante.

Bang Si Hyuk, el CEO de BigHit te da la bienvenida.

¿Coincidencia? Tal vez, que posibilidad hay de que el Bang Si de las voces, sea este Bang Si Hyuk. Nunca he tenido visiones de rostros o personas en particular.

Poco a poco el pitido desaparece y recupero la visión. Inmediatamente pongo en internet, el nombre Bang Si Hyuk y pincho en las imágenes, Google lo tiene todo, y no mienten, millones de imágenes de un hombre robusto, comelón y sonriente aparece en la pantalla. Paso a información y efectivamente es el CEO de una pequeña empresa de producción y por las noticias no es muy reconocida ni estable económicamente, en palabras más castas, está en el olvido y la quiebra.

Pero ¿Por qué este hombre? Es decir, ¿Qué quieren que haga? Toco mi mentón lanzándome al mar de preguntas e incógnitas que se suman a las anteriores, si no las evacuo me ahogare pronto en ellas.

Pincho una de las fotos y observo con atención al hombre de la imagen, no tiene nada extraordinario y juraría que es alguien demasiado relajado. Sus ojos y los míos se conectan y veo a través de ellos, a través de la imagen. Algo que es nuevo. Por mi cabeza pasan escenas raras, de escenarios, luces, destellos, aplausos, y luego oscuridad, silencio, una presión en el pecho atrapa el aire de mis pulmones y me siento ahogada, necesito desconectarme pero no puedo quitar la mirada, extiendo la mano y bajo la pantalla. Como si fuese lanzada de la silla, caigo al suelo y toso con fuerza tratando de recuperar el aire.

Respiro hondo varias veces y recupero el aliento, no volveré a hacer cosas así, olvido que mi alma está debilitada y hacer uso de mis facultades puede ser demasiado peligroso. Apoyo el antebrazo en el cojín del asiento y me apoyo para ponerme de pie.

Voy teniendo cosas en claro, con esta reacción extraña, queda claro que es el Bang Si que nombran las voces, de ser cierto, tendré que darme un tour por BigHit y si tengo suerte hablar o cruzar miradas con ese hombre. No se me ocurre nada más, para entender que función tiene que cumplir en todo esto.

El celular hace vibrar la mesa y me da un gran susto, mis nervios están alterados y mis manos tiemblan. Como puedo tomo el celular y veo el número de Jin.

–Hola Jin–.

–Papá pato a mamá pato, cambio–. Lo dice haciendo sonidos guturales.

–Jin, ¿es en serio?–.

–Papá pato a mamá pato, cambio–. Repite insistente.

Ruedo los ojos porque uno, no estoy de humor para tonterías y dos, odio que se comporte así. He llegado a pensar que Taehyung es mas maduro que él y eso, es decir mucho.

–Mamá pato a papá pato, cambio–. Digo con fastidio.

Escucho que ríe gracioso.

–No era tan difícil. Papá pato está dejando el taller, voy en camino. ¿Y los polluelos?–.

–No han llegado–. Miro la hora en el reloj de pared. –No tardan en llegar, siento los gritos de Taehyung en la oreja–.

–Ok. Ya voy para allá. Papá pato fuera–.

–Cambio–. Cuelgo. Esto es lo más tonto que he hecho pero bueno, nadie me ve.

Dejo el portátil cerrado porque no quiero volver a ver la imagen de ese hombre, al menos hasta que vaya personalmente a verle. Pongo las preocupaciones en el fondo de mi mente y las aisló con cosas buenas, como el campamento y lo emocionado que han estado todos desde que se habló de viajar. Reviso mí maleta de tirantes y tiene lo necesario para mí, con un poco de música clásica, libros, cámara –prestada de Jackson-, bloqueadores, ropa cómoda y los dulces.

No pasa mucho cuando escucho una carrera, corren rápido y estrellan sus suelas en el pavimento, luego un

–¡Te gane! Me debes un ramen–. De Jungkook confirma que llegaron.

Las voces van llegando al mismo punto y se amontonan, y tocan a la puerta. Parece que se citaron y llegaron al tiempo. Me paso por el espejo del closet y veo mi ropa, chaqueta de capota, pantalón busy ancho en las caderas, converse beige, el cabello con coleta y rizos en la misma, es todo, y está bien.

Tocan la tercera vez y corro a abrir. Todos se ven bien aun en fachas como la sudadera ancha, la ropa desgastada, el tapabocas y sus ojos hinchados, unos por el arduo trabajo y otros por trasnochar en las videojuegos. Saludan con la mano y sonríen emocionados.

–¿Emocionados?–. Digo jugando con las cejas.

–¡Sí! Ya quiero irme–. Hobi tiene la hiperactividad al cien porque brinca.

–¿Y Jin-hyung?–. Pregunta Jimin.

–Está en camino, acabe de hablar con él–.

–¿Es cierto que no ibas a venir con nosotros?–. Como en todo paseo alguien debe meter la pata, el puesto es para Yoongi; ¿no se fija que tengo ocho ojos de cordero viéndome fijamente luego de su pregunta?

–Jin-hyung, me dijo lo mismo–. Agrega Nam Joon sentenciando con la mirada.

–Sí, es cierto–. Respondo de lo más normal, no es mentira.

–¿Por qué? ¿Te molesta salir con nosotros?–. A esto le temía, las voces mimadoras, como la de Tae por ejemplo, que aunque ronca es suave.

–No Tae, no fue por eso. Aparte de Joonie, no tengo mucho tiempo de conocerlo y me metí en sus vidas sin previo aviso. Sentí que no debía meterme más y me negué desde el principio–.

Bueno, esa es la verdad. Puede que estén agradecidos conmigo y eso, pero, de ahí a que me quisieran como tal, no estaba en mis cálculos la verdad. Sus rostros se oscurecen y hasta Hobi deja de moverse como gusano en el barro.

–... A mí no me molesta pasar tiempo contigo...–. Yoongi rompe el silencio y de qué manera. –Sí, eres una entrometida y una testaruda, pero no quita que tengamos esa conexión contigo–.

Sus palabras sinceras y frías, porque lo dice como si no fuese nada especial; me conmueven y hace que sonría. Aprieto los tirantes de mi maleta y respiro hondo.

–Por eso acepte venir. Al principio Jin me amenazo, pero mientras organizaba todo, me di cuenta que también quería ir con todos–.

Las sonrisas volvieron a aparecer y todo volvía a brillar.

Jin no tardó en hacer acto de presencia y entre él y Joon subieron las maletas, como eran tres días, estaba prohibido cargar más de lo necesario porque las cosas se pierden y nadie quería lamentaciones. Los camarógrafos escogidos Jungkook y Taehyung, tenían colgadas del cuello sus bellas cámaras digitales, gustos que se dan de vez en cuando, dicen ellos. Cuando Jin golpea dos veces el lado izquierdo de la camioneta, todos nos subimos a nuestros puesto, siendo él, el último en subir. Al frente Jin, Nam Joon y yo, atrás los demás. La puertesita de cristal es corrida por Jin y tenemos comunicación directa con la parte de atrás.

–¿Están listos?–. Parece que Jin insiste en hacer cosas como estas.

Nam y yo nos damos una mirada y yo levanto los hombros con las manos porque no sé qué responder.

–No los escucho–. Dice con voz melosa.

–¡Arranca de una vez!–. Grita Yoongi.

Nam y yo rompemos en risas y Jin hace un puchero desaprobando nuestras risas.

–Díganlo o no arranco–.En un acto infantil, infla los cachetes y se cruza de brazos.

Me doy vuelta para ver por la ventana y los chicos están torciendo sus bocas, para ellos es vergonzoso igual que para mí, pero hay que hacerlo, Jin es demasiado infantil.

–Solo háganlo y ya–. Pido. Todos ruedan los ojos y resoplan.

–¡¿Están listos?!–.

–¡Sí, señor!–. Gritamos al unísono.

–¡Andando camaradas!–. Por fin escucho el motor de la camioneta y marchamos rumbo a nuestro primer destino. La playa.

***

Nos hemos detenido en una tienda de paso para dos cosas, la primera, comprar chatarra para todos y la segunda tener un tanque extra de gasolina. Los menores junto a Ho Seok, están dentro de la tienda pidiendo por nosotros, afuera Jin y Nam Joon sostienen un debate sobre qué tan bueno es llevar un tanque extra; el punto de Nam es lo peligroso que sería cargar con combustible, el de Jin es ¿Qué pasara si no encontramos una gasolinera cerca? De espectadores estamos Yoongi y yo, recargados en el latón de la camioneta viendo la escena como si fuera una pelea entre mamá y papá.

Jin sacude las manos y sus orejas se están enrojeciendo, señal de que empieza a subírsele la sangre a la cabeza, por su lado, Nam no cede y tiene la típica expresión de "no voy a cambiar porque tú lo dices".

–Apuesto una bolsa de gomitas, a que gana Jin–. Suelta Yoongi luego de un rato en silencio.

Extiendo el meñique y lo enlazamos.

–Joonie no es fácil de convencer y es amante a las prevenciones–. Él corta la unión.

–Jin sería insoportable todo el camino si no gana esta–. Yoongi frota su cuello y hace círculos, se ve cansado.

Las ruidosas voces de los que salen de la tienda, llaman nuestra atención y al confirmar que son ellos y traen los pedidos, mientras se hablan y carcajean; volvemos a los dos enfrente de nosotros. Los chicos bajando el nivel de sus risas se acercan a nosotros y van tomando sus lugares para ver el espectáculo. Hobi me entrega la hamburguesa especial y un té helado, agradezco y bebo del té.

–¿Cómo van?–. Pregunta Tae subiéndose a la puerta del latón.

–Empatados–. Digo moviendo la cabeza a lado y lado, se ve eterna su discusión.

–Jin-hyung tiene que ganar, no podría aguantarlo bufar el resto del viaje–. Dice Jungkook parado a mi diestra.

Yoongi me ve de lado y alza una ceja diciendo "¿Lo ves?". Frunzo un poco los labios y suspiro cansada.

–Horas–. Digo.

–Ocho en punto–. Responde Jimin.

–No aguanto más. Sostenme esto–. Le paso a Yoongi mi comida.

–Ve por ellos–. Dice sonriendo de lado.

Camino hacia ellos escuchando los ¡Fighting! a mi espalda. Tenemos que llegar pronto para acampar cerca de la playa y que no se haga tan noche, estaremos cansados y las carpas quedaran mal hechas.

Los dos discuten y escucho como suben el tono de voz, en especial Jin que gesticula cada silaba para hacerse entender mejor cuando está molesto o frustrado. Joon me ve acercarme, se aleja y toca el puente de su nariz.

–Dile algo–. Entrega la carga.

–¿Por qué no aceptas de una vez que tengo la razón?–. Bufa Jin con el rojo en su rostro.

–Deténganse muchachos. Esto me parece tonto e innecesario–. Los dos rompen la pose de sabelotodo y me escuchan al notar el tono de molestia en mi voz. –Ya es tarde, pronto empezaremos a cansarnos, nos falta medio recorrido y ustedes no llegan a ningún acuerdo–.

Jin baja cabeza, el chico de casi un metro ochenta esta avergonzado ante una chaparra que lo reprende, pero nada como que Joon haga un puchero de niño regañado, son dos gigantes a mis pies, es broma.

–Los dos tienen la razón–. Digo y se quedan viéndome. –Jin porque no quiere que quedemos a la deriva y Nam porque no quiere accidentes–. Saco mi celular del bolsillo de mi sudadera y ubico algo en la pantalla, hago zoom y lo muestro para los dos. –Hay muchas gasolineras a los sitios donde vamos, podemos pasar por una cada que salgamos de los lugares y listo. Tendremos gasolina y no habrá heridos–. Guardo el celular y espero a sus respuestas.

Jin chasquea y luego Joon. Se dan un par de miradas y entiendo que finalmente están de acuerdo. Levanto las manos al cielo y escucho las voces de júbilo detrás, giro un poco para verlos y están aplaudiendo en la camioneta. El martirio termino y regresamos para ponernos de nuevo en marcha.

Los muchachos hicieron todo el ambiente. Sus canciones favoritas sonaron en un karaoke nocturno, había de todos los géneros pop, hiphop, balada, tecno, electrónica, trot y otras más, hasta mi música clásica tuvo sus cinco minutos de fama. Los camarógrafos elegidos pedían cada tanto detenernos para tomar foto de algo que los maravillaba, eso hacía que personas como Yoongi bufaran en desacuerdo y yo lo molestaba para que los dejara en paz, a veces Nam se le unía porque decía que parábamos cada media kilometro y no ibas a llegar nunca.

Tomamos turnos para conducir, los tres de adelante fuimos los elegidos y luego de que Jin cansara sus vistas, fue el turno de Nam, pero fue un desastre a la primera, grite, me exaspere y pedí al cielo por nuestras almas, la carretera estaba vacía y rogaba porque no apareciera una volqueta o un enorme carro de carga y nos aplastara porque Nam no podía virar bien a los lados.

Fueron minutos de adrenalina pura, unos gritaban asustados, otros reían y soltaban un "Wiii" como si estuvieran en una montaña rusa y otras maldecían con cada acelerada que hacía Nam en un intento por mantener el control de la camioneta. Cansada de llevar el corazón en la mano y de dejar marcas en los brazos de Jin que casi llora del susto, pase a ser la conductora y de paso, descarte a Nam para que condujera, no más suspenso en el resto de la noche.

El GPS anunciaba los pocos kilómetros que faltaban para llegar al primer destino, con Jin decidimos ver el amanecer desde la playa, pero para acampar, hay una especie de reserva, que permite los campings y, al atravesarla se puede llegar a la playa.

Agotados del viaje nocturno, las voces en el latón disminuyeron y se escuchaba susurros que se confundían con la brisa de la noche. El agradable silencio se mezclaba con el paisaje nocturno, los árboles se mecían por el viento, las ruedas marcaban el camino en el asfalto, se sentía demasiado bien estando al volante. Jin y Nam intercambiaron puestos con los del latón, al final solo Jungkook acepto el cambio y como pudieron se acomodaron atrás para dormir.

Jungkook ha puesto su chaqueta ovejera en mis hombros y le sonrió cálidamente en agradecimiento, se desparrama en el asiento y pone algo de Park Hye Jung en el reproductor.

–Tengo vergüenza–. Dice con las manos detrás de su cabeza.

–¿Por qué?–.

–Eres la única mujer y es quien conduce, mientras esos holgazanes duermen–. Apunta con el índice al latón.

Miro por el retrovisor y logro ver las mantas amontonadas subiendo y bajando, el sueño los ha tumbado. Sonrío enternecida y regreso a ver la vía iluminada por las farolas de la camioneta.

–No hay nadie más que pueda manejar. Ellos lo harán en el día, no tengo problema–.

Jungkook suspira y se encoge en su puesto.

–Estoy feliz–. Murmura pero alcanzo a escucharle.

–¿Por qué estás con tu hermano?–.

–Eso y que tengo amigos en quien confiar. ¿Sabes? No soy muy dado a acercarme a las personas y socializar o mostrar mis sentimientos, pero con ustedes soy como soy, natural, no tengo que esforzarme mucho–.

Un Jungkook que ha madurado un poco, esa es la percepción que tengo del chico de ojos negros, cabello liso que cubre su frente y un lado de su rostro. La pubertad lo está golpeando con fuerza y advierte ser un príncipe de película. Pasar tiempo con los demás y su hermano, le ha dado reprimendas de su vida pasada, corrigiendo sus errores y enmendado sus malas acciones. Sé que su futuro es prometedor como el de los demás.

–El bebé Kook ha crecido–.

–No soy un bebe–. Se queja.

–Oh, claro, ancestro de las mazmorras. Disculpe usted mi falta de respeto, deidad–. Gesto reverencia y exagero la vocalización, haciéndolo reír con fuerza en el puesto.

Quedamos en silencio un rato, el GPS activa una alarma de que estamos cerca y tendremos que despertar al resto para que bajen las cosas, armar las carpas y acampar un par de horas antes de ver el amanecer.

Jungkook suspira y decide hablar de otra cosa.

–Lizzy, ¿puedo preguntarte algo?–. Suena dudoso.

Le miro de reojo y analizo su expresión, ya no está desparramado, al contrario, se ha sentado derecho y recarga el codo en el borde de la ventana.

–Dispara–.

–No duermes muy seguido, ¿cierto?–.

Aprieto el volante en mis manos, controlo mis expresiones para no mostrar más de lo que debería. Según yo mis ojeras de los últimos meses deben estar ocultas bajo la capa delgada de un corrector que es casi invisible, si me siento débil lo disimulo con un jadeo o riéndome mucho pretendiendo estar cansada de reír; nadie debería notar nada, o eso creo hasta ahora.

–¿Por qué la pregunta?–.

–Lizzy, es mala educación responder con otra pregunta–. Eso lo aprendió de mí. Una cucharada de mi propia medicina. Asiento y debo responder como se debe.

–Por estos días no mucho. Ya sabes, la universidad, los voluntariados, consumieron mucho tiempo–. Sueno lo más convincente posible.

–Sí, tienes razón–.

–Pero, ¿Por qué preguntas? ¿Me veo cansada?–. Suelto una mano del volante y estiro mis ojeras.

Él ríe de mi gesto y niega con la cabeza.

–Al contrario te ves muy despierta. Cuando Taehyung, Jimin y yo jugamos en la PlayStation, esos dos se tumban primero; yo puedo durar partidas de un día entero, por eso cambie con mi hermano y Jin-hyung–. Tremendo susto por nada. El menor solo hacia comparaciones y quería explicaciones del porque una chica pésima para los video juegos y que no trasnocha a menos de que sea necesario, esta tan despierta y conduciendo.

Finalmente veo el sendero y el letrero en madera tallada con el nombre de la reserva en Hwang-Beuk. Jungkook aplaude como foca emocionado porque llegamos. Decidimos que una vez estemos en nuestro espacio, no despertaríamos a nadie, ya llevan mucho dormidos y eso sería cortar su sueño de golpes, acarrearíamos con el mal humor de unos cuantos y la hiperactividad de otros. Así estábamos bien.

Un guarda de la reserva, nos indica el camino para entrar con la camioneta y dice los espacios que están apartados para acampar. Asiento y doy las gracias para ponerme en marcha según sus indicaciones. Jungkook me guía entre la naturaleza y aprovecha para sacar un par de fotos a lo que le parece un buen recuerdo del viaje.

En una zona con la palabra camping, detengo la camioneta. Hay robustos árboles, son enormes y dan cierto aire de bosque como los de Londres o los de Japón, extensos y fácil para perderse. Bajamos para admirar la belleza de la naturaleza y como acordamos, nodespertamos a nadie; igual no creo que se despierten porque en el camino había baches y ninguno se inmuto.

Jungkook me dejo la ovejera y me cubría perfectamente del frió, él llevaba su chaqueta de peluche para estar caliente. El flash de su cámara empezó a dispararse a los tumultos de los árboles, al cielo iluminado, a la camioneta y otros lugares más.

En el tiempo que llevo viviendo en la tierra, he comprendido porque Jay, el Dios de los cielos, ama tanto su planeta, la belleza que hay en el día y la de la noche son maravillosas, deslumbrantes e hipnotizantes, también entiendo cuando sufre por quienes la habitan, como hace el dolor de ellos suyo y desea que encuentren el camino, la paz y una vida feliz.

Regresamos a la camioneta, no sin antes cerciorarme cual madre de que los bellos durmientes, estén cobijados y protegidos del frio. Hago una nota mental para no olvidar darles una vitamina en la mañana y evitar posibles catarros y mocos.

Adentro, Jungkook me ayuda a trazar un mapa para ver el amanecer en la playa. Le enseño la aplicación que descargue y como usarla, se maravilla con cada parte del menú y aún más, cuando se entera de que no usa datos o internet, porque se conecta a una frecuencia vía satelital y por eso tenemos imágenes del lugar donde estamos y sus alrededores.

Terminado eso, hablamos un poco. Nada en particular de lo que salga, como ¿Por qué las estrellas se amontonan más en un lado que en otro? O ¿Por qué no hay hoteles para animales como para los humanos?, y cosas así que me hacen verlo otra vez como él bebe del grupo. Sus fuerzas lo van dejando y empieza a cabecear apoyado a mi diestra, le digo que se duerma, pero refuta con que primero debo dormirme yo, pero le está ganando el sueño.

–...Entonces, salimos por la puerta trasera y encontramos un perrito abandonado, lo adoptaron y es el guardián del orfanato–.

–Oh–. Dice adormilado y con la cabeza resbalándose a un lado.

–Jungkook, ¿tienes sueño?–. La respuesta es obvia, igual hago la pregunta.

–No... No tengo...sueño–. Cabecea y le cuesta sostenerse.

Siento algo de pena porque el sueño lo está venciendo y él quiere seguir luchando para no dejar de ser un hombre y alardear de que fue el único que no se durmió y dejo a la chica sola.

–En la casa hay tres ositos y van a descansar, los conozco a todos ellos y los voy a saludar...–. Acuno una canción de niños en baja voz.

–Papá oso... es muy grande...–. Como esperaba la canta entre dormido.

–Mamá osa es hermosa–.

–Bebe oso...es...ju...guet...–. Deja caer la cabeza y la tomo entre mis manos evitando que se golpee. Reducido por una canción de cuna, creo que solo yo puedo alardear del día de hoy.

Acomodo a Jungkook para que duerma plácidamente antes de que deba despertar para ver el amanecer. Lo cubro con dos mantas grandes y lo dejo quieto, acomodo su flequillo y se ve realmente adorable mientras duerme.

Como dormir no hace parte de mi agenda porque uno, las pesadillas me persiguen, y dos, no tengo sueño; lo que es raro considerando que no he dormido mucho. Decido bajarme de la camioneta abrigada por la ovejera de Jungkook y quedarme viendo el paisaje y el cielo, no es ninguna broma todo este paisaje, parece mentira, un sueño, para todos.

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Bueno puede que la espera valga la pena ¿no?

CONTINUE..............

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