Mi vida vuelve relativamente a la normalidad. La universidad, trabajo en el orfanato con horarios indefinidos, la pensión y un grupo de siete locos sueltos. ¡Lo son! Por separado están quietos, se limitan, pero al juntarse un huracán estalla con ellos.
Emoción y adrenalina viven los más jóvenes. Taehyung, Jimin y Jungkook, el trió incansable, trabajan, estudian y tienen tiempo para pasar horas pegados a un video juego. El lugar de encuentro es el apartamento de Jungkook que ha cambiado de sobre manera, su padre; hombre alcohólico, se reunió con su hijastro que le dio una lección de vida y le ayudo a entrar a un centro de para alcohólicos anónimos, ambos hermanos van a visitar cada Domingo en la mañana. Nam Joon regreso a vivir con su hermano y trabaja en la misma estación de gasolina. Jungkook obtuvo un cupo en la academia donde trabaja Jimin y asiste a contra jornada con sus estudios de instituto.
Los mayores, veteranos del grupo, se reúnen cada tanto para departir en las calles o algún parque o centro turístico, son más calmados, les gusta disfrutar del aire, la naturaleza y sus temas; exceptuando por los de Jin, son más profundos, nada que ver con los trucos para pasar los niveles de LOL, temas de los más jóvenes.
Nuestro Hobi, es el punto intermedio y tiene todas las de ganar aquí, puede unirse cuando quiera a las aventuras de los más jóvenes o relajarse con una taza de café amargo junto a los mayores. Su personalidad es superior y logra ser tan infantil como quiere y tan maduro como lo desea.
–Perdona, mi jefe casi no me deja en paz–. Jin aparece en mi visión reflexiva de la vida.
–Tranquilo. No llevo mucho aquí–. Arrugo la nariz.
–Entonces, vamos–. Toma mi mano y me pone de pie, enreda nuestros brazos y caminamos hacia la estación del metro.
¿A dónde vamos? Buena pregunta. Él me escribió días atrás para que apartara este día, debíamos vernos y acompañarlo a hacer sabrá Dios que y en donde porque por más que le insistí no me dio detalles. Así que aquí voy caminando a lo desconocido.
Paso su tarjeta para los dos tiquetes, soy su acompañante y no quiere que corra con ningún gasto adicional, el lado caballeroso de Jin, algo que tiene loca a más de una chica alrededor de la pensión, como no, si tiene apariencia de modelo, pero no se tiene la suficiente confianza para aceptar un trabajo de esos. Aunque alardea de lo apuesto que se ve.
El metro nos llevó directamente a Seúl, llevo mucho tiempo sin venir a la capital. Las calles son más amplias e infestadas de personas que corren por la vida, el celular en mano, audífonos que los sacan de su mundo y un reloj que amenaza con acabar el día antes de que se den cuenta. Ajetreado, agotador, así luce esta parte del país.
Pregunto a Jin a donde tiene pensado llevarme y recibo como respuesta una sonrisa donde sus pómulos se alzan y un guiñó pícaro. Resignada dejo de preguntarle y lo sigo como hasta ahora lo he hecho. Algo se trae entre manos y quiere que sea participe. Lo que no me agrada es tanto misterio, si quiere una cómplice debería compartir de que se trata todo.
Nos detenemos frente a un almacén de media cuadra de largo y de ancho, esquinero, con las estructuras de cristal. Dentro ahí camionetas, autos, carros deportivos, camionetas familiares y otras más.
Jin se para a mis espaldas y pone sus manos en mis hombros.
–Llegamos–.
Levanto la cabeza para verlo y me lleva a dentro al abrirse automáticamente la puerta de cristal. Ahora está mi lado y sostiene mi mano gentil, tiembla, se ve nervioso.
–¿Un concesionario? –. Murmuro incrédula.
–Ya verás–. Murmura.
Un hombre alto de mediana edad, con traje negro, corbata y zapatos lustrosos negros, con apariencia de no haber dormido por tres días seguidos y con poco entusiasmo se acerca a nosotros.
–Bienvenidos a Ford, ¿en qué podemos asesorarlos?–.
–Gracias. Queremos comprar una camioneta–. Suelta con ilusión.
Mi cara es de asombro e incredulidad, porque a) queremos suena a mucha gente y b) ¿ese era el misterio?
El hombre nos da una mirada a ambos y nota que no compaginamos en alguna parte de la historia. Carraspea y los dos prestamos atención.
–Por supuesto. Síganme, puedo asesorarlos en lo que buscan–. A paso en compas lo seguimos. Lo segui porque Jin me tenía de la mano.
Hablamos entre murmuras y pido una explicación, en mis planes económicos no está comprar una camioneta, ni aceptar una de nadie, no me hace pensar en otra cosa cuando le puso tanto misterio al asunto, pero Jin insiste en negar con la cabeza y me pide que espere a ver.
Desde camionetas familiares hasta camionetas de competencia, el cilindraje, la potencia en las llantas, su capacidad de recorrer largos kilómetros y la tecno mecánica son las bases más importantes a la hora de comprar, así lo ha dicho nuestro asesor que nos muestra cada una de las clases de camioneta que tiene el concesionario. Jin se ve concentrado en las explicaciones, mientras yo bostezo. Esto de los autos no es lo mío, tengo mi chofer personal, Jackson y por él no he tenido la necesidad de un auto, mucho menos una camioneta.
–Ford 365...–. Musita en cámara lenta Jin. Sus ojos han quedado enganchados a una camioneta gris de carga, en la parte de atrás tiene el latón de carga, sin carpa, rustica, grande.
–Es de carga–. Dice el asesor restándole atención, su cometido es vender la familiar para seis personas.
–Es perfecta–. Tanto el asesor como yo vemos a Jin expectantes por sus palabras. ¿Una camioneta de carga?
–Creí que buscaban algo más familiar–. Dice el asesor viéndome. Su mirada dice mucho y debo actuar.
–Oh, no–. Niego cualquier mal entendido en su cabeza. –Vine para acompañarlo–.
–Pronto saldremos pero ella no lo sabe–. Dice Jin. Pone la mano en mi hombro y me pega a él.
Yo estoy viéndolo con cara de "espero sea una broma", pero él solo se ríe y no me suelta.
–Esta es perfecta. En realidad vine exclusivamente por ella–. Apunta con su mano libre la 365.
El asesor desconcertado, solo asiente y me ve pidiendo ayuda para hacer recapacitar a mi retenedor. No puedo hacer más que levantar los hombros resignada. Yo solo vine a acompañarlo, no tengo voz ni voto en esto.
–¿Le parece si traigo los papeles?–. El asesor se rinde y acepta que es todo.
–Por favor. Aquí lo espero–.
El asesor se va dejándonos relativamente,solos, porque hay personas comprando pero en donde estamos, no hay más de dos personas. Empujo a Jin a una esquina para tener un poco de privacidad y entender que rayos esta pasando por su cabeza de cabra, sí, porque aunque cueste admitirlo, el chico guapo es negado a la inteligencia.
–¿Qué pretendes?–. Cuestiono.
–Comprar una camioneta–. Afirma sacando pecho.
Ruedo los ojos porque la situación es obvia desde que entramos y él finge inocencia.
–Jin, es en serio. Dime que tramas–.
Alza ambas manos diciendo que está limpio de culpas y sonríe.
–No es pecado comprar una camioneta, robar sí. Yo trabajé mucho para comprar una–. Las baja y una la pone en posición sobre su cintura.
Es verdad, Jin ha trabajado horas extras, turnos completos, con la excusa de que necesitaba dinero para un regalo, yo me imagine de que se trataba para alguna chica, puede que salga con alguien y quería descrestarla, la cosa fue, que se pasó de tiempo, llevaba muchos días y caí en cuenta de eso hasta cuando regrese y él seguía con sus largos y extensos turnos en el auto lavado. Nam Joon me dijo que lo visitaba más en el auto lavado que en el apartamento.
–¿Por qué tanto misterio?–. Entorno los ojos. Si se trata de algo tan simple, debió decirme, no me iba a negar a acompañarlo y eso creía me estaba hiriendo.
Su expresión es seria y mira hacía la camioneta y regresa a mí.
–Sé que te enfadarías si te digo que es para ambos–.
Es bueno que lo sepa, porque ahora lo estoy o lo estaré, si acabo de escuchar bien, tendrá muchos problemas.
–¿Qué?–. Pongo cabellos detrás de la oreja dejándola descubierta y la acerco para escuchar o corroborar lo que dijo.
–Quería comprar una camioneta para los dos. Sé que no tienes auto y vas a la universidad y al orfanato, transportarte es complicado–.
–No, no, no, no, Kim Seok Jin. ¡Ni lo sueñes!–. Suelto. No he comprado auto, no porque no tenga dinero, sino porque no lo he visto necesario en mi vida.
–¿Ves? Por eso no te dije nada. A nadie le dije, porque alguno soltaría la lengua–.
–Jin. Que compres una camioneta no es malo, al contrario te felicito, estoy orgullosa de ti, pero de eso a que me alegre porque sea para ambos, hay un trecho tan grande como el Sahara. Tu trabajaste turnos dobles para esto. ¿Cómo quieres que lo acepte sin haber hecho nada?–. Mi gesto es de negación absoluta y mi cabello está empezando a esponjarse.
Él niega con la cabeza y con el índice.
–Estás equivocada, Lizz. Sino hubieras ido por mí ese día, yo no estaría trabajando, ni tampoco hubiera tenido ganas de comprar una camioneta para los dos o planear un paseo con los muchachos. Tú presencia me dio eso, déjame recompensártelo–.
–Con que estés vivo y lleno de sueños y metas, es suficiente. No me debes nada, estamos a mano, tú también me has dado algo grande, tu amistad y tus ganas de vivir–.
Sonríe y baja el dedo.
–Eres tan terca como Yoongi–. Río al escuchar el nombre de Yoongi, quizás él se hubiera largado hace mucho del concesionario.
–¿Hasta ahora te das cuenta?–.
–Disculpen señores, tengo los papeles listos. ¿Seguimos?–. El asesor señala a una oficina que tiene marcado en un letrero "Gerencia".
Volteo a ver a Jin. Espero se retracte o que cambie de modelo. La Ford es bellísima, tengo pase, pero no obtendré una camioneta así a costa del sudor de otro.
–Sí, claro–. Jin camina y me pasa dejándome con la boca semi abierta.
Cruzamos miradas, yo quiero que se detenga y el guiñe.
–Yo soy más terco que todos ustedes juntos–.
Así fue como Jin adquirió una camioneta con latón sin carpa.
De camino a la pensión trato de ponerme sus puntos de vista y de explicarme las infinitas razones por las que no compro una camioneta familiar y del porque se le metió a la cabeza tener una camioneta que usáramos juntos, la intercambiaríamos y quien más la necesite la usara seguido. Sé que es amable de su parte pero ¡se le ha zafado algo si cree que manejare una de estas camionetas enormes donde debo poner medio trasero hacía adelante para alcanzar los pedales!
Refute cada cosa que me dijo una y otra vez, negando con la cabeza hasta sentir que saldría volando de tanto movimiento a lado y lado. Lo único, que se pudo salvar de su discurso poco convencedor, fue la parte de la convivencia. Jin es un hombre sensible y paternal, le ha cogido cariño a todos y cada uno de los chicos, los soporta por igual y no tiene problema con ninguno. Quiere que todos, incluyéndome, tengamos un espacio para relajarnos y disfrutar del silencio de la naturaleza. De paso probara que tan buena es la camioneta para recorrer varios kilómetros a la deriva.
–¿Crees que acepten?–. Pregunta él con ilusión y esperanza.
–Hay factores como sus trabajos, estudios y tiempo libre; sin embargo, creo que estarán de acuerdo y harán cualquier cosa por ir–.
–¿Tú también?–. Despega la vista un segundo de la carretera a la espera de mi respuesta.
Me gusta verlos juntos, pasar tiempo con ellos y esas cosas, pero que viajemos juntos, es algo que no he hecho y me hace ilusión, pero no sé qué tan conveniente sea.
–Podría castigarte por mentirme y no ir–. Suelto esquivando la pregunta.
–No te mentí. Omití información que es diferente–.
–Ajam–.
Curva una sonrisa y vuelve la vista al frente, fijo en la carretera.
Hace un sonido como de hipo y amplía su sonrisa, algo está tramando.
–El buen hombre vendedor, dijo que debemos tanquear, ¿verdad?–.
–Sí–.
–Vamos a llenar a este bebe–. Sus dedos golpean líricamente el volante, de verdad trama algo y no sé qué es.
Maneja en dirección contraria a la pensión y como sé que es perdido preguntar porque, lo dejo que vaya a donde quiere ir. Pasamos más de cinco gasolineras pero no sé detiene en ningún; intrigándome porque no llena el tanque si eso había dicho antes.
Llegamos a una calle conocida para los dos y cuando me doy cuenta de lo que tramo y lo volteo a ver negando y riendo a la vez, me guiña e infla los cachetes jugando con el aire entre sus mejillas.
–Presumido–.
–Mi amigo debe ser el segundo es saberlo–. Comenta jugueteando con las cejas.
Entramos a la gasolinera, hay una Audi delante de nosotros y los dos silbamos un "fiu" porque ni porque juntemos nuestros ahorros podemos comprar la belleza que está en frente. Para eso Jin tendría que regresar con sus padres, entregarse a ellos en la empresa familiar un año y esperar a usar los beneficios de ser hijo de millonarios. Es posible, solo que Jin prefiere vivir en una pocilga antes que regresar derrotado ante sus padres.
Es nuestro turno y avanzamos lento con los vidrios polarizados arriba. Veo la figura de Joon con su uniforme de trabajo y su gorra hacía abajo cubriendo sus expresivos ojos. Cuando nos detenemos Joon toca el vidrio para hablar con el conductor y Jin pulsa el botón de los vidrios y lentamente se muestra a su amigo.
–Oh, ¿Jin-hyung?–.
–Tiempo sin verte–. Dice Jin sonriente.
Asomo la cabeza y lo saludo agitando la mano.
–Hola, Jonnie–.
–Lizzy, tú también–. Mira la camioneta y poco a poco abre la boca sorprendido. –¿Y esto?–.
–Jin gasto los ahorros de su vida–.Comento dándole toquesitos en el hombro a Jin.
–Felicidades hyung. Eres un loco–.
–Gracias y doblemente gracias. ¿Puedes llenarlo hasta la mitad?–.
–Claro–.
Joon pone a llenar el tanque y esos cortos minutos sirven para que hablemos o resumamos lo que paso hasta comprar la camioneta. No podemos tardar mucho porque Joon sigue de turno y debe seguir trabajando, pero quedamos de hablar en la noche con más calma. Nos despedimos de nuestro amigo y vamos rumbo a la pensión, ahora sí.
Mi celular suena y veo en la pantalla que es la madre superiora, es extraño sabiendo que me dijo que regresara hasta dentro de una semana. Igual tomo la llamada.
–Buen día madre superiora–.
–Los cielos te protejan, hija. ¿Cómo estás?–.
–Muy bien, de camino a la pensión–.
–Sé que te dije que nos veríamos la otra semana, pero necesito un favor tuyo–.
–No se preocupe. Mande, yo le ayudo–.
–Los medicamentos del señor Im llegaron, y me apena pedirte esto, pero ya sabes cómo es él–. El señor Im, un hombre de setenta años, gruñón y cascarrabias, enfermo de parálisis en la mitad de su cuerpo, toma un medicamento de por vida, que por alguna extraña razón solo a mí me recibe, soy su enfermera particular.
–Entiendo. Iré de inmediato–.
–Gracias, hija. Te esperamos–.
Jin estaba prestando atención y cuando guardo el celular, sus nerviosas manos al volante se mueven.
–¿A dónde vamos?–.
–Dirás, a donde voy. Tú vas a la pensión y yo al orfanato–.
–No pretenderás que con esta camioneta voy a dejar que vayas en metro, ¿verdad?–.
–Adoro cuando nos entendemos. Cuidado mientras manejas, puedes dejarme en la siguiente esquina–. Señalo la estación adelante.
–No y no se discute el tema–. Gira a la derecha antes de la estación, toma una variante y hace una U en retorno.
–Jin, no lo hagas difícil–.
–Tú eres la difícil. Somos amigos ¿no? Bueno, tú amigo va a llevarte a donde debas ir y punto–.
Acelera y no puedo refutarle cuando va a más de 60 por hora, tengo muchas cosas por hacer en la tierra como para adelantar mi partida.
Al tomar la calle en dirección al orfanato nos topamos con un estancamiento, había una fila larga de autos que no se movían y Jin no tenía intenciones de sumarce a la caravana. Desvió un poco el trayecto e hizo uso del GPS de la camioneta, apareció un camino que rodeaba la calle y nos evitaría el estancamiento. Siguiendo las indicaciones de la voz femenina del GPS, viro a la izquierda dejando atrás la caravana. Volvio a virar a la izquierda y tomamos por la variante, está más despejada pero tiene muchos semáforos en el recorrido.
Jin alcanza a pasar dos semáforos en verde, a una velocidad prudente, esta estrenando su camioneta no quiere multas el primer día. Frenamos en el semáforo en rojo y los autos empiezan a disminuir la velocidad, estamos en el medio de los tres carriles. Veo por mi ventana y una van blanca frena de ese lado, los vidrios son negros, pero igual puedo ver las sombras de las personas que van dentro, en la parte derecha del vidrio hay un eslogan, una B y una H en azul oscuro, con puntos alrededor, debajo un nombre con la palabra "Entretainment", una empresa de variedad, idols, pienso.
–Big...Hit...–. Un rayo de luz entra en mi ojo derecho, imágenes pasan por mi mente, veo personas corriendo a todos lados, pantallas, luces, hay mucho alboroto, se mueven de un lado al otro,
Las voces hacen eco en mi cabeza y al ser tantas no logro descifrar de que hablan, hombres, mujeres, un grupo, un líder, un presidente. Es como escuchar diez canciones a la vez y tener que diferenciar cual es cual. De repente la luz desaparece y queda en oscuro, una voz susurra a lo lejos, algo dice, pero no alcanzo a escuchar que es... Su voz delgada y baja no me deja saber que está diciendo y de repente...
–Bang,,, Bang...–. Retruenan varias voces al tiempo.
¿Qué quieren decir?Musito desde adentro.
–Bang... Si ...–. Entiendo entre las voces.
–¡Lizzy!–. La sacudida me despierta de golpe... ¿Me quede dormida?
Miro a los lados y estamos frente al orfanato, entonces, sí me quede dormida, ¿Cuándo? ¿Cómo? Jin tiene la mano en mi hombro y sonríe apuntando al orfanato.
–Llegamos–. Apaga la camioneta.
–¿Cuándo me quede dormida?–.
–Luego de entrar a la variante–.
¿Tuve otra visión? Bueno, visión como tal no era, al principio habían personas afanadas y luego las voces que hablaban al tiempo haciendo bastante ruido sin dejarme escuchar claramente lo que querían decir, solo el "Bang Si", sabrá el cielo que significara eso...
–¿Me esperas o quieres entrar?–.
–¿No hay problema si entro?–.
–No, son muy amables con los invitados–.
–Entonces, te acompaño–.
Ignorare por ahora lo que paso mientras "dormía", a lo único que le prestare atención es a mi falta de energía, me estoy durmiendo en cualquier parte, la universidad, el orfanato y cuando llego a mi casa siento pesado el cuerpo y caigo en plancha sobre la cama y me despido del mundo. ¿Tendré algún virus?
Salimos y tocamos a la puerta, los pasos se acercan y nos abren, es el fraile Lord. Mi boca queda desencajada, que el Fraile allá venido es una sola cosa, alguien está muriendo y va a darle la bendición y espiar sus pecados.
–Bendita seas hija–. Pone la señal de bendición en mi frente.
–Fraile Lord, bienvenido–. Inclino la cabeza saludándolo formalmente.
El Fraile se queda viendo a Jin que no ha presentado sus respetos y debo intervenir para presentarlos.
–Fraile, él es Jin, un amigo–.
Jin entiende la jerarquía del Fraile y se reverencia sonrojado por la falta de cortesía que tuvo.
–Bendito seas hijo–. Pone la señal en Jin.
Nos da el paso, para entrar. Dentro una avalancha de niños pequeños se va sobre mí, apartando a un costado a Jin que ríe y los ve con ternura.
–¡Lizzy! ¡Lizzy!–. Sus vocecitas revoltosas me atrapan entre abrazos.
–¡Mis pequeños. Se ven muy activos!–.
–Niños, la están asfixiando–. El profesor los aparta uno por uno.
–Noona, ¿vas a quedarte a jugar?–.Pregunta el más pequeño.
–No pequeño. Prometo jugar contigo la otra semana–.
–¿La flor de loto?–,
–Sí, jugaremos todos–.
El grito de aprobación al unísono, se dispersa en los pasillos y corren en otras direcciones, haciendo que el ruido y las risas se reduzca hasta desaparecer en murmullos por los salones.
Jin se me acerca y me sonríe, sus ojos están iluminados por las risas de los pequeños.
–Te quieren mucho–. Comenta el profesor al llegar con nosotros.
–No más que yo a ellos–.
–Bienvenido al orfanato–. Saluda de mano a Jin y él corresponde.
–Muchas gracias. Un gusto, soy Jin–.
–Yo soy Oh–.
Luego de los formalismos, Jin y yo caminamos al otro edificio pegado al orfanato, esta apartado por el bien de los niños y de los otros empleados del edificio. La estructura tiene dos edificios, uno el orfanato y el otro el geriátrico. El acceso al personal es por el orfanato que esta el pasillo que conecta ambos edificios.
El profesor Oh, habla del estado del paciente que vino a ver el Fraile Lord, como supuse, esa persona está recibiendo una exhumación antes de partir a donde haya sido trazada su vida, la luz o la oscuridad. Se empiezan a ver los veteranos de la nación, unos abandonados, otros por el contrario están ahí, por un plan de seguros al adulto mayor que pagaron o en sus días joviales o sus hijos, dependiendo del caso. Igual se trataba a todos de la misma manera, sus necesidades de vejez.
La madre superiora está en el gran comedor, pasando revista con la supervisora del geriátrico. A ella no le gusta que los veteranos pasen penumbras y está constantemente fiscalizando los procedimientos y los tratos a los más abuelos. De solo verme sonríe y es hasta que se despide de la supervisora que se acerca a nosotros.
–Hija mía–. Abre sus brazos delgados, y llenos de piel escurrida.
–Madre superiora. Vine tan rápido como pude–. Correspondo su abrazo y nos separamos unos segundos después.
Ella igual que los demás que me conocen, sienten curiosidad del joven guapo, alto, de rostro perfecto que me acompaña. Me adelanto a lo que está apunto de soltar y lo presento.
–Él es mi amigo Jin. Estaba con él cuando me llamo–.
La madre superiora sonríe arrugando un tanto más la piel de su rostro, viéndose maternal para él. Hace su bendición al aire y Jin acepta haciendo una reverencia.
–Gracias por cuidar a nuestra Lizzy–. Termina ella.
–No es nada. Siempre la estamos cuidando–. Jin habla como un padre protector sobre su hija rebelde.
–¿Y el señor Im?–.
–Apático como siempre–.Gesticula ella en un tono agotador.
Una enfermera, muy amiga mía en el geriátrico y la causante de que yo sea la enfermera particular del señor Im, trae una bandeja con el medicamento que debe ser suministrado para la medio parálisis, que actualmente está controlada, en realidad el medicamento retarda que vuelva a quedarse inmóvil.
Con la aprobación de la madre superiora, Jin y yo entramos a la habitación del señor Im. Mientras todos los demás abuelos están en el parque, en el jardín, o jugando en la sala de estar, él está en su habitación gaznando el abandono en el que lo dejo su familia. El señor Im, fue dejado en un hospital, su familia desapareció y aunque el estado demando a sus hijos y nietos, parece que a ellos no les interesa, y solo dan dinero para su mantenimiento porque la ley se los exigió.
De cierta forma entiendo porque anda con su cara de odio a todo el mundo y espero que ardan en el infierno antes de que yo lo haga para reírme y ser feliz una vez en la vida. Lo dejaron haciéndolo sentir inútil, una carga y un suplicio para cualquiera.
Giro la perilla luego de contarle a Jin la actitud del señor Im y que no debe molestarse o alterarse si el abuelo se pone gruñón, mal hablado o grita alguna palabrota.
–Buenas tardes, señor Im–. Está en su silla mecedora, mirando por la ventana.
Sin recibir respuesta, como de costumbre, entro con Jin detrás que hace cara de pobre abuelo, le pido que se pasme y que se ponga junto a la mesa auxiliar de la cama, y que deje la bandeja del medicamento ahí.
–Hace un buen día, ¿no quiere salir para broncearse?–. Su tez blanca, palidecida por su enfermedad y encierro propio, casi podría ser transparente.
Me lanzo al sofá que está pegado a la ventana junto a su silla mecedora y él voltea a verme con el ceño fruncido y su cara de no quiero visitas.
–¿Tu otra vez?–. Suelta con todo el desaire que requiere.
–Para que vea, señor Im. No me olvido de mi gente–. Le guiño risueña pero él chasquea fastidiado y vuelve a ver por la ventana.
Jin que está parado como niño bueno con las manos adelante cerradas en candado, hace gestos sobre el señor Im, con la mano baja le hago señas para que se quede ahí y no haga nada tonto.
–¿Ese quien es?–. Señala con su índice por encima de su hombro a Jin. –¿Están saliendo?–.
No puedo contener la risa y suelto un poco risueña.
–Mi vecino y mi amigo, señor Im. Se llama Jin–.
–¿Amigo? Hoy en día los hombres y las mujeres no quieren ser amigos, en mis tiempos era diferente. Ahora son capullos de hormonas–. Aunque no parezca, él está de buen humor, pues habla más de lo normal, y me deja tranquila porque su enfermedad esta contralada.
–Pero es cierto–. Comenta Jin, llamando nuestra atención. El señor Im gira un tanto la cabeza para verlo de reojo, chasquea y regresa al frente acomodándose en la silla.
Jin hace una O pequeña con la boca y apunta al abuelo que acaba de ignorarlo. Asiento para que se relaje y le señalo la aguja con el medicamento para que me lo alcance.
–Escuche que hizo un escándalo por el medicamento. Señor Im, usted no tiene cinco años, las inyecciones no deberían ser un problema para usted–.
Resopla nasal y se retuerce en la silla, carraspea un poco y suelta.
–¿Quién dijo que hice escandalo? ¡Esa inútil que no es capaz de poner una inyección. No es mi culpa!–.
Jin pone la inyección en mi mano, le agradezco y regresa junto a la mesa y arruga la nariz, lo sé, es difícil adaptarse a un abuelo cascarrabias como el señor Im; es como un Yoongi, pero 50 años más viejo que el nuestro.
–Señor Im, le he dicho muchas veces que no puede tratar así a las personas. Usted es un caballero, compórtese como tal–.
–Caballero, mis polainas. Ella no sabe y punto–. Sacude las manos como si la tuviera en frente y quisiera reprenderla.
Me acerco más a la silla para alcanzar su brazo y extenderlo a mí. Él no voltea a verme y murmura quien sabe cuántas maldiciones, la amargura y soledad de su alma, es muy persistente y su actitud lo delata.
–Por eso me mandaron a llamar, dijeron que quería verme–.
–¡Hijos de su...–.
–Señor Im–. Alzo la voz antes de que diga una maldición en voz alta.
Voltea a verme, esta sonrojado, su palidez deja ver claramente el rojo que se posó en sus mejillas y aunque no lo admita, le agrado, igual que él a mí. Frunce el ceño y arruga la boca.
–Yo-no-dije-nada–. Frasea palabra por palabra con molestia y falso enojo.
Palpo el lugar donde estuvo una aguja antes, se ve el pequeño morado de la fallida inyección, la chica debió luchar mucho con él para siquiera haberle puesto la aguja adentro.
–No se comporte así, señor Im. Sonría más, salga y hable con sus compañeros, le sentara bien saber que no todos son basura y que vale la pena que existan en la faz de la tierra–.
Rueda los ojos y resopla.
–¡Ay, mamá! ¡Sal de ese cuerpo!–. Hace un movimiento con la mano, como si sacara algo de mi cuerpo.
Jin y yo reímos por sus gestos y sus palabras, sé que él también quiere reírse, pero como dije, es como Yoongi, primero muerto antes que dejar su orgullo.
Mientras el hacia su ritual de exorcismos, ya había puesto la inyección con su medicamento y limpiado el área alrededor para que no quedara moretones en su delicada piel arrugada.
–Me gusta cuando esta de humor–. Le guiño. Este hace una cara de asco y quita el brazo rápido para regresar a su pose de burbuja solitaria y ver por la ventana.
–Por eso odio cuando tengo visitas–. Dice a pesar de que veo la curva de su sonrisa.
–Terminamos aquí. Señor Im, debo regresar a mi casa, pero me agrado verlo antes de tiempo. Vendré más seguido–.
–¡Lleva señor, llévame contigo y no me castigues de esta forma! Niña, entiende que no me agradas–. Otra vez hace cara de hastió y de pocos amigos.
–Pues usted a mí, sí. Así que prepárese porque ya tengo un contrato a largo plazo–. Abro los brazos mostrando que tan largo puede ser.
–Pediré la eutanasia, lo haré–.
–Ajam. Mientras eso pasa, yo estaré limpiándole el polvo. En serio señor Im, vaya a tomar el sol, ya no diferencio entre su piel y la pared–.
–Voy a vetarla, pediré que no la dejen entrar a verme. No la soporto. ¡Muchacho huye antes de que sea tarde!–. Incluso le da consejos a Jin, está de buen humor y se siente bien de salud. Lo único malo de eso, es que se pone extremadamente sensible y gruñón, pero es bueno.
Jin y yo nos despedimos del señor Im, que nos ve de reojo fingiendo que no le interesa nada de lo que le decimos. Sonrió por su actitud y espero que antes de morir admita que no odia al mundo y que le agrada tener a alguien que se preocupe por él. También nos despedimos de la madre superiora, del profesor Oh y algunos pequeñines que nos acorralan a la salida. Jin prometió pasarse un día con los niños y hacer voluntariados cuando tuviese tiempo.
Habiendo terminado mi trabajo de medio tiempo como enfermera particular y de ver el excelente estado de salud del señor Im. Vamos de regreso a la pensión, Jin lee un par de mensajes de los menores que están atacándolo con preguntas sobre la camioneta que compro, parece que Nam Joon les contó y están muy ansiosos por ver qué tipo de camioneta es.
Mis manos heladas, hacen que caiga en cuenta de una cosa, desde que me quede dormida luego de esa extraña visión, me he sentido agitada y cansada. Disimular mi estado de salud, es fácil para mí, tengo practica con Jackson, así que puedo manejarlo, pero puede que me cueste un poco ahora. Escondo las manos dentro de mi chaqueta y siento pesado los parpados, no puede ser sueño, no debo cerrar los ojos o me desmayare.
El dolor de cabeza junto a las vocecillas molestas que hablan al tiempo puntea mi cerebro. Repiten lo mismo una y otra vez y solo entiendo el Bang Si, que me dice prácticamente nada. Si esta es la respuesta de mi maestro o de Jay a mi petición sobre lo que sigue con los siete muchachos, están totalmente errados conmigo, no entiendo idiomas antiguos.
–Quiero que tú planees el viaje–. Estoy tan metida en mi misma, y no noto que Jin llevaba hablándome desde hace unos minutos cuando dejo de lado el celular para manejar con prudencia.
Como si hubiera puesto entera atención a lo que decida, asiento gesticulando una débil sonrisa que espero no lo alerte para nada. Dijo algo de viaje y planear, habla del viaje con los muchachos donde estoy incluida.
–¿Yo?–. Apunto con el índice mi pecho.
–Sí. Terminaras por ir con nosotros, eso lo sé–.
–No he aceptado–.
–¿Crees que siete hombres testarudos, no usarán sus artimañas para convencerte?–. Hace una sonrisa de victoria anticipada.
Puede que tenga razón y la verdadera razón por la que no estoy segura de ir, es por mi inestabilidad espiritual, no creo que en el plan vacacional este incluido un tour por el centro médico en caso de que colapse.
Suspiro resignada. ¿Cómo me libraría de ellos? Imposible, solo con Hobi tendrían para convencerme, me insistiría mañana tarde y noche, se convertiría en un dolor de cabeza más grande que el que tengo ahora. Impensable.
–¿Tienes alguna idea?–.
–Tres días, acamparemos. Escoge que lugares debemos ver–.
Asiento guardando la información en la parte del cerebro que no está adolorida. Jin quiere algo al aire libre, así que tendré que sentarme frente al portátil para rebuscar entre las páginas de turismo y planear algo que los deje satisfechos.
No hablamos de mucho el resto del camino, tampoco es que esté disponible para sostener una larga conversación, quiero arrancarme la cabeza y dejar de sentir las puntadas.
Veo la luz cuando a unas calles se ve la puerta principal de la pensión, el aura sombría del barrio y el aroma pesado del ambiente. En la pensión no hay algo como un estacionamiento exclusivo por obvias razones, pero él ya tenía eso arreglado con un vecino de la zona que le arrendo el garaje. Me bajo de la camioneta evitando brincar y sacudir mi cerebro, cierro la puerta, y me despido moviendo los dedos. Jin quiere que nos veamos más tarde pero me excuso con que tengo muchos trabajos de la universidad y es de suma importancia terminarlos, él entiende y no insiste más.
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Se lo que van a decir...¿lo sé! No me odien.
La vida, wattpad me odian, ustedes nop, por favor.
Creo que estoy siendo influenciada por German *Youtuber Chileno*
Así que subire capítulo cada vez que pueda!! Espero me entiendan y no olviden a BE....BTS se enojaria xD
Puede que cada vez que venga los bombardee con capítulos... quien sabe, puede que vayamos al final de BE...uno nunca sabe...
Por ahora les regalare un poco de lo que les gusta. LOS LEO EN LA PRÓXIMA OCASIÓN!! besos~~~
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