Hoja 12.
La voz de Jimin...
Mi nombre es Park Jimin, tengo 19 años, en la escuela siempre fui popular por participar en cuanta actividad de danza se programaba. Si, me gusta bailar, sentir como el aire viaja por mi cuerpo y hace que se mueva, la música que estremece cada musculo de mi ser, amo esa sensación.
Deje de vivir con mis padres a los 17 en busca de oportunidades, logre terminar el instituto y obtener un puesto en una de las mejores academias de danza de Seul. Para mi todo era como un sueño, me levantaba cada mañana temeroso porque fuera una simple ilusión. Estaba haciendo lo que quería, cumplía poco a poco mis metas; y no me quejaba, era muy joven para ser profesor de danza antigua, pero logre ganarme un puesto como tal.
En la academia se admiten personas de todas las edades, desde los cinco años hasta los sesenta. Es muy divertido ver a los mayores mover sus cuerpos de la misma manera que un joven como yo; bueno con sus limitaciones reumáticas, hacen su mayor esfuerzo y eso es un punto a su favor, en especial a su salud. Mis superiores son estrictos y a la vez nobles, se siente como en familia y nos ayudamos mutuamente en cualquier situación.
Con mis padres me comunico día de por medio, hablan mucho y a veces no tengo todo el tiempo libre, así que hago un espacio para poder escuchar las quejas de mi mamá sobre que el viejo no le da detalles como flores, así como cuando se conocieron. De esa manera tengo mas cosas que contarles y no me quedo solo como el receptor sino que también transmito mensajes.
Estar en la academia me trajo muchas alegrías y una que otra molestia; lo que mas aprecio es haber encontrado a mi compañera, mi alma gemela. Su nombre es Yui, metro y medio de estatura, piel blanca como la nieve y labios pálidos, estudiante de danza contemporánea y mía.
Todo comenzó un día que estaba dando clases de como se debe dar los tres primeros saltos estéticos sin lastimarse el tobillo en la caída. A mitad de la clase interrumpió mi superiora y traía a Yui a sus espaldas, tímida y sonrojada tapándose la boca con una bufanda verde manzana.
— Tienes nueva estudiante —. Mire a su espalda y Yui estaba mirando al suelo.
— Esta bien. Gracias —. Lo primero era darle confianza, tal vez fue llevada obligada o cosas así.
— Mucho gusto, soy Jimin, tu profesor de danza —. Le di una pequeña sonrisa.
Levantó la mirada y con una sonrisa tenue asintió.
— Me llamo Yui, espero poder aprender mucho —. Por la emoción con que lo decía, descarte la posibilidad de que estuviera en la academia por obligación.
Es muy común que las madres quieran que sus hijas aprendan la danza antigua de nuestro país, es casi como un requisito, para ellas debe ser tan normal como aprende a lavar, cocinar o coser ropa.
Las primeras semanas Yui fue muy tímida, se situaba en la parte de atrás del salón, a lo ultimo para que no la vieran. Yo le hacia entender que no importaba donde se colocara, yo siempre la iba a observar. Era muy torpe, en especial cuando debía hacer posees femeninas, pese a su cuerpo medio formado con proporciones estándar, le costaba ser delicada. Me causaba un poco de gracia verla practicar frente al espejo del salón de practicas, se hablaba a si misma y jugaba a que era una especie de princesa o Miss Universo.
Sin ser planeado, empecé a acercarme a ella, eramos profesor estudiante; pero teníamos la misma edad; así que no había impedimento para entablar una amistad. La acompañaba a tomar el transporte de regreso a su casa, a veces comíamos helado a tres calles de la academia, al principio fue timida pero después que tuvo confianza se transformo y siempre tenia un chiste para algo.
— Podría enamorarte si me lo propongo —. Decía.
— ¿De donde tanta confianza? —. Solté retándola con la mirada.
— Una mujer tiene sus armas —. Decía mostrando una amplia sonrisa.
— Si tuvieras esas mismas armas para superar el doble paso, no tendrías que quedarte con los del primer trimestre —.
Hizo uno de esos gestos que tanto me gustaba ver, el de inflar sus cachetes como si tuviera bombones en cada uno. Yo era perverso a veces, así que esas reacciones estaban bien para mi. .
Pasábamos mucho tiempo juntos, sabia muchas cosas de ella y ella de mi. Sentíamos ese corrientazo que nos acercaba cada vez mas y mas. Yui siguió asistiendo a la academia y yo era feliz viéndola.
Luego, un día el director llego con un formulario de inscripción para un concurso nacional, el grupo entero participaría si yo daba el visto bueno. Recordé que Yui me había dicho que participar en un concurso era su sueño; ni siquiera era ganar; sino participar. Di el visto bueno y todos en la clase alzaron sus voces de jubilo por tremenda oportunidad. Si lo hubiera pensado mejor, creo que tendría otra historia que contar.
Me entregaron la danza que presentaríamos, los trazos que se harían y los personajes para cada uno, me incluyeron en la presentación y mi pareja era Yui, aunque era la primera vez que probaría tener pareja de baile. Igual que todos estaba emocionado por el concurso, planeaba con detalle cada escenario para que los jueces no tuvieran problemas a la hora de escoger el ganador.
No me duro mucho la dicha. Preste atención a la parte de Yui y habían dos pasos seguidos que hasta ahora no había sido capaz de manejar, no solo eso, eran peligrosos si no tomaba las medidas preventivas. Por desgracia ya se había decidido y no podíamos hacer cambios en la inscripción. La única alternativa era que Yui se retractara, debíamos reemplazarla, por su bien y el todos nosotros.
La invite un día fuera de clases para que me acompañara a un evento de danza contemporánea para que viéramos, a mas detalle, lo que es una presentación. Se trataba de una obra de teatro con danza muy al estilo ballet. Yui veía con ojos de ternera cada paso y pose de la protagonista, se movía tan elegante como un cisne. Deje que se llenara de sentimentalismo y que viera que conlleva una presentación y lo duro que era para los que se presentaban, todo con el fin de que fuera asimilando lo que tenia para decirle.
Con la obra terminada, fuimos a una cafetería que estaba a unas calles del teatro. Ella pidió un americano y yo un capuchino, nos sentamos en las mesas de atrás para evitar el frío de la puerta al abrirla.
— Estoy asombrada de todo lo que presentaron. Me dolían los tobillos cada vez que caían de pie —. Comentaba mezclando el americano con una cucharilla.
— ¿Te gusto? —.
— ¡Me encanto! Estoy muy feliz porque me hayas invitado —. Su reacción era normal, le brillaban los ojos.
Probé el capuchino y estaba en su punto, tome aire y mire a Yui fijamente, que entendiera que iba hablarle de algo importante.
— Yui... —.
— Si —.
— Te invite a ver la obra, no solo para que vieras lo difícil que es, y lo duro que será el concurso ... Hay algo que quiero decirte—. Movía mi mano derecha, abriendo y cerrando el puño.
— ¿Que pasa? Estás muy serio—. Ella bajo la taza a la mesa, y se acerco mas a mi.
— No puedes participar en el concurso—. No podía verla a los ojos así que busque un lugar donde poner la mirada.
— ¿Que ... Que estás diciendo?—. Dejo de usar su tono dulce y saco la voz varonil que tenía dentro.
— La verdad. La coreografía es muy precisa y complicada, tus partes son las mas difíciles. ¡Entiende!—.
— Primero que todo, ten la delicadeza de decírmelo a los ojos—.
No quería, pero no tenía otra opción, si quería que ella entendiera de lo que le estaba hablando, debía ser lo mas claro y certero posible. Levante mi mirada y vi que sus ojos estaban cristalizados y apretaba la mandíbula para no llorar.
— ¿Como puedes decir eso, cuando ni siquiera lo hemos intentado? ¿Quien eres tu para juzgarme así?—. Mas que molesta, se veía ofendida.
— Tu profesor de danza. No por nada, te he puesto con los de primer nivel—. Debía ser un poco miserable con ella.
— Jamás espere eso de ti. Soy consciente de que tengo fallas y defectos, pero creo en mis capacidades y se que puedo hacerlo. ¿Es mucho pedir que confíes en mi?—.
¿Como iba a decirle que no era eso, que en el fondo la quería mas de lo que ella creía y que me moriría si algo le pasaba? A pesar de que me conmovía sus palabras y expresiones, yo era su profesor y mi deber era detenerla llegado el momento.
— Esta decidido. Vine para decírtelo, no para pedir tu aprobación—. Bebí de la taza y clave la mirada.
— ¡No puedes hacerlo! Quiero participar, quiero hacerlo—. Ella no quería ceder, esa era su personalidad, le costaba aceptar una derrota sin haber dado la pelea.
— ¡No voy a destruir el sueño de los demás por tu capricho! Tenemos mas oportunidades de ganar si te retiras, ¿o que? ¿Vas a decir que en tres semanas puedes aprender lo que en seis meses no has podido?—.
Agacho la mirada, evitando que viera como se le desgranaban las lágrimas. Esa escena me partió el corazón, no quería verla así, pero tampoco quería que le pasará algo malo por mi culpa. Me levante de la mesa, deje el dinero de lo que pedimos, asentí y me marche dejándola sola, creía que lo necesitaba para que pensara mejor las cosas.
Las siguientes semanas fueron de las peores que recuerdo. Dejamos de hablar, de escribirnos, yo no quería que a ella le pasara algo malo y no sabia porque le era tan difícil de entender. La única solución que veía era hacerle entender la gravedad del problema. Empecé los ensayos sin ella, cambie los horarios habituales y cuando ella llegaba ya teníamos mas de media práctica lista, tengo mis reglas par alas practicas y no se puede interrumpir después de cierto tiempo de practica. La veia resoplar y zapatear de lo molesta que se ponía, después se iba a la sala siguiente de practica y entrenaba con los del primer nivel.
Le comente a mi superiora lo que pasaba con Yui, después de que ella me llamara a solas pidiendo explicaciones. Entre mujeres podían entenderse mejor, le encargue que hablara con ella y la hiciera entrar en razón. Tenia la esperanza que las cosas cambiaran, término siendo todo lo contrario; Yui se empecino totalmente en que podía participar y que haría hasta lo imposible por demostrarlo. Escuche que practicaba a solas después de sus clases normales, me fugue un par de veces para verla y siempre se perdía o fallaba en la parte crucial de la coreografía, no cabía duda, si se presentaba iba ser peligroso.
Las cosas continuaron de ese tamaño. Yo fingía indiferencia con ella, me moría por hablarle pero tenia que mantener mi posición respecto al tema. Muchas personas notaron nuestro distanciamiento y yo respondía siempre lo mismo " no es nada". Igual no quería armar un lío por eso. Habían personas que no les interesaba lo que pasaba solo eran sus ganas de saber un chisme.
Se llegó el día del concurso y ella no había renunciado, estaba tan enojado por su terquedad que llegue a gritarla en el vestíbulo, no quería razonar, se estaba arriesgando por algo que no era tan grande; existían miles de concursos muchos mas grandes y especiales, me enfurecía que no me escuchara, ni atendiera mis ordenes. Salí golpeando la puerta de lo impotente que me sentía. ¿Porque insistía? ¿porque no me entendía?
Fuimos el segundo grupo que paso al escenario. Yo me sentía seguro, los muchachos habían escuchado nuestra conversación y estaban algo inquietos, no había marcha atrás, teníamos que hacerlo hasta el final, rogando que ocurriera un milagro y todo saliera bien.
Fue la parte de Yui, se trataba de un solo, en tonada y pasos de un elegante cisne, la primera parte de la coreografía le dio la confianza que reflejaba en sus ojos y la fuerza con que hacia cada paso, era como si convenciera a los demás de que era capaz de lograrlo. Siguió la parte que me preocupaba, había mejorado mucho y muy dentro de mi le daba ánimos para que terminara sin problemas, pero al tiempo me sudaban las manos y sentía que algo no estaba bien. Dio el primero y el segundo salto sin dificultad, al tercero que era con doble vuelta en un pie, al caer puso el pie de lado y todo el peso de su salto se concentro ahí, el estruendo de su hueso rompiéndose resueno en mis oídos. Corrí para auxiliarla, se retorcía en el suelo del dolor, la tome entre mis brazos, salí con ella desesperado en busca de un taxi, mi superiora nos subió a su auto y nos llevo al centro medico, por lo que decían los para médicos que la recibieron, no era nada alentador.
Se fracturo el tobillo por completo, tuvieron que ponerle tornillos para unir los huesos, tenia una platina para que moviera el pie, el problema estaba en sus nervios, no funcionaban a la perfección. Me culpe y me maldije una y otra vez por no haberla detenido, debí ser mas autoritario, obligarla a abandonar, jamas debi dejarla subir por mucho que ella hubiera insistido. Sus padres destrozados hablaban conmigo, no me lo dijeron, pero sentía que me culpaban de lo que habia pasado.
No volví al centro medico. Pedí un descanso de mis clases y de todo, quería apartarme y pensar. No visite a Yui ni una sola vez estando internada, ni tampoco cuando fue dada de alta. Sentía que era lo mejor para ella, tal vez se deprimiría si me veía con los ojos rojos de tanto a ver llorado por ella. No quería que se presionara o se sintiera peor por verme y yo tampoco quería verla en la cama o en una silla de ruedas. Pasaron los meses y con el tiempo se hicieron ocho meses. Regrese a la academia, trataba de retomar mi vida de antes, lo hecho; hecho estaba no había vuelta atrás, no seriamos los mismos y por ahora era mejor seguir separados. Su madre me visitaba un par de veces, tratando de convencerme para que fuera a verla, le sacaba el cuerpo diciendo que tenía el horario copado y que no tenia tiempo.
Fue un Viernes en la mañana. Ese día llego su madre con los ojos hinchados, vestida de negro y con el corazón destrozado.
—¡Nuestra Yui, ya no esta! ... Esta muerta ... —. Se desplomo en mis brazos ahogada en llanto.
Mi mundo se detuvo por unos minutos, ¿de que hablaba? ¿Como una persona sana podía morir tan de repente? ¿Me jugaba una broma? Luego de escuchar sus desgarradores gemidos de dolor, supe que no jugaba conmigo. Era cierto. Me abrace a ella y la acompañe en su dolor.
Llore todo el día y toda la noche, recordaba sus muecas y sus risas, las platicas que temíamos, sus ganas de hacer cosas nuevas. Me costaba creer que estuviera fría y tiesa en un cajón. Sus padres dijeron que había caído en depresión, no comía bien, no dormía, que parecía un alma en pena; por eso iban a buscarme, para alentarla, pero yo cegado por mi egoísmo no quise verla ni hablarle. No podía sentirme aun mas despreciable, ella había decidido acabar con su lastimosa y triste vida.
Quería irme con ella cuando la enterraron, no sabia de donde sacaba mi firmeza, por que internamente gritaba y reclamaba su muerte. Quizás era porque no me sentía con el derecho de hacerlo, era mi culpa que ella estuviera en ese cajón café de mármol oscuro. Solo Dios sabia lo mucho que estaba padeciendo de pie junto a su tumba. Los siguientes días fueron desolados, tristes, sin sentido. No volví a la academia porque era donde mas la recordaba. Quería desaparecer, quería verla, escucharla, sentirla, la necesitaba; me sentía perdido sin ella a mi lado.
Ya no podía mas, había tomado la decisión, era lo mejor para mi. Acabaría de raíz mi tristeza, dejaría de soñar con ella, no necesitaría mas medicamentos para dormir, podría descansar en paz. Aunque no era algo bien visto, no tenia mas opciones, solo quería dejar de sufrir por su recuerdo. Lo único que lamentaba era el dolor que les causaría a mis padres.
Se que no tengo perdón de Dios y que nada ni nadie me salvara del propio hoyo donde cabe mi tumba. Cerraría mis ojos y quizás cuando los volviera abrir, la vería a ella de blanco sonriendo para mi.
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Creo que es muy dramático. ¿No?
Pero así puede ser la vida a veces, llena de dramas.
Gracias por seguir la historia y por el apoyo. Espero estén súper pegados a las actualizaciones. Los quiero , bye bye.
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