15. Una vida a su lado
Era fácil ser una estudiante en una ciudad como Fernie, que era prácticamente igual a Forks. Aurora, que siempre ha sido brillante, solo tenía que preocuparse por mantener su promedio de becas, y esperar las cartas de aceptación, que técnicamente ya sabía que iba a ganar.
Lo que más ocupaba su mente en el momento eran los planes de su boda. La fecha había sido fijada. Julio, después de la graduación. El plan era que los primos Denali la transformaran durante los primeros días de su luna de miel, por lo que ella y Jasper pasarían un tiempo en Alaska para que aprendiera a controlarse. A Aurora le gustaba planificar y mantener todo bajo control, y a Jasper le gustaba la organización. Así que todo era más que perfecto.
Y todo seguiría así, si no fuera por el e-mail que Alice envió a Aurora en una noche de viernes. Allí estaba, la única parte de la boda que Aurora no quería manejar tan pronto. Ella suspiró, agarró el portátil y salió de la habitación, dirigiéndose hacia la habitación. Aurora dejó su cuerpo sobre el sofá, con el portátil sobre las piernas, y las mismas sobre el regazo de Jasper.
— Vaya... — Jasper comenzó, mirando a su novia. —Estarías sorprendida de como tu rostro tiene esa expresión nerviosa ahora. - Aurora suspiró. El rubio la acercó y le acarició el cabello. — ¿Qué pasó?
— Alice me envió la vista previa de la lista de invitados— Aurora gruñó. — Ella quiere que nosotros decidamos ahora quién de esa lista va a recibir o no la invitación de la boda— Jasper desvió los ojos hacia el correo electrónico abierto en la pantalla. En las primeras líneas, entendió por qué Aurora estaba molesta. Los nombres de Celeste y Robert White estaban allí. Jasper abrazó a su novia.
— Sabes que puedes invitarlos si quieres, ¿verdad? — ¿Ella murmuró una concordancia. — ¿Pero también sabes que nadie te juzgará si no los invitas? — Aurora miró a los ojos de Jasper. El oro líquido en ellos siempre le traía la sensación de seguridad.
— Creo que, por más crueles que hayan sido sus intenciones, yo no podría dejar de invitarlos— Ella declaró. — Yo no soy como ellos. No puedo ignorar todas las cosas buenas que han hecho por mí. No son mis padres, pero no estaría aquí si no fuera por ellos— Ella suspiró, pasando la mano por sus cabellos. Jasper admiraba eso, la incapacidad de Aurora en guardar rencor, y su gratitud.
Ella no tenía la ilusión de que sus padres se hubieran arrepentido, o que aquella invitación fuera a cambiar todo. Ella solo quería seguir con su vida, sin más conflictos, sin rencores.
— De todas formas, es sólo una invitación, ellos tal vez no vengan— Ella dijo. Jasper cerró el portátil de Aurora y lo puso sobre la mesa de centro.
Le agarró la barbilla con los dedos fríos y se deslizó por toda la mandíbula. La diferencia en sus temperaturas era enorme, tal vez era como presionar un cubo de hielo en la piel de Aurora. Extrañamente, ella no parecía importarle. Cada vez que la tocaba, Jasper la veía inclinarse aún más hacia él, prolongando su toque, como si lo necesitara. Cerraba los ojos y suspiraba, como si estuviera en el único lugar seguro del mundo, como si todo lo malo le fuera inalcanzable ahora. Y todo lo que Jasper tenía que hacer era estar allí.
Lyra... ahora tenía sentido. Aurora era todo lo que iluminaba la vida de Jasper, todas las cosas increíbles que él admiraba, en una sola persona. Y nada le parecía tan seguro como ella.
Todo se volvía claro, su esperanza, las innumerables veces que pensó en desistir, pero algo siempre lo empujó hacia adelante, siempre diciéndole que tuviera paciencia, que un día él entendería por qué necesitaba pasar por todo aquello. Era ella. Todo el tiempo, lo que Jasper esperaba, lo que le traería paz, la alegría en la eternidad, estaba justo allí, en aquella chica británica, fuertemente pelirroja, y de corazón tan bueno.
Ahora la inmortalidad tenía sentido. Tal vez él podría estar agradecido a María por haberlo transformado hace más de un siglo. Porque sin eso, nunca conocería a Aurora, y ya no podría imaginar cómo sería una vida sin ella.
—Qué bueno que te encontré, mi señorita—Él dijo, sonriendo con el canto de los labios.
—Tardó mucho tiempo— Ella bromeó, sonriendo de vuelta.
— Me disculpo por eso— Se lo pidió, fingiendo formalidad.
— Valió la pena—Jasper la besó, presionando sus labios contra los de ella delicadamente, recordando que Aurora aún necesitaba respirar.
— Te amo— Jasper dijo, viendo los ojos verdes derretirse sobre el. Aurora sonreía con los ojos, y era la cosa más adorable que Jasper había visto.
No tenía que decirlo, nunca tuvo que hacerlo. Porque Jasper sentía, siempre, y a cada latido de su corazón, el amor de ella desbordar, abrazándole, protegiéndole. Jasper podría ahogarse en el mar de sentimientos que Aurora era, y nunca se cansaría de ello.
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