9. Caitán

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Algo aplasta mi cuerpo, el aire se escapa de mis pulmones y abro los ojos para tropezar con una tela gruesa que cubre mi cara.

Aturdido por el reciente sueño, veo como una cabeza de zorro se las arregla para colarse debajo de la manta en la que me encuentro enredado. El peso se aligera, por lo que asumo que era lo que me impedía respirar.

—Lux —digo con un carraspeo, llevando la mano para acariciar su morro. Todavía no he visto su forma humana, ¿cómo será? De momento no parece que quiera mostrarse.

El zorro me sonríe, o al menos eso creo, y frota su cabeza contra mi mejilla.

—Deja de dar tanta grima, perro —escucho la voz de Gabriel. Siempre tan amable.

—¿De verdad vas a ver a mi viejo? —Lux ignora el comentario de Gabriel y tira de mi camiseta para que me incorpore. Tengo el pelo pegado a la cara y las legañas no me dejan ver con claridad. Las intento quitar con un dedo—. Yo estoy en contra. Podemos encontrar la manera de quitarte la maldición sin que te involucres con el pueblo.

La casa está iluminada por la brillante luz del sol, así que debe ser por la mañana. Diviso a Gabriel sentado en el borde de la ventana que hay sobre el diván, comiéndose lo que parece ser un cacho de empanada. Mi estómago ruge con hambre.

—No tiene sentido esconderlo, acabarían por percatarse de que está aquí —intercede Gabriel.

—Necesito café —murmuro, poniendo los pies descalzos sobre el suelo de madera. De alguna manera he terminado durmiendo en la cama de Gabriel, aunque no estoy muy seguro de cómo he llegado hasta ahí.

—Claro que tiene sentido esconderlo, tú sabes que el viejo no va a ayudar a un extranjero —continúa Lux mientras sale de la cama para subir de un salto a la mesa y así poder mirar mejor a Gabriel. Dudo mucho que esta gente sea capaz de actuar de una manera considerada normal, aunque yo no soy el más indicado para estar pensando eso—. Solo tienes que ver cómo trata a los corruptos.

—¿Qué es un corrupto? —pregunto, poniendo énfasis en la palabra corrupto. Voy hasta la pequeña cocina de Gabriel; sobre la encimera hay lo que parece una empanada de manzana con canela. Puede que estén alejados del resto del mundo, pero tienen una receta bastante tradicional en Galicia.

—No hay café, tienes té si quieres —se limita a responder Gabriel para luego dirigirse a Lux—. Los protectores patrullan todo Orballo y los alrededores, ¿crees que no se darán cuenta de que hay un hombre aquí?

—Hay corruptos que han sido capaces de esconderse durante años, así que estoy seguro de que no se darán cuenta.

—Pero qué es un corrupto.

—No puedo arriesgar más mi posición, confío en que Lluvia sea comprensivo y podamos ayudar a Caitán —zanja Gabriel y se acerca con agilidad. Me roza suavemente el codo para apartarme y poder coger un pequeño bote con hierbas secas en su interior—Esta es una mezcla que te ayudará a quitar esa cara de pánfilo que llevas —susurra, echando dos cucharadas del contenido en una taza de cerámica astillada.

Lux refunfuña una serie de protestas mientras Gabriel calienta agua y la sirve en la taza. Distingo un ligero olor a menta, nada más. Doy un par de sorbos, descubriendo que es dulce. El calor del líquido reconforta mi adormilado cuerpo. Cojo un trozo de la empanada y sonrío al comprobar que está deliciosa. La manzana está cocinada en su punto, mezclada con la canela y un toque de azúcar.

Me percato de que Gabriel me está mirando fijamente y trago de golpe. ¿En qué momento se ha acercado tanto? No puedo interpretar su expresión, tiene las pestañas cubriendo sus castaños ojos mientras parece contemplar mi mentón. O mis labios.

—Ahora es cuando os dais un beso —la voz de Lux nos sobresalta a ambos. Sigue en la mesa, pero se ha puesto de pie para no perder detalle de lo que está pasando, tiene la cola alzada como si estuviera emocionado.

—Ahora es cuando vas a vestirte para poder ir a ver a tu padre o cierras esa boca de perro que tienes —contesta Gabriel apartándose con brusquedad. Se lleva otro pedazo de empanada a los labios y mastica con cara de pocos amigos. No creo que tenga muchos.

Lux deja caer la cola con pesadumbre y se cuela en el baño, no sin antes arrastrar una bolsa de cuero que había bajo la mesa.

Nos quedamos en silencio mientras esperamos. Hay muchas preguntas que quiero hacer, sin embargo, por la actitud de Gabriel, no creo que reciba respuesta alguna ahora.

Al cabo de un rato un muchacho sale del baño. No aparenta más de veinte años, con el cabello rizo color caoba disparatado y la piel morena en contraste con Gabriel. Sus ojos son de un tono entre verde y marrón que me recuerdan al color del bosque. Es mucho más alto que yo y muy delgado, lo cual no se aprecia en su forma de zorro. Lleva puesta ropa bastante a la moda, me pregunto de dónde la habrá sacado.

Me mira con expectación.

—No tienes el pelo rojo —comento. Voy a tener que quitarme la idea de que debe haber algún parecido con el animal en el que se convierten. Lux se ríe abiertamente. Es en ese momento cuando me doy cuenta de que he estado sobando a ese chico—. ¿Qué edad tienes?

—19 —se acerca con la bolsa colgada del hombro.

No debería lanzarme a tocar más animales mientras esté aquí.

—Caitán, vístete y vámonos —interrumpe Gabriel, poniéndome unas prendas de ropa en la mano.

Cuando estoy preparado, salimos al calorcillo del medio día. La zona que rodea la casa de Gabriel está sumida en un silencio sepulcral. Conforme vamos avanzando, escucho diferentes voces que charlan entre sí. Para cuando llegamos a la entrada del pueblo, mi corazón palpita con fuerza a medio camino entre el nerviosismo y la emoción.

Hay algunas personas reunidas en la entrada y se quedan en silencio en cuanto me ven. También hay una vaca y me cuestiono si es una persona o simplemente una vaca. ¿Usarán la leche de los que se convierten en vacas? No estoy muy seguro de que eso sea agradable.

En cuanto pasamos a su lado comienzan a cuchichear, incluida la vaca. Así que era una persona. No importa en qué lugar del mundo te encuentres, las personas siempre hacen lo mismo. Se ve que las vacas no.

Maravillado compruebo como el suelo deja de ser tierra para convertirse en una calzada de piedras pulidas y bien engarzadas entre sí por una especie de masilla. A ambos lados se alzan algunas casas muy antiguas, pero bien conservadas. Puedo ver en las paredes de piedra unos símbolos circulares y rayados, así como tallados de pájaros y flores.

Andamos por el camino principal que recorre el pueblo hasta llegar a una plaza bastante grande. Hay una preciosa estatua de una mujer sosteniendo lo que parece un ramo de pequeñas nomeolvides. Distingo tres bifurcaciones, aunque la que está justo enfrente semeja impracticable con tanta maleza.

La gente y los animales han ido arremolinándose a nuestro alrededor. Tomamos el camino que lleva a la derecha y pasamos por dos edificaciones más grandes que una casa normal, aunque no tengo ni la menor idea de para qué pueden servir.

—Bien podrían preguntar quién es y por qué está aquí en vez de seguirnos como gilipollas —masculla Lux.

—Nunca han visto a un desconocido en el pueblo. Es normal que no se acerquen —habla Gabriel. Veo como su cuerpo se tensa en cuanto un hombre bastante mayor se acerca seguido de otros dos, provocando que la multitud se aparte. Tiene el rostro surcado de arrugas con los pómulos marcados, aun así, se puede ver la fuerza que desprende con su enorme cuerpo.

Lux aprieta las manos hasta convertirlas en puños.

—¿Has traído al elegido, Gabriel?

Así que estoy ante Lluvia.

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