29. Adán

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—Aquí no hay nadie —dice Lux mientras lanza una piedra al lago para ver si esta rebota en la superficie del agua.

Me siento con pesadez al borde del lago, al lado de un montón de flores azules húmedas con el rocío de la mañana. Rozo con mis dedos una de ellas, al igual que en mi sueño, se torna de color blanco con contacto de mi piel.

Caitán ha estado aquí.

—Quizás nos hemos cruzado en el camino, el bosque es más grande de lo uno piensa. —Lux se pasea por la orilla recogiendo piedrecitas mientras continúa hablando—. Si te pones a recorrer todo esto entero puedes llegar a tardar dos días.

—Este bosque no parece tan grande desde fuera, pero supongo que es cosa de esa barrera que rodea todo —comento alzando un dedo hacia el firmamento.

Lux parpadea cuando alza la vista al cielo con un suspiro. Entrecierra sus ojos pardos antes de seguir lanzando las piedras.

—Si han ido a la cabaña de Colmillo, Noa estará allí para recibirlos. —Una de las piedras rebota un par de veces antes de hundirse—. Hemos hecho bien en dejarla allí.

Miro la espalda de Lux. Todo el camino ha estado charlando sin parar de cosas sin importancia, el nerviosismo fluyendo a través de sus palabras. Recuerdo la insistencia a la hora de dejar a Noa "vigilando" la casa. Está más que claro que quiere algo conmigo y que le importa lo más mínimo que nos encontremos en esta situación.

Me levanto de un salto y ajusto una de mis pulseras de cuero buscando centrar mi mente, pero desde hace un rato se va hacia la misma pregunta.

—¿Estás saliendo con Noa?

Lux se gira dramáticamente, o al menos es lo que me parece. Todo lo hace siempre de manera teatral. Sus ojos bailan entre el verde y el marrón con una mirada confusa.

—¿Cómo?

—Si es tu pareja.

Ajusto las gafas que se me resbalan por el puente de la nariz. Echo de menos las lentillas.

El zorro suelta un largo suspiro.

—Sí y no —termina por decir.

Recorro la distancia que nos separa y me quedo a su lado. Hay una pequeña isla en el centro del lago; en ella crece un enorme sauce llorón cuyas ramas rozan el agua.

—Noa no quiere quedarse embarazada, así que lo físico suelo buscarlo por otro lado.

Así que quiere acostarse conmigo. Intento no reírme mordiendo mi lengua ligeramente.

—Sabes que se puede tener sexo sin meter nada, ¿no? Puedes usar esa boca y esas manos tan bonitas que tienes. —Sonrío al ver las mejillas de Lux colorearse con rapidez. A mí hace rato que eso no me sucede—. No todo se basa en meter y sacar.

—¡Y yo qué sé! —masculla con indignación—. No es como si nos explicaran nada.

Agarro una de sus manos y con suavidad paso la yema de uno de mis dedos por su palma.

—Aunque no te expliquen nada, esto es básico, gilipollas. —Lo suelto—. ¿A Noa le parece bien que vayas con otra gente?

Lux contempla su mano como si hubiese ocurrido un milagro en ella y da un respingo antes de contestar.

—¿Por qué estamos hablando de esto así de buena mañana?

Me encojo de hombros y sigo esperando a que me responda. Como buen gallego, ha intentado esquivar el asunto con otra pregunta.

—Sí, le parece bien. Siempre le digo lo que voy a hacer.

—¿Cómo ahora?

Vuelve a ponerse rojo como un tomate maduro.

—No sé a qué te refieres —musita hundiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros.

Camino en su dirección y él retrocede medio entre risas trastabillando hasta que finalmente su espalda choca contra un árbol y su gesto pasa al puro terror. Me aproximo hasta que nuestros cuerpos casi se tocan. Puedo sentir su respiración acelerada y veo el sudor que perla su cuello.

—Has querido venir a solas conmigo para ver si podías conseguir algo, no soy estúpido.

Traga saliva con nerviosismo.

Con un dolor fuerte en la boca del estómago se instalan en mi mente imágenes inconexas.

Lux. Su padre siempre le regaña por no obedecer y hacer lo que se espera de un líder. Le ha pegado por besarse con un niño. Noa ha curado sus heridas. El mundo exterior en sus ojos es un símbolo de libertad y esperanza que nunca alcanzará. ¿Cómo está tan seguro de que jamás podrá vivir fuera del bosque?

Tomo aire ante tanta información. Quito las gafas e ignorando el dolor acaricio con mis labios los suyos. Suelta un gemido nervioso.

Sujeto la base de su cabeza, hundo los dedos en sus rizos, mezclo mi aliento con el suyo. En un instante tengo sus manos recorriendo mi espalda y levantando un poco mi camiseta.

Cuando me separo, siento que respiro con agitación. No profeso amor, solo excitación. Una sensación de decepción me recorre como un escalofrío durante unos segundos.

Claro, Adán. Por mucho que sueñes que te enamoras, eso no va a suceder en un instante.

Vuelvo a sus labios una vez más con un pequeño mordisco. Es atractivo. Noa es atractiva también. Quiero sentir su piel contra la mía.

—Vamos a volver —susurro y acaricio su mejilla antes de alejarme.

—Eres impulsivo —habla con un tono que se encuentra a medio camino entre una afirmación y una pregunta.

—Sí, no suelo pensar demasiado en las consecuencias. ¿Te ha molestado?

Él niega con la cabeza y de pronto se queda completamente paralizado.

—Hay alguien en esa isla.

Si es Caitán espero que no me haya visto liarme con este chaval o voy a tener un gran discurso por su parte sobre responsabilidad emocional que no quiero escuchar.

Me giro para ver que efectivamente hay un hombre de espaldas a nosotros. Con uno de sus dedos señala el suelo que hay bajo el sauce.

Tras eso, su figura comienza a difuminarse hasta que desaparece por completo.

—Un fantasma —lloriquea Lux.

—Eso parece.

Lux se aferra a mi brazo como si se tratase de un amuleto bendito. Más bien es lo contrario. Mejor no se lo digo.

Me deshago del brazo de Lux y procedo a quitarme la ropa para ir hasta ese islote.

—¡¿Vas a desnudarte?! —chilla Lux, aunque no tengo muy claro si está emocionado u acojonado.

Meto los pies en el agua helada y avanzo apartando con mi paso las pequeñas plantas acuáticas.

—Voy a ver qué estaba señalando, ¿vienes?

—¡No! —Agarra mis prendas una por una y las aferra contra su pecho—. No quiero que vayas. ¿Y si te hace algo?

Sigo andando por el suelo fangoso hasta que el agua me cubre casi por completo y tras eso comienzo a nadar.

—¡Adán!

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