24. Gabriel
✶⊶⊷⊶⊷⊶⊷⊷❍⊶⊷⊶⊷⊷⊶⊷✶
Sigo a Caitán y bajo la torrencial lluvia apenas veo el pazo que se extiende ante nosotros.
No entiendo nada.
Los portones están abiertos y veo que a unos metros se encuentra Lluvia, rodeado de sus protectores de confianza. Portan sendos paraguas de paja para evitar que la tormenta los empape. A un lado hay unos pequeños híbridos entre animal y humano. No distingo demasiado bien qué animales son y tampoco quiero pararme a pensarlo.
Mi madre y Colmillo no están por ningún lado. ¿Acaso no iban a salvar a los niños? ¿Les ha pasado algo? Trago saliva con tensión ante ese pensamiento.
—¡Basta, no hagáis nada más! —grita de pronto Caitán, apurando el paso para franquear la vegetación del jardín delantero.
Lluvia se gira y alza las cejas para mirarnos con incredulidad.
—Oh, el elegido —sonríe—. Has llegado a tiempo para ver la purificación. En una noche despejada se haría con fuego, pero hoy usaremos el agua.
¿Los va a ahogar? ¿Qué clase de monstruo ha estado gobernando este pueblo? ¿Y a nadie le importa? Tengo ganas de morderle la yugular hasta que salte la sangre.
Caitán avanza hasta ponerse entre los corruptos y los supuestos protectores. Alza los brazos de nuevo, tal y como lo hizo hace escasos minutos con Brétema. ¿Por qué siempre tiene que ponerse en peligro?
—Brétema está en el pueblo, si hacéis daño a estos niños destruirá todo —dice entre jadeos. Avanzo hasta ponerme a su lado y echo un vistazo al temblor de sus manos. Está asustado. Es normal.
Lluvia cambia de mano el paraguas en un gesto pensativo. Las arrugas de su rostro de vuelven más marcadas, confiriéndole un aspecto mucho más duro del que tiene habitualmente.
—¿Es eso cierto, Gabriel?
Asiento con la cabeza mientras analizo las expresiones de los dos protectores que acompañan a Lluvia. Xulia es una mujer grande con el pelo corto echado hacia detrás y cuando se transforma en caballo puede hacer mucho daño; mientras que Can es un hombre delgado y bajo que nunca me ha caído nada bien, supongo que porque es un perro. No sé si podré pelearme contra los dos en un combate directo.
Suelto un sonoro suspiro.
—Vaya, qué problema —responde Lluvia sin ningún sentimiento. Se encoge de hombros y rompe la distancia que nos separa—. Si Brétema los quiere, los tendrá.
Alza una de sus manos y escucho como se acercan más protectores a nuestra espalda. ¿Han estado ahí todo el rato? Con esta tormenta no he podido escucharlos antes.
Odio la lluvia. Odio mojarme. Y odio toda esta puta mierda.
—¿Qué piensas hacer? —espeta Caitán con los labios convertidos en una fina línea, su voz se ha vuelto más suave de lo habitual—. No son malignos, simplemente no los entiendes. Destruir lo que no comprendes no hace más que volverte un estúpido.
Lluvia le sostiene la mirada y el pelaje de mi lomo se eriza. Va a atacar. Va a matar a Caitán.
Me preparo para saltar y morderle el cuello con todas mis fuerzas.
Sin embargo, se aparta, dejándome algo confuso.
Saca algo de su bolsillo y a primera vista no distingo de qué se trata, pero en cuanto agudizo la mirada me percato que se trata de un pequeño gorrión. Mi madre. Está con los ojos cerrados y no alcanzo a distinguir si respira o no.
—Gabriel, llévanos hasta Brétema. —Aprieta el pequeño cuerpo de mi madre convertida en pájaro hasta que temo que le rompa las diminutas costillas y luego lo vuelve a introducir en el bolsillo de su larga chaqueta—. Le diremos que los pequeños estarán bien.
Va a obligarme a seguir sus órdenes.
Caitán mira al gorrión, pero no dice nada. Suspira con alivio y se gira para acariciar la cabeza de un híbrido entre ardilla y niño.
—Todo va a ir bien —le dice con una bonita sonrisa.
No va a ir bien. Mi madre está en manos de Lluvia.
Me transformo en humano, las gotas de agua impactan contra mi piel desnuda, aun así, no siento frío. Echo a caminar de vuelta al pueblo y cuando me encuentro a la altura de Lluvia me estremezco ante sus palabras. Las sisea con voz tenue para que no lleguen a nadie más que a mí.
Ya sabes, tíralo a la oscuridad.
Siento un dolor que atraviesa mi pecho y procuro por todos los medios que no se note.
Caitán se asegura de que los protectores se alejen de los niños y luego les insta a que escapen. Estos tardan un poco en reaccionar, tras espabilar se transforman en sus animales y se escabullen hasta que los perdemos de vista.
Caitán camina y se detiene a mi lado.
—Ha sido mucho más fácil de lo que esperaba. —Posa una mano sobre mi hombro y doy un pequeño brinco debido al sobresalto.
—Sí.
¿No hay manera de salvarlos a los dos? ¿Por qué Colmillo no está aquí para ayudar a su compañera de vida? Intento pensar en las opciones que tengo, pero mi mente se ha vuelto un papel en blanco.
Deseo con todas mis fuerzas que Brétema se haya marchado. No obstante, la oscuridad sigue aposentada en la calle principal, lamiendo los edificios con sus sombras. No veo por ningún lado a mi hermana por lo que intuyo que habrán seguido la petición de Caitán y han buscado un lugar en el que refugiarse.
Antes de que Caitán le hable a la sombra, lo sujeto por los hombros para girarlo hacia mí.
—Lo siento.
Caitán parpadea un par de veces sin comprender. Apenas distingo sus ojos verdes en la oscuridad que nos rodea y desearía poder hacerlo. Agarro su camiseta con fuerza y lo atraigo hasta que su empapado rostro está pegado al mío.
Le beso. Él entreabre sus labios con la sorpresa y decido no seguir. Me conformo con sentirlos una última vez. Húmedos, tibios.
—Caitán, lo siento —consigo pronunciar antes de empujarlo con todas mis fuerzas hacia Brétema.
Contemplo como la oscuridad traga su cuerpo y se arremolina hasta que comienza a retirarse con lentitud.
Siento que las lágrimas se agolpan y no voy a darle a Lluvia el placer de verme llorar. Me quedo contemplando las piedras de la calle desierta en la madrugada, los caprichosos regueros que el agua forma al acumularse.
De Caitán no queda nada.
✶⊶⊷⊶⊷⊶⊷⊷❍⊶⊷⊶⊷⊷⊶⊷✶
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top