Capítulo 11
Capítulo 11: "Desinterés por vivir odesear morir"
Ashton Novan
—Le pediste una cita, bandido.
—No, no lo hice.
—Sí, sí lo hiciste.
—¡Que no! Pesado'
—Negarlo no lo hará menos cierto, Ash — Jules me señala con su dedo índice mientras repite la canción absurda que se inventó en el metro.
<<Tenerle paciencia debería considerarse un don>>
O una maldición.
—¿Cómo podría considerarlo una cita? Voy a convencerla de que no se mate, no busco enamorarla —lo observo de reojo con hastío.
A veces no sé de dónde saca ideas tan sacadas de cuadro.
Fijo mi vista en los árboles que están frente a mí y luego desvío mis ojos al lugar dónde estoy sentado.
Hoy vinimos a Lincoln Park, Jules tiene un problema poco sano con revolcarse sobre el césped de este parque en específico de Chicago.
Yo estoy en una de las bancas del parque y él, él está desparramado en el suelo como si la vida se le fuera en ello.
—Un perro podría haberse hecho del uno justo en donde estás tirado y tú estás que restriegas contra sus restos de sus deshechos — lo fastidio.
Jules ni se inmuta,
—Un perro muy afortunado — se abraza del césped a cómo puede.
<< ¿Está seguro de que es estable mentalmente? >>
No.
—Y no me cambes de tema, bandido — se levanta del suelo y toma asiento sobre este —¿Qué vas a ponerte para tu cita?
Bate sus largas pestañas con un intento de verse inocente, ese gesto alimenta mis ganas de estamparlo contra su amado césped y dejarlo ahí.
—Ropa, no iré desnudo ¡Y no es una cita! ¡Joder! —miro mis manos y noto las venas que se marcan en ellas.
Él finge no oír lo último que mencioné y empieza a hablar.
—Obviamente el desnudo es reservado para después de que la enamores, las cosas en orden Ashton. Pensé que eras un caballero caballeroso — se hace el indignado colocando una mano en su pecho — No me provoques un infarto con tu falta de tacto y poco romanticismo.
—No es una cita.
Se hace el sordo.
—Te diría que uses el estilo de Harry Styles, pero es demasiado perfecto para que lo uses. Y si vamos a tu ropa de siempre parecerá que no te importa — empieza el vómito verbal — Per si usas una camisa sería demasiado formal, pantalones ajustados gritan desespero y los que son demasiado anchos sería ser muy despreocupado...
Se pone a hablar de más razones por las cuales una chaqueta de cuero es muy mala idea porque pareceré un fuckboy con cara de goodboy.
Tomo aire por la boca y, con dificultad, lo suelto de manera lenta.
—¿Sabes cómo iré a mi NO cita? — noto como sus ojos brillan con esperanza.
<<Apaguemos la esperanza>>
—¿Iras al estilo de Stefan Salvatore? — sus ojos son la súplica hecha realidad.
—¡CON ROPA! Punto final — zanjo tajante.
Noto cómo se desinfla con la desilusión y sonrío para mis adentros.
—Serás aburrido — se vuelve a desparramar en el suelo con un puchero en su cara — Por una vez que quiero ayudarte con una chica y tú me niegas ese derecho, nunca me dejaste intervenir con Heather.
Deja de hablar cuando la menciona e intento ignorar que lo hizo.
Tamborileo mis dedos sobre mi rodilla con indecisión.
—Ella no me quiso, fui su experimento. No es lo mismo —explico con calma, no me afecta tanto como hace un año y medio.
Jules me mira desde el suelo y frunce el ceño.
—Lo aceptaré si tú aceptas que yo te vestiré como si fueras una de las Barbies de Naya— suspiro y termino aceptando, luchar contra su terquedad es para idiotas.
(...)
—Qué lindo te ves, ¡UNA FOTO!
—Jules, pareces mi abuela — le fastidio.
Él me cachetea para que me quede callado. Es un pesado.
—Me voy a hospital, abuela — salgo y me subo al auto con mi padre de piloto.
Dejo a Jules en mi casa, seguro dormirá unas horas.
Me abrocho le cinturón sobre el pantalón jean negro que llevo.
<<Extraño los buzos >>
Yo también.
—¿Por qué estás decente? — pregunta mi padre mirándome de arriba hacia bajo.
Pongo los ojos en blanco y saco mi teléfono para ver leer a Allan Poe, me descargué un E-Book, ya que Jules empezó a esconder mis libros porque, según él, no le pongo atención cuando leo.
—Omitiré tu silencio y seguiré preguntando ¿es la chica a la que fuimos a ver la semana pasada? — finjo que no escucho y sigo con mi lectura —Así que sí, es ella.
Intento parecer tranquilo, después de esa afirmación mantiene su silencio y una sonrisa.
Opto por dejarlo y no llevarle la contra, es tan testarudo o peor que Jules. Mejor así me evito un gran debate que sé que no ganaré.
(...)
—Te vengo a buscar en unas horas —dice mientras me bajo del auto. Me despido de vuelta y mi padre se va rumbo a su oficina.
Entro en el hospital y camino al consultorio de la doctora Ross, veo el reloj y noto que faltan veinte minutos para mi control.
Me desvío al área de psicología y veo unas botas pesadas colgando de las barandas de las escaleras. Subo estas con paciencia y cuidado de no agitarme más de lo necesario.
Está fumando, con los ojos azules enrojecidos posados en la ventana enorme que se sitúa frente a las escaleras.
—La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia — hablo citando y llamando la atención la rubia.
Ella suelta el cigarro y lo aleja para que el humo se disipe.
—Edgar Allan Poe —contesta ella y sonrío para mí mismo sin que ella me vea.
Me siento a su lado y bajo el oxígeno.
—¿Qué tal estás? —pregunto con cuidado.
Me mira con sarcasmo y sonríe con dejes de socarronería.
—De decirte que estoy bien, te estaría mintiendo y yo no miento— voltea hacia la ventana — de decirte que estoy mal, también mentiría porque sería dar por sentado que puedo sentir algo.
Sus respuestas siempre son milimetradas, exactas para dejarte pensativo.
Pienso mejor mi siguiente pregunta, pero sé que no será mejor. Soy un cero a la izquierda con el tacto.
—¿Por qué?
Sé que se burla de mis intentos de entenderla.
<<Es que, la verdad, das pena>>
—El por qué es bastante interesante, podría mentirte, podría decirte la verdad — suspira — opto por la verdad.
Noto cómo se tensa de pies a cabeza, luego se relaja y toma aire.
—Una vez me dije que había cruzado la delgada línea que divide el desinterés por vivir y el deseo por morir — resopla con pesadez, se toca las puntas de sus botas entre ellas y los dedos delgados de sus manos se balancean por la baranda — ¿eso te dice algo?
Me quedé pensativo, como siempre.
De forma inconsciente mis ojos viajaron a sus muñecas, estaban sin vendas y las cicatrices verticales era de más de siete centímetros como mucho.
Me dolió de solo verlas.
Ella se había hecho esas heridas para sanar otras que no estaban a la vista.
—Lamento ser un ignorante en esto, no poder hablarte de esto sin pensar que puedo meter la pata si digo algo erróneo—me sincero.
Autumn asiente con suavidad, una de sus manos se posa en mi muslo.
—Quieres convencerme de no volver a intentarlo ¿no es así? — continuaba con la mirada perdida en la enorme ventana.
—¿Qué ganas haciéndote daño, Heaven?
Ella se tensó y retira la mano fuera de tener contacto conmigo.
—No es cuestión de que, si gano o no algo, Ashton — voltea a mirarme con la expresión seria y los ojos muy abiertos.
Es la primera vez que me llama por mi nombre y no mi apellido, pero se sintió como un balde de agua fría.
Veo el azul eléctrico que posee en sus iris, sus labios agrietados, las cejas pobladas, y la perfecta simetría de su rostro.
También veo sus ojeras bajo esos azules, la curvatura de sus labios es hacia abajo, el tatuaje que se asoma por la mandíbula y sospecho que comienza en la parte posterior a su oreja derecha. Su cabello rubio alborotado y sujetado, sin mucho afán, en una coleta alta.
Es jodidamente perfecta y está malditamente rota.
—No intentes apagar el infierno cuando no conoces a sus demonios — se pone de pie y me deja allí, frente a la enorme vista de Chicago.
Solo.
NOTA DE AUTORA:
Sigo intentado continuarla, eso es todo. Ojalá les haya gustado.
Adriana G.
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