ᚐ҉ᚐ 02

—Es mi imaginación o Hyunjin tiene una blusa de Cenicienta rosa —el rizado pregunta, viendo a su hijo y el de Jeongin pintar con crayones debajo de la sombra de un árbol, con gestos alegres plasmados en sus rostros, disfrutando del día.

Ha pasado tres semanas y Christopher sigue buscando a Jeongin. Va a todos los parques que él. Al castaño no le molesta para nada, al contrario. Le encanta tener alguien con quien platicar. Siempre hablan de diferentes temas. Christopher le cuenta cómo va su trabajo, las cosas en casa y Jeongin le oye atentamente. Porque le encanta la voz del rizado, en la manera lenta y pausada de como salen las palabras de su boca. Todos los días tiene algo nuevo por contar, a veces eran cosas que veían en las noticias o un dato curioso que salía en alguna página de Internet, todo eso Jeongin lo encontraba interesante.

Se encoge de hombros y le da una mordida al emparedado que preparó en casa. Es de pollo con un poco de queso. Su mirada viaja también hasta donde están ellos. Le encanta saber que su pollito tiene a alguien de su tamaño para compartir ratos agradables.

—Se coló en el lavado. Tratamos de devolverla, pero nadie la reclamó. Al pollito le gustó porque se veía nueva y los colores aún brillan. Creo que es su favorita por eso.

Christopher asiente en compresión y no dice nada más. Siente algo de pena por Félix, porque es un niño encantador y noble. Félix merece más que una camiseta colada en el lavado.

En esas tres semanas ha aprendido bastante del castaño. Un poco de su vida y todo. Por ejemplo, que fuma en vez de comer, para calmar su hambre y sentir que el humo le llenaba. Que comía cuando mucho 10 veces en una semana, con tal de que su hijo tuviera que comer. O que prefería el café cargado a con leche. Que su sueño fue ser pediatra, pero se vio acabado cuando se embarazó de Félix. También se había fijado bastante en sus movimientos. Cuando estaba nervioso se acomodaba el cabello detrás de la oreja, y si le decías algún cumplido él reía abiertamente y negaba con la cabeza. A veces fumaba con el cigarrillo entre su dedo medio y el índice. En otras ocasiones con el índice y el pulgar. O que sus mejillas se teñían de un rojo vivo cuando sus rostros quedaban demasiado cerca.

—¿Qué tal si hoy te invito a cenar?

Jeongin hace una mueca graciosa a Christopher y se ríe. Siempre es gracioso y divertido. Le encanta así. Nunca se aburre, todo el tiempo sale con una broma o un comentario sarcástico, claro, nunca siendo grosero.

—Por mí perfecto, sólo un detalle. No sé dónde dejar a Félix.

—Podemos dejarlo con mi madre, ahí dejaré a Jin también. No se molestará, adora a los niños.

—Entonces sí. Acepto —estira su mano al rizado y él la toma, como si estuviesen cerrando un trato.

Cada quien se va por su parte y deciden que Christopher pasará por ellos a las 7:30 de la noche.

Jeongin se baña con su pollito dentro de la bañera. El agua se ensucia y pequeñas burbujas se hacen a causa del shampoo y jabón que usan. Lavan su cabello y tallan sus brazos para estar limpios. Salen de ahí cuando sus dedos están arrugados y a Félix están a punto de dolerle. Con toallas gruesas se secan sus cuerpos. Jeongin entra al baño nuevamente para quitarse la barba que tenía, ya está un poco larga y le comienza a picar. Toma el rastrillo y hace su trabajo. El niño le espera en la habitación, donde se está se secando el cabello. Viste a su hijo con un pijama porque Hyunjin le dijo que harían pijamada, verían películas y comerían palomitas.

—¿Qué son palomitas, papi? —Jeongin pregunta, cuando ve a su padre parado frente al espejo, probándose unos jeans negros y una camisa de manga larga blanca. Le sienta bien la ropa. Sus piernas lucen gruesas a pesar de ser bastante delgado, la camisa le queda un poco suelta pero no se ve mal.

—Son... palomitas, pollito. Se comen cuando ves una película. Son saladas, aunque también hay de dulce. Sólo que no debes comer muchas o tu pancita dolerá mucho.

Jeongin se acerca y le hace cosquillas en el estómago de Félix, él estalla en risas, que hacen al castaño sentirse pleno.

—¿Son ricas? —su naricita se arruga. Espera una buena respuesta por parte de su padre, porque si no son buenas no sabría con qué cara decirle a Hyunjin que no quería comerlas.

—Bastante, aunque puede que a ti no te gusten. No pierdes nada probando.

—Jin dijo que las comeríamos hoy. ¿Me das permiso?

—Siempre, bebé. Pero recuerda, no queremos enfermos aquí ¿o sí?

Félix niega con la cabeza. Jeongin termina de arreglarse. Peina su cabello aún húmedo, se echa colonia y se mira por última vez al espejo.

—¿Me veo bien, bebé? —le pregunta a su hijo y éste asiente rápidamente, con los pulgares hacia arriba.

Una bocina suena abajo. Jeongin acecha y reconoce el auto de Christopher, además de que él se encuentra bajando. Termina de arreglar la mochila de Félix lo más rápido que puede. Mete en ella su manta favorita, uno bóxeres extras por si llega a tener algún accidente en la noche y la funda para guardar sus lentes. Entre sus brazos, Félix toma al oso que a padre le regaló hace ya un tiempo. Y no, no Jeongin. Su otro papá.

Cuando bajan, Christopher está aparragado sobre su auto y su cabello está un poco revuelto gracias a la ventisca. A él parece no estorbarle, tampoco lo hace lucir mal. Al contrario, le da un toque más relajado y juvenil. Se saludan con un beso en la mejilla y se apresuran a subir al auto. Hay poco tiempo, pueden perder la reservación del restaurant.

Dejaron a los niños en casa de Somin y para Jeongin fue incómodo tenerla tan cerca. Se sentía bastante hipócrita, con una sonrisa en la cara y besándole la mejilla de despedida. Se la imaginó diferente, creyó que sería arrogante y le juzgaría. Estaba equivocado. Ella todo el tiempo estuvo sonriente y aceptó a su hijo a pesar de tener el pijama un poco andrajoso, incluso le hizo uno que otro cumplido al pequeño para que entrara en confianza. Le aseguró a Jeongin que se quedaba en buenas manos, y él confiaba.

Fueron al restaurante favorito de Christopher. Uno elegante y cerca de su casa. La decoración era bastante bonita y sencilla. Largas lámparas colgaban desde el techo llegando más arriba de la mesa, sus luces eran tenues, pero aún podías ver bien. Al centro del restaurant había un gigante candelabro, también colgante con velas artificiales. Christopher le explicó que eso servía para cuando celebraban una que otra boda ahí. Las mesas eran de madera pura, pintadas en marrón oscuro al igual que las sillas, éstas tenían un pequeño colchón en la parte del respaldo y en el asiento. La gente estaba vestida formal a comparación de ellos, con ropa casual y vaqueros. El de ojos verdes tenía una camisa de manga tres cuartos y el brazalete que Jeongin le hizo, adornaba su muñeca. Inconsciente, el castaño alargó la mano y acarició los hilos de ésta, sonriendo, sintiendo la ya tan conocida seda bajo sus dedos. Christopher no dijo nada y siguió ordenando por los dos.

El menor se abrazó a sí mismo, inseguro. Ahora venía a sentirse pequeño a lado de Christopher, literalmente lo era, pero no se refiera a ese aspecto. Tenía bastante tiempo sin ir una cita, la última fue con el papá de Félix, a escondidas para que nadie los descubriera. Fue la noche que quedó embarazado de él. Así que no sabía cómo actuar.

—No estés nervioso. Estamos bien.

Christopher dijo y le tomó la mano sobre la mesa. Y vaya que eso calmó a Jeongin.

Comieron bastante y Jeongin cree haber subido unos kilos de más. Christopher tal vez exageró un poco con la comida. Pidió bastante, como si una familia de 5 personas fuese a comer. Jeongin terminó su plato y se sintió totalmente satisfecho. El rizado se acabó todo y dijo que no se sentía tan lleno. Lo entendía un poco, Christopher está acostumbrado a comer bastante y como su cuerpo es grande y además hace ejercicios, lo necesita.

Ahora están sentados en la sala del mayor. El castaño se ha quitado los zapatos y sólo tiene los calcetines puestos, el rizado se quitó las botas junto los calcetines. La casa le pareció bonita al ojiazul, era bastante modesta.

Jeongin ríe fuerte cuando Christopher le cuenta un chiste bastante malo. Han tomado cinco copas de vino y en el más bajo parecen ya hacer efecto. Su boca se siente un poco pesada y las palabras ya no salen con la misma facilidad a cuando estaba completamente lúcido. Va un poco más atrás en sus recuerdos y por lo que parece ser, hace más de medio año que no prueba alcohol. Había sido en la fiesta de una vecina de piso, sólo tomó una botella de cerveza porque no quería hacer sentir mal a la festejada.

—¿Dónde está el padre de Félix? —cuando se encuentran más en confianza, el rizado cuestiona, tratando de no sonar atrevido.

Jeongin sonríe un poco melancólico, sintiendo como su corazón se arruga en decepción.

—Con su esposa, imagino.

—¿Es casado?

Jeongin asiente. Y siente que sus lágrimas pronto saldrán. Christopher lo nota la pasa una mano por su cabello color caramelo, haciéndole saber que está ahí, con él.

—Cuando tenía 17 trabajaba como un chico especial, sabes a lo que me refiero. Mamá estaba enferma de leucemia y no tenía como pagar todo, así que eso fue la salida más fácil. Con la edad y aspecto que tenía no me dieron trabajo más que ahí. Llevaba tres meses dentro y entonces él llegó. Alto y delgado, bastante guapo para su edad. Estaba conmigo siempre que iba, a veces me llevaba a cenar, a lugares escondidos para que nadie lo descubriera —se encoge de hombros, limpia una lágrima traicionera que escapa de sus ojos y prosigue—. Una noche le dije que estaba embarazado, y, joder. Creí que estaría un poco feliz.

Sollozó y se acomodó en el pecho de Christopher. Él lo recibió, acunándolo contra sí.

—Lo primero que me dijo fue que abortara, que él pagaría todo. Dije que eso jamás. Entonces el no volvió y tres meses después me sacaron de ahí. La dueña se enteró que estaba embarazado, ya no servía así, me echó. Mi madre murió cuando tenía seis meses. Félix fue prematuro, nació a los siete por mi estrés y la presión que sentía. Por eso usa lentes, sus ojitos no se terminaron bien.

—¿No volvió? ¿Y cómo tiene sus apellidos?

—Ahí voy. Cuando mi pollito tenía tres meses él vino a la casa. Me dijo que registraríamos al niño como su hijo, él me daría dinero cada quince días y yo mantendría la boca cerrada. Joder, necesitaba mucho el dinero.

—Entonces... es un Bang.

—Así es. Félix Bang Yang. Hijo reconocido pero ilegítimo de Matthew Bang —se despegó de su pecho, poniéndose recto. Acarició el rostro asustado de Christopher y rio—. Te pareces mucho a él. Sólo que más joven y mejor.

—¿Sabías quién era desde el principio?

—Siempre. Él hablaba mucho de su familia. Tú eras su chico estrella, llegué sentir celos de ti. A veces me mostraba fotos de tu hermana y tú cuando eras más joven. Tenías el cabello más corto.

—¿Lix conoce a mi papá? Digo, su papá.

Jeongin asiente.

—A veces pasa a la casa a dejar el dinero. Juega unos minutos con él y luego se va, diciendo que tiene trabajo que hacer. Es mejor así. Para que no se haga falsas ilusiones. Aunque me duele, porque se ve tan feliz cuando está con él, pero luego llora cuando se marcha.

Por más que limpia sus lágrimas, ellas salen sin aviso alguno. Su cara cae en el hombro de Christopher sin querer y llora ahí. Se siente sucio, contando sus problemas al hijo de su ex amante. Poco a poco, deja a llorar y levanta la cara.

Su nariz puntiaguda, se roza con la del rizado y antes que pueda pensar algo, lo está besando. Jeongin acepta el beso de buena manera porque es dulce, suave y lo necesita. Los labios de Christopher son rojos y gruesos a comparación con los de él, delgados. Las manos del castaño recorren el torso del más alto hasta colarse dentro de sus pantalones.

No sabe cómo ni por qué, pero Christopher lo está recostando en su cama. Le quita la camisa y besa su pecho. Jeongin se deja hacer y deshacer.

Muerde las clavículas de Jeongin y gime de gusto. Sus costillas se marcan enfermamente y el castaño vuelve a llorar en vergüenza. Christopher las besa también, delicadamente y siente el cuerpo del más bajo vibrar de sollozos. Con las palmas de sus grandes manos acaricia los costados de sus estrechas caderas, dándole tranquilidad. Hay una cicatriz en la parte baja de su estómago y supone que de ahí salió Félix. Pero no quiere pensar en él ahora.

Termina de quitar su ropa, desviste a Jeongin tranquilamente. Disfrutando su cuerpo y su calor. Lo prepara con los dedos. Después de un rato, Jeongin olvida sus inseguridades y comienza a jadear, aceptando el placer que Christopher le da. Sus dedos son largos, casi rosan sus próstatas y se siente demasiado bien.

Lubrica su pene y entra lentamente. Jeongin se abraza bien a él, sus dedos se entierran en la piel caliente de los brazos y quedan blancos por la fuerza con la que lo hace. Christopher es grande así que duele un poco, pero lo soporta. Penetra a Jeongin hasta que se viene dentro de él. El castaño se pone de espaldas y pide más. Necesita más. Le gusta estar con Christopher de esta manera, porque, aunque sus embestidas sean duras y rectas, le habla al oído sin decirle cosas con morbo. Como Matthew lo hacía.

Entra otra vez en él, está un poco estirado ahora, pero sigue apretándose bien a su miembro. Y lo vuelven a hacer. Christopher le habla otra vez a Jeongin en el oído, calmándolo y diciéndole cuanto le gusta tenerlo así, bajo de él, sudando y jadeante. Jeongin se limita a gemir su nombre y morder la almohada para no hacer un escándalo. Porque era en verdad ruidoso.

Cuando terminan, limpia sus cuerpos con una toalla de baño. Jeongin cae dormido, abrazando el brazo aruñado de Christopher, sisea un poco de ardor, pero no dice nada. Deja que se acomode y que descanse. Lo observa en la oscuridad. Es precioso, la boca se le seca. No tiene palabras suficientes para describir cuan increíble es. El reflejo de la luna en su rostro le hace justicia, parece una pequeña obra de arte, luciendo sereno y calmoso. Su cuerpo sube y baja al compás de su respiración, tranquila.

Oye su teléfono sonar. Es el de Jeongin, lo mira y Matt B. dice el lector de llamadas. Su cuerpo tiembla y no sabe cómo reaccionar. Hacerlo con el castaño le hizo olvidar por un momento ese detalle. Después de una respiración profunda; contesta. No quiere molestar a Jeongin porque parece que lleva varias noches sin dormir.

—¿Me puedes explicar que hace Félix en mi casa, con mi nieto? —Matt habla apenas el teléfono es descolgado. En su voz se oye un enojo evidente. Christopher conoce ese tono de voz.

—¿Papá? —es lo único que dice Christopher, decepcionado. Tenía un pequeño rayito de esperanza y que no sea verdad, que Jeongin le haya mentido.

Ojalá hubiese sido así.

—¿Christopher? No entiendo.

—Yo tampoco, ¿sabes? —dice, ya sus ojos pican.

Su padre siempre había sido su ejemplo a seguir, pero ahora le daba pena y un poco de asco. Había engañado a su madre, una mujer buena y enamorada perdidamente de él, le había entregado todo de ella y le pagaba así. Ni Jeongin, ni su madre y mucho menos el pequeño Félix se merecían esto.

—Voy para ahí. Iré por mi hijo y Félix —es lo que dice y cuelga el teléfono.

Se viste rápido, con un pantalón de lana y una playera de su vieja Universidad. Deja un beso en la cabeza de Jeongin, quien ahora abraza a una almohada y al parecer, no se percató de nada. Le da un último vistazo y sale corriendo para su auto.

Trata de no llorar de decepción de camino ahí. Joder, que sorpresa se había llevado. Su padre, su ejemplo a seguir, el hombre al que le guardó respeto desde pequeño... Le había mentido a toda su familia, se sentía desilusionado. Cuando llega es tarde y todas las luces están apagadas, excepto la del salón de estar. La muchacha que hace el aseo le abre. En el sillón, Félix llora en voz baja, con su mochila en la espalda, abrazado a su viejo peluche. Matthew sólo le mira, molesto. Hyunjin está arriba durmiendo con Somin, no están enterados de nada.

—Llévatelo y que no vuelva. Nunca. Christopher se puede quedar —Matt se acerca a su hijo mayor y le habla de cerca.

—O Félix se queda con Hyunjin o los dos se van —Christopher dice—. Tú decides.

—Él se va, Hyunjin se queda —apunta al niño.

—Pero yo me quiero que-quedar, papá —Félix llora más y Matt lo calla.

—Aquí no, Félix. Y no me digas así.

Christopher niega la cabeza. No sabía que alguien podía ser tan desalmado con su propio hijo. Avanza con una punzada en el pecho a donde está Félix, lo carga entre sus brazos y llora más fuerte, muerde el hombro de Christopher, tratando de callarse, pero no puede. Le duele el rechazo de su padre. Sale de la casa, quita la alarma del coche y mete al niño en el. Félix grita cuando ve que Christopher le dejará solo, le dice que espere ahí, que irá por Hyunjin y volverá pronto. Félix entiende y se queda sentando. Vuelve con su hijo en brazos, salió sin despedirse de nadie. Dejó a Hyunjin en el asiento de atrás y Félix se pasó adelante, para que su amigo pudiera dormir cómodo.

Christopher abrochó su cinturón de seguridad y el de Félix. Arranca el auto y comienza a avanzar por las calles casi desiertas por la hora que es. Algunos clubs están abiertos, brindándole a sus clientes una noche de diversión.

—¿Eres mi hermano? —preguntó Félix. El rizado dio vuelta a la derecha y paró en el semáforo rojo. Ha dejado de llorar, pero su respiración es un poco errática.

—Eso creo, pequeño —le sonrió cálidamente.

—¿Por qué a ti papá si te quiere y a mí no? Tiene fotos tuyas por toda su casa. Mías no.

Niega con la cabeza. Y de verdad que no sabía por qué. Si Félix era un niño encantador e inteligente. Tenía una chispa increíble. Sabía leer y escribir porque Jeongin le ha enseñado. Hace sumas y restas y jamás ha pisado un salón de clases. A pesar de ser un niño, Christopher le admira por su valentía y fortaleza. Es apenas un ser de 6 años y ha pasado tantas penas.

La conversación acaba ahí y Félix no insiste más sobre el tema. Se entretiene mirando las luces de los faros o uno que otro letrero luminoso de una tienda 24/7.

En la casa, Jeongin está vestido con unos sus bóxeres y una camisa de Christopher que encontró por ahí. Los dos niños se meten a la casa, caminando medio zombies, como Hyunjin ha dijo. El pollito corre a su papá y lo abraza. Le cuenta todo entre lágrimas y Jeongin le pide mil veces perdón por dejarlo ir, aún sabiendo las consecuencias. Félix dice que no hace falta disculparse, porque de todos modos se divirtió con Jin y la señora Somin. Dijo que comieron las palomitas y que ahora es su comida favorita. Miraron un par de películas sobre super héroes y el pequeño rizado había perdido su apuesta sobre quien se dormía primero.

Mientras tanto, Christopher cambiaba las sábanas de la cama.

Ahí dormirían todos. Hay otra habitación en su casa, pero no una cama. Sólo está llena de juegos y juguetes de su hijo. Christopher toma una nota mental sobre comprar una nueva. Cuando todos están más tranquilos y muy somnolientos, suben a la cama y se acomodan, un poco apretados, pero calentitos. Y se duermen, los cuatro en la misma cama, bajo la misma manta gruesa. Soñando que mañana sería un día mejor.

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