Capitulo 6

Lizzy había sido siempre una persona empática, dulce y compasiva. Desde pequeña, había aprendido a ver lo mejor en los demás, a confiar y a creer en la bondad del corazón humano. Pero esta vez, todo lo que ella pensaba sobre el amor, la confianza y la lealtad había sido puesto a prueba. El dolor que sentía por dentro era insoportable, un vacío que no podía llenar con risas, con palabras, ni siquiera con la cercanía de Harry, su novio, quien había sido un apoyo incondicional en este tiempo. Su corazón no encontraba paz porque, aunque amaba profundamente a Mal, la traición que venía detrás de esa relación era un peso que no podía soportar.

Desde el primer día que vio a Mal, Lizzy había sentido algo especial, algo más allá de la simple atracción. Era un vínculo que iba más allá de la carne y de la apariencia, algo profundo que conectaba sus almas de maneras que nunca podría haber imaginado. Habían compartido momentos de alegría y risas, de ternura y pasión. Lizzy pensaba que ese amor era real, sólido, algo por lo que valía la pena luchar. Pero ahora, esa confianza había sido destrozada.

Descubrir que todo había comenzado como una apuesta, un reto orquestado por Hades, era más de lo que su corazón herido podía soportar. La rabia, el dolor y la tristeza se entrelazaban en su pecho, sofocándola cada vez que pensaba en lo que Mal y su padre habían hecho. Hades había utilizado a su propia hija como una herramienta de venganza, y no contra cualquiera, sino contra Poseidon, su propio hermano. Pero lo que más dolía no era el hecho de que Hades quisiera hacerle daño a Poseidon, sino que había elegido hacerlo donde más dolería: en Lizzy, su amada hija, su tesoro, su pequeña. Eso era lo que la devastaba por completo. Se sentía traicionada, no solo por Mal, sino por toda la situación en la que había sido atrapada sin saberlo.

La relación con Mal había estado llena de altibajos, especialmente desde que Lizzy supo del compromiso de Mal con Ben, una relación que había tambaleado su confianza y que la había llevado a acercarse más a Harry, el pirata que había estado a su lado incluso en los momentos más oscuros. Harry, a pesar de su pasado de pirata y su naturaleza rebelde, siempre había sido honesto con ella. Lizzy podía ver en sus ojos el amor genuino que sentía por ella, un amor que era puro y desinteresado. Pero a pesar de su relación con Harry, Mal había seguido siendo el amor que la consumía, el fuego que quemaba en lo más profundo de su corazón.

Sin embargo, ahora todo era diferente. No era solo una cuestión de celos por el compromiso de Mal con Ben o la relación que Lizzy estaba construyendo con Harry. Ahora era mucho más profundo. Habían perdido lo más importante en cualquier relación: la confianza. Y sin confianza, el amor no podía sobrevivir. Por eso, Lizzy no podía ni quería estar cerca de Mal. Cada vez que la veía, cada vez que escuchaba su voz, todo el dolor volvía a surgir, el vacío en su pecho se hacía más grande, y la decepción la envolvía en una oscuridad que no sabía cómo deshacerse.

Mal había intentado acercarse a Lizzy varias veces, intentando explicarle, justificarse. Había lágrimas en sus ojos cuando trataba de decirle que lo que sentía por ella era real, que aunque al principio había sido un plan, un reto, una misión impuesta por Hades, desde el primer momento que vio a Lizzy, su corazón había cambiado. Mal había tratado de contarle que había luchado contra esos sentimientos, que había intentado no enamorarse de ella, pero fue imposible. El amor que sentía por Lizzy había sido tan intenso que lo había consumido todo, incluso sus deberes hacia Hades y sus compromisos con Ben.

Pero para Lizzy, esas palabras no eran suficientes. ¿Cómo podía creerle ahora? ¿Cómo podía confiar en alguien que había jugado con su corazón desde el principio? Mal había hecho exactamente lo que Hades le había pedido: romperle el corazón. Y aunque sus sentimientos por Lizzy ahora fueran reales, la verdad era que el daño ya estaba hecho. Las cicatrices estaban allí, tan profundas y visibles como las heridas en su alma.

Lizzy necesitaba distancia. Necesitaba espacio para sanar, para encontrar una forma de seguir adelante sin el constante recordatorio de lo que había perdido. Antes ya la evitaba, pero ahora lo hacía con más razón. Si antes había sido difícil lidiar con la relación de Mal con Ben, ahora, después de saber la verdad, era imposible para Lizzy estar cerca de ella sin sentir que se le rompía el corazón en mil pedazos nuevamente.

La evitaba en todos los sentidos posibles. Evitaba estar en los mismos lugares que ella, evitaba mirarla a los ojos, evitaba siquiera pronunciar su nombre. Cuando Mal se acercaba, Lizzy encontraba cualquier excusa para irse, para no escucharla, para no dejar que sus palabras la tocaran. Sabía que aún amaba a Mal, sabía que ese amor no desaparecería de un día para otro, pero ahora estaba más dolida que nunca. Mal había sido su todo, su confidente, su compañera, y le había fallado de la peor manera posible. El amor, aunque real, ya no podía ser suficiente para sanar esas heridas.

Lizzy se refugiaba en Harry más que nunca. Aunque sus sentimientos por él no eran tan intensos como los que había sentido por Mal, él era un consuelo, una presencia constante que la hacía sentir segura y querida. Harry nunca la había traicionado, nunca la había usado como una pieza en algún juego de venganza. Él la amaba, lo sabía, y aunque ella aún estaba rota por dentro, quería intentarlo con él. Quería poder enamorarse de nuevo, quería volver a creer en el amor, aunque nunca le rompería el corazón a Harry como Mal había hecho con ella. Lizzy sabía que ella no era como Hades, ni como Mal. Ella sí era buena, y aunque estaba dolida, nunca le haría a Harry lo que le habían hecho a ella.

Pero incluso con Harry, incluso con todo el amor y la devoción que él le ofrecía, Lizzy no podía evitar sentirse incompleta. Parte de su alma aún pertenecía a Mal, y eso era algo que no podía ignorar. El dolor era profundo, pero también lo era el amor que una vez habían compartido. Y mientras Mal intentaba explicarse, mientras trataba de hacerle entender que sus sentimientos eran reales, Lizzy simplemente no podía escucharla. No podía dejar de sentir el corte profundo que Mal le había hecho, un corte que no podía sanar tan fácilmente.

Y así, Lizzy seguía evitando a Mal. Sabía que esta se lo merecía, que después de todo lo que había hecho, era justo que sintiera el dolor de la pérdida, el mismo dolor que Lizzy había estado cargando en su corazón. Pero al mismo tiempo, Lizzy deseaba poder encontrar una manera de superar ese dolor, de poder perdonar, aunque sabía que sería un proceso largo y difícil. Porque aunque amaba a Mal, la traición había sido demasiado grande, y no estaba segura de si algún día podría volver a confiar en ella.

Mal, por su parte, estaba devastada. Veía a Lizzy cada vez más distante, cada vez más fría, y sentía que su mundo se derrumbaba. Sabía que lo que había hecho estaba mal, que había fallado en lo más básico: ser honesta con la persona que amaba. Y aunque su amor por Lizzy era genuino, sabía que había sido la causa de su sufrimiento. Intentaba acercarse, intentaba explicarse, pero cada vez que lo hacía, Lizzy la evitaba, la ignoraba, y eso le rompía el corazón aún más.

Mientras Lizzy y Poseidón regresaban al reino del mar, el aire seguía impregnado de una tristeza silenciosa, como si cada paso que daban dejara una huella en la bruma del océano. Lizzy, aunque rodeada por el amor protector de su padre, sentía un vacío enorme en su corazón, una herida abierta que aún no sabía cómo sanar. Y en ese mar de emociones encontradas, Harry caminaba hacia ellos, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Harry había sentido desde el principio una conexión especial con Lizzy, algo más allá de lo físico. Aunque los demás lo consideraban un pirata, alguien que vivía al margen de las normas y los ideales del bien, en su corazón sabía que haría cualquier cosa por Lizzy. Ella era su razón de ser, la estrella que guiaba su barco incluso en las noches más oscuras. Y ahora, al saber lo que Mal había hecho, el dolor que le había causado a su amada, una ira silenciosa se fue acumulando dentro de él.

Cuando Harry finalmente llegó a la superficie, lo primero que vio fue a Mal, quien había dejado el inframundo para vagar, perdida en sus pensamientos. Mal parecía agotada, como si la culpa y el remordimiento hubieran drenado toda la energía de su cuerpo. Estaba inmersa en sus pensamientos, casi incapaz de notar la presencia de Harry hasta que este estuvo a unos metros de distancia.

Por un momento, ambos se observaron en silencio. Nunca antes se habían visto como verdaderos rivales. Hasta ahora, su relación había sido más distante, casi indiferente. Pero algo había cambiado. Ahora, ambos sabían que estaban profundamente enamorados de la misma mujer, y eso lo cambiaba todo.

Harry dio un paso adelante, su mirada fija en Mal. No había odio en sus ojos, pero sí una firme determinación, una chispa de furia controlada que ardía en su interior. Era como el mar antes de una tormenta, tranquilo en la superficie pero lleno de poder debajo.

"Mal", comenzó Harry con voz grave, "no quiero juegos, no quiero mentiras. Sé lo que has hecho, y sé lo que le hiciste a Lizzy. Y te lo digo ahora: nunca más te acerques a ella".

Mal lo miró, con una mezcla de sorpresa y tristeza en su rostro. Sabía que Harry amaba a Lizzy, pero no había entendido la profundidad de ese amor hasta ese momento.

"Harry, yo no... Yo no quería lastimarla. Todo esto... todo lo que hice fue un error. Me enamoré de ella también, desde el primer día que la vi. No planeaba hacerle daño, pero me atraparon las mentiras, las órdenes de mi padre. Yo solo..."

Harry levantó una mano, interrumpiéndola. Sus ojos, normalmente llenos de picardía y audacia pirata, ahora estaban serios y claros.

"No me importa lo que planeabas o no planeabas. Lo que importa es lo que hiciste, y lo que ella merece. Lizzy merece amor verdadero, no un amor envenenado por planes oscuros o manipulaciones. Ella es pura, está hecha de amor, de bondad, y ya la dañaste demasiado. No la mereces, Mal. Y no te voy a dejar acercarte a ella nunca más".

Mal sintió cada palabra de Harry como un golpe directo en el corazón. Ella sabía que tenía razón. Había fallado en proteger a Lizzy, en cuidarla como merecía. Pero escuchar esas palabras en voz alta, de alguien que también la amaba, fue como ver la verdad de su propia traición reflejada en un espejo. Su garganta se cerró, y por un momento, no pudo decir nada.

Harry, sin apartar su mirada de Mal, continuó con un tono más suave pero igualmente firme. "Yo soy un pirata, y sé lo que eso significa para muchos. Tal vez algunos me vean como alguien malo, pero eso no me importa. Lo que me importa es Lizzy, y haré cualquier cosa por ella. Porque la amo de verdad, con todo lo que soy. Y no voy a permitir que nadie más la lastime, ni tú, ni tu padre, ni nadie".

Mal apretó los labios, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir. Por primera vez en su vida, se sentía verdaderamente indefensa. Todo lo que había hecho había salido mal, y ahora no solo había perdido a Lizzy, sino que también había perdido la oportunidad de demostrar que su amor por ella era real. Y allí, frente a Harry, supo que no había nada que pudiera decir o hacer para cambiar lo que ya estaba hecho.

"No puedes protegerla de todo, Harry", murmuró Mal finalmente, su voz quebrada. "Sé que no la merezco, pero eso no cambia lo que siento por ella".

Harry la miró con una mezcla de lástima y desdén. "No se trata solo de protegerla, Mal. Se trata de darle lo que merece. Y lo que merece es alguien que la ame de verdad, sin mentiras, sin traiciones. Alguien que la valore por lo que es, no por lo que representa en algún plan retorcido. Y ese alguien soy yo".

Mal bajó la mirada, incapaz de soportar el peso de las palabras de Harry. Sabía que, en el fondo, él tenía razón. Lizzy era la persona más pura y amorosa que había conocido, y ella había fallado al tratar de proteger ese amor. Ahora, solo quedaba la amargura de sus errores y la certeza de que había perdido a la única persona que realmente le importaba.

Harry, viendo que Mal no tenía más que decir, dio un paso atrás. "Recuerda lo que te dije", dijo con un tono más frío. "Si realmente la amas, entonces sabrás que lo mejor para ella es que no vuelvas a acercarte. Porque yo estaré ahí, siempre, para asegurarme de que nadie más la dañe".

Con esas últimas palabras, Harry se giró y se alejó, dejando a Mal sumida en sus propios pensamientos y remordimientos. Cada paso que daba lo acercaba más a Lizzy, a la mujer que amaba con todo su ser. Sabía que su camino con ella no sería fácil, que aún había muchas heridas por sanar. Pero estaba decidido a ser el hombre que Lizzy merecía, a demostrarle que su amor era verdadero, puro y profundo.

Y mientras Mal permanecía de pie, observando cómo Harry se alejaba, supo que el mundo había cambiado para siempre. Había perdido a Lizzy, y con ella, había perdido también una parte de sí misma.

Después de que Harry se alejara, dejando a Mal inmersa en sus propios pensamientos, el aire a su alrededor se volvió denso, casi insoportable. Sabía que había cometido errores terribles, que había roto la confianza de Lizzy de una manera irreparable. Y lo peor de todo era que sus sentimientos por ella eran reales, auténticos desde el principio. Pero, ¿cómo podría demostrarle eso a Lizzy? ¿Cómo podría hacerle entender que aunque el plan original era dañarla, había caído bajo su propio hechizo de amor y vulnerabilidad? Pero el daño estaba hecho, y Mal lo sabía. Lo sentía en cada fibra de su ser.

A medida que avanzaba por las calles desiertas, sintiendo el peso de la traición en cada paso, Mal no esperaba encontrarse con nadie. Sin embargo, sus amigas estaban esperando en un rincón cercano, un grupo que solía ser su refugio, su apoyo incondicional. Evie, Carlos y Jay, quienes alguna vez habían sido su pandilla, su familia, ahora la esperaban con rostros serios, llenos de una mezcla de tristeza, decepción y, lo más doloroso de todo, desconfianza.

Evie fue la primera en acercarse. La princesa azul, siempre elegante y cálida, ahora tenía los ojos llenos de dolor. Sus labios temblaron ligeramente mientras miraba a Mal, tratando de encontrar las palabras adecuadas. No quería herirla más, pero tampoco podía contener lo que sentía.

—Mal... —dijo finalmente, su voz quebrada—. ¿Cómo pudiste hacerlo?

Mal no respondió al principio, el nudo en su garganta le impedía decir cualquier cosa. Ella sabía que había decepcionado a Lizzy, pero también había decepcionado a sus amigos. Evie, especialmente, siempre había sido como una hermana para ella. Y ver ese dolor en sus ojos era casi insoportable.

—Yo no... —intentó decir Mal, pero Evie la interrumpió.

—¿No qué, Mal? —preguntó, sus ojos ahora llenos de lágrimas—. ¿No planeaste desde el principio herir a Lizzy? ¿No seguiste las órdenes de tu padre sin importar las consecuencias? ¡Lizzy es nuestra amiga! ¿Cómo pudiste hacerle eso a ella?

Carlos y Jay, que estaban detrás de Evie, permanecieron en silencio, pero sus expresiones hablaban por ellos. Carlos, normalmente el más comprensivo, tenía los brazos cruzados y miraba hacia otro lado, incapaz de mirar a Mal a los ojos. Jay, siempre el más impulsivo y protector, parecía contenerse para no decir algo que empeorara la situación.

—No fue así... —comenzó Mal de nuevo, con la voz apenas un susurro—. No quería lastimarla. No sabía... —se interrumpió a sí misma, sintiendo la inutilidad de sus palabras. Claro que lo sabía. Había sabido desde el principio que el plan era hacerle daño a Lizzy. Aunque no hubiera querido, había seguido adelante con él.

—Pero lo hiciste, Mal —dijo Jay finalmente, su voz grave y llena de resentimiento—. Sabías lo que estabas haciendo, y lo hiciste de todos modos. Lizzy es como una hermana para nosotros. Y tú... tú la traicionaste de la peor manera.

Mal bajó la cabeza, incapaz de soportar las miradas de sus amigos. Sentía que el suelo se abría bajo sus pies, que todo lo que alguna vez había conocido se estaba desmoronando. Ella había pensado que, de alguna manera, podría salir de esta situación, que podría encontrar la manera de redimirse. Pero cuanto más escuchaba a sus amigos, más comprendía la magnitud de su error.

Evie se acercó aún más, tomando las manos de Mal en las suyas. Pero esta vez, el gesto no era de consuelo, sino de despedida.

—Mal, te amamos —dijo Evie, su voz rota—. Pero no podemos apoyarte en esto. No después de lo que le hiciste a Lizzy. Ella es nuestra amiga, y lo que tú hiciste... es imperdonable.

Las palabras de Evie golpearon a Mal como una bofetada. Sabía que sus amigas estaban del lado de Lizzy, y lo entendía. Lo que había hecho no tenía excusas. Pero escuchar esas palabras de boca de Evie, su mejor amiga, su confidente, era como sentir que el mundo se le venía abajo.

Carlos, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente habló.

—Mal, te hemos seguido en muchas locuras, incluso cuando no estábamos seguros de que fueran lo correcto. Pero esta vez... esta vez te fuiste demasiado lejos. No se trata solo de Lizzy. Se trata de nosotras, de la confianza que teníamos en ti. Y ahora, no sé si alguna vez podremos recuperar eso.

Carlos siempre había sido el más bondadoso, el más dispuesto a dar segundas oportunidades. Pero incluso él, con todo su corazón generoso, estaba herido. Mal lo podía ver en sus ojos. Y lo peor de todo era que tenía razón. Ella había traicionado no solo a Lizzy, sino a todos ellos. A su familia.

Jay, que había estado más callado de lo habitual, dio un paso adelante, cruzando los brazos con una expresión tensa.

—Sabes que Lizzy es lo mejor de este mundo —dijo con frialdad—. Todos lo sabemos. Ella no merecía esto. No después de todo lo que ha hecho por nosotros, por ti. No solo la traicionaste, Mal, traicionaste lo que somos. Y eso... no se puede perdonar fácilmente.

Mal sintió el peso de las palabras de Jay. Sabía lo mucho que él respetaba a Lizzy, cómo la veía como un símbolo de bondad y fortaleza. Jay siempre había sido un guerrero, alguien que luchaba por lo que creía justo. Y ahora, estaba del lado de Lizzy. Claro que lo estaba. ¿Cómo no iba a estarlo?

El silencio que siguió fue aún más doloroso que las palabras. Mal se dio cuenta de que no había vuelta atrás. Había roto algo dentro de ese grupo, algo que tal vez nunca podría arreglar. Sus amigos la miraban como si fuera una extraña, como si ya no fuera la persona que conocían.

Finalmente, Evie soltó las manos de Mal y dio un paso atrás.

—Nos duele verte así, Mal —dijo suavemente—. Pero no podemos ignorar lo que hiciste. Lizzy no merece esto, y tú... tú tienes que enfrentar las consecuencias de tus actos.

Mal asintió lentamente, con lágrimas en los ojos. Sabía que no había nada más que pudiera decir. Había perdido a Lizzy, y ahora, estaba perdiendo también a sus amigos. Todo por un plan que ni siquiera quería llevar a cabo, pero que había seguido por miedo, por obedecer a su padre.

—Lo siento... —susurró, pero sabía que esas palabras no eran suficientes. Nunca lo serían.

Evie, Carlos y Jay intercambiaron miradas, y luego, sin decir más, se dieron la vuelta y se alejaron, dejando a Mal sola en medio de la calle. Mal los observó irse, sintiendo cómo una parte de ella se rompía con cada paso que daban. Había perdido todo. Lizzy, sus amigos, su dignidad.

Se quedó sola, en silencio, con el peso de sus decisiones cayendo sobre ella como una losa. Todo lo que había hecho, todo lo que había creído que estaba haciendo por una causa mayor, ahora parecía insignificante frente al amor y la lealtad que había traicionado.

Mal sabía que nunca volvería a ser la misma. Y mientras el viento frío la envolvía, supo también que no importaba lo que hiciera, nunca podría deshacer el daño que había causado.

Mientras Mal permanecía inmóvil, observando cómo Evie, Carlos y Jay se alejaban de ella, sintió que la fría brisa de la noche le calaba hasta los huesos. Había perdido tanto en tan poco tiempo que su corazón no era capaz de procesarlo. Lizzy, la única persona que había conseguido traspasar sus defensas más profundas, ahora estaba destrozada por su traición. Sus amigos, su familia, la habían dejado atrás, decepcionados, heridos por las decisiones que ella había tomado. Pero la realidad era mucho más cruel de lo que Mal había anticipado. No estaba solo Evie, Carlos y Jay. Al girar la esquina, se dio cuenta de que no estaban solos. Había otras tres figuras, esperando en la penumbra.

Candela, Eugenia y Rochi.

El trío de chicas, siempre brillantes, siempre alegres, ahora tenían expresiones graves que Mal no había visto en ellas antes. Candela, con su mirada intensa, estaba parada con los brazos cruzados, su rostro reflejaba una mezcla de enojo y tristeza. Eugenia, normalmente la más calmada y conciliadora, parecía contener una furia interior que luchaba por mantener bajo control. Y Rochi, que solía ser la más dulce de las tres, tenía los ojos llenos de lágrimas, claramente afectada por todo lo que había pasado.

Mal tragó saliva, su garganta seca por la tensión. Sabía que si había alguien en este mundo capaz de hacerle ver su error con más fuerza que sus amigos de siempre, eran ellas. Candela, Eugenia y Rochi eran inseparables de Lizzy, sus más leales compañeras. Si bien su relación con Mal nunca había sido hostil, tampoco habían sido amigas cercanas. Y ahora, con lo que había hecho, Mal podía ver en sus ojos que cualquier tipo de conexión que alguna vez hubieran tenido estaba rota.

Candela fue la primera en dar un paso adelante, con una mirada dura clavada en Mal.

—¿Cómo pudiste? —preguntó, su voz tan firme como un latigazo.

Mal no tenía respuestas. ¿Cómo podía justificar lo que había hecho? No había manera de suavizar el golpe, no había excusa que pudiera borrar el dolor que había causado.

—Lizzy confiaba en ti —continuó Candela, su tono acusador—. Todas confiábamos en ti. Pero más que nada, Lizzy... Ella te amaba, Mal. ¿Cómo pudiste jugar con eso?

—No fue un juego... —susurró Mal, con la voz temblorosa—. Yo... yo no quería lastimarla.

Eugenia, que hasta ese momento había estado observando en silencio, no pudo contenerse más. Dio un paso adelante, con los puños apretados, su mirada llena de furia.

—¿No querías lastimarla? ¿Es en serio, Mal? —espetó, su tono lleno de incredulidad—. ¡Le rompiste el corazón! ¡La hiciste pedazos! Y todo por seguir un plan, un maldito plan que solo te importaba a ti y a tu padre.

Las palabras de Eugenia golpearon a Mal con una fuerza devastadora. Era cierto. Todo había comenzado como un plan. Un juego de manipulación y traición que, en algún momento, se había salido de control. Lo peor de todo era que había permitido que su relación con Lizzy comenzara bajo esa oscura premisa, una mentira disfrazada de amor. Pero, para Mal, el amor que había sentido por Lizzy era real, tanto como el aire que respiraba. Sin embargo, ¿cómo podía esperar que Lizzy creyera eso ahora?

Rochi, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente dio un paso adelante, sus ojos llenos de lágrimas.

—La lastimaste, Mal —dijo en voz baja, pero su tono era firme—. La persona más dulce y buena que conocemos. ¿Sabes cómo se siente Lizzy ahora? ¿Sabes lo devastada que está?

Mal cerró los ojos, sintiendo cómo sus lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas. Sí, lo sabía. Podía imaginarlo. Había visto el dolor en los ojos de Lizzy cuando todo se reveló, la angustia en su rostro cuando supo que había sido engañada por la persona en la que más confiaba.

—Yo... yo la amo —dijo Mal, casi sin aliento—. La amo de verdad.

—¿Amor? —replicó Candela, frunciendo el ceño—. ¿Y eso justifica todo lo que hiciste? ¿Eso borra el hecho de que seguiste el plan de tu padre para destruirla?

—No, no lo justifica —admitió Mal con la voz quebrada—. Pero no lo hice por el plan. No después de un tiempo. Al principio... sí, fue por el plan. Pero luego... luego no pude evitarlo. Me enamoré de ella. De todo lo que es. Lizzy... es todo para mí.

Eugenia negó con la cabeza, incrédula ante las palabras de Mal.

—¿Y eso cómo la ayuda ahora? —preguntó, su tono aún lleno de enojo—. El daño ya está hecho, Mal. No importa cómo te sientas ahora. Lo que importa es lo que hiciste. Y lo que le hiciste a Lizzy... es imperdonable.

El silencio que siguió a esas palabras fue abrumador. Mal se dio cuenta de que nada de lo que dijera cambiaría lo que había pasado. Había traicionado a Lizzy de la peor manera posible, y ahora estaba pagando el precio. No solo había perdido a Lizzy, sino también a sus amigos y a las personas que alguna vez habían confiado en ella.

Rochi, quien siempre había sido la más empática del grupo, finalmente se acercó a Mal. Pero esta vez, no era para consolarla. En cambio, sus ojos reflejaban la tristeza profunda que sentía por Lizzy.

—No sé si alguna vez Lizzy podrá perdonarte —dijo en voz baja—. Y, honestamente, no sé si deberías esperar que lo haga. Lo que hiciste fue cruel, Mal. La rompiste en mil pedazos. Y ahora... no sé si alguna vez podrá volver a ser la misma.

Esas palabras golpearon a Mal con una intensidad desgarradora. ¿Qué había hecho? ¿Había roto a la única persona que le había importado verdaderamente en toda su vida? Lizzy, con su dulzura, su bondad, su amor incondicional... ¿Mal había destruido todo eso? El dolor que sentía en su pecho era insoportable, como si su propio corazón estuviera siendo destrozado desde dentro.

Candela, Eugenia y Rochi intercambiaron miradas antes de dar un último paso atrás. Habían dicho lo que necesitaban decir. Ahora, solo quedaba el dolor y la decepción en el aire.

—Espero que encuentres la manera de lidiar con lo que has hecho —dijo Candela, su voz fría pero llena de tristeza—. Pero ya no podemos estar a tu lado, Mal. No después de esto.

Sin decir más, las tres chicas se alejaron, siguiendo a Evie, Carlos y Jay. Dejaron a Mal sola, en medio de la calle desierta, con el peso de sus decisiones y la carga de su traición. Mal miró a su alrededor, el mundo parecía haberse vuelto frío y oscuro, mucho más de lo que ella recordaba. Había cometido un error terrible, y no había manera de escapar de las consecuencias.

El viento soplaba suavemente, pero cada ráfaga parecía cortante contra su piel. Mal se sentía vacía, rota por dentro. Había querido lo mejor para Lizzy, pero había fallado. Había querido salvarla, protegerla del plan de su padre, pero al final, fue ella quien la destruyó.

El remordimiento, la culpa y el dolor se arremolinaban en su interior. ¿Podría alguna vez perdonarse a sí misma? ¿Podría Lizzy perdonarla? Mientras esas preguntas invadían su mente, Mal supo que, sin importar las respuestas, su vida nunca volvería a ser la misma.

Lizzy era su luz, y ahora esa luz se había apagado, dejándola sola en la oscuridad.

Lizzy se encontraba en la habitación de su castillo, una habitación que siempre había sido su refugio, un santuario lleno de luz y colores cálidos, donde todo evocaba paz. Sin embargo, esta vez, la paz no estaba presente. Sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar. Las lágrimas no parecían detenerse, rodaban por sus mejillas como si fueran una cascada interminable, un torrente de emociones que no sabía cómo controlar. Se sentía rota, traicionada en lo más profundo de su ser. Mal, la persona en quien había confiado, a quien había entregado su corazón, había jugado con ella. Y aunque en el fondo de su corazón Lizzy sabía que Mal la amaba, el dolor de la traición era demasiado intenso.

Sus amigas, Eugenia, Rochi y Candela, estaban con ella. Habían venido lo más rápido posible en cuanto supieron lo que había sucedido. Se sentaron en el suelo a su alrededor, formando un pequeño círculo de apoyo, como si quisieran protegerla del mundo exterior, de todo el dolor que la había envuelto.

—¿Cómo pudo hacerlo? —Lizzy sollozó, abrazando a Eugenia con fuerza, como si temiera que si la soltaba, se desmoronaría aún más—. ¿Cómo pudo Mal jugar así con mis sentimientos?

Eugenia, con su rostro lleno de empatía, la abrazó con ternura, acariciando su cabello dorado.

—Lizzy, no tienes que entenderlo ahora —dijo suavemente—. A veces, la gente toma decisiones terribles porque creen que están haciendo lo correcto o porque están atrapados en sus propias inseguridades. Pero lo que sí sé es que tú no merecías esto. Eres demasiado buena, demasiado dulce para que alguien te trate así.

Lizzy seguía abrazada a sus amigas, su cuerpo temblando mientras las lágrimas caían sin cesar. El peso de la traición de Mal aún se sentía demasiado grande para manejar, pero estar rodeada por su círculo de apoyo hacía que el dolor fuera un poco más llevadero.

Eugenia, siempre la más directa y valiente del grupo, se levantó con un chasquido de lengua y apretó los puños.

—Te juro, Lizzy, que si Rochi no me hubiera detenido, ya le habría dado a Mal una paliza que no olvidaría —dijo con fuego en los ojos, golpeando la palma de su mano con el puño—. No puedo creer que se haya atrevido a jugar así contigo. ¡Con mi amiga!

Lizzy, aún con las mejillas húmedas, miró a Eugenia y, entre sollozos, soltó una pequeña risa.

—Lo sé, Eugenia... sé que habrías corrido tras ella con toda tu furia —dijo Lizzy, intentando calmarse mientras la imagen de Eugenia persiguiendo a Mal con una furia justificada la hacía sonreír—. Pero gracias por no hacerlo.

Rochi, quien estaba sentada al lado de Lizzy y la sostenía de la mano, asintió con calma, siempre siendo la voz razonable del grupo.

—Sí, tuve que intervenir antes de que Eugenia cometiera un error del que todos nos arrepintiéramos. Aunque no niego que Mal se merece un buen golpe por lo que hizo —dijo Rochi con una sonrisa dulce y cómplice, dándole un apretón de manos a Lizzy—. Pero también sé que lo último que necesitas ahora es más violencia. Eres más que esto, Lizzy. Tú sabes que lo mejor para sanar es tiempo y amor, no venganza.

Candela, la más tímida y romántica de todas, acarició suavemente el brazo de Lizzy con una expresión de profunda compasión. Aunque siempre había sido la más reservada, Candela era el corazón del grupo, la que siempre sabía exactamente cómo consolar a las personas en sus momentos más difíciles.

—Lizzy... —comenzó Candela en voz baja—. Yo... sé que esto es muy duro para ti. Pero quiero que sepas que estamos aquí, contigo, cada paso del camino. Lo que Mal hizo... no tiene perdón. Pero no dejes que esto te quite la capacidad de amar. Tú eres toda bondad, toda luz. Y nadie puede apagar eso en ti.

Lizzy miró a Candela, sintiendo el calor de su presencia, y respiró hondo. A pesar de todo lo que estaba sucediendo, el hecho de que sus amigas la apoyaran de esa manera le daba fuerza. Sabía que ellas estarían con ella, sin importar lo que pasara, y eso le daba un poco de esperanza.

—Gracias... a todas —dijo Lizzy con la voz temblorosa, mirando a cada una de sus amigas—. No sé qué haría sin ustedes.

Eugenia se sentó de nuevo y, con una sonrisa traviesa, añadió:

—Bueno, lo que sí sé es que no tendrás que enfrentarte a Mal sola nunca más. ¡Y si alguna vez vuelve a acercarse a ti, déjamelo a mí! Te juro que esta vez Rochi no me detendrá. —Se cruzó de brazos, su rostro serio pero con una chispa de humor en sus ojos.

Rochi rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa curvaba sus labios.

—Vamos a necesitar más que furia para resolver esto, Eugenia. Pero estoy segura de que entre todas podemos ayudar a Lizzy a superar esto de la mejor manera posible.

Candela asintió, mordiéndose el labio inferior, como si también tuviera algo más que decir.

—Lizzy... —empezó nuevamente Candela, esta vez más tímida—. Lo que quiero decir es... tú no te mereces esto. Mal no entendió lo que tenía contigo, y eso es su pérdida. Tú eres increíble, y no necesitas que alguien te lo demuestre. Ya lo sabes.

Lizzy sonrió suavemente, agradecida por sus palabras.

—Gracias, Candela. Significa mucho escuchar eso de ti. De todas ustedes.

Mientras el grupo permanecía en ese momento de apoyo, había un sentido de camaradería que se sentía inquebrantable. Lizzy sabía que el camino hacia la sanación sería largo, pero no estaría sola en ese proceso. Con Eugenia, Rochi y Candela a su lado, sabía que podría volver a levantarse, más fuerte que nunca.

Y aunque el dolor seguía ahí, en su corazón roto, la calidez de sus amigas comenzaba a sanar lentamente las heridas, una lágrima y una risa a la vez.

Las lágrimas continuaban cayendo por el rostro de Lizzy mientras sus amigas la rodeaban en un círculo de consuelo, llenas de comprensión y cariño. Sin embargo, el ambiente se tensó un poco cuando un grupo más se acercó lentamente. Eran los amigos de Mal, quienes habían estado observando la situación desde la distancia. Aunque sabían que lo que Mal había hecho era terrible, no podían dejar de preocuparse por ella. Después de todo, ella también estaba rota por dentro, atrapada entre sus propios sentimientos y los errores que había cometido.

Evie, la primera en dar un paso adelante, tenía el rostro lleno de preocupación. Aunque su lealtad hacia Mal era innegable, Evie también sentía una profunda tristeza por Lizzy. Sabía lo que era sentirse incomprendida, y su amistad con Lizzy había sido fundamental para que ella misma se aceptara.

Lizzy la miró a los ojos, y por un momento, ambas se quedaron en silencio, recordando los momentos que compartieron en el pasado. Fue Lizzy quien había estado allí para Evie cuando más lo necesitaba, cuando le confesó que era lesbiana y temía que el mundo la juzgara por ello. Lizzy, como siempre, había respondido con palabras que venían de lo más profundo de su corazón: que el amor no debía ser limitado por etiquetas o expectativas, sino por lo que sentías en el alma.

—Tienes que amar a quien te haga sentir completa —le había dicho Lizzy aquella vez—. No importa si es una mujer, un hombre, o lo que sea. Lo que importa es que esa persona te haga sentir querida y especial, y eso es lo más hermoso del amor.

Aquellas palabras habían sido el consuelo más grande para Evie en ese momento. Y ahora, viendo a Lizzy tan rota, sintió un nudo en la garganta. No podía evitar sentirse culpable de alguna manera. Tal vez si hubiera estado más atenta, si hubiera sabido los sentimientos de Mal hacia Lizzy desde el principio, podría haber evitado todo esto.

—Lizzy... —susurró Evie con la voz temblorosa mientras daba un paso hacia ella—. Lo siento mucho. No sé cómo sucedió todo esto, pero quiero que sepas que Mal también está sufriendo. Ella nunca quiso hacerte daño... al menos no después de conocerte realmente.

Lizzy levantó la vista, con los ojos aún llenos de lágrimas. Sabía que Evie estaba siendo sincera, pero el dolor en su corazón seguía siendo abrumador. Aun así, siempre había visto lo mejor en las personas, y no podía odiar a Evie por algo que no era su culpa.

—Lo sé, Evie —dijo Lizzy con una voz quebrada—. Pero duele... duele tanto. No sé si podré perdonarla. No después de todo esto.

Evie tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Sabía que no podía forzar el perdón, pero también quería que Lizzy entendiera lo complejo que era todo para Mal.

—Sé que no puedo pedirte que la perdones ahora... ni siquiera estoy segura de que eso sea justo. Pero también quiero que sepas que Mal te ama de verdad, Lizzy. Lo que hizo estuvo mal, y lo sabemos, pero no es tan simple como un plan para hacerte daño. Mal está rota por dentro, igual que tú lo estás ahora.

Eugenia, que había estado escuchando en silencio, no pudo evitar intervenir, cruzando los brazos con una expresión seria.

—Eso no cambia el hecho de que lo que hizo estuvo horrible, Evie. Puedes tratar de justificarlo todo lo que quieras, pero traicionó a Lizzy. No sé si hay forma de regresar de eso.

Evie asintió, comprensiva.

—Lo sé, Eugenia. Y no estoy justificando nada. Solo... quiero que sepan que Mal no es completamente mala. Está luchando consigo misma, con sus propios demonios. Y aunque ahora parece imposible, creo que hay una parte de ella que realmente quiere enmendar lo que hizo.

Candela, que siempre veía el lado más romántico y dulce de las cosas, miró a Lizzy y luego a Evie, tratando de mediar un poco en la conversación.

—Lizzy, sabes que nadie puede tomar decisiones por ti. Pero lo que siempre nos has enseñado es que el amor es lo que nos hace humanos, lo que nos une. A veces el amor es complicado y doloroso, pero también es lo que nos permite sanar. Tal vez... con el tiempo, puedas encontrar la paz en todo esto.

Lizzy suspiró profundamente, sintiendo cómo el peso de la situación la aplastaba por dentro. Sabía que Candela tenía razón, pero también sabía que el perdón no vendría tan fácil. Había amado a Mal, profundamente, y esa traición la había destrozado.

En ese momento, otros amigos de Mal se acercaron. Carlos y Jay se mantuvieron a cierta distancia, respetando el espacio de Lizzy, pero su preocupación por Mal era evidente en sus rostros. Sabían que lo que había pasado no tenía excusa, pero aún así, Mal era su amiga y siempre la apoyarían. Carlos, aunque solía ser el más duro y rebelde del grupo, tenía una mirada de arrepentimiento en sus ojos.

—Lizzy... —comenzó Carlos—. No voy a mentir y decir que estoy de acuerdo con lo que hizo Mal. De hecho, estoy furioso con ella por hacerte esto. Pero... ella necesita ayuda. Está más rota de lo que parece. Y aunque no espero que lo entiendas ahora, quiero que sepas que todos aquí te apoyamos, sin importar lo que decidas.

Lizzy asintió lentamente. Apreciaba que estuvieran siendo sinceros con ella, pero también sentía que el daño estaba hecho. No sabía si alguna vez podría mirar a Mal de la misma manera, y esa realidad la aplastaba.

Rochi, siempre la más racional y el cerebro del grupo, observaba todo con atención. Sabía que este era un momento crucial para Lizzy, un momento en el que tendría que tomar decisiones difíciles sobre su futuro, su relación con Mal, y cómo sanaría de este dolor.

—Lizzy —dijo Rochi suavemente—, sé que este es un camino difícil, y no hay respuestas fáciles. Pero lo más importante ahora es que te concentres en ti misma. En sanar. En encontrar lo que necesitas para seguir adelante. No importa lo que pase con Mal, siempre estarás rodeada de amor. Y al final, eso es lo que importa.

Lizzy cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de Rochi la envolvieran como un cálido abrazo. Sabía que tenía razón. Aunque todo en su mundo parecía haberse desmoronado, aún había amor. Amor de sus amigas, de sus seres queridos, y tal vez, con el tiempo, incluso de ella misma.

Evie se acercó un poco más, sintiendo la vulnerabilidad de Lizzy, y puso una mano sobre su hombro.

—Tú me diste el valor para ser quien soy, Lizzy. Nunca lo olvidaré. Sin ti, nunca habría tenido el coraje de decir en voz alta a quién amo, y eso es algo que siempre te agradeceré. —Evie hizo una pausa, con lágrimas en los ojos—. Así que lo mínimo que puedo hacer ahora es apoyarte. Como siempre lo has hecho por mí.

Lizzy levantó la mirada, tocada por las palabras de Evie. Sabía que su amiga estaba siendo sincera, y aunque el dolor seguía presente, también sentía que tal vez, solo tal vez, algún día podría encontrar la forma de perdonar.

—Gracias, Evie —murmuró Lizzy, su voz apenas un susurro—. Gracias a todas ustedes. No sé cómo será el futuro, pero me alegra no tener que enfrentarlo sola.

Eugenia, siempre rápida para romper la tensión, sonrió de manera desafiante y le dio un suave empujón a Evie.

—Bueno, Evie, si decides que también necesitas golpear a alguien por Lizzy, me avisas. Yo siempre estoy lista para una buena pelea.

Todos rieron suavemente, y aunque la situación seguía siendo dolorosa, había un rayo de esperanza. Lizzy sabía que el camino hacia la sanación no sería fácil ni rápido, pero con sus amigas a su lado, sentía que, de alguna manera, todo saldría bien.

Lizzy se abrazó un poco más a sus amigas, tomando fuerzas de ellas, mientras el grupo se quedaba en silencio por un momento. Había mucho que procesar, muchas decisiones que tomar, pero en ese instante, lo más importante era que Lizzy no estaba sola. Y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que le permitiría seguir adelante.

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