Capitulo 5
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa
Ya sabes, solía ser un amor loco
Así que echa un vistazo a lo que has hecho
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
Ahora tenemos problemas
Y no creo que podamos resolverlos
Hiciste un corte muy profundo
Y, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
¿Tenías que hacer esto?
Creí que se podía confiar en ti
¿Tenías que arruinar
Lo que brillaba? Ahora, está todo oxidado
¿Tenías que pegarme
Dónde soy débil? Cariño, no podía respirar
Y frótalo tan profundamente
Sal en la herida, como si te estuvieras riendo de mí
Ah, es tan triste
Pensar en los buenos tiempos
Tú y yo
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa
Ya sabes, solía ser un amor loco
Así que echa un vistazo a lo que has hecho
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
Ahora tenemos problemas
Y no creo que podamos resolverlos
Hiciste un corte muy profundo
Y, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
¿Pensaste que estaríamos bien?
Todavía tengo cicatrices en mi espalda por tu cuchillo
Así que no creas que está en el pasado
Este tipo de heridas, ellas duran, y duran ahora
¿Lo pensaste todo?
Todas estas cosas te alcanzarán
Y el tiempo puede sanar, pero esto no
Así que si vienes hacia mí, no lo hagas
Ah, es tan triste
Pensar en los buenos tiempos
Tú y yo
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa
Ya sabes, solía ser un amor loco
Así que echa un vistazo a lo que has hecho
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
Ahora tenemos problemas
Y no creo que podamos resolverlos
Hiciste un corte muy profundo
Y, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
Las tiritas no arreglan agujeros de bala
Dices lo siento solo para mostrar
Si vives así, vives con fantasmas
Las tiritas no arreglan agujeros de bala
Dices que lo siento solo para mostrar
Si vives así, vives con fantasmas
Si te gusta así, se te hiela la sangre
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa
Ya sabes, solía ser un amor loco
Así que echa un vistazo a lo que has hecho
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
Ahora tenemos problemas
Y no creo que podamos resolverlos (creo que podemos resolverlos)
Hiciste un corte muy profundo
Y, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa (porque ahora tenemos una disputa)
Ya sabes, solía ser un amor loco
Así que echa un vistazo a lo que has hecho (echa un vistazo a lo que has hecho)
Porque, cariño, ahora tenemos una disputa, oye (ah, guau)
Ahora tenemos problemas
Y no creo que podamos resolverlos
Hiciste un corte muy profundo
Y, cariño, ahora tenemos una disputa, oye
En un reino donde el mar y el inframundo se encontraban en los puntos más distantes del mundo conocido, Poseidón y Hades, aunque eran hermanos de sangre, representaban mundos completamente opuestos. Mientras Poseidón gobernaba los mares, vastos, brillantes y siempre en movimiento, Hades era el señor de las sombras, el gobernador de las profundidades del inframundo. Los dos, aunque relacionados por la misma estirpe divina, compartían más diferencias que similitudes. Poseidón, por su parte, era conocido por su nobleza y su disposición para hacer lo correcto. Su personalidad era cálida, alegre, generosa y amable. Como padre, se destacaba por ser amoroso, siempre dispuesto a hacer todo lo posible por el bienestar de Lizzy, su hija. Él la veía como su tesoro, su princesa, mucho más allá de su título. Para él, Lizzy representaba el corazón y la vida de su existencia, y haría lo que fuera por ella sin esperar nada a cambio. Su amor por Lizzy era tan inmenso que, más allá de la relación de padre e hija, lo que existía entre ellos era un lazo irrompible, una conexión tan profunda como el océano mismo.
Lizzy sentía lo mismo por su padre. Él era su protector, su guía y, por encima de todo, su fuente inagotable de amor. Cada vez que sus ojos se cruzaban, ella veía a un hombre que no solo la amaba, sino que la veía como su orgullo, la razón por la que su mundo brillaba más que el sol sobre las aguas. Poseidón no era solo un dios: era un hombre lleno de ternura y humanidad que se preocupaba por Lizzy de una manera que ningún otro ser en el reino podría entender. La forma en que cuidaba de ella, cómo le brindaba cariño sin pedir nada a cambio, era algo que Lizzy atesoraba profundamente. Con Poseidón a su lado, Lizzy sentía que nada podría salir mal. Todo era claro y seguro, porque, al igual que las olas del mar, el amor de Poseidón era constante, inquebrantable y siempre presente.
Sin embargo, por otro lado, estaba Hades, su hermano, un dios completamente diferente. Si Poseidón era cálido y bondadoso, Hades era frío y distante, su amor siempre estaba marcado por la indiferencia y la arrogancia. Con su hija, Mal, Hades había sido todo lo que Poseidón no era: un padre ausente, distante, egoísta, siempre centrado en sus propios intereses y ambiciones. En lugar de cuidar a Mal, Hades la había dejado sola, vacía de afecto, y su amor, si es que alguna vez había existido, estaba teñido de egoísmo y desprecio. Mal siempre había sentido la ausencia de ese amor paterno, el vacío que creaba la indiferencia de Hades. A pesar de todo, había algo dentro de ella que deseaba ser amada por su padre, pero Hades nunca le brindó lo que necesitaba. Su corazón, marcado por las cicatrices del desamor, se volvió frío y distante, incapaz de confiar completamente en nadie. Con el tiempo, Mal se dio cuenta de que no podía seguir esperando que su padre cambiara, pero esa falta de afecto dejó huellas profundas en ella. Fue ahí cuando conoció a Lizzy, una persona cuya luz parecía iluminar todo lo que tocaba. Al principio, Mal pensó que Lizzy no era más que una distracción, una amistad pasajera, pero con el tiempo, esa amistad se transformó en algo más, algo más profundo que las palabras podían describir. Lizzy representaba todo lo que Mal siempre había deseado: calidez, afecto, un amor genuino y sincero que nunca había experimentado antes.
Lizzy, por su parte, también sentía algo más por Mal. No solo era una amiga, sino alguien que compartía su vida de una manera que los demás no podían comprender. Lizzy había comenzado a enamorarse de Mal, pero el miedo la hacía retroceder. Sabía que su amor por Mal era real, pero también sabía que el pasado de Mal, las heridas emocionales de su padre, hacían que el amor de Lizzy fuera algo muy difícil de aceptar. Pero Lizzy no se dio por vencida. Quería ser lo que Mal necesitaba, quería ser la persona que pudiera sanar sus heridas. Sin embargo, el comportamiento distante de Mal hacía que cada intento de acercarse pareciera inútil. A veces, cuando Lizzy intentaba ser abierta y afectuosa, Mal respondía con indiferencia o incluso con frialdad, como si fuera incapaz de aceptar el amor genuino que Lizzy le ofrecía.
Al principio, Lizzy se sintió confundida, como si no pudiera entender por qué Mal se alejaba siempre que intentaba acercarse. Pero, con el tiempo, Lizzy entendió que la desconexión de Mal provenía de su propio miedo al amor, un miedo que había sido forjado por la fría relación con su padre, Hades. Para Mal, el amor era algo peligroso, algo que podía dejarla vulnerable y expuesta, y su respuesta natural era alejarse de cualquier cosa que le hiciera sentir esa vulnerabilidad. Sin embargo, Lizzy no podía dejar de amarla, no podía apartarse, porque, al igual que Poseidón lo hacía con ella, Lizzy sentía que el amor por Mal era lo más importante, lo que le daba propósito en la vida.
Pero el amor no siempre es tan sencillo. La relación entre Lizzy y Mal comenzó a volverse más tensa, marcada por momentos de cercanía seguidos de distanciamiento. Lizzy, en su deseo de amar y ser amada, comenzó a preguntarse si Mal alguna vez podría corresponderle de la misma manera. Las dudas comenzaron a invadir su mente, mientras que Mal, por su parte, se encontraba atrapada entre el deseo de aceptar el amor de Lizzy y el miedo de ser herida nuevamente, como lo había sido en el pasado por Hades.
El momento culminante llegó cuando Lizzy decidió abrir su corazón por completo. Ya no quería esconder lo que sentía, no quería vivir en las sombras del temor y la duda. Un día, cuando se encontraban solas, Lizzy le confesó a Mal lo que sentía: "Te amo, Mal," dijo con una sinceridad que cortó el aire entre ellas. "Te he amado desde el primer momento en que te vi, y no quiero que sigas alejándote de mí. No quiero perderte."
Pero, para sorpresa de Lizzy, Mal no respondió como ella esperaba. En lugar de sentir alivio o felicidad al escuchar esas palabras, Mal la miró fijamente, con una expresión distante, fría. Las palabras que salieron de su boca fueron como un golpe, tan duras y frías que Lizzy sintió como si su corazón se rompiera en mil pedazos. "No sabes lo que estás diciendo, Lizzy," dijo Mal, y esas palabras resonaron en el corazón de la rubia. "No sabes lo que estás pidiendo. No puedes esperar que todo se solucione con un simple 'te amo.'"
Las palabras de Mal hicieron que Lizzy se sintiera vacía, como si su amor no fuera suficiente. Mal no podía ver lo que Lizzy sentía, ni podía entender por qué la rubia le ofrecía algo tan puro y sincero. Para Mal, el amor había sido siempre una fuente de dolor, y no estaba dispuesta a entregarse de nuevo, no sin miedo, no sin dudas.
A partir de ese momento, la relación entre ellas cambió para siempre. Aunque Lizzy seguía amando a Mal con todo su ser, comenzó a entender que el amor no siempre podía ser correspondido, y que, a veces, las heridas del pasado eran demasiado profundas para sanarlas con palabras. La desconexión entre ellas se hizo más evidente, y Lizzy, aunque intentaba seguir adelante, no podía evitar sentir el vacío que dejaba la ausencia de un amor mutuo.
Por su parte, Mal se encontraba atrapada entre el miedo y el deseo, incapaz de decidir si debía abrazar el amor que Lizzy le ofrecía o seguir protegiéndose de un corazón que temía volver a romperse. El amor entre ellas, aunque real, no podía florecer completamente debido a las sombras del pasado que seguían acechando sus corazones. Y mientras Lizzy seguía luchando por ella, Mal se alejaba, incapaz de aceptar lo que tenía justo frente a ella, lo que nunca había tenido antes: un amor verdadero.
El tiempo pasó, y la distancia entre Lizzy y Mal se hizo cada vez más grande. A pesar de sus esfuerzos por entenderse, las cicatrices del pasado seguían siendo demasiado fuertes. Y así, como las mareas del océano que se alejan de la orilla, el amor de Lizzy y Mal se desvaneció, dejando atrás solo el eco de lo que pudo haber sido, pero nunca fue.
Mal siempre había sido alguien con una mezcla de sentimientos encontrados. La influencia de su padre, Hades, había sido profunda, dejándola atrapada entre la necesidad de ser aceptada y la oscuridad que se formó en su corazón debido al amor no correspondido de él. Cuando Mal comenzó a enamorarse de Lizzy, algo en ella cambió. Se sintió vulnerable, algo que no estaba acostumbrada a ser. Había estado tan concentrada en destruir todo lo que representaba a la bondad, a la perfección, que el amor de Lizzy comenzó a trastocar sus propios planes. Lizzy, con su dulzura, bondad y la luz que emanaba en cada uno de sus gestos, era todo lo que Mal había rechazado antes. Era todo lo que Hades había despreciado en su vida, todo lo que él veía como "debilidad". Mal, sin embargo, encontró en Lizzy algo que nunca había tenido: aceptación. El amor de Lizzy era incondicional, desinteresado y puro.
Cuando Mal se fue a contarle a su padre sobre su matrimonio con Ben, pensó que encontraría consuelo en las palabras de Hades, tal vez una chispa de orgullo o reconocimiento. Sin embargo, lo que recibió fue una sonrisa fría, casi burlona, que de inmediato hizo que un nudo se formara en su garganta. Hades, con su mirada penetrante y su tono mordaz, le respondió:
"Ah, no solo te casarás con un príncipe que logró lo que nadie creía posible, sino que también has enamorado a la pequeña piedra preciosa de mi hermano Poseidón."
Mal sintió una ola de incomodidad. Aquella referencia a Lizzy, la "piedra preciosa" de Poseidón, le dolió más de lo que esperaba. Hades siempre había tenido esa forma de compararlo todo, de poner a su hermano Poseidón en un pedestal, como si siempre fuera el elegido, el perfecto, el bueno. Mientras él era el villano, el que siempre estaba en la oscuridad. Esa era la historia que Hades siempre se había contado a sí mismo, una historia de resentimiento hacia su hermano, pero también hacia todos los demás que parecían tener lo que él no: el reconocimiento, el amor y la aceptación.
Y ahora, Mal se encontraba en la misma situación. Al igual que su padre se veía a sí mismo como el villano frente a Poseidón, Mal sentía que Lizzy tomaba el lugar del héroe, el centro de atención, el alma brillante que todo el mundo amaba. Mal, por otro lado, parecía ser la villana, la que siempre se quedaba en las sombras, a pesar de que no había hecho nada para merecer ese papel. Y aunque las comparaciones y las sombras del pasado pesaban sobre ella, algo dentro de Mal le decía que no podía seguir el mismo camino. No podía permitir que su propia ira y resentimiento la llevaran a destruir lo que, en su corazón, sabía que amaba profundamente: Lizzy.
La verdad era que Mal amaba a Lizzy con una intensidad que ni siquiera ella misma podía comprender por completo. Era un amor que había crecido en secreto, algo que había nacido de la oscuridad de su ser, pero que ahora se encontraba brillando con una luz que no podía ignorar. Incluso si, al principio, su impulso era destruir y ganar, algo en su interior le decía que no podía hacerle daño a Lizzy. El amor que sentía por ella era demasiado grande, y Mal sabía que no podía seguir ese camino de destrucción.
Mal se sentó frente a Hades, sintiendo la presión de las palabras que su padre acababa de lanzar. La ironía no le pasó desapercibida: en un momento, su propósito era derrotar a los buenos, demostrar que ella también podía ser una heroína, pero todo eso había cambiado cuando Lizzy había llegado a su vida. No podía seguir la guerra que su padre había librado toda su existencia, la guerra entre el bien y el mal, entre el héroe y el villano. Mal se dio cuenta de que el mundo no era blanco y negro, que los sentimientos no podían ser reducidos a categorías simples de bueno y malo. Y en ese momento, su amor por Lizzy se volvió más fuerte que cualquier resentimiento o venganza.
Sin embargo, al mirarlo, Hades parecía disfrutar de la agonía de su hija. Él no entendía lo que Mal sentía, no comprendía el dolor que ella llevaba dentro, y mucho menos el amor que ahora gobernaba su corazón. Para él, todo seguía siendo una batalla. No podía ver lo que había cambiado en su hija, lo que había cambiado en ella por el amor que sentía. En su mente, Mal seguía siendo la hija rebelde, la que había fracasado en seguir sus pasos y la que, a su modo, continuaba siendo parte de esa guerra interminable.
Mal suspiró, sintiendo el peso de las expectativas de su padre y el amor por Lizzy al mismo tiempo. Sabía que su camino no sería fácil, que las sombras del pasado la seguirían y que tendría que enfrentar muchos desafíos. Pero, por primera vez en su vida, Mal entendió que no podía seguir adelante con la amargura y el resentimiento. Si realmente amaba a Lizzy, tendría que cambiar, tendría que liberarse de las cadenas que su padre le había impuesto y elegir lo que sabía que era correcto en su corazón.
Y, aunque las palabras de Hades aún resonaban en su mente, Mal también sabía que no podía seguir siendo lo que su padre había querido que fuera. El amor que sentía por Lizzy era más grande que la disputa entre los hermanos, más grande que los recuerdos de resentimiento y dolor. Y aunque no podía evitar las cicatrices de su pasado, Mal decidió que era hora de dejar ir todo eso. Ya no sería la villana en su propia historia. Por Lizzy, y por ella misma, estaba dispuesta a cambiar.
Así, Mal se levantó y, con una mirada decidida, salió del inframundo, sabiendo que el camino hacia el amor y la redención no sería fácil, pero también sabiendo que, al final, sería el único camino que valdría la pena recorrer.
Poseidón siempre había sido un padre lleno de amor por su hija, Lizzy. Desde que era pequeña, ella había sido su sol, su razón de ser. Con cada sonrisa suya, con cada paso que daba, él sentía que el mundo cobraba sentido. Como un dios del mar, Poseidón había experimentado muchas cosas a lo largo de los siglos, pero nada se comparaba con la felicidad que sentía al ver a su hija crecer, aprender y ser tan increíblemente bondadosa y fuerte. No importaba lo que el destino le deparara, lo que realmente importaba era que Lizzy estuviera feliz, que ella tuviera lo que realmente deseaba.
Un día, mientras caminaban por los jardines de su castillo, Lizzy le contó a su padre algo que nunca imaginó que llegaría a escuchar. Con una mezcla de nerviosismo y alegría en su rostro, Lizzy le reveló que estaba comprometida con Harry Hook, el temido pirata. Poseidón escuchó con atención y no pudo evitar sentirse sorprendido por la noticia. Harry era, sin duda, un hombre diferente a todos los que Lizzy había conocido antes. Un pirata, hijo de un pasado oscuro, alguien que venía de un mundo alejado del suyo. Pero al mirar a su hija, al ver la felicidad que irradiaba, Poseidón entendió que eso no importaba. Lo único que importaba era que Lizzy estaba enamorada, que había encontrado a alguien que la hacía feliz.
Los ojos de Poseidón brillaron con una mezcla de amor y comprensión. A lo largo de los siglos, él había presenciado innumerables historias de amor, algunas felices, otras trágicas. Pero lo que sabía con certeza era que el amor verdadero no conocía barreras, no importaba de dónde venían las personas o cómo se definían sus mundos. Lo único que realmente importaba era si su amor era genuino, puro. Y al mirar a Lizzy, Poseidón supo que lo que ella sentía por Harry era eso: un amor genuino.
"Mi querida Lizzy," dijo Poseidón con voz suave pero llena de emoción. "Sé que Harry es un hombre diferente a lo que muchos esperarían, pero lo más importante es que tú lo amas. Y si te hace feliz, entonces yo también soy feliz por ti."
Lizzy, sorprendida por la reacción tan cálida de su padre, no pudo evitar sentirse un poco aliviada. Había temido que su padre no aceptara a Harry debido a su pasado, a su vida de pirata, pero Poseidón no solo la entendió, sino que la apoyó incondicionalmente.
"Pero, papá, Harry es un pirata. Su vida no es sencilla y sé que muchos no lo verían como una opción adecuada para mí. No quiero que te sientas decepcionado por la decisión que he tomado," dijo Lizzy, mirando a su padre con algo de preocupación en sus ojos.
Poseidón sonrió, acariciando el cabello de su hija con ternura. "Mi niña, si algo he aprendido durante todos estos años es que el amor no entiende de títulos ni de pasados. Tú eres mi hija, y lo único que me importa es verte feliz. Si Harry te hace sentir amada y segura, entonces él es digno de mi respeto. Yo confío en ti y en tu juicio. Y si decides caminar junto a él, entonces lo haré con todo mi corazón."
Lizzy, aliviada por las palabras de su padre, abrazó a Poseidón con fuerza. Sentía como si un peso enorme se hubiera levantado de sus hombros. En un mundo tan grande y lleno de complejidades, lo único que realmente quería era ser aceptada y amada por aquellos que más quería. Y en ese momento, Poseidón le dio eso. A pesar de las diferencias entre los mundos de un pirata y una sirena, Poseidón vio más allá de esas divisiones superficiales y vio lo que realmente importaba: el amor entre su hija y Harry.
"Gracias, papá," susurró Lizzy, con la voz quebrada por la emoción. "Significa el mundo para mí saber que me apoyas, sin importar lo que los demás piensen."
Poseidón la miró con ojos llenos de cariño y orgullo. "Siempre estaré aquí para ti, hija mía. No importa lo que el futuro te depare, siempre estaré a tu lado."
A pesar de que el amor entre una sirena y un pirata parecía ser un vínculo raro, incluso imposible en algunos ojos ajenos, Poseidón sabía que el amor verdadero no tenía barreras. La conexión que Lizzy compartía con Harry era más fuerte que cualquier cosa que pudiera definirse como un obstáculo. Y eso era lo único que realmente importaba. El amor, en su forma más pura, es lo que definía la relación, lo que hacía que el vínculo entre ellos fuera inquebrantable.
Poseidón comprendió que, como padre, su trabajo no era imponer sus ideas o su visión del mundo a su hija, sino apoyarla en su búsqueda de felicidad. Lizzy no necesitaba que él la protegiera de su propio destino, sino que necesitaba su apoyo para ser ella misma, para tomar sus propias decisiones, aunque esas decisiones la llevaran por caminos desconocidos y a veces complicados.
Con el paso de los días, Poseidón continuó apoyando a su hija en su relación con Harry. Aunque sabía que no todo sería fácil, que el amor entre ellos enfrentaría desafíos por sus orígenes tan diferentes, estaba seguro de que si Lizzy lo deseaba, ella podría superar cualquier obstáculo. En su corazón, Poseidón tenía la certeza de que, al igual que el mar y el cielo se encuentran en el horizonte, el amor verdadero podría superar cualquier distancia, cualquier diferencia.
Mientras tanto, Lizzy, al tener el apoyo de su padre, comenzó a sentirse más segura de su amor por Harry. El pirata, con su espíritu libre y su corazón apasionado, representaba para ella un cambio, una nueva aventura, un amor que ella nunca había experimentado. Y aunque la vida con Harry no fuera sencilla, Lizzy estaba dispuesta a aceptarlo todo por él. A fin de cuentas, el amor no tenía reglas ni límites, y ella estaba decidida a vivirlo plenamente.
Cada día, Lizzy veía cómo sus sentimientos por Harry se profundizaban más, cómo, a pesar de sus diferencias, ambos se entendían en un nivel más allá de las palabras. Harry la hacía sentir viva, libre, como si pudiera ser ella misma sin temor a ser juzgada. Juntos, a pesar de todo lo que los separaba, compartían un amor que era fuerte y auténtico.
Poseidón, observando a su hija, veía cómo ella brillaba con una luz que solo el amor verdadero podía darle. No le importaba que Harry fuera un pirata o que su vida fuera complicada. Lo único que importaba era que Lizzy estuviera feliz, y si Harry la hacía feliz, entonces él no podía pedir más. El amor de una hija era el mayor regalo que Poseidón podría recibir, y ver a Lizzy enamorada, viviendo su vida sin miedo, era todo lo que él necesitaba.
Con el paso del tiempo, Poseidón aceptó con alegría la relación de Lizzy con Harry. Sabía que el amor no tenía fronteras, y que su hija, al igual que él, merecía ser amada y apreciada por lo que era. Y mientras ella avanzaba en su propio camino, él seguiría siendo su apoyo, su guía, el padre que siempre estaría allí para ella, sin importar lo que el futuro les deparara.
El viaje hacia el inframundo fue una travesía silenciosa, marcada por la tensión palpable entre Poseidón y Lizzy. Aunque el paisaje que los rodeaba parecía distorsionado por la oscuridad del reino de Hades, Lizzy se mantenía firme, apoyada por la presencia protectora de su padre. A pesar de la naturaleza sombría del inframundo, Lizzy sabía que este enfrentamiento era inevitable. Había demasiado en juego, y aunque su alma se resistía a regresar a ese lugar maldito, comprendía que tenía que enfrentarse a lo que se había desencadenado en su vida, a la presencia de Mal y, sobre todo, a la sombra de Hades, quien había orquestado gran parte de la confusión y el dolor que habían marcado su vida en los últimos tiempos.
Poseidón, por su parte, caminaba con determinación. A lo largo de los años, había enfrentado a innumerables adversarios, pero nada lo había preparado para este enfrentamiento. La cuestión de Mal y lo que había ocurrido entre ella y Lizzy lo atormentaba. Sabía que algo mucho más grande que una simple enemistad estaba en juego, y que Hades había jugado un papel esencial en esta batalla de sombras y luz. Si bien Poseidón había sido un dios amable y respetado, siempre elogiado como el protector de las aguas y la armonía, sabía que su hermano Hades, en su eterno resentimiento, había querido cambiar esa imagen de equilibrio y justicia. Si bien había sido él quien había seguido las normas y la moralidad, Hades siempre había sido el rebelde, el villano, el que no aceptaba el papel de ser el "malo" de la historia.
Cuando llegaron al palacio de Hades, todo parecía en calma. El aire era espeso y frío, el ambiente opresivo, como si el mismísimo inframundo respirara con una vida propia. La oscuridad se cernía sobre ellos, pero no era el tipo de oscuridad temible que asustaba a Lizzy; era una oscuridad introspectiva, como si el propio lugar estuviera lleno de secretos no deseados. Sin embargo, aunque el espacio se sentía vacío y desolado, Lizzy pudo percibir que no estaban solos. En lo profundo del palacio, se encontraba el trono de Hades, como una figura solitaria que dominaba la sala con su presencia.
Al caminar por los largos pasillos de piedra, Lizzy se sintió observada, como si los ecos de la historia de su familia, sus amores y traiciones, la envolvieran. Todo en este reino parecía estar impregnado de antiguos conflictos, de luchas entre dioses que nunca habían sido resueltas. Sin embargo, el mayor desafío de todos era el de Hades, un dios que había sido constantemente opacado por la figura imponente de su hermano Poseidón. Y como siempre, Hades había encontrado una forma de mantenerse a la sombra, esperando el momento adecuado para jugar sus cartas.
Finalmente, llegaron a la sala del trono, donde se encontraba Hades, sentado en su asiento oscuro, rodeado de las sombras que parecían pertenecerle. Mal, a su lado, estaba de pie, mirando al suelo con los brazos cruzados, como si estuviera en espera de algo. Sin embargo, no esperaban la llegada de Poseidón y Lizzy. No los habían visto entrar. La sorpresa fue clara en sus ojos cuando los dos dioses hicieron su aparición.
Hades, sin embargo, no se mostró alarmado. En lugar de eso, se levantó de su trono con una sonrisa tranquila, casi arrogante, que denotaba la seguridad de quien sabe que está en control de la situación. Su mirada se centró en Poseidón primero, como si ya hubiera anticipado su llegada. Luego, se dirigió a Lizzy con una expresión que mezclaba diversión y malicia, como si estuviera disfrutando de cada segundo de esa interacción.
"Ah, hermano," dijo Hades con voz baja y burlona. "¿Finalmente has decidido venir a visitar el inframundo? Pensé que preferirías quedarte en tu bonito reino, rodeado de mares y criaturas, pero claro, supongo que tu hija necesita algo más que agua, ¿no?"
La ironía en sus palabras era evidente, y Lizzy pudo sentir cómo se tensaba el ambiente. Ella miró a Mal, cuya postura parecía más relajada, pero sus ojos estaban nublados por una mezcla de emociones que no podía comprender del todo. ¿Qué había pasado realmente entre ellas? ¿Cómo había llegado todo esto hasta este punto?
Poseidón, sin inmutarse, respondió con voz firme, pero controlada: "No he venido a discutir sobre paisajes o reinos, Hades. He venido a hablar de lo que has hecho. De lo que has causado, tanto a mi hija como a todos nosotros."
Hades soltó una pequeña risa, como si la acusación de Poseidón fuera una broma. "¿Qué has hecho tú, hermano? ¿Qué has hecho tú por tu hija? ¡Es una niña fuerte! Ella no necesita tus palabras, ni tus reproches. ¡No, no! Lo que necesitamos aquí es un poco de diversión. Después de todo, el destino tiene sus propios planes, ¿no es así?"
Lizzy miró a Hades, con la sensación de que las palabras de este se deslizaban hacia algo mucho más profundo y oscuro. Era como si todo lo que había pasado entre ella y Mal, todo el daño, las emociones, las batallas, fueran simplemente parte de un juego para Hades. Pero lo que realmente le sorprendió fue lo que Hades dijo a continuación.
"No me malinterpretes, Poseidón," continuó Hades, sin dejar de sonreír. "No es que no me divierta con tu hija. No. Es solo que, al final, todo esto ha sido parte de un juego, ¿verdad? Un juego que, por fin, he ganado. Porque todos, todos ustedes, siempre me veían como el villano, el malo. Y ahora, al fin, he logrado mi venganza. Lo que nunca pudieron entender, lo que siempre creyeron que yo no podía hacer, ahora lo he logrado. Lizzy, la hija de mi hermano, la niña de aguas y cielos... La que siempre fue la favorita... Ahora se ha enamorado de la hija de la villana, de la hija de quien creyeron siempre que era la oscura, la mala, la malvada. ¡Y todo esto gracias a Mal!"
Mal, al escuchar las palabras de Hades, levantó la cabeza con un gesto de incomodidad, pero no dijo nada. Lizzy, en cambio, se quedó en shock. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando comenzó a comprender lo que estaba escuchando. Hades había orquestado todo. Había manipulado a Mal para que se acercara a ella, para que la enamorara, y en su mente, eso era su venganza. La venganza contra Poseidón. La venganza contra lo que representaba la familia de Lizzy. Contra todo lo que había sido bueno en su vida.
"¿Por qué?" susurró Lizzy, casi como si las palabras le quemaran la garganta. "¿Por qué harías esto?"
Hades la miró con una calma inquietante, su sonrisa nunca desapareciendo. "Porque siempre fui el hermano oscuro, el que nadie quería. Mientras tú eras el héroe, el bueno, el elegido, yo fui el villano. Y he decidido que alguien tiene que tomar mi lugar, tomar mi corona. Y esa persona fuiste tú, Lizzy. Tú, la hija perfecta de Poseidón. Y tú, Mal, la hija del villano que todos temían. Juntas, habéis jugado este juego. Y yo he ganado."
En ese momento, el mundo de Lizzy pareció desmoronarse. La confusión, la tristeza, el dolor y la incredulidad se apoderaron de su cuerpo. Su respiración se aceleró, y las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Sin pensarlo, se lanzó hacia su padre, abrazándose a él con fuerza, buscando consuelo, buscando protección. Necesitaba sentir la seguridad de Poseidón, aunque fuera por un momento, para intentar entender lo que acababa de escuchar.
Poseidón, con el corazón apesadumbrado y lleno de furia, envolvió a Lizzy en sus brazos. No dijo nada, pero el dolor en su rostro era evidente. Todo lo que había creído, todo lo que había defendido, ahora parecía estar en ruinas, destruido por las maquinaciones de Hades. Pero, en ese instante, lo único que importaba era Lizzy, su hija, la niña que siempre había protegido y amado. Él no dejaría que nadie le hiciera daño. Nadie.
Mal observaba la escena en silencio, con los ojos llenos de culpabilidad, pero sin atreverse a intervenir. Sabía lo que había pasado entre ellas, pero no sabía cómo reparar el daño que ya estaba hecho. La batalla entre Hades y Poseidón no era algo que pudiera resolver. Pero, a pesar de todo, algo había cambiado en ella. La confusión y el dolor en su corazón eran más profundos de lo que podía expresar.
Lizzy, llorando en los brazos de Poseidón, sintió que la oscuridad de aquel lugar, el frío del inframundo, ya no la afectaba. En ese momento, solo importaba el consuelo de su padre, la promesa de que, aunque todo pareciera perdido, siempre habría algo de luz, algo de amor que pudiera guiarla.
La tensión en el aire era tan espesa que casi se podía cortar con un cuchillo. Lizzy, aún aferrada a su padre con la fuerza de una niña que busca consuelo en el abrazo protector de su progenitor, no podía dejar de pensar en lo que acababa de escuchar. Las palabras de Hades resonaban en su mente como una pesadilla de la que no podía despertar. Sentía que su corazón se rompía lentamente, como si cada palabra de él hubiera sido un golpe cruel sobre su pecho. El dolor no solo era emocional, sino físico, un peso insoportable que le oprimía el alma.
Hades había hablado con una calma perturbadora, como si todo fuera parte de un juego de poder que él había jugado durante milenios. Había manipulado a Mal, su propia hija, para que se acercara a ella. Había usado a Lizzy, como si fuera una pieza en un tablero de ajedrez, para cumplir su propia venganza. Todo esto había sido un plan maestro, calculado y frío. Pero lo peor de todo era que no solo se había ensañado con Lizzy por ser la hija de Poseidón, sino que también había jugado con los sentimientos de su hija, Mal, quien ahora estaba parada a su lado, observando a Lizzy con una mezcla de arrepentimiento y temor.
Mal, la misma persona que había ganado su confianza, que la había hecho sentir especial, que la había tocado de una manera que nadie más lo había hecho antes, estaba ahora ante ella, pero no podía mirarla como lo hacía antes. Lizzy sentía cómo se rompía dentro de sí misma, cómo algo precioso se desmoronaba con cada palabra que venía de la boca de la mujer que había estado a su lado, casi como una amiga, casi como una confidente. La confusión se apoderó de su mente mientras trataba de juntar las piezas de todo lo que había sucedido. ¿Cómo podía alguien amar de esa manera y, al mismo tiempo, hacerle tanto daño?
Mal, al ver la desesperación en los ojos de Lizzy, intentó dar un paso hacia ella, pero fue rápidamente detenida por la furia silenciosa de Poseidón. Él estaba completamente tenso, como una cuerda a punto de romperse, y su mirada sobre su hermano Hades era tan fría que cualquier mortal habría temido acercarse a él en ese momento. El amor por su hija, la necesidad de protegerla, lo consumía por completo. Lizzy, aún sollozando, se apartó un poco de él, dejándose caer lentamente al suelo, sin poder apartar la vista de Mal. Mal la miraba ahora con una tristeza tan profunda que parecía más la de una persona rota que la de una villana.
"Lizzy, por favor," dijo Mal con voz quebrada. "No sabes cuánto lo siento. No sabes lo que me duele verte así. Yo... yo nunca quise hacerte daño. Cuando te conocí, no era solo un plan. No era solo una venganza. Desde el primer momento en que te vi, sentí algo que no podía controlar. Sentí que había algo en ti, algo que me atraía, algo que me hacía sentir viva. Pensé que podía hacer esto, que podía manipularte para que todo estuviera bajo control, pero no conté con que... me enamoraría de ti. Y ahora todo está roto, y sé que no hay forma de arreglarlo."
Lizzy levantó la cabeza, su rostro bañado en lágrimas, pero aún furiosa, aún herida por la traición. "¿De qué estás hablando, Mal? ¿Cómo puedes decir que me amas? Si todo lo que hiciste fue mentirme, hacerme creer que algo que nunca fue real lo era. No puedes simplemente decir que me amas ahora, después de todo lo que me hiciste, después de todo lo que me ocultaste. Me usaste, Mal. Me usaste como parte de un juego de poder para vengarte de tu propio padre y de mí."
Mal intentó acercarse de nuevo, pero el dolor en los ojos de Lizzy la detuvo. "Lo sé," susurró, "y me odio por eso. Sé que no puedo reparar lo que hice, pero por favor, déjame explicarlo. Al principio, sí, lo que Hades me pidió era un plan. Era parte de su venganza contra Poseidón. Pero cuando te conocí, cuando vi cómo eras... todo cambió. Tú... tú eres diferente. Tú no eres como los demás. No me importaba que estuvieras con Ben o que tuvieras a Harry. No me importaba nada de eso, solo tú. Desde el primer momento que te vi, supe que había algo entre nosotras, algo que no podía ignorar. Y me enamoré, Lizzy. Me enamoré de ti, de tu luz, de tu bondad. Y me destroza pensar que te hice daño."
Lizzy se quedó en silencio, incapaz de responder, su corazón dividido entre la ira y la confusión. No podía comprender cómo alguien que le había causado tanto dolor ahora intentaba explicarle lo inexplicable. ¿Cómo podía alguien enamorarse de ella de esa manera, y aún así hacerle daño? Era demasiado, demasiado para asimilar en un solo momento.
Poseidón, viendo el sufrimiento de su hija, se acercó rápidamente a ella, abrazándola con fuerza. "No quiero escuchar más de esta falsedad," dijo con voz firme, pero llena de dolor. "No te permito que sigas causando más sufrimiento a mi hija, Hades, ni a ti, Mal. Puedo entender que haya manipulación, que haya confusión, pero lo que has hecho ha cruzado un límite que no tiene perdón. Nunca permití que nadie hiciera daño a mi pequeño tesoro, y no lo voy a permitir ahora. Si tu plan era destrozar a Lizzy, entonces ten por seguro que las consecuencias serán graves."
Hades, que había estado observando la escena con una expresión de superioridad, finalmente dejó escapar una pequeña risa. "¿Consecuencias? ¿De qué hablas, Poseidón? Ya lo has visto, todo esto fue un juego, y en este juego, yo gané. Mi venganza está completa. Y no puedo decir que no disfrute viendo cómo mi hermano, el intocable, la figura del héroe, ahora tenga que lidiar con su hija rota y su alma destrozada. Esto era lo que quería. Esto es lo que siempre deseé."
Poseidón se acercó a él, con los ojos ardiendo de furia. "Lo que has hecho con mi hija no tiene nombre. Nadie se mete con mi familia. Nadie. No me importa lo que creas que has ganado. Esto no quedará así. Puede que no puedas reparar el daño a tu propia hija, pero yo protegeré a Lizzy con todo lo que tengo. Y si es necesario, pelearé hasta el final."
Lizzy, temblando entre el llanto y la furia, levantó la mirada, sus ojos llenos de dolor y desesperación. "Papá, por favor... no quiero que luches por mí. No quiero más sangre, no quiero más venganza. Estoy tan... tan rota. No sé si podré seguir adelante con todo esto. Mal... mal me traicionó."
Poseidón, sintiendo la angustia de su hija, la abrazó aún más fuerte, como si intentara absorber todo el dolor que sentía por ella. "Mi pequeña, mi tesoro... no tienes que enfrentarlo sola. No importa lo que haya sucedido, no importa lo que ellos hayan hecho, yo estaré aquí. Siempre estaré aquí para ti. Nadie, absolutamente nadie, va a hacerle daño a mi hija y saldrá impune. Y si tengo que destruirlo todo para protegerte, lo haré. Porque tú eres mi hija. Y lo que has pasado, lo que han hecho, no lo perdonaré."
Lizzy, sintiendo el consuelo y la fortaleza de su padre, intentó calmarse, aunque su corazón seguía destrozado. Sabía que no había vuelta atrás, que el daño estaba hecho, pero al menos en ese momento, con su padre a su lado, podía encontrar algo de paz. "Gracias, papá," susurró entre sollozos, "no sé qué haría sin ti."
Mal, observando la escena, sentía cómo sus propios sentimientos se retorcían en su interior. Había intentado hacer lo correcto, había intentado demostrarle a Lizzy que su amor era real, pero sabía que había fallado estrepitosamente. Y ahora, en ese mismo instante, entendía que las consecuencias de sus actos iban mucho más allá de lo que había anticipado.
El ambiente estaba cargado de tensión. Las palabras de Hades seguían resonando en los oídos de Lizzy, y aunque trataba de mantener la calma, sentía que algo dentro de ella se rompía con cada segundo que pasaba. Pero lo que más la afectaba, lo que más la dolía, era ver a su padre tan furioso, tan decidido a vengar la injusticia que le habían hecho a ella, a su hija, a su pequeña tesoro.
Poseidón, en un arranque de furia contenida, miró a su hermano con una intensidad peligrosa. Su mirada era tan fría que incluso las llamas del inframundo parecían apagarse ante la intensidad de su ira. La furia que había estado reprimiendo durante toda la confrontación, la rabia que sentía por el dolor de su hija, estalló de repente, como un volcán a punto de explotar.
"Tenemos problemas, Hades," dijo Poseidón con voz grave, cada palabra cargada con el peso de su ira contenida. "Y creo que no vamos a poder arreglarlo. Es como esa maldita canción de Taylor Swift. Ya sabes, 'hemos tenido una disputa, y no creo que podamos resolverlo'. Porque esto no tiene solución. Lo que hiciste no tiene perdón."
Sin esperar una respuesta, Poseidón avanzó hacia Hades con una velocidad impresionante, su poder inundando la sala. La fuerza de su puño impactó con tal furia que el suelo bajo ellos tembló. Hades cayó al suelo con un estruendo, su cuerpo tambaleando por el impacto. El golpe fue tan potente, tan cargado de años de frustración y dolor, que ni siquiera Hades, con todo su poder, pudo evitarlo.
El dios del inframundo, sorprendido y atónito, intentó levantarse, pero quedó en el suelo, inmóvil por un momento, mientras sentía el dolor punzante en su pecho. La expresión de Poseidón no era de satisfacción, sino de pura rabia contenida. Nunca había deseado hacerle daño a su hermano, pero ahora veía que no había otra opción. Hades había cruzado una línea que no se podía regresar, y había puesto en peligro a la persona que más amaba en el mundo: su hija.
Mal, quien había estado observando todo en silencio, no se movió. No intentó detener a Poseidón ni levantarse para defender a su padre. Miraba a Hades en el suelo, sus ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y tristeza, pero también de aceptación. Sabía que lo que había hecho, lo que su padre le había pedido, era cruel y malintencionado. Y ahora, ver a Hades en el suelo, derrotado por su hermano, no solo le causaba tristeza, sino también una sensación de justicia que no había anticipado.
Mal no intervino. No intentó proteger a Hades, porque sentía que, en cierto modo, se lo merecía. Había sido parte del plan, había sido una pieza en el juego de su padre, y ahora veía cómo ese juego había destruido todo lo que había tocado. Incluso ella, que se había enamorado de Lizzy, se sentía atrapada en la red de mentiras que su propio padre había tejido.
Lizzy, que había estado observando en silencio, sintió una oleada de emociones encontradas. Parte de ella quería gritar, quería seguir llorando, pero lo que más deseaba en ese momento era estar lejos de todo eso, alejada de la venganza y el dolor. Miró a su padre, que estaba parado frente a Hades con una mirada de furia, y de alguna manera, supo que su padre estaba haciendo lo que tenía que hacer para protegerla. Pero al mismo tiempo, su corazón seguía roto, y no podía dejar de pensar en lo que había pasado.
"Papá," dijo Lizzy, su voz temblando, pero decidida. "Por favor, basta. No necesitamos esto. No necesitamos más peleas. Ya suficiente daño hemos sufrido."
Poseidón, al escuchar la voz de su hija, se detuvo. Miró a Hades en el suelo una última vez, antes de desviar su mirada hacia Lizzy. Su furia no se había calmado, pero ver a su hija tan herida, tan vulnerable, hizo que su corazón se ablandara, aunque solo un poco.
"Lizzy..." dijo Poseidón con voz suave, casi cansada. "Sé que quieres que todo termine. Sé que todo esto te está destrozando. Pero necesito que sepas algo. No dejaré que nadie te haga daño, no importa lo que cueste."
Lizzy asintió, sus ojos llenos de lágrimas. "Lo sé, papá. Pero quiero que salgamos de aquí, quiero ir a casa. No puedo más con esto."
Poseidón, aunque aún lleno de furia, asintió lentamente. "Tienes razón. Vamos a casa, mi pequeña. Esto ya terminó."
Mal los observaba en silencio, sin atreverse a decir una palabra. No sabía si algún día podría perdonarse a sí misma por lo que había hecho, pero veía cómo la familia de Poseidón se unía, cómo el amor entre padre e hija era más fuerte que cualquier otra cosa. Y eso, de alguna manera, la destrozaba por dentro.
Poseidón tomó a Lizzy de la mano, y juntos comenzaron a alejarse del inframundo. Lizzy no miró atrás. No podía. El dolor era demasiado grande, y el peso de las palabras de Hades aún pesaba sobre su corazón. Pero, por primera vez en mucho tiempo, sentía que la presencia de su padre, su protección, podía ofrecerle algo de consuelo.
Mal, aún observando desde lejos, respiró hondo. En su interior, sentía que todo había cambiado. Había sido un peón en el juego de su padre, y ahora, se encontraba atrapada en las consecuencias de sus propios sentimientos. Si bien había intentado proteger a Lizzy, había fracasado, y eso, en su corazón, la hacía sentir más sola que nunca.
Cuando Poseidón y Lizzy cruzaron el umbral del inframundo y comenzaron su camino de regreso al reino del mar, algo cambió en el aire. El peso de la batalla, la furia de la venganza y la tristeza de las decisiones equivocadas empezaban a desvanecerse. Lo que quedaba era una familia rota, pero también una oportunidad para sanar, para encontrar de nuevo la paz que se había perdido en las sombras de las mentiras y el dolor. Y aunque el camino por delante sería largo, Lizzy sabía que, mientras estuviera junto a su padre, siempre habría una oportunidad para reconstruir lo que se había perdido.
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