Capitulo 4

Complicé nuestras vidas
Al enamorarse de él
Complicé nuestras vidas
Ahora estoy perdiendo a mi único amigo
No sé por qué, tuve que intentarlo
Vivir mi vida en el otro lado
Ahora estoy tan confundida
No sé qué hacer

Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama
Me ama, no me ama
Ella me ama

Empecé a difuminar las líneas
Porque no me importaba
Empecé a cruzar la línea
Porque nunca estuviste allí

No hay dónde girar
Nadie a quien ayudar
Es casi como si ni siquiera me conociera
Ahora tengo que elegir
No sé qué hacer

Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama
Me ama, no me ama
Ella me ama, ella me ama

Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama
Me ama, no me ama
Ella me ama

No hay dónde girar
Nadie a quien ayudar
Es casi como si ni siquiera me conociera
Ahora tengo que elegir
No sé qué hacer

Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama
Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama

Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama
Me ama, no me ama
Ella me ama, ella no me ama
No me quiere

La noche había llegado y con ella una mezcla de sensaciones que Lizzy no podía procesar. Su mente estaba en caos, atrapada entre el amor, la traición y el dolor. El momento que había estado evitando, la conversación que tenía que tener con Harry, se acercaba rápidamente. Tenía que ser valiente, debía decirle la verdad, confesarle que ya no lo amaba de la misma manera, que su corazón pertenecía a otra persona. Mal, la misma Mal que había conocido como una amiga, pero que ahora estaba profundamente entrelazada en sus sentimientos.

Lizzy sentía que las emociones la desbordaban. ¿Cómo iba a ser capaz de hacerle esto a Harry? Había compartido tantos momentos con él, había estado a su lado en tantas ocasiones. Pero todo eso parecía diluirse cuando pensaba en Mal. ¿Y si todo lo que había vivido con Harry no era suficiente? ¿Y si no había sido amor verdadero? ¿Y si solo había sido una ilusión que la había cegado por tanto tiempo?

Decidida, Lizzy se dirigió hacia el lugar donde Harry la esperaba. Pero algo la detuvo en seco. El bullicio que provenía del centro del jardín le llamó la atención. Lizzy giró la cabeza, curiosa, y lo que vio la dejó sin aliento. Ben y Mal, abrazados, se besaban frente a todos, ante los ojos de los demás, y lo peor de todo: se estaban comprometidos.

Lizzy se quedó paralizada, el corazón golpeando en su pecho con fuerza. ¿Qué estaba pasando? Las palabras no podían salir de su boca. Parecía como si todo lo que había sentido y creído fuera una mentira. ¿Mal había jugado con sus sentimientos? En ese momento, las preguntas comenzaron a llenar su mente como un torbellino.

¿Ella la amaba o no la amaba? Todo parecía confuso. ¿Cómo había llegado hasta aquí? En un momento, estaba segura de que todo entre ella y Mal tenía sentido, y en el siguiente, Mal parecía estar dando vuelta a su mundo y a sus sentimientos de una manera que Lizzy no comprendía. El beso entre Ben y Mal, su anuncio de compromiso, le destrozaron el corazón. Se sentía traicionada. Como si todo lo que había soñado, todo lo que había querido, se desmoronara frente a sus ojos.

Mientras observaba la escena, Lizzy notaba la forma en que Ben y Mal se veían el uno al otro, la forma en que sus miradas se cruzaban con complicidad y amor. Era obvio que había algo entre ellos, algo genuino y real. ¿Dónde quedaba ella en todo esto? Parecía como si la relación con Harry hubiera sido solo un capítulo en su vida, un capítulo que ahora Lizzy ya no podía continuar.

En su pecho, el dolor de la confusión la ahogaba. ¿Complicó todo al enamorarse de Harry? El pensamiento la asaltó con fuerza. Si nunca hubiera estado con él, si nunca se hubiera enamorado de la idea de estar con alguien, tal vez las cosas no habrían llegado a este punto. Tal vez Mal no habría tenido la oportunidad de romperle el corazón, de hacerle sentir que no valía la pena, de hacerle pensar que había sido una tonta, un juguete en sus manos.

"Me ama, no me ama... me ama, no me ama..." La frase comenzó a sonar en su mente, un mantra doloroso que la hacía sentirse aún más perdida. ¿Qué era lo que sentía Mal? Lizzy no podía entenderlo. Todo lo que había vivido junto a ella ahora parecía una mentira, una historia que alguien más había escrito, no ella. ¿Cómo podía haber confiado tanto? Y, sin embargo, las palabras que Lizzy no había dicho seguían retumbando en su cabeza: "Te amo".

Fue entonces cuando las chicas se acercaron, y Lizzy sintió que se caía en pedazos. Eugenia, Evie, Rochi y Candela, todas se reunieron a su alrededor, con la mirada seria, entendiendo perfectamente lo que acababa de suceder.

—Lizzy, ¿estás bien? —preguntó Evie, su tono preocupado.

Lizzy intentó sonreír, pero las lágrimas fueron más fuertes que su intento de disimulo. —No... no estoy bien, Evie. Todo... todo ha sido un error. Creo que he complicado nuestras vidas, las mías, las de Mal, las de todos.

—Lizzy, no lo pongas todo en tus hombros —interrumpió Eugenia, con una mirada dura y franca—. No es tu culpa que Mal se haya confundido. Ella también tiene su parte de responsabilidad en todo esto.

—Pero... —Lizzy comenzó a hablar, pero las palabras se le atascaban en la garganta. No sabía cómo explicarlo, no sabía cómo expresar el dolor que sentía, el dolor de haber confiado en alguien que no estaba dispuesto a ser honesta con ella.

Candela la miró con ternura, pero también con una firmeza que Lizzy no esperaba. —Mal no fue honesta contigo, Lizzy. Y lo que ha hecho ahora con Ben es... complicado. Pero no es justo que te castigues por eso. Te mereces alguien que te quiera de la misma manera que tú lo quieres. Si Mal te amara, no te estaría haciendo esto.

Lizzy observó cómo las demás la miraban, buscando consuelo en las palabras de sus amigas, pero había algo en sus corazones que ya no estaba tan claro. ¿Cómo podía ser que Ben fuera tan diferente? Ben, con todo lo que él representaba, con su nobleza y caballerosidad, ahora parecía el caballero que Mal había elegido en lugar de ella. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué Mal había preferido estar con Ben, con alguien que no era ella?

Eugenia, sin embargo, no se contuvo. —Lizzy, tienes que enfrentarte a lo que realmente sientes. Si no luchas por lo que amas, si no le dices lo que sientes, nadie lo hará. Y Ben... Ben es un buen chico, sí, pero lo que Mal ha hecho contigo no está bien. Ella no te amaba como tú pensabas.

Las palabras de Eugenia calaron hondo en Lizzy, pero, al mismo tiempo, sabía que tenía razón. Lizzy merecía un amor verdadero, uno sin juegos ni dudas. Y Mal, en su egoísmo, había dejado ir a quien la amaba con todo su ser.

Mientras se retiraban para dejarla procesar lo sucedido, Lizzy miró el anillo de compromiso que Ben había colocado en el dedo de Mal. Era un símbolo de un amor que no pertenecía a ella. Y si Mal había elegido a Ben, entonces Lizzy debía hacer lo mismo: elegir su propio camino, no aferrarse a un amor que nunca fue suyo.

El dolor en su pecho seguía allí, pero ahora, por primera vez, Lizzy entendió que no debía esperar a que Mal la eligiera. Debía elegirse a sí misma.

Mal caminaba por el jardín, con el corazón aún encogido por todo lo que había vivido en las últimas horas. La mezcla de emociones la estaba consumiendo. Había hecho lo que pensaba que era lo correcto, había aceptado lo que su mente le decía, pero algo no cuadraba. Algo no estaba bien. ¿Cómo se sentía ella realmente? Había tomado decisiones, se había entregado a otras personas, pero había un vacío dentro de ella que no lograba llenar. La confusión no la dejaba en paz.

Había tomado a Ben de la mano, y con él, se había comprometido, creyendo que con ello iba a poner fin a todo lo que había pasado con Lizzy. Pero a medida que las horas pasaban, y las palabras de sus amigas resonaban en su mente, comenzaba a cuestionarse si había hecho lo correcto. En su interior, sentía un vacío al pensar en todo lo que había dejado atrás.

Mal pensaba en Lizzy, en lo que había sido entre ellas, en lo que nunca se había dicho, en lo que nunca se habría dado. ¿Qué sentía realmente por ella? La pregunta rondaba su mente sin cesar, ahogándola en un mar de dudas. Se decía a sí misma que había tomado la decisión correcta, que su vida debía continuar con Ben. Pero no podía dejar de pensar en Lizzy. Cada pensamiento, cada palabra que había compartido con ella, cada momento que había sentido en su pecho se desmoronaba, como si nunca hubiera tenido un valor real. ¿Era posible que nunca hubiera amado a Lizzy de la manera que ella merecía?

La escena con Ben y Lizzy, tan intensa y llena de amor, seguía atormentándola. Como si el destino hubiera querido jugarle una broma cruel, Mal había visto a Lizzy besando a Harry, con una ternura que le había desgarrado el alma. Al principio, no había entendido lo que veía. Solo sentía cómo su cuerpo se paralizaba, como si el tiempo se detuviera, y su corazón se rompía en mil pedazos. ¿Por qué Lizzy estaba con Harry? ¿Qué significaba eso? Había una chispa entre ellos, algo genuino, algo que Mal no podía ignorar. Pero en ese mismo momento, mientras observaba ese beso lleno de afecto y pasión, se dio cuenta de lo que había perdido.

Mal se apartó rápidamente, apartando la mirada, y su mente empezó a dar vueltas, como si el mundo estuviera a punto de desmoronarse a su alrededor. ¿Qué hacía ella? ¿Por qué no se dio cuenta antes? Mientras caminaba rápidamente, casi huyendo, las emociones comenzaron a apoderarse de su cuerpo. En su pecho, el dolor creció, y lo único que podía pensar era que se estaba ahogando en la confusión.

Sentía lo mismo que Lizzy había sentido esa noche, ese mismo dolor. ¿Realmente amaba a Lizzy? ¿O solo había estado buscando algo que no podía tener? El sentimiento de traición, de haber sido abandonada por la única persona que había amado de verdad, la inundó como un tsunami. Al mismo tiempo, algo dentro de ella sabía que todo esto era consecuencia de sus propios errores, de sus dudas, de no haber sido sincera consigo misma ni con Lizzy. Había complicado las cosas desde el principio.

Al igual que Lizzy había sentido al ver el compromiso de Ben, Mal ahora sentía esa misma herida en su corazón. La duda, la confusión, la culpa se entrelazaban en su mente, mientras intentaba comprender lo que estaba sucediendo. ¿Qué era lo que realmente quería? ¿Qué sentía? En su mente, las voces se mezclaban, una y otra vez, repitiendo las mismas preguntas. "Me ama, no me ama. Ella me ama, ella no me ama..." Las palabras flotaban en su cabeza, como un juego cruel del destino.

¿Qué había hecho mal? ¿Por qué las cosas no podían ser simples? ¿Por qué su corazón seguía dividido entre Harry, Ben y Lizzy? ¿Realmente amaba a Ben? El pensamiento le golpeó con fuerza, y, sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que sentía por Lizzy. Había tenido la oportunidad de luchar por ella, de ser honesta, de arriesgarlo todo. Pero no lo hizo. No había tenido el valor. En lugar de eso, se había refugiado en Ben, en la seguridad de una relación tranquila, pero nunca había dejado de pensar en Lizzy.

Se sentó en un banco solitario, con las manos temblorosas. No sabía qué hacer, no sabía qué quería. ¿A quién amaba? Las respuestas no llegaban, y el dilema la estaba consumiendo. En el fondo, sabía que había tomado el camino más fácil. Pero ahora que veía lo que podía haber sido con Lizzy, ahora que sentía el peso de la culpa, Mal se dio cuenta de que había cometido el error más grande de su vida. Se había alejado de la única persona que realmente la había hecho sentir viva, de la persona que había logrado romper todas sus barreras y abrir su corazón.

¿Y ahora qué? Ahora, Lizzy estaba con Harry, besándose como si todo estuviera bien, como si no hubiera ningún espacio para Mal en su vida. La imagen de Lizzy en los brazos de Harry la perseguía, y la herida en su pecho parecía no sanar. ¿Cómo podía ser que todo se hubiera complicado tanto? ¿Por qué ella había dejado ir lo que más quería?

La confusión comenzó a apoderarse de ella con más fuerza. Me ama, no me ama. Las palabras se repetían en su cabeza. Me ama... No me ama. ¿Cómo saber si lo que sentía era verdadero? ¿Cómo saber si Lizzy la amaba de la misma manera?

Mal respiró hondo, tratando de calmar su mente. ¿Y si había perdido a Lizzy para siempre? ¿Había dejado ir a la persona que más amaba en su vida solo porque no tuvo el valor de admitir lo que sentía? Mal cerró los ojos, sintiendo el dolor de la situación. Todo lo que había hecho había sido un error. Había complicado todo, había puesto todo a prueba, y ahora estaba pagando el precio.

El amor entre Lizzy y Harry parecía tan real, tan genuino. ¿Cómo podía ella competir contra eso? ¿Cómo podía enfrentar el hecho de que Lizzy había encontrado a alguien con quien era feliz, mientras que ella, Mal, estaba tan perdida? La rabia y la frustración la invadieron. No quería rendirse, no quería dejarla ir, pero en el fondo, sabía que ya era tarde. El daño ya estaba hecho.

Mal se levantó del banco y comenzó a caminar, tratando de encontrar respuestas, pero sabía que no las encontraría. Se sentía como si su vida se hubiera convertido en una encrucijada sin salida. Las decisiones que había tomado la habían llevado hasta aquí, y ahora todo se estaba desmoronando.

Me ama... No me ama.

Las palabras resonaban en su mente como un eco interminable.

Mal no podía evitar sentirse como si su mundo se estuviera desmoronando a su alrededor. Las palabras de las chicas resonaban en su cabeza, pero en su corazón solo había una sensación de angustia y confusión. Después de haber visto a Lizzy besando a Harry, su mundo se había desmoronado en un segundo. Todo lo que había creído que entendía sobre el amor y la vida había cambiado en ese preciso momento. Ahora, al enfrentarse a sus amigas, todo lo que había hecho parecía aún más complejo.

Eugenia, la amiga más sincera y directa, la miró con una mezcla de preocupación y frustración. "Mal, no puedes hacerte la ofendida. No puedes venir a llorar por Lizzy cuando tú misma te besaste con Ben y ahora estás comprometida con él. ¿Dónde está tu empatía hacia Lizzy?"

Mal parpadeó, sintiendo el peso de esas palabras caer sobre ella como una avalancha. ¿Empatía? ¿Cómo podía hablar de empatía cuando había estado tan atrapada en sus propios sentimientos, tan perdida en lo que sentía por Ben, que no había considerado el dolor de Lizzy? ¿Por qué se sentía tan culpable ahora?

Eugenia no esperó una respuesta. Sus palabras siguieron fluyendo con una franqueza que hacía eco en el pecho de Mal. "No puedes pretender ser la víctima aquí, Mal. Cuando decidiste besarte con Ben y comprometerte con él, ¿dónde estaba Lizzy en tus pensamientos? ¿Por qué le has permitido ir por el camino más doloroso mientras tú sigues tu vida como si nada hubiera pasado? Lizzy merece algo mejor. Merece ser amada, no sólo tener alguien a su lado que se quede con ella por lástima o culpa."

Las palabras de Eugenia le clavaron una espina en el corazón. En ese instante, Mal sintió la verdad de todo lo que había hecho. En su afán de buscar la seguridad en Ben, se había olvidado de lo que realmente importaba. ¿Dónde estaba Lizzy en todo esto? Había estado tan obsesionada con sus propios miedos y dudas que no se dio cuenta de cuánto daño podía hacerle a Lizzy al no ser honesta con ella.

"Mal," continuó Eugenia, su voz llena de gravedad, "no es justo que sigas adelante con tu vida, tu compromiso y tu relación con Ben, mientras que Lizzy tiene que quedarse ahí, luchando con los restos de lo que alguna vez fue una promesa entre ustedes. Tú no puedes esperar que Lizzy te espere, que te perdone todo esto y te reciba con los brazos abiertos cuando tú misma no tuviste la valentía de ser honesta con ella."

Las palabras de Eugenia hicieron que Mal se tambaleara, como si cada uno de sus pasos se hiciera más pesado. Las otras chicas, Candela, Rochi y Evie, la miraron en silencio, pero sus ojos reflejaban el mismo sentimiento: desaprobación, pero también una profunda preocupación. "Tienes que ser honesta con ella," dijo Candela, "y si de verdad la amas, lucha por ella. Si Harry pudo hacerlo, si él pudo ser valiente y decirle lo que sentía por ella, ¿por qué tú no?"

Mal se sentó, sintiendo el peso de la conversación. "No sé si la amo como él la ama," murmuró, la voz quebrada por el dolor. "No sé si tengo el derecho de pedirle que me quiera, después de todo lo que le hice."

Eugenia suspiró y se acercó a ella, poniéndole una mano sobre el hombro. "Mal, no es cuestión de derechos. Es cuestión de ser valiente. Si amas a Lizzy, si en verdad la quieres, entonces tienes que pelear por ella. No puedes simplemente esconderte detrás de tu compromiso con Ben como excusa. Tú has estado ahí, con Lizzy, y sabes lo que sientes. Pero si no lo luchas, si no te atreves a ser valiente y a dejarlo todo atrás, entonces no te quejes después de perderla."

Las palabras de Eugenia resonaban con una claridad implacable. Mal miró al suelo, sintiendo el dolor de la verdad en su pecho. "¿Y si ella ya no me quiere?" preguntó en voz baja. "¿Y si ya está demasiado herida por todo esto?"

Rochi, que siempre había sido más comprensiva, se acercó a ella y le dio un abrazo. "Lizzy es fuerte," dijo, "y aunque no lo parezca, ella tiene un corazón grande. Si realmente la amas, si tienes el valor de enfrentar tus propios miedos y ser honesta con ella, entonces aún tienes una oportunidad. Pero tienes que ser sincera, no solo contigo misma, sino también con ella. Ella merece saber cómo te sientes. Merece una oportunidad de ser feliz, de ser amada como tú la amas."

Evie, que había estado en silencio todo el tiempo, finalmente habló. "Harry tuvo el coraje de decirle lo que sentía. No te digo que tienes que hacer lo mismo, pero si quieres estar con Lizzy, si quieres que ella sea feliz, entonces no te quedes ahí lamentándote. Haz lo que Harry hizo: lucha por ella. Si no lo haces, Mal, entonces no tienes derecho a reclamarla."

Las palabras de Evie calaron hondo en Mal, y por un momento, todo en su mente se aclaró. Las emociones, el dolor, las dudas, todo se conectó de una manera que la hizo sentir como si finalmente estuviera despertando. "Tienes razón," dijo, finalmente. "Me equivoqué. He sido egoísta, he estado tan centrada en lo que quiero que no he pensado en lo que Lizzy necesita. No puedo seguir huyendo de mis sentimientos."

Las chicas sonrieron, aliviadas por la determinación que comenzaba a tomar forma en la voz de Mal. "Entonces, ¿qué vas a hacer?" preguntó Eugenia, con una sonrisa llena de esperanza.

"Voy a hablar con Lizzy," respondió Mal, con una firmeza que no había sentido antes. "Voy a decirle la verdad. No puedo seguir ignorando lo que siento por ella. Y no puedo seguir haciéndole esto."

Las chicas se levantaron, satisfechas de ver que finalmente Mal había tomado una decisión. Aunque sabían que el camino no sería fácil, también sabían que Lizzy merecía algo genuino, un amor real. Y si Mal estaba dispuesta a luchar por ella, entonces podía haber una posibilidad de que las cosas pudieran arreglarse.

"Hazlo por ti, Mal. Hazlo por ella," dijo Rochi, mientras las otras asintieron con la cabeza. "Hazlo porque sabes que es lo correcto."

Mal respiró profundamente, sintiendo el peso de su decisión, pero también una chispa de esperanza. "Lo haré," murmuró, más para ella misma que para las demás. "Lo haré."

Pero en lo profundo de su corazón, sabía que no sería fácil. Sin embargo, por primera vez, sentía que estaba dispuesta a enfrentarlo, a arriesgar todo por el amor que aún guardaba en su pecho.

El tiempo había pasado, pero el peso de la distancia que se había creado entre Mal y Lizzy seguía presente, como un muro invisible, pero palpable. Las sonrisas que antes compartían ahora parecían ser recuerdos lejanos, y la cercanía que ambas disfrutaban había sido reemplazada por una frialdad implacable. Lizzy ya no era la misma con Mal. Su comportamiento había cambiado, su actitud también. Ya no había más miradas cómplices ni bromas entre ellas. Lizzy, sin dejar de ser respetuosa, comenzó a evitar a Mal con una sutileza dolorosa que solo las personas que habían sido tan cercanas como ellas podían entender.

Mal observaba cada uno de esos gestos, cada momento en que Lizzy se apartaba, cada vez que sus ojos, que solían iluminarse al cruzarse con los de ella, ya no brillaban. Y el silencio se hizo ensordecedor. Ya no había charlas casuales, ni risas compartidas entre ellas. Cuando sus caminos se cruzaban, Lizzy la ignoraba con una elegancia y calma que solo podía significar un alejamiento profundo. No era un rechazo directo, pero sí una indiferencia dolorosa, una manera de mostrar que ya no quedaba nada entre ellas.

Mal intentó varias veces acercarse, hablarle, pero cada vez que lo hacía, Lizzy se apartaba sin una palabra, sin siquiera mirarla. Era como si Mal fuera invisible, como si nunca hubiera existido para ella. Los días pasaban, y la rubia ya no sabía cómo lidiar con ese sentimiento de vacío. Los otros se daban cuenta, incluso Harry, que solía ser el confidente de Lizzy, también parecía notar cómo la relación entre ambas se desmoronaba. Pero Lizzy no decía nada, solo se mantenía en silencio, sonriendo con otros, pero jamás con Mal.

Fue una tarde cualquiera, cuando Mal decidió que no podía más. Sabía que debía hablar con Lizzy, al menos para entender lo que estaba pasando. Para saber si la había perdido por completo. Se armó de valor y fue hacia ella, pero lo que vio la detuvo en seco.

Lizzy, con su melena rubia y esa esencia que siempre la había hecho resplandecer, estaba allí, rodeada de risas, con Harry a su lado. No estaba sola. Y eso no fue lo peor. Lo que hizo que el corazón de Mal se rompiera fue la forma en que Lizzy sonreía, cómo sus ojos brillaban con una luz que Mal no había visto en mucho tiempo, cómo su risa era llena de alegría, de sinceridad, de un amor que Mal no podía ni siquiera tocar. Lizzy estaba feliz, sí, pero no estaba feliz con ella. Estaba feliz con Harry, y eso la destrozaba.

Mal no pudo evitar sentirse traicionada. ¿Cómo había llegado a este punto? Se preguntaba. ¿Dónde había quedado el amor que sentían la una por la otra? La sensación de impotencia se apoderó de ella. Lizzy estaba allí, completamente absorta en Harry, riendo, disfrutando de cada momento con él como si nada hubiera cambiado. Y Mal, simplemente observaba desde la distancia, completamente devastada por lo que veía.

El dolor se volvió aún más insoportable cuando Lizzy, al notar que la miraba, no reaccionó. Ni siquiera le dedicó una mirada, no hubo un pequeño gesto que indicara que todavía había algo. Lizzy estaba en otro mundo, uno en el que Mal ya no tenía cabida. Y en ese momento, algo dentro de ella se rompió.

Mal se apartó, caminando con la cabeza baja, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desvanecía, cómo todo lo que había construido con Lizzy se desmoronaba bajo el peso de su propio egoísmo y miedo. Había sido ella quien había hecho las cosas difíciles, quien había dejado que todo se complicara. Y ahora, la realidad la golpeaba con una fuerza arrolladora. Lizzy estaba feliz, pero no con ella.

Mal se encontraba allí, mirando fijamente a Lizzy. Desde la distancia, pudo ver cómo su mirada se encontraba constantemente desviada, evitando por completo cualquier contacto visual con ella. La sensación de vacío se hacía más densa con cada paso que Mal daba hacia donde Lizzy estaba. Los días de complicidad, de risas compartidas y miradas furtivas parecían haber quedado atrás, como un eco lejano. Lizzy estaba cambiando, y lo más doloroso de todo era que era Mal la que la había empujado a ese cambio.

Había intentado hablar con ella, había querido acercarse y explicarle todo lo que sentía, pero cada vez que lo intentaba, Lizzy la esquivaba con tal delicadeza que parecía como si nunca hubiera existido para ella. Era casi como si el aire que respiraban ahora fuera diferente, como si todo lo que había entre ellas ya estuviera roto y no hubiera manera de repararlo.

Mal sabía que se lo había ganado. Después de todo, ella misma había sido la causante de su propio dolor. Había dejado que su orgullo y sus miedos la alejaran de Lizzy, mientras que, al mismo tiempo, ella había estado allí, esperando, amando, luchando sin recibir nada a cambio. Ahora, cuando intentaba acercarse, Lizzy simplemente la ignoraba. Y, peor aún, cuando miraba a su alrededor, veía cómo Lizzy, con su característico brillo en los ojos, reía con los demás, especialmente con Harry. La cercanía entre ellos no era solo evidente, sino palpable. Harry Hook, el chico que siempre estuvo ahí para Lizzy, el chico que había sido su compañero en la oscuridad, ahora estaba ocupando el espacio que antes había sido solo de Mal.

Era una sensación insoportable. Mal sentía cómo su estómago se retorcía de celos, y aunque sabía que no tenía derecho a sentirse así, no podía evitarlo. Después de todo, ella misma había sido la que había permitido que la distancia creciera. ¿Qué más podía esperar? ¿Cómo se atrevía a estar celosa de algo que, en realidad, había provocado con sus propias manos? Mal ya no sabía qué pensar, qué hacer. Solo veía cómo Lizzy se apartaba más y más, cómo todo lo que había entre ellas se desvanecía lentamente, como un sueño fugaz.

En ese momento, Lizzy, que hasta entonces había estado conversando educadamente y con la misma seriedad de siempre, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con los de Harry, y todo en su rostro cambió. La sonrisa que había estado ocultando bajo una fachada de frialdad y distancia, ahora se mostraba con una calidez imparable, como si no hubiera nada más importante en ese mundo que estar cerca de él. Los ojos de Lizzy brillaron con una intensidad que Mal nunca había visto antes, como si el solo hecho de ver a Harry frente a ella pudiera hacer que todo en su vida tuviera sentido.

En un abrir y cerrar de ojos, Lizzy se levantó y corrió hacia él, sin pensarlo, sin dudarlo. El corazón de Mal se detuvo por un segundo, y su respiración se hizo pesada al ver cómo Lizzy se lanzaba a los brazos de Harry, ignorándola completamente. La imagen de Lizzy abrazando a Harry, con ese amor que parecía desbordar de ella, le perforó el alma. Mal no podía entender lo que estaba pasando. ¿Por qué la ignoraba así? ¿Por qué Lizzy le había dado la espalda de esa manera?

Lizzy, con una sonrisa radiante, envolvió a Harry en un abrazo tan genuino y tan lleno de cariño que Mal sintió cómo el peso de su propio fracaso caía sobre ella. Se sentó, paralizada, observando cómo el dolor se filtraba por cada poro de su ser. No había vuelta atrás. Lizzy no era la misma de antes. Harry había logrado lo que ella no había podido: hacerse un espacio en su vida, en su corazón.

Mal intentó acercarse, pero se detuvo. ¿Qué podía hacer ahora? Lizzy ya no la miraba como antes, ya no había ese brillo especial en sus ojos cuando la veía. La mirada de Lizzy ya no se suavizaba con cariño, ni se llenaba de ternura al ver a Mal. Ahora todo era frío, distante. Y lo peor de todo era que Mal sabía que solo ella tenía la culpa. Había dejado que todo se destruyera por su falta de valentía, por su indecisión, por su miedo. Se había alejado cuando lo único que necesitaba hacer era acercarse más, ser sincera, luchar por lo que realmente quería.

En ese instante, algo dentro de Mal se quebró. Esa escena, el abrazo, el amor que Lizzy le brindaba a Harry, fue la confirmación de que su oportunidad se había ido. Lizzy había encontrado a alguien con quien compartir su vida, con quien ser feliz. Y no era ella. El corazón de Mal se rompió aún más cuando, al mirar a Lizzy y Harry, se dio cuenta de que Lizzy nunca había sido la persona que ella pensaba que era. La mujer con la que soñó y se imaginó a su lado ya no existía, al menos no de la misma forma.

Era una tortura observarlo, pero también un castigo merecido. Después de todo, ¿por qué Lizzy debería seguir esperando a alguien que no sabía lo que quería? ¿Por qué debería seguir creyendo en un amor que Mal no había sido capaz de abrazar por completo? Mal había sido la que había complicado las cosas. Había sido la que no se atrevió a arriesgarse, la que dudó y vaciló, mientras Lizzy, por su parte, avanzaba con su vida. Y ahora, lo único que le quedaba era aceptar lo que había hecho.

Con un suspiro pesado, Mal se levantó, pero en ese momento vio algo que la hizo detenerse en seco. Lizzy, en medio de su abrazo con Harry, levantó la vista y, sin querer, cruzó su mirada con la de Mal. Por un segundo, un rayo de reconocimiento pasó por los ojos de Lizzy, pero pronto desapareció, como si fuera solo un reflejo de algo que ya no existía. Lizzy se apartó un poco de Harry, miró a Mal con una expresión de indiferencia, casi de desgana. Su rostro ya no reflejaba la alegría de antes. Todo lo que quedaba era un simple resquicio de lo que alguna vez había sido una amistad, o incluso algo más.

"¿Qué quieres, Mal?" Lizzy preguntó, su tono más distante de lo que Mal había oído jamás. Había algo en su voz que era casi cortante, como si le hablara a alguien que ya no importaba, a alguien que no estaba allí. No era enojo, ni tristeza. Solo frialdad.

Mal tragó saliva, pero no supo qué responder. No había palabras que pudieran arreglar lo que ya se había roto. La imagen de Lizzy abrazando a Harry, su amor por él, la seguridad en sus ojos al estar con él, todo eso era algo que Mal no podía interrumpir. Lizzy ya había tomado su decisión, y esa decisión no era ella. Por fin lo entendió.

Mal no pudo evitar sentirse como una extraña, como una sombra del pasado que ya no tenía lugar en la vida de Lizzy. Y lo peor de todo era que lo sabía. Se había equivocado, y el daño ya estaba hecho. Lizzy había encontrado su lugar, su felicidad, y esa felicidad no era con ella.

"Lo siento," murmuró, pero las palabras se perdieron en el aire. Lizzy no respondió. Solo la miró por un instante más, y luego volvió a abrazar a Harry, ignorando por completo a Mal.

Y así, con el corazón roto y la mente llena de confusión, Mal se dio vuelta y se alejó, dejando atrás a la persona que había amado, a la persona que ya no era suya. Lizzy había tomado su camino, y Mal sabía que, aunque no quería aceptarlo, lo mejor para ambas era que ella dejara ir a la rubia, a la peliverde, a la mujer que siempre había sido suya, pero que ya no lo era más.

A pesar de estar al lado de Ben, a pesar de estar rodeada de su familia y amigos, Mal no podía dejar de sentirse vacía. Algo dentro de ella estaba roto, algo que ninguna sonrisa, ningún abrazo, ninguna palabra amable podía reparar. Su mente no dejaba de dar vueltas alrededor de Lizzy, de lo que había sido, de lo que pudo haber sido. Sentía que se ahogaba en una especie de vacío insondable, donde ni siquiera el cariño de Ben lograba llenarlo por completo.

Ben era un buen chico, un caballero en todos los aspectos. Siempre atento, siempre preocupado por ella, siempre intentando hacerla reír y sentirse querida. Pero a pesar de todo eso, Mal sabía que su corazón no le pertenecía a él. Nunca le había pertenecido. A pesar de su esfuerzo por hacerla sentir mejor, por hacerla olvidar, Mal no podía dejar de pensar en Lizzy. No podía dejar de pensar en sus ojos brillando con la dulzura que solo ella sabía mostrar, en su risa contagiosa, en la forma en que la hacía sentir especial, única, como si nada ni nadie más importara cuando estaban juntas.

El amor que sentía por Lizzy era profundo, tan profundo que se sentía como un peso constante sobre su pecho. Incluso cuando estaba con Ben, cuando trataba de actuar como si todo estuviera bien, una parte de ella seguía vacía. Y esa parte tenía el nombre de Lizzy. Cada vez que veía a Ben sonriendo a su lado, sentía que una parte de su alma moría un poco más. ¿Cómo podía estar con él si su corazón seguía atrapado en el pasado? ¿Cómo podía seguir adelante cuando sabía que lo único que realmente deseaba era a Lizzy?

Mal miraba la vida que había construido alrededor de Ben y se sentía como una impostora. No podía amar de la misma manera que amaba a Lizzy, y lo sabía. No podía darle a Ben lo que él merecía, porque su amor nunca sería suficiente. Él merecía a alguien que lo amara con el corazón entero, no alguien que estaba rota por dentro, alguien que no podía sacarse a la mujer que amaba de la cabeza.

A lo lejos, Lizzy, por su parte, trataba de seguir adelante. Aunque su corazón estaba marcado por el dolor de lo que había pasado con Mal, había algo en ella que no podía dejar de intentar. El amor que había sentido por Mal, ese amor tan profundo que la había consumido, ahora parecía estar diluyéndose lentamente. Pero, a pesar de la tristeza, Lizzy intentaba encontrar un nuevo camino. Intentaba creer que podía enamorarse de nuevo, que podía abrir su corazón a alguien más.

Harry había estado a su lado, ofreciéndole su apoyo incondicional. Aunque no podía llenar el vacío que sentía, Harry era alguien que la hacía sentir cómoda, aceptada, y sobre todo, entendida. Él nunca la presionaba, nunca la forzaba a hacer algo que no quería. Harry estaba allí, dispuesto a caminar a su lado, sin esperar que Lizzy fuera alguien que no era. Y, con el tiempo, Lizzy comenzó a pensar que quizás, solo quizás, podría enamorarse de él. Quería intentarlo. Quería sentir que el amor que había perdido con Mal podría renacer, aunque fuera de una forma diferente.

Pero había algo que Lizzy no podía dejar de lado. No podía olvidar cómo había sido tratada por Mal, cómo su corazón había sido roto, cómo todo lo que había creído tan real y tan verdadero se había desmoronado en un instante. A pesar de lo que sentía por Harry, Lizzy no podía evitar preguntarse si su amor por Mal había sido en vano. Si Mal realmente la había amado alguna vez o si todo había sido una mentira. Ese dolor la consumía en silencio, pero Lizzy no se lo decía a Harry. Nunca lo haría. No quería romper su corazón. No quería que él supiera la magnitud de lo que había sufrido, porque Harry no merecía eso. Harry merecía a una Lizzy completa, una Lizzy que no estuviera rota por el amor no correspondido, una Lizzy que pudiera entregarse a él sin reservas.

Lizzy deseaba poder amarlo. Deseaba poder sentir lo mismo por él que había sentido alguna vez por Mal. Quería que Harry la amara de la misma manera en que creía que Mal lo había hecho, con toda la fuerza de su ser. Pero, al mismo tiempo, sabía que no podía. No podía fingir lo que no sentía. No podía engañarse a sí misma ni a Harry. Y por más que intentaba convencerse de que podía empezar de nuevo, una parte de su corazón seguía atrapada en el pasado, en el amor que había perdido.

Se encontraba en una encrucijada. Por un lado, estaba Harry, un buen chico, que la amaba y que estaba dispuesto a ser paciente, a darle tiempo para sanar. Por otro lado, estaba Mal, a quien había amado profundamente, pero que la había dejado atrás, dejándola con un dolor que no sabía cómo superar. Lizzy se sentía atrapada entre esos dos mundos, como si estuviera tratando de reconstruir su vida sobre un cimiento roto. Quería ser feliz, quería encontrar un amor que la completara, pero las sombras del pasado seguían persiguiéndola, impidiéndole avanzar.

Al final, lo único que Lizzy podía hacer era intentar encontrar la paz en su interior. Intentaba no pensar demasiado en lo que había pasado con Mal, pero cada vez que veía a Harry sonriendo a su lado, cada vez que sentía su apoyo, no podía evitar preguntarse si estaba haciendo lo correcto. ¿Debería seguir adelante con Harry, a pesar de que su corazón aún latía por otra persona? ¿O debería seguir esperando a que algo cambiara, a que el amor de Mal regresara a su vida?

Lo que Lizzy no sabía era que, aunque Harry la amaba, no podía reemplazar el amor que había perdido. Y aunque Lizzy trataba de convencerse de que podía ser feliz con él, su corazón seguía anhelando algo que no podía tener.

Mal, por su parte, seguía sintiendo esa angustia en su pecho, esa sensación de que algo faltaba en su vida. Ben, aunque era amable y un buen compañero, no era la respuesta a su vacío. Él no era Lizzy. No era la persona que había ocupado su corazón durante tanto tiempo. Y aunque intentaba seguir adelante, las piezas del rompecabezas seguían desajustadas. Nadie podía llenar el espacio que Lizzy había dejado. Nadie podría ser nunca como ella.

Y así, las dos seguían viviendo en mundos paralelos, tratando de sanar, tratando de encontrar la felicidad, pero sabiendo, en lo más profundo de sus corazones, que algo estaba incompleto. El amor que ambas se habían brindado una vez parecía haber desaparecido, y aunque intentaban reconstruir sus vidas, las sombras del pasado seguían acechándolas, recordándoles que, aunque habían intentado seguir adelante, nunca lo habían logrado del todo.

Lizzy intentaba amar a Harry, y Mal intentaba ser feliz con Ben. Pero en ambos casos, el amor verdadero seguía siendo un eco lejano, algo que ninguna de ellas podía alcanzar por completo. Al final, ambas sabían que algo faltaba, que la verdadera paz solo llegaría cuando pudieran encontrar lo que realmente deseaban, lo que realmente les pertenecía. Y, aunque no lo sabían aún, ese algo era el amor verdadero que solo ellas podían compartir. Pero, por ahora, tenían que seguir viviendo en mundos separados, con el peso del pasado sobre sus hombros, hasta que el destino les ofreciera una nueva oportunidad para ser felices juntas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top