Capitulo 3

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Todas las cosas que ella dijo
Esto no es suficiente

Estoy en una mierda seria, me siento totalmente perdido
Si estoy pidiendo ayuda es solo porque
Estar contigo me ha abierto los ojos
¿Podría alguna vez creer una sorpresa tan perfecta?

Me sigo preguntando, preguntándome cómo
Sigo cerrando los ojos pero no puedo bloquearte
Quiero volar a un lugar donde solo somos tú y yo
Nadie más para que podamos ser libres
(Nadie más para que podamos ser libres)

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Todas las cosas que ella dijo
Esto no es suficiente (ya soshla s uma-ma)
Esto no es suficiente

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo

Y estoy todo mezclado, sintiéndome acorralada y apurada
Dicen que es mi culpa pero la quiero mucho
Quiero volar lejos donde el sol y la lluvia
Entra sobre mi cara, lava toda la vergüenza

Cuando se detienen y miran, no me preocupo
Porque siento por ella lo que ella siente por mí
Puedo intentar fingir, puedo intentar olvidar
Pero me está volviendo loco, saliendo de mi cabeza

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Todas las cosas que ella dijo
Esto no es suficiente (Ya soshla s uma-ma)
Esto no es suficiente

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo

Madre, mírame
Dime: ¿Que ves?
Si, perdí la cabeza

Papi, mírame
¿Alguna vez seré libre?
¿He cruzado la línea?

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza

Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Corren por mi cabeza
Corren por mi cabeza
Todas las cosas que ella dijo
Esto no es suficiente (ya soshla s uma-ma)

Esto no es suficiente
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo
Todas las cosas que ella dijo

La noche había caído sobre el reino, bañando todo en una suave penumbra, mientras Mal se encontraba sentada en lo alto de una colina, mirando las estrellas con una mezcla de nostalgia y desesperación. El viento soplaba suavemente, moviendo su cabello violeta, pero no lograba despejar la tormenta interna que la consumía. Todas las cosas que ella dijo, esas palabras... no dejaban de correr por su mente. Lizzy se había infiltrado en su corazón, había entrado en su vida de una manera tan inesperada y tan devastadora que Mal no podía, ni quería, dejar de pensar en ella.

Cada palabra, cada gesto, cada sonrisa que Lizzy le había dedicado resonaba en su cabeza como un eco interminable. Mal cerró los ojos y pudo verla otra vez, la dulce Lizzy, con su cabello dorado cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, sus ojos celestes brillando con esa luz que parecía venir directamente del cielo. Todas las cosas que ella dijo. "Te quiero", había dicho Lizzy una noche bajo las estrellas, una declaración que había cambiado todo. Unas simples palabras, pero que para Mal habían significado el mundo. Y ahora, esos sentimientos que Lizzy le había revelado estaban grabados a fuego en su corazón.

Lizzy la quería. Lizzy sentía por ella algo que, según sus propias palabras, ni Ben ni Harry le habían hecho sentir. Esa confesión había sido como un rayo en la vida de Mal, quien, aunque había intentado durante tanto tiempo negar lo que sentía, ya no podía escapar de la verdad. Lizzy había calado tan profundo en su corazón que no había manera de sacarla. Era su dueña, su musa, el amor de su vida. Y cada vez que Mal recordaba esas palabras, sentía como si su mundo se derrumbara y se reconstruyera al mismo tiempo.

Todas las cosas que ella dijo.

Mal apretó los puños sobre sus rodillas, sintiendo el calor de sus propias lágrimas quemar sus mejillas. Estaba perdida, completamente atrapada en ese torbellino de emociones. Había intentado luchar contra ello, había intentado convencerse de que lo que sentía por Lizzy no era más que una amistad profunda, una conexión especial, pero no podía mentirse más. Lizzy la había conquistado por completo. Desde el primer momento en que la vio, algo en ella supo que su vida nunca volvería a ser la misma.

Recordó la primera vez que Lizzy la había mirado con esa dulzura que la caracterizaba, esa mezcla de inocencia y calidez que parecía derretir cualquier barrera que Mal hubiera levantado a lo largo de los años. Lizzy siempre había sido una persona amable, empática, con una capacidad innata para hacer que los demás se sintieran cómodos a su alrededor. Pero para Mal, Lizzy era más que eso. Lizzy era luz en su oscuridad, una esperanza que no había sabido que necesitaba hasta que la tuvo frente a ella.

Todas las cosas que ella dijo.

Mal se levantó de la colina, sintiendo el peso de esas palabras hundirse más profundamente en su pecho. Se dejó llevar por sus pasos, sin rumbo fijo, pero siempre volviendo al mismo lugar: Lizzy. ¿Cómo había pasado todo tan rápido? ¿Cómo había terminado enamorándose de alguien que, al principio, ni siquiera había considerado una posibilidad en su vida? Las respuestas no importaban, porque lo único que era cierto ahora era que Lizzy estaba en cada rincón de su mente, en cada latido de su corazón.

Las noches desde aquella confesión habían sido eternas para Mal. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir el calor de la mano de Lizzy en la suya, podía oler el dulce aroma de su perfume, y podía escuchar su risa como una melodía suave que resonaba en su alma. ¿Cómo podía seguir fingiendo que todo estaba bien, que podía seguir adelante como si nada hubiera cambiado?

Pero la verdad era que todo había cambiado. Y Mal no sabía cómo lidiar con ello.

Corren por mi cabeza, corren por mi cabeza. Las palabras de Lizzy no paraban de repetirse en su mente, como una canción que no podía dejar de escuchar. Mal quería abrazarla, quería besarla, quería tenerla cerca y no soltarla jamás. Pero al mismo tiempo, tenía miedo. Miedo de lo que esto significaría, miedo de herir a Ben, a Harry, de lastimar a todos los que estaban involucrados en este complicado triángulo de emociones.

Pero más que nada, tenía miedo de perder a Lizzy.

—No puedo más —susurró Mal para sí misma, deteniéndose en medio del camino.

La noche estaba en silencio a su alrededor, pero en su mente había una tormenta. No podía seguir así, no podía seguir fingiendo que todo estaba bien cuando su corazón estaba gritando por Lizzy. Sabía que lo correcto sería dejar las cosas como estaban, respetar las relaciones que ambas tenían, pero ¿cómo hacer eso cuando cada parte de su ser anhelaba a Lizzy de una manera que nunca antes había sentido por nadie?

Mal levantó la vista al cielo, buscando respuestas entre las estrellas, pero no encontró más que vacío. Era irónico cómo, en medio de todo este caos interno, el mundo seguía su curso como si nada estuviera mal. Las estrellas seguían brillando, el viento seguía soplando, y el reino seguía su ritmo. Pero dentro de Mal, todo se había detenido desde el momento en que Lizzy le dijo esas palabras.

Esto no es suficiente.

No, no lo era. Fingir que solo eran amigas no era suficiente. Fingir que no pasaba nada entre ellas no era suficiente. Mal sabía que tenía que hacer algo, que tenía que enfrentarse a sus sentimientos y a la realidad de lo que estaba ocurriendo. Pero cada vez que pensaba en ello, se sentía acorralada, como si estuviera atrapada en una jaula de la que no podía escapar.

Se dejó caer sobre la hierba, mirando el cielo una vez más, y cerró los ojos. Imágenes de Lizzy comenzaron a invadir su mente, como si estuviera justo a su lado. Podía verla sonriendo, podía escuchar su risa, podía sentir el calor de su cuerpo cerca del suyo. Todas las cosas que ella dijo, repetía su mente sin descanso, como un eco persistente que no la dejaba en paz.

Mal recordó la noche en que Lizzy le confesó lo que sentía. Estaban en el jardín del castillo, sentadas en uno de los bancos de piedra, bajo un cielo despejado. Lizzy había estado nerviosa, lo sabía porque jugaba con sus manos, un gesto que siempre hacía cuando algo la inquietaba. Mal, en ese momento, no entendía lo que estaba a punto de pasar. Pensaba que solo era otra noche tranquila entre amigas, disfrutando de la compañía mutua como siempre lo hacían.

Pero entonces, Lizzy habló.

—Mal... —Había comenzado con un susurro, como si temiera que las palabras que estaba a punto de decir pudieran cambiar todo.

Mal la miró, curiosa y un poco preocupada, pero antes de que pudiera preguntar qué ocurría, Lizzy continuó.

—Hay algo que necesito decirte. Algo que he estado guardando por mucho tiempo y... ya no puedo callarlo más.

El corazón de Mal se aceleró en ese momento. Había algo en la forma en que Lizzy hablaba, en la intensidad de su mirada, que la hizo darse cuenta de que lo que estaba a punto de escuchar cambiaría todo.

—Te quiero, Mal. —Esas palabras fueron suaves, pero claras, y cayeron sobre Mal como un balde de agua fría.

Al principio, no supo cómo reaccionar. Su mente tardó en procesar lo que Lizzy acababa de decir. ¿Lizzy la quería? ¿De verdad?

—Lizzy, yo... —Mal comenzó a hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta.

Lizzy sonrió, aunque sus ojos estaban llenos de incertidumbre.

—No tienes que decir nada, Mal. Solo quería que lo supieras. —Lizzy tomó su mano en ese momento, y el contacto fue suficiente para hacer que Mal sintiera un torrente de emociones que no sabía cómo manejar.

Y entonces, Lizzy añadió algo que lo cambió todo:

—Nunca había sentido esto por nadie, Mal. Ni por Ben, ni por Harry. Tú... tú me haces sentir cosas que no sabía que podía sentir.

Esas palabras, esas simples pero poderosas palabras, fueron las que marcaron el inicio del fin para Mal. Desde esa noche, ya no pudo ver a Lizzy de la misma manera. No pudo seguir fingiendo que solo eran amigas, porque sabía, en lo más profundo de su corazón, que ella también sentía lo mismo. Lizzy no era solo una amiga. Era más que eso. Mucho más.

Mal respiró hondo, sintiendo el aire fresco llenarle los pulmones, pero nada parecía calmar el torbellino que llevaba dentro. Sabía que tenía que hablar con Lizzy, que tenía que enfrentar lo que ambas sentían, pero no podía ignorar el miedo. Miedo a lo que sucedería después, miedo a lo que significaría para sus relaciones con Ben y Harry. Pero sobre todo, miedo a que Lizzy cambiara de opinión, a que sus sentimientos no fueran tan fuertes como los suyos.

Mal se levantó, sacudiéndose la hierba de sus pantalones. El viento soplaba con fuerza, revolviendo sus cabellos violeta, y el silencio de la noche parecía envolverla aún más en sus pensamientos. Aunque sentía el peso de sus emociones, no podía escapar de lo que había ocurrido, de lo que Lizzy había dicho. La idea de perderla, de no poder ser lo que Lizzy necesitaba, la atormentaba. Pero antes de que pudiera dar otro paso, el sonido de unos pasos resonó a su lado.

—¿Te encuentras bien? —La voz suave de Evie la alcanzó antes de que pudiera reaccionar.

Evie, su mejor amiga desde siempre, estaba allí, acompañada de Candela y Rochi. Sabía que sus amigas se preocupaban por ella, que siempre estaban dispuestas a apoyarla, sin importar lo que estuviera pasando. Aunque en muchos aspectos Mal prefería enfrentarse a las dificultades por su cuenta, en ese momento, no podía evitar sentir que sus amigas le ofrecían la seguridad y el consejo que tanto necesitaba.

—Es complicado —susurró Mal, mirando al suelo mientras una risa nerviosa escapaba de sus labios—. Estoy perdiendo la cabeza. No sé qué hacer con todo esto.

Candela se acercó primero, poniendo una mano sobre su hombro. Tenía una mirada seria, pero también la suavidad que caracterizaba a sus amigas cuando sabían que necesitaba apoyo. Mal la miró a los ojos, buscando respuestas que aún no había encontrado en su corazón.

—Mal, ¿en serio piensas que Lizzy no lo siente también? —le preguntó Rochi con una sonrisa ligera, pero llena de comprensión. —Vamos, lo has visto. Se nota en su forma de mirarte. No necesitas buscar excusas para lo que está pasando.

Mal se dejó caer nuevamente en la colina, sintiendo cómo las palabras de Rochi calaban en su mente. Sabía que no podía mentirle a sí misma. Lizzy lo sentía también. No podía ignorar esa conexión tan profunda que compartían, esa química palpable que había crecido entre ellas de manera tan inesperada. Cada gesto de Lizzy, cada palabra, cada sonrisa, le confirmaban lo que ella ya sabía en lo más profundo de su ser. Lizzy la quería. Y ella, maldita sea, también la quería.

Pero había algo más, algo que la atormentaba aún más: Harry. El novio de Lizzy. Él era el obstáculo entre ellas, o al menos, así lo veía Mal. No podía evitar sentirse incómoda con su presencia, porque en su interior sabía que, a pesar de las diferencias que Lizzy y Harry pudieran tener, él siempre sería un factor que jugaba en su contra. Si Lizzy elegía a Harry, Mal tendría que alejarse, por más que le doliera. Pero, ¿y si Lizzy no estaba feliz con él? ¿Y si sentía lo mismo por Mal?

Evie se sentó a su lado, buscando la manera de tranquilizarla, pero sabía que no sería fácil. Después de todo, Mal siempre había sido la que se mantenía firme, la que nunca mostraba vulnerabilidad. Verla tan quebrada era una rareza, algo que no podía dejar pasar sin ofrecer su ayuda.

—Sé que esto es difícil, Mal —dijo Evie suavemente, tomando su mano, que estaba fría de tanto pensarlo todo. —Pero tienes que dejar de sentir miedo. Lo que sientes por Lizzy no está mal. Es amor. No tienes que huir de eso.

—Es que... —Mal suspiró, no sabiendo cómo expresar todo lo que la estaba atormentando—. No quiero perderla. No quiero arruinar nuestra amistad. No quiero... hacerle daño a Harry.

Candela y Rochi intercambiaron una mirada antes de fijarse en Mal con una intensidad que sólo ellas podían tener cuando sabían que era hora de hablar claro. Ninguna de las tres podía negar lo que estaba sucediendo entre Mal y Lizzy, ni mucho menos la atracción que se estaba volviendo más y más evidente.

—Escucha, Mal —dijo Candela, en su tono característico de quien sabe lo que está hablando—. Lo que pasa entre ustedes es algo real. No es algo que puedas negar ni esconder por más tiempo. Lo sabes, y Lizzy también lo sabe. ¿Por qué seguir pretendiendo que todo está bien si no lo está?

Rochi asintió con firmeza, uniéndose a su amiga. —Y no se trata de Harry. Si Lizzy te hace sentir algo, no puedes seguir ignorándolo. Tú eres importante. Lo que tú sientas es importante. No te ahogues en tus propios miedos, porque al final te vas a arrepentir.

Mal se quedó en silencio, mirando el horizonte, donde las estrellas seguían brillando como testigos de su tormento. Todo lo que había dicho Lizzy seguía corriendo por su cabeza, sin poder detenerse. Y a pesar de sus temores, algo dentro de ella sentía que no podía seguir negando lo que su corazón pedía. Lizzy no era una simple amiga. Lizzy era mucho más.

Pero aún quedaba una pregunta. ¿Qué haría con Harry? A pesar de que su relación con él no era tan profunda como con Lizzy, sabía que no quería herirlo. Había algo en Harry que la hacía sentir tranquila, algo en su mirada que le transmitía seguridad. Pero no podía seguir viéndolo solo como una opción más cuando su corazón claramente latía por Lizzy.

—Entonces, ¿qué hago ahora? —preguntó Mal, más para sí misma que para sus amigas.

Rochi se levantó con decisión. —Haz lo que tu corazón te diga, Mal. No solo con Lizzy, sino contigo misma. La vida es demasiado corta para vivir con arrepentimientos. Y, si Lizzy te dijo lo que te dijo, es porque confía en ti. Porque te quiere.

Evie sonrió, finalmente dándole un poco de espacio a su amiga para que procesara todo lo que acababa de decir. —No te estamos diciendo que lo hagas todo ahora. Pero lo que te decimos es que dejes de pensar tanto en lo que podría salir mal. Piensa en lo que podría salir bien. Lizzy podría ser la persona con la que pasar el resto de tu vida. ¿No lo estás considerando?

Mal los miró, sus amigas a su lado, y por primera vez, sintió una pequeña chispa de esperanza encenderse en su pecho. Tal vez no todo estaba perdido. Tal vez lo que había temido tanto, lo que la había mantenido alejada de lo que sentía, no era algo de lo que tener miedo. Lizzy había hablado con el corazón, y ahora, tal vez, era su turno de hacer lo mismo.

Tomó una respiración profunda, mirando las estrellas nuevamente, pero esta vez con una nueva determinación en su corazón. Sabía que lo que vendría no sería fácil, pero al menos no tendría que seguir viviendo con el miedo de lo que podría ser. Lizzy le había dado la clave, y ahora era su turno de tomarla.

Con una sonrisa ligera en los labios, Mal se puso de pie. Estaba lista para enfrentar lo que viniera.

Pero antes de seguir, tenía que tomar una decisión: ¿Debería confrontar a Harry y decirle lo que sentía? ¿O debía seguir siendo la amiga de Lizzy que todos esperaban, mientras su corazón se rompía en silencio?

Lo que sí sabía era que ya no podía seguir viviendo en la incertidumbre. No quería que el miedo o los celos le impidieran ser feliz.

Mal caminaba lentamente por el jardín, su corazón palpitando desbocado. Había decidido que esa sería la noche en la que finalmente hablaría con Lizzy, confesando todo lo que sentía, quitándose el peso de encima. Sabía que sería difícil, pero no podía seguir soportando el dolor de no ser honesta consigo misma. No podía seguir siendo la amiga que veía a Lizzy desde la distancia, cuando todo lo que deseaba era estar a su lado, abrazarla, besarla y decirle que la amaba.

Pero cuando llegó al rincón donde solían estar, vio algo que hizo que su estómago se retorciera de una forma desconocida y dolorosa. Lizzy y Harry estaban juntos, sentados sobre el césped, las manos entrelazadas, riendo. La forma en que Harry la miraba, cómo Lizzy respondía con esa sonrisa que siempre la caracterizaba, hizo que el corazón de Mal se detuviera. Parecían completamente felices, completamente enamorados, y eso fue suficiente para derrumbar lo que quedaba de su valentía.

Los ojos de Mal se llenaron de lágrimas, pero no dejó que ninguna cayera. Se giró lentamente y dio un paso atrás. No quería que Lizzy la viera. No quería que la viera romperse por dentro. Así que, sin hacer ruido, se alejó. El dolor se apoderó de ella con cada paso que daba, como si las emociones la ahogaran. ¿Qué había estado pensando? ¿Cómo había creído que Lizzy sentiría lo mismo por ella? Había sido una tonta. Ella no le correspondía. Lizzy estaba con Harry, y eso significaba que no había lugar para ella.

En un intento de huir de todo lo que sentía, Mal se alejó aún más, hasta que llegó a un lugar apartado del jardín, donde las luces de la fiesta no llegaban. Se quedó allí, apoyada contra un árbol, tratando de calmar su respiración, de despejar su mente. Pero el peso de sus emociones era más fuerte que cualquier intento de encontrar paz. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo podía seguir siendo amiga de Lizzy si todo lo que sentía por ella se estaba convirtiendo en algo mucho más grande, más profundo?

Fue entonces cuando escuchó pasos apresurados detrás de ella, y, al volverse, vio a sus amigas. Evie, Candela, Rochi y Eugenia estaban allí, mirándola con preocupación en sus rostros. Cada una de ellas, con su propia manera de ser, había notado que algo no estaba bien con Mal.

—Mal, ¿qué pasa? —preguntó Evie, con una suavidad en su voz que sólo ella podía transmitir. Sabía que algo la estaba atormentando, pero no sabía exactamente qué.

Candela, que era más directa, no esperó mucho antes de hablar. —¿Estás bien? Te vi salir corriendo. No puedes esconderte aquí, ya lo sabes.

Rochi también se acercó, con una mirada firme. —Mal, sabemos que no te vas a quedar ahí toda la noche. ¿Qué pasó? ¿Por qué te alejaste de Lizzy y Harry?

Fue entonces cuando Mal rompió en llanto. Se dejó caer al suelo, apoyando sus manos sobre su rostro. El dolor era insoportable, y las palabras se le escapaban entre sollozos. —No sé qué hacer. La vi con Harry. Ellos... ellos están tan felices juntos, y yo... yo soy solo su amiga. Nunca seré lo que ella necesita.

Las chicas se sentaron a su alrededor, ofreciendo su apoyo sin necesidad de muchas palabras. Sabían lo que estaba pasando, sabían lo que Mal sentía. Pero aún así, el dolor era algo que no se podía quitar fácilmente. Después de un rato de silencio, Eugenia, que había estado observando en silencio, tomó la palabra. Su tono era directo, pero también lleno de una sabiduría que Mal no esperaba.

—Mal, tienes que entender algo —dijo Eugenia, su voz seria y profunda—. Si no tienes la valentía de decirle lo que sientes, de luchar por ella, de enfrentarte a Harry y a todo lo que eso significa, entonces no mereces estar con Lizzy. Ella merece a alguien que no tenga miedo, que no se quede atrás esperando que las cosas sucedan por sí solas. Ella merece a alguien que la ame como se debe, sin miedo y sin dudar.

Las palabras de Eugenia cayeron como un balde de agua fría sobre Mal. ¿Realmente pensaba que Lizzy merecía menos que todo eso? ¿Que ella podía quedarse en las sombras, esperando, sin hacer nada por lo que sentía?

Evie se acercó, tocando su hombro suavemente. —Eugenia no está siendo mala, Mal. Ella tiene razón. Lizzy merece un amor que no tenga miedo de romper barreras, un amor que la valore por lo que es. Ella merece ser amada de la misma forma en que tú la amas, sin reservas. Si no luchas por ella ahora, podrías perderla para siempre. Y, créeme, nadie quiere eso.

Candela también asintió. —Es cierto. Si no eres capaz de dar ese paso, de mostrarle lo que sientes, entonces ¿qué estás esperando? El amor no espera. No puedes quedarte esperando que las cosas cambien por sí solas. Tienes que ser la persona que Lizzy necesita.

Mal se quedó en silencio, procesando las palabras de sus amigas. Sabía que tenían razón. Sabía que si no hacía algo ahora, si no luchaba por Lizzy, nunca tendría una oportunidad de ser realmente feliz. ¿Cómo podía seguir permitiendo que Harry se interpusiera en su felicidad? ¿No valía la pena arriesgarse? Lizzy valía la pena.

—Pero... ¿y Harry? —preguntó Mal, sintiendo la duda asomar nuevamente. —No quiero hacerle daño. No quiero ser la culpable de que Lizzy lo pierda.

Rochi la miró, con una intensidad que solo ella podía tener. —Harry no es el problema, Mal. El problema eres tú. Si no te atreves a ser honesta con Lizzy, si no le dices lo que realmente sientes, vas a quedarte aquí, atrapada en tus propios miedos. Lizzy merece un amor que no dude, que no tenga miedo.

Las palabras calaron hondo en Mal, y por primera vez, sintió que su corazón empezaba a abrirse a la posibilidad de ser valiente. Si realmente quería estar con Lizzy, tenía que luchar por ella. Tenía que ser honesta, no solo consigo misma, sino también con Lizzy. Tenía que dejar de tener miedo, dejar de pensar que no merecía ese amor.

Eugenia se levantó y extendió una mano hacia Mal. —Si no luchas por lo que sientes, no vale la pena. Lizzy merece a alguien que no le tenga miedo, que sea capaz de enfrentarse a todo para estar con ella. Y esa persona eres tú, Mal. Eres tú la que puede amarla como se debe, sin miedo.

Mal miró a sus amigas, una por una. Sabía que estaban siendo duras, pero también sabía que tenían razón. Lizzy no merecía menos que eso.

Con una determinación renovada, Mal se levantó. —Tienes razón. No voy a quedarme esperando. Voy a decirle lo que siento, cueste lo que cueste.

Las chicas sonrieron, aliviadas de ver que Mal finalmente estaba dispuesta a ser valiente. Sabían que no sería fácil, que las cosas podrían no salir como esperaba, pero también sabían que al menos ahora Mal estaría luchando por lo que quería.

—Vamos, Mal —dijo Evie con una sonrisa—. Ya es hora de que seas honesta. Lizzy merece todo tu amor.

Y con ese aliento, Mal se giró, decidida a enfrentarse a sus miedos, a luchar por lo que quería. No sabía qué pasaría después, pero lo que sí sabía era que tenía que hacerlo. No podía seguir guardando sus sentimientos, no podía seguir escondiéndose. Si Lizzy la quería, ella también la quería. Y si no, al menos podría irse sabiendo que había luchado con todo su ser por ella.

El amor no podía esperar. Y no sería ella quien lo dejara escapar.

Mal se encontraba en su habitación, sentada sobre su cama, la cabeza en las manos. Su mente no podía dejar de darle vueltas a todo lo que había sucedido esa noche. Sabía que tenía que hablar con Lizzy, confesarse, dejar de lado los miedos y las inseguridades. Pero las palabras se le atascaban en la garganta. ¿Cómo podía decirle a Lizzy que la amaba? ¿Cómo podía competir con Harry, que parecía ser todo lo que Lizzy quería? ¿Y si Lizzy no sentía lo mismo?

Las chicas estaban reunidas alrededor de ella, cada una buscando la mejor manera de apoyarla, de darle la fuerza que necesitaba para ser valiente. Mal podía sentir su cariño, su preocupación, pero también sabía que la respuesta estaba en ella misma. Tenía que ser honesta con sus sentimientos.

—Mal, tienes que hacerlo —dijo Evie con suavidad, mirando a su amiga con una expresión cálida y comprensiva. —No puedes quedarte con el corazón lleno de dudas. Lizzy necesita saber lo que sientes.

—Pero... ¿y si me rechaza? —preguntó Mal, mirando a Evie con ojos llenos de inseguridad. —¿Y si todo esto es solo un sueño y ella nunca sentirá lo mismo?

Candela, que había estado callada durante un momento, se acercó con una mirada decidida. —Mal, si no lo intentas, nunca sabrás qué podría haber pasado. Pero si sigues callada, vas a estar toda tu vida preguntándote "¿y si?". No dejes que ese "¿y si?" te atormente. Tienes que ser valiente, por ti y por ella.

Rochi, siempre pragmática y con un toque de humor, asintió. —Exacto. Y déjame decirte algo, Mal, si no te atreves a luchar por Lizzy, no te mereces estar a su lado. Ella merece a alguien que la ame con toda su alma, que no tenga miedo de mostrar sus sentimientos. Y tú eres esa persona. Sé que lo eres.

Las palabras de Rochi llegaron al corazón de Mal. Sabía que sus amigas estaban en lo cierto. Lizzy merecía a alguien que la amara sin reservas, y si ella no se atrevía a dar ese paso, alguien más lo haría. El pensamiento de perderla la llenó de angustia, pero también de determinación. No podía dejar que eso sucediera.

Eugenia, que siempre había sido la más directa, miró a Mal con una seriedad que no solía mostrar. —Mal, ¿quieres que te diga una verdad incómoda? —preguntó, y cuando Mal asintió, continuó—: Si no tienes el valor de luchar por Lizzy, de mostrarle lo que sientes, entonces no la mereces. No la mereces si no eres capaz de decirle lo que hay en tu corazón. Lizzy merece a alguien que no se detenga por miedo, que no se quede esperando. Ella merece ser amada como tú la amas, sin dudas. Y si no lo haces, otra persona lo hará.

Mal sintió como una punzada de dolor le atravesaba el pecho al escuchar esas palabras, pero también supo que Eugenia tenía razón. Lizzy merecía todo su amor, y si no lo expresaba, ¿cómo podía esperar que algo cambiara?

Las chicas la rodearon, ofreciendo consuelo y apoyo. Evie, con su gentileza habitual, le acarició el hombro. —Lo que dice Eugenia no es para que te sientas mal, es solo para que te des cuenta de lo que realmente importa. Lizzy necesita saber lo que sientes, Mal. Es lo que más necesita. Y si de verdad la amas, ¿no crees que deberías ser la primera en mostrárselo?

Candela se unió, sonriendo con suavidad. —Claro, y no te preocupes, que nadie dice que esto sea fácil. Pero, al final, todo se reduce a lo que quieres. Si realmente deseas estar con ella, no dejes que el miedo te haga retroceder. ¿Vale la pena no intentar ser feliz por temor al rechazo?

Rochi también sonrió, aunque su expresión era más firme. —Tienes que arriesgarte, Mal. Eso es lo que hacen los valientes. Y tú eres valiente, lo sé. Tienes que ir y hablar con Lizzy. Si no lo haces ahora, podrías arrepentirte el resto de tu vida.

Mal asintió lentamente, las palabras de sus amigas calando hondo en su ser. Había llegado el momento. Tenía que ser honesta, dejar de esconder lo que sentía. Tenía que luchar por Lizzy. Si realmente la amaba, no podía quedarse en la sombra, observando desde lejos.

Sin embargo, antes de que pudiera decidir qué hacer a continuación, el teléfono de Evie vibró, interrumpiendo el momento. Las chicas se miraron con curiosidad mientras Evie miraba la pantalla y levantaba las cejas.

—Es Lizzy —dijo Evie con una sonrisa suave. —Está buscando a Mal.

El corazón de Mal dio un vuelco. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia su teléfono, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de ella. ¿Qué quería Lizzy? ¿Sería una señal? ¿Tal vez había notado algo en su actitud?

Con manos temblorosas, contestó la llamada. —Hola, Lizzy.

La voz suave de Lizzy llegó a su oído. —Mal, ¿estás bien? Te vi salir corriendo de la fiesta antes y no quiero que pienses que te dejé sola, pero... —hubo una pausa en su voz, como si estuviera dudando—: Necesito hablar contigo.

Las palabras de Lizzy hicieron que Mal sintiera que su corazón latía con fuerza. La necesitaba, necesitaba escucharla. Ahora o nunca.

—Sí, claro, Lizzy. ¿Dónde estamos?

Unos minutos después, Mal se encontraba en el jardín donde Lizzy la esperaba, bajo el mismo cielo estrellado que había compartido con Harry. El corazón de Mal latía con fuerza mientras se acercaba a ella, y vio la expresión seria de Lizzy, como si estuviera esperando algo.

—Lizzy —dijo Mal, tomando aire con fuerza—, sé que algo está pasando entre nosotras. Y... no puedo seguir callando lo que siento. No puedo quedarme observando cómo te alejas de mí, ni cómo te quedas con Harry cuando yo... yo solo quiero estar contigo. Te amo, Lizzy. Te amo de una manera que no puedo explicar, pero que sé que es real.

Lizzy la miró en silencio, los ojos de Mal buscaban respuestas, pero lo que encontró fue una expresión mezcla de sorpresa y algo más, algo que no alcanzaba a comprender.

—Mal —dijo Lizzy con suavidad, dando un paso hacia ella—, ¿tú... tú me amas?

Mal asintió, sin poder contener las lágrimas. —Sí. Te amo. Y sé que está mal, y que debería haberlo dicho antes, pero no pude. Estaba aterrada de perderte, de no ser suficiente. Pero te amo, Lizzy. Y si me das una oportunidad, prometo ser la mejor para ti.

Lizzy la miró fijamente, y Mal pensó que su mundo se desmoronaba. Pero luego, Lizzy sonrió, una sonrisa suave, casi tímida, pero genuina.

—Mal, yo también... —dijo Lizzy con calma, pero su voz temblaba un poco—, yo también siento algo por ti. Algo que no entiendo bien, pero que sé que es real. Harry... Harry es parte de mi vida, pero lo que siento por ti es algo diferente. No sé cómo explicarlo, pero estoy dispuesta a descubrirlo contigo.

Las palabras de Lizzy llenaron a Mal de alivio, y su corazón comenzó a latir con fuerza. No podía ser cierto. ¿Lizzy sentía lo mismo?

Antes de que pudiera decir algo más, Lizzy la miró profundamente, casi con temor. —Sé que mi relación con Harry es algo complejo, pero tengo que ser honesta. No quiero vivir una mentira. Estoy dispuesta a explorar esto contigo, a ver qué pasa. Si lo que siento por ti es real, lo voy a seguir, Mal. Lo voy a seguir, sin miedo.

Mal no pudo evitar sonreír, una sonrisa llena de emoción y esperanza. Tal vez no sería fácil, pero con Lizzy a su lado, sabía que todo valdría la pena.

Y juntas, serían invencibles.

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