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Theo
El olor nauseabundo a humedad mezclado con el encierro de estos subterráneos es lo único que ha sido inalterado.
Las paredes de piedra, mármol e iluminación rústica que poco se ha modernizado en los últimos dos siglos, ha desaparecido. Ahora me encuentro en un bunker fortificado con inmensas paredes de metal, portones de hierro y cámaras de vigilancia.
Los pasillos son pasadizos donde se huelen los restos de hierro recién trabajado y me impacta la idea de que las novedades hayan estado en lo cierto.
Si bien creo recordar el camino, voy junto a dos mastodontes que miden al menos medio metro más que yo. Dos masas de músculo inútil, vestidos de negro y con pasamontañas.
-Han estado remodelando, eh-intento bromear pero ninguno de los osos se inmuta, sólo intento seguirles el camino mientras andan-. Luego me pasan el número del diseñador de interiores, estaba pensando en irme a vivir solo...
Nada.
Ninguno responde.
Todos unos amargos.
Te vas a ganar un buen puñetazo si no te calmas.
No puedo, esto es exasperante.
Sólo intentas hacerte el duro y el bromista porque no toleras la angustia de lo que escondes y de lo que realmente está ocurriendo.
Trago saliva dando finalmente la razón a la insoportable voz de mi consciencia.
Acto seguido se termina el pasillo, los tipos se detienen y hago lo propio. Hemos entrado a un vestíbulo enorme, a media luz, con una larga mesa al centro adornada por rosas rojas y vestida con un mantel blanco, impecable.
-Gracias. Pueden irse.
La voz llega desde mi derecha.
Miro en dicha dirección y me encuentro a mi padre con una joven a su lado. La chica no ha de tener más de dieciocho años pero sus facciones afiladas, los ojos grandes color café y su cabello negro recogido, le hacen parecer mayor. Incluso el vestido negro que le cubre el cuello y de largo apenas le baja los muslos.
Ambos se adelantan hasta el lado opuesto de la mesa. Toman asiento y me invitan a hacerlo en el lugar opuesto de la mesa:
-Adelante, hijo. Por favor.
¿Qué hace él acá?
Titubeo pero opto por hacerle caso y avanzo.
Las sillas son de bronce tapizadas de color ocre. Me siento, tratando de descifrar de qué va todo este acting.
-¿Qué haces tú acá?-le pregunto.
-Me citaron para tomar tu declaración.
Tengo mis ojos clavados en los suyos y aún no logro aceptar que ambos tenemos la misma mirada, hecho que me incomoda horrorosamente.
-¿Justamente tú?-inquiero.
-Sí. Pero descuida, es algo objetivo. Me están vigilando.
Miro a la chica de su lado.
Oh, claro. La niña de metro y medio que tiene a su lado, mirándome con el gesto inmutable es precisamente la "cámara de vigilancia" privilegiada, además de todas las que se clavan en nuestras cabezas ahora mismo.
-Realmente los túneles de Bad Boys han sufrido un cambio de cara sin precedentes-asimilo.
-Sí. Y creo que en algo tienes que ver...
Muerdo hasta que soy consciente de que se marcan los músculos de mi mandíbula. Él está en lo cierto.
-¿Podrías decirme-prosigue- qué fue lo que sucedió hace unas noches atrás en el bosque?
Me encojo de hombros.
-Ya lo sabes.
-Hijo, necesito que salga de tu boca. Es importante que tu declaración coincida con la información que poseen Los Jefes.
-Tú estás de su parte.
-Siempre estaré de parte de mi familia. -Sus palabras son tan tortuosas-. Por eso intento protegerte. Vamos, sólo tienes que decir la verdad.
-¿A qué precio?
-¿«Precio»?
-Sí. ¿La vida de quién está en peligro si declaro algo que no convendría?
-De nadie, hijo. Sólo di la verdad.
Lo dudo un largo instante hasta que mi cabeza no lo soporta más y apenas abro la boca, le suelto todo lo que sucedió con Stefano y Kylie en la IVU. El modo en que engañaron a Tracy, se aliaron a Rebecca (no menciono a Audrey por discreción y porque le debo mi vida), mintieron a todo el mundo y por último, fueron atrapados.
-Ya no-declara papá siendo sus palabras unas cuchillas filosas que me dejan estupefacto.
-Ya lo... sé-admito.
-No están en este sitio. Escaparon. La rubia mató a tres de nuestros mejores guardias, a un médico muy importante para Bad Boys y se llevó a Stefano burlando todos los sistemas de seguridad.
Cierro los ojos y agacho la cabeza.
Mis puños se convierten en dos piedras sobre la mesa, que arrugan el mantel mientras mis manos cerradas tiritan sobre la misma.
-Tú no estás en peligro-dice papá.
-¿Quién me lo asegura? ¿Bad Boys?
-Yo, hijo.
-Mató a uno de los mejores médicos y burló a un ancestral sistema de seguridad en toda esta mierda-me exaspero-. Además yo me puedo cuidar solo. No es eso lo que me preocupa.
-¿Y qué es?
Abro la boca pero me detengo precisamente un segundo antes de soltar el nombre de ella.
La niñata con cara de asesina y pelo negro como el carbón se reacomoda en su silla.
-¿Por qué no lo dejas estar de una vez?-insiste papá-. No te sigas metiendo en problemas, hijo. Que la chica se vuelva loca si eso quiere pero tú no...
-Basta. Se llama Tracy.
Su nombre los hace reaccionar como si se tratase del Anticristo.
-Es una de los remilgados-masculla él.
-¿Y? Ya no. Está arrepentida.
-Eso no se puede deshacer con facilidad.
-Entonces no les debería preocupar. Si los otros dos hijos de puta están sueltos, se encargarán ellos de fulminarla.
-Y a ti también. Pero mientras esté de lado del bando enemigo, no hay protección que pueda alcanzarte, hijo. No te equivoques. Cuida muy bien lo que haces... Y lo que dices.
Lo observo.
¿Hay algo detrás en sus palabras?
-Creo que está todo dicho. Piensa tus objetivos. No puedo seguirte protegiendo por mucho, desde Bad Boys no se van a mover si alguien te hace daño a ti o a cualquiera que intente ayudarles.
-Pero Moore y Guilty los van a exponer a todos y se armará el Holocausto de nuestro siglo-le digo con tono glacial.
-De ellos sí nos ocuparemos. Sólo no te desvíes del buen camino, Theodore.
Acto seguido me pongo de pie con brusquedad y no es necesario que me indiquen dónde está el camino de regreso.
Todos mis sueños se desvanecen al hacerme la idea de que no podremos estar juntos.
Cierro los ojos y su rostro aparece en mi cabeza mostrando una inocente sonrisa que motiva cada uno de mis pasos.
Pero se desvanece de un instante a otro...
¿Dejaré que mi vida continúe siendo una mierda?
¿Me resignaré a estar solo para siempre?
¿A que nada tenga nunca sentido?
No... No será así.
Juro que no.
«La protegeré con mi vida si es necesario» me juro a mí mismo mientras cruzo la entrada a los túneles y una lágrima de desolación me humedece la mejilla.
«Ella siempre estará conmigo.»
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#BOYTOYS #MARATON #Día2
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https://youtu.be/j1KAVSh6iUg
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