Capítulo 6 ▷ Nunca más

—¡Al fin!, todo salió bien y el muchacho tiene el corazón palpitando, solo hace falta que despierte —informó la doctora Sophie atenta a cualquier error en la pantalla desde el monitor.

—Ojalá que despierte pronto. Me impresiona a dónde hemos llegado... Esto revolucionará a la humanidad —confesó William mirando hacia a la camilla dormía su "mayor" experimento. Se permitió sonreír orgulloso.

El monitor cardiaco empezó hacer un ruido alertando a todos, empezaron los encargados a ponerse en posición para ejecutar el despertad. El jefe miró las palpitaciones en su computadora, buscando maneras para estabilizar el corazón del muchacho aunque fue inutil.

—¡Señor, ya está casi listo! —Exclamó un doctor a un lado.

—¡Whoah! ¡Qué apresurado es! Perfecto... Déjenlo —Mandó el líder, teniendo su sonrisa de oreja a oreja.

El esperado chico poco a poco abrió los ojos, totalmente desubicado de su paradero. Los latidos se estabilizaron, alegrando internamente a los trabajadores. El nuevo ser observó el techo, además de la habitación llena de personas con miradas entre asombro y devoción. No sabía quién era o lo qué era, admiró todo, petrificado y sin querer moverse.

—¡Despertó! —Festejó uno. Después otros le siguieron detrás del cristal que los separaba del experimento.

—Al parecer todo está en orden... —Indicó William inspeccionando cada cosa, escuchando a sus compañeros suspirar de alivio. Este se levantó de pronto— Voy a hablar con él. Necesitamos saber si ya está listo.

Tuvo motivación por parte de los otros, y no esperó más al entrar al cuarto tomando aires de valor. Desde la ventana, se observó cómo el jefe revisó los signos vitales más de cerca, indagando por respuestas naturales de un humano. Aunque "eso" ya no lo era. Dos más ayudaron en la labor tomando cualquier nota de lo que ocurría; movimientos rígidos u anormales, respuestas inmediata o cambios en el sujeto.

—Aún necesitamos más pruebas para verificar completamente su estado. Tomará varios días —avisó el jefe registrando los ojos del llamado Sujeto 24, que raramente parpadeaba o hacía una acción pequeña. A decir verdad estaba demasiado quieto desde que empezaron los exámenes.

En realidad en su mente era solo de un color blanco. Mejor dicho, un televisor dañado, esperando a recuperar la señal mientras que en la pantalla se desprendía el sonido de la nada, pues en aquella criatura recién despertada ya no se encontraba señales de un humano. Al menos así él creía, porque sabía que no era como los demás en la sala. Sus manos tenían un tacto diferente y su cuerpo no era igual; no había calor, ni frío, una sensación vacía solamente.

—Hey, ¿me escuchas? —Alguien lo llamó.

El Sujeto 24 subió la mirada, un tanto asustado. William lo recibió con una sonrisa, la más falsa que haya hecho en su vida.

—¿Puedes entenderme? ¿Entiendes lo que te digo? —El ser asintió débilmente— Bien. ¿Sabes tu nombre? ¿Recuerdas algo? —Ahora el chico negó triste, quitando el contacto visual al agachar la cabeza.

Atrás los asistentes redactaron en sus papeles las contestaciones junto con las emociones que presentaba.

—Genial... —Soltó el científico, como si fuese muy satisfactorio. Se sentó a un lado de la cama, observando divertido las reacciones del muchacho— No te preocupes. Aquí te daremos un nuevo nombre y una vida.

Nuevo nombre. Nueva vida.

¿Es que acaso tenía esas dos cosas antes? ¿Pero antes de qué? Si acababa de despertar. Apretó levemente las sabanas.

—¿Qué te parece, Sujeto 24?

Nada bien. Nada bien. Nada bien. Nada bien. Nada bien. Nada bien.

Había algo que no encajaba. Un sentimiento de no pertenecer, de no querer estar allí. Una voz chillona repitiendo que la libertad era mejor. ¿Qué cosa era? ¿Quién era?

—Señor, las señales del monitor suben.

—Póngalo a dormir, es suficiente por hoy.

Los signos y los sonidos se elevaban, no dejaban de aumentar. El experimento empezó a alterarse sin razones, al menos no se veían, pero dentro de aquel chico un mar se convertía en tsunamis que arrasaba con las demás cosas. No era bueno, ya que personas desconocidas aparecían en su mente y se esfumaban antes de reconocer quiénes eran.

El ser se llevó las manos a la cabeza, intentando gritar a todo pulmón, deseando desgarrarse la garganta aunque un silencio llenó todo. Estaba mudo, obligado a callar por siempre.

No le agradó la idea.

—¿Qué esperan? ¡Apúrense! —Mandó el líder sosteniendo inútilmente un brazo del muchacho. Esa cosa podría lanzarlo si lo quisiera.

Al mismo tiempo que un torrente de recuerdos cortados corrían apremiantes en la cabeza del Sujeto, los doctores cerca trataban de cedarlo con aguja en mano. El ruido del monitor, los gritos de los asistentes y los objetos cayendo por el alboroto, se trasformó en un coro de pura bulla y desesperación. El experimento quería huir. Esas condenadas memorias le indicaban en alaridos imágenes que no conocía.

Primero una familia feliz, luego a un joven castaño, más tarde dos amigos sonriendo. El Sujeto quería llorar.

Cuando un hueso roto tronó de la muñeca de William, remarcó el peligro de escena. Alarmas en rojo intenso surgieron, mucho ruido se apoderaba cada vez más rápido de la habitación. De momento a otro el ser ya estaba encima del jefe, estrangulándolo con su fuerza demoniaca, notando furia en esos ojos brillantes.

—¡Obedéceme! ¡M-Maldita cosa, obedéceme!

Dela boca del científico escurría saliva y más palabrotas entrecortadas. Hastaque por fin su vida se desvanecía socorriendo por aire, viendo por última vezal chico que depositó su confianza, moviendo la boca para decirle un silencioso"Nunca más".

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