Capítulo 3 ▷ Conocimiento
—¿Qué calificaciones son estas? —Cuestionó el señor Wilson enojado, y demasiado. Sosteniendo los exámenes recientes de su hijo.
—¿A qué te r-refieres? —Contestó Adam casi en un susurro con su mirada hacia otro lado para evitar el tema.
—¿A qué me refiero? ¡Oh, Dios!... —Su mayor le observó de pies a cabeza rápidamente, casi con desprecio. Notó la postura desaborida y le dio más rabia aun—. Adam Wilson, hazme el maldito favor. Colócate derecho y mírame a los ojos.
Adam de inmediato, se obligó a complacerle, y se puso firme, dispuesto de llorar. Tuvo que respirar, contando hasta diez, hasta cien. No le estaba favoreciendo.
—Estas notas son bajas para tu estatura, los profesores ahora dicen que te la pasas anotando cosas en tus libretas, que te distraes de la nada cuando te hablan, y eso es inaceptable. ¿Entiendes lo que te digo?
El muchacho asintió pausadamente, era un niño en el cuerpo de un puberto. Su madre y su hermana, no querían, y no debían formar parte del tema, entonces siguieron haciendo sus cosas ignorando la situación en la sala.
—Tú serás buen estudiante hasta que te gradúes... —Continuó su padre, aparentando estar sereno antes de que un colapso lo desmantelara— Ahora, prométeme eso, hijo.
—Ajá... Lo prometo, papá. Perdón... —Movía sus manos para tronarse los dedos. La manía que era la evidencia de su inquietud.
El señor Wilson, seguidamente, arrojó con furia y desprecio los exámenes de su hijo al suelo, después solo se alejó hacia las escaleras para darle una última mirada de desaprobación y dirigirse al piso de arriba.
La señora Rizze, recogió los papeles con paciencia llevándolos a la cocina. No volteó ni una sola vez hacia su descendiente, por la incómoda situación y presión en el lugar. Debby se limitó a contemplar su teléfono desconociendo toda la conversación. Por su parte, Adam apenas contenía las lágrimas. Regaños suaves siempre fueron los causantes de su tristeza y llanto.
Se inclinó en torno de la ventana, el brillo de la noche lo entretuvo por horas, pensaba las posibilidades de cómo su familia tomaría la noticia de ser aprendiz de un científico de verdad, sonaba tonto para él y solo se retiró a su cuarto sin nada más.
Le daba tanto miedo sus padres y su desaprobación, la de todos. Era tan difícil evitar soñar, imaginar un futuro donde sus objetivos ya estuvieran a su merced. Prácticamente sus las alas que poseía de niño, sus padres las arrancaron con los supuestos planes para su vida.
Y lo curioso es que, a pesar de tener todo ello en cuenta, amenazándole en su mente, no podía detenerse... Un "algo" le decía que continuara. Implicaba un poco de sacrificio pero valdría la pena, se convenció. Un poco de rebeldía no haría daño, se dijo. Una pequeña pizca de valentía no sería nada, se motivó.
Un día común de clases, fue un reto para el tratar de callar ante lo que decían los maestros, sus resultados eran inexactos, pero también calcinaba su paciencia el hecho de que sus explicaciones fuesen tan cerradas. Adam se convenció plenamente que había otros horizontes a los cuales llegar y que los docentes se encargaban de solo dar la punta del iceberg a las ovejas ciegas llamadas alumnos. ¡Él quería expandirse, saber más! Investigar aquí, cuestionar allá, y sus profesores erradicaban sus alas desde sus ojos.
Había momentos en donde las discusiones con sus docentes no se hacían esperar. El muchacho llegó a meterse en problemas, siendo calificado como el horrible rebelde sin causa por sus ideas. Ya no era el dulce Adam que tartamudeaba en las exposiciones, podría sobrepasar a los directores si así lo quisiera pero la agresividad se tornó de su lado cuando alguien no compartía su ideología.
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—¡Amigo! Eso fue asombroso, el profe se quedó mudo con tus cosas de nerd —felicitó Marshall entre una mirada de alegría hacia su compañero.
—Hoy en día los maestros no saben lo que hacen —cerró con enojo su casillero terminando de hablar Adam, hablando con hostilidad sin vergüenza—. Parece que las cabezas le andan en otro mundo.
Los otros chicos se sorprendieron de sobremanera. En ningún momento de su vida lo escucharon de ese modo; es como ver a otra personas en una piel de recuerdos de un chico tímido y bueno. Acostumbrarse a su nuevo ser les era un reto. ¿Cuándo pasó a ser tan agresivo? Sabían por una parte que sus padres eran muy estrictos, pero para que reflejara ese desagrado debía haber otra explicación.
—Oye, jeje. Wilson, eso no es muy propio de ti. Eh —alegó Marshall, intentando ocultar el asombro en una mueca actuada.
—¿Ahora quieres al muchacho sumiso lame suelas? —rugió el castaño, asombrando excesivamente a sus compañeros.
¿Qué tipo de clases extras estaba viendo? Se preguntaron sus amigos. Normalmente Adam era tan callado que ni notabas que estaba a lado.
—Pero tú nunca...
—¿Yo nunca qué? —Interrumpió el castaño llamando a la molestia— Parece que vivo para complacer a los demás ¿saben? Ahora quiero seguir mi camino y mis reglas... Y no quiero que ustedes les digan esto a mis padres. Esto es personal...
—Ah... Nunca nos has dicho lo que haces. Nos preocupamos por ti... ¡Ajá, son clases extras, lo sé! Pero al menos esos tales "proyectos" se deben de saber ¿No? —Entró Ángel a la conversación, que casi ni sabía a cómo actuar.
Adam se encogió de hombros indiferentemente y se aproximó a la puerta sin emociones. Antes de poder lograr salir, Marshall lo detuvo aferrándose a su brazo.
—Adam, tú no eres así. ¿Qué te pasa?
—Nada... —Musitó, sin poder mirarlo de vuelta.
—¡No! ¡Dinos qué te pasa! —Insistió otra vez— ¡¿Por qué de pronto eres tan cruel?!
—Estoy haciendo cosas mejores con mi vida —Se despegó de él de un tirón. Con la ira que jamás se habría imaginado, Adam los observó antes de huir—. Si ustedes no me van a ayudar... Entonces no los necesito...
Como si aquello hubiese sido una bomba, Marshall y Ángel no evitaron sentirse inútiles. Un amigo de hace tres años, ofendiéndoles de esa forma tan inhumana, les dio a entender que él ya no deseaba ningún contacto con ellos. Dejaron que se largara a donde quisiera, total, fue él quien decidió que alejarse era lo mejor.
Marshall quiso ir por él solo para darle un par de cachetadas pero Ángel lo detuvo, dándole con la mirada un mensaje silente de "No cambiará de opinión". Y aunque les dolió, aceptaron sus demandas. Les comía hasta el alma perder aquella unión, pero cuando vieron al otro salir de allí supieron con certeza que jamás lograrían a ser los mismos.
Mientras el chico se dirigió al sitio de todos los días, no le molestaba que no supieran su nombre después de todo, solo iba para ayudar en sus proyectos. En el caminó se secó las lágrimas amargamente, sin dejar rastros del sendero que le dejaron en su rostro entristecido. Porque sí, quemó como un infierno el decir tan malas palabras a sus mejores amigos, solo que ya no debía correr el riesgo de ser descubierto ser detenido. Estaba cumpliendo lo que nunca creyó, el dolor pasaría en el viento de los años, al menos así lo esperaba.
Al llegar a los laboratorios el señor William se notaba molesto por su forma de caminar, no habló mucho con Adam y solo lo apartaba. Tuvo un mal día, en eso está su trabajo de mediodía.
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