Uno
No hay época más difícil en la vida de un ser humano, que la adolescencia. Porque, efectivamente y como lo dice la palabra, el individuo adolece al atravesar los cambios físicos y emocionales propios de dejar de ser un niño para comenzar la transición a ser un adulto. Y no es sólo el dolor agonizante a nivel espiritual de ya no recibir regalos de Santa Claus (o Papá Noel, según le región) en Navidad o entrar al cine con un boleto de "adulto" ¡No! las cosas son mucho peores de lo que los libros de Ciencias Naturales enseñan en el último grado de primaria. No es sólo que te crezcan los senos o te cambie la voz para pasar por un digno imitador de El gallo Claudio. Con el vello todo el mundo lidia, con los barros, bueno, la gran mayoría pero nadie, en ningún libro jamás te va a preparar para el rechazo social.
Y es quizás esta la peor parte de ser un adolescente hormonal que despierta con erecciones mañaneras o debe aprender a comprar toallas sanitarias en la farmacia de la dulce anciana católica que te mira tras el cristal sabiendo absolutamente todos tus pecados. Porque después de la bonita etapa de la niñez, donde puedes hacer amigos solamente con esperar juntos en la fila del sube-y-baja o tenerlo a un lado como compañero de banca y compartir almuerzos, llega la adolescencia y aquí ya no hay justicia.
Dependes de lo que uses, de lo que escuches, de lo que veas y sepas hacer para sobrevivir en esta nueva jungla en la que jamás sabrás de dónde vendrá el próximo golpe. Si corres con suerte, serás popular, tendrás muchos amigos, una bonita relación y fotos que guardar en una caja para enseñarle a tus hijos lo feliz que fuiste. Pero si no corres con tanta suerte y eres parte de ese pequeño porcentaje de seres humanos que tienen un algo diferente, mejor ve aprendiendo defensa personal.
Gun desgraciadamente tenía todo para entrar al primer grupo de seres humanos: una casa bonita con piscina, una sonrisa radiante, ropa de buena marca y la actitud educada y amable de un líder nato... Pero le gustaba Star Wars. Y podrá sonar tan estúpido como en realidad es, marginar a alguien porque llegó vestido de caballero Jedi a la fiesta de disfraces de Namtan, Reina de la secundaria y de ahí en más, el pobre Gun se tuvo que cuidar la espalda, las nalgas, la frente, la mochila, su asiento... y toda superficie donde pudiesen verter líquidos de dudosa procedencia o pegar letreros con frases como "El fracasado yo soy". Aprendió a defenderse —más o menos— corriendo tanto como sus cortas piernitas le daban antes de que alguien lo alcanzara y lo echara boca abajo al bote de basura. Y por fortuna, su martirio no duró más allá del primer grado de la secundaria, pues en el campamento de verano al que su madre lo obligó a ir, conoció al chico nuevo de la ciudad: Off Jumpol.
A Off le gustaba el jazz, las baladas, el café amargo y estar en casa según las información superficial que compartió con Gun en la fila para llegar al edificio de habitaciones del campamento, que resultó ser una zona de cabañas pequeñas donde los mosquiteros no servían y el frío se colaba por debajo de las viejas puertas de madera. Los asignaron juntos y compartieron cabaña, durmiendo cada uno en su respectiva húmeda cama individual. Pasaron la noche en la fogata de bienvenida comiendo malvaviscos quemados y ahí, Gun descubrió que a su amigo le encantaba contar historias de terror hasta hacer a sus oyentes orinarse encima. Cosa que logró.
Se hicieron tan cercanos en poco tiempo que ya Gun se sintió a los frescos 15 años, con la valentía suficiente para ir a la cabaña de los chicos mayores donde había uno de ellos, llevado una botella de vodka de contrabando. Gun estaba aterrado, le sudaban las manos, le temblaban las piernas y Off iba tan fresco y seguro que pensó que el chico era un superhéroe y en cualquier momento echaría a volar con su majestuosa capa roja y rulo en la frente. Off le hizo saber que estaba para él, le tomó la mano antes de sonreír y a Gun se le disparó el pulso por el mismísimo cielo en ese momento, jurando para sí que quien saldría volando serían él y sus mejillas rojas.
Recuerda haber bebido, quizás demasiado rápido, de la botella que Krist le metió como un embudo mientras su alto y ojeroso amigo le sujetaba la cabeza. Quedó mareado, le ardía la garganta, se sentía demasiado animado y caliente de todo el cuerpo y cuando Off lo llevó de vuelta a la cabaña, prácticamente sobre su espalda, Gun iba hablando Básico galáctico estándar con acento corelliano.
De entre todos los recuerdos que tiene junto a su inseparable mejor amigo así coronado después de que la madre de Off escuchara las súplicas de Gun para inscribirlo a la misma escuela, hay uno que pintado de vergüenza y pudor adolescente, aún atesora en su corazón con todo y lo que vino después de eso.
Tenían dieciséis años y —en ese entonces— el Internet no era la maravilla que es hoy. Muchos de quienes leen esto no reconocerían la canción característica del módem encendiendo pero este par de amigos sí que lo recuerdan, así como el porno pixeleado que ponían en la televisión de paga a las doce de la noche.
Sus padres salieron por su aniversario y la casa de Off quedó a disposición de los chicos, a quienes después de ver "Star wars" "El imperio contraataca" y "El regreso del Jedi", inevitablemente se les hizo tarde.
𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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