𝘇𝗲𝗿𝗼. 𝗽𝗿𝗲́𝗹𝘂𝗱𝗲



















METANOIA
[ meh - ta - noy - ah ] • greek

(n.) the journey of changing one's
mind, heart, self or way of life



















Sus pequeños pies no tocaban el suelo, y una sonrisa se asomaba en su rostro. Cerró los ojos y esperó el impulso, que no tardó en llegar. El columpio se balanceó ligeramente hacia atrás, y después hacia delante. Soltó una risita y meció sus piernas al compás que marcaba, subiendo tanto que llegó a pensar que alcanzaría a tocar el cielo. ¿Podría llegar volando hasta la estrella que llevaba por nombre?

Capella respiró y todo el aire fresco y limpio del verano entró por su nariz, provocando una sensación de paz. Haber encontrado el columpio hacía una semana fue lo mejor que pudo haberle pasado. Cuando sus padres no le prestaban atención —cosa que no ocurría muy seguido— ella se escapaba a jugar con él.

Algún día traería a Deneb con ella, cuando fuera más mayor y no fuera tan miedosa. Su hermana tenía solo tres años y era muy pequeña para fugarse de la mansión, solía llorar por pequeñas cosas y no creía que estuviera lista para sus aventuras. Aunque Capella solo tenía cuatro años más y no era precisamente adulta, con sus siete años ya sentía la necesidad de escapar de ahí.

Su familia la agobiaba, la presionaba y le inculcaba unos ideales que no quería seguir. Odiaba a los Black, con pocas excepciones, y le daba miedo mostrarlo. Pero su agonía desaparecía con su primo, a quien admiraba profundamente. Porque Sirius Black era un niño risueño que siempre apoyaba a Capella y la quería mucho. Regulus y ella siempre le seguían a todas partes, observando lo que él hacía con asombro y fascinación.

Decidió abrir los ojos mientras el columpio seguía balanceándose, por su cuenta, y observar con más detenimiento el paisaje que la rodeaba, divisando a apenas unos pasos de ella a su hermano mayor. Capella casi cayó del columpio por el susto que le había provocado, pero consiguió bajar al mullido césped sin hacerse ningún rasguño.

Eridanus se dirigía hacia ella, con la boca fruncida en un gesto vagamente preocupado, pero con los ojos carentes de emoción. Su hermano mayor era la persona más misteriosa que Capella, a su corta edad, había conocido. Nunca sabía qué pasaba por la mente del chico de pelo y ojos negros como el carbón.

Ella, madre me ha pedido que te buscase porque no sabía dónde te encontrabas. Sabes que no puedes salir sin permiso —la regañó, con la boca torcida en un gesto de desagrado y la nariz, salpicada de oscuras y múltiples pecas, arrugada—. Deberías regresar antes de que padre se entere —agregó, en un tono de voz notablemente más bajo.

Capella miró a su hermano con sus oscuros ojos marrones y una tímida sonrisa que asomaba en su boca.

—Gracias por avisarme, Eri.

Él asintió, y peinó un poco con sus dedos el largo cabello azabache de su hermana.

—El viento te ha despeinado, ten más cuidado. Una señorita debe verse bien siempre.

—Lo sé. Gracias.

Quería añadir que ella tenía siete años y era tan solo una niña pequeña. Ella no era una señorita, y aunque lo fuera, no necesitaría verse siempre bien. Pero ¿serviría aquello de algo? La respuesta era clara: no. Eridanus tenía la mente igual de podrida que su familia con respecto a algunos temas. Y, por mucho que se preocupara por su hermana, las cosas no cambiarían tan fácilmente. Y ella lo sabía.

Capella fue hacia su casa de la mano de su hermano, que volvía a tener el rostro neutro y evitaba su mirada.

—¿Crees que ocurre algo malo conmigo? —preguntó ella de repente, mirando con curiosidad a su hermano.

—¿A qué te refieres? —inquirió él, girando su cabeza y parando en el camino, a tan solo unos metros de su hogar.

—Padre y madre quieren más a Nashira que a mí, porque ella siempre les da la razón en todo y piensa igual que ellos. ¿Por qué soy diferente al resto de la familia?

Eridanus vaciló un momento antes de contestar.

—No eres diferente. Eres una Black, eres parte de la familia más prestigiosa de magos. Nuestra Casa es noble y ancestral. Somos sangre pura —recitó, como si se lo hubiera aprendido de memoria—. No puedes sugerir que eres distinta. No tan cerca de padre, Ella —advirtió, en un susurro que el viento acabó llevándose. La niña agachó la cabeza y los dos siguieron caminando.

En cuanto pisaron el vestíbulo, se encontraron con Echo, la elfina doméstica que trabajaba para la familia. Observó con los enormes ojos que casi se salían de sus órbitas a los dos hermanos.

—Señor Eridanus, señorita Capella, la ama Agatha me ha ordenado que les acompañe a sus habitaciones.

—Todavía es pronto, el sol no se ha puesto —protestó Capella.

Echo parpadeó rápidamente y fijó su vista en la niña.

—Lo lamento, señorita Capella, pero la ama Agatha y el amo Cepheus deben marchar a una reunión, y los niños tienen que ir a dormir.

—Acompaña a mi hermana, yo voy solo —ordenó el mayor de mala gana.

La elfina hizo una reverencia a Eridanus, quien se marchó por la gran escalera y se perdió de vista.

—¿Madre se ha ido ya?

—La ama Agatha la está esperando en su cuarto, señorita Capella.

—¿Y Nashira?

—La señorita Nashira está durmiendo ya.

—Vale, gracias, Echo. Puedo ir yo sola. Buenas noches.

—Descanse, señorita Capella. —Echo repitió la reverencia y se desapareció con un chasquido, dejando sola a Capella.

La pelinegra rebuscó en el bolsillo de su falda, y sacó una margarita algo aplastada. Se dirigió feliz por las escaleras, subiendo tan solo a la primera planta, rumbo a la habitación donde Deneb descansaba. Abrió la puerta, sorprendiéndose al ver a su madre con su hermanita en brazos.

—Capella, ¿qué haces aquí? Le he ordenado a Echo que te llevara a tu cuarto.

—Quería comprobar si Deneb estaba bien antes de acostarme, madre —dijo ella, sin contar toda la verdad.

Pretendía dejarle a su hermana la pequeña flor, como un regalo, porque estaba segura de que a la niña le gustaban mucho las flores. Se la había escondido detrás de la espalda, para que su madre no la viera, pero Agatha se había percatado de que ocultaba algo tras ella.

—¿Qué es lo que guardas detrás de ti?

Agatha dejó a su hija menor en la cama, que había caído profundamente dormida, y se acercó a Capella.

Nada —contestó muy deprisa, apretando la margarita en su puño.

Su madre le agarró el brazo e hizo que abriera la mano, donde vio la margarita, a la que ahora le faltaban varios pétalos.

—Sabes que no tienes permiso para salir sin avisar, y mucho menos sin supervisión.

—Lo lamento, madre.

La niña bajó la cabeza, esperando la reprimenda, pero esta no llegó.

Agatha suspiró y cogió la flor, murmuró un conjuro y esta volvió a cobrar el buen aspecto que tenía cuando la recogió. La colocó en una jarrita con otras flores, que descansaba en una repisa al lado de la cama.

Apoyó su mano sobre la espalda de su hija, obligándola a salir del cuarto para subir la escalera y entrar en la primera puerta al final de esta, que era el cuarto que compartía con Nashira. Su hermana estaba acostada en su cama, su respiración era calmada y tenía los ojos cerrados.

Capella recogió su camisón y entró al baño a cambiarse, y cuando salió su madre la esperaba sentada sobre su cama.

—¿Qué reunión tenéis padre y tú ahora, madre? —le preguntó su hija, mientras la rubia la tapaba con la sábana de color blanco.

—Familiar —le respondió, con una leve sonrisa—. ¿Tienes frío?

Ella negó con la cabeza.

—Buenas noches, Capella. —La mujer le dio a su hija un beso en la frente.

—Buenas noches, madre.

Cerró los ojos y escuchó el sonido de la puerta cerrarse, seguido del ruido del mullido colchón de su hermana, que se había cambiado de posición a una más cómoda.

—Sé que estás despierta, Nash.

—Déjame en paz. Y no me llames de esa forma tan vulgar, soy Nashira Serpens Black, no Nash.

—Es un nombre muy largo para llamarte siempre así —se burló Capella.

—Duérmete de una vez y deja de tocarme las narices.

—Menuda forma de hablar para una dama como tú —gruñó de mala gana.

—Soy la mejor hija de toda la familia y lo demostraré a la gente que merezca la pena. Tú no la mereces, la das.

—Ojalá padre te escuchara decir todo eso. Te lanzaría un Cruciatus.

—¿Como los que te lanzará a ti cuando compruebe que no tienes futuro como parte de esta familia? Seguro que acabas con uno de esos sangre sucia y tía Walburga te quema del árbol familiar.

—Sería fantástico estar alejada de cualquier sitio donde tú estés.

—Por una vez estamos de acuerdo en algo.

Capella se cubrió la cara con las sábanas y se intentó dormir, sin dar resultado. Sentía la necesidad de llorar, porque no comprendía la razón por la cual su hermana la trataba tan mal. Nashira tenía nueve años, pero la oscuridad ya la había cegado por completo.







estoy: MUY nerviosa,,

esta historia va a tener como protagonista a Capella Black, que como ya habéis visto es la hermana de Eridanus (el padre de Aquila)

estará dividida en 3 actos, o eso es lo que tengo planeado. el primero abarca la infancia de Capella y sus cuatro primeros cursos de Hogwarts. subiré capítulos todos los martes en un principio, igual luego me da por cambiarlo pero ya os avisaría

muchísimas gracias a todos y todas que me leéis, os adoro <3

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