𝘁𝗿𝗲𝗻𝘁𝗲-𝗰𝗶𝗻𝗾. 𝗹𝗲𝘀 𝘁𝗿𝗼𝗺𝗽𝗲𝗿𝗶𝗲𝘀

capítulo treinta y cinco:
los engaños

Algo antes de la hora de comer, los cinco llegaron a la casa Potter para pasar el día de Navidad. Los padres de James les habían invitado, así podrían ver también a Sirius.

La idea emocionaba a Capella, quien pensó que se distraería de sus pensamientos con los dos chicos, quienes siempre tenían alguna disparatada historia que contar. No había dejado de darle vueltas a lo que había visto antes de las vacaciones, no se le borraba la cara que Gordon había puesto al haber sido descubierto por ella. Tampoco le dejaba descansar la imagen de su padre y su hermano pequeño en la estación, atormentándola.

—¡Estamos encantados de recibiros en casa! —les saludó Euphemia Potter con una amable sonrisa—. Pasad, pasad todos, no os quedéis fuera, que hace frío. ¡James, Sirius, venid aquí y guardad sus abrigos en vuestro cuarto, vamos!

James apareció junto a Sirius, sonriendo, y este último alzó a Dora en el aire en cuanto la vio.

—¿Cómo está mi sobrina favorita? —le preguntó mientras ella se reía a carcajadas.

—¡Mira lo que me han regalado!

Mientras Dora le enseñaba el coche de juguete —que se movía solo por el suelo— a Sirius, James recogió sus abrigos después de saludarles. Capella le ayudó a subirlos a la habitación, porque Dora no dejaba a Sirius marcharse.

La habitación era amplia, igual que el resto de la casa. Tenía dos camas, una en cada extremo; un armario gigante y las paredes decoradas con un montón de posters y fotografías. James dejó todos los abrigos sobre una de las camas.

—Mi madre nos ha obligado a recogerlo todo antes de que vinierais, pero solo lo hemos metido a presión en el armario —le dijo James con una sonrisa divertida.

—Me lo esperaba de vosotros, no te voy a mentir.

—Oh, ¿sabes lo que podríamos hacer después de comer? ¡Volar en la moto de Sirius! Seguro que te encanta —sugirió él mientras bajaban las escaleras.

—¿No es... peligroso? —le preguntó Capella, algo preocupada.

—Bueno, nosotros seguimos vivos, y lo hemos hecho cientos de veces.

James bajó de un salto el último tramo de escaleras, asustando a su madre, que pasaba por ahí con el plato del pavo flotando frente a ella.

—Que sigáis con vida es todo un milagro —opinó Euphemia, llevándose una mano al pecho—. Ayuda a Sirius a traer la comida a la mesa, James, y deja de hacer el ganso.

Unos diez minutos después, los nueve se encontraban ya sentados a la mesa. Fue una comida agradable, una como nunca antes había vivido Capella. Las risas sonaban por encima de las conversaciones, Sirius y James hacían bromas constantemente y Dora contaba cosas que solo ella entendía.

Tal vez así se sentía estar en familia. Segura, acogida, y lo más importante: feliz. Capella no dejó de sonreír en toda la comida, se rio cuando James casi le tiró el puré de patatas por encima a Sirius y participó en la conversación, contando algunas anécdotas divertidas.

No sintió en ningún momento que su mente se disociaba de su entorno, como era común al estar rodeada de los puristas que eran los Black. Su cabeza estaba con ella, como debía ser.

Era agradable sentirse así.

* * *

El 30 de diciembre, Capella se dedicaba a ver la televisión tranquilamente con Deneb. Su hermana se había quedado dormida en el sofá, en realidad, pero Capella sí prestaba atención al capítulo.

Era de una serie llamada «Doctor Who», y al principio no entendía nada de lo que pasaba. Ted se encargó de explicarle un poco la trama, que básicamente trataba los viajes en el tiempo. Solo que no usaban ningún giratiempo, sino una especie de cabina.

El timbre resonó en la casa, interrumpiendo la calma de Capella. Andromeda bajó enseguida, con la varita en ristre, por si acaso. Abrió la puerta después de mirar a través de la mirilla.

—He pensado que os gustaría conocer a vuestra sobrina.

Capella se levantó de golpe del sofá al ver a Eridanus en el umbral de la puerta, llevando en brazos a un bebé bien cubierto. Andromeda le hizo pasar adentro enseguida, solamente porque llevaba con él a Aquila y no quería que pasara nada de frío. Capella se acercó a su hermano mayor con una inevitable sonrisa, que se acentuó al ver a la pequeña.

La niña apenas tenía dos meses, y dormía plácidamente en los brazos de su padre. Tan tapada que solo alcanzaba a ver su carita, con los ojos cerrados y un aura de paz.

—No es justo que te presentes con esta preciosidad, no puedo echarte si la llevas contigo —le dijo Andromeda, con voz compungida.

—Quería felicitaros la Navidad. ¿Dónde está Deneb?

Capella fue al sofá para despertar a su hermana. Había notado que su sueño era mucho más pesado desde hacía meses, y que levantarla a veces tomaba demasiado tiempo. La mejor amiga de Deneb, Laurie, también lo había comentado, Capella se lo había oído decir mientras comía en la mesa de Hufflepuff.

—Den, Eri ha traído a Aquila.

Deneb se despertó desorientada, pero enseguida fue al encuentro de su hermano y su sobrina.

—Es preciosa —susurró, sonriendo.

Era la primera sonrisa genuina que Capella le veía desde hacía mucho. Eso le alegró bastante, pensando que quizás, no había tanto de lo que preocuparse.

Eridanus pasó una hora en la casa, de la cual Aquila estuvo media dormida. Lloró al ver a tanta gente nueva, pero Andromeda logró calmarla e incluso la cogió en brazos sin que rompiera en llanto otra vez.

—El lunes pasaré a buscarte. Veremos otro recuerdo, creo que es hora de que entiendas un poco más —le dijo Eridanus, unos minutos antes de irse.

—Iba siendo hora desde hace un año, cuando me enseñaste el primero —recalcó Capella, recelosa.

No entendía por qué Eridanus no lo soltaba todo de vez. Siempre tenía tantas cosas escondidas que dudaba conocer a su hermano de verdad.

—Lo sé. Lo siento, Capella, pero algunas cosas tienen que ir así.

—¿Por qué me sigues enseñando todo esto, de todas formas? —inquirió Capella. Llevaba medio año queriendo preguntárselo—. Ya no somos parte de la familia, Deneb no debería importarte, ¿no? Podrías dejarnos y ya.

Eridanus la observó con su habitual seriedad, pero algo en su mirada indicaba que se había ablandado un poco.

—Sí sois mi familia. Eres mi hermana, Capella, y Deneb también.

—Somos unas traidoras a la sangre. Pensaba que eso te importaba más.

—No estoy feliz con el camino que habéis escogido, ni sé cómo escapasteis, pero reconozco un caso perdido cuando lo veo. Sabía que no eras como nosotros desde pequeña.

—¿Y por qué no lo dejas estar?

—Porque me preocupo por vosotras.

Capella se cruzó de brazos. Andromeda mecía a Aquila tranquilamente mientras hablaba con Ted, y Dora y Deneb la observaban con admiración. Todos ajenos a la conversación entre los dos hermanos.

—Si te preocuparas por mí no habrías dejado que Cepheus me torturase. Tenía once años, Eri. —Era consciente de que su voz había sonado más rota de lo que pretendía, pero no podía hacerle nada—. ¿Vas a dejar que haga lo mismo con Aquila cuando crezca y haga algo que no le guste? ¿Permitirás que torture a tu hija, eh?

Juró que los ojos de su hermano se cristalizaron por una décima de segundo, pero él volvió la cara antes de expresar algo de lo que se arrepintiera.

—Lamento mucho haber dejado que te hiciera eso, Ella —dijo con sinceridad—. Pero intenté hablar con él y no se le puede hacer entrar en razón.

—Si te hubiera torturado a ti...

—Lo ha hecho —interrumpió hoscamente Eridanus. Capella se calló—. E intenté impedir que os lo hiciera a vosotras. No salió bien, y lo siento mucho, pero ahora no puedo hacer nada para cambiar eso.

Eridanus se levantó de la silla y anduvo hasta su hija, recogiéndola de nuevo entre sus brazos. Volvió a taparla y se puso la capa de abrigo antes de despedirse de todos.

El lunes por la mañana, Eridanus apareció de nuevo en la casa, está vez sin Aquila. Andromeda, que ya sabía que iba a venir, no le puso ninguna pega en que se llevara a Capella, a pesar de que no sabía qué eran lo que hacían cuando se iban. Confiaba en ella porque le había dicho que era muy importante.

Llegaron a la casa Shafiq, como de costumbre, y no hizo falta que Eridanus la condujera a la habitación del pensadero, ya que Capella se había adelantado y había subido las escaleras por su cuenta.

Había pensando mucho sobre la casa. Además de ser el sitio donde estaban guardados tantos secretos, era ahora suya, y cuando fuera mayor de edad podría mudarse ahí legalmente. Tenía claro que lo haría, al salir de Hogwarts, porque no quería molestar a Andromeda más de lo necesario.

—¿Qué me vas a enseñar? —quiso saber, cuando su hermano agarró otro de los frasquitos.

—La razón por la cual Gaia le pidió a madre que le preparase Amortentia.

Eso hizo que la curiosidad de Capella aumentara, por lo que no puso ninguna pega en volver a meter la cabeza dentro del contenido del pensadero.

Apareció en la mansión que había sido su hogar hasta hacía unos meses, en el recibidor. Gaia estaba plantada en el umbral de la puerta. Tenía cortes por toda la cara, la respiración agitada y el pelo en todas direcciones.

Su madre estaba a su lado, llevando puesta la bata y cara de cansancio. Podía observarse que era de noche por la oscuridad del exterior, tras la puerta. Capella intuía que el recuerdo era en una fecha cercana al primero, cuando Agatha preparaba la Amortentia para Gaia, porque ambas lucían bastante jóvenes.

—Baja la voz o despertarás a Cepheus —advirtió Agatha, cerrando la puerta detrás de Gaia—. ¿Qué ocurre?

—No aguanto más, Agatha, no puedo —dijo Gaia con voz débil. Estaba tiritando.

Capella no recordaba haber visto así a su tía jamás, tan vulnerable.

—¿Sigue haciéndolo? —preguntó Agatha en un susurro.

—Piensa que es mi culpa que no consiga quedarme embarazada —se lamentó Gaia—. ¡Pero no lo es! Soy fértil, Agatha, he hecho cientos de pruebas. ¡No me va a dejar hasta que le dé un hijo!

Sus dientes castañeaban y la locura en sus oscuros ojos comenzaba a ser visible. Por lo que Capella sabía de su tío Cetus, nada bueno podía augurar lo que Gaia decía.

—Tienes que ayudarme. Ya lo hablamos, Agatha, por favor. Te suplico que me des la poción. La necesito. Me va a acabar matando si no me quedo embarazada, y con él es imposible.

—¿Qué se supone que vas a hacer, Gaia? ¿Drogar a un hombre y acostarte con él hasta que te deje embarazada?

—Sí. Estoy desesperada, ¿es que no lo ves? —gruñó ella, agarrando a Agatha de los hombros con cierta violencia.

Agatha se asustó y se apartó rápidamente. Justo entonces, unos llantos de bebé se comenzaron a escuchar escaleras arriba.

—Tienes que marcharte, Cepheus se despertará ahora a silenciar la habitación, y yo tengo que cuidar de Eridanus...

—Muy bonito —dijo Gaia, con la voz cargada de odio—. Te vas a cuidar de tu hijo sano y perfecto cuando te cuento que es lo que yo más deseo. ¡Será tu culpa si Cetus me mata en alguno de sus momentos de ira!

—¡Baja la voz! —ordenó Agatha, tajante—. Prepararé la poción. Pero, como alguien se entere, nos la cargaremos.

Se escuchó un grito llamando a Agatha, que provenía de arriba. Era, claramente, la voz de Cepheus.

—Márchate. Ya.

Gaia salió apresuradamente por la puerta y Agatha la cerró, subiendo las escaleras a la llamada de su marido y su hijo, que seguía llorando.

Eridanus tiró del hombro de Capella y ambos se marcharon del recuerdo, reapareciendo en la habitación del pensadero.

—¿Cetus no es su padre biológico? —inquirió Capella en cuanto se hubo puesto frente a su hermano.

—No sé quién será, pero, desde luego, no es nuestro tío. Porque... es un muggle.

¿Acaso los secretos en su familia jamás iban a acabarse?

* * *

No pasaron muchos días hasta que tuvieron que volver a Hogwarts. Capella y Deneb se encaminaron al tren, entrando lo más deprisa posible porque Capella no quería siquiera cruzar miradas con su padre.

Habían sido unas vacaciones agradables, pero también algo confusas, porque Capella tenía demasiadas cosas en la cabeza. La primera era que acababa de descubrir que su primo Cetus no era realmente pariente de sangre. No sabía cómo reaccionaría al descubrir que era, en verdad, un mestizo, porque su padre biológico no era Cetus sino un muggle. A Nashira tampoco le haría gracia darse cuenta de que iba a casarse con su primo para nada, porque su descendencia no sería pura.

También estaba el hecho de que le había comentado a Eridanus lo decaída que Deneb estaba últimamente. Él le había dicho que era normal. Que la maldición haría algo así, que nublaría su mente con malos pensamientos. Y que era muy importante que permaneciera a su lado, apoyándola.

Pero le daba algo de miedo que Deneb terminara siendo totalmente dependiente de ella. Porque no sabía lo que pasaría con ellas, estando en medio de una guerra. No soportaría perder a Deneb, pero tampoco podía permitirse que Deneb la perdiese a ella.

Los dramas familiares no eran lo único que atormentaba a Capella. Había algo en lo que había intentado no pensar mucho durante las vacaciones, pero a lo que iba a ser inevitable enfrentarse. Gordon.

Desde que Capella se adentró en un compartimento vacío, se quedó quieta, esperando que no la encontrara nadie ahí. Ya debería saber que las cosas nunca salen como uno quiere, porque Garrett no tardó en entrar, seguido de Gordon.

Ella trataba de evitar a toda costa cruzarse con la mirada de Gordon, quien no prestaba atención a la conversación sobre quidditch que Garrett intentaba mantener. Porque él sí buscaba los ojos de Capella, solo que no conseguía que ella le devolviera la mirada.

—Ella, ¿podemos salir fuera un momento?

Garrett se giró hacia él con una sonrisa llena de diversión, pero Capella sintió sus tripas retorcerse y pedir auxilio. Aun así, asintió y se puso en pie, acompañándolo al pasillo. No había ningún alumno fuera.

—Me tienes muy confundido, Capella —confesó Gordon, rompiendo el silencio, cansado de que ella no le mirase a los ojos.

—No sé por qué —mintió Capella.

—Deja de... —Gordon suspiró—. ¿Por qué huiste así el otro día?

Capella cogió aire y lo soltó lentamente. No tenía nada que perder.

—Porque soy idiota y pensaba que, por alguna mágica razón, te seguiría gustando, como si no hubiera más gente en el mundo.

Sonrió con tristeza, mirando a sus zapatos. Gordon se quedó en silencio, asimilando sus palabras y lo que estas significaban.

—¿Me estás diciendo que te gusto?

No llores, por favor.

—Lo siento, sé que llego tarde.

Se atrevió a alzar la vista. Gordon sonreía. ¿Por qué lo hacía? ¿No había pasado página y se había buscado novio?

—¿Tarde? —repitió él con ironía.

¿No lo era?

La otra mano de Gordon se posó en la mejilla de Capella, y ella juró que iba a comenzar a derretirse. Lo que hizo fue ponerse de puntillas cuando él agachó la cabeza, listo para besarla. Las dudas desaparecieron de su mente, despejándola de las nubes tormentosas.

Había echado tanto de menos sus labios que se extrañó al darse cuenta de que aquel beso resultaba muy distinto del primero. Porque no sentía nada de culpa. Solo tenía una sensación de pleno bienestar, de estar completa.

Estaba tan ensimismada con aquel beso que, cuando se separaron, no pudo apartar la mirada de los labios de Gordon, ni aguantar su agitada respiración.

—Nunca es tarde —murmuró él.

—Pero... Tú... El otro chico... —Ni siquiera podía unir las palabras y formar una frase con coherencia.

—Capella, Eric y yo solo nos estábamos liando. Pensaba que no sentías lo mismo porque no me habías dicho nada desde el curso pasado, y yo...

—Quería decírtelo —le aseguró ella, interrumpiéndole—. Pero no encontraba el momento y... tenía miedo de muchas cosas.

Gordon sonrió y le acarició la mejilla con el pulgar, provocándole un agradable cosquilleo en el estómago.

—Vas a tener que esforzarte más si quieres que me olvide de ti.

Eso consiguió contagiarle la sonrisa a Capella, que pasó las manos por la parte de atrás de su cuello para acercarle a ella. Volvió a besarle, más despacio que antes, con más cuidado, disfrutando de lo que captaban sus cinco sentidos.

No tenían ninguna prisa.


nono qué capítulo tan intenso permitidme CHILLAR porque AAHHHHHHH

calla porque además ha salido algo importantísimo sobre el tema Gaia-Agatha like... os lo esperabais?

mientras tanto centrémonos en el Bellnoir y en que el lunes que viene tendréis próximo capítulo! por si no os habíais enterado, estaré resubiendo Finding our stars por esas fechas (empiezo el 16, tres capítulos/día), por si os queréis pasar

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top