𝗾𝘂𝗮𝗿𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗲𝘁 𝘂𝗻. 𝗹'𝗮𝗺𝗼𝘂𝗿

capítulo cuarenta y dos:
el amor

No pudo hablar con Emmeline hasta el día siguiente, y ella le explicó algo más calmada lo que había pasado con Garrett.

—Yo estaba muy alterada porque, bueno, la regla no me había bajado todavía y... Ya sabes, a veces me pongo histérica y pensaba que estaba embarazada. Pero no lo estoy —se apresuró a añadir, pues Capella había puesto cara de susto.

—Pero ¿qué hiciste? ¿Se lo contaste?

Emmeline hizo una mueca, encogiéndose de hombros.

—Se lo quería decir para que me acompañara a hacerme una prueba, pero... Me puse muy nerviosa. —Emmeline se enroscó un mechón de pelo en el dedo—. Garrett no me escuchaba porque estaba leyendo una revista y le grité que me hiciera caso y, bueno, él me gritó y discutimos y... le pedí un tiempo.

La chica cogió aliento para seguir hablando, ante la atenta escucha de su mejor amiga.

—Se lo tomó de forma muy literal, claro —continuó, con cierta ironía—. No tardó ni una semana en liarse con otra. Yo ya me había hecho la prueba y había salido negativa, y había ido a su casa para poner paz. Pero, como entenderás, corté con él. Del todo.

Capella intentó consolarla, abrazándola, y Emmeline le aseguró que estaba mejor sin él. Pero Capella la conocía demasiado bien, su voz se notaba rota y, en el fondo, lo echaba de menos.

A medida que el curso avanzaba, sin embargo, ninguno se dirigía la palabra. Y, si se veían en la obligación, siempre eran fríos el uno con el otro, por lo que la atmósfera estaba bastante cargada. Pero poco a poco se fueron calmando, y para octubre no era tedioso estar en la misma habitación que ambos.

También estaba Coraline, quien se comportaba un tanto extraña últimamente. O al menso cuando estaba cerca de Capella, la única que parecía notarlo. Intentó hablar con ella en más de una ocasión sobre su encontronazo en el tren y los pasos que había oído, pero Coraline negó todo en rotundo.

Las clases eran mucho más agobiantes que el curso anterior y debían empezar a estudiar desde el minuto cero, porque los EXTASIS no iban a resultar nada sencillos. Recordaba ver a los alumnos de séptimo, estudiando en cada rincón del castillo, mordiéndose las uñas con ansiedad y sin apenas tiempo. No quería llegar a tal nivel de estrés.

Por el momento, Perseus no había tratado de atentar contra nadie, no que ella supiera. Aun así, no dejaba de preocuparle que intentara ir a por Deneb, ya que el curso pasado prácticamente la lanzó al Sauce Boxeador.

Pero Deneb seguía sin contarle las cosas. Se encerraba en sí misma, era innegable. Y a Capella le aterraba pensar que era por culpa de la maldición.

—Deja de intentar rehuirme, por favor —le pidió Capella una tarde de octubre—. Solo quiero ayudarte.

Deneb resopló y se abrazó a sí misma.

—Ya. Pero no puedo decirte por qué estoy triste porque yo tampoco lo sé —reconoció, tragando saliva—. ¿Contenta?

A Capella se le encogió el corazón. Era la primera vez que admitía en voz alta que no estaba bien, de las pocas que se sinceraba frente a ella.

—Estarás bien —le prometió—. Puede que ahora todo parezca negro, pero...

—Pero nada. Lo es —sentenció Deneb—. Es agotador, todo.

Y, con eso dicho, Deneb recogió sus libros y se marchó de la biblioteca.

* * *


La primera excursión a Hogsmeade tuvo lugar un sábado a finales de octubre. Capella se negó en rotundo a ir al pueblo, sin quererse arriesgar a toparse con Evan. Ya tenía suficiente con Perseus en Hogwarts, teniendo que esquivarlo siempre que lo veía.

Así que permaneció todo el día bajo el resguardo del castillo, con Gordon haciéndole compañía.

—Prueba este.

Capella le acercó un trozo de bizcocho al chico, quien lo cogió para metérselo a la boca. Habían aprovechado la calma del castillo, prácticamente vacío de alumnos de tercero en adelante, para ir a la sala retirada con la cocina.

Él, al tragar, asintió y fingió darle un beso al aire, indicando que estaba buenísimo.

—¿Mejor que el de antes o peor?

—Los dos estaban buenos...

Capella reclinó la cabeza, esperando todavía una respuesta. Gordon rodó los ojos y soltó una carcajada.

—Mejor. ¿Por qué tanta comparación entre postres?

—Porque quiero hacerlo bien. Pero, si lo prefieres, no te los dejo probar; estoy segura de que Steven y Garrett querrán comérselo todo cuando vuelvan —repuso Capella, encogiéndose de hombros.

Dejó ambos platos en la encimera, recogiendo un poco el desastre que había montado. Apoyado en la pared descansaba «Creación de comida mágica, una guía completa», el libro que Gordon le había regalado por su cumpleaños el curso pasado. Sin duda, uno de los obsequios que más ilusión le hizo recibir. Tenía trucos para todo, y Capella aprovechaba cada uno de ellos.

Se giró hacia su novio, que observaba el desorden pensando en lo que tardarían en recogerlo. Pero Capella sacó su varita y, con un «Fregotego», sus problemas desaparecieron.

—A veces se me olvida que existen hechizos para todo —dijo, rascándose la nuca, y Capella solo sonrió y agarró su mano—. Por estas cosas me va mal en Encantamientos.

—Pero si el otro día sacaste una S en la redacción de Flitwick —le recordó ella, acercándose más y pasando los brazos del chico por sus hombros.

—Porque la copié.

Para no darle tiempo a replicar, Gordon le plantó un beso en la boca a Capella, quien solo se rio y volvió a besarle. Era relajante pensar que podían pasar tiempo a solas sin hacer realmente nada, sin que les molestaran. Sus amigos eran geniales, pero también un incordio.

Seguramente se meterían con ellos en esos momentos, viendo cómo Capella quedaba arrinconada por Gordon, sonriendo con picardía entre beso y beso. No cabía duda de que quedarse en Hogwarts había sido mucho mejor idea que ir a Hogsmeade. 

Al sentarse sobre la encimera de un salto, Capella tiró un bol al suelo. No le prestaron más de un segundo de atención antes de que atrajera al chico hacia sí, con las manos acariciando su nuca, haciendo que se le erizara la piel.

—Ella... 

Capella acercó sus labios al cuello de Gordon, depositando besos muy cerca de su oreja. Él apoyó una mano en la encimera y la otra en su muslo. 

—Te quiero.

El suspiro de Gordon consiguió que Capella levantara la cabeza para mirarle directamente a los ojos. Él le dedicó una sonrisa plena antes de acariciar la nariz de la chica con la suya, lo que hizo reaccionar.

—Repítelo —le pidió en un susurro, tan cerca que sus alientos, algo agitados, chocaban entre sí.

—Te quiero, joder.

Ella se mordió el labio sin dejar de sonreír, disfrutando del momento. Por supuesto que lo sabía, pero escucharlo de su boca era otro nivel de satisfacción. 

—Yo también te quiero. Mucho.

Gordon pasó con suavidad el dedo pulgar por los labios de Capella, como si de esa forma pudiera tocar las palabras que acababa de pronunciar. 

—Espero que no lo hayas dicho solo para acostarte conmigo —dijo Capella en tono bromista y sagaz, ladeando la cabeza y dejando la mejilla apoyada en su mano.

—Lo digo en serio —aseguró él, aproximándose para rozar sus labios al hablar.

Capella dejó escapar un suspiro y miró de reojo la salida, tomando una rápida decisión en su mente. Cuando volvió a posar sus ojos sobre los de Gordon, la reafirmó.

—Entonces, vamos —murmuró, agarrando su mano y apartándose para bajar al suelo.

Él la miró con confusión mientras le conducía afuera, pero una fugaz sonrisa de Capella le indicó qué podía estar pensando. No había prácticamente nadie en la sala común, mucho menos en la habitación, a la que no tardaron en subir.

Viendo de frente la cama y escuchando la puerta cerrarse, Capella respiró profundo y desechó todo pensamiento intrusivo de su cabeza.

—Te contradices un poco, ¿no? —dijo Gordon con el mismo tono burlón que había empleado Capella, hablando a sus espaldas.

Posó ambas manos en sus costados y apoyó la cabeza en el hombro de la chica, viendo su sonrisa de perfil.

—Es que yo sí te lo he dicho para acostarme contigo —siguió ella la broma, acariciando con las yemas de los dedos su mano, que bajaba por su cintura.

Él le respondió con un beso en el hombro, y después otro, más cerca de la clavícula, haciendo que se le quitaran todas las ganas de bromear. Lo único que se escapó por su boca fue un ronco suspiro.

No pasaron mucho tiempo antes de dejarse caer sobre el colchón, besando cada parte de piel descubierta que podían. Capella se apresuró a apagar la luz con su varita cuando las manos de Gordon se colaron por debajo de su blusa, acariciando el bajo de su espalda.

* * *

A la hora de la cena, Capella y Gordon no se separaban el uno del otro, sentados al lado. Sus piernas no dejaron de rozarse en ningún momento, mientras sus amigos charlaban sobre su día en Hogsmeade.

—¿Por qué estás tan contenta? —quiso saber Emmeline, mirando a su mejor amiga con el ceño fruncido.

—Eh... Por nada en especial.

—Ya. No me lo creo. Los dos no dejáis de sonreíros como un par de bobos —observó la pelirroja, escrutando a la pareja con la mirada.

Gordon se encogió de hombros y siguió comiendo, fingiendo que no ponía atención a la conversación. Pero se le escapaban miradas de reojo hacia su novia.

Emmeline, de repente, abrió mucho los ojos y se quedó mirando de cerca a Capella. Ella la apartó un poco, poniéndose nerviosa.

—Os habéis acostado.

—¿Qué? Yo... —balbuceó Capella, cohibida, mirando a su alrededor por si alguien lo había oído.

Pero el único que prestaba atención era Gordon, quien había decidido ocultar su cara bebiendo agua. No sabía disimular.

—Os habéis acostado —repitió Emmeline, esta vez sonriendo—. ¡Ya era hora! Podríamos hacer una fiesta de despedida de tu virginidad...

—¡Em! ¡Cállate! —exclamó Capella, totalmente roja, mientras Gordon se atragantaba con el agua al reírse—. Tú también, cállate.

—¡Pero esto es fantástico! —continuó Emmeline, demasiado entusiasmada—. Ahora solo queda Cora.

La mencionada, que tenía la vista perdida en algún punto de la mesa de Slytherin, reaccionó al escuchar su nombre, como si acabaran de despertarla de un sueño.

—¿Que yo qué?

—Que eres la última en... ¡Auch! Eso ha hecho daño, Capella...

Ella acababa de darle una patada por debajo de la mesa, mirándola con advertencia. Por supuesto que no le importaba que Coraline se enterase, pero no quería que Emmeline fuera pregonándolo a los cuatro vientos.

—Ya te lo diré luego —murmuró Capella, a lo que Coraline, confundida, asintió.

Gordon seguía con una sonrisilla de burla en la cara, y Capella le dio un empujoncito para que dejara de mirarla así. Sentía demasiada vergüenza en ese momento.

Así que, cuando la cena terminó y las cuatro se encontraban en la habitación, las inquisitivas miradas de Josephine y Coraline se posaron sobre Capella y Emmeline. La primera seguía de los nervios por la exaltación de la segunda, que sonreía y daba palmaditas.

—Hablad de una vez —pidió Josephine, la más perdida de las dos.

—¡Capella se ha acostado con Gordon! —chilló Emmeline, sin poder contenerse—. ¡Lo siento, tenía que decirlo!

Capella rodó los ojos y trató de no sonreír, pero era inevitable. Los gritos de Josie y Cora no tardaron en resonar en sus oídos, y pronto las tenía encima, llenándola de abrazos.

—A eso venía lo que ha dicho antes Em, Cora —dijo Capella cuando pudo coger aire entre los brazos de sus amigas.

Sintió los brazos de la rubia aflojarse, y en cuanto la miró percibió sus increpantes nervios. Les lanzó una mirada de reojo y enseguida apartó los ojos, sonriendo con incomodidad.

—Oh. Santa. Morgana —dijo lentamente Emmeline, llevándose las manos a la boca—. ¡Tú también! ¡Coraline Annabella Whittle, confiesa!

—Yo... yo no...

—Cora, te han pillado —canturreó Josephine, a lo que ella le dio un manotazo en el hombro.

Coraline se había colorado tanto que podría confundirse con las colchas de su cama. Se había quedado de pie, muy quieta, y lo único que movía era sus pulgares, que daban vueltas alrededor del otro.

—No te enfades —pidió en un susurro, mirando a Capella, lo que la asustó.

—¿Por qué iba a...? ¿Qué has hecho?

—Eh... Bueno... Es posible que lleve más de un año, uhm... con tu primo. Regulus.

Las caras de Capella y Emmeline eran todo un poema. A la primera la boca se le había abierto de par en par, y ni siquiera pestañeó ante el comentario, sin procesarlo. Em, por su parte, pasó de estar confundida a vocalizar extraños sonidos y agitar los brazos con ímpetu.

—¡Tú y...! ¡Oh, sí que te van los Black! Primero te pillas de Sirius, y luego de Regulus —exclamó, sin creerse todo el drama que estaba recibiendo en una sola tarde.

—Tendría que habéroslo dicho antes, perdón —se lamentó Cora, poniendo cara de pena—. Es que es algo muy complicado —añadió, arrugando la nariz.

Para entonces, Capella había logrado salir de su estupor, y se apresuró a darle un abrazo a Coraline antes de que se pusiera más nerviosa aún.

—Cielo, no sabes dónde te has metido —le dijo con una risa—. ¿No os he enseñado yo que los Black solo traen problemas?

Coraline se unió a su risa, todavía algo cohibida, y las otras dos corrieron para abrazarlas también.

—Deberíamos hacer noches de confesiones como esta —dijo Josephine, que como era la más alta no tenía la cabeza aplastada por nadie—. Ha sido divertido.

—No lo ha sido —replicaron Capella y Coraline a la vez.

Pero las cuatro volvieron a reír, y esa noche no durmieron hasta las tantas de la noche, dándose el lujo de pasar unas horas charlando sin preocupaciones.

Las semanas siguientes se basaron en celebraciones. Festejaron Halloween, y más tarde la victoria del primer partido de quidditch de la temporada. El capitán había pasado a ser Garrett aquel curso y, según Gordon y Josephine, les estaba dando mucha caña.

El cumpleaños de Garrett, además, fue unos días más tarde, por lo que su ánimo estaba por las nubes. No así el de Emmeline, quien, aunque se negaba a admitirlo, odiaba verlo tan feliz.

—Es que míralo, ligando con esa chica de quinto como si no pudiera verlo —dijo con amargura, sorbiendo el licor de su vaso—. No, sí sabe que puedo verlo, por eso lo hace.

—Em, déjalo, ya sabes que es un idiota —dijo Capella, con la cabeza apoyada en el hombro de Gordon, mientras los tres estaban sentados en los sofás de la sala común—. Además, tú te has acostado con dos chicos desde el mes pasado.

—¡Porque he pasado página! —aseguró Emmeline, cabreada—. De hecho, he quemado la página. Y el libro entero. Para qué querría yo ese libro viejo, grasiento y lleno de músculos, y guapo y... —Se calló, llevándose el vaso a la boca sin apartar la mirada de su exnovio.

—Creo que la hemos perdido —susurró Gordon en el oído de Capella.

—Me parece que tienes razón.

Ella se giró hacia la pareja con los ojos entrecerrados.

—Dejad de hacer cosas de novios delante mío —les espetó, señalando sus manos entrelazadas y la pierna de Capella, por encima de las de Gordon—. Par de... bobos. Ugh, no me queda más cosa de esta...

Se levantó de golpe y casi se cayó, pero se apoyó en el sillón y consiguió recuperar el equilibrio. Capella suspiró, prometiéndose quedarse vigilándola para que no le pasara nada malo mientras iba borracha.

Pero la fiesta se les acabó pronto. La profesora McGonagall, por algún fallo de su hechizo de aislamiento de sonido, les pilló. Y, obviamente, mandó a cada uno a su dormitorio.









cuando escribí esto estaba muy fluff no os creáis que va a seguir así porque el siguiente capítulo... digamos que viene cargadito

por cierto, en el cap anterior dije que cambiaba las actualizaciones a los martes pErO quería decir solo esta semana. en plan siguen siendo los lunes perdón por liar es que estaba cansada 🤙

en fin, que quedan dos capítulos del acto 3 y eso solo quiere decir que el 4 empieza el día 12 de julio, lmao no estoy preparada

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