𝗱𝗶𝘅-𝗵𝘂𝗶𝘁. 𝗹𝗮 𝘃𝘂𝗹𝗻𝗲́𝗿𝗮𝗯𝗶𝗹𝗶𝘁𝗲́
capítulo dieciocho:
la vulnerabilidad
El jueves por la mañana, las cuatro chicas salían de Pociones hablando entre ellas muy animadas. Por fin, Emmeline y Coraline habían vuelto a ser amigas, y tenían que ponerse mucho al día. Las dos se habían prometido que no volverían a pelearse por un chico nunca más, y ahora parecían felices.
A mitad de camino hacia el patio, porque tocaba descanso, Capella se dio cuenta de que se había dejado el libro de Pociones en la mazmorra. ¿Cómo era tan despistada? Lo necesitaba para hacer los deberes, así que no le quedó más remedio que dar marcha atrás y decirles a sus amigas que ya se encontrarían en Defensa Contra las Artes Oscuras.
En cuanto llegó a la puerta del aula, se dio cuenta de que estaba cerrada, así que la abrió con un Alohomora y se quedó de piedra al ver la escena que tenía delante. Dos personas se besaban de forma apasionada, y no le hizo falta mirar dos veces para reconocer la melena rubia que tenía enfrente de sus narices: era su hermana mayor, Nashira. No pudo retener un grito de sorpresa al ver a la otra persona.
Dahlia Rosier se estaba dando el lote con Nashira.
Al ir a salir de ahí, se chocó con la puerta y se cayó de culo al suelo, lo que hizo el ruido suficiente para que las dos chicas se separasen sobresaltadas. En quince años, Capella podía asegurar que no había visto nada semejante a la cara de terror puro que su hermana puso. Cuando se dio la vuelta, despacio, Capella se fijó que traía la camisa totalmente desabrochada, igual que Dahlia.
—Vete —le ordenó Nashira a Dahlia, con la voz más temblorosa que su hermana había escuchado salir de ella.
No se anduvo con rodeos, Dahlia recogió su túnica del suelo y se la puso de forma apresurada, saliendo de ahí a toda prisa sin mirar a Capella. La mazmorra se quedó en un silencio sepulcral que pesaba sobre los hombros de las dos. Nashira respiraba entrecortadamente y no le sacaba los ojos de encima de su hermana mientras se volvía a abrochar los botones de la camisa. Incluso habría podido jurar que iba a echarse a llorar.
—No puedes decir nada —dijo en voz baja Nashira, con tono suplicante—. Por favor.
Sonaba rota. Se llevó una mano a la boca, donde el pintalabios se había corrido, y negó con la cabeza. Capella se había quedado callada, sin saber cómo reaccionar ante la situación, así que Nashira decidió dar unos indecisos pasos hacia su dirección.
—Si padre se entera de esto me sacará de casa o... no sé lo que hará. Pero no puede enterarse, por favor, no puede enterarse o todo se acabará...
La desesperación con la que hablaba era más que evidente. Nunca, en toda su vida, Nashira se había mostrado débil ante su hermana. Jamás pensó que la vería así de vulnerable. Sabía muy bien que, en su lugar, Nashira no habría tenido contemplaciones en destrozarle. Pero ella no era como su hermana, y Nashira lo sabía.
—Eres muy buena persona, Capella. Por favor.
—¿Desde cuándo? —fue lo único que preguntó la pelinegra. Todavía no sabía cómo abordar todo lo que había pasado.
—Ha sido... cosa de un desliz —aseguró Nashira—. Ni siquiera ha tenido importancia.
—Estás mintiendo. Tienes miedo.
Nashira frunció los labios.
—Te gustan las chicas, Nash. Y aunque te niegues a aceptarlo, no tiene nada de malo...
—Claro que lo he aceptado —replicó la rubia—. Hace mucho, Capella. Pero eso no quiere decir que no sepa lo que debo hacer. A padre no le gustaría enterarse de que tiene una hija como yo, porque dos chicas no pueden darle la descendencia que él quiere que le dé. Y no me importa. Lo sé.
Capella se adentró del todo en la clase y fue hasta la mesa donde se encontraba su pesado libro de Pociones, agarrándolo y dándose la vuelta para enfrentar a su hermana.
—Piensas que soy una ingenua que no dirá nada porque tiene la suficiente empatía, pero no te has puesto a pensar qué pasaría si fuera al revés. ¿O sí? ¿Qué harías si yo fuera tú?
—Te encubriría —mintió Nashira, tan natural que a Capella le entró la risa floja.
—No, no lo harías. Ahora mismo estarías escribiéndole una carta a padre para que cuando volviera a casa me torturase más de lo que ya lo hace. Pero sabes que yo tengo un mínimo de decencia y no te haré lo mismo. Por una vez, me gustaría ser tan despreciable como tú, Nash. Porque no sabes las ganas que tengo de que recibas lo que das.
Dejando con la palabra en la boca a su hermana, Capella se dio media vuelta y salió del aula con el corazón latiendo muy deprisa. Nashira le debía una muy grande, porque tenía razón. A su padre no le gustaría nada enterarse de que Nashira era lesbiana. Pero ella haría lo que fuese por guardar su secreto, incluso verse débil. Y Capella pensaba que tendría el control sobre su hermana ahora que conocía su secreto.
* * *
Capella iba rumbo a la habitación de su primo, para preguntarle si le escribían a Andromeda sobre la siguiente salida a Hogsmeade, para verse. Esta vez, Deneb podría venir oculta con la capa de invisibilidad, si se aseguraban de tener más cuidado que cuando Eridanus la pilló a ella...
Estaba claro que no esperaba encontrarse a un ciervo y un gran perro negro en la habitación, uno frente al otro como si estuviesen a punto de enfrentarse en una pelea. Se escuchó un golpe sordo y un quejido, que provenía de debajo de una de las cuatro camas, donde Peter acababa de aparecer. El ciervo y el perro se le quedaron mirando, y aunque Capella quiso salir corriendo, sus pies no respondían.
—¡Capella! —gritó Peter asomando su cabeza, notablemente nervioso—. ¿Qué haces aquí?
La chica abrió la boca, pero no salió nada de ella. Permaneció en su sitio, mientras los dos animales parecían intercambiar miradas y tampoco se movían. Hasta que Remus llegó a la habitación y se quedó con la palabra en la boca.
—Vamos a gastar una broma —dijo Remus pasados unos segundos, sonriendo de forma nerviosa.
—Sí, es ultrasecreta, así que no puedes decir nada de lo que has visto —apuntó Peter, quien aún no había salido de debajo de la cama.
—¿Cómo...? ¿Qué...? —intentó preguntar Capella, pero sin poder completar las frases—. ¿Cómo habéis metido a un ciervo aquí dentro? Y tú —dijo, señalando a Peter, que se ocultó un poco más— no estabas ahí cuando he entrado.
—Todo tiene una explicación razonable —aseguró Remus.
—Explicádmela, por favor.
—Magia —dijo Peter al cabo de un rato, con un tono misterioso.
Capella dio un paso adelante, cuando al fin sus pies parecían volver a poder moverse, en dirección a los dos animales. Ambos se habían quedado en su sitio, como si les hubiesen echado un encantamiento inmovilizador.
Por fin, Peter salió de debajo de la cama y se colocó al lado de Remus. Los dos miraban con inquietud a Capella agachándose para ver de cerca al perro, sin saber qué hacer.
—Yo he visto a este perro antes —dijo Capella.
—No —negó Remus, tal vez demasiado rápido.
—Sí, lo he visto. Estaba en casa de Sirius a principios de verano, pero le pregunté a Regulus y me dijo que me estaba volviendo loca...
Capella se dio la vuelta, dándoles la espalda al perro y al ciervo. Antes de que pudiera reprocharles algo a los chicos, los dos abrieron mucho los ojos y negaron con la cabeza, mirando por detrás de la chica. Volvió a girarse y, en el lugar del perro, estaba Sirius.
—¿¡Qué!?
—¡Sirius! —exclamó Remus en tono de reproche.
—¿¡Por qué te has transformado!?
Capella soltó un chillido al ver a James donde antes había estado el ciervo.
—¡Tú también lo has hecho!
—¡Chicos!
No fue hasta que Capella se dirigió hasta la puerta con la única intención de dar un portazo que los gritos de los cuatro chicos cesaron.
—Ya basta —les ordenó cuando la atención recayó sobre ella—. Creo que tenéis algo que explicar.
Intercambiaron miradas por varios segundos, como si pudiesen saber exactamente lo que estaban pensando. Sirius fue quien habló.
—Somos animagos.
—Pero... ¿cómo lo habéis logrado?
—Siendo grandes magos —respondió James con prepotencia.
—Tú eras el perro que había en tu casa —murmuró Capella, y Sirius asintió, rascándose la nuca—. Y tú eres un ciervo, pero Peter...
—Una rata —completó él, viéndose algo avergonzado.
James puso una mano en el hombro de Peter en señal de apoyo, sonriéndole.
—¿Y cómo es que no se lo habéis dicho a nadie? Siempre llamando la atención y ahora que resaltáis de verdad... Oh, ¿y tú en qué animal te transformas, Remus?
Él tragó saliva y se estiró el cuello del jersey.
—N-no lo he conseguido todavía.
—¿Y por qué no me lo habías dicho? —le reprochó a su primo, una vez recuperada del susto inicial—. ¡Con lo que os gusta a vosotros presumir de todo!
—Bueno, es que somos animagos no registrados —puntualizó James—. Es algo ilegal, así que no podíamos ir gritándolo.
—No digas nada, por favor —pidió Peter.
Capella les observó detenidamente antes de contestar. Sirius no dejaba de lanzarle furtivas miradas a Remus, quien se estaba mordiendo las uñas de forma nada disimulada mientras no era capaz de mirar a nadie a los ojos. Peter tenía la cara colorada y daba la sensación de que iba a ponerse a chillar en cualquier momento, porque no era capaz de mantener la boca cerrada mientras evitaba a toda costa posar sus ojos en Remus. Y James solo sonreía a Capella como si no acabase de pasar nada extraño en la habitación.
—Está bien, no diré nada. Podéis confiar en mí, soy buena guardando secretos —les aseguró.
Tenía razón, no le había dicho a nadie que Remus era bisexual ni que le gustaba Sirius, a pesar de lo mucho que le desesperaba ver la cara de bobo que tenía Sirius siempre que estaba cerca de Remus. Estaba claro que le gustaba, no sabía por qué no lo había notado antes. Pero no podía hacer nada por ellos, porque había prometido que no se metería.
Aunque lo que no sabía era que ya no necesitaban ayuda para darse cuenta de los sentimientos del otro.
—Gracias —dijo James, acercándose a Capella y pasando un brazo por sus hombros—. Si nos disculpas, Sirius y yo estábamos en medio de una discusión.
—Pero si estabais transformados, ¿cómo estabais discutiendo?
—Intentábamos averiguar quién aguantaba más rato la mirada sin pestañear, los perros o los ciervos.
—¿Y qué hacía Peter debajo de la cama?
—Oh, estaba cogiendo la mar...
—La maravillosa idea de callarse la boca —interrumpió Sirius, acercándose también a su prima—. Adiós, Ella, ha sido un placer verte y desvelar nuestros secretos. Pero tenemos cosas que hacer.
Capella rodó los ojos, pero se rio y salió por la puerta, yéndose de nuevo a la Sala Común.
BUENO TREMENDA REVELACIÓN who was expecting that??????
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