𝗰𝗶𝗻𝗾𝘂𝗮𝗻𝘁𝗲-𝘁𝗿𝗼𝗶𝘀. 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝘀𝘀𝗶𝗼𝗻
capítulo cincuenta y tres:
la misión
Dumbledore les había dicho que esperasen a Dahlia en la esquina de un oscuro callejón de Brighton. Capella sabía que la mansión Rosier se encontraba a las afueras de la ciudad, escondida de la vista de los curiosos muggles.
Peter y ella se encontraban, francamente, nerviosos. Sabían lo que tenían que hacer porque llevaban toda la semana planeándolo o, más bien, escuchando los planes de Dumbledore sobre ello.
—¿Capella?
La voz de Dahlia sonó débil y casi suplicante, cuando reconoció el rostro de la chica, y sus ojos la miraron con cierto miedo. La expresión en el rostro de Peter era casi calcada a la de Dahlia, ambos dubitativos, como si fueran a desaparecerse en cualquier momento.
En brazos cargaba al bebé que habían visto en la fotografía. Por lo que Dumbledore les había comentado, era su hija y se llamaba Camille. Malcolm Avery era el padre, y Capella estaba segura de que los Rosier y los Avery les habían obligado a casarse, porque la pequeña debía de haber nacido hacía dos años, cuando apenas terminaban la escuela.
—Hola, Dahlia. Cuánto tiempo... —La rubia les apuntó con la varita, temblándole la mano al hacerlo—. Creo que no será necesario, venimos en son de paz.
—No soy de los vuestros. Así que más os vale... más o vale iros antes de... de que...
—Dahlia, sé que tú no quieres estar entre sus filas —la interrumpió Capella, andando en su dirección con las manos en alto para que viera que no llevaba la varita—. Queremos ayudarte. A ti y a Camille.
—¿Ayudar? ¿Por qué ibas a querer hacer eso? Te fuiste de ahí hace casi tres años, no quieres meterte de nuevo con ellos —la retó Dahlia.
Capella le dirigió a Peter una mirada de reojo. El chico tenía la varita sacada, pero no apuntaba más que al suelo, mientras que la de Dahlia seguía en ristre.
—Sabes que somos parte de la Orden del Fénix. Dumbledore quiere que os ayudemos, y a cambio nos harás un favor.
Con cautela, Capella posó su mano sobre la de Dahlia, haciendo que bajara la varita.
—¿Qué favor?
—Me vas a infiltrar entre los mortífagos —dijo Peter, mirando fijamente a Dahlia. Su voz sonó mucho más firme de lo que se sentía—. Y después fingiremos tu muerte y te esconderemos con tu hija.
Dahlia se quedó muda, y afirmó el agarre de su hija entre sus brazos, que miraba a Peter y Capella con curiosidad en sus ojos azules.
—¿Por qué quieres que te meta ahí? ¿Sabes lo peligroso que es, Pettigrew? Es un completo suicidio y no voy a permitir...
—Sabemos lo que hacemos —cortó el chico—. Son órdenes directas y las cumplimos. Es la única forma de que mantengas a salvo a tu hija.
Capella no recordaba haber escuchado hablar a Peter en un tono tan serio nunca antes. Aunque también era cierto que no les tocaba juntos en una misión desde hacía bastante tiempo. Dahlia también parecía sorprendida por ello, ya que había compartido clases con el chico por siete años y solo había visto su faceta bromista y vaga.
—Lo único que tendrías que hacer es llevar a Peter hasta Voldemort. Nosotros nos encargaremos de lo demás.
—No entiendo en qué os beneficia esto.
—Dumbledore sabe algo. Si no, no nos lo pediría —repuso Capella.
—No vas a tener más oportunidades de huir de ellos —le avisó Peter—. Así que más te vale actuar con precaución.
Dahlia tragó saliva, les miró durante unos segundos y asintió con la cabeza.
Impaciente, Capella esperaba a que Peter volviera al cuartel general. Había salido hacía tres horas a buscar a Dahlia para que esta le llevara frente a Voldemort, y se suponía que debería haber vuelto hacía una hora. Pero Voldemort era impredecible, y aquello era más arriesgado de lo que pensaban.
Dumbledore le había estado dando clases de Oclumancia a Peter durante todo el año, o eso le confesó el chico, que no sabía para qué eran hasta que llegó el momento. Voldemort no podía entrar en su mente. Y Dumbledore dedujo que sería buena idea que Capella practicara también Oclumancia, por lo que desde el jueves pasado llevaba asistiendo a sus clases.
Eran exhaustivas porque daba lo mejor de sí por que Dumbledore no viera sus secretos. Y lo curioso era que funcionaba, porque Dumbledore no había podido ver nada sobre su madre ni su tía Gaia y la maldición. Solo le dejaba ver recuerdos sin importancia, aunque de vez en cuando se colaba alguno sobre Cepheus o Evan que habían quedado en el olvido.
—Lo estás haciendo estupendamente, Capella —le felicitó Dumbledore, mientras aguardaban a que Peter regresara—. Me atrevería a decir que naciste con el don de la Oclumancia.
—Siempre me han dicho que soy buena ocultando cosas, supongo —murmuró Capella, sobándose las sienes. La cabeza le iba a explotar después de pasar dos horas con Dumbledore pululando por ella.
Pasaron un par de minutos hasta que un ruido se escuchó en la parte de abajo de la casa. Dumbledore le indicó a Capella que permaneciera en su lugar —en una de las habitaciones del segundo piso, donde normalmente entrenaban a los duelos— y bajó él mismo a comprobar lo que era. Subió a los treinta segundos con Peter.
El chico tenía los ojos rojos y dos cortes finos pero brillantes, uno en la mejilla y otro en el cuello, justo por encima de la nuez. Se sujetaba el antebrazo izquierdo, tiritando y mirando al suelo.
—Cuéntanos, Peter, cómo ha ido —pidió Dumbledore.
En respuesta, él se levantó la maga de la túnica, dejando ver un tatuaje negro de una calavera con lengua de serpiente. La Marca Tenebrosa. Capella tragó saliva.
—Dahlia me llevó frente a él —balbuceó Peter—. De cerca, Vol-Voldemort es… horrible. Tu prima la loca estaba justo a su lado, él estaba sentado en una silla que parecía un trono —recordó, con un escalofrío—. Bellatrix se acercó porque me reconocía y apretó una daga contra mi cuello. Y… y me hizo un corte, pero él le ordenó que parara.
Capella apoyó una mano en el hombro del trastocado Peter.
—Me preguntó qué quería y dije lo que acordamos: «Desearía pertenecer al lado vencedor, junto al Señor Tenebroso». ¡Pero se rio en mi cara! ¡Me llamó pequeño traidor asqueroso y dejó que Bellatrix me amenazara de nuevo y me cortó en la mejilla! —Peter hablaba agitado, cada vez más inquieto y trabándose menos—. No sé qué tenía esa daga, pero creo que estaba envenenada, porque me sentía fatal y... Él me humilló frente a todos los demás mortífagos que había y... Después habló en un tono muy bajo, casi siseando como... como una serpiente.
»Me dijo «El desleal quiere serme fiel, ¿cómo voy a fiarme yo de él?» Y sonreía como si fuera a matarme ahí mismo. Pero entonces me agarró el brazo, clavándome las uñas, y entró en mi cabeza. No le dejé ver nada, lo juro —aseguró Peter—. Le enseñé los recuerdos falsos, como debía, y él se lo creyó. Y... me puso la Marca.
Peter terminó su relato con lágrimas en los ojos. Capella le obligó a que se sentara en una silla, porque sus piernas parecían a punto de fallar en cualquier momento.
—¿Y Dahlia? ¿Qué pasó con ella?
—Su hermano se la llevó en cuanto me trajo —respondió Peter—. Pero, después de ponerme la Marca, cuando pude ver a través del dolor, ella volvía a estar ahí. Su hermano no parecía nada contento.
—Bien —dijo Dumbledore—. La segunda fase del plan de infiltración está completa, y esta era la más importante. Felicidades, Peter.
Él se encogió sobre sí mismo en la silla, asintiendo.
—¿Le hablasteis a Dahlia sobre la tercera parte?
—Sí.
—Estupendo. Avisaré a Alastor y le diré que es una misión de rescate.
Una semana más tarde, el último día de mayo, iba a llevarse a cabo la última parte del plan.
Los mortífagos pensaban atacar un pequeño pueblo de Gales en busca hijos de muggles, ya que en el registro estaban apuntados dos niños que vivían ahí. Dahlia le había revelado esta información a Peter, que a su vez se lo había comentado a Dumbledore. Y, como Dahlia iba a asistir a la redada, era la perfecta ocasión para realizarlo.
Capella se apareció junto a Emmeline, Edgar Bones, Dorcas Meadowes y Alastor Moody en aquel pueblo. Los primeros tres pensaban que solo estaban ahí para pararles los pies a los mortífagos, y como no eran aurores no podían matarlos. Moody, sin embargo, estaba al corriente solo de la parte donde pretendían ayudar a escapar a Dahlia Rosier.
Media docena de mortífagos estaban reunidos en una plaza. Había un par de muggles petrificados en el suelo, que movían los ojos con alarma escuchando los cuchicheos y las risas del grupo de enmascarados. Eran cuatro hombres y dos mujeres. Una de ellas debía ser Dahlia.
La batalla empezó tan pronto los mortífagos los vieron. Los rayos volaron sobre sus cabezas. Capella se escondió junto con Emmeline detrás de un coche cuando una maldición asesina les pasó prácticamente rozando las orejas. Se asomó, sabiendo que tenían que actuar pronto.
Emmeline salió a la ayuda de Edgar, quien luchaba con dos mortífagos a la vez. Dorcas había aturdido a otro de los hombres y luchaba con el cuarto. Por su parte, Moody lanzaba hechizos a las dos mujeres. Como podía ver por debajo de las máscaras, le hizo un sutil gesto con la cabeza a Capella, señalando a la de la derecha. Esa era Dahlia.
Lo tenían todo listo. Capella y Moody levantaron la varita al mismo tiempo que Dahlia lanzaba un encantamiento que la envolvió en polvo, apartándola de su campo de visión. El rayo de luz verde salió de la punta de la varita de Moody y se internó en la polvorienta nube, mientras que el de color escarlata de Capella se dirigía a la otra mujer, desarmándola.
La varita cayó en sus manos. La reconoció al instante: era la de su hermana.
El polvo se disipó y Nashira corrió donde Dahlia se encontraba, desplomada en el suelo. Se escuchó un grito y la pelea se terminó, pues dos de los mortífagos se desaparecieron al ver la escena. La careta de Nashira se cayó y ella misma se la levantó a Dahlia. Sus ojos marrones estaban abiertos de par en par, pero por mucho que Nashira la zarandeaba, ella no respondía.
Dorcas se desapareció con el cuerpo del mortífago aturdido. Edgar tenía atado al otro que no había logrado escapar, y cuando levantó su máscara fue cuando más ganas de vomitar sintió Capella. De un momento a otro, las miradas cargadas de odio y rabia de Nashira Black y Evan Rosier estaban posadas sobre Moody y ella.
Las cuerdas que sujetaban a Evan se incendiaron, evaporándose al instante. Nashira sujetaba el cuerpo de Dahlia entre sus brazos, con lágrimas en los ojos. Emmeline intentó frenar a Evan, que avanzaba hacia Capella, pero él la desarmó sin esforzarse y Emmeline cayó hacia atrás.
—Vete. Yo me encargo —avisó entre dientes Moody.
Capella guardó la varita de su hermana en un bolsillo y apretó la suya con la mano izquierda, apareciéndose al lado de Emmeline y agarrándola del brazo. Pero, justo cuando iba a desaparecerse de nuevo para llegar al cuartel, sintió algo desgarrándose en su interior, un ardor que comenzaba en su garganta y se perdía por el resto de su cuerpo.
Y entonces solo recordaba un grito agudo y un golpe contra el suelo.
besties me gusta la intensidad, se había notado?
btw sé que no está muy explicado lo de la tercera parte pero las dudas se resolverán en el siguiente cap ydowjshsksjs 👀 recordad la parte del plan de /fingir/ su muerte, gracias
nos leemos el lunes que viene con el capítulo 54, help cómo hemos avanzado tanto
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