the lunch.

Patético.

Así se siente Park JiMin, mientras observa su propio reflejo en el espejo del extenso baño de la oficina. Sus labios se juntan en una línea recta al ver la horrorosa manera en la que el traje negro le da una imagen de un hombre diferente; uno adicto a los negocios y en el que realmente se convirtió. ¿Cómo fue que pasó? ¿Cómo fue que suprimió su naturaleza cerril en su totalidad, convirtiéndose en un humano insípido del montón?

Ni él lo sabía con certeza.

Con la mirada fija al frente, critica en su mente todas aquellas cosas que cambiaron en sí mismo desde que se decidió por cruzar las puertas de aquel imponente edificio. Sin tener ningún conocimiento de lo que repercutirá en un futuro cercano. Apartándose de su vida en los bosques frondosos, la caza en su imponente figura de lobo, sentir la carmín sustancia metálica deslizar por sus colmillos filosos y simplemente la increíble consciencia de que era libre. Sin tener que regirse bajo las normas huecas del hombre y actuar como polillas cegadas por la luz del poder.

Él no es un ser normal. Él es una criatura que los humanos detestan a tal punto que decretaron una ley obligatoria en la que los hombres-lobo no pueden convivir en ninguna circunstancia en este mundo en el que la especie predominante y superior es el ser humano. Por esa razón, es que todas las manadas que habitaban en lo recóndito de los bosques se vieron obligadas a camuflarse, los cazadores prontamente iban a iniciar su tarea de extinguirlos.

Todo estuvo bien mientras eran un secreto, un simple mito, y nadie sabía de su existencia, sin embargo la curiosidad humana les cobró su propia sociedad construida alejados de ellos.

Odia tanto a esa raza mezquina y estólida que le arrebató todo lo que tenía. Su vida. Su manada. Su familia. Su dignidad.

Él con tan solo quince años se vio obligado a escapar de su hogar, tuvo que crear una nueva realidad. Una mujer y un hombre lo acogieron como si fuera un hijo para ellos, le brindaron estudio y todo lo que pudiera necesitar para ser un individuo social funcional. Sin embargo, nunca pudo ser agradecido porque el sentimiento de rencor era mucho mayor que unas cuantas buenas acciones.

Y vaya que la vida era tan irónica, teniendo que servir a la merced de otros como ellos ahora. Oculto, oprimido.

Park pasó la mano por las hebras de su cabello oscuro, echándolo hacia atrás y dejando solamente caer en su frente unos escasos mechones rebeldes. Verificó que el costoso reloj de cuero en su muñeca estuviera en la posición correcta, viendo a su vez que faltaban unos cinco minutos para que el tiempo de descanso finalizara.

Genial, tan poco para volver a la rutina aburrida.

Con sus ojos avellanas aún sobre el reflejo en el espejo, alisó el saco del traje y afloja levemente la corbata negra con sus manos; bien que podría estar insultando la normativa de vestimenta, pero a este punto no es que le importara. Además, él es Park JiMin. No es un empleado ordinario, cuenta con la suerte de estar dentro de los altos mandos del lugar.

Vicepresidente de Kim Enterprises.

Un puesto difícil de conseguir, no obstante él logró hacerlo; un hombre de veinticuatro años común y corriente –aparentemente–. Escalando lo suficientemente alto, y conociendo lo estrictamente equivalente que era a la cantidad de funciones que debía de cumplir. Un buen trabajo, un buen puesto y una buena recompensa monetaria.

¿Qué más podía pedir? Pregunta insulsa.

Niega con su cabeza, negándose a seguir pensando en las mismas tonterías mientras que aún le quedaba un papeleo inmenso en su oficina. Dando un último vistazo al espejo, empuja las puertas elegantes del baño y con una expresión neutra camina por el corto pasillo hasta llegar directamente a su propio espacio.

En momentos como este, agradece que su oficina tuviera un baño privado dentro de esta. No se sentía con el ánimo agradable como para soportar ver rostros curiosos, escuchar saludos y cuchicheos, ni mucho tener la presencia de cierta persona mortificando su existencia. No hoy.

Pero para su mala suerte, su teléfono sonó y no sabía qué decía de él que supiera perfectamente de quién se trataba.

—Ven a mi oficina. Ahora. —dijo con voz monótona, y JiMin suspiró irritado.

—Al menos se más cordial, ¿no? —si bien estaba acostumbrado a esos tratos por parte de Kim, eso no le impedía molestarle de vuelta.

Oyó el quejido bajo del otro lado de la línea.

—Tienes dos minutos, Park.

—Soy el vicepresidente, trátame como tal.  —escupió en una tonalidad plana, felicitándose por su autocontrol, ocultando sus emociones negativas dirigidas hacia Kim TaeHyung a pesar de que resultara un intento muy difícil.

—Y yo soy el jefe. —odió el egocentrismo en sus palabras, JiMin apretó la mano dentro del bolsillo de su pantalón y se dijo que debía calmarse en profesar alguna maldición a su idiota jefe—. Espero verte en un lapso corto de tiempo, Park. Mi paciencia es limitada.

Limitada es su brújula moral cuando está cerca de él, deseando hacerle tragar sus propias palabras de la peor manera.

¿Tendencias psicópatas? No lo sabría explicar.

Y colgó.

Dejándolo con la palabra en la boca. Incompetente.

—Solo trata de no volverte loco, JiMin. —se dio ánimos a sí mismo, dejando el teléfono en el escritorio y peinó sus cabellos oscuros en un acto de manía.

Soltó un suspiro antes de abandonar su oficina, teniendo que dirigirse a la que quedaba a veinte pasos de la suya. Hace unos años estaba cazando conejos en sus fauces, y ahora… recibiendo órdenes de un mandón.

Cuando llegó a la puerta ni siquiera se molestó en tocar, el surco en medio de sus cejas se profundizó al ver la expresión ceñuda de Kim sentado en su silla como si estuviera en algún tipo de trono y esperaba que los demás sirvieran ante él.

—Pensé que tendría que esperarte toda la eternidad. —dijo, volviendo la atención al portátil en el escritorio.

JiMin en serio quería tanto tomar su corbata y apretarla contra la garganta de su estúpido jefe hasta que el rostro perdiera aquella tonalidad morena. O tal vez enterrar los fuertes colmillos en su cuello, viendo perfectamente su actitud repelente desvanecerse. O empujarlo contra el escritorio y...

Basta. Concéntrate, JiMin.

—Ya vio que no, estoy aquí. ¿Qué quieres? —cerró la puerta detrás de sí, cruzándose de brazos.

Kim lo repasó con la mirada durante unos segundos antes de formar una mueca casi imperceptible.

—Seo ChangBin tiene la idea de formar un convenio con nosotros en cuanto al desarrollo informático de nuestra base de datos. —dijo, apoyando el codo sobre la mesa y dirigiendo la mirada hacia él.

Le sorprendió que mencionara que Seo quería crear una relación de su entidad competente con Kim Enterprises, cuando conoce el historial de enemistad entre ambos. Esa propuesta debía venir con una connotación netamente económica y empresarial porque no encontraba otra explicación para tan repentino movimiento por parte de ChangBin. Park había aprendido que la naturaleza humana está sujeta a un carácter ambicioso, sin importar el resto de factores buscaría una manera de obtener lo que deseaba, ese poder.

—¿Y eso beneficia a la empresa en qué? —JiMin arqueó una ceja, curioso.

—El canal fluyente de dinero será más efectivo, y al ser más efectivo por ende, existirán mayores ganancias en el resguardo.

Tenía sentido.

—¿Y piensa aceptar ese trato tan... impropio?

No le dio buena espina la pequeña curvatura en los labios finos del idiota de su jefe.

—Lo estoy considerando. Por lo que necesitaría tu presencia en la reunión con Seo.

JiMin frunció el ceño ante ello.

—No es mi obligación estar presente, eso podrías fácilmente solucionarlo tú. —su tono de voz fue tenso, internamente tratando de controlar sus instintos animales de atacar. Si bien se felicita por tener un buen autocontrol la mayoría de las situaciones, a veces simplemente había un límite.

—Claro que es tu obligación porque debes obedecerme, soy tu jefe, Park. —TaeHyung gruñó por lo bajo, levantándose también cuando observó que él lo hacía.

Su paciencia se agotaba.

—No soy tu perro faldero, Kim. —gruñó cuando estuvo lo suficiente cerca, la cabeza en alto mirándole con ímpetu. Él hablaba en serio, no se dejaría controlar por ese patético hombre con aires de superioridad.

Su postura reflejaba el desafío que le imponía, los hombros rectos y la tensión en su mandíbula en señal de contención. Debido a la cercanía, casi podía sentir la respiración encima de su rostro.

—Puedo despedirte si quisiera, ¿sabes? —amenazó y JiMin sonrió ladeado.

—Pero tú no quieres eso... después no tendrás a nadie quien joda tu codicioso culo. —la expresión sorprendida de Kim valió la pena, retrocediendo cuando dio un paso más con el propósito de invadir su espacio personal—. ¿O acaso me equivoco?

—No te creas tan especial.

JiMin, cansado de tanta palabrería, lo empujó contra el escritorio importándole poco que algunas cosas cayeron al suelo por el impacto. La mano se apoyó en el borde de la superficie justo donde Kim quedó, aprovechando la situación para colar una de sus rodillas en medio de las piernas ajenas. La sonrisa en sus labios gruesos fue grande al observar el estado de desprotección en que había atrapado al hombre menor, no demoró en enterrar su rostro en el cuello bronceado y rescatar todo su olor a cítricos. Tomando desprevenido al otro.

—¿Eso crees? ¿En serio tú mismo no me has gemido en el oído que soy el mejor haciéndolo?

Lo sintió vibrar bajo el roce de sus labios en la piel, TaeHyung lo agarró por la corbata, pero no hizo nada para alejarlo en realidad. Park sintió la mano pesada en su cabeza cuando fue besando en un recorrido lento ese cuello que, a pesar de no querer admitirlo, lo empujaba a saciar sus más instintivos deseos carnales.

JiMin se odiaba por haber caído tan bajo con este humano estupido. No cabía aún en su cabeza que se hubiera desarrollado un tipo de relación extraña de odio-sexo con su jefe, debería detenerse, pero no podía. Ni siquiera tenía claro en qué momento exacto fue que comenzó, solo que se encontraba en un punto de no retorno.

—Aléjate. —quiso sonar firme, pero notó con facilidad el flaqueo en su voz.

—¿Eso quieres? —lo empujó mucho más contra el escritorio, utilizando su fuerza para subirlo allí ignorando el pequeño quejido que soltó Kim. Quería acorralarlo, hacerlo entrar en pánico porque con él no se juega y se puede salir inmune.

—Eres un idiota, cualquiera puede entrar a la oficina y vernos así. —anticipó los intentos de alejarlo, pero Park no se dejó por ningún motivo.

—No lo harán, nadie es tan valiente para irrumpir en tu oficina.

Aprovechando que tenía más ventaja en masa muscular, puso sus manos en las caderas de Kim y besó el contorno de su mandíbula hasta tomar su boca con fiereza. Disfrutando tanto de oír su jadeo, sentir las piernas alrededor de su cintura acercarlo y esas manos delgadas tomarlo del rostro. Su boca deshaciéndose en el sabor de la fresa del cigarro eléctrico que seguro fumó antes de que llegara, podría jurar que cada vez que lo probaba se volvía más adicto a la esencia.

Empujó sus caderas contra la pelvis de TaeHyung, una sonrisa apareciendo en medio del contacto que se convirtió en una guerra de poderío. Su lengua se abrió paso en el interior, las manos recorrieron un camino debajo de la camiseta blanca y se concentró en comerlo. La erección en sus pantalones empezaba a molestar, pero no era el único con ese problema porque era capaz de sentir gracias a la cercanía el bulto de Kim contra su abdomen.

—Para ser tan arrogante, sabes tan bien. —JiMin gruñó, soltando esos labios que lo invitaban a poseerlo. Meter su polla entre ellos hasta dejarlos mucho más rojizos e hinchados que ahora. Joder esa boca mandona.

—Cierra la boca y bésame, Park. No te he dado permiso de hablar. —la orden estaba allí, los ojos redondeados y sublimes de TaeHyung brillando en diversión al observar su rostro imperante con una ceja alzada cuestionándole.

—Eres tan irritable.

—No puedes parar de joder a este irritable.

Le dio la razón en silencio, a pesar de que no quisiera, besándole de nuevo fuertemente. Le robó el aliento, Kim también se lo robó sin quedarse atrás, pero su lado primitivo imploró más. Sus dedos agarraron las hebras posteriores del rubio, jalando su cabeza hacia atrás sin ningún tipo de delicadeza y eso robó un exquisito gemido que a los oídos de Park fue perfecto.

Perfecto para la erección que presionaba contra la pretina de su pantalón.

El cuello suave quedó a su disposición, sonrió antes de enterrar su rostro allí y olerlo casi con posesión. Poco a poco mojándolo con su lengua ansiosa de tomar su sabor, solo que no se quedó en unas simples lamidas, los colmillos filosos se asomaron entre sus labios gruesos.

—¿Qué hac- ¡Mierda, JiMin!

El filo traspasó esa bonita piel en el área del hombro, el cuerpo de Kim sufriendo un espasmo por la repentina mordida que despertó hilos de placer. JiMin podía saborear la sangre en su lengua, cada uno de los impulsos animales que iban en su ADN activándose poco a poco, pero se obligó a controlarse, no podía perder el control.

—Tenías que morderme, maldito hombre lobo.

A pesar de que TaeHyung supiera su secreto.

La voz de su jefe tropezó, las grandes manos que antes estaban en su espalda bajaron a sus glúteos para acercarlo mucho más, el brillo rojizo en sus orbes siendo una señal de que las cosas podrían subir de nivel si no se detenía o ejercía autocontrol.

—Tu sangre es exquisita, precioso. —una risa ronca burbujeó de su pecho antes de empezar a lamer los cuatro orificios rojizos resultantes de la perforación, eliminando cualquier rastro del líquido carmesí.

—Joder, no me digas así. —aunque se estuviera quejando, su cuerpo vibró en respuesta contraria. JiMin sabía que le encanta que lo llame de esa forma. Kim se perdió, restregando su erección viva contra la suya. Ambas bocas liberando jadeos bajos—. Olvida la puta reunión de veinte minutos y soluciona el problema que causaste. Follame.

Oh.

Eso no iba a ser tan fácil.

—¿Acaso ese es el señor Kim rogándome? —fue tomando distancia hasta librarse de las manos ajenas que parecían no querer dejarlo ir, la mirada desconcertada del menor le hizo sonreír burlón mientras acomodaba la corbata de su traje elegante y volvía a su postura altiva—. ¿Qué dirían de usted, un hombre duro y mandón, al descubrir que ruega por una polla como una puta?

JiMin gozó de ver las piernas de TaeHyung temblar ligeramente solo por un par de palabras malsonantes y denigrantes, al igual que la maravillosa forma en que su rostro agarró un color carmesí brillante. Fascinante.

El señor Kim era apuesto y atractivo, pero con este aspecto resultaba jodidamente hermoso. Suave. Destructible.

La mordida reciente mostrándose en el hombro pálido y desnudo debido al borde del saco que fue deslizado por su persona anteriormente, su pecho subiendo y bajando en un lento frenesí, aquellos labios rosáceos entreabiertos aún húmedos por la saliva compartida. Sin duda, no era el mismo TaeHyung que todos veían en el exterior de estas cuatro paredes, él era capaz de convertirlo en otra cosa más domable.

No debería sentirse orgulloso ni complacido por esa hazaña.

—Eres un idiota. —dijo arrastrado, bajándose del escritorio revuelto—. Vuelve aquí.

—No. Qué lástima pero en mis planes no estaba joder contigo, Kim. Tómalo como una servida de tu propia medicina.

Su lengua se pasó por los colmillos aún visibles con una expresión de coquetería en su pincelada rostro masculino. Un gruñido más animal que humano resonó en la sala, TaeHyung lo miró por unos segundos antes de fruncir el ceño molesto e indignado.

No pudo importarle menos.

—Te atreves a ir-

—Ya lo hice, conejito.

JiMin caminó unos pasos hacia la salida con una sonrisa triunfante, dispuesto a cumplir su palabra de marcharse, pero unas manos fuertes en los hombros le hicieron girarse en su propio eje sin dejarle tiempo para reaccionar. Los ojos lujuriosos y vibrantes de TaeHyung fue lo primero que observó antes de que fuera arrastrado hasta el amplio sofá en una esquina de la oficina.

Su respiración se detuvo cuando Kim se sentó a horcajadas de él, cada muslo a un lado de su cadera y una curvatura traviesa apareciendo en sus labios hinchados.

—¿Qué se supone que haces, Kim? —gruñó Park, molesto con el nuevo rumbo de la situación. A pesar de que su erección no parecía estar en otra sintonía porque su excitación solo aumentó al tener a TaeHyung encima suyo.

—Bien dije que no te atrevieras a irte y dejarme. —TaeHyung enredó la corbata ajena en su mano y levantó la cabeza de JiMin, quedando a escasos centímetros—. La reunión se puede ir a la mierda, tú me joderás aquí y ahora mismo, lobito.

JiMin de verdad estuvo a punto de no cumplir los deseos de su estupido jefe, pero escucharlo llamarle 'lobito' fue un golpe duro en su orgullo y lo demostró enseñando sus colmillos filosos en un gruñido bajo al contrario, quien simplemente sonrió aún más con llamas en sus ojos. Él sabía muy bien cómo provocarlo al punto de hacerlo perder la paciencia y permitir que su lado primitivo tomara un poco del control.

Se había vuelto un desafío y no dejaría que Kim obtuviera la victoria.

Sus manos agarraron con fuerza los muslos del mayor, para luego encargarse de invertir las posiciones rápidamente. Presionando a TaeHyung contra su cuerpo y el mueble, el jadeo sorpresivo que soltó terminó siendo un motivo para burlarse.

—Vuelve a decirme lobito y lo lamentarás. —dijo inclinándose más sobre Kim, alcanzando a sentir su erección contra el muslo.

Kim rió divertido, ladeando la cabeza ligeramente mientras una de sus manos se enredó en los cabellos del hombre lobo. JiMin lo observó atentamente, sus ojos brillando en un color rojizo crudo.

—Ven aquí. —ordenó Kim, empujando su cabeza con firmeza y antes de que Park pudiera decir algo al respecto, presionó sus labios juntos en un contacto que no fue del todo cuidadoso.

El par de lenguas se enlazaron en medio del desastre de saliva, besándose como si quisieran consumir al contrario con solo sus bocas. JiMin soltó un jadeo gutural cuando la lengua ajena rozó uno de sus colmillos, aquella acción incrementando la calentura en su organismo como un subidón de dopamina.

Podía odiarlo, pero al mismo tiempo le encendía como nadie. Amaba hacer del gran señor Kim una cosa tan diminuta y manejable.

—Voy a follarte, Kim TaeHyung.

—Hazlo, es una orden. —el tono mandón estuvo presente y Park sonrió de lado porque a pesar de que siguiera actuando mezquino, le estaba cediendo el control en este momento.

Aquello envió una oleada de calor por el cuerpo de JiMin. La dinámica entre ellos siempre había sido tan complicada y sofocante, siendo una constante lucha por el poder que se volvía un ciclo vicioso.

Presionó a Kim aún más contra la superficie amueblada, sus manos ya trabajando para deshacerse de la ropa que impedía observar la piel morocha del hombre menor. La noche apenas comenzaba, y sabían muy bien que sería intensa, desastrosa y probablemente dejaría más preguntas que respuestas sobre su complicada relación.

Pero ahora mismo era lo menos importante.

Solo necesitaban consumar su necesidad carnal indebida.

Los ágiles dedos de JiMin desataron la corbata perfectamente atada, tirándola en algún lugar del suelo. La respiración de ambos se volvió más pesada, el silencio de la habitación roto solo por el suave sonido de la tela cayendo y los ocasionales jadeos contenidos. Park sonrió de lado al observar como su ridículo jefe ahora solo portaba la camiseta blanca con algunos botones desatados, su costoso traje en un rincón del sillón olvidado.

—No me gusta que me des órdenes, Kim. —gruñó bajo JiMin, rozando sus colmillos contra el cuello ajeno y sintió satisfacción al oír la respiración de TaeHyung sufrir una irregularidad, para que luego de aquellos labios húmedos saliera un jadeo que fue música para sus oídos.

—Qué lástima. —respondió con sarcasmo, bajando su mano para desatar la bragueta del pantalón de Park y meter la mano en su erección cubierta. Aquel atrevido movimiento le arrancó un jadeo gutural al hombre lobo, la fricción y presión se sentía tan bien que no podía esperar el momento para estar dentro de TaeHyung.

Por más que lo odiara y fuera un cabrón que en ocasiones quisiera golpear contra una pared, debía admitir que su sabor era como tocar el mismísimo cielo.

No entendía cómo es que un humano tan irritante podría ser un aperitivo tan adictivo.

La respiración de JiMin aumentaba en cada empuje otorgado al cuerpo inmovilizado de Kim contra su propio escritorio, un rugido casi animal y necesitado saliendo de su boca pegada al oído ajeno. Sus manos se aferraron a las caderas con fuerza, el sonido pegajoso colándose por toda la oficina.

—Oh, mierda, JiMin... —lo oyó gemir agitado y sonrojado, sus largos dedos sosteniéndose del borde de la mesa recibiendo perfectamente todo lo que él estaba dispuesto a darle en ese momento. JiMin disfrutó de verlo tan consumido por el placer, tan necesitado como para arquear su espalda y empujar más contra la polla que lo hacía ver las estrellas ahora mismo, con su sonrojado rostro húmedo de lágrimas y sudor. Tan arruinado. Tan bonito.

—¿Sigues pensando que soy un lobito, Kim? —se burló, mordiendo el lóbulo de su oreja en un acto juguetón.

—¡C-cierra la boca!

TaeHyung negó en un titubeo, girando su cabeza un poco para mirarlo con el ceño fruncido. Se veía tan valiente así. Pero no lo podía tomar en serio teniéndolo debajo suyo, deshecho en jadeos lleno de su miembro duro. Se rió ante la insistencia que todavía tenía Kim con negar lo que era obvio, aún teniendo sus pantalones estancados en las rodillas y el culo empinado a su completa disposición.

—Vamos, admite que soy el mejor, conejito. —dijo, empujando sus caderas con rudeza hacia adelante.  Ver la expresión contraria deformarse de gozo fue suficiente razón para sonreír con arrogancia, porque lo tenía justo donde quería.

Solo obtuvo silencio, los ojos de TaeHyung mirándole de una forma que le rogaba no hacerle admitir aquellas palabras, pero el hombre lobo no se daría por vencido.

Era increíble que se tratara del mismo Kim TaeHyung que era su jefe.

—No qui-

—Dilo, joder. —una de sus manos se escabulló por el cuello bronceado hasta llegar a sujetar su mandíbula en un agarre controlador. Al mismo tiempo que se detenía en sus movimientos provocando desesperación en Kim a propósito.

Eso fue todo.

—¡E-eres el mejor, Park! Pero no te detengas, maldita sea. —se quejó cerrando los ojos y golpeando la palma de su mano contra el escritorio con molestia, tratando de hacer que él reanudara sus embestidas acertadas a su próstata.

JiMin gruñó orgulloso de aquellas palabras que fueron directo a su ego, casi queriendo aullar por el subidón de euforia, pero tuvo que contenerse a menos que los demás se enteraran que el vicepresidente se follaba al jefe.

—Espero recuerdes estas palabras después, Kim.

En un movimiento rápido, Park los movió a ambos hacia el sillón y ubicó a su presa contra la superficie suave, con ambas piernas extendidas mientras él se encontraba entre ellas. La expresión sorprendida de TaeHyung le hizo reír, su pecho subiendo y bajando por la rapidez de su respiración.

—¿Qué haces?

—Quería verte la cara mientras te jodía. —peinó los cabellos de Kim hacia atrás y sonrió burlón cuando vio como él rodaba los ojos al tener esa respuesta—. Mejor guarda esa expresión cuando vuelva a meter mi polla en ti.

Pellizcó su nariz antes de ingresar nuevamente en Kim, dando una golpe fuerte a propósito que dejó sin aliento a TaeHyung. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendidos por la repentina llenura, mientras extendía la boca dejando salir un gemido que sonó tan obsceno.

—¡Joder!

—Eso hago. —siseó JiMin, acomodándose mejor en sus rodillas y moviendo sus caderas para convertir al hombre debajo suyo en un auténtico desastre, necesitaba rebajarlo tanto como fuera posible. Y fue rápido porque pronto las esquinas de aquellos ojos redondos se humedecieron por el placer.

Quien diría que el gran señor Kim sería de los que lloraba cuando tenía sexo.

JiMin, sin poder quedarse con las manos quietas, las llevó al pecho voluminoso de TaeHyung. Era una maravilla, le encantaba tocar sus pechos en cada oportunidad que tuviera y dejar la marca de sus dedos en la piel sensible. Se relamió los labios con una ligera sonrisa mientras se encargaba de apretar la zona, sin detenerse en follarlo duramente como se merecía ese idiota.

La expresión de Kim se deformó en placer, no hacía más que pronunciar balbuceos inentendibles y vocalizar en gemidos su nombre con la voz ahogada. Sus largos dedos aferrándose a la espalda de JiMin al igual que ambas piernas rodeando la cintura ajena para mantenerlo cerca, sin permitirle que se alejara de su cuerpo. La acción fue a la vez desesperada y posesiva, como si temiera que el otro pudiera desvanecerse en cualquier momento.

Eso estaba muy lejos de suceder. Park no se podía alejar por más que lo intentara, sus instintos ahora solo funcionaban por y para Kim TaeHyung.

—Dios, sí... nunca pares.

Las manos de TaeHyung lo sostuvieron de las mejillas para atraerlo a un beso hambriento, sus labios moviéndose con pura necesidad primitiva y la saliva escurriendo por sus mentones. Eso era lo de menos. El beso era desordenado por el movimiento deslizante del cuerpo de Kim debido a las embestidas constantes, que cada vez se volvían más rápidas y certeras. El gemido entrecortado de Kim fue la señal para saber que había apuntado exitosamente aquel punto de quiebre.

—Amas que te haga esto, Kim. —lo miró directamente a los ojos, encontrando puro éxtasis brillando en esas cuencas oscuras.

—No hables, solo encárgate de mí. —no demoró en buscar su boca de nuevo, moviendo su cadera hacia abajo para encontrarse con las embestidas de JiMin. No quería escucharlo burlarse de él en este momento.

Los ojos de TaeHyung se pusieron en blanco mientras gemía. JiMin siseó y presionó su mano con fuerza contra la boca ajena para evitar que los demás fuera de la oficina escucharan, pero no dejó de empujar. El húmedo chapoteo de su polla penetrando el culo de Kim resonó fuerte en el silencio de la elegante oficina.

TaeHyung se apretaba a su alrededor cada vez que tocaba fondo, su cuerpo desesperado por mantenerlo dentro. Quería que Park se enterrara tan profundamente que pudiera sentirlo durante el resto de la semana. Suaves "ah-ah-ah" cayendo de sus labios y goteando entre los dedos ajenos.

Ser el motivo de que el inmaculado señor Kim se convirtiera en un caos llorón y lamentable inyectaba un subidón de dopamina por sus venas. Y necesitaba esa sensación con mayor frecuencia cada vez más.

El clímax se construía rápidamente entre los movimientos torpes y desmedidos, los instintos siendo difícil de controlar cuando los ojos de Park se desviaban a ese bonito cuello con marcas suyas. Eran apenas unas pocas, insuficientes para saciar su deseo. Sentía la necesidad urgente de dejar muchas más huellas de sus dientes en esa piel suave.

Sus colmillos salieron a flote y lamió sus labios con anticipación, TaeHyung lo notó porque sus ojos húmedos se agrandaron con inquietud.

—Deja de fingir que no te gusta que te muerda, te pones duro y gimes vergonzosamente cada vez que lo hago. —soltó una ronca risa, divertido con el surco en el ceño de Kim.

Quitó la mano de su boca para dejarlo hablar.

—Eres tan molesto... tan odioso, Dios. —susurró, con un tono que mezclaba frustración y deseo, mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás en el sillón, dejando expuesta su garganta. Al mismo tiempo, apretó sus piernas con más fuerza alrededor de su cintura, atrayéndolo aún más cerca, como si no quisiera dejarlo ir, a pesar de sus palabras.

JiMin respondió con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con una mezcla de triunfo y desprecio. Sus miradas se cruzaron, desafiantes y cargadas de emociones contradictorias. Ninguno quería ceder, pero tampoco podían separarse. Era como si se odiaran tanto como se deseaban, atrapados en un ciclo interminable de repulsión y atracción.

—No más que tú, conejo idiota. —murmuró, su aliento cálido rozando el cuello expuesto de su contrario, los colmillos rozando la piel salada por el sudor.

No perdió el tiempo en hundir sus dientes en la superficie suave, saboreando en su lengua el tinte metálico y dulce de la sangre ajena. Sus ojos volviéndose de un color dorado vivo. TaeHyung reaccionó con grito ahogado e incrustando las uñas en su espalda, creando un ardor que disparó su excitación. Empujó su miembro con fuerza como venganza y yendo directo a su próstata sensible.

El dolor y el placer se entrelazaban, borrando los límites entre ambas sensaciones. Kim echó la cabeza hacia atrás, exponiendo aún más su cuello, una invitación silenciosa que contradecía todo lo que anteriormente había declarado.

—Te odio. —susurró el hombre de abajo con voz entrecortada, sus dedos enredándose en el cabello del otro, tirando con fuerza suficiente para causar dolor, pero no para alejarlo.

JiMin se separó lo suficiente para mirarlo a los ojos, una sonrisa depredadora curvando su boca manchada de un rojo intenso.

—El sentimiento es mutuo. —respondió, antes de volver a atacar el cuello maltratado, esta vez con besos ásperos y posesivos.

Sus cuerpos se movían en una danza frenética, una lucha por el dominio donde cada roce era tanto un castigo como una caricia. El aire se llenó con el sonido de respiraciones agitadas y gruñidos bajos, una sinfonía de deseo y antagonismo.

JiMin volvió a dar otro mordisco esta vez en la curvatura de su hombro con el cuello al mismo tiempo que agarró las caderas de Kim para enterrarse en su interior con fuerza, eso fue suficiente para hacerlos caer a ambos en el orgasmo. Un desastre de líquido nacarado entre ellos, sus respiraciones agitadas y sucios de rastros de sangre.

TaeHyung apoyó su frente contra la del otro, sus narices casi tocándose. Por un momento, la hostilidad en sus ojos se mezcló con algo más profundo, más vulnerable.

—¿Por qué siempre tiene que ser así entre nosotros? —dijo TaeHyung, su voz apenas audible.

El otro hombre cerró los ojos por un instante, como si la pregunta lo hubiera golpeado físicamente. Cuando los abrió de nuevo, su mirada era una mezcla turbulenta de emociones.

—Porque no sabemos ser de otra manera. —respondió, antes de volver a unir sus labios en un beso castigador.

—Ya basta, estoy hecho un desastre y me mordiste dos veces... estoy lleno de mi propia sangre, imbécil. —se quejó al alejarse por mala voluntad del beso, y pasó las manos por su cara y cabello, siseando por el ardor que sentía en el área de su cuello. Sentía su interior húmedo y pegajoso por el semen de Park.

—No te oí quejarte hace un momento, Kim.

Él le lanzó una mirada fulminante, sus ojos brillando con irritación.

—Cierra la boca, Park.

Chistó la lengua irritado antes de limpiar la sangre restante en sus colmillos y lados de la boca.

—Prefiero la versión de ti cuando estás gimiendo mi nombre, conejito. —tomó firmemente con una mano la mandíbula de TaeHyung, apretando sus mejillas que se colorearon de un rojo brillante. No pudo evitar sonreír socarrón al ver que él se dejaba hacer inconscientemente.

El otro palmeó su mano rápidamente para quitarse el agarre.

—Recuerda que aún soy tu jefe, Park JiMin.

—Es muy difícil cuando tengo mi polla dentro de ti.

Kim frunció el ceño y lo empujó por los hombros en una señal de que se alejara, lo hizo abruptamente a propósito solo para obtener aquella mueca de dolor en su rostro.

—Recuerda que esto no cambia nada. —respondió TaeHyung, su voz fría y controlada, aunque no tenían el efecto que quería por su aspecto desordenado y sonrojado—. Solo porque tengamos momentos así no significa que la naturaleza de nuestras dinámicas de poder desaparezcan.

—Créeme que lo tengo más que presente. —dijo el mayor, guiñándole un ojo en modo de broma solo para joder los nervios del otro y lo consiguió porque recibió una patada en su muslo.

Park lo observó detenidamente por milésima vez hoy, odiaba a su jefe, pero le era imposible no devorarlo en cada oportunidad que tenía. Cada vez que sus miradas se cruzaban, sentía el peso de su propia debilidad y el deseo de marcar cada rincón de su cuerpo en un instante.

Se preguntaba cuánto más podría soportar esta lucha interna antes de que se convirtiera en un conflicto de emociones aún más destructivo entre ellos.

Ambos se encontraban atrapados en un tira y afloja constante, donde la irritación y la atracción chocaban violentamente.

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