CAPITULO 5
JAURIA.
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Emma James.
Parece que me hubiesen asestado un martillazo en el cráneo.
Duele bastante, la espalda me arde e intento abrir los ojos, pero la tarea es una
tortura ya que la angustiante punzada me recorre toda la cabeza.
El entorno está oscuro, yazco acostada boca arriba con un lujoso techo sobre mí.
Toco las sábanas de seda tratando de identificar el sitio donde estoy, pero algo me dice que no es un hospital y con mareo logro incorporarme en la cama gigante.
—¿Hola? —toco la gaza que tengo en la frente— ¿Hola?
Repito bufándome a mi misma, es obvio que no hay nadie.
¿Quién espero que me conteste? ¿El monstruo del armario? Dolorida saco los pies de la cama, mis zapatos no están a la vista, pero mantengo mis medias al igual que la ropa puesta.
Camino a lo largo de la alfombra de piel de animal, no escucho señales de vida por parte de nadie y la cortina roja entreabierta me muestra la intensa nevada que se desata afuera.
—¿Hola? —pregunto cerca de la puerta.
Poso la mano en la perilla grande que cede sin problemas, el halo de luz
se cuela en la puerta y voy abriendo despacio, asomando la cabeza.
Solo bhay una lámpara encendida, el pasillo está desierto resaltando el tapizado
oscuro de las paredes.
No hay ruido, ni gente, parece que estuviera en la casa de Drácula.
Sigo caminando hallando una enorme escalera. No tengo idea de donde diablos
estoy y él que me atropelló me debe una tele nueva si no quiere que lo demande.
—Holaaaa —vuelvo a decir sacudiendo la cabeza cuando no hallo respuesta alguna.
Me devuelvo avanzando hacia el otro lado donde se ciernen varias habitaciones, llego al final de este el cual tiene una desviación que lleva a una enorme puerta doble.
No es normal despertar en este tipo de ambiente.
Hay una luz bajo las puertas dobles y varias sombras se mueven debajo haciéndome avanzar.
—Ho...
Se me quitan las ganas de hablar con los leves jadeos que se oyen dentro.
—¡Suka! —la hipnótica voz con acento ruso me detiene— ¡Suka!
Sujeto mis dedos odiando no entender dicho idioma.
Los jadeos se elevan
y doy dos pasos quedando frente a la madera con el “hola” en la garganta, mis párpados se cierran cuando vuelve hablar en ese idioma rasgado e imponente azotando algo con dureza.
Pienso en devolverme, pero mi curiosidad me lleva adelante dejando mi
mano en la cerradura que se mueve abriéndome una brecha la cual me permite ver el interior que me da una bofetada con lo que veo.
«¡Demonios!» Me quedo inmóvil con la imagen de una mujer esposada a un círculo de metal, amordazada y desnuda.
Se supone que tengo que huir, pero no puedo.
Ella tiene un collar de cuero alrededor del cuello al igual que pinzas en los pezones, pero eso no es lo que me eriza hasta el último vello. Es el hombre que aparece descalzo y
en vaqueros.
Es alto, muy alto. No puedo detallar su cara, pero sí su magnífica espalda y la larga trenza que le llega a la cintura.
Mis dedos se encogen con los
hombros anchos. Es grande, fornido, con un porte de vikingo...
Emana algo que...
Me contrae por dentro, quiero verle el rostro, pero no voltea, solo flexiona los brazos tirando de los pezones de aquella mujer con una cadena.
Estrella la fusta en sus muslos enrojecidos, pero lo excitante está en la fuerza que ejerce en la piel de sus senos mostrándolo como algo cruelmente placentero.
Ella echa la cabeza hacia atrás, no como si le doliera, por el contrario, juraría que lo está disfrutando.
Otro azote me hace dar un respingo.
Con un duro movimiento de la cadena él arranca las pinzas y acto seguido le avasalla las tetas con palmadas recurrentes que suenan duro ya que tiene las manos enfundadas en guantes de cuero.
—¡Suka! —vuelve a decir secándome los labios al ver como se lame los
dedos pasándolo por los pezones que acaba de maltratar, ella jadea con la
caricia recurrente y él vuelve a enderezarse.
La fusta suelta un “Zas” Cuando la estrella en su palma y la va rodeando dejandome ver el sexo brillante de la mujer, la azota en distintas partes mientras ella gimotea angustiada, extasiada y desesperada con la piel
enrojecida.
El leve movimiento me permite detallar su perfil, diría que por el porte parece mayor, pero esa voz...
Mis oídos claman el más mínimo sonido por
parte de esa garganta…
Mi sexo se estremece con las ansias de querer detallarle la cara, sigue rodeando a la mujer y por un minimo segundo veo el hermoso rostro que se
esconde en el cuello de ella pero ese momento efímero basta para estremecerme por completo.
Ese mínimo segundo termina de alivianarme la
saliva.
La mujer mueve los ojos a mi puesto y cierro la puerta alejándome lo más rápido que puedo, miro atrás con miedo a que abran dando la vuelta por donde venía, pero termino tropezando con un torso que me arroja al suelo.
Desplazo el trasero en el tapete apoyándome en los codos cuando me
encuentro con el hombre que me mira desde arriba.
Los pantalones se le
ciñen a las piernas, el cabello largo le cae en los hombros y los ojos perdidos lo hacen ver como si estuviera en otro planeta.
—Lo siento —hablo aturdida — Me desperté en la alcoba y no encontré a nadie…
Cierro la boca con la dolorosa angustia que emana.
Se acuclilla reparándome la cara antes de limpiarse la nariz. Sus labios están secos, susmanos maltratadas, sin embargo, no deja de verse atractivo y misterioso.
No lo conozco, pero siento que su aura marchita me toca a mí también.
—¿Estás bien? —pregunto cuando su mirada me grita que ha estado llorando.
Tengo miedo, estoy confundida, pero correr se me hace ilógico.
Reparo el sobre blanco que toca el piso «Cocaina».
Él cae contra la pared
estrellando la cabeza una y otra vez en el cemento y me incorporo sujetándole los hombros para que no lo siga haciendo.
«Lárgate» Grita mi cabeza, pero el azote de mi pecho exclama «Socorre»
—Oye... —susurro buscando los ojos leonados— Mírame, ¿Eh? Mírame.
Me sujeta con fuerza al punto del que temo a que me rompa el brazo.
Las lágrimas se le deslizan por el rostro llorando como un chiquillo y parte de eso me impregna a mi también haciéndome arder la nariz.
No todos los días ves a un hombre de su porte de un modo tan susceptible.
Evado su fuerza sujetándole la cara limpiándole las lágrimas con los pulgares, pero no deja de llorar apretando los labios con fuerza, ¿Qué perdió como para llorar así?
—Está bien —apoyo mi frente contra la suya con ganas de atrapar todo ese dolor que destila— El llanto no reprime, también libera.
Me pongo en pie abrazando su espalda con mi brazo, dejando que se apoye en mí.
Mi hermana también fue dependiente y aunque no estuve con ella presté
beneficencia en ese mundo.
Di el consuelo que no pude darle a mi sangre
estando lejos.
Entro con él a la alcoba dejándolo en la cama, está absorto y lo único que hace es reparar mi rostro mientras lo libero del calzado.
Poso las manos en
el centro de su pecho colocándolo en la cama y doy la vuelta ubicándome a su lado.
«Se ve tan mal, tan lastimado» Estiro la mano escondiendo un mechon de cabello rubio tras su oreja.
Es bello, las adicciones suelen quitarnos el brillo, pero sigue siendo bello.
Vuelve a llorar cargado de sentimiento apretando la mandíbula con dureza.
—¿Quieres un abrazo? —pregunto.
Se queda en silencio, no sé si entiende mi idioma, pero su dolor me dice lo que no me dice su boca y por ello me desplazo apoyando la cara en su pecho mientras lo abrazo.
¿Dónde estoy? No tengo idea.
¿Es un día raro? Obviamente si.
¿Desistí de mi tele? No, ahora quiero una más grande.
Mis ojos se cierran evocando al hombre que vi tras las puertas de madera.
Estoy asustada y confundida al mismo tiempo.
Me dan ganas de salir de nuevo, sin embargo, siento que este chico en verdad necesita compañía.
El frió me toma, me encoge y el sueño llega al lado del desconocido el cual no sé si me asfixiará con la almohada mientras duermo.
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Las ganas de mear es lo que me despierta a la mañana siguiente.
Alzo la cabeza con el cabello enmarañado y somnolienta.
Busco el baño, vacío la
vejiga, hago uso de los útiles de aseo mojándome la cara y lavándome los dientes con el índice.
Salgo nuevamente tratando de buscar mis zapatos, pero cuando giro me encuentro con el sujeto que rescaté anoche pulcramente arreglado.
Se ve mejor que ayer con un traje sin corbata y el cabello suelto, el cual ahora luce más cuidado que el mio.
—Soy Emma —acabo con el silencio — Ayer alguien me atropelló como un fucking venado. ¿Sabes quién fue? Quiero una remuneración por daños y perjuicios.
Se mantiene como una estatua reparándome a través de las pestañas rubias «¿No se acordará que lloró frente a mí?»
—Fue tu culpa —dice serio.
—¿Mi culpa? —me ofendo— ¿Me estás diciendo que salté sobre el capó
de un vehículo en plena avenida?
Entrecierro los ojos al caer en cuenta de que acaba de confesar ser el infractor.
—¡¿Fuiste tú maldito topo?! —reclamo— Date cuenta que tu
imprudencia casi acaba con mi carrera artística.
—Emma James Mitchels —camina en la alcoba haciéndome apretar la vejiga al oír mi nombre completo— Deberías agradecer no estar en el cementerio justo ahora.
«Ok, a lo mejor vio mi identificación y por eso se lo sabe»
Muevo la cabeza en señal de asentimiento, creo que no me van a dar mi tele, pese a
todo lo ostentoso que hay en este lugar.
—¿Puedo irme a mi casa? —pregunto.
Como que el ambiente se puso raro y termina empeorándose cuando me
merodea detallando mi atuendo.
Es el mismo cascarón vacío de ayer, pero
ahora con algo que me enciende las alertas de amenaza.
—¿Quién eres? —indago.
—Tu peor pesadilla —contesta.
Veo mis zapatos junto a la mesita, asi que me los pongo bajo sus ojos, mi mente dice que es una amenaza y su forma de mirarme asegura que el hechizo James ha hecho efecto, ¿Para que ser modesta? Sé que mis atributos no son fáciles de ignorar y, como ya lo dije antes, eso trae más problemas que privilegios.
—¿Me llevarás a casa, peor pesadilla? —inquiero poniéndome de pie.
Echa los hombros atrás con mi cercanía.
Quién diría que este mismo
sujeto lloró en mis brazos ayer.
Quién diría que oculta su dolor en una coraza de antipatía.
—¿Cuál es tu nombre?
—Underboss, leoncillo, asesino —contesta— Dime, ¿Qué nombre te apetece poner en tu lápida, Emma?
Mi espalda se endereza con lo último cuando su seriedad me reitera que no es un juego, señala la puerta y un frescor se apodera de mi ser.
Sale conmigo mientras abrazo el bolso que contiene mis pertenencias.
Bajamos las escaleras y lo único que anhelo es cruzar el umbral de la puerta principal.
Mis pies toman afán cuando estoy cerca, pero nadie me
abre. Presiento la sombra de dos hombres más a mi espalda y cuidadosamente me volteo recibiendo el impacto del golpe que me arroja al suelo.
La nariz me sangra, el dolor de cabeza se devuelve y el rubio de cabello largo vuelve a levantarme dejándome a su altura.
—Conóceme Emma, soy Vladimir Romanov —empieza helándome la
sangre— Primogénito de Ilenko Romanov, el Boss de la Bratva y hermano
de la mujer que la perra de tu hermana mató a sangre fría.
—¿Qué quieres? —pregunto.
—Venganza.
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ESTE LIBRO ES TOTALMENTE DE EVA MUÑOS
NO ES MIO, NINGUNO DE LOS PERSONAJES MENCIONADOS SON MIOS
SOLO LO VOY A COMPARTIR PARA QUE SE PUEDE LEER MEJOR Y PODAMOS DISFRUTAR DE ESTA HERMOSA HISTORIA DE EVA MUÑOS
AUTORIA DE EVA MUÑOS
Como dijo Patrick
Se prendió esta mierda señores 🔥
Que opinan??🔜
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