CAPITULO 15
CAPITULO 15 — MAFIAS.
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Vladimir Romanov.
Estaciono la camioneta adentrándome en la fortaleza Romanov.
Acabar con la vida de un alto mandatario siempre te agranda la fama.
Fama que nació con la muerte de mi madre.
Sorbo los restos de cocaína que tengo en la nariz hallando a mi padre saliendo de la cocina.
—Se supone que tienes que estar descansando —me preocupo.
—¿Luzco como algún anciano como para estar haciendo eso?
Niego, obviamente no, mi padre es más alto que yo y con un físico difícil de persuadir; no aparenta tener hijos tan grandes y en ocasiones parece que fuera un primo lejano.
—¿Por qué la puberta duerme en tu alcoba? —indaga— ¿Es así como tratamos a los esclavos ahora? Me huele a falla, Vladimir.
—Claro que no. La dejo por Maxi, que la acecha para matarla todo el tiempo.
—¿Y qué pasa si la mata? —refuta— ¿Te duele? ¿Te lastima?
—Aún no ha sido humillada ni ha sufrido lo que tiene que sufrir.
No me gusta que dude de mis capacidades.
—Te tengo una buena noticia, la FEMF está enfocada ahora en la muerte del ex general Joset Lewis y la desaparición de Olimpia, así que los navíos
que hemos pasado han multiplicado las ganancias —le informo—. Además, tengo en la mira un submarino con arsenal militar, abasteceremos a nuestros
hombres con sus armas.
—Nada de eso me basta si sigues durmiendo con el enemigo —contesta
—. Así que saca a esa cría de tu alcoba.
—Padre, no te enojes —intento calmarlo—. Solo me estoy divirtiendo.
—¡Con esa puberta no! —se impone— Y ya dije que la quiero fuera de esta casa siendo tratada como lo que es ¿Qué pensarán los otros si te ven durmiendo con la presa?
—Es una simple esclava…
—Pues yo no duermo con mis esclavas.
Se devuelve a la cocina en lo que tomo la escalera, la puerta de mi alcoba está sin seguro y la puberta está vuelta un ovillo en mi cama.
Suelto la chaqueta que traigo, son casi las dos de la mañana, está nevando y no tengo
un voyeviki cerca para que la lleven a los calabozos.
El estrellón de la puerta de mi padre me dice que ya se fue a dormir y, por ello, me quito la ropa dejando la tarea para mañana acostándome al lado de mi esclava.
La droga que inhalé todavía está en mi sistema logrando que el sueño sea más ameno.
Los psicoactivos alejan a los espectros de la noche.
Es lo que aliviana el peso que cargo sobre mis hombros, distrae la pesadilla que viví en esa cabaña reduciendo el olor a sangre que aún invade mis fosas nasales cada vez que evoco a Sonya Lazareva.
Inconscientemente siento que el calor de la puberta me llama, ella tan dulce y yo tan frío, pero pese a eso me gusta la dulzura que desprende.
Las horas pasan, la alarma me indica la llegada del amanecer y yo extiendo la mano apagando el móvil; mi sueño cesa y ella se voltea
mostrando esa luz que nunca la abandona, esa luz la cual hace que me deslice suavemente hacia ella llevando mis labios hasta los suyos
quitándole la playera que tiene.
Sus dedos me rozan acercándose más, en tanto la abrazo bajando sus bragas.
Siento que el frío va desapareciendo, que mi cuerpo va cobrandovida con el contacto de su piel y mi piel cuando mi instinto masculino me deja sobre ella en busca de una pose más íntima como la primera vez.
Noto su nerviosismo cuando entrelazo sus dedos con los míos insinuándole que
separe las piernas.
Ella toca mi espalda mientras nos besamos lidiando con los temblores que me avasallan y con esa oscuridad latente la cual aparece de la nada
amargandome la saliva.
Ella me besa y apoyo los codos en la cama queriendo ver la dureza que surgió estando sobre ella quien ladea la cabeza pidiéndome besos en el
cuello y lo hago tomando el tronco de mi pene erecto.
Entiende a lo que voy abriéndose más y me limpio la punta de la nariz tratando de no desviarme en lo que me ubico empujando en su entrada cargado de miedo, de angustias amargas que me carcomen la estabilidad.
—Duele —se queja cuando ejerzo presión en su entrada.
Los nervios me abarcan al ver su cara de súplica, los recuerdos vienen, la
garganta me arde y cierro los ojos escondiendo la cara en su cuello empujando otra vez hasta estar del todo adentro.
Nos volvemos a besar con movimientos descoordinados que la hacen reír denotando esa dulce inocencia que en este sentido creo que tenemos los
dos.
Se siente bien estar dentro y la estrecho con fuerza buscando un ritmo que me dé más placer.
Siento que le sigue doliendo en lo que salgo y entro disfrutando la satisfacción que provoca el derramamiento de mis fluidos.
Una capa de sudor me cubre la piel cuando me muevo dejando la cabeza en la almohada mientras ella se cubre con la sábana.
—¿Nos decimos algo lindo? —pregunta haciéndome reír en tanto rozo los dedos en su piel— Anda, cualquier cosa.
—Me gusta tu cara de dolor —le digo y rueda los ojos.
Nos volvemos a besar y ella se mueve incómoda como si algo le doliera.
—Eh, tomaré una ducha… Porque... —se levanta con la sábana— Cosas
de chicas.
—De pubertas.
—No soy una puberta.
Estando solo rozo mis partes, no suelo tocarme, pero el pene semierecto aviva las ganas.
Es incomodo y me coloco el vaquero recordando que debo
devolverla al calabozo, busco una PCP dejando la droga de lado cuando abren la puerta dando paso al Boss que entra serio.
«¡Demonios!» Se fija en las sábanas revueltas moviendo la vista al sonido de la ducha que sale del baño.
—Y seguimos con lo mismo —se enfurece— ¡¿Es que no eres mi hijo, Vladimir? ¿O es que ya no quieres ser el UnderBoss!
Ella sale con un albornoz secándose el cabello con una toalla transformando el gesto cuando ve a mi padre.
—Te lo dije, solo me divierto —espeto—. Es una cualquiera…
—¡Es una James, la hermana de la que mató a tu tía! —me grita— Y no dormimos con el enemigo, menos cuando son pubertas embaucadoras.
—No te alteres…
— Actuando así no haces más que decepcionarme…
Hace el amago de irse, pero el que sea rápido tomando el haladie antes de sujetar a Emma del cabello dejándola de rodillas lo detiene.
—Decepcionarte jamás —confieso mientras ella intenta liberarse—. Mi fidelidad está contigo y primero muero antes de fallarte, porque por ti... Todo padre.
Envuelvo el cabello en mi mano y aprieto el arma blanca dispuesto a acabar con la discordia, pero la mano del Boss detiene el impulso con una sonrisa de satisfacción observándola a ella que tiene los ojos llenos de lágrimas.
—Ves lo que digo —le dice a ella—. Pierdes tu tiempo con tus trucos baratos. La seducción no es tu arma, cría de mierda.
Me quita el haladie centrándome la cara.
—Trátala como lo que es —me indica—. Y metete en la cabeza que los Romanov no duermen con las James.
Asiento dándole la razón.
Ambos la miramos mientras se limpia las lágrimas y ahora que lo pienso, si cree que estar conmigo la salvará está
muy equivocada.
—Sácala de aquí —demanda antes de irse—. No la quiero en la fortaleza.
Ella lo aniquila con los ojos y le arrojo la ropa que tiene para que se vista.
—Vlad, no he hecho nada malo —dice y no le pongo atención.
—Vístete y muévete.
Obedece, pero más que con miedo la siento con rabia la cual incrementa cuando no la dejo amarrarse los zapatos llevándola con Zulima, quien
espera en la sala con el Boss y con Salamaro.
—Tuvimos sexo, asegúrate de que no pase a mayores forjando lazos con esta —le digo a la sumisa—. Que vaya a servir en el club, no la quiero
aquí.
—No, por favor —me pide—. No quiero que me vayan a hacer daño.
Los Voyeviki se la llevan, no la voy a prostituir; humillarla es mejor teniendo que limpiar las porquerías que se ven en ese tipo de sitios.
Puede ser mi esclava, puede ser mi presa, pero el Boss es el Boss y prefiero morir
antes de decepcionarlo.
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Emma James.
Tengo cierta molestia en mi sexo, un ardor incómodo el cual molesta.
La camioneta se estaciona y me sacan adentrandome en el club donde maté a Olimpia.
Este sitio no me gusta, es demasiado oscuro y obsceno para quien lo único que quiere es sobrevivir.
Me guian arriba, a una alcoba tipo enfermeria donde Zulima me da la pastilla del dia después antes de colocarme la inyeccion anticonceptiva.
La sumisa tiene varias marcas en el cuello y pese a que es amable, hay algo en
ella que me enoja cada que la veo.
—¿Cuánto llevas aquí? —le pregunto y me toca la cara en un gesto coqueto.
—Desde que accedí a ser la sumisa del Boss —explica—, cuatro años mal contados.
—¿Accediste?
—Me lo propuso y quise ser su subordinada para que me de la hombría que se carga —desliza las manos por mi espalda—. Somos una pareja de amo y sumisa.
O sea que es su novia, bajo de la camilla cuando ella me lo indica, también tiene marcas en los antebrazos y en la espalda.
Lo único que me
alcancé a colocar fue un vaquero con un buzo de manga larga.
—Anda a trabajar.
Vienen por mi y mi jornada empieza recogiendo preservativos del suelo
los cuales me dan ganas de vomitar.
El sitio es gigantesco albergando gente que te mira con un hambre que
asusta.
Tanto hombres como mujeres te tocan al verte distraída o se devoran entre ellos teniendo sexo improvisado en todos los rincones.
Me siento perdida porque si me dejan acá no tendré ninguna forma de
evitar la fecha de mi muerte. Vladimir va a empezar a olvidarse de mi
existencia y solo vendrá cuando tenga que matarme.
Siento que mis fuerzas se reducen, que tomar aire no es suficiente.
El club tiene varias mujeres las cuales visten igual que Zulima.
Me entregan ropa poniéndome a lavar su lencería manchada de fluidos femeninos que suelen ser asquerosos para un tercero, convenciéndome de
que todo esto es como una representación del edén donde se comportan con un libertinaje exagerado.
Las sumisas se mantienen desnudas y parece que no les importa nada de lo que sucede, solo se peinan, cuidan y curan entre ellas.
—Limpia las mazmorras —Zulima juega con mi cabello dejando que un
chico me entregue un balde con objetos de aseo.
Lo sigo topándome con la llegada del Boss que alinea a las mujeres presentes cuando entra con grandes zancadas luciendo una chaqueta larga,
vaqueros y guantes de cuero.
—Mi señor —se le ofrecen varias haciendo que lo odie más.
Las mujeres se arrodillan como si fuera algún ser supremo y él medio las toca caminando erguido.
«Odio este sitio, esta gente y en especial a este sujeto».
Sigo con lo mio y cuando crees que has visto todo te topas con algo que te deja con la boca abierta; como con un hombre atado dejando que varias
mujeres lo golpeen o una chica en medio de siete hombres los cuales tienen distintos objetos de tortura y ni hablar de los que se meten pies enteros en la
boca.
¿Cómo les puede gustar esto? ¿Los obligan? Las obscenidades me aíslan
llevándome a lo más oscuro del club donde hay mujeres que parecen maniquíes, pero están vivas; el que respiren me lo dicen, sin embargo, se
mantienen quietas dejando que otros las follen a su antojo.
Le huyo a todo, estoy demasiado confundida y busco paz metiendome en una de las mazmorras la cual alberga una cama de cemento, al igual que un montón de jaulas.
Un jadeo me pone alerta cuando arañan una de las jaulas.
Rápidamente me muevo a su punto preocupándome por la mujer que yace encerrada
moviéndose a cuatro patas.
«Esta gente es un asco tratando así a las personas que raptan».
Agita los barrotes y se mueve de aquí para allá enfundada en cuero, con una larga cola la cual sale de la abertura que tiene atrás.
Tiene una bola de tortura en la boca y su desespero es tanto que me acerco a liberarla.
Se queja arañando otra vez y busco un objeto contundente el cual me deje liberar el candado, no hallo nada y termino usando el filo del balde de metal que me dieron para asear.
—¡Ya! — la suelto y ella sale en cuatro patas.
Intento que se levante, sin embargo, ella mueve los hombros caminando
como si estuviera en una jaula todavía.
—¿Liberas a mis sumisas, Ved´ma?
La voz del ruso en la puerta me pone a buscar las vías de escapes que no hay.
Las paredes son de piedra sin ningún tipo de ventana y él se ve más imponente que nunca dedicándome una mirada cargada de dominio.
—Alejate o te hará daño —le pido a la sumisa que se le acerca rozandolo con el cuerpo como si fuera un gato y noto que la cola que le sale viene
directamente de su recto.
El Boss le quita la bola de la boca, mueve los dedos y ella se queda de rodillas soltándole el pantalón.
El furor avasalla mis venas e intento salir, pero él está tan cerca de la puerta que con estirar la mano ya me tiene sujeta
de la mandíbula dejándome cerca de su boca.
—¿Follaste a mi hijo cría de mierda? —me dice en medio de jadeos— Embaucadora.
El sonido de su bragueta me pone a mil mientras me mete el pulgar en la boca bajándome la lengua y midiendo no sé qué.
—Mira como se disfruta de una buena mamada —me obliga a que vea como se la devoran entera—. Estoy tocando su garganta y no está
flaqueando como tú.
La ira me hace enterrarle las uñas en la carne y vuelve a alzarme la cara ejerciendo fuerza en ella, obligándome a que vea los distintos gestos que le provoca quien se la chupa.
Se nota que le está dando un placer exagerado y le entierro más las uñas
desaforando la rabia, pero el hijo de puta mete más el dedo provocándome
una arcada.
—Hasta con un dedo te ahogas, cría —me suelta—. Fuera de aquí, niñata de papi.
Salgo con rabia empujando a una de las mujeres en forma de maniquí
que se cae.
—Lo siento, lo siento —me disculpo.
Encuentro la salida hallando a Vladimir jugando Poker con Salamaro, el sujeto Búlgaro que siempre los visita y otros dos sujetos más.
—Ahí viene mi puta —dice.
—De la que estás enamorado —contesta Maxi en otro lado—. Se dice que el Underboss se anda en planes románticos.
—El Underboos jamás —interviene un sujeto barbado
—. No conozco a
alguien más fiel a las reglas que él y su padre.
—Ella solo es su juguete —dice otro.
Sueltan una carcajadas haciéndome sentir como si no valiera un mísero dólar.
Sin embargo, siento más pena por el rubio al cual la risa no le llega a los ojos, como si solo fuera un robot que imita a los demás.
—Vlad —le digo con los ojos llorosos— ¿Podemos hablar?
—Zulima, que mi esclava sostenga mi licor y el de mis hermanos — demanda ignorando mi petición.
Me entregan una bandeja sumamente pesada la cual alberga vasos, botellas, cigarros y droga.
—No te muevas o habrá castigo —me susurra Vladimir— Solo espabila y respira, es lo único que se te permite.
Las extremidades me tiemblan al estar tanto tiempo en la misma posición, me tropiezan soltando morbosidades que me asquean en tanto pasan las
horas que suman más botellas.
Me duelen los brazos debido al peso de la bandeja que me dieron, ya no soporto el dolor en las piernas y ver al engendro ruso me debilita todavía más, encima las perversiones de mi alrededor causan extrañas sensaciones
en mi cuerpo.
—Vlad —musito cuando no resisto más.
—Callate —pide.
No es el mismo de esta mañana demostrándose que mi trabajo se ha ido por la borda.
Los golpes y los malos tratos han sido en vano ya que su padre lo devolvió al inicio del cual me costó partir.
—Vlad, por favor —insisto.
—No hablo con objetos —contesta.
Zulima busca el contacto del ruso líder, Maxi sigue con sus indirectas y me canso de ser la mesa humana arrojándole la bandeja a los presentes; las
botellas se rompen y muchos se corren debido al líquido que se derrama.
—Si quieres una mesa comprate una —le digo a Vladimir— ¡No soy
esclava de nadie!
Más tardo en voltearme que ellos en tomarme sacándome como un costal de papas.
—Haz que pague, Leoncillo —dicen muchos.
Las personas se deleitan con mis chillidos los cuales solo merman cuando me suben a la camioneta atándome las manos y pies colocándome una cinta en la boca.
Me dejan como una auténtica secuestrada dejando que Vladimir se ponga
al volante encendiendo el motor.
—Yo nací en la Bratva, me crié en la Bratva y muero por la Brava —me dice el rubio que conduce —. Una pequeña puta no va a cambiar eso.
La cinta en la boca no me deja hablar por más que me muevo, quiero decirle que no se deje llevar por lo que dice su padre, pero me está reprimiendo como en los primeros días.
Se detiene y el entorno es un duro puñal al notar que no estamos en la fortaleza, por el contrario, me ha traído a una carretera vacía.
Siento que me
ha llegado la hora cuando me echa sobre su hombro adentrándome en el bosque.
Las botas se le hunden en la nieve mientras se sumerge en la espesa vegetación la cual rodea una cabaña de madera.
—Tu nuevo hogar, pequeña puta —me arrastra a la pared donde yacen varias cadenas— ¿Morirás de hambre? ¿Morirás de frío? Quién sabe.
Le suplicó con los ojos, este lugar apesta; hay sangre seca en el piso como también restos de cabellos y ropa vieja.
Me arranca la cinta de la boca
pegando sus labios a los míos.
—Por favor, no me dejes aquí.
—Es acogedor —me dice—. No seas mal agradecida.
Se levanta y empiezo a moverme.
—¡Vuelve! —le grito cuando se va a la puerta— ¡No me dejes aquí!
Hace caso omiso de mis gritos, en tanto la oscuridad absorbe mis sentidos poniéndome alerta al captar el aullido de los lobos.
No veo nada y por más
que grito nadie viene en mi ayuda.
«Lo odio, detesto a ese maldito ruso quien es el culpable de todo esto».
La garganta no me da para más, el forcejeo me debilita y tardo todo un día sin comer, sin probar una gota de agua.
El sonido de las botas me hace alzar la cabeza mientras que con mareo observo la imagen del Underboss, que, como en los viejos tiempos, mete un
mendrugo de pan en mi boca antes de darme de beber agua.
—Llévame —digo débil, pero no lo hace y vuelve a irse.
No siento los brazos, no siento las piernas; solo puedo odiar al ruso por desviarme del camino y cada cosa que hace es un motivo más para desear
su caída..
Vladimir aparece y parpadeo varias veces aclarandome la vista. .
«No puedo esperar un día más aquí».
Vladimir se acuclilla tambaleándose
por la droga.
—Dicen que los antepasados perdonan cuando le das un buen día a la víctima antes de morir —empieza a soltar las cadenas—. Por ello nos
vamos a tomar una botella en la nieve a medianoche.
Está demasiado cargado por el alucinógeno, así que hago caso dejando que me levante y lleve con él.
Me siento débil, sin embargo, mantengo el paso hasta que llegamos a la camioneta, «No hay torturadores».
Cruza North Pole mientras lidio con el miedo de un accidente por lo mal
que está.
Sorbiendo cocaína mientras conduce, pasamos por una zona industrial y nos detenemos en una colina, la cual muestra el pueblo de
Sodom abajo.
Saca una botella arrastrándome con él y el frío hace que me abrace a mi
misma dándole mi mejor sonrisa cuando destapa el licor.
—Por tu muerte, pequeña puta —brinda, se empina y le arrebato la bebida.
—Por mi muerte —brindo también dejando que el líquido me queme la garganta.
Se la paso, «Está demasiado mal». Podría correr, pero está demostrado que esa táctica ya no funciona, en vez de eso sigo bebiendo con él dejando
que el frío merme.
Paro al sentirme mareada, pero él sigue y dos horas
después estoy dando saltos mostrándole mi rutina de patinaje.
—No sirves para nada —arrastra la lengua para hablar—. Eres un fracaso.
—¿Cómo que no? Mira esta voltereta —la doy mientras se empina la otra botella que traía antes de meterse más cocaína.
—A la camioneta —se pone en pie, pero hasta eso le cuesta, así que lo ayudo a levantarse dejando su brazo sobre mi cuello.
—¡Qué bonita luna! —señalo.
—Ummm —gruñe apunto de desfallecer.
—¿Me das un beso que atesorar antes de morir? —lo acomodo.
Está realmente perdido, busco sus labios dejando que me envuelva en sus
brazos, pero su mareo nos lleva cuesta abajo dando vueltas en la nieve que
me quema la piel.
El Underboss cae sobre mi espalda adolorida soltando la carcajada que no
me esperaba y me termina contagiando.
«El pueblo está a pocos pasos»
—¡Venga, demos una vuelta! —lo animo tomándolo de la mano.
Trata de rehusarse, pero vuelvo a tirar.
—No seas aburrido —pido y cede. No conozco el pueblo, pero nos topamos con una calle llena de un ambiente de música alta con perros
rabiosos y mujeres drogandose con motos a su alrededor.
—Leoncillo —lo abrazan varios metiéndole pastillas en la boca, dándole el trago que él recibe mientras yo acepto para luego escupir con disimulo.
—Bailemos —salto con él. Los participantes se contagian poniéndome a sudar lo que bebí.
No soy de beber, pero las pocas veces que lo hice usaba esta táctica para que papá no se enojara tanto. Tengo que pensar con claridad y sé que mi aspecto es pésimo, el de Vladimir no tanto, pero es tan conocido que adonde sea que va le ofrecen una sustancia diferente.
Hasta se empina un líquido neón que los transforma por completo.
—Miren lo que hace mi pequeña puta —dice como si no fuera él— ¡Muéstrale!
Hago las volteretas que los ponen a aplaudir y no porque sean buenas, es porque están tan drogados que no saben lo que hacen.
El Underboss me arrastra a distintas discotecas, en las que no paga por nada acompañado por los motoristas y creo que recorremos el pueblo completo de sitio en sitio; nada le niegan, todo se hace.
Siento que quemo tiempo en vano porque el efecto de la droga va a pasar y con ello vendrá la tortura o peor aún; mi hora final.
Su padre ha quemado
mis oportunidades y ahora no tengo nada, ahora solo tengo un juramento.
«Necesito una salida y la necesito ya».
Un sitio llama mi atención con el letrero tipo Las Vegas, «Es arriesgado». Mucho, pero siento que es la única
opción.
—¿Y aquí puedes hacer lo que quieras? —le pregunto al Underboos que
me arrastra con él.
—Soy el hijo del Boss…
Trato de centrarlo «Está demasiado ido y me da pesar hacer esto, pero no
tengo otra opción».
No tengo más en qué agarrarme, así que lo beso
sumiéndolo en mi dulzura.
—Vladimir —busco su mirada perdida— ¿Quieres casarte conmigo?
Cuido de que no se tambalee dejándolo contra una pared mientras los moteros siguen bebiendo en la calle, rebusco en su bolsillo y, como lo
supuse, tiene mi identificación al igual que la suya.
—Vlad, somos novios y nos amamos —juego con su cabeza— Me lo propusiste hace tiempo.
Niega, cuando ayudaba en los refugios me decían que a los drogadictos podrías ponerle escenarios que fácilmente se creían y él está a nada de una
sobredosis.
—Soy yo, Emma tú novia —lo convenzo—. Vamos a casarnos, ¿Vale?
Trata de irse sudando y frunciendo el cejo demostrando que las pesadillas
lo están acechando, así que lo abrazo.
—Es la solución —le susurro—, ya no te acecharan los espectros de la noche porque yo estaré contigo —sujeto su cara—. Me conoces desde niños
y siempre has querido esto.
Me siento sucia por engañarlo en un estado tan vulnerable; él solo está asustado, drogado y huyendo de sus monstruos mientras que yo soy una
desesperada que quiere vivir.
Le saco el dinero que tiene y tomo su móvil el cual desbloqueo con su
huella.
—Oye —llamo a una de las parejas de moteros—,Vlad y yo nos queremos casar ¿Nos servirían como testigos?
Se miran, también están en la euforia del alucinógeno. .
Me arrebatan el
dinero que les ofrezco siguiéndome mientras llevo a
Vladimir. .
—Tú me amas —le voy diciendo— y quieres que esté contigo.
Tengo que arrastrarlo de lo mal que está, en tanto los motoristas me abren
la puerta del sitio que parece una iglesia.
—¿Dónde está el ser que me casará con mi amado? —pregunto y unhombre de edad sale— ¿Qué vale una boda?
—Para mi nada —contesta Vladimir arrastrando la lengua—. Soy el Underboos.
—Sí, lo eres —le doy la razón—. Nos queremos casar, ¿Qué hay quehacer?
El hombre mira a Vladimir extrañado.
—Deje de mirarlo como si fuera un drogadicto —avivo las llamas que enojan al rubio.
—¿Me está mirando cómo? —saca el haladie y el hombre retrocede.
—Ya, ya —lo calmo—. Deme lo que se requiere para casarnos, a él no le gusta que le lleven la contraria.
Entrego las identificaciones, el hombre busca los formularios y los anillos mientras Vladimir sigue perdido, tomo su móvil desbloqueandolo antes de
pasarlo.
—Graben el momento —le pido a los motoristas—. Queremos tener un recuerdo.
Lleno los papeles a la velocidad de la luz persuadiéndolo para que firme
sin saber lo que hace.
La ceremonia empieza y yo lo sostengo dándole
besos a cada nada mientras los otros no dejan de grabar.
— Me amas, ¿Cierto?
Sacude la cabeza.
—Si lo haces, recuérdalo.
Me impacienta que el hombre no acabe, pero ahora me alegra el libertinaje de este sitio que te deja casar con varias parejas, un objeto o
hasta con tu familia.
Nos pasan un par de anillos el cual le coloco sin perder
tiempo.
—Él te va a preguntar si quieres matarme —digo en su oído— y tú le darás una respuesta.
—Vladimir Romanov Lazareva, siendo el Underboss de la Bratva —empieza el hombre— ¿Aceptas a Emma a James Mitchels como tu esposa,
compañera y mujer para protegerla, quererla y amapararla, según las leyes
de nuestra hermandad?
—Contesta Vlad —lo muevo.
—Si —dice perdido—. Si, quiero hacerlo.
—Emma James, siendo la novia de el Underboss de la Bratva —empieza el hombre— ¿Aceptas a Vladimir Romanov Lazareva como tu esposo,compañero y hombre para servirle, quererlo y serle fiel, según las leyes de
nuestra hermandad?.
—Acepto —sujeto a Vladimir para que no se caiga y el hombre me pide su mano para el juramento de sangre, el cual se hace cortándole la palma.
Se deja y yo ofrezco la mía dejando que nuestras manos se junten y aprieten desencadenado el líquido carmesí que mancha el papel.
—Casados están, solo la muerte lo separa —dice el hombre—. Eres de él ahora y para siempre.
Capto una algarabía afuera, le arrebato el móvil a la motera tomándole una foto al certificado que envío al único número confiable.
Adjunto el video y borro el mensaje como si nunca se hubiese enviado.
Vladimir cae justo cuando patean la puerta, obligándome a voltear irguiendo el mentón.
El Boss está aquí. Vladimir está en el suelo siendo auxiliado por sus hombres mientras a los testigos los toman como si fueran animales, en tanto otros empiezan a prenderle fuego al sitio.
—Hola papi —le digo al ruso que se acerca— Mucho gusto, me presento; Soy Emma Romanova, la esposa del Undeboos de la Bratva.
Muestro el anillo y lo primero que hace es apartarme y alcanzar el papel
que rompe disparándole al hombre que nos casó y a los testigos.
—Haz lo que quieras, ya lo envié a otro para que lo legalice en la ley
criminal —le suelto mostrándole el móvil que me arrebata.
—¿Qué mierda acabas de hacer? —le reclama a su hijo, pero este no reacciona y es Salamaro quien se ocupa buscando la manera de que vomite,pero ni así se despabila.
El ruso vuelve a tomar a su hijo reclamándole por la “Reputación arruinada”, mientras las llamas consumen la iglesia.
Vladimir no reacciona
y me terminan llevando con ellos metiéndome a una camioneta aparte en
tanto le huyen a los espectadores que se reunieron afuera.
—¡No hay nada que ver! —Salamaro dispersa a todo el mundo.
—¿Qué pasó? —preguntan varios.
—¡Nada! —enfurece Salamaro.
Los motores arrancan.
Me acabo de jugar todo por el todo posponiendo
mi muerte.
Una jugada ruín que ahora me asegura un par de beneficios;
toco el anillo y ni siendo la esposa del hijo del dueño me tratan bien, ya que
me sacan a las malas cuando llegamos a la fortaleza.
—¿Maxi está en casa? —pregunta el Boss y el Salmaro niega Vladimir ya está desorientado sin saber lo que acaba de pasar, llorándole
a su padre de rodillas y pidiéndole que lo perdone.
Todo se me remueve ya
que para el rubio, el ruso lo es todo y no hace más que suplicar que lo mire.
—Padre, por favor —suplica—. Pido tu perdón, yo no sé qué pasó…
—Llévatelo arriba —le ordena el Boss a Salamaro—¡ Y si alguien abre la boca, lo mato! —dispone— ¡Fuera todo el mundo!
Le obedecen demostrando que su palabra es ley mientras yo me quedo a mitad del vestíbulo esperando que la sala se desocupe.
—¿Crees que vas a jugarme sucio dañando la reputación de mi hijo? —empieza el ruso—No seas idiota, soy el Boss.
—Lo eres, pero las cosas están hechas y hay evidencia que envié y se hará pública sí me pasa algo —esclarezco— ¡Yo muero, pero tú lidias con la burla de que tu hijo se casó con una James, así que trátame bonito, papi!
Se apresura a tomarm
e de la cara.
—No soy tu papi —susurra.
—Yo creo que si —le vuelvo a mostrar el anillo.
—¿Cuánto crees que tardaré en encontrar al que lo recibió? —se impone— ¿Cuánto crees que durará?
—Ah no lo sé, supongo que como mafioso, Vladimir nunca deja evidencia de lo que envía —hablo con sus manos sobre mi mandíbula— Es lógica criminal, ¿No?
El centello de ira en sus ojos me dice que no miento.
—¿A quién se lo enviaste?
—¡Averígualo y mientras lo haces me aguantas! —me suelto, vuelve a tomarme inundando mi nariz con su aliento.
¡Dios! Es más imponente, más grande, pero no más fuerte que mi ganas de vivir.
Nadie querrá a Vladimir como su sucesor si se enteran de lo que hizo y él lo sabe, por ello me acerco más, me empino y ni así quedamos a la
par.
—Ahora tengo como familiar un suegro de mierda —le digo— Descansa papi.
Me suelto buscando la alcoba dejándolo en la mitad de la sala mientrasasumo que me acabo de casar con 18 años.
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ESTE LIBRO ES TOTALMENTE DE EVA MUÑOS NO ES MIO, NINGUNO DE LOS PERSONAJES MENCIONADOS SON MIOS
SOLO LO VOY A COMPARTIR PARA QUE SE PUEDE LEER MEJOR Y PODAMOS DISFRUTAR DE ESTA HERMOSA HISTORIA DE EVA MUÑOS
AUTORIA DE EVA MUÑOS
QUEEEEEE???
COMOOOOOO???
EMMA QUE HICISTE ??
CHRISTOPHER: MÁTALO
EMMA: QUE ME CASE CON EL HIJO DICE
JAJAJAJAJA
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