»Capítulo 9
La muerte del alma es el peor dolor vivido.
»«
Salimos del recinto lo más rápido posible. En las noticias informaron que el coche se encontraba hecho trizas y la conductora estaba en graves condiciones.
¿Conductora? No entiendo nada de lo que está sucediendo.
¿Qué hacia ella en ese coche? Ella nunca ha manejado.
Llegamos a la sala de urgencias, un médico sale de unas puertas preguntando por los familiares de Vanny Bell, me acerco temblorosa y junto mis manos en el pecho.
—Lo siento. —Él se dirige a nosotros con la seriedad en su rostro—. Llegó sin signos vitales, el impacto causó su muerte al instante, matando así también al feto de cuatro meses.
Sus manos me sostienen ante la caída inminente.
—Qué... —mi voz se pierde en un susurro.
Mi garganta se cierra de pronto y no puedo respirar, la visión se me nubla y la cabeza me estalla.
No.
No, ella no puede dejarme.
Me dijo que volvería.
Siento la impotencia calando en mi alma de manera aplastante, es como si el tiempo se detuviera y se volviera repetidor del dolor una y otra vez.
Todo va en cámara lenta.
No siento nada.
Ni dolor.
Ni rabia.
Ni siquiera siento lágrimas.
¿Dónde estoy?
¿Que estoy sintiendo?
Trato de gritar. Solo hay un silencio sepulcral dentro de mí.
Veo sus ojos olivas observándome con ternura.
—¿Vanny? ─Llamo desde la puerta, mis manos tratan de alcanzarla.
Su sonrisa me recibe, doy pasos largos y la alcanzo abrazándola con fuerza.
—Jhan...—Sus brazos se deshacen en la bruma y solo grito llena de desesperación su nombre una y otra vez.
Parpadeo lentamente observando a mi alrededor, veo todas las paredes blancas y me doy cuenta que estoy en una camilla. Mis brazos duelen, tengo un catéter en uno de ellos, como puedo me incorporo lentamente.
—Princesa—susurran a mi lado.
—¿Qué pasó? Me duele la cabeza. —Mis ojos dan con los de él—. Aryek ¿qué paso? —Insisto ante su silencio.
—Tuviste un shock muy fuerte, perdiste el conocimiento, princesa — informa y sus manos se aferran a las mías.
Recuerdo por qué estamos en el hospital.
—No, no... —Niego de forma frenética—. Fue una pesadilla, ¿verdad? Ella está bien y está allá afuera esperando que salga de aquí, ¿cierto? —pregunto en un hilo de voz —¡Dime que sí, que ella esta allá afuera! —grito y salgo de la cama al instante.
Me dirijo a la puerta y él me detiene.
Un dolor me traspasa el brazo, pero no es nada comparado al que tengo clavado en el alma.
—¡Necesito verla! Por favor, necesito tocarla... Ver con mis propios ojos que es mi hermana, por favor. ─imploro con mi cuerpo convulsionando.
Me derrumbo y las lágrimas caen de forma violenta, descontroladas, llenas de rabia y de dolor.
¿Por qué?
¿Por qué siento que la vida me arrebata todo?
Sin ella nada vale la pena...
¿Quién me abrazará y me dirá: lo hiciste bien hermana?
¿Quién me hará la vida imposible con sus bromas absurdas?
¿Quién me defenderá?
¿Quién carajo me hará tía? Mi calabacita... Ya no podré cargarte. No podré decirte que tía estará para ti toda la vida.
—¡Maldita sea! ─grito y me derrumbo, sus manos me sostienen, chillo con todas mis fuerzas esas palabras para poder apaciguar un poco este dolor que me desgarra el alma, mi corazón se hace trizas con cada pedazo que cae dentro de mi ser —, ¿por qué? —repito una y otra vez.
Siento que el tiempo se quedó suspendido en la nada, solo soy consciente que mi mundo ahora mismo se halla deshecho. Aryek en algún momento me levanta y le doy una mirada suplicante.
No tengo fuerzas para hablar.
No puedo pronunciar nada.
Soy solo lágrimas rotas.
Él asiente con su mirada afligida, me dirige a un pasillo largo donde todo es blanco.
¡Maldita ironía!
Cuando todo en mi ser esta oscuro. Que cruel es la mente... Cuando más quieres callarlo este se encarga de pasear mis recuerdos intactos y nítidos junto a ella, haciendo que mi corazón se asfixie, se rompa y cada palpito se vuelva doloroso.
Perder a alguien es sentir que desgarran tu cuerpo pedazo a pedazo y aun así tienes que tratar de aguantar la dura realidad.
—¿Princesa, estás segura? —Escucho su voz ahogada—. Apoyaré lo que decidas. —Sus brazos nunca me sueltan.
Ya estoy rota.
Solo quiero terminar este infierno en la que la vida me ha puesto.
Cuando la persona que más amas en el mundo se va de esa forma no sólo duele sino también; te mueres por dentro.
Cuando vuelvo en mí me doy cuenta que estoy frente a una camilla con un cuerpo cubierto por una sabana, me acerco de forma pausada, llego y coloco mis manos sintiendo el frío hierro en mi piel, con lentitud estiro uno de mis brazos y mis dedos bajan la tela. Un gemido lastimero sale de mi garganta, mi mano va hacia mi boca y niego de forma trastornada, observo como su cara pálida está llena de moretones y a pesar de eso se ve tan serena, acerco poco a poco mis dedos temblorosos hacia su rostro y lo trazo acariciando su piel.
—Hermanita despierta, sabes que sin ti nada será igual, vuelve por favor —ruego con las lágrimas cayendo ferozmente.
Sin pensarlo me aferro a ese cuerpo frío, la abrazo y me desgarro en llanto:
Lágrimas que desaparecen cada esperanza en mi ser.
Lágrimas que acuchillan cada vez que los recuerdos de tu orgullosa sonrisa vienen a mí.
Lágrimas que me matan lentamente por no querer aceptar que ya no estas.
—Hermanita... Te amo ─susurro una y otra vez.
Vuelve.
«Jhandra no tengas miedo, ¡Aquí estoy!».
Vuelve.
«Tú y yo contra el mundo».
—¡Por favor vuelve! —Mi garganta duele y el grito que sale de mí destruye cada parte de mi ser
«¡Recuerda que siempre nos tendremos una a la otra! Pase lo que pase cuidaremos juntas esta familia que somos... Pequeña».
—Jhan... Mi princesa. —Su voz es un arrullo entre tanto gritos y lamentos que salen aún de mí. Siento como la oscuridad me envuelve de forma lenta —. Aquí estaré para ti. —Es lo último que oigo antes de perderme en la inconsciencia.
Despierto.
Me encuentro en la habitación de Aryek, me quedo observando el techo y siento mis ojos inundarse.
No me muevo, solo dejo que el cuerpo llore, qué la impotencia gane y la rabia me consuma.
Qué... El odio surja.
Siento un movimiento a mi lado, interrumpiendo cada emoción negativa que poco a poco sobresalen de mi sistema.
Él me abraza y siento sus labios en mi frente.
─Te amo Jhandra, eres una chica muy fuerte, solo saca todo lo que sientes, por favor —dice con su voz desgarrada—, no quiero perderte. —Su ruego es... Desolador.
—Ya me siento perdida, Ar —susurro con mi voz quebrada.
Mis manos se aferran a ese abrazo con el que me arropa y así nos quedamos. Mi mente está en blanco y el alma embriagándose de un dolor lacerante que quema, arde y desintegra cada pensamiento bonito y positivo.
La impotencia me consume.
—No estás sola princesa, no lo estás ─Acaricia mi cabello una y otra vez, mientras me ahogo en lágrimas.
Pensar qué... Él fue mi refugio ante las tempestades.
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