»Capítulo 8

«La felicidad de un hermano es tan satisfactoria.

El amor hacia ellos es inefable».


Siento mis pies descalzos en el suelo frío de madera. Despierto por el llanto de mi pequeña hermana, salto de la cama y mis pies tocan el suelo frio, observo a mi alrededor que todo se encuentra oscuro, pero vuelvo a escuchar a Jhan llorar y sin pensarlo salgo de mi habitación, apresuro mis pasos hacia a la de ella.

Mis padres parecen ser que no la escuchan.

Voy con sigilo y me acerco hacia su cuna blanca y prendo su carrusel. Mis manos tocan la madera y observo su cabello rojo y esos cachetes rosados que la hacen ver como una muñeca de porcelana, es una beba hermosa, al instante la cargo entre mis pequeños brazos y ella mete el dedo pulgar en su boca dejando de llorar. La acuno para que pueda volver a dormir y yo hacer lo mismo.

Me sobresalto al escuchar ruidos afuera de la habitación, aferro a mi hermana más contra mí y voy a ver a mis padres, camino despacio, veo la luz del pasillo encendida, sonrío, seguro ya estarán levantados y sin de inmediato me dirijo a su habitación.

—¿Papi?, ¿mami? —llamo al entrar, ellos no me responden, doy un par de pasos más y me acerco a la cama.

Los veo. Sus rostros están llenos de jugo rojo. Vuelvo a llamar y no responden, el peso de Jhan me está cansando los brazos, la observo y esta dormida. Escucho otro ruido cerca de la puerta, alzo mi mirada y mi corazón salta.

Me quedo paralizada en el umbral.

Un hombre alto me observa, tiene una nariz fina y larga con una cicatriz fea en ella. Está lleno de un líquido rojo.

—Pequeña, ve con tu vecina mientras tus papás duermen —dice y el miedo estremece mi pequeño cuerpo, pero él sabe de la señora Tyler, entonces, será porque es amigo de la familia. Respiro fuerte y trato de calmarme.

Asiento y sonrío.

—Sí, ella me hará mi desayuno favorito... Es como mi buela —menciono feliz, la señora Tyler es la señora que nos cuida cuando papi y mami van a trabajar.

Camino hacia la entrada de la casa con mi hermanita en mis brazos, antes de salir giro y lo veo... Su mirada hace que apriete a Jhandra más hacia mí.

Salgo de la casa con lágrimas en mis ojos.

Despierto.

Desde hace mucho mi mente recrea esa escena una y otra vez, en ese entonces tendría como cuatro o cinco años. Ahora tengo veinte años y mi pequeña solo dieciséis, aunque ya no lo es tanto.

Mis padres murieron en circunstancias extrañas, fue lo que me dijo la señora Tyler, en aquel momento ella se hizo cargo de nosotras por un tiempo, pero luego nos dejó en el orfanato, no pudo más con nuestros gastos a medida que íbamos creciendo, creo que fue lo mejor porque nos eligieron para estudiar en un colegio católico de prestigio.

Sonrío.

Hoy mi pequeña hermanita cumple una de sus tantas metas y estoy tan orgullosa de ella. Nuestra vida no ha sido fácil, sin embargo, todo ha valido la pena, por verla sonreír como lo hace hoy día.

Tiene buenos amigos.

Tiene un gran chico que la adora.

—Vanny, levántate, ¡hoy es la graduación de nuestra enana! —Sonrío y me desperezo estirando mi cuerpo.

—Sííí, hoy mi pequeña se gradúa. —Salgo de la cama y agarro a Zinedy y comenzamos a saltar y a reír—. Hoy todo tiene que salir perfecto, me voy a alistar porque seguro ya estará llegando a su habitación.

—Amo la pareja que hacen. Aryek y Jhandra son tan tiernos, ¡awww! —expresa y ambas colocamos nuestras palmas en las mejillas haciendo un gesto de enamoradas y luego nos reímos.

Ella me abraza, me suelta y me avisa que saldrá a hacer unas cosas de la universidad. Hoy estoy libre de materias por esta semana. Estudio Derecho, quiero ejercer de abogada de familia y proteger a aquellos niños que lo necesiten. Realmente es una profesión hermosa y muy dura, pero sé que valdrá todo el esfuerzo.

Termino de levantarme, me dirijo a la ducha ya que tengo que ir a arreglar a Jhandra.

Me desvisto y regulo la llave con el agua tibia, introduzco mi cuerpo y el agua da de lleno en mi piel, comienzo a ducharme y solo puedo preguntarme porqué no me ha llamado, estos días no he sabido de él.

Desde que lo conocí se convirtió en mi primer todo y sé muy bien que él es el amor de mi vida, sonrío con el recuerdo que llega a mí:

«—¿Estás segura de que podremos entrar? —cuestiono nerviosa al lado de Zinedy.

Me escape de la institución. Ya me tienen harta con sus reglas absurdas.

—Sí, no te preocupes, conozco a la mayoría de los que están en esta fiesta, ¡relájate! —Me guiña un ojo y la sigo resignada.

Llegamos a una mansión. Está lleno de jóvenes de nuestra edad y hasta más grandes que nosotras, al instante ella hala de mí y nos adentramos hacia el salón donde la música está en su máximo decibeles. Me he quedado viendo a la multitud de adolescentes, algunos bailando y otros haciendo retos absurdos. Busco a mi alrededor a Zinedy y no la encuentro.

¡Genial! Me dejo sola.

Comienzo a abrirme paso entre la multitud y salgo donde hay una piscina, esta se encuentra llena de inflables y chicos lanzándose.

Suspiro.

Tomo asiento en uno de los puff que se haya alejado del griterío.

—Hola, ¿por qué no se divierte, señorita? —Escucho a mi lado una voz varonil, lo observo y cruzo mis brazos.

—Porque no me da la gana de hacerlo. —Lo miro con una ceja alzada, él se sorprende y me regala una sonrisa de disculpa.

—¡Lo siento! No quise ofenderte o molestarte —menciona avergonzado, lo sé por la forma en la que su mano toca su nuca, veo como gira sobre sus talones dispuesto a irse.

Resoplo.

—Está bien, vine con una amiga y me dejó sola —explico, el chico no se merece mi mal humor, él sonríe y se sienta de inmediato a mi lado, y mis fosas se deleita con su olor... Es exquisito.

—Bueno... Si quieres te acompaño hasta que llegue tu amiga —Subo mis hombros, dándome igual lo que haga.

Mi vista se pierde en unos chicos que se están lanzando desde el techo de una caseta hacia la piscina.

—¿Qué edad tienes?

Desvío mi mirada y lo observo con una ceja alzada.

—Tengo quince años y ¿tú?

—¡Oh, pareces de más edad! Quiero decir que tienes unas facciones maduras, yo tengo diecinueve y voy para veinte años en unos días. —Me sorprendo y lo detallo. Sus ojos azules son cristalinos como el mar y tiene una sonrisa hermosa, sus facciones son maduras, realmente este chico es guapísimo.

—Bueno por lo menos no eres un viejo decrépito, así que no te preocupes por la edad —bromeo y nos reímos, al rato comenzamos a hablar de todo un poco.

De un momento a otro siento como él me observa con detalle. Lo imito, es un chico tan educado y respetuoso que en ningún momento ha dicho algo fuera de lugar, me llena de curiosidad y a la vez de algo que no puedo explicar.

El silencio nos arropa, pero no es incómodo. Por el rabillo del ojo veo a Zinedy venir hacia nosotros, me levanto al instante y me despido de él, no quiero que se haga ideas absurdas y comience con sus bromas de que si tengo novio o no.

—Un gusto conocerte, Vann, espero volver a verte —Mis mejillas las siento arder cuando él toma una de mis manos, asiento y tiro de ella, hago un gesto de adiós y salgo de allí.

—Mírala... No puedo dejarte sola. —Me codea de forma juguetona—. ¿Quién es? —cuestiona y ruedo los ojos.

Desde ese instante esa mirada azul no salió de mi mente».

A partir de allí coincidíamos en varias fiestas y nos dimos la oportunidad de ir más allá que una amistad y hoy de ese amor haremos nuestra propia familia. Siempre he sido muy reservada con mi vida, pero a Jhandra es a la única que le cuento algunas cosas. No me gusta que nadie se meta u opine de mis decisiones o acciones.

Salgo de la ducha y comienzo a vestirme, llevo las manos a mi vientre y mi sonrisa se expande, busco el móvil y le escribo. Termino y salgo del apartamento, tomo un taxi y en el trayecto evoco aquello que lleva atormentándome:

«Ese día él no fue a buscarme a la universidad, así que decidí pasar por su casa, siempre nos veíamos en otros sitios, pero quise ir a su casa, conozco a su padre y es un señor amable y respetado.

Toco esa puerta grande y blanca y la señora del servicio llamada Julia me recibe con una sonrisa cálida.

—El joven llegó hace un momento, espere en la sala, ya le aviso —informa, sonrío y me alejo para esperarlo en el salón.

Camino observando lo grande y lujoso que todo se ve, está casa podría alojar tres orfanatos juntos.

Respiro profundo alejando esos pensamientos de mi cabeza.

—Lo están investigando. Si llegan a nosotros... —Escucho voces amortiguadas antes de llegar al salón, a mi lado hay una puerta que está entreabierta, trato de seguir mi camino cuando oigo una voz que me detiene en el acto.

—No te preocupes por estupideces, no darán con los demás, para ese entonces seré una figura importante en la administración de este estado.

Esa voz... Mis manos comienzan a temblar y las llevo hacia mi garganta.

No puedo respirar.

Es la misma que escucho en mis sueños...

—Vanny, ¿qué tienes mi vida? —Lo veo, sus ojos azules me miran preocupado, pero no puedo hablar, hago gestos como puedo con las manos y él me lleva a su pecho, en automático su olor me inunda y mi cuerpo trata de calmarse.

—Es él, es él... —repito una y otra vez.

—¿Qué sucede? —Escucho a mi suegro, su preocupación es genuina—. Ven, muchacha, siéntate.

Me lleva donde su padre lo indica sin soltarme. Alzo un poco mi mirada y doy con ese hombre. Él tiene la misma cicatriz en su fina y larga nariz.

Trago saliva.

—¿Se encuentra bien, señorita? —cuestiona, afirmo y me escondo en el pecho de mi novio».

Eso sucedió hace un par de meses y desde ese momento sé que ese hombre fue el que estuvo en la casa de mis padres, que todo lo que he soñado en realidad... ocurrió.

Se lo comenté a mi novio y él solo mencionó que era imposible. Me explicó que ese señor viene de una familia de dinero, que era algo absurdo, que seguro lo estaba confundiendo. Lo dejé estar porque podría tener razón, pero desde ese instante los recuerdos se hacen más nítidos.

Sacudo mi cabeza alejando esos pensamientos, llego a la institución y voy a las habitaciones, saco mi llave y entro.

La observo. Me recibe con una sonrisa enorme. Dejo toda mi preocupación atrás y me dedico a ella, a esa niña que ya es toda una mujer: hermosa, madura y llena de felicidad, pregunto de manera pícara y juguetona como la pasó y sus ojos la delatan, sus mejillas se colorean del mismo color de su cabello rojo.

Ayer salió con sus amigos, pero luego se fue con Aryek, ella cambia de tema y terminamos de arreglarnos entre lágrimas y risas. A cada momento lleva sus manos a mi vientre, está un poquito abultado y eso que llevo solo cuatro meses.

Ayer me enteré y hoy se lo diré al padre.

—No puedo creer que voy a ser tía, Vanny, te amo hermanita, has sido mi padre, mi madre y mi todo, te amo. —Sus ojos verdes se inundan de lágrimas y la abrazo, se suelta y agarra su toga y birrete de la mesa, la sigo y nos encaminamos al salón de la ceremonia hablando de todo un poco.

Al instante se aleja de mí y va hacia su mejor amigo Arthur, le hace una seña porque tiene que tomar asiento y yo me uno con los chicos, ahí está Aryek con sus padres y Zinedy.

—¡Cuñado! —exclamo, él me sonríe y le guiño un ojo como haciéndole saber que sé lo que hicieron. Me río al verlo desviar la mirada.

¡Ja, picarón!

Saludo a sus padres y le doy un abrazo a la señora Cristhy, ella es muy amable, su cercanía me hace sentir en familia.

Me concentro en el evento y las lágrimas bajan cuando la veo hacer el discurso, ¿cuándo creció tanto? Llego hacia ella y la abrazo quitándosela a mi cuñado, entre bromas y risas la pasamos toda la velada, verla tan feliz me llena de una paz inmensa. Todo lo que hemos pasado ha valido la pena.

Ella es mi recompensa.

Me despido de ella y trata de persuadirme para que me quede, pero no lo logra, la dejo con sus amigos, camino a la salida y antes de salir echo una última mirada a Jhandra, la veo tan feliz, su sonrisa no se apaga en ningún momento.

—Hermanita, así quiero verte cada día de mi vida. —susurro sonriendo.

El frío me recibe al salir del salón. Me dirijo al sitio donde él me recogerá, la brisa cala en mis huesos, trato de dar un poco de calor a mis manos y el humo sale por mi boca. La noche se siente húmeda como si se acercara una gran tormenta.

Veo el móvil. Dejé la fiesta porque necesito hablar con él. Saber que vamos a hacer de ahora en adelante. Tengo un poco de temor al saber su reacción, es algo que no esperamos. Suspiro y llevo mis manos a mi vientre.

Cinco minutos después escucho el ruido de un motor acercándose a mí, lo veo y abro la puerta subiéndome al instante.

—Hola, mi vida —dice y se acerca a mi rostro dándome un beso suave el cual correspondo. Sus besos siempre me han aturdido y me dejan con ganas de más, pero esta vez estoy molesta.

—¿Por qué tardaste tanto? —increpo seria.

—... Mi padre que no deja de insistir, quiere que trabaje para él, estuve hasta hace poco reunido, lo siento... —Sus ojos azules se ven cansados.

—No me vengas con eso. Llevamos varios días sin vernos, no me llamas, no me escribes, ¿cómo quieres que esté? —expreso molesta, no sé si es por el embarazo, pero no saber de él todos estos días me tenía abrumada e inquieta.

Observo por la ventana y veo como los nubarrones grises han cubierto el cielo estrellado, no sé cómo decirle la noticia sin que mi molestia se vuelva más intensa.

Respiro profundo.

—Basta, Vanny, no quiero comenzar una pelea —pronuncia con el tono de voz elevado.

—¿¡Qué mierdas te pasa!?, ¡a mí no me grites! —Observa la carretera y acelera. No me gusta ir a tanta velocidad, mi miedo a manejar está ligado a esto y él lo sabe.

—¡Para! Quiero bajarme —menciono entre dientes. Desabrocho un poco el cinturón, lo sujeto entre mis manos y la ranura de este para que sepa que estoy hablando muy en serio. Él resopla y baja la velocidad.

—Lo siento, Vann, pero sabes cómo me afecta llevarle la contraria a mi padre y que te pongas de esa manera. —Suspira—, te amo, lo que menos quiero es que estemos peleando.

Asiento.

La lluvia se vuelve un torrencial, mis ojos observan como las gotas golpean con fiereza el coche.

—También lo siento, te amo —menciono, respiro profundo antes de darle la noticia—, mi vida, vamos a ser...—Comienzo a hablar y busco su mirada. De repente el coche hace un movimiento brusco, mis ojos conectan con los azules de él que están llenos de: miedo y terror. Lo veo pisar el freno una y otra vez y nada ocurre.

El coche no se detiene.

—¡Amor, sujétate! —Su grito hace que mi corazón de un vuelco, siento su brazo entre el tablero y mi cuerpo para amortiguar el golpe, pero es demasiado tarde. Escucho un fuerte estruendo, todo lo veo en cámara lenta.

Mi cuerpo se impulsa con una fuerza descomunal hacia adelante. Solo observo la columna que está frente a mí.

No puedo respirar.

Calabacita te amo y a tu papá también. —Pienso.

—¡Vanny! —Su tono de voz es desgarrador y desesperado.

Él... es lo último que escucho cuando la oscuridad se apropia de mí.

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