» Capítulo 36
El verdugo por más que disfrute de la indiferencia llegará el día que se convertirá en víctima de su propia conciencia.
»«
—¿Qué significa todo esto?, ¿es el caso de los Bell? —Me siento tan confundido al ver los documentos que tengo entre mis manos, releo y analizo lo que plasma dichos papeles.
Los padres de Jhandra según el informe de investigación murieron de forma extraña, lo raro es que no se les hizo autopsia, aunque las anotaciones de los agentes que estuvieron en la escena se contradicen. En unas notas aparece que había sangre y en otros que no había rastro alguna.
La mayoría de los casos antiguos no están en las bases de datos, por lo tanto, para tener acceso a ellos se debe aportar algún dato relevante encontrado.
¿Será que los federales encontraron algo importante?
¿Contribuye algo en algún caso pendiente?
Resoplo al no encontrar alguna explicación lógica a esto.
Ya han pasado varios días desde que hablé con Dyclan, ha dejado que vea a Jhandra un par de veces, pese a todo, el tipo es racional y en parte tiene razón en su posición.
Una persona que abusa de su poder para hacer sufrir a los más débiles es un ser miserable que no merece nada.
¿Cuántas personas necesitan esos mismos sueldos, trabajando día y noche y un político lo gana sentado en una oficina? O peor aún, lo ganan con el dinero público de esas mismas personas que pagan impuestos.
—Esto lo encontré de casualidad en el escritorio del director Connor. Fui a darle el reporte de Los Latinos, no estaba en la oficina, así que me acerqué a dejar el expediente y cuando vi los nombres de ese documento me llamó la atención, lo extraño no solo es eso, sino que en el parte hecho por el padre de Jhandra, no está el nombre del sospechoso. Entonces... ¿A quién denunció? —expresa confundido James.
Hojeo los folders y la denuncia fue hecha por Rowan Bell, nacionalidad irlandesa, pero residente de Estado Unidos, tenía treinta años cuando falleció junto a su esposa Jana Bell. Ambos en circunstancias extrañas, sin embargo, por falta de prueba se dio un veredicto de fallecimiento natural.
En la denuncia se da una descripción detallada de un chico violentando a una adolescente, trató de acercarse, pero observo que esos dos jóvenes no estaban solos, había una docena de chicos con tatuajes y mala fachas a esa hora de la tarde con armas de todas clases.
Sigo leyendo y observo que el agente que le tomó la denuncia fue Carl Barry, en ese entonces, imagino comenzaba su carrera, sin pruebas suficientes el caso se archivó. Era algo muy común en aquel entonces, proceder a archivar por el hecho de no hallar ninguna prueba que de un avance en el caso. Sin embargo, la descripción tan detallada que Bell dio debió dar alguna pista.
¿Una cicatriz en la nariz?
—Creo que eran los casos en los que trabajó Carl, pero no entiendo porque justo ese expediente estaba en el escritorio de Gabriel.
Niego con la cabeza, la impotencia y la incertidumbre que me rodea me irrita de sobremanera.
—¿Así esperas que realmente sigamos sirviendo a estos miserables? Siguen guardando información, no sabemos si realmente lo que pasó con los Bell fue un suceso imprevisto o un asesinato, pero con todo lo que sé ahora, no podemos fiarnos de nadie porque nada es lo que parece.
Él me sonríe, junta sus manos y recarga su barbilla en ellas.
—Puede que el mundo esté podrido Aryek, pero una causa no está perdida mientras alguien esté dispuesto a seguir luchando.
Resoplo.
Eso solo pasa en las películas, no en la vida real.
¿Quién va contra el sistema y sale ileso?
Nadie.
—Yo no soy ese alguien —digo seguro mientras recargo mi peso en la silla de cuero.
—Sí lo eres. Tal vez no quieras verlo, sin embargo, puedes remediarlo. Su vida está en tus manos, esto ayudará en cualquier situación donde nos veamos amenazados, solo es seguir halando del hilo y verás como todo se descubre. —Asiento y acaricio a Adir que se halla acostado recargando su cabeza en las patas delanteras.
Suspiro.
Esto es un sin fin de personas corruptas.
Una tras otra.
Por eso estamos como estamos en el mundo y hoy sé la respuesta que mi padre no me pudo dar; el mundo no necesita políticos, necesita gente honesta y leales.
—Yo estaré atento a cualquier cosa dentro de la comisaria, el único inconveniente que tenemos ahora es que ya hay una orden de arresto contra la organización de Dyclan, el FBI quiere sí o sí atraparlos lo antes posible. —Desvío mi mirada hacia un punto de mi despacho, todo esto se complica aún más.
Han pasado varios días del caso del puerto, el gobernador Conrad Mahone ha quedado delante del pueblo como un inútil.
Eso es algo que no piensa permitir. Por eso la policía está enfocada en encontrarlos como sea.
—Quiero que comprendas algo, James, necesito salvar a Jhandra de sí misma, pero si tengo que llevar todo esto hasta las últimas consecuencias para lograrlo, lo haré. — Él asiente y guía su puño hacia mí, lo imito y chocamos.
—En las buenas y malas, ¿recuerdas? —Afirmo y me levanto de la silla, busco el móvil, tengo todo el día sin saber de ella, sin pensarlo mucho marco el número.
—Dyclan... —Antes que siga, él menciona una sola palabra que hace que mis nervios colapsen.
» Voy para allá. —cuelgo y llevo mis dedos hacia mi cabello, a los segundos respiro profundo, busco entre el escritorio mi arma, la recargo y guardo, me coloco mi chaqueta y salgo de prisa del despacho mientras Adir me sigue junto a James.
—¿Qué sucede? —increpa.
—Jhandra —pronuncio con el nudo en mi garganta.
Dejo a Adir en su rincón y le indico con el dedo que se quede quieto, él se echa en sus mantas y salgo de casa. Llego a la moto y veo a James coger su coche, lo observo y él alza los hombros.
—Estamos juntos en esto, que tanto, si nos encarcelan o nos matan, lo haremos juntos. —Me guiña un ojo.
Sonrío.
—Gracias, James —menciono y al momento me monto, arranco y él al instante me sigue. Salimos a toda prisa a la mansión de Dyclan.
Hoy llegó el día.
Pensar que todo esto ha sido un giro mal intencionado de la vida.
Dónde todo lo que creemos, no siempre es lo correcto.
Observo la mansión y a los segundos estaciono, dejo todo en su lugar y espero que James haga lo mismo, hago un gesto y ambos nos dirigimos hacia a la entrada. Uno de los gorilas de Dyclan nos espera en ella y hace de guía, comenzamos a seguirlo y nos lleva hacia una lateral fuera de la casa, pasamos por un pasillo largo, sus paredes están vacías y blancas, seguimos al tipo, este abre una puerta y nos adentramos, es un sótano. Comenzamos a bajar las escaleras una a una, estas chirrían, al instante el olor a sangre y moho hacen del ambiente un tanto desagradable y asfixiante, cuando llego al final, veo a dos personas amordazadas, cada uno en una silla.
—¡Mierda! —Escucho a mi lado. Lo ignoro y mi vista se fija en ella, lleva su cabello desordenado y sostiene un arma en su mano derecha.
—¡Bienvenido a la fiesta, Capitán Dorell! —expresa Dyclan y al instante ella me observa, sus ojos verdes conectan con los míos, tiene su brazo izquierdo en el cuello de Dyclan y él la sujeta por la cintura, se nota que aún está delicada.
—¿Cómo estás? —Camino hacia ellos y James me sigue.
Su mirada esta llena de rabia y tiene un brillo intenso en sus iris.
—Estoy... Bien. —termina por decir, desvía su mirada y mira fijamente a Dan.
Él tiene intacto su traje negro, su semblante está apagado y derrotado, en cambio su padre tiene moretones en el rostro y sangre seca en sus ropas.
—¿Qué vas a hacer Jhandra? —cuestiono con mi semblante sin expresión—, dale la oportunidad de hablar antes que decidas seguir adelante con esto.
—Esta vez estoy de acuerdo con el imbécil, antes de apretar el gatillo, escucha lo que tantos años te ha venido atormentando y has querido saber, Sirenita —Algo dentro de mí duele cuando veo la comprensión en ambos orbes. Ellos se entienden con una sola mirada.
Respiro lento y profundo.
— ¿Por qué la mataste? —dice con un tono de voz tan frío que la habitación se queda en un cruento silencio. Observo su mano apretar fuerte el arma, sus ojos brillan por la furia contenida, su cuerpo esta agitado, en este instante toda ella es una bomba a punto de explotar.
—¡Yo no la mate! La amaba, ¡maldita sea! —grita Dan, solo soy un observador, sé que lo que dice es cierto, lo que me contó sumado a las pruebas que he encontrado estos días lo demuestran—, fue un accidente, lo juro, un maldito y estúpido accidente. —Sus lágrimas bajan de su rostro, su rabia o impotencia se nota por lo tensa que tiene la quijada, desvío mi mirada y observo a Jhandra, esta tan quieta que me causa un estremecimiento en el cuerpo.
—¿Qué mierdas estas diciendo? —cuestiona peligrosamente lento.
No se escucha ni un ruido en la habitación, solo estamos nosotros, no hay ni un gorila de Dyclan.
—Yo la amaba. Ese día mi padre me detuvo. —El nombrado sonríe cínico mostrando sus dientes llenos de sangre, un escalofrío pasa por mi espina dorsal—. Otra vez hostigándome para que aceptara los planes de política. En aquel entonces quería que fuera parte del partido donde salió elegido el gobernador, estaba estresado por todo y terminamos en una discusión, salí del despacho... sé que ese día era tu graduación. —Veo a Jhandra con la quijada tensa, el dolor está plasmado en su rostro.
» La recogí frente de la institución y comenzó a reclamarme por qué no la había llamado ni buscado esos días. —Baja la cabeza y sus hombros convulsionan—. No me di cuenta en qué momento la discusión se tornó más fuerte, ella me pidió que parará, se quería bajar, así que baje la velocidad y pensando que me iba detener, se quitó el cinturón y... — Alza su rostro, sus ojos azules están desgarrados en dolor—. En el instante que quise detenerla perdí el control del vehículo, los frenos no respondieron y di contra un muro, todo lo vi en cámara lenta, su cuerpo salió por el cristal. —La tristeza y el sufrimiento impregnados en sus orbes es escalofriante.
El sonido de un balazo junto a un grito ensordecedor nos aturde y todos en la habitación se sobresaltan, menos Dyclan y Jhandra.
—No, ¡maldita! Te vas a arrepentir de haber hecho eso —reclama Luis, con su mirada iracunda.
—¡Jhandra! —Voy hacia ella, su rostro está lleno de lágrimas y sus ojos observan con una fiereza impresionante a Dan, al instante hago que baje el arma—. Maldición, mírame... —La agarró del rostro—. Basta, date cuenta de que todo ha sido un trágico accidente.
Ella niega con la cabeza, sacude su rostro con fuerza alejándose de mi tacto, pero aferrándose más a Dyclan.
—Sirenita —susurra él.
Ella no escucha a ninguno, da pasos lentos sin soltarse del agarre, ambos se acercan a un Dan tembloroso, él está aguantando el dolor mientras aprieta sus dientes. El disparo dio en una de sus piernas.
—Eres... Un maldito cobarde. —La rabia y el dolor se impregnan en cada palabra escupida—. Un poco hombre miserable, dejaste morir según tú a la mujer que amabas y a tu hijo. —Su voz es desgarradora.
Apunta a su frente y su dedo tiembla rozando el gatillo.
—¡Yo no lo supe hasta después de su muerte! Me arrepiento cada día...
—¡No! Ni se te ocurra hablar. Manchaste su memoria haciendo que la recordarán como una drogadicta. Tu maldita cobardía... hizo que Vanny quedara como una basura de persona. Eso no te lo perdonaré nunca. —Termina de decir y antes que presione el gatillo mi cuerpo se mueve y quedo en medio del arma y Dan.
Dyclan me hace un gesto de negación con la cabeza de forma imperceptible.
—No lo hagas, Jhandra, por favor, este cobarde no lo merece, él ya sufre y lo seguirá haciendo el resto de su vida, no le quites su tortura —imploro con las manos alzadas, observándola fijamente—, ¿crees que vale la pena matar por un motivo equivocado? —La veo dudar, sus ojos están plasmados entre la furia, impotencia, dolor y tristeza.
La furia de verla de esa forma me carcome, sin embargo, este no es el camino correcto
—Apártate, Aryek —increpa—, ¡maldita sea! Déjame matar a este cobarde
—Afirma su arma y me apunta en el pecho—. ¿Qué mierdas quieres de mí? Te lo he dicho una y otra vez, déjame en paz —escupe pausadamente las últimas palabras.
—Jazba quiero tu rendición, yo... —Mis palabras se quedan en mi garganta cuando veo como sus labios comienzan a temblar, la rabia se instala en mi sistema—. Hasta yo quiero matarlo con mis propias manos, por tu dolor mi princesa, pero no vale la pena. Él no lo vale.
Todo esto es una porquería.
Observo a Dan y está temblando como un cervatillo arrinconado entre fieras.
Maldito cobarde.
—Sirenita, pese a todo ten en cuenta que apretar el gatillo solo lo hará sentirse en paz. Ese miserable merece vivir toda su vida con esa tragedia, dejar a la deriva a su mujer y a su propio hijo, eso solo lo hace un hijo de puta sin sangre, ¿vale la pena matarlo y quitarle ese peso que lleva?
—No —dice después de unos largos segundos, baja el arma y Dyclan la sostiene cuando la veo ceder su peso—, no vale la pena matarlo —susurra con la voz rota y resignada.
Me agacho a su altura y la abrazo, Dyclan cede el agarre y la escondo en mi pecho.
— Todo esto terminará, Jazba —susurro para que solo ella me escuche—. La veo mover su cabeza aturdida, lleva su mirada llena de lágrimas gruesas hacia un moribundo Dan. La pérdida de sangre lo hará perder el conocimiento pronto.
— Maldito cobarde... vivirás toda tu vida martirizada al saber que la persona que te amaba estaba feliz por ser madre. —Sus lágrimas bajan como un río desbocado—. Maldito seas hoy y siempre, perdiste a una mujer increíble, llena de valentía, de amor y lo que más me destroza es que condenaste a ese bebé que no tenía la culpa del pedazo de escoria que eres —grita y al momento su cuerpo tiembla por completo, la aferro más a mí—, jamás serás feliz, Dan Steve, ¡jamás!
No veo venir su movimiento, solo soy consciente de cómo se levanta y va directo hacia a él, lo golpea con una fuerza brutal, sus puños dan contra su rostro una y otra vez, sin embargo, por más que la trato de controlar, no puedo, ya que le causaría más daño a su herida.
—Maldito, maldito —pronuncia una y otra vez.
Mis manos van a las suyas y con dificultad la alejo, ella llora, grita y sé que todo el dolor acumulado de tantos años ha explotado, veo como su cuerpo cae laxo en mis brazos, observo a James ir a ayudar a Dan con el tiro en su pierna.
—Dyclan, debemos de llevarla a descansar y encargarnos de esto por la vía legal.
Una risa interrumpe en la habitación.
—¡Malditos! No tienen ni una puta idea de todo lo que hay detrás o mejor dicho... Quién. —Luis interviene con una mirada triunfadora—. Son unos ilusos, siempre habrá alguien manejando a personas como ustedes, son unas simples marionetas en todo esto.
Frunzo el ceño.
—¿De qué mierda hablas? —increpa Dyclan. El juez sonríe aún más.
—Tanto que has matado, manipulado y al final el cazador resultó siendo la presa. —Dyclan va hacia él y lo agarra por la camisa alzándolo en el proceso.
—Habla o te arrepentirás, voy a hacerte lo mismo que le hice a tu amigo Barry, ¿deseas eso? —Al instante el semblante lo cambia, veo como traga saliva—. Termina de hablar, ¿quién está detrás de qué?
Él se revuelve en su silla y escupe sangre cuando Dyclan lo golpea.
—Los motivos no lo sé —menciona entre dientes—, lo único que sé, es que el accidente de la novia de mi hijo y el plan del desfalco provienen de la misma persona. —Todos en la habitación quedamos desconcertados por lo que el juez nos cuenta.
Cuando la maldad no tiene límites, es imposible seguirle el rastro
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