»Capítulo 13
Cuando el pulso ya no tiembla te toca confiar en ti misma y en lo que sientes.
¡Para no volverte loca!
»«
『Cuatro años después』
Entro al restaurant con la mirada fija en el objetivo.
Mis manos tiemblan un poco, sin embargo, las controlo.
Mis sentidos se ponen en alertas, el olor a comida recién hecha, el bullicio de las personas, sonidos de copas chocando y sonando Mozart (lacrimosa) de fondo.
Un sitio lleno de hipocresía y poder.
Donde un plato te cuesta más de mil dólares y el alimento queda en la basura.
Ríen cada uno metido en su mundo.
Mis botines resuenan al acercarme a la barra, tanteo por debajo de esta, mis dedos dan con el frío metal, la observo y hace un sonido cuando la examino de forma disimulada, pero el ruido del entorno lo amortigua.
La bala tiene su nombre.
Me acerco y lo veo junto a tres de sus hombres, apunto y sus ojos se abren desorbitados.
Disparo.
Objetivo alcanzado. Su cuerpo cae laxo en la mesa.
El caos comienza.
Sonidos de gritos, pasos apresurados, escucho a lo lejos cosas cayendo, realmente no me interesa, ya que toda mi concentración está en la misión. Uno de los gorilas lanza el primer golpe, doy una voltereta y llevo mi arma a su frente y al instante disparo.
Uno.
Escucho las balas rozar por algunos hierros y columnas, sin pensarlo corro hacía unos estantes y comenzamos un enfrentamiento.
Salgo cuando lo veo recargar su arma y al otro tratando de alcanzarme en medio de personas corriendo a todas las direcciones. Llego al que está más cerca y me cubro con su espalda, disparo a su nuca y su peso muerto cae sobre mí.
Dos.
Lo lanzo a un lado y me agacho antes los estallidos que llenan mis oídos.
El que queda lanza el arma a un lado al quedarse sin municiones, busco entre mis botines un cuchillo y antes de tomarlo siento sus grandes manos sobre mi cuello, me alza y me lleva con fuerza hacia uno de las columnas haciendo que mi cuerpo impacte contra esta.
Respiro con dificultad.
—Cazzo Cagna ─gruñe asfixiándome.
«Maldita perra»
Veo su sonrisa y en un movimiento me impulso haciendo que retire sus antebrazos con mis codos y doy de lleno en su rostro con uno de ellos.
—Dannato, calla la puta boca.
«Maldito»
Aprovecho su aturdimiento y en menos de un segundo saco el cuchillo y se lo clavo con fuerza en el cuello.
Tres.
Respiro profundo. Acomodo mi chaqueta roja, agarro el sobre y salgo por la parte de atrás, él está esperándome en el coche.
—Tardaste, Sirenita —reclama con su voz distante y fría.
—Dijiste cinco minutos —reviro—, esta vez no temblé.
Tiendo el sobre y me regala una sonrisa torcida, una de sus manos acaricia mi pierna.
—Estás lista, Jhan, es hora de que esos italianos aprendan que conmigo nadie se mete.
Asiento y arranca alejándonos del lugar.
—El fin de semana los chicos y yo vamos a la costa, ¿quieres venir? —Mis manos tienen algunas manchas de sangre, me veo en el espejo del coche y confirmo que mi rostro también.
—No, Sirenita. —Me da una mirada y vuelve su vista al frente—. Tu cabello combina perfectamente con ese líquido rojo, ¡eres jodidamente hermosa! —elogia fascinado.
Lo miro con burla y desvío mis ojos hacia afuera; el mar está quieto y sobre el hay algunos veleros, la brisa mueve mi cabello, observo como el cielo esta sin nubes y los árboles frondosos en el camino están haciendo que mis ojos se deleiten con esta belleza. He conocido y visitado paisajes en los que he deseado quedarme para siempre.
Cada rincón de este país es una preciosidad. Italia es... Hermosa
Estaciona y nos bajamos, salgo y me dirijo a la casa, todo lo que nos rodea es vegetación. Entro y todo está en silencio solo veo los guardias haciendo vigilancia, los chicos no están, así que me voy directo a mi habitación.
Necesito darme un baño.
Me quito todas las prendas y entro, el agua caliente acaricia mi piel, haciendo que mis músculos se relajen de inmediato.
¿Cuándo me volví tan fría?
Matar o Morir. A lo largo de todo este tiempo he aprendido que si no lo haces lo hacen contigo.
Desde que salí de Los Ángeles todo ha sido una constante lucha, he conocido partes de mi ser que no creía tener.
Con mis veintidós años he visto la maldad en todo su esplendor.
Malos siendo buenos y buenos siendo unos demonios.
La persona que era, solo queda en mis recuerdos, esos que cada día bloqueo para que los sentimientos no afecten mi mente.
Saco de mi piel los rastros de sangre, Dyclan me dio cinco minutos para que acabará con el italiano que le ha estado jodiendo los negocios. El que se la hace la paga. Aunque el expediente del tipo me dio más agallas para matarlo, era un sanguinario a sangre fría, no le importaba mandar a hundir vivo en el océano a mujer, hombre y hasta niños si con eso saldaba sus cuentas.
Suspiro y salgo del baño, me dirijo al armario y busco algo cómodo, rebusco entre mis cosas, veo la mayoría de ropa, zapatos y cosas caras que tengo, pensar que todo lo que he vivido este tiempo me ha hecho ser la mujer que hoy soy, elijo y me coloco un pijama corto de seda, cierro el armario y agarro el cepillo para desenredar las hebras de mi cabello, estoy tan agotada física y mentalmente, siento que este día para mí ha sido muy largo.
Pero sé que cuando llegue el momento todo habrá valido la pena.
¿Por qué lo valdrá?, ¿verdad? —pienso.
Sí, lo valdrá.
Mi mente jugándome en contra con algo moral o remordimientos absurdos.
Salgo de mis pensamientos cuando siento unas manos sobre mi cintura, al momento mi espalda da contra su pecho de una manera ruda, haciendo que jadee al sentirlo, lo observo a través del espejo y sus ojos mieles se clavan en mí con una intensidad que hace que mi cuerpo tiemble.
—Sirenita, quiero resbalar mi lengua sobre tus labios —susurra en mi oído, mi piel se eriza mientras sus manos bajan de forma pausada y lenta llegando a mi centro—, una y otra vez, escucharte suspirar de esa manera. —Sus dedos juegan con mi interruptor, mandando toques electrificantes por todo mi sistema nervioso.
Jadeo al vernos frente al espejo, es una imagen demasiado erótica, es tan impura y fogosa a la vez que siento que estamos cometiendo todos los pecados del mundo, al instante me gira bruscamente por mi nuca y estampa sus labios contra los míos. Nuestras lenguas comienzan una batalla vehemente.
Siento sus manos en mis glúteos, sus besos son ardientes, lascivos, en un movimiento me alza contra él y mis piernas rodean su cintura, me lleva hacia la cómoda haciendo que todo caiga en el proceso por el impulso de nuestros cuerpos. El ruido me sobresalta, pero él no me da tregua.
—Me tienes como un jodido demente, eres mía, Jhandra, solo mía —susurra agitado entre los besos fogosos.
De repente siento caerme de la cúspide donde mis sensaciones se encontraban.
Me detengo en seco.
—No te equivoques conmigo, Dyclan —contradigo de forma hostil y colocando mis manos sobre su moreno pecho—, yo no soy tuya ni de nadie, el día que sea de alguien es porque yo decidiré que así sea. ─Trato de bajar de sus brazos y él no me deja.
—Sí me vas a hacer un espectáculo que sea erótico, te lo agradezco ─dice con burla—, déjate de estupideces, tú eres mía, así no te guste que te lo diga Sirenita, no te preocupes que yo te lo hago saber ─susurra tomándome del mentón, lo enfrento, tiene una ceja alzada, su quijada tensa y su mirada aguda cala en mí.
Al instante cierra los ojos y comienza a lamer mi cuello de una manera sugerente, sus labios rozan los míos de una manera tan sensual que hace que lo imite, cerrando mis párpados. No puedo evitar que mi cuerpo reaccione a sus toques, hemos estado juntos tanto tiempo que el consuelo y el placer se mezclaron.
—Tú y yo solo la pasamos bien, Dy, nada más, solo eso puedo ofrecerte. —digo entre suspiros cuando sus labios bajan por mi escote y vuelve a subir hacia mi nuca.
—No Jhandra, te equivocas, sabes muy bien que lo nuestro fue inesperado, porque quieras o no, nuestras almas se estaban buscando—susurra sobre mi oído—, no te engañes, nosotros nos necesitamos mi Sirenita. —Estampa su boca con la mia y me besa de una manera hambrienta.
Sus palabras son detonantes para que el fuego de mi interior reclame sus labios, mis manos viajan hacia su nuca y lo afianzo más contra mí, nos consumimos entre besos ávidos, ardientes y vehementes.
Siento como hala de mi short llevando consigo la prenda intima, quedo a su merced y al instante nuestros cuerpos se unen con desesperación, urgencia, creando este acto un mundo de erotismo de una forma salvaje y vertiginosa.
Crudo.
Rudo.
Ambos llegamos gritando nuestros nombres.
—Jhandra, las ganas de ti no las perderé nunca. —Sus ojos me contemplan de arriba abajo mientras se viste dejando su torso expuesto.
Termino de vestirme también, no respondo, él sale de la habitación, cojo el cepillo y salgo peinándome.
Llegamos al salón y me siento en una de las sillas del comedor, él se queda a mi lado de pie observando a Arthur que anda distraído con el teléfono en uno de los pub.
—¡Jhan! —Escucho a Gian detrás de mí y me abraza fuerte—. ¿Cómo te fue? Ciliegia, ven dame, yo te lo desenredo —Le doy una sonrisa a boca cerrada y tiendo el cepillo en sus manos
—Me fue como siempre, además, sabes que esos mal nacidos nos la tienen jurada, no se quedarán de brazos cruzados, así que estén alertas— comento mientras él cepilla mi cabello una y otra vez.
—Rojita, tienes razón, ya estarán pensando en cómo cobrarla ─menciona Arthur y al instante revuelve mi melena.
—¡Arthur, sabes que mi cabello se enreda de nada! ─exclamo molesta, ellos se ríen.
—¡Eres hermosa! ─Los tres exclaman al mismo tiempo, suelto una carcajada al ver cómo Dyclan frunce el ceño hacia los otros dos.
—¿Dónde estaban ustedes, par de idiotas? —pregunta de forma gruñona.
—Con unas Culihs, estaban buenísimas, esas... —menciona Arthur, haciendo un gesto con sus manos en el pecho—, de verdad que son unas bellezas.
Niego con la cabeza.
—Sí, la chica que conocí es demasiado preciosa, quedamos para vernos otro día, se llama Emma, una castaña muy linda —Gian suspira ilusionado.
De los dos, él es el más enamoradizo.
—Par de tontos, no sé qué haré con ustedes —comento divertida y Dyclan posa sus manos sobre mis hombros, besando mi marca de nacimiento.
Llevo mi cabeza hacia atrás recostándola en su pecho.
Seguimos charlando un rato más y mi corazón solo siente tranquilidad.
Mis emociones se quedaron atrás junto a la Jhandra de dieciséis años. Esa niña ingenua que creía que se casaría con el amor de su vida y viviría para siempre.
Cuando pierdes algo que amas, tu mente, alma y corazón sufre un colapso tan fuerte que solo sabes que tienes que respirar y actuar.
Dejas de sentir.
Bloqueas cada parte de tus recuerdos para poder sobrevivir ante ellos. Hoy... Me encuentro en modo automático.
Lo más valiente que he hecho es seguir con mi vida cuando solo quería morir. Mis emociones se marchitaron el día que dejé mi alma en una tumba y una parte de mí junto a él.
Desde ese momento dejé de ser yo para convertirme en esta versión.
En ningún momento me he sentido sola, gracias a Arthur, Dyclan y Gian, esos hombres han hecho que mi vida fuese más llevadera, los quiero como mi familia, pero cada día vivo en un sufrimiento constante, pero a los ojos del mundo solo soy una maldita y fría asesina.
Ahora me he convertido en un monstruo.
Cuando termine con mi venganza: ¿podré volver a ser, Jhandra Bell?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top