»Capítulo 10
Cuando una acción hace pedazos un corazón.
»«
—¿Cómo sigue ella? —pregunta mi madre a mi lado.
—Sigue catatónica, verla en ese estado me rompe el alma. —respondo y hundo los dedos en mis cabellos, sintiendo la humedad en mis ojos. Ver el amor de tu vida roto es la peor sensación del mundo.
Es ver... A un muerto en vida dejando trozos de su alma en cada espacio.
—Debes de ser fuerte por y para ella, es muy duro y trágico lo que le está pasando, ella necesita tiempo, los espero afuera. ─termina de decir secando sus lágrimas. Se levanta y se dirige hacia la salida donde nos esperan para el entierro.
Respiro profundo y me dirijo a la habitación.
La veo.
Su cabello esta hecho una maraña en una cola media echa, lleva un vestido negro y su mirada se halla enfocada en la televisión, me acerco y tomo sus manos, estos aferran un collar con un dije de alas igual al de ella, me observa y el dolor en sus ojos jades me destroza el alma.
—¿Por qué le hicieron eso a Vanny? —murmulla con su voz rota y desgarrada, aun así, soy capaz de escuchar—, ella no se merecía esta mierda —dice de forma grosera, aprieta con fuerza la cadena llevándoselo al pecho.
«Una mujer de veinte años tuvo un accidente de tránsito perdiendo la vida en el acto con un embarazo de cuatro meses, según fuentes oficiales... La chica era dependiente a estupefacientes».
Escuchamos las noticias y la veo levantarse con la ira en sus iris, estalla y sus manos se mueven de forma furiosa apuntando a todos lados.
—¡Mi hermana no era ninguna drogadicta! Ella... Ella amaba a ese ser que llevaba en su vientre. Ar... Vanny nunca aprendió a conducir. —susurra esto último derrotada, Sus lágrimas bajan de forma descontroladas y antes que sus rodillas fallen la sujeto contra mí.
Cuando el amor de tu vida colapsa y se rompe en mil fragmentos, lo que te queda es recoger los trozos y tratar de unir cada uno de ellos.
Lo peor y sospechoso de esta situación es que:
No hay pruebas de algún otro acompañante en el auto.
Un auto... Qué está a nombre de Vanny Bell.
—Princesa, vamos —menciono y la ayudo a levantarse, la aferro a mi costado, y salimos de mi apartamento hacia el estacionamiento, es como llevar un cuerpo sin alma, mi corazón sufre un vuelco, estoy tan destrozado, porque no puedo hacer nada, solo me queda sujetarla.
Llegamos al coche para ir al cementerio, la subo y abrocho el cinturón, rodeo el coche, subo y al instante arranco, observo como apoya su cabeza en el cristal dejando que lágrimas silenciosas viajen por su rostro.
¿Cómo detener los trozos para que no sigan cayendo?
Ella está cayendo en un abismo y no tengo ni idea de cómo contenerla.
Veo el resto de los autos ya aparcados, freno y hago maniobras para estacionar, saco la llave y suspiro, bajo y rodeo el coche, la ayudo a salir, ella se tambalea un poco y la sostengo firme por la cintura.
Veo a mis padres, James y a Arthur vestidos de negro junto a una Zinedy destrozada, muchas personas han venido, algunas hermanas del orfanato, alumnos y profesores de la institución.
Llegamos a ellos, nos damos una mirada de comprensión y la dirijo a pasos lentos sobre la grama donde se encuentra el ataúd. Ella fija su mirada sobre el féretro de Vanny, no miro a nadie en todo el trayecto, es como si todo a su alrededor dejó de existir.
—Quiero hablar yo... Por favor ─Escucho su súplica y solo hago lo que ella necesita en estos momentos.
Desahogarse.
Asiento y me acerco al cura que iba oficializar el velorio, le comento la situación, sin embargo, él acepta de inmediato. Me alejo de él y voy con ella, al instante una de sus manos se aferra a la mía cuando nos acercamos a pasos lentos donde está el féretro.
—Gracias p-por venir... —Comienza a hablar sujetando con fuerza el collar de su hermana—. Vanny Bell... Fue una mujer ejemplar, desde pequeña cuido de mí, todos aquí presentes lo saben, pero... Hoy alguien se ha encargado de dañar la memoria y su integridad como persona, ella amó a su bebé desde el primer día que lo supo, igual que lo hice yo desde el momento en que me lo dijo. —Ella aferra sus manos en la mia, sus lágrimas bajan sin control alguno—. Vanny quería formar su propia familia, Esa... Qué no tuvimos la dicha de tener, a ellos hoy les dedicaré un corto poema —dice con su voz ahogada, respira profundo, sus orbes verdes desbordados se concentran en el ataúd cerrado, coloca su palma sobre la madera y comienza a leer:
«Adiós...
El dolor es capaz de calcinar un corazón herido.
La muerte es el aviso de que somos tan vulnerables como un diente de león al primer soplo,
que sin darnos cuenta nos arrebata lo que más amamos.
Calabacita... Verte crecer era mi anhelo.
Hermanita... Ser parte de tu felicidad era mi gran deseo.
Hoy todo eso...
Quedará en un invierno atroz junto a todos mis recuerdos».
Termina de recitar y recarga su peso en mi cuerpo, la abrazo y esconde su rostro en mi pecho. Su llanto se vuelve más desgarrador cuando comienzan a bajar el féretro, todos los presentes se levantan de sus asientos y hacen silencio. Al finalizar con la labor empiezan a lanzar tierra, ella se separa un poco de mí y arroja la cadena de Vanny, esta cae encima de la madera y vuelve a esconder su rostro.
—Mi pequeña eres fuerte, aquí me tendrás siempre, no lo dudes. —Escucho la voz de mi madre a nuestro lado, ella se separa de mí, los ojos los tiene hinchados, sus mejillas y nariz están rojas. Ambas se unen en un abrazo y mi mamá le acaricia su cabello, luego mi padre le brinda unas palabras y a los minutos se despiden.
Observo como colocan la lápida. Algunos de los presentes se acercan y dan su pésame, la tarde ha caído y solo quedamos nosotros: Arthur, James y Zinedy.
Jhan se aleja de mí y se arrodilla en la tierra tocando la losa de piedra, nosotros somos espectadores ante esta cruda escena, donde el dolor que sentimos no se compara al de ella.
Perdió a su única familia.
—Juro frente a ustedes que un día haré justicia con mis propias manos, hermanita, por ti, por mí y sobre todo por calabacita. ─La determinación en su voz es aplastante, sus manos se vuelven puños y me acerco, veo la lápida con un ángel sobre ella, leo la inscripción plasmada:
«Te recordaremos por ser mejor amiga, hermana, cuñada y madre...
Eres y siempre serás un ángel.
Te recordaré con tu mejor sonrisa.
Calabacita:
Tus tíos, ya te amaban antes de conocerte».
—Jhandra, ¿quieres ir a comer algo? ─pregunta Zinedy.
Jhandra asiente, me acerco a ella y la sujeto por sus hombros, ella se endereza y al instante nos unimos en un abrazo, mis brazos la cubren y presiono un poco para que sepa que no esta sola. Observo a los chicos con la tristeza plasmada.
—Vamos en mi coche, aquí cerca hay una cafetería.
Salimos del cementerio a pasos lentos, cada uno sumidos en sus pensamientos.
Abro el coche, la subo y abrocho el cinturón, ella trata de sonreír, sonrío y me acerco dejando un beso en su frente, los demás ya están en los vehículos, me subo, arranco y al rato llegamos a la cafetería, bajamos y nos quedamos todos en la entrada.
—Brave... —Dirijo una mirada de advertencia a James—. ¿Recuerdas cuando conociste a un Aryek sin dientes? —Niego con la cabeza.
Este idiota.
Pero la risa que sale de Jhandra me calma y los demás la imitan rompiendo en carcajadas.
—Uff, era horrible. ─Me mira con sus ojos brillando de lágrimas contenidas, pero con un rastro de burla en ellos—. Eras, porque ahora sí los tienes completo Ar.
—Aja, como si ustedes no pasaron por eso, ¡idiotas! —Me defiendo, con una media sonrisa observando a los demás.
—Yo cuando tenía como cinco años me partí las paletas —menciona Arthur—, así que sí, es horrible estar sin dientes. —Mueve su cuerpo como si le causará escalofríos.
Nos reímos al unísono.
—Creo que lo peor es no tener cejas —dice de repente Zinedy—, yo tenía una vecina que fue a la pelu y regreso sin ellas, fue espantoso parecía una marciana, tuve pesadillas con su cara toda esa semana ─dice haciendo un gesto de miedo y Jhandra se tapa la boca para no soltar la carcajada.
Ingresamos a la cafetería entre risas y las miradas de los clientes se posan en nosotros.
Cuatros jóvenes vestidos de negros llenando el lugar de risas.
Jhandra se avergüenza y deja de reír, nos acercamos a una mesa apartada de los comensales, tomamos asiento y cada uno pide algo de tomar.
—Jhandra te queremos, aquí estamos tus hermanos de vida, haremos justicia, seremos dentro de unos años policías, así que tendremos al alcance los medios para hacer pagar el que hizo esto. —La mirada seria de James nos hace saber que es una promesa, al instante él la toma de la mano.
—Así es, aquí estaremos contigo en las malas y buenas, Rojita —Arthur coloca su mano encima de la de ellos.
—Nos tienes para lo que sea. —Zinedy también se une.
─Te amo, haría cualquier cosa por ti, mi Jazba ─indico y beso su frente y ella inclina su cabeza a mi pecho—, eres importante para todos nosotros, nunca lo olvides, cueste lo que nos cueste haremos que el nombre de Vanny quede limpio.
Varias lágrimas bajan de su rostro.
—Gracias chicos, los quiero mucho —Su voz desgarrada hace que ellos se acerquen y hagamos una especie de abrazo grupal.
Desde ese instante Jhandra no volvió a ser la misma...
Creo que ese día en el cementerio enterramos dos cuerpos y un alma; la de Jhandra.
«»
Han pasado tres meses... Ella está más delgada, solo se comunica por monosílabos, duerme poco y sus lágrimas se secaron desde hace mucho, ahora solo quedan unos orbes llenos de tristezas y soledad. Verla así me trastorna, pero sobre todo la impotencia que me carcome a diario porque no sé cómo puedo ayudarla.
—Princesa, vamos a comer. ─Insisto esperando que esta vez sí acepte—. Traje tu desayuno favorito.
Los panqueques que tanto adora con mermelada y queso.
—No quiero, no tengo hambre ─susurra, gira sobre la cama y se tapa la cabeza
─Jhan, debes comer...
—¿Qué parte de que no quiero comer no entiendes? ¡lárgate, Aryek! —Sus ojos jades me miran con furia contenida—. por favor, déjame en paz, por favor ─súplica y eso me desconcierta.
Suspiro.
Trato de entenderla y me retiro dándole su espacio. Salgo de la habitación y busco mi iPad para hacer unos talleres de la academia. He estado en casa desde hace tres meses, no quiero dejarla sola en ningún momento, sin embargo, he aprovechado de hacer mis deberes de form online mientras pienso como puedo ayudarle.
El timbre suena. Me levanto y abro.
—Arthur ¿Qué sucedió? —cuestiono, es raro verlo en mi piso, los primeros días venía a visitarla, pero luego al ver que ella no hablaba ni se movía de su sitio, desistió.
—Jhandra me llamó —informa jugando con el anillo en su dedo meñique, alzo mi ceja de manera incrédulo.
Antes de objetar algo, veo un destello rojo salir de la habitación, ella esta vestida, bañada y arreglada como si fuese a una fiesta.
—¿Qué sucede Jhandra? —La observo confundido por el cambio de actitud que ha tenido.
—Nada, voy a salir un rato con Arthur, vengo luego —Sus ojos en ningún momento dan con los míos, se aleja y él la sigue.
La puerta se cierra y mi mundo colisiona.
La vida se resume de momentos. Como en este instante donde la confusión, el dolor y el amor se enfrentan a una decisión. Al darte cuenta de que por más que quieres ayudarle no eres tú quien la levanta de la cama, mi corazón se siente herido.
Los recuerdos arremeten contra mi mente uno tras otro:
Momentos que estuvimos felices.
Momentos que nos disfrutamos uno al otro.
Momentos que reímos y anhelamos un futuro juntos.
Momentos donde todo se volvió nada.
Hay cosas que el amor no es capaz de hacer y este es uno de esos momentos donde el corazón queda hecho trizas y no entiendes en qué instante todo se volvió caótico.
Ella perdió a su hermana y yo...
La perdí a ella.
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