»Capítulo 1
Mi niñez fue cálida.
Ella haciéndome sonreír y tú, viviendo el mismo mundo que el mío me hizo sumamente feliz.
»«
Nuestros pasos resuenan en el asfalto. El frio del invierno azota contra mi rostro elevando nuestros cabellos. La sonrisa que lleva plasmada Vanny es más grande que cuando nos comimos un chocolate a escondidas de la hermana Sor maría.
—¿Hermana a d-dónde vamos? —tartamudeo un poco por lo nervios y sujeto con más fuerza mi oso de peluche.
Esta mañana las hermanas del orfanato nos alistaron nuestras cosas y nos dieron una sonrisa muy rara. De esas que no quieres dar, pero aun así las muestras.
—Jhan nos vamos a estudiar a un edificio más grande que el orfanato, ¡ya verás que seremos felices! —dice Vanny dándome un apretón en la mano, sonrío y le creo.
Asiento tímidamente y seguimos avanzando por esas calles llenas de nieve siguiendo a una señora mayor con un moño alto.
—Falta poco, así que Vanny al llegar haz que salude correctamente sin tartamudear ¡por favor! —exclama y por el tono sé que está molesta.
A las personas no les gusta que tartamudee, pero me es difícil no hacerlo y cuando estoy nerviosa lo hago aún más. La única que me entiende es mi hermana.
—Sí, no se preocupe, señora marta. —Su alegría es contagiosa, sigo caminando dando saltos agarrada de su mano, sé que todo será diferente en este nuevo comienzo, al instante Vanny deja de caminar y casi tropiezo con mis propios pies, pero me enderezo apegándome más a ella.
—Buenas tardes, soy Marta vengo de parte del orfanato de las hermanas de la caridad, vine a traerles a las niñas que eligieron. —La señora informa a un señor que está cerca de la puerta de ese gran edificio. No puedo verlo por completo porque al subir mi cabeza el cuello me comienza a doler.
Siento el apretón de mi hermana en mi mano, la veo como se coloca a mi altura y fijo mis ojos hacia los orbes verdes olivas de ella.
—Jhandra —dice muy seria, el corazón me da un vuelco y llevo una de mis manos al cuello apretando fuerte mi collar con dije de alas de ángel, ella nunca me habla así—, princesa... No puedes tartamudear, estoy junto a ti, así que no tengas miedo ni nervios, ¿de acuerdo? recuerda, tú y yo contra el mundo hermanita. —Suaviza su voz y sonríe, lleva sus manos a su cadena y junta nuestros colgantes a juegos. Vuelve a su posición y me sujeta de manera firme.
Comenzamos a caminar y al entrar hacia ese edificio nos recibe un largo camino lleno de rosales a los lados, es hermoso, todo se ve tan colorido y verde que pareciera que estuviera en un bosque encantado, me quedo embelesada por las vistas hasta que vuelvo la mirada al frente y observo un letrero en dorado muy grande en la pared junto a una gran puerta de cristal.
Se lee desde mi posición:
«Colegio Católico Maria de los soles — Los Ángeles».
Vanny hala de mí y la puerta se abre ante nuestra presencia, es inmenso, el olor a limpio inunda mi nariz, seguimos caminando por un pasillo grande y luminoso donde se halla a los lados de este estantes llenos de trofeos, afiches y fotos de alumnos.
¡Es precioso este lugar!
La señora abre una puerta de madera a un lado y un señor con grandes bigotes nos recibe.
—Estás son las niñas, Padre. —El señor tiene una túnica y nos observa con una ceja alzada mirando nuestras ropas.
No entiendo su mirada, ya que tengo el mejor abrigo que puede existir, mi hermana lo tejió de mi color favorito, rojo como mi cabello y es muy bonito, no está sucio ni roto, no entiendo su mirada ceñuda.
—Bienvenidas —dice con voz neutra—, han sido elegidas becarias en esta gran institución, les recuerdo que esto se hace una vez al año y por beneficencia. Me imagino que tú eres Vanny Bell, la mayor —menciona estirando su mano a mi hermana y ella hace lo mismo y asiente—, y tú la pequeña Jhandra. ─Sus ojos me asustan y por más que trato de no mostrar miedo mi cuerpo me traiciona, al instante me escondo detrás de mi hermana.
—Es tímida cuando no conoce a las personas, pero a medida que pase el tiempo se adaptará, es pequeña, Padre, preséntate Jhan. ─Su voz es suave, pero a la vez firme.
Antes de salir de su espalda la miro, ella me da una mirada dulce, mi corazón se calma, respiro profundo y aprieto más mi peluche.
—Soy Jhandra Bell —titubeo, pero la firmeza sale de mi voz—, tengo seis años y me g-gusta leer. —Bajo mi mirada y retuerzo con una de mis manos la textura del brazo del peluche.
El señor asiente y se dirige a mi hermana dándoles unas breves instrucciones que no entiendo. Mis ojos viajan a la habitación y todo se ve limpio, sin nada fuera de lugar.
—Vamos les enseñaré un poco el lugar y luego sus respectivas habitaciones.
─Disculpe las molestias, Padre me gustaría que nuestros cuartos estén cerca no me separo de ella por mucho tiempo, es muy chica aún y es mi deber como hermana mayor cuidarla. —Escucho a Vanny y la observo, su mirada esta fija en el señor.
Mi hermana siempre ha sido muy fuerte y valiente.
Él asiente y comenzamos el recorrido. Nos muestra las oficinas de los maestros el cual es amplio y con ventanales enormes, luego el comedor con un montón de mesas y sillas de color blanco, bajamos por una escalera y nos señala las aulas que tienen las puertas cerradas por el horario de clase. Todo esto es tan grande y hermoso que no me creo que vaya a vivir aquí, seguimos caminando y en un lateral de este pasillo hay una puerta de cristal, es la biblioteca, desde mi posición solo puedo ver que es enorme, no me da tiempo de mirar más porque sigue el recorrido, lo seguimos, pasamos dos pasillos donde hay varias puertas de todos los colores a los lados.
Él nos deja enfrente de la puerta de color azul y menciona que dentro de poco se servirá la comida y debemos de ser puntuales, hace un gesto con su cabeza y nos deja solas, al instante Vanny abre la puerta y entramos.
—Jhandra, esta será tu cama de ahora en adelante y está la mía, este es nuestro nuevo hogar pequeña. ─Observo maravillada la habitación, hay dos camas una al lado de la otra y un armario al fondo, las paredes son de un tono blanco y con varios cuadros de adornos, llevo mis manos a la mesa de escritorio que esta cerca de un gran ventanal.
Sonrío.
Me acerco a mi cama y me tiro a ella.
—¡Vanny mira tenemos una cama real! El colchón es suavecito no como el piso del orfanato que me lastimaba siempre —exclamo sonriendo, en ese sitio dormía con muchas niñas de mi edad y todas teníamos nuestra propia sabana para cubrir el suelo, Vanny siempre me daba la suya para estar más calentita. La observo y veo sus ojos aceitunados como se llenan de lágrimas, voy hacia ella y la abrazo.
—Te quiero, hermana. —Sonrío colocando una mano en su cabeza y le presto mi peluche Latte.
Ella se ríe y seca sus lágrimas, se levanta y juntas comenzamos a acomodar nuestras cosas en silencio.
—Te amo hermanita, lo sabes, no hay nada en este mundo que no haría por ti. —Me toca la nariz con su dedo índice y unimos nuestros dijes—. Mi peque... Mientras tengamos alas podemos volar a donde sea, recuérdalo y no dejes nunca que nada ni nadie intente cortarlas. —Termina de decir con voz ahogada y me abraza muy fuerte, me aparto de ella y siento mi abrigo mojado. Se levanta y comienza a ordenar las maletas, la imito y veo su nariz roja.
—Vanny... ¿Puedo ir a la biblioteca? Es que no tengo hambre.
—No lo sé Jhandra, el cura dijo que fuésemos a comer —Su voz suena débil.
—Por favor —suplico y hago puchero—, escogeré un libro y vuelvo, además ya me grabé el camino.
—Está bien, pero cualquier cosa que pase gritas con todas tus fuerzas que estaré allí. —Suspira derrotada y me sonríe revolviendo mi pelo.
Alejo enfadada mi cabeza de su mano ya que no me gusta que me toquen el cabello. Hago un gesto de adiós y corro hacia la puerta, salgo y cierro caminando paso a paso hacia allá. Encuentro el pasillo y voy hacia a la puerta, todo está en silencio, comienzo a recorrer cada estancia y reviso estantería por estantería tocando los lomos de cada libro buscándolo.
Hasta que doy con el. Lo encuentro, es pesado, pero no importa es el que quiero. Busco un lugar donde sentarme para echarle un vistazo y veo un ventanal con asientos cómodos y sin pensarlo entre saltos voy hacia allí.
Abro la primera página y mis ojos se deleitan con todas las imágenes que atraviesan mi mente en los primeros párrafos.
Sonrío.
Escucho un ruido y levanto mi cabeza de inmediato, frente a mí esta un niño con el mismo libro que yo.
Sus ojos negros me observan fijamente, lo miro confundida, para ser un niño tiene el rostro serio como un adulto.
—Hola, me llaman Aryek y a ¿ti cómo te llaman? —pregunta, pero esta vez me regala una media sonrisa.
Mis mejillas comienzan arder.
—Me... Llamo J-jhandra —pronuncio y su sonrisa se hace más grande contagiándome.
—Me alegra conocerte, Jhandra, ¿leemos juntos las aventuras de Don Quijote?
—Sí, me gustaría, Aryek —expreso suave y él se aproxima hasta quedar a mi lado.
Desde ese momento el niño de la biblioteca se convirtió en mi primer amigo.
En mi primer... Todo.
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