Capítulo Veintinueve
Las declaraciones comienzan con cuatro médicos que estuvieron involucrados durante la creación de Alison y responden a preguntas relacionadas a las modificaciones genéticas que se le realizaron; nada extremadamente relevante para el resto de la audiencia —o nosotros—, pero bastante importantes para que el juez logre entender el trasfondo de todo esto.
Quien prosigue a las cuatro declaraciones iniciales, es el doctor Raymond Vanderbilt; el hombre más relevante en medio de todo esto y director del Centro Global de Investigación: un hombre estricto, serio e intimidante y no parece contento de estar aquí hoy.
—¿Doctor Vanderbilt a qué se dedica? —Clarisse lidera el interrogatorio.
—Soy el director del Centro Global de Investigación —responde con orgullo.
—¿Usted lo creó?
—Mi padre lo hizo, el doctor Nicholas Vanderbilt.
—¿Cuánto tiempo lleva usted fungiendo como director del Centro? —pregunta.
—Diez años —responde serio.
—Su centro lleva a cabo experimentos científicos en niños, ¿cierto?
—Así es.
—Las cuales se iniciaron con el propósito de encontrar curas para enfermedades como el Cáncer, ¿no es así?
—Entre otras cosas —responde.
—¿Usted sigue practicando su labor como investigador?
—Ocasionalmente.
—¿Elige las investigaciones de las que será parte?
—Ciertas investigaciones requieren de mi atención más que otras —responde—, no las elijo.
—¿Más que otras? —repite Clarisse—. ¿A qué se debe eso?
—A la relevancia de estas —responde.
—¿O sea que algunas investigaciones son más importantes que otras?
—Todas nuestras investigaciones son importantes.
—¿Qué les otorga relevancia entonces? —El médico suspira y la mira fulminante por un segundo.
—En cuanto a relevancia me refiero a qué tan necesaria es mi presencia durante las pruebas —responde evasivo.
—¿Podría ponernos un ejemplo?
—Es bastante complicado de comparar.
Intento lo mejor que puedo ocultar la sonrisa que se forma sin querer en mis labios tras la encrucijada en la que lo pone Clarisse. No se puede comparar una investigación con otra porque entonces saldría a la luz la inutilidad de la mayoría de sus investigaciones.
—Bien, entonces díganos, doctor Vanderbilt. Además de investigador, ¿desempeña alguna otra labor como director del Centro?
—Otorgo los permisos de experimentación al resto de laboratorios.
—¿Entonces usted aprueba la creación de más experimentos?
—Así es.
—¿Y las pruebas a realizarse en estos mismos, cierto?
—Sí.
—¿Cómo sabe que clase de pruebas asignar a cada niño?
—Cada laboratorio tiene un rango de experimentación y las pruebas designadas siempre se mantienen dentro de éste.
—¿Qué tipo de rango mantiene el laboratorio presente en el estado de California a cargo del doctor Wen Hoffman?
—De resistencia —responde sin pensarlo dos veces.
—¿Qué clase de resistencia? —inquiere.
—Puede ser de cualquier tipo —responde él—: física, inmunológica, neurológica, emocional o ambiental. Pueden existir algunos casos en donde la investigación requiera más de un tipo.
—¿Puede una prueba medicinal realizarse en alguno de los experimentos del doctor Hoffman? —apunta Clarisse. Los ojos de Vanderbilt se comunican por un microsegundo con los de Foley, pero entonces se obliga a contestar.
—No —responde dándonos la respuesta que necesitábamos.
—¿Cómo fue entonces posible que una prueba de ese tipo fuera practicada en el experimento que antecedió a Alison?
—Yo no dirigía el Centro cuando eso pasó —admite.
—¿Quién lo hacía entonces?
—Mi padre.
—¿No era su padre el fundador del Centro Global de Investigación?
—¡Objeción, su señoría! —salta Foley.
—Denegada, conteste doctor Vanderbilt —contesta el juez.
—Sí.
—Déjeme entender bien. Entonces, ¿el fundador del Centro Global de Investigación erróneamente asignó una prueba medicinal a un experimento cuyo rango no tenía nada que ver con eso?
—Me temo que así fue, sí.
—¿Qué tipo de resistencia se prueba en Alison, doctor?
—Principalmente física e inmune.
—¿Los niños que utiliza el doctor Hoffman tienen alguna enfermedad?
—No. Aunque dependiendo de su código genético, podrían adquirirla por medio de alguna prueba fallida.
—Si un niño diseñado para esta clase de experimentos enferma, ¿tratan la enfermedad?
—En muchas ocasiones debemos de provocarles enfermedades para lograr conseguir una cura.
—¿Qué me dice de cuando la enfermedad no es planeada?
—No.
—¿Por qué?
—Porque el tratamiento de una enfermedad requeriría del uso de muchos recursos que podrían invertirse en un nuevo y sano experimento.
—¿Y qué sucede con el experimento fallido?
—Se libera.
—¿Como el caso que se dio con Madison la niña a la que su padre le asignó una prueba errónea? —el hombre sonríe acomodándose en la silla y luego sacude la cabeza.
—No.
—No lo entiendo, doctor Vanderbilt —miente Clarisse—. ¿Qué el niño se libere no significa que puede seguir con su vida fuera del laboratorio?
—No —replica.
—¿Qué pasa con el niño entonces?
—Se le asigna una prueba final durante a que se sopesará si es viable o no para continuar con la experimentación.
—¿Qué pasa si el niño resultado es negativo, doctor Vanderbilt? —lo cuestiona y el médico la mira mal.
—El niño muere —el hombre se fuerza a responder lo más inexpresivo que puede.
—Gracias doctor —concluye Clarisse antes de dar media vuelta—, su testigo señor Foley —anuncia y luego regresa hasta mi lado con una sonrisa orgullosa en la cara.
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