Capítulo Treinta y Uno


Dylan está sujetando mi mano cuando despierto en una pequeña sala de juntas y tengo un cable conectado a mi antebrazo con una intravenosa que gotea un líquido transparente.

—Hola —murmura al notar que me desoriento y me da un pequeño beso.

—¿Qué pasó? —pregunto verdaderamente confundida—. ¿Cómo llegué aquí? ¿Qu... qué es este lugar?

—Te desmayaste— responde corto y preciso.

—¿Por qué? ¿Cómo?

—Los paramédicos piensan que pudo haber sido un colapso nervioso —me explica—, aunque tu madre piensa diferente debido a tu constante falta de energía y la poca retención de comida que has tenido durante los últimos días.

—¿Quién tiene la razón?

—No soy doctor —bromea.

—Necesito volver.

—Tu madre, me dio órdenes de...

En un solo movimiento, me arranco la intravenosa del brazo. Duele horriblemente y me sangra, pero intento ignorarlo poniéndome de pie.

—Mierda —Dylan se apresura a entregarme un montón de servilletas que estaban junto a una cafetera en la esquina de la habitación. Detengo la poca sangre que sale y luego emprendo mi camino de vuelta a la corte—. Va a matarme si regresas —me advierte siguiéndome por el corredor.

—No seas paranoico, nadie va a matarte y técnicamente ella ni siquiera es mi madre, así que, no tienes nada que temer —respondo antes de que un guardia en la entrada abra las pesadas puertas para nosotros.

Mi madre es ahora quien está en el estrado siendo interrogada por el odioso anciano. Me ve entrar, pero hago todo lo posible por ignorar su mirada.

—¿Doctora Wrestler, alguna vez durante una prueba escuchó a la niña negarse a cooperar?

—Su señoría, las pruebas son agotadoras para una niña de su edad y no tienen razón de ser —contesta ella mirando al juez que claramente ignora sus palabras.

—¿Georgina, alguna vez durante la prueba escuchó a la niña decir que no quería hacerlo?

—No— responde.

—¿Qué la hizo pensar entonces que la niña quería salir del lugar? —la pregunta consigue indignarme tan pronto la escucho.

—El hecho de que es una niña— responde mi madre—. ¿Le parece posible que ella pidiera salir de ese lugar sin saber que hay algo fuera de él? Todos ustedes están locos si piensan por un momento que esos niños están conformes con...

—La defensa descansa, su señoría —interrumpe el abogado regresando a su lugar.

—El juzgado llama al doctor Wendell Riley Hoffman al estrado.

Wen se pone de pie, seguro de sí mismo y sube al estrado guiado por el guardia para intercambiar lugares con mi madre.

—¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad? —pregunta nuevamente el guardia.

—Lo juro.

—Diga su nombre y edad para el registro y tome asiento.

—Mi nombre es Wendell Riley Hoffman y tengo cincuenta y seis años.

Clarisse es quien lo interroga y por su mirada y postura puedo decir que está más que preparada para este hombre.

—¿Doctor Hoffman podría decirnos a qué se dedica? —pregunta Clarisse.

—Soy el científico encargado del laboratorio experimental de San Francisco —responde.

—¿Podría describirnos la creación de Alison?

—Sería un placer —responde—. Igual que como sucede previo a la creación de cualquier experimento, comenzamos por analizar la situación del experimento previo, en este caso de Madison, para saber qué fue lo que falló con ella y por qué. Todo esto, para asegurarnos de que no cometamos el mismo error durante la creación del nuevo niño.

» Tomamos una muestra del ADN de Madison y lo comparamos con el de los embriones que habíamos creado y congelado previamente para seleccionar al mejor y más fuerte y después lo modificamos hasta obtener las nuevas características deseadas, aseguramos de hacerlo genéticamente igual a ella.

—¿La clonaron?

—Como dije, el código genético, fue mejorado. No es una clonación.

—¿Qué fue lo que mejoraron?

—Madison tiene el sistema inmune ordinario de cualquier persona normal por lo que puede enfermarse y presentar alergias como lo que sucedió durante la prueba que desafortunadamente falló en ella y durante la cual intentábamos brindarle una completa inmunidad —responde—. En la niña, cambiamos esa característica, lo que quiere decir que es inmune a cualquier enfermedad.

—Creí que el objetivo de los experimentos en niños era para asegurarse de que algo probado en ellos, sería completamente compatible en una persona ordinaria, ¿no es ese el propósito de la experimentación infantil?

—En efecto.

—¿Entonces cómo podrían comprobar algo de gran relevancia para la humanidad en esta niña que posee una inmunidad extraordinaria a cualquier enfermedad? —Wen sonríe entretenido.

—Porque como lo comentó el doctor Vanderbilt, mi laboratorio prueba la resistencia humana, principalmente la física, por lo tanto, los resultados de esta clase de pruebas no se ven afectados de ninguna manera. Las pruebas realizadas en ella no tienen nada que ver con su sistema inmune. A menos que le hayamos otorgado algo como superfuerza, telequinesis o la posibilidad de respirar bajo el aire como una sirena, entonces los resultados podrían variar —responde con sarcasmo—. Su inmunidad en este caso le ayudó a no enfermarse tras ponerla de un momento a otro en contacto por primera vez con los millones de parásitos y bacterias que existen en el exterior, que, de no haber estado preparada, la hubieran matado. —Wen se asegura de mirarme al terminar de hablar y yo trago saliva de inmediato por pensar que Alison hubiera podido morir por mi culpa.

—¿Hubo algún motivo en específico para hacerlas genéticamente idénticas? —pregunta Clarisse.

—Sí, lo hicimos para tener un donante compatible en caso de llegar a necesitarlo para la niña —responde— fue simple precaución y para tener alternativas menos costosas.

—¿Qué quiere decir eso? —la madre de Levy pregunta leyendo mi mente.

—Quiere decir que en caso de que Alison requiera algún donante, sabemos que ella y Madison son cien por ciento compatibles, así que cualquier cosa que podamos necesitar, Madison puede proveerla y salvar a la niña.

—¿Cómo si se tratara de una incubadora de órganos? —concluye Clarisse y trago saliva.

—Preferiría decir que Madison tiene el potencial de salvar la vida de Alison, pero técnicamente está en lo correcto. Conservar a Madison nos abrió una infinidad de posibilidades a un costo mucho menor —responde y sus palabras me pegan como un camión. Dylan toma mi mano, pero al instante la quito de su alcance.

No necesito su lástima. Necesito escuchar la verdad. Sobre todo.

—Doctor Hoffman, específicamente, ¿qué es lo que se prueba en la niña?

—La resistencia física y sus reacciones a los escenarios o situaciones específicas que creamos para ella.

—¿Cuál es el propósito de estas?

—Ayudar a gente ordinaria a sobrellevar diferentes situaciones que podrían poner en riesgo sus vidas —Wen responde la pregunta como si lo tuviera ensayado.

—Suena fantástico —dice ella—, ¿pero lo es?

—Absolutamente.

—¿Podría explicarnos lo que quiere decir una Prueba Constante? —Esa pregunta elimina todo el rastro de seguridad que Wen intentaba mostrar y su expresión se torna seria y sombría.

—Una prueba que se realiza periódicamente para ver el progreso o retroceso del sujeto ante ella.

—¿A qué edad comienzan a practicarse estas pruebas constantes en los niños?

—Depende de la prueba que se realice y las características específicas de cada sujeto.

—¿Qué edad tenía Alison cuando se comenzaron esta clase de pruebas en ella? —pregunta y él solo la observa por un momento. Clarisse abre sus manos—. ¿Doctor?

—Tenía un año —responde molesto. Una sonrisa esta dibujada en la boca de Clarisse cuando da media vuelta y de la mesa donde se encuentra mi madre toma unas carpetas.

—Adjunto como evidencia algunas copias de la prueba constante que se realiza en Alison —dice entregando una muestra a uno de los guardias que posteriormente se la hace llegar al juez, otra al señor Foley y una última al mismísimo Wen. Él traga saliva y hojea la carpeta al igual que el resto—. Podría explicarnos con sus propias palabras, ¿en qué consiste la prueba que tiene en sus manos? —Wen mira a Clarisse como si quisiera matarla y eso me hace acomodarme en la silla para escuchar con toda mi atención lo que está por venir.

—Se introduce al sujeto dentro de una bañera. —La respuesta trae un nuevo nudo a mi garganta.

—¿Le dan un baño? —Él suelta un pequeño bufido que lo hace sonreír en respuesta y luego cierra la carpeta con un aire de superioridad que jamás había visto mostrar a una persona.

—No, señora Blanchard. No le damos un baño.

—¿Qué es lo que sucede con la niña entonces, doctor?

—Ella debe permanecer sumergida en el agua —responde.

—¿Le proporcionan alguna clase de tanque de oxígeno que le ayude a mantenerse de ese modo?

—Es usted muy buena en su trabajo —Wen evade la pregunta.

—Doctor Hoffman, ¿Alison tiene algún aparato que le ayude a respirar debajo del agua durante la prueba? —Clarisse repite la pregunta.

—No abogada. No lo tiene.

Quiero llorar o gritar o hacer algo en el momento en que escucho su respuesta. Incluso el juez parece sorprendido y revisa atónito los papeles una y otra vez. Al frente pareciera como si Clarisse se hubiera vuelto más alta y Wen se hubiera convertido en un niño. Un niño que de pronto es cuestionado por su madre enfrente de decenas de personas tras haber roto una ventana con una pelota de béisbol. Un evento del que todos los presentes fueron testigos y nadie se había cuestionado antes.

—¿Cuánto tiempo debe permanecer la niña debajo del agua?

—Hasta que su cuerpo lo resista.

—¿Sin respirar?

—Sin respirar —confirma.

—¿Y qué es lo que hacen entonces? ¿Esperan a que se ahogue para sacarla?

—Empujamos su cuerpo al límite para arrojar los resultados esperados, pero nos aseguramos de sacarla antes de que esto pueda causarle un daño irreversible.

—¿Eso quiere decir que la monitorean durante el tiempo que ella permanece dentro del agua?

—Siempre monitoreamos a nuestros experimentos —afirma Wen—. Tenemos cerca de diez personas presentes en la sala de pruebas listas para tomar acción en caso de que se suscite algo inesperado.

—¿Alguna vez la niña ha resultado afectada por esta prueba en específico?

—Sí —admite—, incluso con todo el equipo involucrado y siguiendo todas las precauciones y medidas necesarias para llevar a cabo esta clase de pruebas; es imposible predecir exactamente cómo va a reaccionar su cuerpo.

—Es cierto, que en una ocasión luego de practicar esta prueba en la niña; ¿tuvieron que drenar agua de su pulmón izquierdo? —Wen encuentra a mi madre y luego de exhalar regresa la mirada a Clarisse.

—Sí, tuvimos que hacerlo.

—¿Qué edad tenía la niña entonces?

El sujeto —enfatiza Wen—, tenía cuatro años.

—¿Repitieron la prueba?

—Sí.

—¿Cuánto tiempo después del incidente?

—Un mes, luego de que logró recuperarse del todo.

—¿Apenas logró recuperarse volvieron a someterla a lo mismo? —comenta fingiendo sorpresa.

—Sí —responde serio— el tiempo es crucial en estos experimentos. Como investigadores, no podemos permitirnos perder más tiempo del necesario entre cada prueba y en este caso en específico de no haber superado la prueba de nuevo, el sujeto habría sido liberado. Aunque supongo que eso tampoco hubiera sido favorable para ustedes, ¿no es así?

Mi quijada casi se cae hasta el suelo tras su respuesta tomada tan a la ligera.

—¿Con que frecuencia se realiza esta prueba constante?

—Cada cuatro meses.

—¿Tiene algún problema la niña con eso? —Wen se ríe.

—No le preguntamos si quiere hacerlo. Su deber es obedecer —responde.

—No estoy preguntando eso doctor Hoffman. ¿La niña ha mostrado algún signo de trauma, desorden u algún otro problema relacionado con el agua?

—Por obvias razones, no es su cosa favorita en el mundo —responde.

—¿Y cree necesario hacerla pasar por todo eso doctor Hoffman?

—Ah, ahí está la famosa pregunta que he estado esperando todo este tiempo —dice Wen. La sala se cubre con un silencio sepulcral ante sus palabras—, esa pregunta nace del hecho de que todos ustedes, en realidad no entienden nada de lo que hacemos. Un trabajo de experimentación no es un paseo en el parque a la sombra de los árboles. No es placentero —responde—, los sujetos con los que trabajamos son niños, sí y nadie lo niega. Sienten, claro pues son seres humanos, con un corazón, un cerebro y cinco sentidos que todos poseemos; pero que como mi querida Georgina dijo hace unos minutos, es imposible que pidan por algo que nunca han conocido. Así que los exhorto a todos ustedes a dejar de pensar en ellos como piensan en sus hijos o a todos los otros niños que ven diariamente en la calle. Si piensan de ese modo entonces claro; lo que hacemos es terrible e inhumano y deberíamos de arder en el infierno por ello, pero no es el caso. Los sujetos; estos niños-experimento, son diferentes.

» En el laboratorio, nosotros nunca le dimos cariño a Alison cuando era un bebé, ni la arrullábamos para que se quedara dormida en nuestros brazos; ella debió aprender a dormirse estando sola, sin caricias ni canciones de cuna o máquinas de ruido blanco —continúa—. Nosotros jamás la hemos abrazado o tocado sin guantes y mucho menos le hemos dicho que la queremos. En cambio, ella sabe que al entrar nosotros debe ponerse firme, mirarnos a los ojos y colocar sus manos detrás de ella para recibir instrucciones. No le explicamos nada de lo que sucede; pero ella sabe que hay que permanecer inmóvil durante las pruebas y que tiene que obedecer a todo lo que nosotros digamos y créanme que, aunque suene impensable, eso la ha ayudado a lidiar con las pruebas, a no llorar cuando nos ve o temblar de miedo cuando entramos a la habitación —explica—. No lo hacemos porque queramos hacerla sufrir, lo hacemos porque es todo lo que conoce, es su realidad y su vida y no piensa en tener nada diferente porque nunca le hemos dado la oportunidad de conocer otra cosa.

» Consentir a estos niños de la manera en que se consiente a un niño ordinario y después hacerlos pasar por esta clase de pruebas, eso sí que sería cruel. Es como darles un regalo y quitárselos justo en el momento que lo abren y descubren lo que hay dentro, —levanta la carpeta y después mira directo a mi madre—. Eso fue lo que hicieron con Madison, lo que fue obligada a soportar. Eso fue lo que lo hizo cruel. Por años y en contra del reglamento del laboratorio, a Madison, se le proporcionó cariño y después la hicimos pasar por pruebas tan desgastantes como esta que acaban de escuchar, esa fue la razón por la que el doctor Nicholas Vanderbilt y el Centro en aquel entonces decidieron liberarla y otorgarle una vida ordinaria, pero les aseguro que la situación de Alison es completamente diferente —agrega sorprendiéndome—. Así que la respuesta a su pregunta abogada es sí. Vale la pena cada segundo, porque el día de mañana el sacrificio de esa niña y el de todos aquellos que día con día la vemos enfrentarse a todas estas pruebas; le darán una mejor oportunidad de vivir a nuestra gente.

Mi corazón me duele cuando la habitación se queda completamente en silencio.

«¿Tiene razón acerca de eso? ¿Es eso lo que lo hace cruel? ¿El hecho de que no estamos pensando fuera de la caja? Claro que es terrible de cualquier manera porque nadie merece eso... pero comienzo a creer que realmente tiene un punto».

—¿Puedes creerlo? —bufa Dylan con incredulidad. Lo miro con el ceño fruncido y lágrimas saliendo de mis ojos.

—Yo... —intento decir antes de ser interrumpida por el guardia que nos ordena ponernos nuevamente de pie.

—Esta es una situación bastante peculiar y algo que dificulta la toma de una decisión debido a que involucra a varias partes que persiguen propósitos completamente diferentes. Por lo que, quisiera tener una visión un poco más exacta para objetivamente tomar una decisión que nos beneficie a todos —anuncia el juez—. Asignaré a una psicóloga que visitará a la niña el día de mañana para evaluar su comportamiento y para evitar cualquier clase de presión psicológica o emocional en el experimento previo a esta especial visita; limitaré el contacto con ella a lo más mínimo y suspenderé temporalmente los permisos del laboratorio hasta lograr tomar una decisión —Mi cuerpo entero se relaja en respuesta—. ¿He sido claro?

Todos asentimos.

—Basado en los testimonios presentados el día dehoy y la información recabada de la visita a la niña, presentaré mi veredictoal terminar la semana. Se levanta la cesión.

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